Cereza Pasión (Disponible en...

By marion09

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Y todo por unas cerezas... La rivalidad entre esas dos familias había llegado muy lejos y era hora de que aca... More

IMPORTANTE
Cereza Pasión
Capitulo 2: La solución perfecta.
Capitulo 3: Descifrando a Liv Gardiner.
Capitulo 4: Propuestas imposibles.
Capitulo 5: Versus.
Capitulo 6: Un buen equipo.
Capitulo 7: Comunicados no satisfactorios.
Capitulo 8: Sentimientos desconocidos.
Capitulo 9: Un confuso enredo de relaciones, alianzas, divisiones y rivalidades.
Capitulo 10: Que la fiesta comience.
Capitulo 11: Una noche agitada
Capitulo 12: Cosas imposibles.
Capitulo 13: Interrogatorios de respuestas inciertas.
Capitulo 14: Los hermanos Johnson atacan.
Capitulo 15: Rubias en acción.
Capitulo 16: Planes descabellados.
Capitulo 17: Una cena con los Johnson.
Capitulo 18: Rivales a medianoche.
Capitulo 19: Corazones vengativos.
Capitulo 20: Palabras que sobran.
Capítulo 21: La calma antes de la tormenta.
Capitulo 22: Coartada perfecta.
Capitulo 23: La espera.
Capitulo 24: Eternos enemigos.
Capitulo 25: Las consecuencias de ser quien eres.
Capitulo 26: La venganza de Ruby Gardiner.
Capitulo 27: Mientras dormías.
Capitulo 28: Lo que es correcto.
Capitulo 29: El nuevo doctor
Capitulo 30: Problemas por papá.
Capitulo 31: Sí.
Capitulo 32: Despierto.
Capitulo 33: Viejos secretos.
Capitulo 34: La corta vida de las mentiras.
Capitulo 35: Una noche en la ciudad.
Capitulo 36: Un noche en la ciudad parte II
Capitulo 37: Explosivos.
Capitulo 38: Fiesta de las Cerezas. Parte I
Capitulo 39: La Fiesta de las Cerezas. Parte II
Capitulo 40: Incertidumbre.
Capitulo 41: Secretos revelados.
Capitulo 42: El regreso de Ruby.
Capitulo 43: Los cómplices.
Capitulo 44: Hermanas.
Capitulo 45: Rendición.
Capitulo 46: Misterioso.
Capitulo 47: De tiempo, amor y odio.
Epílogo
Lo que ocultan las cerezas
Descarga gratuita en Amazon: sábado 03/09 y domingo 04/09

Capitulo 1: Un día gris.

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By marion09

La tormenta parecía haber elegido ese preciso momento para desatar toda su furia. Los truenos causaban tal estruendo que hasta amortiguaban el discurso del sacerdote y el llanto desgarrador de su hermana. Bien, podía estarle agradecida al mal tiempo, después de todo. Ya había tenido suficiente de los gritos lastimeros de Ruby desde que el médico había anunciado que su hermano estaba muerto, y eso había sido más de doce horas atrás.

¿Por qué ella no podía llorar? Apenas si se le habían escapado unas lágrimas desde la noche anterior y las había secado al instante. Cualquiera diría que no quería a su hermano, pero Dios sabía que eso no era cierto. Ella los amaba, quería a su familia más que a nada en el mundo, pero también sabía que Daryl había buscado su propia muerte.

 Si no hubiese tenido tanto orgullo o hubiese sido un poco más razonable…

¿Pero qué hacer? El chico no tenía la culpa. Solo seguía el ejemplo de su padre. Un padre que no estaba en el entierro de su hijo, un padre que no había puesto un pie en el funeral. De seguro estaba bebiendo en su despacho, maldiciendo a los Johnson y jurando venganza. Lo conocía bien, más de lo que le habría gustado.

Olivia sintió que la garganta se le cerraba y también como todo comenzaba a dar vueltas ante sus ojos. Tenía que alejarse del tumulto de personas antes de caer desmayada.  Sostuvo el paraguas con fuerza, no por el viento, sino por la fuerza con la que el agua arremetía en su contra. Estaban a principios de diciembre y el frío era atroz. El paraguas mantenía su cabeza y rostro secos, pero las piernas, descubiertas de las rodillas hasta los pies dónde tenía unos zapatos de tacón, también negros como el resto de su atuendo, estaban empapados y congelados.

