Deja que anochezca [ONC]

By ignacioescritor

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El viernes 18 de abril de 1969, el cuerpo de un tercer adolescente aparece asesinado a las orillas de Central... More

SINOPSIS
EPÍGRAFE
PRELUDIO
1. EL ÁNGEL CAÍDO
2. BURUNDANGA
3. MENOS DE VEINTICUATRO HORAS
4. REDADA
5. EL ÚLTIMO VIERNES DE ABRIL
6. ADRIÁN
7. DOS TESTIGOS
8. DECLARACIÓN FORMAL
9. SASHA
10. FALSIFICACIÓN
12. DEJA QUE ANOCHEZCA
13. LA ÚLTIMA NOCHE
EPÍLOGO

11. REVELACIONES

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By ignacioescritor

Jackson emprendió la huida en la patrulla haciendo zigzag a través de las calles.

—Bájate, tenemos que seguir a pie —dijo mi compañero cuando quedamos atascados en el tráfico de la Quinta Avenida.

Tomé la carpeta de los registros de propiedad y bajé de la patrulla, Jackson tras de mí. Corrimos entre los autos atascados en el tráfico hasta que logramos llegar al otro lado de la avenida. Los cláxones sonaron con estridencia, la patrulla se quedó abandonada en medio de la calle y eso causó un caos en la afluencia vial.

Jackson me tocó el hombro para indicarme que diera la vuelta en la siguiente esquina, entendí que era necesario perdernos entre calles si pretendíamos que nuestro escape fuese exitoso. Corrimos hasta que los pulmones nos obligaron a detenernos para recuperar el aliento.

—No podemos seguir corriendo sin rumbo fijo —dijo Jackson en cuanto su respiración se regularizó un poco—, tenemos que buscar un lugar y nuestros apartamentos no son una opción.

A mí mente vino el apartamento de Adrián, funcionaría como un buen lugar para tomarnos un respiro y planear qué hacer. Comencé a hacerle la parada a cuanto taxi pasaba frente a nosotros, pero no tuve éxito, todos iban ocupados. Jackson, que tenía menos paciencia que yo, aprovechó el tráfico y corrió hacia el taxi más cercano y abrió la puerta trasera.

—¡Policía de Nueva York, baje del vehículo! —gritó mi compañero con su placa en alto.

El pasajero que ocupaba el asiento trasero levantó las manos, asustado; Jackson lo tomó del brazo y lo obligó a bajar, luego se subió al taxi deprisa y yo tras él.

—A Hunts Point —le ordené al chofer, este arranco sin cuestionarnos, ni siquiera se atrevió a mirar por el retrovisor.

Cuando llegamos, saqué mi billetera y le dejé al taxista un billete de cinco dólares. Jackson se bajó del taxi y giró para observar en su totalidad la calle en la que nos encontrábamos.

—¿Qué demonios hacemos aquí? —cuestionó mi compañero mientras miraba hacia la cancha de basquetbol desde donde los pandilleros habían dejado de jugar para observarnos.

—No preguntes solo sígueme —le respondí y lo jalé del brazo para que me siguiera.

Golpeé la puerta de entrada del edificio con vehemencia, pasaron tres minutos hasta que una mujer entreabrió la puerta para asomarse, le mostré mi placa y ella agrandó los ojos, nerviosa.

—Solo déjenos pasar —le dije.

Con duda, la mujer abrió la puerta por completo y se hizo a un lado. Entramos y yo me apresuré para subir por la escalera, pero Jackson se quedó pasmado mientras observaba la decadencia del edificio.

—Date prisa —ordené.

Con la misma precaución que yo lo hice la primera vez que estuve ahí, Jackson me siguió hasta la tercera planta. No me molesté en golpear la puerta para que me abrieran, sabía que sería inútil, en cuanto estuve frente a la entrada grité: «Soy Jayden, ábranme».

Noté como alguien comprobaba a través de la mirilla que en realidad fuese yo quien estaba al otro lado, un par de segundos después la puerta se abrió. Me encontré con la mirada de Adrián, el chico me dedicó una tímida sonrisa y, sin tapujos, se aferró a mí en un cálido abrazo. Fue hasta que notó la presencia de Jackson a mis espaldas que se apresuró a desprenderse de mi cuerpo.

—Necesitamos de un lugar para escondernos —exclamé, desesperado, la adrenalina de lo que había sucedido el último par de horas me corría por las venas.

Adrián se hizo a un lado para darnos el pase, Jackson entró al apartamento tras de mí, aún con ciertas dudas.

—Este es Jackson, mi compañero en el trabajo —lo presenté.

Jackson levantó la mano cortésmente, Toni e Isaac se encontraban en el comedor al fondo, nos observaban en silencio. Invité a Jackson a tomar asiento junto a mí. «Estos chicos son amigos del último chico al que asesinaron, van a ayudarnos, conozco bien a uno de ellos», le expliqué en un susurro.

