DINASTÍA

By JLTT16

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Tras los hechos de los sucesos que pusieron las cosas en nuevo tablero con un jugador más en la línea. Monica... More

𝒜 𝓂𝒾𝓈 𝓁𝑒𝒸𝓉𝑜𝓇𝑒𝓈...
𝒟𝒾𝓃𝒶𝓈𝓉𝒾𝒶
ANTNICA
EDAD ROJA
CAPITULO 1 - MONICA
CAPITULO 2 - DOS AÑOS DESPUES
CAPITULO 3 - VUELTA DE PAGINA
CAPITULO 4 - DOLHA
CAPITULO 5 - INCENTIVO
CAPITULO 6 - PURPURA
CAPITULO 7 - 2
CAPITULO 8 - HAUNTED
CAPITULO 8 - pt. 2
CAPITULO 9 - DRAGOSTE
CAPITULO 10 - AFRONTAR
CAPITULO 11 - INSTINTO
CAPITULO 12- Legătură
CAPITULO 13 - ESTRAGOS
CAPITULO 14 - REUNIUNE
CAPITULO 15 - Heredar
CAPITULO 16 - EL PESO DE LAS PALABRAS
CAPITULO 17 - REFLEXION
CAPITULO 18
CAPITULO 19 - HIJOS DE LA TIERRA
CAPITULO 20 - ANZUELO
CAPITULO 21 - 14 DE FEBRERO
CAPITULO 21 - PT.2
CAPITULO 22 - REALIDAD
CAPITULO 23
CAPITULO 24 - PARIS
CAPITULO 25 - EN LA MIRA
Capitulo 26 - TERMINAL
CAPITULO 27 - DUELO
CAPITULO 28 - ACEPTACIÓN
Escena extra - COMIENZO DE BROWN
CAPITULO 29 - WILLIAM
CAPITULO 30 - HACER HABLAR
CAPITULO 31 - EL CARIBE
Escena extra - ANTONIO
CAPITULO 32 - 28/04
CAPITULO 33
CAPITULO 34 - FUERA MASCARAS
CAPITULO 35 - CON INTENSIDAD
CAPITULO 36 - UN TEPES MAS
CAPITULO 37 - FORBIDDEN
CAPITULO 38
CAPITULO 39
CAPITULO 40 - RELOJ
CAPITULO 41 - LA ISLA
CAPITULO 42 - LA ISLA PT. 2
CAPITULO 43 - NIÑAS MALAS
CAPITULO 44 - A ESPALDAS
CAPITULO 45 - ACUERDOS A LA MALA
CAPITULO 47 - CONSTANTIN TEPES
CAPITULO 48 - UN PAR DE SOMBRAS
CAPITULO 49
CAPITULO 50
CAPITULO 51 - CORRER A TI
CAPITULO 52

CAPITULO 46

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By JLTT16

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La noche más larga

Monica

En un cerrar de ojos el destello rubio cambia de rumbo en el camino poniéndome trabas para despistarme o retrasarme y la lluvia se detiene, mi visión me permite ver en medio de la oscuridad ya qué hay muchas lámparas descompuestas y el sonido de su acelerado corazón junto con su olor, es más que suficiente para saber dónde está.

Dylan es bastante ágil saltando y corriendo, pero no estoy dispuesta a rendirme y por ello, salto la barda del callejón cuando él ya ha trepado a una nueva azotea.

—¡Si al menos tienes algo de memoria por los viejos tiempos, detente! —exclamó frenándome en seco, no quiero alargar una persecución en la que metros atrás, pude alcanzarlo sin problemas y acabar con esto— ¡al menos por eso, porque yo si tengo la decencia de recordarlos!

Lo veo detenerse y dudar de eso. Mentiría si dijera que no me duele, que es duro darme cuenta que llegamos a ser dos completos desconocidos cuando en el pasado fuimos amigos, colegas y estuvimos juntos en tantos momentos.

Jeyssel, Dylan, Marcos y Kya. Los cinco éramos tan unidos y todos esos recuerdos se desmoronaron, hasta en ocasiones pienso que no fueron reales, que ellos solo fueron una cruel ilusión en mi vida y que jamás tendremos oportunidad de cruzarnos palabras o yo verles de nuevo de frente, porque si, a la mala tuve que olvidarme de ellos, de romper conexiones y contacto.

—¡Duele joder! —me deshago— ¡Duele una mierda saber que jamás podremos volver atrás!, pero no es mi culpa Dylan, ¡No lo es!

Aun dándome la espalda, sus manos se abren y sus hombros se elevan.

—¡Yo no lo elegí! —me apunto a mí misma— ¿entiendes?, ¡pero no tuve elección y supongo que tú tampoco!, y pese a todas esas mierdas que dividen nuestros mundos ¡las estoy haciendo de lado! Así que... ¡no seas un maldito cobarde y ten el valor de darme la cara!

Toda la presión es agobiante y el que mi cuerpo tiemble me grita que en cualquier momento puede detonar e imploro que ese momento jamás llegue, porque no quiero volver a verme en el suelo, no quiero volver a sentirme miserable. Por el contrario, trago grueso y me muerdo la lengua si es necesario, pero nunca más voy a topar fondo de nuevo.

—¡Maldita sea Dylan! —gritó con más fuerza rasgando mis encías cuando mis colmillos se alargan — ¡veme a la cara porque también fui tu amiga! —acompasó mi respiración alterada— Jeyssel también es mi mejor amigo como el tuyo y me estoy volviendo loca no saber nada de él. Lo necesito, necesito saber que está bien o voy a...

Mi cabello húmedo cae en mi rostro y apuñalo los párpados golpeando el contenedor de basura. Tiro de los mechones buscando tranquilizarme porque soy un tornado de frustración e ira y lentamente él se gira con las cejas decaídas.

Su manzana de Adán se mueve cuando pasa saliva y humecta sus labios parpadeando varias veces. Respira hondo debatiendo y me encara, entreabre los labios tomando una bocanada de aire y después de tanto tiempo, nos vemos fijamente notando esas diferencias como nunca antes, haciendo presentes nuestras realidades que no elegimos, pero nacimos en ellas y llegó el momento de pronunciarlas.

—Harlem Upper 36 —musita y parpadeo relajándome— no deberías ir... —hace una pausa con duda— no te aseguro que el dueño te permita siquiera pisar el umbral de su puerta sin que te dispare.

Memorizo la dirección ubicando el barrio en Manhattan.

—Suerte, Clare —sin responderle, se marcha con la misma velocidad y en segundos, dejó de escuchar el sonido de su corazón y presenciar su olor.

—Harlem Upper 36, Manhattan —repito— no estoy lejos...

Regreso por donde vine acelerando el paso y me toma solo minutos reunirme con los demás, Antonio está sentado sobre sus talones examinando el cuerpo del vampiro que arrolló Beniel y conversa con Ethan respecto a eso.

—Quizá solo eran algunos humanos de la calle que no estaban vacunados y con el ataque se presentó esto —opina Ethan mirándome llegar.

—Aun así es inusual —Antonio toca la sangre de la bestia y la huele, tan oscura y nauseabunda que acelera su proceso de descomposición bastante rápido para soltar tal peste— el gobierno de los humanos se asegura que todos, hasta el más mínimo pordiosero, tenga la vacuna para evitar esto.

—Bueno, dada la situación de los últimos acontecimientos, dudo mucho que las figuras de poder de los humanos estén bastante entregadas a esta responsabilidad —mencionó y mis ojos se mueven hacia Maze quien inspecciona el perímetro bastante despreocupada, ajena a esto.

Antonio sigue el rumbo de mi mirada y parece que se le atraviesa la misma idea. Maze es nuestra amiga y no hemos mencionado nada al respecto de su padre el presidente de EU. Que es un traidor y lo que eso significa, ni siquiera sé cómo lo afrontará o como es que la vamos a librar de eso cuando salga a la luz y haya que pagar el precio.

—No me fio —se levanta Antonio— Ethan, pon a tus hombres a buscar a otros como estos —el padre de Beniel asiente— antes de que pase a mayores.

—Elegiré a los mejores —responde— pondré a Maze al frente.

—¿Tienes algo que hacer para no ir tú mismo? —me entrometo ganándome su atención y cruzo los brazos acercándome.

Se mantiene serio con las manos a los costados y se vuelve lentamente manteniendo el respeto, ante todo.

—No —me responde y me sorprende ver que ha sanado sus heridas por completo.

—Perfecto —entrecierro los ojos— entonces Beltran, mi general va contigo. No queremos números, se necesita eficacia porque lo primero no funciono y son días de toque de queda en los que todos desean desquitarse por sus pérdidas y es prudente que un general tan habilidoso vaya al frente, pero si tienes que ir a otro lugar, te escucho.

—No tengo que ir a ningún lado—asegura bastante tranquilo e inclina la cabeza.

—Bien —lo analizó varios segundos.

Me sigue con la mirada cuando le doy la espalda y Cecilia da la orden a mi gente que se encuentra en la base para prepararse. El padre de Beniel respira hondo juntando los labios y se reúne con Mazzinkin mientras Luca permanece haciendo guardia con Michel, Navil por su parte se acerca a susurrarle a algo a Antonio e ignoro su conversación secreta porque él le presta bastante atención.

Me masajeó el cuello organizando mis cosas por hacer, no puedo esperar otra noche más. Tengo que ir en busca de Jeyssel, porque su ausencia no es normal, por otra parte, continuó pensando en la conversación con Laurie y miro mi palma que momentos atrás corte para pactar algo que arrastrare de por vida o hasta que alguno lo rompa. Acarició la zona a la que le quedó una fina línea que debió cicatrizar sin rastro, sin embargo, se quedó como recordatorio de un trato que no debo olvidar.

Por otra parte, en mi mano izquierda, aun puedo sentir el dolor de aquella otra que me hice años atrás cuando me exilié de Space Wolf justo frente a Henrry y así, me liberé de sus cadenas. Si, renuncie al que fue a mi hogar, pero también me hice libre y nunca lo había pensado así, nunca me había dado cuenta que vivía al antojo de un hombre con el que compartí historia y llegue a querer. Ahora parece un vago recuerdo lo que vi e hice detrás de ese muro con personas que ahora se declaran mis enemigas. Todo ha pasado muy rápido, ahora estoy del otro lado y aquí, solo existe una razón que me hace recordar mi pertenencia.

Antonio me toma del brazo mirando hacia sus amigos que trabajan en lo suyo y me aleja lo más que puede. Nos dirige a la vuelta de un edificio y me acorrala contra la pared tan pronto estamos fuera de la visión de los demás.

—Odio... —espeta con la mandíbula tensa— cuando eres terca, impulsiva y no me escuchas, lo odio de verdad —me preparo para pelear— y heme aquí, dispuesto a aceptar todo eso, pero no que seas tan noble con otros cuando sólo deberías serlo conmigo.

—Otra vez... —me pellizco el puente de la nariz interrumpiéndolo.

—Sabes bien que me pone furioso ver como otros hombres te miran —me recuerda—, pero también enaltece mi ego darme cuenta lo mucho que te desean cuando ya eres mía —suelta sonrojándome de inmediato.

—No seas posesivo...

—No porque el diablo se esté portando bien, significa que deja de ser diablo —me advierte y el calor en mi vientre se enciende al ver sus labios— no te confíes de mi paciencia, amor.

—¿O sea que vas a matar a cualquier hombre que se acerque a hablarme? —ridiculizo— eso es absurdo.

