Frontera de caza

By katiealone

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Cumplir dieciocho años en la tradicional y poderosa familia Bautista-Montagny es todo un acontecimiento. Y Da... More

Sinopsis
📜 Epígrafe 📜
🩸 Introducción 🩸
1. Los barrios altos
2. Preparativos
3. La caja
4. Sangre
5. En aprietos
6. Culpable
7. Pagar el precio
8. Frente a frente
9. Sangre nueva
10. Primera vez
11. Matamos a un Edevane
12. Bebe
13. S.O.S
15. Momentos de debilidad
16. La historia según Arabella
17. Nos preparamos
18. Dulce escape
19. Verdades sobre la mesa
20. Tuya
21. Tenemos visita
22. Enemigos
23. En nuestras venas
24. La escena de Jack
25. Sin esperanza
26. Sin lugar en el cielo
27. La cazadora
28. Lo que perdimos
29. Tal vez es tarde
30. Poder ancestral
31. Relish
32. Fugitivos
33. Sin culpa
34. Sombras
35. No me sigas
36. Sangre de mi sangre [Final]
🧛 Nota de la autora 🧛
🩸 Epílogo 🩸
Extra 1: Lover
Extra 2: Aquella niña perdida
Extra 3: Ternura
Especial de Halloween 2023 [Parte 1]
Especial de Halloween 2023 [Parte 2]
🎨 Ilustraciones para FDC 🎨
😜 Memes 😜
📚 Otras historias de la autora 📚

14. Primero, las balas

4.7K 557 120
By katiealone

El corazón le latía de tal manera que pensó le iba a dar un ataque. Era emoción por sentir que estaba a puertas de su libertad, pero también terror por lo que podía pasar. Estaba segura de que Aliz se contenía, la había visto acabar con su padre en un instante, y derrotar sin que se le moviera un cabello a los vampiros de Narciso Edevane. Tal vez tosía, pero eso no la debilitaba. Si Aliz quería, podía matarlas a todas. Y ella no iba a cargar con más muertes.

—¡Arabella, no! —le rogó—. No la retes, ella... ella...

—Dani, intento salvarte —respondió su prima sin dejar de apuntar. Por su lado, Aliz la apretó más fuerte contra su cuerpo. Tenía un brazo rodeándole el cuello, cortándole un poco la respiración—. ¡Suéltala, monstruo!

—Antes que siquiera dispares, le habré arrancado la cabeza —amenazó Aliz y, como respuesta, Arabella se rio.

—Dios, la fanfarronería en persona. Qué feo alucina esta tipeja, no me conoces, no...

—¡Es una Drak... una... una de las hijas! ¡Hija de ancestral...! —advirtió con esfuerzo. Pues no, Aliz no se estaba luciendo ni amenazando en vano. Ella era capaz de eso y mucho más.

Fueron aquellas palabras las que hicieron dudar al resto de sus primas. Ya habían bajado un poco las armas, pero esa vez fue más evidente que se estaban rindiendo. Bien, al menos así las libraría de una muerte segura en las manos de...

—¡Ah...! —gritó al tiempo que escuchó el disparo, y pronto se sintió liberada. Pero también se dio cuenta de que tenía el cabello y la frente empapada de la sangre de Aliz. Fue ella la que cayó de espaldas. Arabella no lo dudó ni siquiera un instante.

—Ven aquí, Dani. Tenemos unos segundos —le pidió Arabella, y una vez más todas tomaron sus armas.

—¿Qué...? ¿La mataste...? ¿Cómo...?

—Dijiste que es una hija de ancestral, no puede morir tan fácil, así que...

—¡Hija de puta! —exclamó Aliz colérica desde el piso. Se había desmayado apenas un instante, pero se llevó la mano a la frente. La herida de bala no dejaba de sangrar.

—¡Ven de una vez! —Danielle obedeció, y se escondió detrás de su prima.

—¡Milla! —la llamó, su amiga seguía paralizada detrás del sofá, y Diego apenas se asomó, acercándose a la vampiresa.

—¡Le disparó en la cabeza! ¡Le disparó! ¡Debería estar muerta! —gritó Milla, al borde de la histeria. Aun de rodillas en el piso, se acercó a ellas, y se puso de pie con esfuerzo. Las dos estaban detrás de Arabella, quien no dejaba de apuntar a Aliz.