—¿Qué vamos a hacer ahora, Jayden? —inquirió mi compañero al tiempo que cruzaba una mano con la otra, quizá en un intento de impedir que los nervios le ganaran.

Iba a responder a su pregunta, sin embargo, tres golpes continuos se escucharon al otro lado de la puerta principal. De inmediato, Jackson y yo nos pusimos de pie, desencajamos nuestras pistolas de la cintura y apuntamos hacia la puerta, los otros tres chicos se arrinconaron en la esquina más alejada, asustados.

—Soy Sasha, ¡ábranme! —escuchamos a nuestra amiga gritar al otro lado de la puerta.

Me apresuré a poner el ojo en la mirilla para comprobar que todo estaba en orden, vi a Sasha bailotear en el pasillo ante el nerviosismo que la invadía, deprisa quité el pasador y abrí la puerta. Sasha entró al apartamento y de inmediato se aseguró de cerrar con el pasador bien puesto, llevaba una bolsa negra desechable aferrada entre su pecho y su brazo izquierdo.

—Scott está en el hospital —exclamó sin saludos dichos a modo de introducción—, esta madrugada, cuando regresaba a su casa por las maletas, lo han golpeado hasta dejarlo inconsciente, su hermana me ha entregado esta bolsa negra luego de explicarme lo que sucedió, dijo que ella no quería involucrarse en los problemas de su hermano. —Sasha colocó la bolsa sobre el comedor y caminó en círculos por el pasillo, todavía nerviosa ante el impacto que le generó la noticia sobre Scott—. Te esperé quince minutos en donde acordamos, pero como no llegabas decidí regresar para acá, presentía que algo había sucedido y no podía estar a plena luz del día con esto entre mis manos.

—Hiciste bien en regresarte —le dije y asentí—, las calles no son un lugar seguro ahora mismo. Él es mi compañero, Jackson, y ella es Sasha —presenté a ambos.

Jackson miró a Sasha de arriba abajo, comprendí que mi compañero intentaba entender por qué me refería a Sasha en femenino cuando sus ojos miraban algo opuesto, algo que no lograba entender, solo se limitó a asentir.

—Puedes llamarme Freddy si llamarme Sasha es demasiado para ti. —Sasha dejó de perder el tiempo y se dirigió al comedor, tomó la bolsa de la parte de abajo y vació el contenido sobre la mesa.

Entonces, un montón de fotografías, cheques y pagarés se esparcieron en la extensión de la pequeña mesa de metal. A simple vista, las fotografías que cayeron de frente ya decían demasiado, pero cuando Jackson volteó el resto, todos en el apartamento quedamos enmudecidos ante lo que nuestros ojos veían.

Decidí tomar la iniciativa y comencé a tomar las fotografía del mesa para mirarlas con mayor precisión, las imágenes eran variadas: habían chicos desnudos en posiciones extrañas, tomas más cerradas de traseros, vergas y cuellos y muñecas con cadenas alrededor, pero sin duda alguna, las fotografías más sorprendentes eran las grupales, en las que podía observarse a detalle los encuentros sexuales que se mantenían en lo que nosotros denominamos: «El club».

Sasha tomó entre sus manos otras fotografías que yo no había podido ver a detalle, pero que en cuanto pasaron a mis manos entendí que eran las fotografías que le daban sentido a lo que mi mente ya había comenzado a elucubrar. Aunque las imágenes eran de mala calidad, en ellas podía observarse a los hombres que en el resto de fotografías llevaban una máscara, pero en estas imágenes sus rostros estaban al descubierto; acerqué la fotografía que tenía entre mis manos para analizarla con mayor claridad, mis pulsaciones se aceleraron cuando logré reconocer dos rostros, uno de ellos el de John Nelson, uno de los jueces de más renombre en la ciudad, el otro el de Eric Anderson, uno de los abogados que solía llevar la mayoría de casos en representación del departamento de policía de Nueva York. Le tendí la fotografía a Jackson y lo vi agrandar los ojos, sorprendido.

De pronto, escuché a alguien sollozar, el sonido me obligó a enderezar la vista. Me encontré con Adrián que sostenía una fotografía con la mano temblorosa y los ojos llorosos, no pudo soportar el seguir mirando y dejó la fotografía sobre la mesa, Sasha se acercó a él para abrazarlo. «¿Qué sucede?», escuché que Sasha le preguntaba, Adrián se tomó un respiro, luego, con el dedo, señaló a un hombre en la fotografía. De inmediato tomé la imagen de la mesa para observar a quién había señalado Adrián, me encontré con la imagen hombre, joven, alto, y atlético, y a pesar de que las imágenes eran en blanco y negro, podían distinguirse sus cabellos castaños, casi rubios. Entonces entendí la reacción de Adrián, por fin podíamos ponerle rostro al asesino.