—¿Y cómo no hacerlo si salivan por ti de la misma manera que yo?

—Tú no sabes si él...

—No soy pendejo para no darme cuenta, Monica —acorta el espacio.

—Vienes, me reclamas airosamente como tuya, pero contéstame algo ¿tu serías solo mío?, apegándote a tantas exigencias ¿si yo también te las impusiera?

—Lo seré si eres lo suficientemente valiente para marcar ese territorio, para reclamarme y que sepan que soy tuyo, que te pertenezco —me quedo pasmada en mi sitio.

Esos maquiavélicos ojos inhumanos que solo a mí me parecen tan candentes y sexys, incentivan mis ganas de abalanzarme contra él y acorralarlo para tomarme su boca, mi corazón se ralentiza con latidos fuertes y sonoros con su nueva facilidad del habla y estoy empezando a empecinarme con esta nueva versión, una que no sé de donde saco, pero me está cautivando peligrosamente.

—Pero aun no te atreves —estudia mi cara relamiendo sus labios encendidos, «dios, de verdad quiero lamer esa barba con una larga y deliciosa lamida»—, no te atreves a reclamarme porque te da miedo cruzar esa línea en la que has estado jugando conmigo sin comprometerte demasiado.

Escucho unos pasos aproximarse, pero se mantiene firme, incluso ¿algo dolido ante esa confesión?, es posible.

—Yo también estuve bastante tiempo detrás de ti —le recuerdo entonando los ojos— y ahora te toca esperar. Lo mereces, Antonio. No me hagas nombrar los "por qué".

—¿Y qué harás después de probarme otra vez? Por no decir que te acostaste conmigo aun estando con el—nos señala a ambos— ¿vas a regresar con Roman como si nada hubiese pasado?

Ruedo los ojos soltando el aliento y me aprieto el puente de la nariz por segunda vez—Antonio este no es el momento para sacar a relucir tus celos, si no te has dado cuenta —extiendo el brazo— estamos en un...

—¿Vas a dejar que se meta de nuevo a tu cama cuando ya estuviste conmigo Monica? —exige saber.

Retrocedo con la cabeza frunciendo el cejo —¿Y tú vas a dejar que Ciara regrese a la tuya?

—Monica —Cecilia llega con mi teléfono quitándole la oportunidad a Antonio de responder esa pregunta que tanto me hice en el camino— es importante que atiendas esta llamada.

Me pasa el teléfono y su mirada se posa en Antonio seguido de mí, disculpándose por interrumpir la calurosa conversación.

—Gracias —me lo llevo a la oreja antes de ver el número y me alejo de Antonio— ¿Will?

—Se complicó —espeta congelándome los pies— tienes que venir, está agonizando...

—Voy para allá, trasládalo rápido —cuelgo y al ver la mirada de Antonio, supongo ha escuchado todo.

No le doy explicaciones y con rapidez regreso con nuestros amigos pidiéndole las llaves de la motocicleta a Eisak, pero Antonio me prohíbe el paso interfiriendo.

—Muévete —advierto con los colmillos rasgándome la lengua, mi humor se ha descompuesto y mi voz grotesca tensa a todos— no intentes...

—Yo te llevo —pide las llaves extendiendo la mano y el semblante me cambia con rapidez.

Descuelgo la mandíbula desorbitando los ojos, porque pensé que me impediría ir a verlos o decir algo típico de Antonio Barcsay, pero por el contrario se ha ofrecido a acompañarme y era lo último que esperaba, tanto que tengo que parpadear varias veces.

—¿Qué hay de ellos? Tienes que quedarte porque...

—Yo te llevo —respira hondo antes de repetir por segunda y última vez, es lo más que puede ofrecer su flexibilidad conmigo y lo sé. Una tercera es imposible, todo con él al parecer son dos veces como límite.

Estudio su rostro tranquilo y simplemente no me la creo ¿él de verdad está haciendo esto? incluso Cecilia se ha quedado estupefacta con la boca abierta. Miro abajo hacia su mano extendida ante mí y entonces accedo, le entrego las llaves.

Se trepa a la motocicleta dándome un casco y me lo coloco subiendo al igual que él, la enciende arrancando con afán y abrazo su cintura poniendo los pies en los estribos. Atrás dejamos un par de miradas confusas de nuestros amigos y desde mi teléfono comienzo a monitorear la ubicación de William.

Yo no puedo a entrar a Space Wolf, plantarme allí sería lo peor que podría hacer y aunque me pese que Antonio se entere de la propiedad que les otorgue para nuestros encuentros, no tiene derecho a decir ni una sola palabra al respecto. Aunque creo que perderán confidencialidad todas las cosas que me he esmerado en ocultar, aunque viéndolo por otro lado, no es estúpido y ese es mi mayor error. Subestimarlo creyendo que puedo taparle el sol con un dedo.

El que tome el rumbo sin necesidad de que yo le guíe, me lo deja más que claro, pero lo que más me incomoda, es que jamás haya dicho nada al respecto. ¿De verdad me he visto tan tonta jugando a las escondidas a su espalda? Sí, creo que sí. Puedo mentirles y venderles lo que yo quiera a los demás, pero no a Antonio. No al único que me conoce perfectamente por dentro y por fuera, no a la persona que mira detrás de mis ojos si quiere.

Nos toma una dolorosa hora llegar a la residencia privada, las puertas de esta se abren manteniendo la fachada por la cual elegí este lugar al que podría llegar a considerar uno bastante tranquilo porque las personas que viven en esta cima, son de un nivel social bastante alto como para permanecer todo el tiempo en sus casas ya que viven viajando.

—Al fondo —indicó y continúa.

Siento su cuerpo demasiado tenso, no quiere estar aquí y eso es obvio. Yo tampoco deseo que lo esté y ahora que lo razono ¿qué mierda estaba pensando? Antonio y licántropos. Mala idea, una bastante mala que terminara fatal, pero si sigue teniendo una pizca de esa tranquilidad impresionante que ahora maneja, espero la utilice solo para no decir nada y mantenerse lejos.

Apenas pisamos la cochera, salto de la motocicleta quitándome el casco y me encamino hacia la entrada de la casa, pero antes de entrar, me vuelvo hacia Antonio. Con solo apretar el manubrio y permanecer sentado, me deja en claro que no va a entrar y asiento abriendo la puerta dejándolo quedarse.

El olor de la sangre me traslada a la sala donde Will y Valka intentan clamar a mi padre que ha empezado a convulsionar arrojando espuma plateada por la boca.

—¡Papá! —corro asustándome con su estado, la herida de bala está en su pectoral izquierdo y la infección es horrible, la piel se ha tornado plateada y se expande hacia su cuello— no, no, no.

Aparto a mi madre quien llora desesperada y William me ayuda a colocarlo de lado cuando cae al suelo.

—Es la tercera vez que sucede —me explica Will sosteniendo su cabeza.

—¿En cuánto tiempo? —exclamó y mi hermano traga saliva— ¡William! ¡¿En cuánto tiempo?!

—Las últimas seis horas —confiesa mi madre deteniendo una compresa contra la herida— la fiebre lo ha tumbado.

Tantas cosas se me ocurren por reprochar y pese a eso, me contengo el arrebato. Toco el rostro del hombre que me salvo y crio, mientras mi pecho se contrae lleno de miedo al verlo en ese estado.

—Papá —lo llamo— papá...

Los temblores disminuyen pasando el ataque y lo incitamos a escupir lo que escurre de su boca. Voy notando los detalles al reparar su aspecto y la realidad me azota gritándome que llegue tarde, que es peor de lo que llegue a pensar y la mirada de William y la mía se cruzan pensando exactamente lo mismo.

—Está ardiendo —mis ojos se tornan llorosos y me muerdo la lengua aferrándome con garras a su vida cuando me la están intentando arrebatar— ¡trae más compresas frías!

William se levanta cediéndome el lugar y sostengo la cabeza de John viéndolo resistirse ante el dolor.

—Ayúdame a levantarlo —pido a Valka y ambos lo regresamos al sofá.

Su respiración es irregular y suda a causa de la fiebre. Entre más reparó la herida, más coraje nace hacia Silas. William trae las compresas y comienzo a colocarlas en su cuerpo.

Vuelvo tomar aire cuando los temblores se detienen y sus ojos se mueven por debajo de los párpados, su inconsciencia le impide abrirlos. William vuelve a remojar las toallas en un balde con agua fría ya que pierden la temperatura con facilidad y Valka continúa untando ungüento de Nym en su herida que no demuestra ni demostrará mejora, por el contrario, empeorará cada que se expande ya que no tiene comienzo de cicatrización y el veneno ya ha está alcanzando su corazón.

Los tres permanecemos a su alrededor y solo cuando vuelve a respirar con regularidad después de minutos, nos levantamos dirigiéndonos a la cocina adonde Valka corre ya que tiene la barra llena de medidas que han fracasado, sin embargo, su afán por triturar las hiervas y mezclar cosas, nos hace trizas a William y a mí.

—Necesito más hojas —exige ella— William, ve por más, no tengo suficientes y creo que hará mas efecto si de las damos a beber...

Tiembla rompiendo frascos en el proceso por hace un té y mi hermano no se mueve de su sitio, la observa con los hombros moviéndose al compás de su respiración.

—William —nuestra madre se vuelve en nuestra dirección llorando—¡¿Qué estas haciendo ahí?! ¡te he dicho que necesito más hojas!

El niega lentamente contrayendo la mandíbula— mama...

—¡No! —Valka nos grita— ¡No voy a dejar de intentarlo! —me destroza por dentro ver como tiembla y llora desesperada— ¡es mi esposo! ¡es tu padre William! —su voz se desgarra— ¡ayúdame a salvarlo!

—¡El Nym no está haciendo nada! —Will sostiene de los brazos a Valka— tienes que aceptarlo.

—No... —continúa negando con un rio de lágrimas en sus mejillas.

—Y no lo hará —musito ganándome su atención.

—¡Tienes que decirme dónde encontrarlo! —se me acerca mi madre llorando, zafándose de las manos de William— dime donde...

Ahora ella me toma a mí con su rostro aferrado a una tenue luz de esperanza y niego apagando esa chispa—Silas no es una opción, madre —espeto.

—¡Él está muriendo! —me grita y Will la toma de los hombros— ¡está muriendo y no voy a quedarme sin hacerlo todo por él! ¡también es tu padre Clarissa!

—¡Y yo no voy a mandarte a otra tumba! —exclamó y me limpio las lágrimas que se deslizan por mis mejillas— ¡No va a darte ninguna cura porque no existe!

—Tiene que haberla... tiene que tenerla.

—Si tan solo me hubieran dicho... —mis parpados tiemblan y mis fosas nasales se expanden mirándolos a mabos— si ustedes me hubieran dicho la verdad... que la bala era de plata.

—No lo dijo —revela Will— él nos mostró una bala de fusil común y corriente y sano.

El dolor en la cara de William decae mis hombros y apúñalo los parpados.

—Y le creímos —su mandíbula se tensa— lo hicimos porque vimos esa herida cerrar, hasta al día siguiente que continuaba mostrándose mal y no permitió que nadie lo revisara de nuevo, aseguraba que era momentáneo hasta que empeoró.

—No era un fusil —mi voz sale temblorosa desde mi garganta — sabía perfectamente que era plata y lo que le iba a pasar William y no lo dijo, —hago una pausa tomando una bocanada de aire— estaba consciente de que no existía remedio.

