DINASTÍA

By JLTT16

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Tras los hechos de los sucesos que pusieron las cosas en nuevo tablero con un jugador más en la línea. Monica... More

𝒜 𝓂𝒾𝓈 𝓁𝑒𝒸𝓉𝑜𝓇𝑒𝓈...
𝒟𝒾𝓃𝒶𝓈𝓉𝒾𝒶
ANTNICA
EDAD ROJA
CAPITULO 1 - MONICA
CAPITULO 2 - DOS AÑOS DESPUES
CAPITULO 3 - VUELTA DE PAGINA
CAPITULO 4 - DOLHA
CAPITULO 5 - INCENTIVO
CAPITULO 6 - PURPURA
CAPITULO 7 - 2
CAPITULO 8 - HAUNTED
CAPITULO 8 - pt. 2
CAPITULO 9 - DRAGOSTE
CAPITULO 10 - AFRONTAR
CAPITULO 11 - INSTINTO
CAPITULO 12- Legătură
CAPITULO 13 - ESTRAGOS
CAPITULO 14 - REUNIUNE
CAPITULO 15 - Heredar
CAPITULO 16 - EL PESO DE LAS PALABRAS
CAPITULO 17 - REFLEXION
CAPITULO 18
CAPITULO 19 - HIJOS DE LA TIERRA
CAPITULO 20 - ANZUELO
CAPITULO 21 - 14 DE FEBRERO
CAPITULO 21 - PT.2
CAPITULO 22 - REALIDAD
CAPITULO 23
CAPITULO 24 - PARIS
CAPITULO 25 - EN LA MIRA
Capitulo 26 - TERMINAL
CAPITULO 27 - DUELO
CAPITULO 28 - ACEPTACIÓN
Escena extra - COMIENZO DE BROWN
CAPITULO 29 - WILLIAM
CAPITULO 30 - HACER HABLAR
CAPITULO 31 - EL CARIBE
Escena extra - ANTONIO
CAPITULO 32 - 28/04
CAPITULO 33
CAPITULO 34 - FUERA MASCARAS
CAPITULO 35 - CON INTENSIDAD
CAPITULO 36 - UN TEPES MAS
CAPITULO 37 - FORBIDDEN
CAPITULO 38
CAPITULO 39
CAPITULO 40 - RELOJ
CAPITULO 41 - LA ISLA
CAPITULO 42 - LA ISLA PT. 2
CAPITULO 43 - NIÑAS MALAS
CAPITULO 44 - A ESPALDAS
CAPITULO 45 - ACUERDOS A LA MALA
CAPITULO 46
CAPITULO 48 - UN PAR DE SOMBRAS
CAPITULO 49
CAPITULO 50
CAPITULO 51 - CORRER A TI
CAPITULO 52

CAPITULO 47 - CONSTANTIN TEPES

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By JLTT16

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Constantin Tepes

Antonio

Ella es buena escondiéndose, tan silenciosa como la nada cuando se lo propone. Me muevo sobre los pasillos buscándola y aunque me he grabado estas paredes como si me pertenecieran, aún existe la posibilidad de perderme.

A la quinta estancia comienzo a cuestionarme el juego. Una puerta que nunca he abierto, es la última del ala en su castillo y no dudo en empujarla.

  Irrumpiendo en ella, encuentro lo que parece un estudio, los estantes de libros se apegan a la pared y el ventanal a su costado; es lo que proporciona iluminación, aunque el clima de afuera con el cielo nublado y el próximo anochecer, no proporcionan lo suficiente.

  Un candelabro se encuentre encima de la mesilla en el centro y me planto frente a él contemplándolo, mis manos se hacen puño intentando hacer de alguna manera lo que mi padre hace con facilidad y la mecha de las velas, no se perturba en lo absoluto.

  Cierro los ojos intentando una vez más y cuando los abro, parezco ver una pequeña chispa que al final, no termina encendiendo la vela como quisiera. Jamás he logrado nada, esto podría ser un gran avance, pero no lo suficiente para despertar el poder de mi madre o padre.

  —Casi pudiste encenderla —una voz proveniente del costado me toma desprevenido— estoy sorprendido.

  Me alejo de la mesilla volteándome y en las penumbras aparecen esos mismos aros púrpuras que vine a buscar. Parpadeo posándome firme y veo entreverse la silueta del rey sentado en el mueble con la pierna cruzada.

  Cuando entre, no escuche, ni sentí ninguna presencia, pero él estuvo allí desde un principio observándome en silencio. Su argolla en el dedo brilla cuando mueve su mano y se lleva el puro a la boca.

  —Señor —inclino la cabeza disculpándome— lamento haber irrumpido en su estudio, creí que la habitación estaba vacía.

  Con las manos a mi espalda, espero y me enderezo de nuevo cuando suelta el humo y el cuero del mueble se escucha al hacer fricción con su ropa. Siempre porta elegantes trajes de tres piezas.

  —Eres bastante joven para lograr si quiera eso —sus ojos señalan en dirección a la vela— interesante.

Veo la punta negra de la mecha quemada.

  —No ha sido la gran cosa —opinó— solo fue una diminuta chispa sin gracia.

  —Si no hubieras cerrado los ojos habrías visto algo más que una chispa —sonríe.

  Posee en su voz una tranquilidad bastante ligera, jamás lo he escuchado alterarse, pero sus ojos en ocasiones llegan a gritar lo contrario. Los suyos atemorizan y pesan, ellos me miran esperando a que mi existencia se empequeñezca en su lugar, como si sus pupilas fueran agujeros negros a punto de absorberme a su inmensidad y él púrpura fuesen tentáculos intentando atravesarme la mente y la conciencia. Así se siente la mirada del rey Constantin, el padre de Monica.

  —Estoy buscando a su hija —aclaro la intromisión.

  Una pequeña risa escondida se escucha en la habitación y el, mira sobre su hombro ensanchando su sonrisa.

—Lo sé —responde sosteniendo la mano de Monica cuando sale de su escondite detrás del mueble a su espalda.

—¡Tardaste mucho! —ella ríe subiendo a las piernas de su padre— ¡pero me encontraste Antonio!

Él la carga sentándola sobre su muslo mientras Monica sostiene en su brazo un peluche de foca y el rey desposita un beso en su sien haciéndola feliz. Peina su cabello castaño igual de liso como el de su madre y recarga su cabeza en el pecho del él, abrazándolo con cariño.

Ambos pares de ojos me miran, los de ella iluminados de emoción, pero los de su padre con sobreprotección. Una intensa que se asegura de dejar el mensaje claro y yo la sostengo sin miedo a caer en su averno, con el mismo respeto que él me proporciona e incluso a veces llego a pensar que no me ve como un simple niño y eso me agrada.

 
***

Después de años esa opinión no ha cambiado en lo absoluto. Los ojos de Monica siempre me han mirado de una manera que me hace calificar como "dócil, gentil" más nunca me puse a pensar lo que se sentiría con ese púrpura aniquilarte o amenazarte, tenerte de enemigo.

  Yo sé que no estoy en la lista de enemigos de Constantin, pero tampoco en la otra. Ese término medio existe cuando se trata de lo que más quiso y adoro en vida, su hija. Dependiendo de ella, se decide el lado que te ganas.

  —Antonio —rompe el silencio y su voz, después de muchos años olvidarla, eriza mi espina con un escalofrío electrizante— demoraste mucho en dar el paso y venir.

Lo único que puedo pensar en ese instante, es lo que haría cierta persona si estuviera en mi lugar y presenciara esto, porque es real. Hacerme sangrar la palma con la uña, duele y confirma que no es un simple sueño.

—Constantin.

Sale completamente a la luz luciendo exactamente igual a como lo recordaba, su expresión tiene toques de sorpresa y no se abstiene de recorrerme de pies a cabeza mientras me mantengo en una distancia prudente.

—Bien se sostiene que la genética Barcsay trasciende pura con los años —menciona— de generaciones a generaciones. Y la tuya es un caso especial. Incluso por un instante creí que tenía frente a mí a...

—Stoian —declaro acostumbrado a esas palabras y me sacudo la manga de mi camisa— ¿Qué diferencia te quito la duda? —la sorpresa ensombrece su rostro y parpadea lentamente.

—Aron —responde dejándome desconcertado. Olvide que cuando mi gemelo murió, los demás lo hicieron en el mismo lapso de horas y posiblemente nunca lo supieron. Todo se desmorono en poco tiempo.

—Su parecido es completamente idéntico —recalca—, pero tu mirada orgullosa y arrogante siempre te ha caracterizado a comparación de la suya.

—Es una pena que te tocara el peor de los dos —comento sarcástico.

—¿Estás seguro de que eres el peor? —vuelve a poner esa expresión que solo lo enaltece y me pregunto que tan cuerdo esta para hablar esas cosas sin sentido.

—Directo, Constantin —comienzo a perder la paciencia y más al tocar ese tema— a que quieres llegar.

Hunde las manos en sus bolsillos y se pasea a mi alrededor analizándome, como una bestia merodeando y favoreciéndose de la oscuridad. El mareo aún persiste y su voz me hace eco, pese a eso, me mantengo en mi sitio esperando.

No puedo mantener mis músculos relajados, estar a la defensiva es más que una reacción, si no, un sabio reflejo y el que él lo note, solo fomenta a que la comisura de su labio se curve con sutileza.

Las encías me pican y mis ojos no lo pierden de vista en ningún segundo. Sus pasos se vuelven desesperantes y comienzo a idear una manera de despertar. Con mi garra filosa, hago un corte más profundo en la carne de mi palma, el dolor está allí, el brote de sangre igual, pero no consigo despertar. Extiendo mi mano viendo el corte comenzar a sanar y Constantin vuelve a merodear.

—Esa es una buena idea —opina mirando mi sangre en el suelo—, pero, aunque te arranques un dedo, el dolor no va a despertarte, Antonio,

Hago un puño hasta que mis huesos crujen y vuelvo a bajar mi brazo a mi costado.

—Te voy a decir esto, de la manera más simple. No me gustan los juegos y mucho menos, tengo paciencia para ellos.

—Claro que no —escucho su risa a mi espalda y sin siquiera mirarlo, puedo sentir donde esta— a ti solo te gustan los juegos cuando eres tu quien mueve las fichas y no cuando te toca ser una y ahora mismo, estas en mi tablero. Eso te saca de quicio.

—Estas fracasando si tu intención es que sea flexible.

—¿A caso tienes miedo Antonio? —se planta frente a mí, ahora me toca verle cara a cara y no desde abajo, un hecho que le asombra reconocer.

Nuestros ojos se encuentran y sostienen fijamente.

—Como dice la conocida frase: Miedo a los vivos —espeto irguiendo los hombros, sacando mi estatura a relucir— no a los muertos y yo tengo de la mano al temor. ¿Me veo como el tipo de hombre que se perturba fácil?

Parpadea, sin ninguna otra expresión, solo silencio y serenidad. Entonces, en un solo parpadeo mío, él se desvanece como el polvo ante mis ojos, recordándome a la habilidad de Kale aquella noche. Me atraviesa y cuando quiero moverme, algo filoso presiona contra el centro de mi espalda.

No tengo que voltear para saber que tengo la mano de Constantin apuntándome. Perforando suavemente mi ropa con las puntas de sus filosas garras, desencadenando un ligero hilo de sangre por mi espina, porque son más peligrosas y letales que cualquier otra arma.

—No Antonio, a los muertos como yo, aun debes tenerles miedo —murmura amenazándome— no vas a volver si yo no te suelto. Si yo te atravieso y te mato en este instante, mueres aquí. Podría hacerlo con bastante facilidad y nadie vendría a impedirlo.