Una vez que estuvo alejada del grupo de personas reunidas en un semicírculo alrededor del cajón y frente al sacerdote, se quitó los zapatos y siguió su camino.

No pudo evitar recordar la última vez que había estado allí presenciando otro entierro. Uno en el que sí había llorado cómo Ruby, un llanto que había durado años, uno que regresaba muy a menudo. La muerte de su madre era algo que nunca había podido asimilar o superar. La extrañaba cada día, pero a veces le alegraba que estuviese lejos, al menos ella no tenía que soportar las injusticias y locuras que tenían lugar por ese tiempo.

—Cómo te he decepcionado, mami. Lo siento tanto —dijo cerrando los ojos y apretándolos para dejar que las lágrimas brotaran entonces.

—Creo que mejor nos vamos. Mira allí. —James señaló con la vista a una mujer vestida de negro que salía de entre las personas que estaban presenciando el entierro—. No quiero tener un enfrentamiento con una de ellos hoy y menos en este lugar, Juliet.

—No, quiero quedarme hasta que todos se hayan ido. Quiero despedirme de él, James. Esa es solo Liv y ni siquiera nos ha visto.

No pudo hacer más que cerrar la boca y continuar abrazando a su hermana que no dejaba de llorar y temblar. A pesar de que estaban sentados en un banco debajo del pequeño techo de la parte trasera de la capilla del cementerio, las gotas los salpicaban y todos sus abrigos estaban húmedos.  Pero sabía que Juliet no iba a moverse hasta haber logrado su objetivo. Aunque él estaría determinado a sacarla de allí a rastras si algún miembro de la familia del difunto se acercaba a insultarla o algo por el estilo.

Ellos estaban dolidos y tenían sus razones, sobre todo porque su hermano había sido el responsable de la muerte del chico, pero Juliet era solo una niña que creía estar enamorada de la persona menos indicada.

Suspiró y fijó la vista en la joven que cada vez estaba más cerca. Se había quitado los zapatos y luego cerrado el paraguas. ¿Es que acaso ella también quería terminar en una tumba? La lluvia no cesaba y a pesar de que no había mucho viento, el frío era espantoso. La mujer misteriosa solo tenía un vestido con mangas hasta los codos y un largo sobre la rodilla.

Estaba loca, decidió.

—Pobrecita —murmuró Juliet y levantó sus grandes ojos llorosos hasta él—. Debe estar destrozada.

—¿Quién es? —Preguntó sin poder evitarlo.

Ella frunció el ceño. —Es Liv, ya te lo dije —pronunció como si fuese una respuesta obvia. Pero no significaba mucho para James—.  ¿No la recuerdas? Olivia Gardiner, es la hermana de Daryl, ella y Fred iban juntos al colegio, al mismo curso…

—Olivia —repitió haciendo memoria de la joven que estaba cada vez más cerca—. Oh, Juliet, creo que ella nos vio y viene hacia acá. ¿Por qué no nos vamos al coche? Podemos volver cuando veamos que todos se han ido. No quiero tener que discutir con alguien porque te ha insultado.

—Ella no va a insultarme —aseguró la menor poniéndose de pie.

Liv divisó a Juliet solo por coincidencia cuando algo la llevó a mirar hacia donde ella se encontraba. Era inconfundible, su pequeña y delgada figura, su cabello dorado. Una pobre niña inocente que había quedado atrapada en esa guerra interminable.

Recordó las largas charlas con su hermano sobre la famosa Juliet. Él, sin dudas había estado enamorado de ella. Sintió su pecho oprimirse con solo recordarlo. No podía imaginar el dolor que la joven podría estar sintiendo. Una cosa era perder a un hermano, pero otra muy distinta sería perder al hombre que se amaba.

Caminó en dirección hacia la que algún día podría haber llegado a ser su cuñada percatándose de que había un hombre a su lado, aunque no reparó demasiado en él.