Mi madre abraza a William desmoronándose y este la abraza siendo bastante fuerte para no quebrarse, aunque sus ojos verdes se enrojecen conteniendo el llanto. Me muevo a la ventana cruzando los brazos y cierro los ojos pasando el sabor amargo, yo no puedo hacer nada, no puedo salvarlo, porque darle mi sangre como lo hice con Jess, es envenenarlo y matarlo más rápido.

Es casi improbable que los cazadores posean un antídoto para el envenenamiento por plata y si lo tuvieran, sería demasiado tarde. El Nym pudo haber absorbido gran parte de la plata, pero no la infección que está causó que se extendiera con rapidez. Silas no me daría nada, ellos no se dedican a salvar, lo suyo es matar.

William sienta a nuestra madre en una silla sin soltarla mientras yo me miro a mi misma en mi reflejo contra el vidrio viviendo una de mis peores pesadillas. Perder a uno de ellos. Crecí valorando lo que tenía, la suerte que había alcanzó al tener una segunda oportunidad y mi mente me manda a recordar esa fría noche que aún siento como puede calarme los huesos y entumecerme los músculos porque creí que iba a morir, pasé noches enteras vagando en medio de la nieve sin encontrarme a absolutamente nadie, hasta ese último momento en el que mis rodillas tocaron la nieve y entonces vi esa luz de linterna acercándose.

Sentí que estaba alucinando, que mis delirios se habían vuelto realistas y que el sonido de aquellos pasos los estaba imaginando, pero después vino su voz como un nuevo rayo de esperanza. John llegó antes de que cerrara los ojos definitivamente y lo que vino después, fue mucho mejor, porque me enseñó lo que era tener una familia, me enseñó lo que era ser amada y amar, que pese a lo diferentes que éramos, al final de todo yo era su familia y ellos la mía.

Cuido de mí, velo por mí y me dio una segunda oportunidad. Me hizo feliz y se encargó de que llegase a olvidar por largos momentos la manera en que me había conocido, se encargó de que olvidara la tristeza que aún me carcomía por dentro. Lleno de la mejor manera ese vacío que seguía persiguiéndome. Con orgullo le dio su apellido a una desconocida y no permitía que nadie dijera que yo no era una Scott.

Impulso mis sueños, me dio humanismo e hizo un buen trabajo con ello, porque alrededor de casi tres años he sufrido cambios constantes que me han quitado y añadido, pero no lo que él me implantó. Quizá después de todo yo aún sigo portando su apellido con orgullo y seguiré llevando el nombre que me eligió. No espero que nadie lo entienda, con saberlo yo es más que suficiente.

Muchas veces Fallon me dijo que ninguno de nosotros debe llorar ante nadie, un sangre pura jamás se quiebra ante nada, porque si no damos el poder al revelar nuestra vulnerabilidad, jamás podrán subir a nuestro escalón en la cima y ella era el ejemplo de una frente en alto. Por ello me permito lidiar mi llanto en silencio, viéndome a mí misma en el reflejo.

Lo que no mencione, es que Constantin también me dijo algo que mantengo muy presente y es: que existen personas excepcionales por las que vale la pena mostrar vulnerabilidad, hablo de aquellas que jamás la utilizarían en nuestra contra para lastimarnos y yo, lo vi de primera mano. Mi padre era el hombre más noble que conocí, su gracia y sonrisa no tenían precio cuando eras parte de su excepción. Ante mi madre y a mí, podía ser vulnerable, él sabía que estaba a salvo.

Inconscientemente cuando conocí a Jhon, pude también encontrar esa gracia y nobleza que me daban familiaridad y el ahora saber que lo estoy perdiendo, me abre devuelta ese agujero por el que se me escapa y no puedo retener. Así que no me importa llorar su despedida, no me importa tener humanidad.

***

Un grito nos deja helados y alzamos la mirada en dirección a la sala. Soy la primera en correr y me freno en seco mirando a Antonio de pie junto al cuerpo de John con la mano dentro de su cuerpo literalmente.

La imagen es tan repentina que entró en shock sin poder asimilar lo que mis ojos están viendo. Antonio saca la mano envuelta en fuego y por su piel escurre un líquido negro mientras mi padre se aferra a su ropa retorciéndose del dolor, gritando con todo lo que tiene.

Pese a eso, Antonio no se tienta, por el contrario, presiona la herida que comienza a quemar a carne viva y las llamas se alzan desencadenando un horrible olor y corro apartando a Antonio.

—¡Detente! —me alarmó pensando lo peor, que ha usado su momento más susceptible para librarse de el— ¡¿Qué has hecho?!

Antonio entona la mirada con indiferencia y prestó atención a la herida de John y lo que saco. William se acerca al igual que Valka mientras quedó intermedia para que no se inicie una pelea, pero al ver la herida comenzar a cerrarse a causa del fuego que cauteriza las salidas de sangre, todos nos quedamos quietos observando sin poder entenderlo.

John comienza a sanar y bastante rápido, parpadea jadeando hasta que la flama se minimiza y mi madre lo abraza mientras que William sostiene su mano inspeccionándolo más a fondo. Ignoro el llanto de mi madre y me giro hacia Antonio con los ojos bastante abiertos.

No explica nada al respecto, simplemente me observa con esa misma seriedad característica porque no le ha agradado para nada lo que acaba de hacer. Literalmente ha extinguido la infección, ha hecho un acto que ni el mismo asimila y por dentro puedo escuchar esa muralla de orgullo infinito que carga, sufrir grietas; largas grietas que aún no colapsan, pero dejó de ser impenetrable.

—Por qué... —un sollozo abandona mi garganta y mientras mis cejas se juntan con confusión. No puedo accionar, mi mente es un lio de preguntas e imágenes que me cuestan asimilar.

Su mano limpia se dirige lentamente a mi rostro para limpiar las lágrimas que escurren por mis mejillas y me estremezco con los ojos bien abiertos, aun estupefacta con las rodillas temblorosas. Sollozo como una niña ante él y le lloro, implorando una explicación que apacigüe mi dolor o me abra los ojos para no caer de vuelta al precipicio de sus pies.

—¿Aún sigues dudando que no haría cualquier cosa por ti?

Otro temblor se toma mi tórax y barbilla, mis labios se arrugan bajo su cálido contacto al que me inclinó recibiendo. No sé qué va a ser de mí, pero no importa cuánto haga para arrancármelo de raíz, el siempre buscara la manera de implantarse más profundo en mis entrañas y si me va a tomar como una brasa, quiero incendiarme por su mano, quiero hacerme cenizas en sus brazos, quiero arder en medio del caos de su nombre que puedo jadear toda la eternidad.

Baja la mano cuando los tres pares de ojos verdes a mi espalda, lo miran con duda, sin poder elegir qué sentir. Agradecimiento, odio, no lo saben, pero Antonio mantiene su semblante indiferente como siempre y no se contiene al momento de abrir la boca.

—Felicidades familia Scott —suelta— ahora tienen una deuda con este "hijo de perra" que no va a dejar de restregarlos en la cara, esto no fue porque sea caritativo o hipócrita, yo no hago favores sin obtener algo.

John en su debilidad le sostiene la mirada recobrando el aliento.

—Por tu hija es que estas respirando —encara a mi débil, pero consciente padre— porque si ella no estuviera llorando por ti, te habría dejado morir, pero por desgracia te tiene bastante apego, uno que solo me la jode y no puedo arrancarle por más que me esfuerce ¡porque yo no olvido lo que le hicieron, aunque ella perdone!

—Eres un... —murmura con dificultad,

No soy, tu puto yerno "perfecto" con el que ibas a obligar a tu hija a casarse y que por cierto —lo busca en la habitación— ¿dónde está el pendejo? no lo veo velando aquí por ti y tampoco preocupándose de si mueres o no —lo provoca mencionando a Henrry y tocó su pecho para que se detenga— al final le valiste mierda cuando tanto lo alabaste.

—Antonio...

—Y les vuelvo a repetir —los amenaza con odio— ¡no quiero volver a ver que ella derrame otra puta lágrima por ustedes! —Will se pone de pie gruñéndole e intercedo.

—No Will —me sobrepasa quedando a centímetros de Antonio, ambos igual de altos y dotados de grandes músculos.

Antonio lo provoca sonriendo de lado después de que humecta su labio inferior y William le sostiene la mirada, mi hermano jamás se ha acobardado ante nadie y por ello es que vive en conflicto con Henrry, porque el jamas va a poder doblegarlo, William nunca ha sido susceptible a su poder de alfa.

—Reconozco esa colonia —suelta Antonio transformando su semblante, expande sus fosas nasales y Will parpadea flanqueando por un segundo.

Antonio dibuja una sonrisa fastidiosa que me hace arrugas las cejas —que sorpresa.

—Metete en tus asuntos —responde en un gruñido y los ojos de mi hermano se desvían con nerviosismo hacia nosotros antes de acortar la distancia con un paso.

Afuera se escucha el rugido de un motor y Antonio se inclina hacia el sonido, por la ventana vislumbro el ferrari rojo de Beniel e intercambio una última mirada con Antonio antes de que retroceda y se marche por la puerta sin agregar algo más. Doy un paso adelante preguntándome ¿a dónde va?, pero el quejido de John me quita las intenciones y me vuelvo atendiendo a mi padre quien parpadea bastante apenado con nosotros, pero dejo las palabras en el olvido, simplemente me abalanzo sobre él y lo abrazo con la menor fuerza para no lastimarlo.

Tuve miedo de perderlo, no estaba preparada para resignarme a eso. Me separo parpadeando varias veces de rodillas ante el mueble y John me sostiene el rostro dándome una sonrisa para volver a abrazarme con mayor fuerza, hundiendo los dedos en mi cabello y yo mi rostro en el hueco de su cuello. No quiero mas, solo permanecer rodeada con los brazos del hombre que me crío.

—Te quiero papá —susurro.

Me sostiene con más fuerza y cierro los ojos sintiendo sus manos acariciarme. Cuando los abro, me encuentro con la mirada perdida de William, suelta un suspiro de cansancio bastante distraído y cuando nuestros ojos se encuentran, ese verde se enciende revelando unos aros dorados en sus pupilas, solo que esos colores se vuelven a apagar cuando nuestra madre lo llama.

***

En el cómodo sofá duerme Valka con su cabeza apoyada en su mano a medio metro de mi padre quien descansa continuando su recuperación. Ella no quiere separarse de él y cumpliendo su deseo, tomó una de las mantas y cubro su cuerpo de la noche fría. Apago las luces dejando solo una tenue lámpara para que puedan descansar y me reúno con Will quien contempla el jardín con la luna en lo alto.

Se mantiene pensativo con los brazos cruzados, llegó posando una mano en su espalda y opto su misma postura viendo hacia la noche, más allá, corre un canal, un bello arroyo y el sonido el agua fluyendo, es relajante y hermoso.

—Sigo pensando y seguiré diciendo —separa los labios— que no te merece. Que es el hombre más arrogante y soberbio que pudiste toparte.

Inflo mis pulmones aceptando la cruda realidad —pero, no estarás más segura con otra compañía más que en la suya. No importa que haya pasado o pase Clare, sigo siendo un hermano mayor al que nadie le parece suficiente para su hermana, pero el, ira contra todo por ti, incluso contra nosotros si fuera necesario.

—A todos les muestra la peor versión de sí, que puedas imaginarte, pero es más que esto, es más de lo que yo misma llego a comprender.