Allí está la letalidad escondida de siempre. Reconozco que palabras sueltas entre sangres puras, no existen y falta de posibilidades tampoco. Es bien sabido que con nosotros no se juega, porque nunca sabes a lo que te enfrentas, existen miles de trampas y habilidades desconocidas y yo, estoy en la suya.

No se puede matar a algo que ya está muerto y, aun así, Constantin Tepes sigue siendo alguien de quien cuidarse. Una parte de mí, sabía que se enfrentaría a esto cuando bebí el contenido de aquel frasco, pero, aunque sea el progenitor de toda mi maravilla, no voy a callarme, aunque no pueda hacer más que eso.

Mis impulsos empujan contra las puertas del poco control que poseo, pero su rostro viene a recordarme mis límites. Su nombre me recuerda a los "porque" que implican morderme la maldita lengua una vez más. Anteriormente nada era capaz de detenerme, pero como ya lo dije antes, Monica es un muro con el que topo de frente y no puedo sobrepasar. Solo por ella y porque es su padre, tengo que frenar mi impulsividad explosiva.

—Constantin —suspiro hundiendo las manos en mis bolsillos y ablandando mis hombros— si quieres atravesarme e intentar arrancarme el corazón, adelante. No hay nada allí, eso lo tiene tu hija en su mano y nunca va devolvérmelo. Nada va a matarme más que ella.

—¿Vas a ponerla como excusa?

—Siéntete orgulloso de saber que tu hija aveces puede llegar a tener un temperamento bastante explosivo... —explico— ella es capaz de caparme si se entera que intente matar a su padre, aunque ya esté muerto.

Lo escucho respirar hondo y cuando vuelvo a parpadear, toma asiento en el sofá cruzando la pierna. Se toca el mentón pensativo y su mirada se pierde hasta que vuelvo a hablar.

—Ella debería estar aquí en mi lugar, no yo. ¿Por qué no es así?

—No dudo que ahora sea una mujer fuerte, pero hay cosas que aún no tienen su tiempo adecuado y el nuestro vendrá cuando ella tenga plenitud por otras cosas y nosotros dejemos de ser una necesidad.

—¿Que no los considere una necesidad? —la molestia se instala en mi garganta— como se supone que logre eso cuando le dejaron una maleza sembrada de dudas a las que sigue intentando buscarles respuesta.

—Unas a las que por supuesto no voy a darte el derecho de cuestionarlas —endurece la voz.

—¡Y yo no estoy pidiendo tu permiso para cuestionarlas! —arrugo la nariz y señaló el suelo— ella pasa cada maldita noche rechazándose así misma y a lo que nació siendo. No se acepta, inconscientemente se castiga y mata de hambre, aborreciendo el líquido que se niega a considerar vital.

—Prefiero su falta de readaptación a haberla dejado en manos de Kaleb —sentencia.

—Ella debió estar conmigo... —mis colmillos rechinan con cada palabra expulsada desde lo más profundo de mi ser— debió estar a mi lado y le habría evitado tantas cosas, yo la habría protegido incluso de él.

—No, Antonio —niega recalcando con fuerza— ella debía dejar de existir. Kaleb nunca más llegaría a tener la suficiente fuerza para ir por ti, incluso siendo tan joven, porque desde esa etapa, ya eras capaz de matarlo y lo sabia.

Entrecierro los ojos absorbiendo cada una de sus palabras.

—Nosotros sabíamos que tu estarías a salvo de Kaleb, pero no mi hija. No ella que es la única que puede devolverle lo que yo le arrebate a mi hermano antes de morir por su mano.

—De que hablas.

—Kaleb no lo sabe —suelta el aliento haciendo una línea fina con los labios— debe seguir buscando la manera de reparar mi daño.

Barró con la mesilla en el centro y está se hace pesados astillando la madera. Constantin contempla el acto sin inmutarse.

—¿Que has hecho? —mi respiración se torna caliente.

—Conmigo ese tono no —advierte mostrando sus colmillos— cuidado, Antonio.

Solo hace falta un desenfreno para comenzar, una pequeña chispa para explotar y a mi las venas de la sien, me laten queriendo nublarme todo.

Exhala desinflando su pecho y se humecta los labios recobrando la compostura, un perfecto autocontrol que le costó siglos dominar y es increíble como en él, veo las mismas expresiones de ella cuando se vuelve tan peligrosa.

—Existieron y siguen existiendo cosas que van más allá de nuestra comprensión, ¿por qué? porque a veces se cree que es mejor olvidar para mantener a salvo secretos para que no puedan ser desenterrados y usados para fines peligrosos ya que a nadie le conviene que vuelvan a ser nombrados.

Comienza a relatar y desenfoca la vista viajando a los más profundo de sus recuerdos, miles acumulados por siglos.

—Las habilidades de cada clan son ejemplo de ello —juega con la argolla en su dedo— la evolución trae consigo nuevas y depende de uno, dominarlas. Aunque aveces usarlas y codiciar más fuerza, tiene un precio bastante caro.

—Dejas de estar cuerdo, eso lo saben todos.

—¿Alguna vez te dijeron que tu tatarabuelo fue uno de ellos? —ladea el mentón— que evolucionó a un nivel que no pudo manejar y sufrió cambios que no verás relatado en ningún escrito —guardo silencio— no, por supuesto que jamás te lo dijeron. Apuesto que Gabriel jamás quiso mencionar nada sobre él.

Frunce las cejas y entre sus dedos, se desliza ese polvo negro que lo oculta y mueve.

—Porque nadie debe sentir curiosidad —apuñala el polvo y este se desvanece en el ambiente— Kaleb, fue atrapado por esa avaricia y desenterró aquellos secretos. Quería buscar la manera de hacerse más fuerte, evolucionar y con ello, quitar a Fallon y a mi de la línea. Después de ello, evitar que Stoian y Asteria, se convirtieran en un estorbo.

»Circe, era algo que podía manejar o al menos eso pensó. —su recuerdo me azota, todas las noches que visitaba mi alcoba mientras creía que dormía profundamente— La espina ya estaba plantada, matarme a mí era lo primordial. Se podría decir que lo tenía más fácil, hasta que su línea enemiga, creció con su llegada —hace énfasis en mi hermano y en mi— dos Barcsay's más, estropeaba sus planes y por lo tanto, nuestras uniones se reforzaban«

En cuanto Constantin comienza a inducir el tema, soy arrastrando a esos años. Obligado a vivir esas imágenes tan frescas a las que no he olvidado.

—Tu clan siempre tuvo muchas habilidades y armas poderosas, unas que ni siquiera Kaleb pudo obligar a Circe revelar. Su mente era una hoguera que podría quemarlo si la pisaba y él jamás pudo robar nada de su interior —Monica viene a mi cabeza y sus acciones— la menor de los hermanos Barcsay, fue su mejor rumbo para dar con el tesoro y fracaso. Ni todo el amor que ella pudo tenerle, fue suficiente para cegarla y orillarla a una traición.

Los remordimientos me escalan la lengua, porque crecí escuchando palabras llenas de desprecio hacia ella por un acto que no cometió y gano odio a la memoria de su muerte. Sin el derecho y gracia de ser nombrada o ser enterrada dignamente.

—Malta es aquel lugar que nadie quiere mencionar y mucho menos pisar, puesto que es más que una simple leyenda, pero para acceder, necesitas una entrada.

—Una llave —mencionó ganándome su mirada y un atisbo de sorpresa dilata sus pupilas.

—Kaleb duró años buscando sólo una para acceder a Malta —el color púrpura de sus ojos se ensombrece y sus palabras bajan de volumen— y durante ese tiempo, procreamos a Monica.

»Ni siquiera el armonio puede llegar a ser tan mortal como el veneno de un belia —el nombre vago me transporta a una página donde leí por primera vez ese término. Constantin parece darse cuenta, porque su mirada se vuelve introspectiva y significativa— si, Antonio. Es más fácil atribuir que son cuentos a plantearte su posible existencia«

No respondo nada, pero tampoco muestro señales de aceptación. Me mantengo en equilibro midiendo sus comentarios.

—Si bien te asustaron con ese cuento como a cada niño, recordarás que un belia es una criatura que disfruta el sabor de nuestra sangre y es bastante capaz de alcanzarnos si te topas con uno. En épocas pasadas, lo llamaban devorador de sangres puras.

Había noches en las que Stoian se pasaba relatándonos a Aron y a mi, un cuento sobre cierto ser apodado como el jinete. Este era conocido como el único que logro controlar a los belias y todas aquellas criaturas que escaparon cuando la tierra se abrió con el surgimiento de los sangres puras y jamás pudieron regresar.

Tenía poder sobre el hortus, una gayola que cumplía su voluntad y deseos que lo llevaron a gobernar sobre las tierras castigadas, siendo el Rey más poderoso de los tiempos. No existía ninguna criatura del hortus que no yaciera sobre su mano y su poder nació cuando bebió la sangre venenosa de un belia, la criatura reina del hortus o tambien nombrado como Malta.

Decía que el belia, reconoció similitud en su reflejo maldito cuando los ojos de la criatura se encontraron con los del ginete en el momento en que su espada tajo su cabeza y su sangre venenosa, se esparció sobre la tierra.

Una criatura poderosa cayendo por la mano de un ser diminuto que no poseía garras más grandes a su comparación, ni siquiera colmillos más filosos o escamas gruesas casi imposibles de penetrar.

Ante los ojos del poderoso belia, había sido una derrota digna de un oponente orgulloso y la criatura le dejó tomar su sangre. El letal líquido no lo mataría, este le entregaría el reino de las criaturas en el hortus.

—Cual es el fin —exijo volviendo a la realidad.

—Su veneno consume y degrada de adentro hacia afuera, lo hace tan lentamente que sus síntomas no aparecen hasta después de unas semanas y puede durar años en el sistema. Expulsar sangre negra, es el primer síntoma. Nuestro cuerpo siempre busca restablecer cualquier daño, las células combaten con el veneno como una pelea constante que jamás tiene fin, estás mueren y nacen otras para terminar en el mismo punto sin conseguir nada. Te quita fuerza, te debilita, pero no te mata hasta que lo decida, hasta que no te quede nada y eso puede ser bastante tiempo. Apuesto que nadie te dijo que existen otras cosas capaz de afectarnos.

»Kaleb planeó envenenarme para hacer más fácil mi asesinato, pero Fallon aquella noche bebió la sangre servida que estaba destinada para mi y el impacto lo recibió por error aún y estando embarazada de nuestra hija —su brillo se opaca así como su rostro ensombrece, atrapado aquí y obligado a simplemente recordar una y otra vez— y para el veneno de esa criatura, no existía cura —hace una pausa— hasta ella. Hizo la última opción que le quedaba después de haberlo intentado todo. Nuestra sangre siempre ha tenido algo de especial y Fallon se aprovechó de esa ventaja, la suya se volvió la cura para lo que portaba adentro, más no para su propio cuerpo. Nuestra hija iba a estar sana, pero ella no«

Entre las pláticas que nunca debí escuchar, en alguna ocasión se decía que la reina había enfermado, pero jamás lo demostró. Llevándolo así, como un absurdo rumor.

—A este punto ya lo estás entendiendo —un mechón de su cabello castaño se mueve de su lugar cuando se pone de pie frente a mi— mi hija, no solo se volvió inmune al peor de los venenos existentes. Ella es el medio para que Kaleb recupere lo que yo le quite. Monica carga por dentro lo mejor que pudo heredarle nuestro linaje y si él la alcanza, no va a dejar nada de ella. Kaleb va a devorarla completa, porque Monica porta la sangre más valiosa y poderosa. Su cura.

Dejándome con las palabra para asimilarlas, se mueve hacia otra mesilla que sostiene una daga clavada.