La lluvia no la dejaba ver con claridad y estaba calándose hasta los huesos. Pero había cerrado el paraguas porque el poco viento que había se arremolinaba y dispersaba el agua a su alrededor, empapándola por delante, por los costados y la espalda. ¿Qué sentido tenía seguir sosteniendo ese objeto que solo la obligaba a hacer fuerza?

—Olivia. —La voz de Juliet la devolvió a la realidad cuando se refugió debajo del pequeño techo.

—Hey, Juliet.

La sorprendió la forma en la que se tiró a sus brazos y la abrazó con fuerza rompiendo a llorar tal y cómo Ruby lo estaba haciendo. Acarició su cabello pero no sucumbió al deseo de imitarla. Apretó los ojos con fuerza y respiró profundamente.

—Ya, Jules, no creo que a Daryl le gustaría verte llorar de esta forma por él. ¿Por qué estás aquí, tan lejos?

Se separaron y recién allí se dio cuenta de que había mojado a la muchacha.

—No creímos conveniente acercarnos, ya sabes… Tenía miedo que me echaran a patadas o algo así. —Liv apretó los labios sabiendo que su hermana mayor muy probablemente lo habría hecho. Sin esperar respuesta Juliet continuó—, voy a esperar a que todos se vayan, quiero despedirme de él. —Nuevas lágrimas aparecieron en su rostro y como si las palabras de Olivia hubiesen servido para remover algo en su mente, se las secó con el dorso de la mano.

Mientras las dos muchachas conversaban, James estudió a la recién llegada.  La recordaba entonces, nunca habían hablado antes, pero sabía que Cooper Gardiner, tenía tres hijos. Había conocido a Ruby en el colegio puesto que era un año menor que él, y también conocía a Daryl por todo lo que Juliet le contaba. Pero a la hermana faltante, a la del medio, la había cruzado solo unas pocas veces en la calle y tal vez en el mercado.

Vivían en un pueblo muy pequeño, donde era imposible no haberse cruzado con alguien aunque solo fuese una vez. Pero él había estado lejos tantos años que no era de extrañar que hubiese olvidado la mayoría de las caras y los nombres.

A pesar de estar completamente mojada, con el cabello desprendiendo agua a chorros, el delineador negro corrido por todo su rostro, era incapaz de ocultar su belleza. Aunque muy diferente a su hermana Ruby, reconoció James. En verdad, ellas difícilmente podían pasar cómo hermanas.

Ruby era pelirroja, su cabello tenía el color del fuego y eso no era exagerar. Además de que sus ojos eran celestes y su cuerpo poseía unas llamativas curvas. A diferencia de ella, la que tenía frente a él, que tenía cabello castaño oscuro y parecía que sus ojos eran marrones. Con el vestido mojado, que se le ceñía aún más, podía apreciar su diminuta figura, pero nada de lo que veía le resultaba desagradable, al contrario, podría observarla por horas deleitándose con su cuerpo.

Un trueno hizo que bajara a la tierra. ¿Qué le ocurría? Era bueno que ella estuviese consolando a su hermana, porque de otra forma pensaría que era un depravado. Pestañó y dio un paso adelante.

Juliet no lo había presentado y la entendía.

Al tenerlo más cerca, la castaña pareció notar su presencia y lo miró por primera vez. Directamente a él.

—Oh, lo siento. Este en mi hermano James —dijo la rubia recordando a su hermano cuando lo tuvo más cerca—. James, ella es Olivia.

Olivia intentó sonreír, pero solo logró hacer una mueca con sus labios. Estaba tiritando, lo notó cuando sus dientes chocaron entre sí al curvar los labios.

—Permita que le de mis condolencias, señorita Gardiner —dijo el hermano de Juliet y con cierta precaución le tomó ambas manos entre las suyas dándole un suave apretón.

Oh Dios, ella lo comprendía. De seguro estaba pensando que en cualquier momento ella le soltaría una larga lista de maldiciones, como cualquier otro miembro de su familia lo habría hecho sin dudarlo. Lo culparía a él y a todos los Johnson de la muerte de Daryl y declararían una guerra para vengarlo.

Liv era distinta, ella soñaba con que algún día esa estúpida rivalidad terminase y pudiesen vivir en paz.