Y, arrodillada en el piso, la vampira les gruñó. La había visto curarse a sí misma en segundos, pero la herida de bala en su frente seguía sangrando. Fue como si Arabella lo hubiera herido con la daga. 

Aliz se puso de pie con la mano en la frente, pero la mano estaba roja de su sangre, y esta se deslizaba como hilos gruesos por sus mejillas. Sus ojos ya se habían tornado violetas, sus colmillos estaban allí, listos para destrozar a lo que sea que llegara.

—Maldita infeliz —dijo enojada mientras miraba a una confiada Arabella—. ¿Cómo te atreviste? Te juro que...

—Te lo advertí yo primero, te dije que te iba a doler. Y ahora, solo porque no quiero a medio clan Drak en mi ciudad buscando el cadáver de su princesita, será mejor que te largues. No puedo matarte con esto, cierto. Pero puedo disparar en cada parte de tu cuerpo. Y te juro que vas a retorcerte de dolor por días...

Aliz gruñía, podría jurar que nunca la vio tan enojada. Y, aparte de la herida en su frente, seguía tosiendo por el humo aquel. Diego la sostuvo, ella se sacudió, echándolo a un lado.

—Eso está por verse... —escuchó decir a la vampiresa. Y, en un instante, desapareció de su vista.

Sabía lo que iba a hacer, ya había sido testigo de eso. Así mató a su padre, con esa rapidez. Iba sobre Arabella, no le quedaron dudas.

Fue apenas en un segundo, o tal vez menos. Ella lo sabía, y solo reaccionó. Empujó a Arabella a un lado y se puso sobre su prima. Porque sí, ya no era la misma humana que las Bautista conocieron. También era rápida, también podía ver más allá. Como si incluso pudiera escuchar esa rapidez de Aliz, la forma en que corrió en un instante para abalanzarse sobre su prima y matarla.

—¡No! —exclamó tan fuerte como pudo. 

Cuando se dio cuenta, Aliz estaba sobre ella, con el rostro poseído por la rabia. Como un monstruo, una vampira de verdad. Y se detuvo justo a tiempo, sí. Justo antes de dañarla.

—¡No la toques! ¡No lo hagas otra vez! —gritó, convencida de que sería en vano, que ella no tendría piedad y las mataría igual. Después de todo, por más que le gustara, la había desafiado todo el tiempo.

Pero Aliz bufó justo frente a ella, y retrocedió apenas un poco. Tiempo suficiente para que más balas la ensordecieran. La vampira hizo un gesto de dolor antes de desvanecerse justo a su lado. Seguía consciente, pero ya no podía moverse. Le habían caído dos balas en la espalda, a la altura de los pulmones. Tal vez por eso no podía respirar.

Y, mientras parecía agonizar, la miraba. Ya no tenía el rostro de una fiera salvaje, parecía una chica. Su chica. La que le gustó tanto esa noche. Solo una mujer herida frente a ella. Una que, además, acabó en esa situación por no hacerle daño cuando tuvo que hacerlo. Por frenar su ataque para no lastimarla.

—Ven —le dijo Arabella. Le tendió la mano, y se puso de pie. Hizo lo mismo con Milla, quien aún no salía de su estado de schock. Temblaba y lloraba, y ella la entendía tan bien. ¿Cómo no? ¿Acaso no fue lo mismo que le pasó cuando vio por primera vez vampiros en acción? ¿Cuándo mataron a papá?

—¿Está muerta? ¿La mataron? ¿Ahora sí la mataron? —preguntaba su amiga de forma atropellada, arrastrando las palabras mientras aún temblaba—. Lo vi, era un monstruo, era... era...

—Vampira —respondió Diego. Con las manos en alto, se acercó a su señora. Se agachó a su lado, y se quitó la camiseta para cubrir las heridas sangrantes de su espalda. Y allí, desde el suelo, la miró con rencor—. Traidora.

No deberían dolerle esas palabras, ¿verdad? Después de todo, ellos la secuestraron. Tal vez los Montagny la entregaron, pero en realidad no hubo razones para tenerla prisionera, bien pudieron dejarla libre si no les servía. Y ella no hizo nada, ni siquiera sabía como fue que sus primas llegaron allí. Aun así, demonios, aun así...

La culpa empezó a carcomerla por dentro cuando vio a Aliz tan vulnerable. Tan "No ella". Esa no era la Aliz Drak que conoció. Y lo peor, lo que de verdad le daba culpa, era que esta ni siquiera la miraba con rabia.