—Tu sabes bien lo que significa devorar, a tu temprana edad, leíste algo que no debiste y preferiste reservartelo, porque te encontraste con un libro que inconscientemente sentiste que nadie más debía leer. Él hace eso —juega con la daga— se aparece ante aquel que cree, puede hacer un uso de él, ya sea muy bueno o muy malo.

—Kaleb lo obtuvo —afirmo.

—Si —asiente— fue en su búsqueda y lo obtuvo, pero el vravali no es de nadie. Él desaparece y reaparece para traer desgracias. Depende del portador como lo use, eso es lo que le gusta. Hacer el bien y hacer el mal.

—Por qué jamás lo usaste —más que pregunta, es afirmación— esa mirada evadida la conozco tan bien, por que desgraciadamente tu hija tampoco sabe mentir.

Constantin sonríe sin ganas y vuelve a acercarse.

—Porque jamás me tentó —responde con seguridad — cuando él se apareció ante mi, lo rechacé tal y como vino. Yo era bastante joven, pero a mis 19 años de edad, fui más sabio de lo que pudo ser mi hermano mayor.

—Kaleb jamás te habría matado, él nunca habría conseguido su fin si tú hubieras actuado primero.

—Entre los Tepes, Antonio —su mano se posa en mi hombro y la falta de peso se gana mi atención— nuestra mente jamás está a salvo y Kaleb, logro entrar en la de nuestro padre, él lo devoró. Despertó a nuestra madre de su letárgico sueño cuando robó su tumba y la tomo.

La daga en su mano se hace polvo así como también lo demás.

—Deje este obsequio para ti, la última cosa que podía hacer. Él te codicia, te desea y vendrá por ti Antonio, pero estarás bien —su voz llena de tranquilidad es imperturbable—. Si él intenta entrar aquí, no podrá robar nada, no podrá quitarte lo que te acaban de dar. Ahora llevas mi sangre, dale un buen uso...

—¿Tu que sabes sobre lo que me dieron? —su mano se va desvaneciendo en polvo y me ignora.

—No hay nada de que preocuparte, si él viene, yo voy a estar aquí —repite.

—Contesta mi pegunta —exijo, pero su cuerpo se va desvaneciendo.

—Recuerda Antonio, a los muertos también tenles miedo.

Quiero tomarlo de la solapa del traje y lo único que consigo, es atrapar polvo que se desvanece entre mi mano, seguido de un impacto que me lleva contra el suelo.

***

Mis pulmones toman aire con fuerza y muevo las manos entumidas. La luz del candelabro en el techo es lo primero que veo y por impulso me levanto con rapidez, pero vuelvo a caer al suelo cuando las piernas no me corresponden el arrebato.

Me traigo consigo la mesa al tirar el mantel y los libros sobre esta, caen en mi estómago sacándome el aire.

—Carajo —parpadeo irritado.

Me quito de encima el montón de libros viejos y me incorporo lentamente sin que ese entumecimiento desaparezca rápido. Siento la lengua reseca y la garganta también. Cuando me pongo de pie, visualizo el cofre con el otro frasco de sangre y con rapidez, lo cierro asegurándome que nadie esté por las escaleras.

Como paranoico, quito la pintura de Ortencia Barcsay en la pared y la caja fuerte se revela. Esta pincha mi dedo cuando lo introduzco en el lector, después escanea mis huellas dactilares y se abre revelando fajos de billetes, joyas y una bala en especial que resguardo.

Meto el cofre visualizando el otro de tamaño más pequeño y me tomo un segundo para sacarlo y asegurarme de que eso también esta a salvo. En mi pecho reboza una sensación que no sé lidiar y lo vuelvo a dejar en su sitio cerrando la puerta de la caja fuerte. Coloco la pintura de Ortencia cuya mirada te da la sensación de que está mirándote fijamente y antes de marcharme.

Reviso esa otra habitación de la que nadie tiene conocimiento más que yo. Al mover el libro correcto, el estante se corre revelando otra puerta con código. Tecleo la serie correcta y los seguros se retiran.

Tan pronto como entro, el olor a porquería me inunda las fosas nasales. Las cadenas comienzan a sonar y los hombres que mantengo colgados de los brazos, levantan la mirada llena de pavor con mi presencia.

En las paredes cuelgan pelajes que tome como trofeos de cada Trancy que he tenido oportunidad de matar, pero el más valioso es el negro del padre de Henrry y en el centro de todos ellos, yace un lugar vacío que aún mantengo reservado.

Los soldados con cueros amordazando sus bocas, suplican y gritan cuando me acerco a ellos. Tomo de la nuca a uno que no responde y el color de su piel junto con la peste que suelta, me amarga de inmediato.

—Con tantas mierdas allá arriba, no tengo tiempo para ustedes —hablo en voz alta— pero no se preocupen. Bajaré más seguido, voy retrasando.

Todos los pares de ojos lagrimean y se mueven en el aire queriendo alejarse todo lo posible de mi posible toque.

—19 —leo el número cicatrizado en la frente del muerto— baja.

Desprendo su cuerpo de las cadenas y lo llevo al centro dejándolo en el suelo. Cuando esté se enciende, el fuego se levanta eliminando los rastros.

—Número 20 —localizó su lugar, es una mujer y comienza a temblar implorando.

Todos llevan un número grabado en la frente hecho por mí con una navaja, los enumeré así según a toda la lista de verdugos que tuvo Monica en las celdas y voy torturando a mi manera a uno por uno en cada día del calendario, al menos uno por mes o cuando necesito desquitar mi enojo de alguna manera. Hoy es un día 20 de 30 números y a cada uno se lo hago pasar peor que el anterior.

De la mesilla la tomo y me acerco a ella sosteniendo su cabello. Niega gritando con los pezones partidos en dos y con la punta de la navaja, vuelvo a remarcar el número para hacer más pronunciada la cicatriz que nunca dejo sanar por completo.

Apenas termino de trazar el 2 cuando sus piernas se agitan y presionó el botón en el suelo que tensa las cadenas inmovilizándola con más fuerza. Las cicatrices en sus pezones han sanado de manera horrible partiéndolos en dos. Al terminar el 0, me alejo dejándola con la sangre empapando su rostro.

Busco en la gaveta la fotografía y ubico el martillo junto con los clavos largos y gruesos. Volver a ver esa foto me quita la pizca de humanidad que tengo y me vuelvo la peor versión de mi. Mis pies se manchan de la ceniza en el suelo cuando paso sobre los restos y me acerco quedando de frente ante la numero 20.

Levanto la fotografía que ella tomo de mi mujer desnuda cuando llego como ganado a las celdas, un lugar en el que nunca debió parar, pero por Jason lo hizo y todos ellos fueron sus culpables de las cosas que vivo ella. Así que los arrastre a todos aquí y me he ido entreteniendo con el paso del tiempo.

A toda mujer que llegaba, se le acostumbraba a tomar una fotografía desnuda para que así los compradores, eligieran a la más atractiva y ver a Monica de pie cubriéndose los pechos con el labio sangrando y su cuerpo maltratado, me calcina las venas.

Por ello, levantó la fotografía para que pueda recordarla, ya que está perra tenía la maldita tarea. Niega queriendo que me trague su lastima, pero eso solo incentiva mi maldad.

Llevo la fotografía contra su pecho y me saco uno de los clavos gruesos del bolsillo de mi pijama, lo ubico justo en el centro y sus lágrimas comienzan a caer con más fuerza cuando lo entierro en su cuerpo al golpearlo con fuerza con el martillo.

No me detengo y clavo sus esquinas. Cuando la fotografía se sostiene, ubico otro clavo en el centro de su diminuto seno y martilleo destrozando el pezon junto con el músculo. Hago lo mismo con el otro y también aquellas partes sensibles en la anatomía de la mujer.

Los demás están bastante débiles y a cada uno, le doy en la boca, un mililitro de sangre para mantenerlos vivos y que sus cuerpos no se sequen por dentro, pero tampoco sanen, a excepción de la perra. Tantos clavos en su piel, han desprendido pedazos y arrancó aquellos de carne que terminan colgando.

Acabando con esa tarea, cierro todo tal y como estaba y vuelvo arriba desconcertándome de inmediato.

—¿Ya casi es de noche? —reniego al ver que pase todo el día inconsciente allá abajo.

Desperdicie muchas horas, pero antes de trasladarme a mi alcoba, el gato viene en mi búsqueda maullando. Me saco el pedazo de carne del bolsillo y se lo ofrezco, lo olfatea dudoso pero lo toma comenzando a devorarlo con rapidez.

—Pediré que den más —sus ojos verdes me contemplan a la expectativa, me inclino acariciando su lomo y lo permite solo por cinco segundos, después se fastidia e intenta clavarme las garras en la mano— eres malo y odioso, me gusta.

Lo cargo llevándomelo hacia las escaleras y peino su pelaje antes de dejarlo sobre mi cama. Rápidamente me desvisto dirigiéndome a la ducha para darme un baño rápido y seguir con lo segundo en la lista.

***

Tantas situaciones no se pueden dar por sentadas y otras tantas figuras que nunca pasaron y llega el momento de ponerlas a todas sobre la mesa o como acostumbro, sobre mi escritorio. Nadie tiene porque saber lo que pienso o planeo, pero esta es una excepción, puesto que mientras ellos se encargan de arrear por mi, yo cumplo otro pendiente.

Me dirijo hacia el panel de juntas en el piso 1. En cuanto Alex me abre la puerta, todos callan sus conversaciones y se levantan de sus sillas. El lado opuesto de la mesa se encuentra vacío y en mi mente comienzo a pensar en todos los lugares donde pudo haberse metido esa mujer.

Desabotono mi saco al momento de tomar asiento en el pie de la mesa ovalada donde yacen todos nuestros mandos importantes. Ethan toma asiento a mi izquierda y Beltrán cumple el mismo lugar en el lado contrario de la mesa donde debería estar Monica.

Nos conformamos de 17 integrantes, todos ellos por una razón suficiente para pertenecer al círculo con sus respectivos cargos y toman asiento después de mi.

Guardo silencio unos segundos esperando a que la puerta se abra y miro el reloj en mi muñeca. La pregunta está en el aire y todos también esperan a la misma persona. Iba excelentemente bien ignorando la presencia de Roman a unos cuantos lugares hasta que se le ocurre abrir la maldita boca y Cecilia continúa esperando la señal de pie ante los presentes para iniciar.

—Monica pide que continuemos sin ella —informa Roman— se ha requerido su presencia de suma importancia en otro lugar.

Levantó la vista del tamborileo de mi dedos en la mesa al escuchar esas palabras. Estos se detienen y las miradas antes concentradas en Roman, se vuelven en mi dirección.

—¿Quien? —preguntó entrecerrando los párpados.

—Monica pide que...

—¿Quien? —vuelo a preguntar y el silencio tenso nace dejando quietos a todos en sus lugares. Conmigo son malas señales el preguntar dos veces.

Beniel se afloja la corbata respirando hondo y se acomoda queriendo que no haga un escenario. Eisak se aclara la garganta dándole un codazo discreto a Roman y mis ojos no se desvían de su dirección.

—Mi lady Monica... —se humecta el labio inferior y desde mi lugar, puedo escuchar como su respiración se vuelve forzosa y cierra los ojos por un segundo pronunciando las palabras.

Sus dedos se aferran al la silla por debajo de la mesa y esta se deforma bajo su fuerza. Hacerlo reconocer su puta realidad le carcome la herida y yo deseo que detone para darme una razón para desquitarme con él — pide que continúen sin ella —nuestros ojos se encuentran cuando eleva el mentón— sire.

Parpadeo y vuelvo a ignorarlo si darle la fortuna de mi respuesta. Mi atención se desvía a Cecilia y asiento dando por iniciada la reunión.