—Gra… Gracias —balbuceó con sus dientes castañeando—. Yo siento que… tengan que estar aquí… Lejos de todos —inhaló profundamente antes de seguir. Tenía que conseguir terminar una frase, debía verse patética tartamudeando—. De verdad lo siento.

James arrugó la frente. A esa chica loca iba a darle un ataque enfrente de ellos. ¿Por qué no tenía siquiera un abrigo?

Soltándole las manos se quitó el suyo y sin pedir permiso se lo pasó por sobre los hombros.

—Vas a pescar mucho más que un resfriado si sigues así —dijo a modo de respuesta a esos enormes ojos que lo observaban sorprendido.

—¿Qué hay de ti?

Sacudió la cabeza a ambos lados.  —Estoy bien, tú lo necesitas más.

—Gracias —susurró la castaña aferrándose con más fuerza al saco de abrigo.

—Parece que todos se están marchando —murmuró Juliet.

Y sí, ella estaba en lo cierto. A más de diez metros, por el camino contrario al que habían ingresado cargando el ataúd, todos abandonaban el lugar. Olivia pudo distinguir a su hermana que caminaba abrazada a su esposo, Robin. Ella seguía llorando de forma inconsolable, era visible a pesar del paraguas que los cubría.

Y se suponía que ellos eran su transporte, pero no iba a acercarse a Ruby en ese estado, no quería oír más gritos, no podía soportar otro chillido. Su cabeza explotaría si lo hacía.

Caminaría hasta su casa, decidió. Solo eran unos tres kilómetros desde el cementerio y no le molestaba caminar en absoluto.

—¿Quieres que te acompañe? —Preguntó a Juliet cuando todos estuvieron lejos de su vista.

—Yo —comenzó con un poco de temor dando un paso hacia delante—. Prefiero tener un momento de privacidad, si no les importa.

Ambos asintieron y la dejaron marcharse bajo la lluvia que no había cesado. Una vez fuera del resguardo del techo, abrió un paraguas negro y caminó con lentitud hacia el pozo que todavía estaba abierto.

James observó a su hermana por un corto periodo de tiempo y bajó la vista hacía quien tenía su chaqueta. Olivia tenía la vista fija en Jules, había dejado de tiritar y continuaba con el saco solo colocado sobre los hombros.

—Deberías pasar los brazos por las mangas —pronunció el pensamiento en voz alta sobresaltando a su compañía que se giró para verlo. Ella tenía que levantar la barbilla para encontrarse con sus ojos puesto que su cabeza le llegaba solo hasta los hombros—. Tienes que mantener el cuerpo caliente.

—Voy a enfermarme de todos modos. Lo sé —respondió como si estuviese hablando para sí misma—. Anoche corrí hasta el hospital en pijamas. No pensé en el frío hasta que tuve que regresar a casa por la madrugada.

Suspiró pensando en el terror y la desesperación que la había invadido cuando recibió la llamada de la enfermera.

—Lo siento mucho Olivia. —Volvió a repetir, esa vez, utilizando su nombre de pila.

Liv negó con la cabeza.

—¿Cómo está Fredric? Espero que no tenga nada grave. Pregunté en el hospital, pero nadie quiso decirme nada. Supongo que es por mi apellido.

James la estudió unos segundos evaluando en su mente si acababa de oír bien. ¿Estaba ella preguntándole por Fredric, su hermano menor, el que había golpeado hasta dejar inconsciente a Daryl?

—Tiene unos cuantos golpes, un par de costillas rotas, nada grave.

—Me alegra oír eso —Por primera vez pudo sonreír.

Un incómodo silencio se formó a su alrededor y ambos voltearon a ver como Juliet soltaba todo su llanto agachada al lado de la fosa. James amagó con ir a buscarla, pero Liv lo detuvo sujetando su brazo.

—Déjala, tiene que desahogarse. Es mejor así y no que se trague todo el dolor.

—Como tú lo haces —musitó sin poder contenerse—. Te vi apretar los ojos cuando abrazaste a mi hermana, deberías seguir tu propio consejo, Olivia —agregó cuando la chica lo miró atónita—. Es razonable que lo hagas, nadie va a juzgarte.

Ella soltó una risa irónica.