—Te creo —voltea verme— si fuiste capaz de llegar a amarlo, es por algo. Una razón insólita que nosotros nunca vamos a comprender y por eso vivirá con nuestra antipatía.

—Me está cortejando otra vez —le cuento— yo lo deje, lo abandone e intente algo nuevo con alguien más, que merecía esa oportunidad. Creí que podía dejarlo atrás como a Henrry, pero él es un incendio forestal que se desborda y no se detiene, no se calma fácilmente.

—Si lo hace —afirma y le devuelvo la mirada porque no esperaba esa respuesta— ese fuego andante se aplaca cuando te tiene cerca, cuando mira en tu dirección. Se consume tanto al punto de convertirse en la pequeña flama de un cerillo que te permite poseer entre tus dedos —estudió su cara— tú lo tienes en la mano, pero si lo sueltas, ese pequeño cerillo puede provocar todo un incendio Clare. Solo se necesita una chispa para desencadenar un caos y el un acto de dolor para ahogarlo.

—Por favor no le des puntos... —niego y el nombre de Roman se me atasca en la garganta.

—Jamás le daría tal cosa, solo digo lo que observo —apoya su mano en mi hombro—, pero si tú inquietud es la elección. Recuerda lo que te dije hace años.

Recargo mi cabeza en su hombro recordando la conversación «Estas para elegir, no para que te elijan» fueron sus palabras exactas.

—Ve —suelta y me enderezo— permaneceremos aquí hasta que él se sienta mejor —señala a nuestras espaldas a nuestros padres durmiendo— está fuera de peligro, puedes estar tranquila.

Asiento y me abre los brazos, le doy un último abrazo antes de ir con mis padres.

—Will —menciono dándole la espalda— ten cuidado con quien revelas esos ojos— lo escucho moverse incomodo y entreabrir los labios volviendo la cabeza— yo ya no pertenezco al mismo lugar que tú, pero también crecí allí escuchando y aprendiendo cosas. A menos que no tengas intenciones de reclamar lo que siempre te perteneció, aléjate de Henrry. No confió en él, pero tampoco creo que actúe de la mejor manera si se entera que tiene a su peligro bajo el mismo techo.

—Yo tampoco.

Asiento evocando la conversación con Raven y me marcho hacia la sala principal ubicando a mis padres. Les observo tranquilamente y me voy a sabiendas de que están lejos del peligro. En una casa libre de territorios, un lugar solo suyo.

Antonio dejó las llaves de la motocicleta y me coloco el casco subiendo una pierna. Sin titubear, la enciendo y acelero alejándome de la residencia. Aún no he terminado, me hace falta una parada y no me toma mucho ir a la dirección memorizada, que, si Dylan dijo la verdad, aquí yace lo que busco.

Es uno de los barrios más tranquilos que conozco, también de los más habitables y sus casas son pared con pared. Ubicando la numero 36, me tomo unos minutos para vigilarla, capto el pequeño matiz de olor que mi guía a la propiedad como un hilo que me conecta a Jeyssel y ahora está más claro, entre más cerca estoy, se hace más fuerte y no me quedan dudas de que le está dentro de la esa casa color blanca con ventanas negras y pequeño jardín bastante extenso para bloquear la visión de las ventanas.

Solo una tenue lámpara yace prendida a un costado de la puerta y está parpadea como un corto. No hay ruido al otro lado, aparentemente todo está tranquilo, pero desde Silas, ya no subestimo a los cazadores, porque si, en esa casa. Habita un cazador y puedo olerlo desde esta distancia que guardo, es posible que incluso ya me haya sentido y este a la espera de que me acerque.

No puedo sentir a Jeyssel activo, ese hilo está débil y me angustia imaginar que posiblemente lo tengan capturado a la fuerza o esté herido. Diez minutos dejó transcurrir cuando tomó aire y me animó a acercarme. Fácilmente puedo romper una ventana y entrar sin problema, pero no deseo pelear, por Jeyssel, estoy dispuesta a ceder por las buenas o al menos intentarlo si es que mi temperamento da abasto.

Si ya me olió o no, piso su entrada como cualquier persona. No voy a esconderme, así como tampoco mis intenciones, puesto que no tiene caso. Parada frente a la puerta negra aguardo escuchando, el sonido de la tormenta disfraza muchos sonidos, pero no el de ese Clic que hace el seguro de un revolver cuando quitan el seguro y colocan el dedo en el gatillo mientras gira la el cilindro.

Apenas esquivo la bala antes de escuchar su impacto, aunque no puedo decir lo mismo de mi abrigo que ha sido agujerado. Lo ignoro levantando la cabeza y del otro lado, por fin puedo escuchar esa respiración impresionantemente tranquila, tan sutil y silenciosa para mis oídos sobrenaturales que debe emplear bastante práctica para conseguirla.

Ni un solo temblor o titubeo, quien esté al otro lado de la puerta, posee completo control de su cuerpo y capacidad para los movimientos involuntarios. El latir de su corazón es igual de tranquilo, ni siquiera el disparo logró alterarlo.

—Solo una vez me deje disparar por gusto y eso ya no volverá a ocurrir—hablo manteniendo mi tono de voz pacifico— puedo pasármela esquivando balas hasta que se canse, señor cazador, pero eso no va a evitar que consiga lo que vine a buscar.

Silencio, el cilindro vuelve a girar y me obligo a no apretar los puños. El sabor amargo se instala en mi lengua despertando reflejos natos, tal como sucedió cuando tuve a Silas de frente, es como si su presencia fuera tan desagradable que empuja lo peor de mis entrañas para desaforarla. Con Jeyssel jamás pude sentir tal cosa, pero este rincón, apesta a cazador.

—Dylan Helving me ha dicho que no dudaría en disparar si pisaba su puerta —menciono un nombre familiar— usted no me debe nada y yo tampoco, pero si tiene a la persona que he venido a buscar..., le pido que me deje verlo.

Ni una sola palabra, pero si movimiento corporal dudoso y me pregunto a qué grado llegaría su oposición para dejarme verlo.

—Para estar en su hogar, deduzco lo conoce bien, por lo tanto, esta consiente de que el me pertenece —no me gusta referirme a Jeyssel como un objeto o propiedad, pero si con ello logro dejarle en claro mi finalidad, lo hare— tampoco le recomiendo poner a prueba toda la paciencia que he traído conmigo esta noche.

La puerta comienza a crujir ya que quitan los seguros y retrocedo cuando se abre por completo dejándome ver el hombre detrás de ella. El cilindro del revolver vuelve a girar en la mano del hombre y mantiene el dedo en el gatillo dispuesto a disparar otra vez.

—Tampoco te recomiendo a ti a poner a prueba mi puntería —responde con la mirada bien entonada y acepto la seriedad de sus palabras.

—Solo hace falta un parpadeo para que yo...

Un susurro del crujir del tronco a mi izquierda me despierta los sentidos y aviva las terminaciones nerviosas que incentivan mis reflejos, y cuando mis ojos apenas se mueven en su dirección, vislumbró el destello plateado dirigiéndose en mi dirección con bastante velocidad.

Todo sucede bastante rápido, pero mis dedos detienen el posible impacto del cuchillo directo a mi sien, lanzado por un hombre de melena rubia con mechones teñidos de rojo, sentado sobre la rama del árbol, bastante oculto en la oscuridad.

El metal de su par de aretes en forma de cruces y el rosario en el cuello, brillan tanto como el color gris de sus ojos en el momento en que ubicó su presencia. No me inmuto, por el contrario el, suelta un resoplido orgulloso.

—Siempre quise apuntar hacia un sangre pura —expresa y el oro negro comienza a hacer lo suyo en mi piel, pero no suelto la hoja extremadamente filosa que desencadena unos hilos de sangre empapando mi mano— y jamás imaginé que sería a un mismísimo Tepes.

—Te invito a que lo vuelvas a intentar. Sera la segunda y última —su sonrisa orgullosa se desvanece intercambiándola por la expresión esperada por todos ellos— que suerte la tuya que fuera un Tepes y no un Barcsay —mencionó sin emoción— porque habrías recibido silencio y no está oferta. Al menos conmigo tendrás la hazaña de ir a contarlo y no llevártela bajo tierra.

El tintineo del rosario en su cuello y en medio de la lluvia junto con los demás cuchillos que juega en mano, se mezclan con el de la leve presión del segundo gatillo a mi espalda.

Concentrándome en ese nuevo olor en el aire, me veo rodeada rápidamente de tres cazadores. Frente a mí, un hombre de edad con cabello oscuro lleno de canas y a mi espalda, Dylan, solo se necesitó de un parpadeo para su silenciosa llegada y ahora comprendo porque siempre me pareció tan misterioso por años.

—Ya basta, Daga —espeta Dylan temblando por el frio— baja eso. No inicies una pelea que no puedes ganar y tampoco luchar.

El rubio de mechones rojos a mi izquierda sonríe de medio lado colgando las piernas sobre la rama del árbol y pese a las palabras de Dylan, continúa jugando con los cuchillos en ambas manos de una manera habilidosa y el metal es muy brillante para hacer tanto reflejo o solo a mí me parece cegador e incluso molesto.

—¿Es verdad lo que dice? —el hombre frente a mí se dirige a Dylan— ¿tú la has traído hacia aquí?

—Giles...

—¡No! —reclama— ¡¿En que estabas pensando?! ¡Sabes lo que Silas te haría si se enterara de esto!

—Yo digo que ya se enteró —bufa el tipo al que Dylan ha nombrado como Daga y este apoya un codo en la pierna con su mano en la barbilla mientras la otra sigue girando una cuchilla entre sus dedos.

—Nadie va a saber nada —los tranquiliza Dylan.

—¿Y cómo estás tan seguro de eso? —Daga salta del árbol al suelo y se acerca mientras aún poseo su cuchillo. Este lo repara en mi mano humeando y pese a eso, lo sigo sosteniendo sin apartarle la mirada.

Vuelve a sonreír, pero pasa de decirme algo para enfrentar a Dylan.

—¿Que te asegura que yo no voy a decirle, Dylan?

—¿Quieres hablarle? —lo reta— adelante, ¡ve y dale la espalda a nuestro hermano que necesita de esto para recuperarse!

—No es tal cosa para mí —espeta el chico— para ti si quizá, pero no generalices. Él no es mi responsabilidad.

Dylan baja su arma rodeándome y se va sobre él empujándolo con el tórax hacia atrás y sus frentes se topan mientras ambos endurecen las mandíbulas enfrentándose. Ambos con las chaquetas negras de cuero empapadas y el chico de melena larga, termina empujando a Dylan.

—¡Daga, ya basta! —interfiere Giles alzando la voz— déjate de pendejadas.

—¡Te nubla tu sentimentalismo como siempre! Nada puedes hacer bien—Daga recrimina a Dylan— ¡y olvídate de que voy a mentir si Silas me pregunta algo al respecto!

—¡Oye! —Giles baja los escalones y toma del brazo a Daga— ¡no quiero problemas sobre mi césped! si vas a hacer algo, llévate tu conflicto a otro lado. ¡Esta es mi casa! no de Silas, ¡mi casa, muchacho! y aquí hago lo que me da la gana.

Disgustado sin alternativa se sacude su chaqueta y yo me dejo llevar por el leve jadeo proveniente del interior de la casa. En segundos ya estoy dentro guiándome por el olor a sangre. El corazón me palpita en los oídos cuando encuentro la sala y al fondo, una mesa de metal iluminada por luces blancas. Ignoro el armamento que se cierne en las paredes y me acerco tomando el rostro de Jeyssel.