—Se hizo una autopsia de los restos obtenidos de dos sujetos la noche anterior —las imágenes flotan y lo que quedó, fue puesto sobre una mesa y algunos tragan grueso asimilado lo que ven— vampiros, de nivel Z.

Incluso a Cecilia se le dificulta nombrarlos. Esa propagación se detuvo bastantes siglos atrás por las consecuencias evidentes y los humanos crearon un control para protegerse de ello.

—Su formación genética muta al contacto del veneno trasmitido por una mordida. Nuestra carga celular es ... completamente incapaz de crear un sujeto similar a nuestra imagen —intenta explicar de la manera menos clasista y Roman agacha la mirada— cuando mordemos a un humano, este espera dos posibles reacciones. Intoxicación inmediata que es la muerte o esto:

La imagen anatómica de la criatura se proyecta y todos se miran entre ellos queriendo comentar algo al respecto. Ethan cruza los brazos y Beniel hace una cara de disgusto. Ya se le olvidó que arrolló a uno con su auto en acto estupido de presumir.

—La reaccion más violenta y complicada para nosotros. Sus células se destruyen y nacen nuevas bastantes similares a las que conforman anatómicamente a nuestra raza. Su fin es la ambientación, la asemejanza a nuestra conformación y por supuesto fracasan, es precisamente eso el problema. Toda apariencia humana desaparece y el constante cambio que suele ser parecido a nuestra evolución, alcanza una anatomía suficiente para sobrevivir ante las necesidades.

—¿Cuanto tiempo implica para el sujeto alcanzar esa etapa por el veneno? —pregunta alguien más.

—En nuestros estudios recaudados por nuestras generaciones anteriores, se calcula al rededor de 2 meses o menos —aclara Cecilia y su madre. Eloísa, toma la palabra en la mesa.

—En cada organismo, el tiempo de transformación es distinto e imparcial, pero no sobrepasa los límites medidos. Por el contrario el de la intoxicación, es inmediata. Aquel humano incapaz de soportar el veneno, muere en cuestión de segundos. Todos nosotros como parte de la pirámide, somos incapaces de lograr una conversión satisfactoria aunque los primeros síntomas muestren lo contrario y eso a menudo es lo que llega a confundir.

Se conoce que solo los de sangre pura cuentan con el veneno poderoso para hacer crecer la especie. Es por ello que Monica pudo obtener éxito con Brown y Roman es el claro ejemplo del fracaso con su difunta amante.

Los nobles y los siguientes en los escalones que conforman la pirámide, aún poseen células humanas en su organismo por su origen de creación. Los de sangre pura no y se nos clasifico así por ese hecho, no hay rastro humano en nuestro organismo. Somos la esencia más concentrada, una que jamás debe mezclarse y por años se ha buscado conservar su pureza.

Los primeros nobles llamados fundadores, fueron humanos tomados a los que se les otorgó sangre para darles una mayor fuerza y semejanza de perfección. Eran vampiros representantes de una perfecta transformación y los reyes permitieron su reproducción tan extensa que aún sigue siendo exclusiva hasta en estos tiempos. Claro que tiempo después los mataron, porque la sangre directa que habían recibido, también les había otorgado ventajas que no nos convenían a los sangre pura.

Para la creación de un noble, necesitan de sangre y una mordida de nosotros. Su reproducción hereda la carga genética y se mantiene aunque ese rastro se diluye entre generaciones. Para que un vampiro C nazca, necesita de una sola mordida de sangre pura, pero su reproducción no hereda pureza y de allí se desencadenan los vampiros E, productos antes considerados lo más inferior en la cadena, claro sin contemplar lo que tenemos en la pantalla.

—Su razonamiento es nulo, su sed es insaciable y se vuelve imposibles controlarlos. Su propagación es de las más inquietantes. Nuestros antecesores optaban la única medida viable, su caza.

—Los humanos se vacunan por ello, desde todos mis años de vida jamás se había reportado un caso —espeta un miembro presente del departamento de epidemiología.

—Quizá fue un descuido de dos cabos sueltos que no poseían la vacuna y fueron objetivos de los últimos avistamientos. Se conocía que los renegados habían tenido mayor actividad los últimos meses —opina otro.

—No, el gobierno se encarga de vacunar hasta la más mínima rata en la alcantarilla —niega Ethan— esto no fue causa de "cabos sueltos", fue un experimento para observar su reacción. Un sutil mensaje para todos nosotros.

—Una nueva edad roja —suelta Beltran Ivanov ganándose todas las miradas preocupadas— dos, fueron una travesura, pero con ellos tenemos un poco de la visión de él, de lo mucho que desea joder al mundo.

Evita mencionar el nombre de Kaleb Teles y Ethan asiente de acuerdo. Beltran respira hondo separando los labios y se lleva la mano a los labios comenzando a relatar.

—Hace 1750 años fue el tope más alto de estas criaturas. Su mordía pocas veces contagiaba a otros humanos que tendían a convertirse en lo mismo, digo esto, porque estas criaturas no acostumbran a dejar nada de lo que comen. Sus garras tajan la carne y sus colmillos desprenden la piel para llegar a los órganos —Beniel hace una cara de asco— sus pieles son bastante gruesas para ser atravesadas por flechas de punta de roble. Así que creábamos flechas de punta de oro negro. Mineral que fue descubierto por una excavación en las minas de la antigua Valaquia por los humanos y rápidamente se convirtió en nuestro enemigo, uno que nosotros mismos protegíamos de manos equivocadas que pudieran usarlo en nuestra contra.

«Si supiera que eso ya sucedió y el culpable sigue suelto» Dirijo una mirada a Mazzinkin quien yace ajena a todo esto sin la menor idea de que su patético padre hizo un trato con un humano quien robó el mineral de nuestras minas y lo distribuyó de manera peligrosa a quien sabe quien. Y él permitió su distribución de manera oculta, al punto de que llegó a manos de la policía humana. Departamento territorial de los licántropos.

—Ellos se esconden de la luz del sol, no la toleran porque sus ojos no están adaptados para ella. Sus orejas puntiagudas y sentido agudo, los alertaban de cualquier sonido que causara nuestra llegada. Optábamos por cazarlos al anochecer y durante las tormentas de los Tepes para disfrazar los sonidos de nuestros pasos con los rugidos del cielo y el agua de la lluvia en picada, borraba nuestro olor. Eso nos facilitaba cazarlos, puesto que su rapidez es una ventaja al momento de huir y la única manera de matarlos sin que sanaran, era decapitándolos o destruyendolos por completo.

Mazzinkin escucha con suma atención interesada en el tema e Ethan se pierde en sus recuerdos evocando aquellos años. Se sabe que el padre de Beniel se conoce intimamente con Beltran y le tocó vivir de las peores épocas de la humanidad. Una donde todas las criaturas jugaban su papel e incluso la caza de su clan, un Deberaux fue quien llevó a todos los Giambroni bajo tierra y el que se haya enterado que aún respira uno, lo mantiene inquieto y preocupado.

—O quemándolos. El fuego era el método más sencillo de deshacerse con facilidad de ellos —se le une Ethan— los atraíamos a una encrucijada y sus cuerpos se consumían. Claro, las armas que poseemos actualmente, no se comparaban con las que existían en aquella época. Hoy tenemos la manera más fácil de enfrentarlos.

—Una bastante perezosa —menosprecia Beltran— en nuestros tiempos se hacía con las manos. Con garras y colmillos, no esas porquerías del diablo.

Ruedo los ojos cruzando la pierna encima de la otra.

—Yo la calificaría como una manera "más precisa" —defiende Eisak como encargado de armas— la evolución siempre afecta cualquier cosa. ¿Por qué no mejorar el combate? las espadas ya son obsoletas. Ahora un fusil de largo alcance fácilmente cumpliría a la perfección su eliminación.

—Le aseguró, nieto de Vidar Hansen, —advierte el general— que en la guerra, su "fusil de largo alcance" se volverá su mayor estorbo. Existen cosas, que no se pueden ver venir por un lente de mira.

El noruego de cabello negro estudia su rostro bastante cerca y Ethan permanece a la expectativa. Para Beltran, todos en esta sala son como "niños", jóvenes vampiros que no tienen idea de nada.

—¿Que clase de cosas? —pregunta Eisak sin quedarse con la duda— hasta donde soy consiente, no existe nada que no sea capaz de matar una bala...

El general de Monica ensancha los labios en una sonrisa degenerada como todo un hijo de perra al que solo le llena matar o pelear. Un veterano de guerra lunático que disfruta derramar sangre o ser un bárbaro. El no esta para estupideces engreídas de la nobleza, fue criado para una sola función, matar.

—Más sabe el diablo por viejo, que por diablo. Todos pueden llamarme viejo, pero mis ojos han visto cosas que ustedes no imaginarían ni en sus peores pesadillas. Se cagarian en los pantalones si...

Espero ansiosamente a que continúe el camino de la conversación.

—Beltran... —lo interrumpe Ethan advirtiendo y mis ojos siguen la dirección de sus palabras. El padre Beniel se mueve por primera vez en su silla y se aclara la garganta— no hay necesidad. Déjalos estar.

Guardo silencio simplemente observando en medio de ellos. El general se recarga en su silla cediendo ante la presión de Ethan y Eisak vuelve a respirar después de casi sentirse tragado por el ruso. Beltran guarda silencio comiéndose sus palabras y nuestros ojos se encuentran cuando Eloísa retoma la conversación.

Sus ojos claros se mantienen firmes mientras sus dedos juegan una ficha de dominó. La atención de los demás se enfoca en Eloísa y Beltran ensancha sus fosas nasales oliendo y me pregunto si ya se ha percatado de ese ligero aroma que cargo a causa de la sangre de Constantin.

Su mirada parece decirlo todo, este hombre es más inteligente de lo que muchos creen y el que Ethan lo haga callar, es porque es un testigo viviente de aquellas cosas que los sangres puras se esmeraron por encerrar en Malta. Criaturas a las que no se les puede matar fácilmente con un maldito fusil. Tontos aquellos que lo consideran solo un veterano quedado con costumbres obsoletas.

Mi generación es orgullosa, creen que lo tienen todo y el poder de sus armas les tranquiliza para cualquier agravia que surja, pero yo se que su potencia no es suficiente, desde siempre he visionado otros enemigos, no solo aquellos que lucen a mi imagen.

Desde temprana edad no me he detenido para desarrollar algo fuera de las expectativas y en silencio fortalecí mi propia arma de dos filos. Una que busco patentar con una de las mujeres más indicadas para ello.

Necesito números, potencia y un extenso ejército. Aunque eso no es todo lo que me traigo en manos. Crear algo que amenace a tu especie se considera "poco inteligente", pero no para mi que la he moldeado a mi beneficio. Esa cuchilla no tiene doble filo y jamás pondrán joderme con ella. No se puede atacar a alguien con su misma sangre.

—El enlace con el consejo está listo, señor —me informa Kahelen y Mak, su hermano asiente monitoreando. Los dos son un par de coreanos bastante inteligentes, solo que uno trabaja para mi y el otro para Monica.— iniciamos conexión en 2 minutos.

—Bola de inservibles mantenidos —escupe Beltran cruzando los brazos— nadie los quiere. Yo no los quiero. ¿Tu los quieres? —le pregunta a Maze inclinándose hacia ella y esta niega siguiéndole la corriente.

—General, haga el intento —le sugiere Beniel— es importante que este presente en la reunión.

—A la mierda, bastante bien estaba sin verles la maldita cara hasta que esa cría del demonio me trajo a este continente con tanto trabajo en el castillo —reniega molesto— por cierto niña Giambroni —se vuelve a Cecilia y está da un paso al frente— ¿donde está Constantina?