—Arabella, tenemos que irnos ya. —Quien habló fue Magdalena, su prima mayor. Ella ya se había quitado el pasamontañas que le cubrió el rostro durante todo el ataque—. Tal vez la policía tarde en llegar, pero los vecinos o algún mafioso de quinta con su gente se acercarán.

—Sí, sí. Vamos —respondió Arabella. Su prima la tomó del brazo, llevándola a un lado. Y sí, tenía que irse, era mejor. 

Tal vez Aliz estaba herida, pero si la conocía bien, no le duraría mucho. Ya tenía la libertad, no iba a tentar a su suerte. Apenas dio unos pasos para ir al lado de Milla, cuando de pronto recordó algo. Lo principal.

—¡Mi daga! —exclamó, y todas sus primas se detuvieron—. Ellos tienen mi daga y mis anillos en una caja fuerte.

—¿Dónde está? —preguntó Magdalena, y Danielle señaló a uno de los pasillos. Al cuarto de Aliz—. Bien. —Dani contuvo la respiración cuando la vio apuntar a Diego con su arma—. Tú sí puedes morir, así que me vas a dar la combinación ahora mismo.

Este no respondió al inicio, miraba a todas con rencor. En especial a ella. Luego miró a Aliz, quien aún adolorida asintió con debilidad. Refunfuñando, Diego se puso de pie y caminó de mala gana hacia donde estaba la caja fuerte, con Magdalena detrás de él, apuntándole a la espalda.

En esa corta ausencia, Danielle abrazó a Milla para intentar calmarla. Su amiga seguía temblando, mirando a Aliz con temor, mientras de seguro su mente hacía lo posible por procesar todo lo que acababa de ver. Pronto Magdalena y Diego volvieron. Su prima lo echó a un lado, y le mostró lo que había recuperado. Danielle se acercó a recogerlo, fue como si le volviera el alma al cuerpo. Empuñar otra vez la daga maldita, por alguna extraña razón, la hizo sentir mejor. A salvo. Porque sí, de pronto tenían una especie de vínculo de sangre. O de muerte.

—En marcha, ahora —ordenó Arabella.

Apenas le dio tiempo para mirar el desastre que dejaron atrás. Ya estaban en el pasillo, bajando con prisa las escaleras. La mayoría de los vecinos se habían escondido, pero algunos salieron a curiosear, y ella hizo lo posible por cubrirse el rostro. Estaba temblando sin saber por qué, mientras corrían fuera del edificio, para abandonarlo al fin. Cruzaron la calle hasta subir a las camionetas que las esperaban.

Cuando el auto arrancó, aún podía sentir esa irrealidad que le hacía difícil aceptar lo que pasó. Tal cual sucedió cuando mataron a su padre, Danielle tampoco podía asimilar que al fin era libre. Que, al menos de momento, la pesadilla había terminado.

—¿Estás herida...? —preguntó Arabella, ella estaba sentada a su lado.

—Yo... No sé... No... creo que no. —Y era cierto. Más allá de los ligeros golpes que se dio, nada le pasó.

—Tranquila —dijo poniendo una mano sobre la suya—. Ya estás a salvo, vas a estar bien.

—No... es que... es que ya no podré estar bien nunca más.

Cuando se dio cuenta, las lágrimas asomaron a sus ojos. Tal vez estaba a salvo, sí. Y esa calma, esa seguridad, le dio al fin la tranquilidad que necesitaba para desahogarse, para decirlo en voz alta.

 —Arabella, ellos me entregaron... me intercambiaron... Me abandonaron y... y papá... ¡Papá está muerto! ¡Yo lo llevé a su muerte! ¡Todo esto es mi culpa!

—Tranquila, linda. Ven aquí, estás conmigo. Tu familia no te va a dejar sola nunca más.

Se abrazó fuerte a ella, pues sin saberlo, Arabella fue la primera persona que la consoló por la muerte de su padre. La única a la que pudo abrazar cuando el dolor era tan fuerte que le rompía el corazón una y otra vez. 



**************

Hermanas, estroy tratando de escribir menos para llegar a los 40k del ONC y creo que me voy a ir en floro porque igual sigue siendo mucho ahhhhhhhhhhh

En fin, se hace lo que se puede



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