—Jess... —reparo su aspecto deslizando mi dedo por las vendas que cubren su hombro y descubro las dobles heridas de balas que no cierran y parecen agravadas.

La piel alrededor de los agujeros esta enrojecida y el cuerpo inconsciente de Jeyssel, yace empapado de sudor. Sus ojos se mueven por debajo de sus parpados y sus respiraciones son irregulares.

—No va a despertar —alzo la cabeza con la voz de Dylan— se le dio en un inicio morfina para el dolor y cambiamos la dosis por fentanilo, su cuerpo la procesa bastante rápido, pero le ayuda en el proceso de sanar, aunque...

—Va demasiado lento —observo.

—Si —junta los labios desviando la mirada.

—Tú le disparaste —espeto ocultamente embravecida.

Parpadea tragando salvia y cruza los brazos recargándose en la pared.

—No —suspira— yo no le dispare, Clare —ladea la cabeza— jamás haría eso.

Tamborileo los dedos en la mesa de metal, no puedo llevármelo en ese estado, además de que las cosas están bastante delicadas para involucrarme demasiado. No confió en ellos, así que no me queda otra opción más que dejarlo en manos de Jeyssel.

Me descubro la muñeca y con la hoja del cazador, hago un corte en la arteria para tener mayor cantidad de sangre posible y cuando esta brota, dirijo el chorro de rojo espeso hacia donde están sus heridas. Los demás observan en silencio lo que hago y mantengo toda la presión posible hasta que la herida se cierra.

Al momento en que mi sangre ha impactado contra las heridas de Jeyssel, el proceso de curación se acelera actuando con normalidad. Tomo su cabeza después de hacer un segundo corte y presiono mi muñeca contra su boca. Sus labios comienzan a succionar por reflejo, pero lo hacen bastante débil como para mantener la sangre fluyendo.

—Es asqueroso —suelta el cazador de mechones rojos y lo ignoro.

A mi izquierda comienza a parpadear una luz roja en un mapa satelital proyectado en la pantalla y Giles se acerca a teclear activando cámaras en toda la manzana.

—Jassia se acerca —dice en voz alta.

—Tienes que irte ya —Dylan se altera acercándose en lo que dejo caer con cuidado la cabeza de Jeyssel— rápido.

—O si quieres puedes tardarte otros minutos —sugiere el otro cazador de los cuchillos.

Como lo dije antes, ellos no me deben nada y yo tampoco, por ello sin mediar una palabra más, me encamino a la puerta bajo sus miradas y me detengo en la entrada del pasillo mostrando el cuchillo del cazador que me lo lanzo, mismo que sigue esperando a que se lo devuelva.

Tomo el mago reparando las incrustaciones rojas y el símbolo de las espadas cruzadas. La hoja metálica aún tiene mi sangre impregnada y el cazador entre abre los labios ahogando un gemido de sorpresa cuando lamo la sangre mirándolo directamente a los ojos. No conforme cuando la alejo de mi lengua, la aprieto deformando el mango y con el dedo, doblo la hoja dejándola inservible y angulada.

—Eres una maldita.

Suelto su chatarra en el suelo y salgo de la propiedad encaminándome con rapidez hacia donde deje mi motocicleta. La enciendo acelerando y abandono la manzana sin intenciones de lidiar con más cazadores.

***

En un principio conduzco sin rumbo alguno, pero la atracción me lleva hacia Stanten Island. Me quito el casco pisando la propiedad de Antonio que luce más desolada que antes, en medio de las penumbras y en silencio, abro la puerta dirigiéndome a las escaleras de la mansión.

Las emociones me hacen eco en la cabeza y la noche se me ha hecho jodidamente eterna cuando otros están aprovechándose de ella. Mis músculos exigen tregua, pero mi cuerpo se niega a parar. Cuando estoy frente a su habitación, toco el pomo de la puerta con delicadeza y lo giro entreabriendo la puerta.

Antonio si se encuentra en su cama profundamente dormido y cubierto por sabanas como esperaba, pero no está solo. La silueta menuda de Ciara durmiendo de frente con él, me deja en mi sitio quitándome todas las esperanzas de que fuera yo quien ocupara ese lugar.

La acidez se instala en mi estómago y mis puños se aprietan, pero pese a eso, me trago los celos y el coraje. Vuelvo a cerrar la puerta y regreso por donde vine. Bajo las escaleras con afán y solo me toma un minuto para estar de vuelta sobre mi motocicleta, aprieto el manubrio confundida y me muerdo la lengua conduciendo devuelta a la carretera.

Cuando piso propiedad en Long Island, dejo el casco sobre el asiento y subo los escalones de mi hogar con bastante pereza. La noche sigue sintiéndose eterna, aunque solo falten pocas horas para que el sol comience a asomarse.

Pisar mi solitaria habitación solo me recuerda a la última vez que estuve en ella y lo que se sintió. Me tomo mi ritmo para desvestirme y dejar mi cuerpo debajo del agua, porque lo único que quiero es borrar todos esos olores y si fuera posible, también emociones, pero no puedo. La imagen me sigue contrayendo el tórax y por ello es que siempre me deje en claro que no debía esperar más por él, ¿de verdad esta vez estaba convencida de que me estaba hablando con el corazón?

Con los parpados pesados, me coloco una bata de satén y me siento frente al tocador para deshacer los nudos de mi cabello, por minutos me sumo en mi reflejo y es por esto que pensaba que estaba mejor teniéndolo de lejos. Yo ya había sanado, ya no me dolía como antes y heme aquí otra vez de vuelta en ese círculo sintiendo que me abren el pecho y me acuchillan.

El golpeteo en la puerta me despierta y continuo mi tarea con mi cabello. Cuando esta se abre, lo último que esperaba era ver a Roman quien luce igual de cansado que todos. Nuestros ojos se encuentran y separa los labios parpadeando nervioso.

—¿Puedo pasar? —pregunta y me toma segundos asentir en aprobación.

El ambiente cambia y no tengo idea de cómo va acabar esto, de lo que vamos a decirnos o más bien lo que tengo que decirle yo.

—Vine sin esperanzas de encontrarte aquí —cierra la puerta adentrándose a la habitación— nadie sabía dónde estabas o con quien...

Asiento cepillando las puntas de mi cabello con los recuerdos haciéndose presente ¿él ya lo sabrá y vino a que habláramos de ello?

—Todos están bastante ocupados con la situación —respondo un poco distante evocando nuestra discusión. Que aunque me fuera por muchos días, las cosas quedaron mal y aún se resienten.

—Eso es verdad —se acerca y su cercanía no hace más que tensarme, calla por un eterno minuto e infla sus pulmones soltando lo siguiente— sé lo que hiciste...

Aprieto el cepillo y levanto la mirada viéndolo a través del espejo. Entre abro mis labios desorbitando los ojos y trago saliva quedándome bastante quieta. Él se humecta el labio inferior continuando mientras intento controlar los bombeos de mi corazón.

—Sé que fuiste a buscar una solución para todos nosotros, con ellos. —hace una pausa— Cielos, ni si quiera deseo nombrarlos como es —mis hombros se relajan, dios no me había dado cuenta cual tenso estaba mi cuerpo— ¿estás bien? no debió ser fácil para ti.

—Si —asiento despacio.

No se escucha más que el sonido de mi cepillo en medio de nuestro silencio incómodo y más me tenso cuando toma mi mano queriendo que me dé la vuelta.

—Cariño —musita— tenemos que hablar.

—Roman —mis hombros se elevan— yo no quiero hablar ahora, estoy...

—Por favor, me está matando Moon. No puedo seguir soportando esta situación contigo. Hay que arreglarlo cariño.

Cedo soltando el aire y contemplar a los ojos desdichados de Roman es un merecedor castigo, pero esto tiene que acabar y me duele tener que ser yo la que rompa aquello que los dos nos esforzamos por crear y si, sé que fui yo quien lo rompió primero, pero, aunque diga que me arrepiento, la verdad es que no lo hago.

—Roman hay algo que tengo que decirte —trago saliva— yo...

—No, por favor déjame hablar a mi primero —se arrodilla ante mí, niego con la cabeza queriendo que se ponga de pie e insiste— te lo pido cariño, escúchame a mi primero. Necesito decirte esto antes que todo.

La suplica en sus bellos ojos cafés es imposible de ignorar. Por ello cierro la boca y le permito empezar primero. Sostiene mis manos entre las suyas y cierra los ojos tomando aire para armarse de valor.

—Mi nombre, es Roman Ali Hilton —suelta su labio inferior comenzando y frunzo el cejo— mi padre, es Hasan Ali, un príncipe de arabia saudita y cuyo hombre no he visto hace más de diez años. Jamás quise que se me relacionara con él, porque durante mis cinco primeros años de vida, no deseo reconocerme como suyo y tampoco honrar a mi madre cuando la embarazo. Y tu más que nadie, sabe lo que son los bastardos en nuestra sociedad.

Reuniendo raíces, me llevan a su procedencia cuyo origen no me extraña y el dato, rellena muchos huecos que tenia. Algo me decía que sus rasgos me resultaban una mezcla perfecta de sangres y orígenes distintos, pero jamás me atreví a mencionarlo. Cuando conocí a su madre y poco de su historia, sabía que había algo que estaba omitiendo y prefería aceptar cuando decía que su padre estaba muerto para el, ahora comprendo el verdadero detrás de estas palabras.

—Monica, yo nunca quise usar su apellido para abrirme puertas, enormes puertas que sin duda me habrían resuelto muchas cosas y evitado crudas realidades que tuve que afrontar siendo un completo bastardo señalado, un desliz.

Aprieto su mano viendo el esfuerzo que le ha costado aquello, su rostro cohibirse de una vergüenza innecesaria. Roman es un príncipe de Arabia Saudita, con sangre de una mujer de Moldavia.

—Aunque todos sabían de quien venía, porte con orgullo el apellido moldaviano de mi madre aun pese que Hasan me reconoció y heredo como su sucesor tiempo después. Cuando el parecido entre nosotros le despertó una hipócrita conexión con el hijo que en un principio negó.

El dolor y el odio reflejándose en cada oración, me quitan las intenciones de interrumpirlo, porque parece que necesita más que yo, escucharse en voz alta.

—Tampoco quise ganarme un interés especial por ti con ese falso estatus, porque Roman Ali solo es una simple apariencia, pero Roman Hilton no —eleva la vista y me acaricia el mentón— eso soy yo, Monica, no soy perfecto, cometí muchos errores que me persiguen y una parte de mí, temió mostrártelos. No por miedo a ser juzgado, si no, por no ser lo suficientemente capaz de contártelos sin que los malinterpretaras y al final fracase y te hice daño, te lastime.

»Jamás busque reemplazar algo contigo Monica. Desde el momento en que te vi, caí en medio de tu existencia y pasé noches susurrando tu nombre. Conocerte me hizo creer que podía tener una nueva oportunidad, tu viniste a ser lo mejor que me pudo pasar en todos esos malditos años en los que pase odiándome a mí mismo«

Parpadeo con las lágrimas acumulándose en mis ojos y sus pupilas se dilatan añorándome.

—Mi inseguridad a perder esa maravilla, creció cuando caí preso en mi propia trampa, porque yo nunca deseé que ocuparas un mismo lugar en mi vida, así como tampoco yo en la tuya. Los dos habíamos tenido pasados, el mío lo enterré muy profundo, pero el tuyo sigue caminado allí afuera recordándome todo lo que significó para ti, representando algo que yo nunca podre igualar. Porque mi corona no es nada ante la suya.