Roman espera a que yo diga algo al respecto por la informalidad y me recargo en mi silla dejándolo estar. «Con qué Constantina» ahora entiendo mejor porque le dice como tal, son iguales de insoportables.

—En la ciudad, señor.

—Ya no aguantó este encierro —se pone de pie causando impacto con su estatura y complexión corporal de guerrero— iré a matar algo allá afuera.

—General... —lo advierte Cecilia— podría perderse, usted no conoce Nueva...

—¡Ojalá y me pierda! —despotrica dirigiéndose a la puerta— así me tardo más en volver y llegó cuando el consejo ya no esté metiendo la lengua como siempre.

Cecilia se peina el cabello con la mano en la cintura y todos miran al ruso renegar como todo un viejo necio. En verdad se va a ir.

—Y díganles por mi, que aún espero que se mueran. Odio a todos esos apellidos del consejo —refunfuña entre dientes.

—Señor general —Maze levanta la mano ganándose su mirada— yo soy una Blade's, ¿también me odia?

El general achica los párpados.

—Lo voy a pensar —sentencia continuando.

Alex se hace a un lado y tira de Janvier para quitarlo del camino del hostil general. Ethan niega con la cabeza y el general tira de una puerta de acceso que no abre por más que gire la manilla.

—¡Ábreme esta mierda endemoniada! —le gruñe a Alex.

—Se abre con su acceso señor —le explica Alex tomando la tarjeta que posiblemente Beltran no usa, pero aún así Monica le dió— así.

La luz verde se enciende y está cedé.

—Odio estas puertas —se queja saliendo y cerrando— odio el ingles —se le escucha quejarse por el pasillo— ¡odio estos pasillos confusos! —su voz se va alejando.

—Adelante —establezco y las pantallas a nuestras espaldas, cambian su proyección por cada miembro del consejo.

Se tocará el tema a fondo puesto que no se puede ignorar y para mi mal gusto, me veo obligado a verle la cara a tanta gente que me vale mierda.

Inicia con las reacciones esperadas, las miradas entre ellos deja mucho que decir, pues son involuntarias, pero el único que yace bastante quieto sin decir mucho es Alois Archer. Mismo que evita mi mirada y me anoto mentalmente darle una pronta visita para ver cómo van las relaciones desde adentro.

En algún punto se estipulan las tácticas a seguir e Ethan intercede contrariado sobre sus opiniones erráticas porque quieren seguir sintiendo que tienen un control cuando en realidad yo lo he limitado al punto de que su autoridad se ha devaluado como nunca antes visto.

Sus tiempos de gloria se están acabando y ya no son visto como reyes más por encima de la nobleza. Un hecho que les está doliendo aceptar. Los he orillado hacia ese termino, porque soy más independiente de lo que les gustaría. Ejerzo mi voluntad a como me place y no me limito, tampoco me importa lo demás. Soy y seré alguien que no podrán controlar.

—Los humanos entorpecen la situación al intentar controlar algo que está fuera de su alcance. Ellos ya comienzan a levantar la voz, a actuar y es necesario volver a recordarles su lugar —argumenta Lizzandro Roar.

Los videos de prueba se proyectan junto con las cintas de las últimas noticias que muestran el ataque en su máximo esplendor y los movimientos que han tenido algunos activistas e incluso aquellos que se han levantado intentando defenderse.

Las autoridades hacen lo que puede defendiéndolos sin involucrarse de más o a como yo lo veo, usándolos de excusa para matar aquellos vampiros de la calle. Un acto que no tiene contentos al consejo puesto que sienten que esa excusa puede crecer hasta tocar nuestras propias puertas.

No les importa que maten a vampiros inferiores, se están quejando por sus propios intereses. Si las autoridades dividieran atentar contra los siguientes escalones de la pirámide, los nobles serían los siguientes por todas las cosas que han hecho.

Muy bien sé que su queja y cizaña no es porque les importe los débiles, lo único que quieren es que nos deshagamos de ellos e iniciemos algo valiéndonos de su misma excusa, "ellos nos están matando", pero sin romper por completo los códigos. Un me das y yo te doy, pero nunca imparcialidad.

—La autoridad dejó de pertenecer a los humanos —reconozco— lo quiera o no, los licántropos buscaron su manera de fortalecerse y expandirse en el departamento. Les dio la mejor de las ventajas para enfrentarse contra nosotros por medio de ellos. ¿Esperaban que por años se quedaran con los brazos cruzados sin buscar una oportunidad para obtener poder?

—Nuestras armas evolucionaron y nuestras costumbres también —menciona Aidren Lagasse—Las órdenes impuestas hace siglos, nos entretenían y prometían un brillante futuro en el que no tuviéramos que respirar el mismo aire que ellos. Quizá eso nunca debió cambiar y puede ser el momento perfecto para renacer esa ley.

—¿Regresar a cuando cazábamos uno por uno? —preguntó incrédulo— ¿que no fueron ustedes mismos quienes sugirieron una tregua hace siglos? y ahora se contradicen insinuando una reconstitución de nuestras antiguas leyes de enfrentamiento.

—No se mantendrá por mucho tiempo, porque ellos están dando indicios de un posible fracaso. No vamos a esperar que ellos actúen primero. Actualmente no revelan su naturaleza, pero siguen siendo las mismas bestias de siempre. Ahora bastante orgullosas para mostrarse como tal.

Cuando los licántropos evolucionaron y la luna dejó de ejercer su maldición sobre ellos. Aprendieron a dominarse y ocultarse. Apaciguaron sus instintos y eso aseguró la posibilidad de una tregua entre especies. Ninguna levantó la mano aunque siempre se mantuvo una guerra fría, pero este acontecimiento los orilló a corresponder por una obligación que los compromete con la humanidad.

—No lo ven necesario después del acuerdo —opinó tamborileando los dedos—, pero los licántropos no son mi inquietud por el momento —terminó mandando a la mierda sus planes— retomando el punto de esta reunión, fue la incapacidad de proteger a los humanos lo que nos hizo parecer débiles. No les dan importancia, pero se les olvida que sin ellos no tragan. Ellos mueren y ustedes mueren de hambre. Los necesitan lo quieran reconocer o no.

—Se espera la desesperación de nuestra gente cuando la princesa, limita el alimento —suelta Lucian Blade's con un comentario cargado de veneno— sus decisiones impulsivas fueron lo que desencadenó tales revuelos. Las clases bajas mueren de hambre, esto es un evento que iba a suceder por la limitación de acceso a la comida. Las cacerías era lo que les beneficiaba a todos ellos y cuando se prohibieron, esto...

—¡Ella no limitó nada! —me pongo de pie apoyando las manos en la mesa y esta sufre una grieta— ¡yo lo hice y se calla! ¿va a ser algo al respecto? —baja su mirada, aun y por una pantalla no son capaces de mirarme a los ojos— estoy hasta la mierda de puras quejas.

El silencio se levanta cortando respiraciones y Beniel se come las uñas a mi lado.

—¡Las cacerías les beneficiaban a ustedes! por que más que llenar su estómago, ¡llenaba sus bolsillos! —puntualizó con el dedo y la grieta se hace más grande alcanzando el otro extremo de la mesa y todos la siguen— ustedes vienen aquí a querer tomarme como un idiota que no se da cuenta de nada y pueden hacer lo que les plazca a mis espaldas, ¡pero no es así señores, yo soy el maldito ojo en cielo!

Beniel proyecta en sus caras las pruebas obtenidas. Las tomas de las cámaras en la ciudad, se acomodan acorde puedan verlas. El concejo tiene una misión y es el equilibrio sobre la pirámide. Cuando se inició una nueva ley que prohibía los arreos, se estableció una medida que no supusiera problemas.

Los humanos desde siempre han donado sangre y se conoce la existencia de los bancos. Ellos están conscientes de que para obtener un beneficio, siempre tiene un precio, algo que dar a cambio.

Ellos donan su sangre a voluntad a cambio de vivir y culminar las viejas prácticas. Y nosotros les otorgamos esa tregua y así el equilibrio persiste, algo vital no puede negarse a nadie y menos a aquellos cuya clase social no se le permite gastar un centavo.

—Los vampiros inferiores son los únicos que podían alimentarse a libre demanda, un derecho que se supone que ustedes supervisaban para evitar disturbios —empiezo— pero empezaron a vender algo que estaba prohibido para su clase social y al no permitirse pagar por sangre, comenzaron a buscar nuevas maneras de sobrevivir. Estaban hambrientos, sedientos y desesperados. Comenzaron a tener actividad y lo ignoraron porque no les importa puesto que son una clase que vive en las alcantarillas.

Sus ojos se desorbitan inmediatamente.

—¡Jamás se ha comercializado ningún derecho! —se defienden alarmados— ¡eso es inaudito!

—Por supuesto que si —hablan desde la puerta y Monica llega recargándose en la pared con los brazos cruzados y su aspecto me distrae haciendo que me desconecte por segundos— aquí los registros.

Extiende una hoja blanca y suelta una carpeta sobre la mesa y Ethan la toma hojeándola para confirmar.

—Estuve en contacto con alguno de ellos —toma la palabra— por cuatro meses las compañías establecidas como "bancos de sangre" comenzaron a comercializar la sangre a un precio alto que para la nobleza no era absolutamente nada, pero para la clase baja se volvió imposible de acceder.

Ethan asiente mostrando los registros y Monica se acerca luciendo unos pantalones que me dejan fuera de la conversación ya que recorro esos muslos con detenimiento.

—Era obvio que algo así pasaría. Cuando sueltas a un animal hambriento, se va sobre lo primero que se le cruce hasta saciarse y ellos han crecido mucho en número en las últimas décadas. Por ello ustedes le consideran plagas, porque la clase baja se reproduce con mayor facilidad.

—¡Es inaudito que se nos culpe por algo que no hemos cometido! —despotrican y su ofensa luce completamente real, lucen como si de verdad no tuvieran idea de absolutamente nada.

Se miran entre ellos, confundidos y preocupados. Las mentiras se hacen notar con facilidad, pero por primera vez al consejo, les han sembrando un problema mayor con una finalidad perfectamente planeada y el que Monica luzca tan tranquila, significa que piensa lo mismo.

El consejo será lo que es, pero saben por donde llegar y aceptar lo que está fuera de su alcance. Alguien conocía perfectamente lo fácil que era dar con los registros y el problema iría en una sola dirección, el consejo, puesto que ellos son los mayoritarios en acceso y distribución, el fin está claro, que nosotros nos deshiciéramos de ellos por el disturbio provocado.

—Eso era lo único que tenía que aportar, pruebas suficientes y el detonante de todo esto —comenta Monica— con permiso.

Dándose media vuelta sin molestarse en mirarme, se marcha hacia la puerta que Alex ya le tiene abierta. La acción me ofende dejándome una incomodad que no puedo soportar y Beniel eleva las cejas dándose cuenta.

***

En el observatorio contemplo a mis hombres prepararse con decisión, usando cargamento simple ya que a mi nueva selección le hace falta un toque en número para estar listo y he ordenado a Eisak resguardar el cargamento especial debido a mi cambio de decisión..

Desde hace mucho que el consejo perdió autoridad y conmigo esa realidad tomó más peso. No me importa en lo absoluto, tomaré lo que quiero y haré lo necesario.

Ese círculo siempre se ha considerado segunda autoridad, cuya función consiste en el equilibro de la sociedad vampírica. Por años se ha respetado eso y en sus inicios, eran considerados figuras de sumo poder.

Claro que Stoian ni ninguno de ellos, pudo o más bien quiso, darle una evolución. Yo, si. Yo, soy el cambio y aunque me he ganado odio por hacer lo que me da la gana, he obtenido obediencia a base de miedo y eso me parece mejor. Siempre he dicho que prefiero la lealtad por miedo a que por placer. Con el primero los domino, pues saben lo que puede repercutir un error.