—¿Eso crees? ¿En este pueblo? Se nota que has pasado un largo tiempo fuera, has olvidado lo que es vivir aquí.

—No voy a negarte eso, pero ¿acaso te importa?

—Tengo que vivir aquí, James. —¿Cómo él, de entre todas las personas iba a entenderlo? Sabía que James se había marchado al exterior, si su memoria no fallaba, siete años atrás, después de graduarse. Ella era una niña, pero era difícil no saberlo cuando todo el pueblo había hablado de ello. También sabía que había regresado dos días atrás y parecía que iba a quedarse por un prolongado tiempo a ayudar a su padre en los negocios.

— ¿No te gustan los chismes sobre ti?

—La mayoría me da igual, pero algunos me lastiman. Las personas pueden ser muy crueles.

No se dijeron otra palabra hasta que Juliet regresó y caminaron hasta la salida, los tres juntos debajo de los dos paraguas. Fue allí donde Olivia intentó quitarse el abrigo y devolverlo a su dueño, pero él la miró como si le hubiese salido una segunda nariz.

—No se te ocurra quitártela hasta que no estés en un lugar cálido. Sería peor que si no hubieses usado nada.

Sí, no iba a negarlo. Estaba en lo cierto. Iba a necesitarla para caminar las treinta cuadras.

—Gracias. Te la regresaré en cuanto me recupere de la gripe que sé que voy a pescar.

Él sonrió mostrando sus perfectos dientes blancos.

—¿Dónde está tu coche? —Preguntó mirando hacia todos lados.

—Oh, no. Yo caminaré. Mi cuñado me trajo, pero cuando se fueron Ruby seguía llorando tanto que preferí mantenerme lejos.

—Te llevaremos —propuso al instante.

—Sí —coincidió Jules—. No ha parado de llover, Liv. Y hace frío.

—Me gusta caminar, y me gusta la lluvia. Puedo andar, pero se los agradezco. —Se apresuró a agregar.  Si su padre la veía llegar en el coche de uno de los Johnson, armaría el escándalo que ella no estaba dispuesta a soportar.

—Insisto. —La voz de James sonó dura y demandante, no tomaría un no por respuesta, no importaba cuanto luchara.

Solo le quedaba rezar para que Cooper Gardiner no estuviese cerca de la ventana cuando llegasen.

                                                                       ***

Liv miró por la ventanilla del auto, hundiéndose en la butaca, disfrutando el calor de la calefacción interna. Se volteó para ver al conductor, y pensó en lo amable que había sido, lo bien que la estaba tratando. Muy distinto había sido el primo de James años atrás, y muy tonta había sido ella para creer en sus mentiras.

Pero algo le decía que quien tenía delante era distinto. Así cómo Juliet, era una persona en la que podría confiar. Porque ellos estaban más allá de la ignorancia de las dos familias, de la brutal competencia que parecía no tener fin.

Y todo por unas cerezas…

Ese era el tema principal del enfrentamiento. Las cerezas.

Desde hacía ya tres siglos, los Johnson y los Gardiner habían tenido riñas por los campos de cerezos y su mercadeo. Según había oído, una vez, hacía ya demasiado tiempo, el terreno en el que se cultivaban había sido solo uno, por lo que toda la plantación tenía la misma calidad. No había ni superiores ni inferiores.

Las tierras eran linderas y solo las separaba un camino que terminaba con la extensión de los terrenos. Un camino que no pertenecía a ninguna de las dos familias, pero que ambas reclamaban como propio.

Pero las causas originales ya ni eran importantes. Estaba segura de que nadie las recordaba a la hora de protestar sobre el otro. El odio había sido inculcado de generación en generación y lo único que todos sabían era que se odiaban, que tenían que maldecir, humillar y molestar a cualquiera de los miembros del lado contrario.

Olivia pensó que ya se había llegado muy lejos. La muerte estaba fuera de los límites tolerables. Y no podía culpar al hermano de James y Juliet. Tampoco había sido su culpa, él seguía el ejemplo de sus antepasados, que a su vez seguían el de los suyos.

Y era hora de acabar con esa payasada. Ella se encargaría de eso, no importaba cómo, lo haría. Esa sería su misión, costase lo que costase.

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