No me dejan salir.
Somos sesenta. Conté a todos pero sé que habrá más personas en las sombras.
Algunos son viejos; están cansados y débiles. Algunos son jóvenes. Pero no se ven tan diferentes. Todos estamos agotados.
Es asqueroso y el olor indescriptible. No hay agua ni comida. Tampoco hay baño. Tengo la sensación de que llevo una eternidad aquí dentro. Son nuestras decisiones las que nos llevaron aquí.
Algo me acaricia la espalda, un toque suave con dedos congelados en el cuello. Me dan escalofríos. La mujer a mi lado intenta dormir pero el sueño no vendrá, no aquí, no ahora.
Estamos bajo tierra.
A veces hay luz. En esos segundos breves parpadeamos y miramos alrededor, intentando observar a los demás pero evitando mirar a los ojos. Algunos solo miran fijamente al suelo.
Pasamos de la oscuridad a la luz y de repente lo oigo. El campaneo. El anuncio. La próxima parada es la mía y bajaré del tren.