No me tiembla la mano, mucho menos me tiento el corazón. No siento absolutamente nada a la hora de desquitarme, al contrario, solo quiero destruir, mi sed por sangre se multiplica.

A la buena o a la mala, termino medio no existe y desde los 8 así lo declare. Mi sadismo despertó y yo no soy capaz de dejar en paz hasta hacer sufrir al punto que me fastidie y difícilmente eso ocurre.

En las calles me ven y llegan a calificarme como "hermoso", pero ese calificativo solo me describe por fuera, porque por dentro soy lo más horroroso que puede llegar a existir en la fas de la tierra. En el interior soy maldad escondida detrás de un llamativo disfraz alabado como perfección. Mi imagen engaña, seduce y atrapa, y cuando te tiene entre las garras, te consume hasta volverte cenizas.

Yo gozo ver el arder el mundo, quemarlo en mi mano, pero jamás arder dentro de él.

—Lo he pensado mejor —rompo el silencio con Ethan acompañándome— quiero que los capturen solamente.

Por el rabillo del ojo lo veo moverse desconcertado. No era lo acordado, ellos saldrían a matar. No a capturar.

—¿Estás seguro de ello? habías dicho que...

—Si —me giro encarándolo— solo arrójenlos todos al mismo corral y esperen a mi.

Por sus ojos azules puede atravesarse mis intenciones, pero aún así, asiente obedeciendo.

—Me daré una vuelta más tarde cuando terminen. Toda una noche es bastante tiempo para una tarea que pueden hacer rápido.

—Te sorprendería —resopla masajeándose el cuello— es como buscar agujas en un pajar, contemplado que estén esparcidos en toda la ciudad.

—Quedan muy pocos, el anochecer los vuelve más activos. Tu experiencia facilita la tarea. Son solo vampiros inferiores que se niegan obedecer, problemáticos y un completo fracaso que se subestimó.

—Aveces me gustaría no ser tan bueno en lo que hago —murmura cansado más para sí mismo.

Observó su expresión corporal con detenimiento, Ethan es bastante tenaz para sostenerme la mirada, así que me sorprende que la desvíe justificando la supervisión de abajo a nuestros pies.

—En ocasiones ser tan bueno en algo, es una maldición, Ethan —respondo— nunca sabes cuándo una ventaja puede convertirse en una mortalidad que te lleve a cometer errores sin retorno.

Espero y vuelve a mirarme dibujado una sonrisa a boca cerrada. La misma de siempre.

—Lo se —se masajea las costillas ya que el dolor fantasma de la bala que recibió, debe seguirle molestando.

Inclino el mentón finalizando la conversación y me encamino a la puerta.

—Que no se te olvide llevar el elemento especial, asegúrate que sea suficiente. No quiero que haga falta en la fiesta.

Bajando del observatorio, cruzo el área ganándome la discreta mirada de todos los soldados del grupo siguiente en salir, preparándose para su turno. Veo a la cucaracha de Roman hacer lo mismo, pero en cambio, le pide opinión a Eisak sobre qué llevar.

—¿Exactamente qué es lo que quieres si no vas a cazar como los demás? —le pregunta.

—Si lo haré, pero a un solo objetivo más fuerte —le responde el imbecil.

Los ignoro pasando de largo y sintiendo sus ojos clavados en mi espalda. Monica aparece en mi visión viniendo hacia mí, sigo insistiendo que esos pantalones de cuero algún día van a romper mi autocontrol y se los voy a arrancar en el lugar que me la encuentre.

Luce una alta coleta en la cabeza y su cabello castaño cae sobre su espalda. Contonea las caderas con esa sensualidad natural que se carga y cuando espero que me dirija la palabra, me ignora pasando a mi lado y desde ya, siento el matiz de enojo que se carga aunque no encuentro una razón lógica.

Miro sobre mi hombro esperando a que vaya con Roman y a él también lo ignora dejándolo con la palabra en la boca, ya que su destino, es la cámara de vigilancia de Beniel.

Intento seguir mi camino al lado contrario, pero insatisfecho con su ignorancia, cambio de dirección yendo detrás de ella. Vuelvo a cruzar toda la maldita área y a este punto ya no me importan las miradas.

Cuando abro la puerta de la oficina, la veo inclinada sobre la mesa de trabajo de Beniel y este le explica algunas cosas que debió solicitar.

—Entiendo, ¿Donde encuentro a Kahelen y Mak? —pregunta.

—Quizá en cuarto piso —le sugiere el rubio— ¿quieres que los contacte?

—Si, diles que voy para allá.

Ni siquiera se perturba con mi presencia cuando me recargo sobre la puerta observándola. Beniel toma el teléfono haciendo lo que le pide y cuando él mensaje ha sido recibido, ella se incorpora privándome de la vista de su perfecto y glorioso culo que me despierta ganas de tomarlo.

—Te agradezco.

—De nada —Beniel se gira en su silla recibiéndome— hola, qué bueno que has venido, estaba apunto de irte a buscar.

Monica intenta marcharse, pero al ver que no me muevo de la puerta, suspira mirándome a los ojos por primera vez.

—Con permiso, tengo prisa Antonio.

—¿Por qué el afán? —separó los labios .

Cierra los ojos reuniendo paciencia y sus hombros se yerguen.

—Muévete, no estoy jugando, de verdad tengo prisa.

—Yo tampoco —advierto— y no me importa si tienes prisa, quiero tu atención primero.

—¿Y crees que la situación está para posponerla con tus inesperados dramas? —extiende los brazos haciendo ademán.

—Por mi que el mundo se vaya a la mierda, mientras este contigo, que arda si quiere —no oculto mi molestia y abre mucho los ojos cuando las palabras salen de mi boca— ¿que tienes?

—¡Nada! —se aprieta el puente de la nariz— ahora muévete, no es momento para tus dramatismos.

—Yo no soy dramático. ¿Que tienes? —vuelvo a preguntar intrigado.

—¡Tengo prisa! —se desespera mirando su reloj— necesito encontrar a Mak.

—Linda, no voy a preguntar por tercera vez.

—Antonio —respira hondo por segunda vez y esta vez se humecta los labios luciendo más relajada— de verdad que no tengo nada, solo estoy trabajando. ¿Me puedes dejar continuar?

Descruzo los brazos asintiendo, cree que me voy a hacer un lado, pero por el contrario la tomo de las muñecas acercándola. Como lo esperaba, está bastante molesta, porque se pone a la defensiva queriendo que la suelte.

A la mala la sujeto y rodeó su cintura acercándome, ella pone la mano queriendo distancia y me convenzo de que la conozco mejor que nadie, ella trae algo y no lo quiere escupir. Pese a eso, mi aliento azotando sus labios, eriza la piel de sus brazos y cierra los ojos respirando entrecortadamente.

—¿Estas segura de que todo está bien? —asiente mintiendo y volteando la cara — entonces dame un beso —susurro acariciando su mejilla con la punta de mi nariz.

—Déjame en paz —Advierte. su enojo es casi palpable y el que me gruña mostrándome los colmillos es indicio de que está rabiosa, porque su nariz se arruga y sus ojos se vuelven asesinos.

—Bésame —insisto manteniendo la suavidad de mi voz y haciendo uso de mi fuerza para mantenerla sobre mi pecho. Acaricio su larga coleta castaña y la enredó en mi mano tirando de su cabeza para arquear su cuello y encontrarme directamente con sus ojos— ese labial rojo solo me provoca ganas de borrártelo con la lengua, no tienes idea de lo mucho que me gusta en tu boca.

—Es el tono 18 reverse red de Yves Saint Laurent —responde sarcástica— compratelo y jalatela con él o mejor aun, dile a Ciara que se lo ponga.

Me empuja y sale de la oficina dando un portazo, me humecto los labios alzando la ceja. «Allí está su enojo» y tiene nombre.

—De verdad está enojada —comenta Beniel con una risa burlesca mientras se recarga sobre su silla— ¿ahora que hiciste?

Me toco el labio inferior aún viendo por donde desapareció.

—Si la hubiera besado, me habría abierto el labio —estrecho los párpados sintiendo a mi miembro ponerse rígido— y esta vez aunque no lo creas, no hice nada.

—No, te lo habría arrancado y de paso arañado la cara.

—Qué más da —me acerco tomando asiento frente a él y su sabor se manifiesta en mi lengua— esas delicadas manos ya aruñan  mi espalda cada que la tengo.

—¿Y te hacen sangrar? —pregunta curioso.

—Me ofendería que no.

—Claro, porque si no, sería una señal de que no lo estás haciendo tan bien... —eleva las cejas— y eso seria un golpe duro para tu hombría.

—Por eso a ti lo único que te aruña es el estropajo cuando te bañas.

—Sabes, Antonio —comienza a jugar con un bolígrafo mientras se mueve en su silla— siempre te he mantenido mi vida sexual reservada, pero no significa que soy un pendejo, o sea si lo parezco, pero no lo soy. El que me "aruñen" no es suficiente para mi, yo necesito ver más para tener la certeza y ni aún cuando la obtengo, no soy capaz de detenerme.

El rubio siempre se ha reservado sus comentarios sobre las mujeres que se lleva a la cama, a Beniel difícilmente le vas a conocer una pareja sexual.

—Te creo —encojo los hombros— tienes a semejante felino como a Svetlana de compañera sexual. Una de las mujeres más peligrosas del otro continente y se empapa las bragas en cuanto te ve. En el pasado solo Ivanov llegó a ser de "su calibre".

Su sonrisa blanca se expande y gira el bolígrafo entre sus dedos mientras cruza una pierna encima de la otra. Se peina el cabello rubio y el azul intenso se pierde por unos segundos en recuerdos que evocan su nombre.

—Lana es una mujer bastante... —busca la palabra— interesante, inteligente, fuerte y atractiva.

Continuó esperando, pero se sume en sus propios pensamientos y me exasperó.

—¿Me vas a decir como te involucraste con ella y nunca me lo contaste? —soy directo— pudiste facilitarme el trabajo desde que pisamos Mónaco y aún así callaste.

—Es una larga historia —vuelve a reservarse sus comentarios y me irrita— ella me agrada Antonio, lo digo en verdad, jamás podría aprovecharme de su confianza. Diría que su compañía es grata y no me molestaría en lo absoluto si la tuviera todos los días.

El bolígrafo se apoya en su rodilla y va intercalando la otra punta con el dedo, haciéndolo girar mientras yace recargado en el respaldo pensando y esa mirada me insinúa cosas que jamás espere por el.

—¿En qué contexto no te molestaría, Beniel? —pregunto queriendo estar equivocado.

Parpadea soltando el aire y sonríe a boca cerrada.

—Aquí en Nueva York, claro. Siendo compañeros de trabajo.

Beniel puede ser más libre de lo que yo soy de mis responsabilidades, pero sigue teniéndolas de todos modos y ni siquiera él es capaz de escapar de ellas. De la presión que ejercen y te martillan la cabeza.

El lema de la estirpe vampírica siempre ha sido "seguir existiendo" y él jamás lo dirá en voz alta, pero la presión de sentar cabeza, lo persigue en todas partes como su sombra.

—Jamás te precipites —sacó el tema y detiene el movimiento del bolígrafo— la inmortalidad es muy larga. 28 años es nada ante ella. Elige, tienes esa ventaja. No cometas un error por culpa de las presiones.

Sus pestañas se agitan cuando parpadea varias veces y el silencio se toma el espacio. Hemos crecido juntos, siendo testigos de los constantes cambios del uno del otro y los pensamientos e inquietudes están seguros entre nosotros. Es mi mano izquierda y sé que siempre va estar presente.