Murmuro su nombre desviando la mirada y vuelve a obligarme a mirarlo.

—Deje que sus palabras penetraran en mi cabeza y me olvide de aquellas que solo debían importarme, las tuyas. Me olvide que la única persona que debía aceptarme, eras tú y te lastime, sé que lo hice desconfiando de ti, dudando de tu amor por mí, del amor que tuviste por él.

» ¿y cómo no hacerlo? Con solo mirarte me recordaba a mí mismo la suerte que había tenido, porque eras lo único bueno que me había pasado en tanto tiempo y por primera vez, aquellos días estar en Emiratos, el lugar que había elegido para castigarme a mí mismo como mi propio infierno y así joderle los días a Hasan, me había traído algo bueno, aunque te conociera como una mujer prohibida, pero el simple hecho de conocerte, había sido lo mejor. «

Sus ojos lagrimean y el bello café, brilla contemplándome, trasmitiéndome ese nudo en su garganta. Y me recuerda todos mis sentimientos iniciales, el revoloteo que me despertó, los buenos ratos siendo amigos, las risas y el día en que lo conocí en aquel hotel y nuestras vidas se cruzaron, ambas igual en su peor momento aunque no lo aparentaban.

—Monica yo me enamoré de ti, te acepté y te seguiré aceptando como eres, porque te amo. Tienes que perdonarme por no haber respondido a una pregunta a la que ya le tenía respuesta desde hace mucho.

Mi garganta se contrae al escuchar esa palabra y me levanto huyendo de su agarre. El corazón me galopa tan fuerte y no por una reacción que se supone que debería tener. Lo único que siento es que quiero salir corriendo, volver al pasado e impedirle que diga esas palabras que me hacen sentir atada, tal y como lo experimente ya una vez.

Es muy hija de puta de mi compáralo, pero por dios que se siente exactamente igual. Soy una egoísta, soy lo peor por pensar justamente ahora que acaba de arruinarnos y la culpabilidad amenaza con salir por mi boca como un vomito ácido que quemaría mi garganta.

Lo he dejado arrodillado en su sitio, sintiendo sus ojos en mi espalda y me tenso cuando se levanta caminando en mi dirección.

—Te amo —repite y trago saliva reprimiendo un sollozo— se que no vas a perdonarme tan fácilmente, pero quiero que lo intentemos una vez más. No quiero perderte Monica. Así que voy a luchar por ese perdón, por esa segunda oportunidad.

No puede verme la cara, el esfuerzo que hago para tragarme todo el coraje y llanto. Deposita un suave y largo beso en mi nunca y pega su frente unos segundos antes de dejarme de nuevo completamente sola en mi habitación.

Cuando cierra la puerta, me invade toda la culpabilidad y se siente más que nunca esa división en la que me siento en medio de dos caminos. Estancada y sin retorno. Me toco la frente tomando aire y me vuelvo hacia mi balcón abierto, hacia la luz asomándose por el cielo mientras las cortinas se mueven por una suave brisa.

Los rayos del sol aparecen y con ello un nuevo día, despidiendo a la noche más larga que he podido tener. No me perturbo cuando Fluvia invade mi habitación a oscuras y cierro las cortinas volteando a verla con mis brazos cruzados.

Ella mantiene sus manos al frente e intenta esbozar una sonrisa, pero fracasa en el intento cuando contempla mi expresión. Es increíble lo mucho que llegan a conocerte las personas cuando se vuelven cercanas y se mantienen al día o quizá es que mi cara le recuerde a la de alguien más y, acostumbrada a ello, deduce con facilidad lo que se avecina.

—Fluvia —parpadea irguiendo el mentón— te ordenó que aquí y ahora. Rompas el silencio que Constantin te obligo a mantener.

Sus ojos oscuros brillan de lágrimas silenciosas que han brotado con rapidez y ese temple serio que la hace quién es, se transforma. Su rostro es un suceso difícil de creer, porque todo, absolutamente todo se proyecta en él y corrompe lo que siempre se ha esmerado en aparentar.

—Quiero saberlo todo —pido dejándole que toque la silla buscando un apoyo.

Por un instante su mirada se pierde en un rincón y cuando la eleva devuelta hacia mi, respira por la boca tragándose el cúmulo. Entonces asiente y entre abre los labios comenzando. Rompiendo un silencio de años, una medida que mi padre dejó para que me llegase la verdad.

Ella jamás se escondió y fingió su muerte por temor a Kaleb, no, claro que no. Lo hizo para proteger ese mensaje que yo algún día tomaría. Tenía que asegurarse de vivir lo suficiente hasta mi aparición, porque si Kaleb la encontraba antes que yo, Fluvia se llevaría a la tumba la verdad. Ella y Gabriel fueron la única arma confiable de los reyes, lo suficiente para confiarles.

La vida de los sangre puras siempre ha sido un secreto codiciado para los demás, para aquellos que ansían ver una debilidad para colarse por esa grieta y robar algo. Me prepararon para no permitir ninguna grieta, porque una dinastía rota, no sirve para liderar y por lo tanto, los cimientos caerán y las fichas se revelarán.

El miedo, siempre ha sido lo que los mantiene bajo control y su ignorancia enemigos inofensivos, pero pese a eso, siguen siendo más que seis, más que dos y Kaleb les facilito una tarea al deshacerse de los más fuertes y si les vuelve a dar la oportunidad, no dudarían en ayudarlo para quitar a los dos restantes, porque mi tío, les ofrece algo de lo nadie de nosotros se puede resistir y es sangre a manos llenas.

Todos llevamos una criatura sedienta adentro que espera a salir y si rompe sus cadenas, su sed jamás tendrá suficiente. Consumiría todo a su paso y dejaría nada. Eso es algo que las generaciones de reyes pasados han evitado, pero Kaleb incentiva una nueva edad roja en este siglo.

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Antonio

La mano me escuece y con ello el arrepentimiento que me azota el orgullo en cuanto salgo por esa puerta mientras que la bestia que llevo en el interior, se ríe a carcajadas recordándome lo mucho que me he trasformado desde que llegó ella.

Soy un hombre hecho a base de orgullo y Monica lo pisotea a cada momento en que se le da la gana. Lo peor de ello, es que no me importa en lo absoluto, no me denigra. Me inculcaron algo que si pudiese haber sido grabado en mi piel, lo habrían hecho para tenerlo siempre presente. Jamás nos arrodillamos y yo no necesito literalmente inclinarme precisamente para tocar el suelo ante sus pies.

El Ferrari rojo espera y en cuanto abro la puerta, me encuentro precisamente lo que solicite, un Giambroni. De los sietes existentes, se esperaba que fuera Beniel, sin embargo es su hermano quien maneja su auto.

Dorian acelera en cuanto cierro la puerta y mantiene la mirada al frente mientras ardo por dentro lidiando con la pendejada que acabo de cometer, una de la cual me arrepiento tan rápido, porque tuve la oportunidad de eliminar a un Scott de este mundo y sin embargo, le alargue la maldita vida, porque entre mi odio hacia ellos se interpone una mujer, el muro que nunca podré cruzar.

Mi cabeza esta llena de pensamientos y pendientes en los que acomodo en una lista que tengo que atender, se me han descarrilado y no puedo seguir permitiendo que se me sigan escapando de las manos, la intensidad ha aumentado y lo seguirá haciendo. La línea está marcada y con ello el comienzo de problemas inmensos que debo impedir, porque esta es la primera vez, en la que no me cuesta aceptar que no puedo encargarme de ello con las manos en los bolsillos.

—¿Le has entregado a Versalles lo que te dije? —preguntó.

—Está hecho —responde Dorian con un asentimiento— ¿necesitas que haga algo mas?

—Si —recargo mi mano contra mi cuello, masajeando esa zona adolorida— y sabes muy bien quien es tu nueva prioridad —espero una reacción y no obtengo nada más que sus oídos atentos como quiero— Beniel es una mente que siempre he considerado mi mejor aliada y también competente para volverse mi enemiga y eso, sería algo digno de enfrentar, pero para toda inteligencia siempre se aprende de una, se nutre de otra y las mañanas se heredan.

Mi mente maquina, siempre he sabido ver en las direcciones correctas y reconocer hasta las más simples cualidades en el más débil. A nada subestimo y me aprovecho de lo que muchos ignorarían.

—Entendido —sus ojos azules se entonan.

—¿Alguna oposición Dorian? —preguntó antes de llegar a mi destino— las escucho. Ir contra tu propia sangre es una misión que a muchos soldados les cuesta y los lleva al fracaso cuando no pueden manejar lo que se encuentran al final.

—Ninguna —frena dejándome en la calle elegida— sabes —razona— mi padre, fue conocido como "la sombra", porque sus objetivos jamás lo pudieron ver, ni sentir llegar y yo, como su buen legado, le voy a hacer honor a su titulo.

Intercambiamos una última mirada antes de que yo salga del coche y él desaparezca por la cuadra. Antes de llegar a fontana, hay algo que debo revisar y por ello abro la puerta de mi auto que deje estacionado.

Ver el desastre que ha quedado en la ciudad aún me mantiene exasperado, porque es una nueva falla que tengo que desquitar doble. Las calles se han tornado vacías, algunos edificios fueron destruidos y visiblemente aún se proyecta lo que sucedió.

Algunas personas se quedaron sin hogar y emigraron, otras se resguardan en lo más profundo con miedo de mirar hacia afuera. Aún quedan muchos objetivos sin capturar y estos se esconden de mi, pero esta es mi ciudad y la voy a limpiar.

Se que he dicho que tengo infinidad de cosas bastante importantes que atender cuanto antes y que en esa lista yacen urgencias, pero no puedo evitar ver por esto, porque siento que necesito asegurarme mis dudas antes de continuar.

Cuando llego a ese vecindario al que nunca me tome la molestia de memorizar su nombre, me percato al instante que fue de los tantos que pago los daños de la contienda.

Sus ventanas están rotas y aparentemente luce completamente evacuado, los humanos se ayudan entre ellos y los de ayuda como lo son sus autoridades, movilizaron a esas personas a refugios que no son lo suficientemente buenos.

Al subir las escaleras reparó los escalones rotos así como ciertos barandales y el elevador de mala muerte que siempre hacía un ruido molesto, ha muerto. Las lámparas parpadean por la falla de electricidad y aventurarme a los pasillos es presenciar aún más de cerca los estragos de lo que causaron los míos.

La sangre seca en los tapices y en el suelo, mantiene el aroma que me repugna, avanzó mirando todo detenidamente, las puertas rotas y todo completamente fuera de lugar, como si un huracán hubiera pasado por aquí y me abstengo de revisar los cuerpos que aún yacen tirados en los departamentos.

Al llegar a la última puerta que permanece cerrada, detengo mis pasos quedándome de pie frente a ella, tomo el pomo con duda y lo giro lentamente estando alerta.

Este cedé con facilidad ya que la cerradura siempre estuvo mal y ese olor a flores me invade con rapidez, así como el aroma del café. No se escucha ningún solo sonido y pienso que también ella ha evacuado el edificio como todos los demás, pero aún así, me adentro por completo a la pequeña cocina.

—¿Anciana?

El piso de madera rechina con mis pasos y el maullido me toma desprevenido, entonces el gato negro de la anciana, se acerca con mi llegada y comienza a restregarse en mis piernas como siempre lo hace cuando vengo pese a que no me agrade más que el otro naranja.