Dicha revelación me llevó a observar la imagen con mayor atención, fue así que sucedió lo que hizo que mi cuerpo se paralizara y que sintiera que el corazón iba a salírseme del pecho, en la misma fotografía pero en una esquina hasta al fondo, lograba observarse otro hombre, a primera vista era difícil reconocerse, sin embargo, una vez que observabas la imagen con atención, podía verse con mayor nitidez; dicho hombre no llevaba un elegante smoking como el resto, pero si llevaba el elegante uniforme de policía, dicho hombre era el comisionado de la policía de Nueva York, dicho hombre era mi padre.

Jackson se acercó a mí cuando notó mi reacción, me arrebató la fotografía y la analizó a detalle. Lo vi llevarse la mano al rostro, sorprendido, cuando reconoció a la misma persona que yo.

—Estos cheques y pagarés están a nombre de Scott —dijo Sasha que había dejado las fotografías de lado para centrarse en los otros papeles—, si mi intuición no falla, Scott recibía pagos a cambio de guardar silencio.

Asentí, Sasha había llegado a la misma conclusión que yo.

—Y al parecer estos pervertidos se cansaron de pagar —dijo Jackson.

—¿Ustedes lograron averiguar algo? —cuestionó Sasha.

—Sí, tenemos algo —respondí y caminé hacia la sala para tomar la carpeta de los registros de propiedad—, los dos únicos barcos con las características descritas por Adrián están a nombre del actual gobernador de Nueva York: Richard Fletcher.

Sasha entreabrió los labios, sorprendida, luego permaneció en silencio, pero noté por sus gestos como algo en sus pensamientos hacía conexión. La vi correr hacia la habitación al fondo del pasillo y regresar con una caja llena de periódicos que puso sobre la mesa. Con desesperación sacó los pliegos de papel y los hojeó, cambió de periódico en periódico hasta que dio con un reportaje que incluía una fotografía del gobernador en compañía de su familia: su esposa y tres hijos varones, todos adultos.

En el reportaje podía leerse el nombre y edad de los tres hijos: Richard de treinta y cuatro años, Brad de treinta y dos, y Tom de veintiocho. Los tres hermanos compartían un gran parecido: altos, blancos, atléticos y de cabello castaño. Sasha tomó la fotografía que había hecho que Adrián volviese a quebrarse, la puso al lado de la imagen familiar en el periódico y analizó ambas con minuciosidad, después de algunos segundos, señaló al menor de los tres hermanos.

—Es él, podría apostarlo —afirmó Sasha.

Jackson y yo también analizamos las imágenes y llegamos a la misma conclusión: el que aparecía en las fotografías del club y a quien Adrián señaló era Tom Fletcher, el hijo menor del gobernador.

—Cada quien tomé los periódicos que pueda y busquen los reportajes en los que se hablé del gobernador y su familia —dijo Sasha al tiempo que ejecutaba su propia orden.

Así lo hicimos, durante más de cinco minutos hojeamos viejos periódicos en busca de reportajes que nos ayudasen a ampliar nuestras teorías; lo que encontramos me enchinó la piel, las coincidencias eran demasiadas como para que solo fuese coincidencias. Jackson encontró un reportaje en el que se veía al gobernador acompañado de sus hijos, todos vestían un uniforme de beisbol y al leer el artículo, entendimos que era porque el gobernador inauguraba una escuela para que niños y adolescentes pudiesen aprender y practicar el deporte que él y sus hijos amaban.

Sasha encontró otro artículo dedicado a Tom, en el que se le felicitaba por ser una eminencia en la equitación y un orgullo para su padre. Había también varias reportajes en los que podía verse al gobernador y a su familia haciendo donaciones a distintas iglesias, eran una familia cristina que dedicaban gran parte de su vida a servir al señor, así lo mencionaban la mayoría de artículos dedicados a ellos.

Decidí caminar en círculos en un intento de procesar la información que acabábamos de descubrir, sin embargo, no tuve demasiado tiempo para perderme en mis reflexiones. Una vez más el sonido de nudillos que golpeaban la puerta hizo que los presentes en el apartamento diéramos un respingo.

—¡Policía de Nueva York, abran la puerta! —escuchamos gritar.

Jackson y yo volvimos a sacar nuestras armas y, deprisa, nos colocamos a ambos extremos de la puerta. Sasha nos cuestionó con la mirada sobre qué hacer, con una señal le dije que abriera y a los chicos que se encerraran en la habitación, ella se tomó un respiro para tranquilizarse, puso el ojo en la mirilla y luego abrió la puerta sin quitar el pasador.

—¿En qué puedo ayudarlos?

—¿Aquí vive Ryan Winslet? —cuestionó uno de los oficiales.

—Sí, aquí vive —respondió Sasha.

—Necesitamos que nos permitas entrar.

—Pueden hacerlo si traen una orden con ustedes.

—La orden estará lista en menos de una hora, podemos ir adelantándonos.

—Vuelvan entonces cuando la orden esté lista.

Sasha les cerró lapuerta en la cara, Jackson y yo nos aferramos a nuestras pistolas con fuerza.

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