—Hace cinco años te dije lo mismo. Ahora ya no me preocupa a quien elijas Antonio, yo sé la respuesta, porque nadie puede volver presionarte para tomar a quien no quieres y ser infeliz aunque dijeras que eso nunca te importaría.

—¿Que te hace creer que lo sabes?

—Por qué soy yo, pendejo —rueda los ojos con obviedad y se limpia las uñas— solo estoy esperando a que me propongas matrimonio. Como una ayuda, Cecilia sabe la medida de mis anillos y por favor escoge una argolla bastante cara, porque voy a presumírsela a Mónica cuando me la des. No va a soportar la castaña.

Me tallo la cara ante su estupidez.

—Vamos —me empuja con el pie— te conozco desde que tengo uso de razón, soy casi tu 24/7. Te jure con mi sangre que siempre estaría allí para ti, literalmente te entregue mi vida ¿y aún así dudas de pedirme que sea tu marido?

—Déjate de joterias—me pongo de pie cuando recibo una notificación y enciendo la pantalla.

—A lado de un Barcsay siempre va un Giambroni, eso es una ley, literalmente lo es—me recuerda— y yo soy el tuyo wey, pero de una vez te aclaro, no estoy dispuesto a ser el pasivo. Así qué hay que hablar muy bien que espada entierra a quien porque...

El mensaje que tanto había esperado enciende mis terminaciones nerviosas y me encamino a la puerta.

—¡Volveremos a tener esta conversación! —me grita— porque hay que pensar cuántos bebés vamos a adoptar. ¡Quiero algo tipo Brad Pitt y Angelina Jolie!

Me guardo el teléfono en el pantalón y subo al elevador bajando hacia el piso de mi ático privado, uno que no piso desde hace mucho tiempo e ignoro los recuerdos que me despierta.

Rápidamente me desvisto dejando mi traje sobre la cama y me coloco un atuendo más cómodo para lo que haré. No necesito de mucho, esto necesita hacerse con las manos para una mayor satisfacción, así que no pierdo tiempo volviendo arriba.

El número de los pisos va disminuyendo y miró la pantalla con impaciencia cuando el elevador se detiene en el número 3 y maldigo al osado que se atreve a usar mi ascensor privado. «Lo voy a sacar de una patada».

Cuando las puertas se abren me preparo para la acción, pero la intención queda en el olvido al mirar al pequeño diablo de cabello rubio parado y con los brazos detrás de la espalda.

—Lo que me faltaba —reniego— cuando más tengo prisa siempre apareces tú y ya tuve suficiente de la familia disfuncional Giambroni, así que piérdete.

Parpadea con sus largas pestañas y da un paso adentro haciendo todo lo contrario.

—¿A dónde vas? —me pregunta y vuelvo a presionar el botón de planta alta exasperado.

—Que te importa —espetó— solo tu te atreverías a usar mi ascensor, como no.

—Estoy aburrido.

—Pues busca algo con que desaburrirte.

—¿Sabes dónde está Scott?

—No.

Reparó su estatura y Luca voltea a verme luciendo su traje de elite. Cuando llegó a la planta alta, salgo con rapidez acomodándome la gorra negra. Salgo del edificio hacia las escaleras y el crío se detiene unos pasos detrás míos.

—Quiero ir contigo —pide— estoy muy aburrido.

—Sigue queriendo —tomó la maleta sobre mi hombro y busco mis llaves en el bolsillo.

—Llévame —me rodea para plantarse frente a mi.

Continuó buscando mis llaves «¿donde mierda las metí?» estaba seguro de que me las guarde en el bolsillo. Suelto la maleta palpandome todos los bolsillos.

—Te acompañare.

—¡Escucha bien! —lo apunto— ¡no tengo tiempo para esto! Regresa adentro y ve a molestar a Beniel o a tu hermana.

Bajo los escalones de mal humor —¿donde mierda deje esas llaves? —farfulló deteniéndome ante la camioneta de seguridad que dejó Alex.

Impaciente me vuelvo a rebuscar en los bolsillos y levantó la vista hacia los escalones con el tintineo de metales para ver a Luca agitando unas llaves entre sus dedos.

—¿Te refieres a estas? —me las muestra y aprieto los puños preguntándome como mierda me las quito.

—Crio del demonio —resopló— ¡devuélvamelas ya!

—Si me llevas contigo te las doy, pero si no, voy a correr y no creo que me alcances tan rápido.

—Adelante, atrévete a correr —lo reto— y voy a colgarte de aquel poste atado de manos.

Sus ojos se estrechan bastante molesto y corre escalones arriba haciendo que lo siga pero me frena la notificación en mi teléfono. Si no me largo ahora, perderé a mi objetivo.

—¡Luca Andras Giambroni! —ladró y se detiene volviendo a girar las llaves.

—¿Si, Antonio Samael Barcsay II?

—Mira —me aprieto el puente de la nariz— pequeño diablo ¡no quiero que me estorbes! ¡¿Entendiste?!

Baja los escalones dejándome las llaves en la mano y me rodea esperando en la puerta. Irritado bajo y rodeó la camioneta quitando los seguros. Arrojo la maleta en los asientos traseros y Luca aborda a mi lado, introduzco las llaves de la Suburban negra y salgo acelerando de fontana.

—¿A dónde vamos? —pregunta mirando lo que hecho a la maleta— algo me dice que a cacería no.

—Voy a un ajuste de cuentas, pero tú vas a quedarte en la camioneta —sentenció de malas— hablé enserio cuando dije que no quería que me estorbaras porque yo no voy a poder cuidarte.

—Me se cuidar solo —presume— yo te cuidare la espalda a ti.

—Si como no —espeto sarcástico— voy a confiarle mi espalda a un crío de 8 años.

—Casi 9. Además, a lado de un Barcsay siempre hay un Giambroni —repite lo mismo que su hermano.

—Para mi desgracia. Me deshago de uno y me encuentro con otro.

No puedo creer que haya conseguido lo que quería. Su madre va a dar el grito en el cielo si se entera de a donde lo estoy llevando.

Se mueve en su asiento hurgando en mi maleta mientras sigo la dirección informada por Dorian. Me concentró en tomar los mejores atajos mientras el crío juega atrás y no se si es más irresponsable que esté tocando las armas o que no lleve el cinturón puesto mientras conduzco a una velocidad peligrosa, pero el pequeño diablo no es un crío normal.

Cuando llego a la dirección correcta, me detengo unas calles antes visualizando el panorama. Me centro en los alrededores no vigilados y me confío de la información. Tecleo la respuesta con rapidez y aguardó el teléfono.

—¿Por qué llevas balas común y corrientes? —me pregunta revisando una p365.

—Porque los que vine a buscar no necesita una en especial —contestó deslizando una gemela detras de mi pantalón y unos cuantos cuchillos— ahora presta atención. Quédate aquí y vigila, no te muevas, ni te salgas ¿oíste?

No le agrada para nada la orden, pero no me importa. Le dejó la pistola por precaución y estoy seguro de que ningún adulto en su sano juicio le dejaría un arma a un crío, pero él está entrenado y si se vuela la cabeza, le dolerá mucho pero sanará rápido y sin cicatrices.

Me muevo cual agilidad no se ve venir con facilidad, el edificio abandonada se cierne en lo alto de una loma cuya calle abajo son barrios de segunda clase. El mensaje fue claro y aunque no me importa sus motivos de encontrarse aquí, ha asomado la lengua saliendo de su escondite después de estos días.

El no fue estúpido, seguramente sabría que iria detrás de él apenas pudiera controlar la situación. Después de todo, Dorian resultó ser mejor de lo que esperaba. La oveja negra más prometedora.

El silencio es absoluto aunque algunas lamparas yacen encendidas, es más que una clínica vacía y me baso al informe de un perímetro completamente despejado aunque eso puede cambiar bastante rápido. Silas Deberaux se encuentra solo aqui.

Accedo al edificio, las lamparás parpadean y avanzo evadiendo los escombros bastante atento con cualquier mínimo sonido. Subo las escaleras hasta el segundo piso y recorro el pasillo bastante alerta. Regreso a las escaleras y antes de doblar el pasillo captó ese horrible olor que despierta mi naturaleza y encara mis colmillos.

Mis encías se abren dándoles paso y el instinto aviva mis terminaciones volviendome mas perceptivo. La respiración doblando el pasillo es tranquila, sin embargo su corazón lo delata y sus latidos resuenan en mis oídos.

—¿Cuanto más vas a esperar? —La voz me toma por sorpresa al no ser lo que esperaba— desde aquí puedo escuchar como sacar los colmillos, vampiro.

Mi mano se aleja del arma y salgo a la vista en el pasillo. Me recibe un crío que reconozco al instante, por que es el mismo que Monica metio a Fontana.

—Cuanto se equivocó ella al pensar que solo eras un mocoso insignificante —espeto— ojalá te hubiera atropellado en realidad y no solo te hubieras cruzado en su camino con la intención de dar con nuestra base.

Me apunta con un arma y entona sus ojos grises.

—Cierto, debió matarme cuando tuvo la oportunidad en bandeja.

—Eso se puede arreglar —presiona ligeramente el dedo en el gatillo, esto me quita tiempo de lo que verdad quiero— sólo porque no me gusta lidiar con mocosos, te voy a dar 1 minuto de ventaja. Aprovéchalo y corre, porque si sigues aquí cuando finalice, entonces te voy a quitar del camino.

—No voy a dejar que subas por esas escaleras —estas yacen en medio de ambos— voy a impedirlo a toda costa.

—No lo harás a menos que me des la espalda a mi —el otro crío al que le dije que no se saliera de la camioneta, aparece usando la pistola que le deje y lo apunta colocándose frente a él— Marius Deberaux.

Sus ojos azules brillan mirando fijamente al pequeño cazador que posee su misma estatura y el que lo nombre, une los cabos. El crio sonríe y la cadena plateada que porta en el cuello, se mueve cuando cambia la posición de sus pies.

—Que suerte, un Giambroni de carne y hueso ante mi. Si te mato me voy a graduar con honores por seguir la vieja costumbre. A mi hermano le va a dar mucho gusto.

Las facciones, la mirada, todo el gen está allí y el gris que tan pronto se volvió un estorbo, se vuelve puro acero y las marcas negras tribales parecen a su costado de la cara del lado izquierdo envolviendo la sien y la mejilla, revelando así aquello que llamaban el ojo cazador.

Siento al crío a mi lado tensarse y ese olor que percibí en un inicio, se hace más fuerte. Olvidando las escaleras, regreso al pasillo anterior. La electricidad no funciona correctamente y la corto por completo cuando mis garras rompen los conductos de esta y todo se extingue, la única iluminación es la de los relámpagos que se filtran por las ventanas.

Para ellos no es posible poseer una visión sobrenatural que les ayude en estos casos, pero si de sentidos altamente agudos, más que cualquier otro humano común. Su olfato es su mayor herramienta para sentirnos venir.

Yo no quiero ocultar el hecho de que estoy aquí y vine por el. Eso ya lo sabe y está oculto esperando por mi. Cuando de silencio se trata, somos los mejores para ello.

Por eso desde que mis oídos ya escuchan los latidos de su corazón, me mantengo quieto en medio de la oscuridad observándolo. Silas permanece completamente alerta y la tormenta allá afuera no pudo ser de mejor ayuda.

Lo tengo acorralado. Paso detrás de él como una sombra y saca su arma queriendo apuntarme aunque es imposible. Sus fosas nasales se expanden y sus ojos grises se mueven por todos lados sin moverse del círculo en el centro de la habitación.

—Te demoraste demasiado en hacer esto —habla— y yo que llevo esperándote tanto tiempo. Antonio Barcsay.

El mal sabor se instala en mi lengua y el último relámpago lo sume en la oscuridad. Su corazón palpita bastante tranquilo y puedo ver como su sangre corre por sus venas, localizando aquellas que solo necesitan de un corte para matarlo rápidamente, porque no dejan de ser simples mortales.