—Ancia... —entró en la sala.

Mis ojos se clavan en el charco de sangre en la alfombra floral y el olor impacta en mis fosas nasales. Cuando me acerco al sofá, todo cobra sentido y me tambalea la cruel imagen.

Aparto la vista contrayendo la garganta, conteniendo la respiración para no grabarme absolutamente nada. Cierro los ojos pese a que mis aletas nasales se expanden por el odio que surge y mis puños que en un principio se cerraron dolorosamente, se ablandan tanto como mis hombros y piernas.

El gato continúa maullándome mientras yazco de pie frente al cuerpo. Lentamente le doy la espalda, mi respiración se altera una vez más y desquito mi ataque con el montón de retratos que ella tenía sobre una mesa, estos caen al suelo seguido de la madera rota y me tallo la cara después de tirar de mi cabello.

Mi quijada duele de la presión que ejercen mis dientes y los colmillos me rasgan las encías dándome a probar mi propia sangre. El corazón me martillea en los oídos y amenazo con ver todo rojo.

Comienzo a trabajar en mi respiración, buscando calmarme aunque ya no me quede nada y me doy la vuelta encarando el escenario con el coraje que siempre me cargo para enfrentar estas cosas y aunque lo intento, no es lo mismo y las rodillas se me doblan. Lentamente me dejo caer en la mesilla del centro frente a ella y aparto las bolas de estambre blancas cubiertas de sangre junto con sus ganchos y la observó una última vez.

Mi garganta vuelve a contraerse y lo único que puedo experimentar es un asco profundo, un cumulo agrio en mi interior que intenta hallar la manera de salir y yo nunca le he dado una puerta.

Me inclino viendo su rostro completamente pálido, vacío y mis dedos cierran sus ojos, ahora parece completamente dormida, como siempre se quedaba después de que se cansaba mientras venía y hablaba con ella.

Esa inusual situación que se volvió una secreta costumbre y es que con ella jamás tuve que tener un papel, no tuve que ser nadie ni representar algo, fui completamente común y la diferencia que experimente, me marcó por dentro y mi propio origen me ha matado ese único atisbo de libertad que tuve suerte de encontrar.

A sus pies, yace el cuerpo del gato naranja con el mismo signo de garras enormes que no dejaron mucho. Solo una bestia sin razón es capaz de dejar un desastre y el que provenga de mi raza es aún más duro de digerir.

—Y ni así quisiste abandonar este lugar —murmuro obteniendo solo silencio otra vez.

El gato negro se restriega en mi pierna queriendo que le preste atención, como si supiera lo que estoy pensando y me extraña, porque siempre fue el más mordaz y ella misma lo decía. Me inclino cargándolo y comienza a ronronear tan pronto lo sostengo en mi brazo.

Me pongo de pie cubriendo el cuerpo con su manta y doy media vuelta dirigiéndome hacia la puerta, la cierro a mi espalda y busco las escaleras o lo que queda de ellas, la policía ha puesto con cintas amarillas la propiedad por riesgo a un derrumbe.

El frío por primera vez me cala los huesos, siento el cuerpo liviano y aunque quiero que el rencor me eleve, simplemente no me sirve de nada.

Cuando me siento en el interior de mi auto, dejo al gato en el asiento a mi lado y este se acuesta mirándome fijamente con sus ojos verdes y el pelaje completamente negro, tan oscuro que lo único que resaltan son sus ojos.

Introduzco la llave y presionó el botón para encender el motor y así, abandonar la zona. Me tomo la molestia de respetar lo semáforos queriendo darle lo que quiere al tiempo y yo no sé si sea solo porque quiero evitar llegar a un destino, pero de todos modos tengo que hacerlo y conducir toda la noche no es una opción.

Al llegar a Staten Island me encuentro aún con movimiento, solo que se me han ido las ganas de decretar lo contrario, abro la puerta de mi hogar y rápidamente busco el rumbo de la escaleras, solo que Gabriel levanta la cabeza de la mesa en la que yace aparentemente esperándome y con rapidez fija la vista en lo que traigo cargando.

—¿Antonio?

Omito palabras y continuó mi camino.

—¿De donde sacaste eso?

Me pierdo en las escaleras y estando en la soledad de mi habitación, dejo el animal en el suelo. Aslan y Persefone andan por ahí afuera, si lo huelen, lo atacaran al igual que la bola de pelos con orejas en un inicio.

Me quito la ropa solo por inercia, pero entro aún con ella al agua porque el olor de la sangre permanece fuerte en cada rincón de mi piel. Apoyo las manos en el mármol dejando que el agua fría me acalambre los músculos, el material bajo mis manos cruje cuando mis yemas ponen demasiada presión y los escombros caen en el suelo.

No me atrevo a mirarme al espejo, me dejo caer en la cama sin la menor intención de hacer más. El animal de pelaje suave busca cercanía y se envuelve acostándose por mis costillas mientras el tatuaje me escuece la piel. «tampoco quiero pensar en ella ahora», simplemente contemplo las cortinas moviéndose con la brisa de la noche hacia la terraza y mis ojos se cierran al paso de los minutos en los que se vuelven eternos.

***

Los grilletes son el peso más asfixiante que he podido experimentar y las heridas en mis muñecas y tobillos, sangran a carne viva abriendo de nuevo esas cicatrices que ya se han cansado de cerrar una y otra vez.

La oscuridad es la más densa y mis ojos sobre naturales no pueden contra ella, es tan oscuro como la ceguedad profunda y no puedo evocar una chispa para combatirla. No hay fuego, no hay luz y ella me traga.

El sonido de esas cadenas al moverme me acompaña siempre. No tengo libertad, no tengo luz, no tengo nada y en medio de mi infierno intento abrir esa otra puerta a la que he llamado por años, pero el dueño la ha cerrado con concreto y cadenas olvidándose de que existió, quizá lo hizo cuando se resignó a no recibir nada más por ella.

Y pese a eso, sigo intentando, sigo golpeando, gritando para que pueda volver a escucharme y la abra dejándome entrar para escapar de este calvario. Me he roto las uñas intentando abrirla, he sangrando arañando la madera, pero esta se ha transformado en metal impenetrable.

Las cuerdas bucales me arden al seguir llamando su nombre. Mi día y noche es lo mismo, pero jamás he dejado de hablarle aunque no pueda escucharme. Yo sigo aquí y él no lo sabe, yo sigo esperando a que venga a romperme los grilletes para volver a volar.

***

El golpeteo de esa puerta constantemente me hace despertar creyendo que tal vez Gabriel ya va a empezar a joder como siempre, pero el que toque la puerta sin abrirla de una vez, es lo que más me irrita.

Estoy dispuesto a levantarme de la cama y propinarle un puñetazo en la cara, pero cuando reacciono despabilándome y abro los ojos ante la realidad, lo último que me esperaba, era ver la cara de Ciara recostada contra la almohada.

Mis oídos se agudizan, nadie toca la puerta, pero parpadeo encontrándome con unos ojos llorosos e hinchados. El semblante es tan evidente que permanezco quieto en mi lugar dándole la oportunidad de explicar que hace en mi cama.

Su aspecto es deplorable y no ha mejorado desde que llegue y la vi llorando a moco tendido, cosa que no me importo, pero ahora veo que no fue una exageración. El pavor y terror están allí en su mirada de las mil yardas, como si lo que sea que haya experimentado, fuera bastante traumático para alterar sus nervios.

—Recuerdas que hace años... —murmura con la voz afónica— tu padre nos contó una historia sobre criaturas devoradoras de vampiros, bestias que disfrutaban de nuestro sabor y en el pasado, se comieron a muchos sangres puras.

Asiento frunciendo el cejo.

—¿Y recuerdas que no pude dormir por noches enteras pensando que alguna vendría a mi habitación? mi miedo, era real, en los bosques lejanos a veces podía escucharlos... sus rugidos que asustaban a las aves, pero nadie más nunca tuvo la oportunidad de experimentar eso como yo.

—Ciara, eran solo sugestiones. Solo cuentos.

—Mi padre me dijo que no debía temerle a los cuentos ni nada de eso, que mi terror debían ser los sangres puras —una solitaria lágrima se resbala por su mejilla, sus escleróticas están inyectadas de sangre— porque ellos, eran lo más peligroso sobre la tierra y yo nunca los quise considerar así, Antonio. Porque te conocí a ti y me trataste distinto.

Se abraza así misma mientras la observo y susurra de manera innecesaria como si temiera a ser escuchada, está completamente paranoica.

—Tu nunca me has hecho daño y creo que por eso nunca comprendí ese miedo que todos les tienen hasta ahora —su pecho tiembla y se cubre los oídos cerrando los ojos— no quiero volver a ver esos ojos... no puedo dormir Antonio, tengo miedo de que esa bestia vuelva a venir mientras lo hago.

—Te dije que no me gustaba que entrarás en mi habitación y mucho menos que durmieras en mi cama —le recuerdo—, pero no por ello voy matarte Ciara.

Como niña asustada se acerca abuzándome y tiembla  enterrando el rostro en mi pecho. Ruedo los ojos evitando tocarla y solo dejo pasar unos segundos antes de alejarme.

—Tomate tu tiempo —me preocupo por su estado, porque claramente no está fingiendo una crisis— pero no vuelvas a meterte en mi cama mientras duermo, lo digo enserio y...

—Shhh —me calla sentándose en la cama— ¿escuchaste eso? —tiembla.

Me levanto de la cama y llamo a Alex y Janvier. Estos suben con rapidez y les pido que se lleven a Ciara. Ella murmura cosas sin sentido, pero sacan a la loca de mi habitación.

Cierro la puerta de un portazo y cuando intento sentarme en el mueble junto a las cortinas, recibo un arañazo junto con un gruñido, al percatarme, el gato negro que se confundía con la oscuridad, salta a la alfombra yéndose a la cama.

A mis sábanas se satén negra solo provoca el mismo efecto, nunca me ha gustado la luz y por ello mis paredes ayudan junto con las gruesas cortinas para mitigar los amaneceres. La tenue lámpara en mi mesilla mantiene la luminosidad adecuada y me acerco a las cortinas decidiéndome a abrirlas de golpe.

Me preparo para un impacto que no llega, la luz del sol pega a mi cuerpo y este no sufre ningún daño, aparentemente todo vuelve a la realidad y me corroe suponer el costo de ello. Monica es un semental rejón indomable al que no puedes ponerle la cuerda para retenerlo, ella tiene determinación para enfrentar a quien se le ponga de frente.

Esas son cualidades que me han sabido envolver pese a que su actuar me saque de mis casillas. Me exaspera, me irrita y me inquieta, pero así es todo con ella y lo he aceptado. Todo ese tornado de temperamentos es mío, lo hice mío.

El gato comienza a maullar y se estira plácidamente en la cama, abajo comienzo a escuchar ladridos y me pongo de pie sosteniendo al conejo, el gato baja de la cama siguiéndome y con el pensamiento nada claro, comienzo a bajar las escaleras.

—¿Por que mierda tanto ruido? —espeto y Gabriel se masajea la sien mientras Alex y Janvier intentan controlar a los perros.

Es un puto circo mi sala, Aslan salta ladrándole al loro que permanece en la cortina y él ave imita sus ladridos provocándolo. Persefone toma uno de los cojines luchando con Janvier quien le pide que lo suelte, pero ella no cede y se aferrra tirando de él para demostrar quien tiene más fuerza.