—Alguna vez escuche que los de sangre pura poseen de un olor especial, más fuerte y corrosivo que cualquier otro vampiro. No lo experimenté hasta ella.

Mis puños se aprietan y se voltea rápidamente cuando me cambio de lugar aunque sigue sin dar exactamente con mi paradero. Lo aprisionó como toda una presa inquieta que no sabe por donde le va a llegar la mordida, no hasta el sonido sutil de mis labios curvandose y el metal de su arma apunta directo al centro de mi frente. Es así como salgo a la luz dejándome entrever por la luz del relámpago.

Su mirada se entona y una expresión se cruza por su rostro. Una que no ignoro y la saco a relucir.

—La decepción no se disimula —digo— por tu mirada, tenías la esperanza de que fuer alguien más ¿no es así?

—Ninguna de ambas presencias son gratas.

—Yo no lo diría así —comienzo a cambiar a su alrededor y me sigue sin dejar de apuntarme— la de ella es la menos peor que la mía, porque yo difícilmente dejo la oportunidad de que vayan a contarlo a alguien mas. Aunque en tu caso, no le dijiste a nadie que ella fue a verte ¿y por qué será? creí que sería algo de lo cual enorgullecerte y vanagloriarte puesto que no solo la tocaste, si no, te atreviste a dispararle.

Su mandíbula se contrae y suelta el aire retenido. Abre los ojos con ligera sorpresa y la pregunta ya se ha de formular en su cabeza, piensa que posiblemente ella me lo dijo, mas no que irrumpí en su red de seguridad adueñandome de las grabaciones de sus cámaras en el departamento.

—Le disparaste a un sangre pura—repito.

—Y el que lo haya hecho en realidad no es tu molestia —responde.

Volteo a verlo y su mano presiona ligeramente el gatillo.

—Pudiste haber seguido en tu puto hoyo y yo lo habría continuando ignorándolo, fingiendo que no existes, sin embargo decidiste darte aires de grandeza y me reclamaste la guerra de todos modos.

—¿De cual guerra hablas Antonio Barcsay? —ladea ligeramente la cabeza— ¿hablas de la que siempre ha existido, o aquella que involucra a tu punto más débil?

—Jamás debiste mirar en su dirección, Silas —amenazo— y mucho menos atreverte a tocarla.

—¿A que contacto te refieres? —mis colmillos duelen de la fuerza que ejercen— ¿al que le hice con mi bala o con la boca?

El disparo viene después cuando lo golpeó arrojándolo hacia la pared. Rápidamente se incorpora lanzándome un puñetazo que no alcanza a rozarme por más cerca que pudo estar. El mío impacta contra su mentón y me empuja volviendo a disparar.

Me muevo esquivando toda sus balas que terminan impactando en el concreto y lo interceptó nuevamente comenzando una serie de golpes a los que es bastante fuerte al combatir. Me queda claro que la fuerza de ellos no es de simples humanos, su rapidez es inaudita y su fuerza también, pero al final sangran como todos los demás y mis garras tajan en el centro de su muslo cuando su pie intenta impactar con mi costado.

Su puño toca mi cara y me voy sobre él rompiendo la pared, caemos al otro lado de la habitación y ahorcada sobre el, aprovecho para asestar otro golpe que acabe con todo esto.

Su maniobra es rápida y ágil, la esquiva escapando de mi agarre y su mano libre saca a relucir el cuchillo directo a mi brazo, mismo que detengo haciéndolo atravesar mi mano.

Mis dedos se cierran sobre su mano e intenta liberarse pero no lo suelto, mi otra mano lo toma de cuello y lo acerco golpeando su frente con la mía. El impacto lo aturde tambaleandolo cuando lo suelto y la herida en mi mano cierra rápidamente.

Su frente sangra, pero pese eso se viene sobre mi y rompemos la ventana cayendo a las escaleras de emergencia fuera del edificio. El agua comienza a empáñanos y frenó el impacto de su puño en mi cara, mi pie lo manda hacia atrás haciendo que su espalda choque contra los tubos y arrancó uno del barandal queriendo enterrarlo en su abdomen, pero este termina en el metal cuando Silas salta al siguiente piso de las escaleras huyendo.

Lo sigo, porque no voy a dejarlo escapar tan fácilmente y en último retrocedo siendo rosado por su cuchillo, saca su arma detrás de su pantalón y dispara intentando darme. Fracasa como es esperado y lo sorprendo por detrás retomando los golpes.

Ambos terminamos cayendo al asfalto y rodamos colina abajo, segundos en los que no dejo de asfixiarlo porque si me lo cargo, quiero llevarme la satisfacción que fue con las manos. Busca la manera de evitarme pero mi rodilla impacta en su costilla y esta sufre una grieta.

—¡Si! Eso es lo que más te molesta, ¡lo que has venido a vengar! no porque haya matado a tu gente —escupe y mi cabello gotea por el agua sobre su cara mientras lucha contra mis manos en su cuello— ¡¿Quieres que deje de verla?! ¡Entonces quítala de mi vista, porque la voy a seguir mirando todo lo que le dé la gana! voy a seguir admirando ¡lo buena que está!

—¡Te voy arrancar esos asquerosos ojos! —ejerzo más presión— ¡Por mirarla, por dispararle y por besarla hijo de perra!

Libero una mano y mis dedos abren su ojo presionando.

—El francotirador del puente en Paris, fuiste tú —le recuerdo— ¡¿Por que no querías que el rehen me dijera sobre la Striga?!

Sus dientes se aprieta, lucha, pero es inevitable y más entierro los dedos en su párpado al borde de sacarle el ojo.

—¡Nadie debe volver a entrar al Malta! —responde luchando con mucha fuerza— ¡si lo haces vas a romper la barrera y liberar lo que por años luchamos por exterminar sin exito! ¡Vas a joder el maldito mundo!

—¡Tu que sabes al respecto!

—¡Kaleb Tepes no ha dejado de buscar llaves por todo el mundo y ya ha encontrado una! —espeta dejándome tenso— ¡si tú y él acceden, la barrera puede que no soporte otra abertura! ¡Tu solo vas a destruir lo poco que queda si intentas ir por el!

—Eso ya lo veremos.

Estoy apunto de sacarle el ojo cuando el gruñido desde el oscuro callejón a nuestro lado, nos distrae a ambos. Lentamente volteo en su dirección al igual que Silas y los ojos verdes con aros dorados se revelan con una enorme silueta. «licántropo»

No uno cualquiera, su tamaño va más allá de lo normal y eso que la luz no lo toca, pero sus gruñidos erizan los vellos de mi nuca y mi nariz se arruga. Nuestros ojos se encuentran y el nombre viene a mi cabeza, porque solo he visto ese color singular en una persona.

Silas intenta escapar y lo mando al suelo colocando sus manos detrás de su espalda mientras la lluvia no cesa.

—Mira nada más, no solo tienes asuntos pendientes conmigo, si no con los Scott —escupo con una sonrisa— un pez más gordo.

Los ojos verdes contemplan cada uno de mis movimientos y mi pierna presiona contra la pierna de Silas sacándole un grito a boca cerrada  cuando su fémur cruje. Es tan fuerte para que sus huesos no se fracturen por completo con mis golpes.

Lo levantó de mala gana y lo sostengo del cabello arqueando su cuello. Entonces hago un acto repugnante, lo muerdo. Reacciona cuando mis colmillos atraviesan su piel y lo suelto escupiendo el sabor de su asquerosa sangre de cazador.

Cae al suelo comenzando a sangrar y me limpio la boca encontrándome con su mirada llena de odio. Me quito el cabello empapado de la frente y pateo su arma fuera de su alcance. El licántropo se yergue y Silas lo mira de pies a cabeza retrocediendo.

—Si tienes la vacuna, estarás bien, pero llevarás la cicatriz de mi mordida para toda la vida como recordatorio, pero, si no la tienes... —le sonrió— bueno, puedes morir porque posiblemente no soportes el veneno o te conviertas en un gusano más de nivel C. Mi perra.

—¡Hijo de puta! —me ladra poniéndose de pie, puesto que ahora tiene un mayor problema— ¡Esto no ha acabado Barcsay! cometiste un error.

—Haremos algo —me alejo escupiendo el sabor de la sangre— si es que sobrevives a William Scott, búscame y quizá lleguemos a un arreglo, Silas Deberaux. Te conviene más a ti, que a mi.

No volteo atrás y me marcho dejándolo con su problema más grande. Cuando regreso a la calle en que deje estacionada la camioneta, encuentro a Luca sentado en el capo jugando con una cadena militar plateada. La enreda en su dedo y repite el movimiento hacia el lado contrario. Me quedo quieto esperando a que diga algo.

—¿Lo mataste? —preguntó.

Levanta la mirada.

—¿Y tu?

—Ni una palabra de esto a tu mama.

Inclina la cabeza aceptando. Me devuelve las llaves y  abro la puerta esperando a que haga lo mismo, por el contrario, permanece sentado con las piernas colgando, detallando la placa plateada.

—Quien es tu nuevo espía —dice con bastante seriedad.

—Metete en tus asuntos Luca. Disfruta tu edad, yo se lo que te digo, porque no es tu tiempo aun.

—Ninguno que nazca en nuestro mundo está destinado a tener una infancia normal y humana. Cuando tu tuviste 8 años, mataste a un miembro del consejo. No te la pasaste jugando a ser un niño.

—No es lo mismo.

—Lo es para mi —voltea a verme— no pretendo ser un niño, pero los demas si y eso me ofrece una ventaja que no me molesta usar.

—A mi no me engaña tu apariencia, Luca —aseveró acercando mi rostro— se muy bien lo que que eres y lo que te pasa por tu mente traviesa.

—Y es un honor que me consideres alguien de cuidado, Antonio —medio sonríe.

Chasqueo la lengua.

—Sube o te dejo.

Salta al suelo y rodea abordando. El camino es silencioso, pero en el proceso me percato de la mano derecha de Luca ensangrentada, en especial los dedos y aunque el olor lo dice todo, prefiero no preguntar. Vuelve a sacar la placa que ahora prestándole más atención, reconozco y cuando pasamos por debajo de una lámpara. Lo único que logro leer es el "Deberaux"

***

El viejo averno que no solemos usar, cobra vida y simula el mismo infierno en el que los armados derriban a todo aquel que intenta subir por los muros y escapar. Las luces se mueven y los gritos se alzan. Todos aquellos acaparan mis oídos cuando salgo al balcón para apreciar a los vampiros que solo parecen montón de hormigas sin escapatoria.

Mis hombres les disparan únicamente a aquellos que trepan y apoyo mi mano en el barandal soltando el humo de mi cigarrillo. Por debajo de mi tengo toda una clase que no quiso escuchar y  aquellos que contradicen un mandato, son un riesgo que hay que exterminar.

Comienzan a vaciar las garrafas de combustible sobre ellos y escucho algunos lamentos arrepentidos, pero no me provoca absolutamente nada. Ethan ordena mas cantidad hasta tenerlos suficientemente empapados y los helicópteros vuelan sobre nosotros vigilando los alrededores.

(perdón) tan fácil de palabrear y tan complicado de otorgar.  Esa es la palabra que más se repite mientras se acumulan en mi dirección, aplastandose unos a otros para alcanzarme. Vuelo a dar una calada de mi cigarro y contesto la llamada que esperaba.

—He llegado —confirma.

—Perfecto.

Cuelgo y mis hombres abandonan los alrededores, las rejas se cierran por completo por seguridad y arrojo mi cigarrillo hacia la multitud. Cuando les doy la espalda, el fuego se alza con velocidad y potencia incinerando un problema.





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