—¡No se callan! —se queja Gabriel.

Dejo el conejo en el mueble y el gato se sube a mi regazo, atraigo la atención de Persefone y suelta el cojín haciendo que Janvier caiga de culo en el suelo y se viene sobre mi, al ver el gato esta le comienza a gruñir y el felino curva la espalda a la defensiva mostrándole los colmillos. Su pelaje de por sí es denso, pero con esta acción, luce como una completa bola malhumorada.

Antonio, Antonio malo —el loro vuela en mi búsqueda y Aslan lo persigue tropezando.

—Perro tonto —acaricio su lomo.

Trua perro tonto, perro tonto —canturrea el ave y lo hecho a volar, si no fuera porque Monica se aferró a traerlo, ya lo habría vuelto plumero.

—¡¿Me puedes decir desde cuando te volviste amante de los animales?! —se exaspera Gabriel peleando con el loro cuando cae en su cabeza llena de canas.

—Shhh nena —tranquilizó a la perra acariciado su lomo, el gato se aleja y la bola de pelos se va por allí.

El loro vuelve a volar y Alex le coloca la correa a Aslan para detenerlo y con una sola mirada mía, mi perro se sienta.

—Te recuerdo que no son míos —respondo cortante— son de Monica. A mi no me gustan los animales.

—¿Y el gato con el que llegaste?

—También —miento.

—¡Deshazte de ellos! devuélvelos a Monica, son un desastre —despotrica— ¡no puedes tener un gato con Aslan!

—El gato se queda —sentenció apuntándome el pecho— y no, ¡nadie toca a mis animales!

—¿Que no eran de lady Monica? —pregunta Alex cepillando el pelo del conejo.

—¡Nadie toca a sus, animales! —corrijo y me levanto con el gato.

—¡Devuélvelos! —insiste alterado

—¡No! y ándense a trabajar —ordeno— largo de mi vista.

—¡Tu y yo tenemos cosas que hablar! —me señala Gabriel— así que no me voy.

—Lárgate viejo.

Trua viejo, viejo —comienza a joder el loro como se esperaba, repite lo que escucha.

—¡Voy a volver plumero esa cosa si no se calla! ¿A quien le dice viejo?

Lo ignoro yéndome a mi oficina junto a la biblioteca. Mi coartada comienza y me voy con la más exquisita en mi lista.

Enciendo la pantalla recibiendo la información a primera hora como prometió Beniel y la foto de Silas aparece junto con todo su archivo y ubicaciones como casas de refugio, en incluso, el lugar donde trabaja.

El haber obtenido el acceso a las cámaras de su propiedad y revisar las grabaciones me hizo encontrar la razón suficiente para matar a ese hijo de puta. El juego de Monica no me hizo ni puta gracia, lo peor de ello, es que lo hizo caer como esperaba.

Agregando a uno más en sus redes como a Trancy y así, irritarme la conciencia. No se que los que más me molesta, el que se haya atrevido a dispararle a lo que es mío o ver la boca de ella sobre la suya. Esta noche lo averiguaré.

Sin más, Gabriel viene a mi búsqueda y comienza una pequeña reunión crítica. Los Blade's ahora son el ojo del huracán de Monica y mio por supuesto, lo que compete con ellos, no es nada simple, es algo que jamás pensé que pasaría, pero las traiciones por desgracia se pagan de sólo una manera y ese error arrastra a todos.

Mazzinkin siempre ha prometido dar y cumplir, se ha esmerado en ganarse su reputación y respeto al ser una mujer en una fila de hombres que les duele aceptar que una chica los lidere. Se enfrentó al machismo y misoginia desde temprana edad, cuando su padre le cerró las puertas y jamás le permitió volver.

El que le diera la espalda la supo fortalecer, para demostrarle algo y sobre todo demostrarse algo así misma, a la sociedad en que creció. Su compromiso en mi corte también se ganó mi respeto, pero ahora por errores de su progenitor, se ha metido al fango con todo su apellido y le toca aceptar un castigo que no puedo ignorar y mucho menos, suspender.

Miro a las fotografías de todos a los que me toca dispararles y dejo al ratoncillo hasta el último. Mi tarde se sume en un montón de papeleo acumulado y en un punto me detengo para atender otra cosa primordial.

Me mantiene de malas que los osados que interrumpieron en mi propiedad, hayan salido ilesos, sin un solo inconveniente, porque lo tenían bastante medido, demasiado medido. El tiempo, las maneras y el momento.

El número de personas en que confiar, cada ves se reduce más y mas. Mi corporación es un secreto que he sabido manejar, pero ya no es así, por ella se ha colado una rata o quizás dos y no voy a permitir que se reproduzcan.

—¿Las cajas fuertes? —preguntó bajando al sótano con Gabriel.

—Están intactas.

—¿Entonces que mierda se llevaron? —preguntó habiendo acabado con las opciones de valor que poseo.

—He pedido que revisen ya tres veces, nada falta Antonio —responde preocupado— más allá del auto y, ah, un traje tuyo. Nada.

—No me lo trago que esos hijos de perra solo entrarán para demostrar algo —enfurezco.

—El último lugar al que no hemos ingresado, es a tu sótano primario, solo tú, tienes acceso a él. Se necesita tu sangre para entrar.

El lector aparece y coloco mi dedo pulgar, la aguja brota pinchando mi dedo derramando una gota y la puerta cruje deslizándose contra la pared.

—Ni siquiera recuerdo que mierdas guarde aquí —entramos— no mas que estupidas reliquias familiares.

—Ah mira, un retrato de Antonio I —Gabriel se va sobre el cuadro de mi abuelo— creí que los habías quemado todos.

—Tu insististe que se guardarán por lo menos uno de cada quien —le recuerdo al viejo decrépito— el de Ortencia está detrás.

Lo encuentra como tonto aficionado y hace una cara de sorpresa como si estuviera ante un tesoro. Ruedo los ojos limpiando un viejo jarrón de oro.

—Ortencia Barcsay —adula sumido en su retrato— la reina de sangre le llamaban.

—Ajá —me pasó por los libros de miles años que relatan mi linaje.

—Llevaba a sus hombres a las victorias, combatía sin detenerse aunque sus hombres caían y se enfrentaba con decisión para defender el territorio que ya conoces. Ella, Antonio, conquistó infinidad de tierras, tu abuela fue un digno Barcsay.

—Me lo has dicho infinidad de veces.

—Claro que, se revolcaría en su tumba si viese al nieto malcriado que tiene —espeta dejando su retrato en el suelo una vez más.

—Si llegará a verme, ni siquiera me reconocería. Murió sin estar cuerda.

—El rey Antonio I, le otorgó su descanso, se rumoraba que llevaban tiempo separados sin ser una pareja, pero al final ante tanta culpabilidad. Él decidió irse con ella, fue allí cuando Circe cumplió su voluntad. Dijo que acompañaría a su querida Ortencia en el infierno para que no se sintiera sola.

—Que drama —pongo los ojos en blanco viendo los demás artefactos y me encuentro con algo duro envuelto en un pañuelo— ¿que es esta cosa? —se lo muestro a Gabriel.

—Es el obsequio que te dieron aquellos niños en la fiesta —me recuerda— al parecer tú lo guardaste aquí.

—Lo olvide —encojo los hombros— ni siquiera lo revisé.

—Sabes, es por eso que jamás te doy obsequios —empieza la quejadera— conociéndote ni siquiera te molestarías en abrirlos.

—¿Que carajo te sucede Gabriel? —le quito el pañuelo a la caja— ¿desde cuando te volviste sentimental? es que acaso esa mujer misteriosa con la que te acuestas ya te ablando el corazón rancio que tenias.

—Bien —levanta las manos— me largo, continúa revisando tu solo.

Respiro hondo antes de mandarlo a la mierda. Se marcha y sube las escaleras dejándome solo en mi sótano primero, el privado no se lo he mostrado a nadie.

Quitando el pañuelo, reparó una caja toda vieja y astillada que luce bastante antigua. No mentí al decir que nunca revisé ese obsequio, simplemente lo arrumbé, pero hacerlo ahora me desconcierta.

La sacudo escuchando algo adentro y cuando quito el seguro, la abro lentamente encontrando algo aún más raro. En su interior, yacen dos frascos trasparentes con un líquido rojo oscuro, al sacar uno de su lugar, lo pongo contra la luz de la lámpara y lo muevo reparando el líquido más minuciosamente.

—¿Que mierda es esto? —murmuro con el cejo fruncido.

Dejando la caja en la mesa, me acerco el pequeño frasco y retiro la tapa. Lo huelo y al sentir el aroma familiar de la sangre, me lo alejo desconcertado. Mis ojos se abren con confusión y miro por las escaleras esperando a que Gabriel ande por allí.

Solo existe silencio y el ruido de mi cabeza, sin saber lo que estoy haciendo exactamente, vuelvo a oler la sangre sintiendo una inquietud y la afronto bebiéndome la sangre en su interior.

El sabor me desestabiliza y se instala en mi paladar, la trago sintiendo como escurre por mi garganta y lo que viene después, no me lo esperaba en lo absoluto.

El mareo me toma con brusquedad así como la falta de aire y tropiezo con la mesa intentando sostenerme. Mi panorama se torna borroso e intento articular palabras, pero mis extremidades se tornan tan adormecidas que caigo directo al suelo barriendo con todo el estante.

Respiro cada ves más lento y los párpados me pesan, la luz de la lámpara en el techo se va volviendo más tenue, hasta que dejo de verla y me caigo sobre la oscuridad.

El frío se instala en mi columna durante no sé cuánto tiempo, muevo mis dedos esperando que ese adormecimiento se haya marchado al igual que el mareo y cuando me toca abrir lentamente los párpados, el sótano no es lo primero que encuentro.

Niebla y oscuridad se acentúa en el ambiente, un frío insoportable impacta contra mi cuerpo y me muevo en círculo sin ver absolutamente nada más allá de la oscuridad.

El foco por encima de mi cabeza, parpadea en corto circuito y continuó intentando asimilar lo que estoy experimentando. Una silueta se visualiza dentro de la sombra y me pongo a la defensiva escuchando su respiración.

—¿Quien eres?

No me abstengo al hablar, el susurro de la tela doblándose y el leve crujir del cuero, acompañan a esa silueta cuando se pone de pie y lo primero a salir ante la luz del foco, son unos zapatos negros y un traje color azul oscuro.

Su rostro aún yace en la sombra y el frío de vuelve más intenso, en la niebla que nos rodea se siente la estática y mis cabellos se erizan antes la energía.

—¿Quien eres? —vuelvo a preguntar impaciente.

Los aros púrpuras brillan haciendo su aparición y cuando el rostro de Constantin Tepes se revela, retrocedo un paso siendo azotado por su presencia.




★・・・★・・・★・・・★・・・★・・・★


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Si te gusto, por favor regálame una estrellita, te lo agradecería mucho❤️ y no te cuesta nadaaaaa

Nos volveremos a encontrar de nuevo y empezamos una noche bastante larga que se niega a acabar pronto.

Se avecinan sucesos que me emocionan y me muero por entregárselos, puesto que cada vez no acercamos a mi parte favorita...

Déjenme sus comentarios, adoro leerlas y por favor, pido a todas aquellas lector@s que me ayuden a evitar los Spoilers, para que las nuevas, puedan disfrutar su lectura y la experiencia completa.

Únanse a nuestros grupos, nos la pasamos bastante bien :p

¡Besos a todas!

Nos vemos muy pronto.

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