𝙇𝘼 𝙋𝙍𝙊𝙋𝙐𝙀𝙎𝙏𝘼 [JENN...

By sug_official_

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Esta es una adaptación de la película "La Propuesta" Al ser una adaptación de una película, hay ciertas cosas... More

SINOPSIS
CAST
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By sug_official_

A la mañana siguiente, la primera en despertar fue Jenna, quien al encontrarse completamente sola y desnuda en la cama se sintió un poco decepcionada. Algo en su cabeza la hacía creer que todo lo que había sucedido anoche había sido simplemente cosa del momento. Ella sabía que la morena no se sentía atraída por ella y tenía que recordarse que todo lo que estaba sucediendo entre ellas era por el trato que habían hecho para que no la deportaran a Canadá.

Para evitar encontrarse con Maya, la ojimarrón aprovechó las costumbres de la abuela Eleonor para no toparse con la pelinegra en ningún momento pese a que Maya había intentado en varias ocasiones encontrarse con ella. Sin embargo, las creencias de la abuela Eleonor y de Emilia la mantuvieron absolutamente a salvo, incluso de Segarra y de Nathan Allen, quienes también se mantuvieron apartados de ellas.

—Aquí estás –Al oír la voz de la pelinegra Jenna saltó del susto llevándose las manos a su boca para ahogar el grito que se le había escapado –He tratado de hablar contigo desde hace horas, Jenna. No puedes continuar escondiéndote.

—No me estoy escondiendo –Mintió la castaña con las mejillas sonrojadas y la mirada al piso; no le era sencillo mirar a la morena después de todo lo que había sucedió en la noche –Tu abuela me ha mantenido ocupada.

—Eso lo sé –Respondió Maya –Escucha, en verdad debemos hablar.

—¿A sí? ¿Sobre qué? –Preguntó la morena haciéndose la desentendida mientras se volteaba y comenzaba a quitar el poco polvo que había sobre el closet que había frente a ella.

—¿Sobre qué? –Repitió la morena —¿Estás de broma, no? Sabes perfec... —El sonido de la puerta de la habitación donde estaban ambas hizo que la morena guardara silencio de golpe.

—¡Maya! –Gritó la abuela al verla –¡Te dije que no podías ver a Jenna hasta la hora de la boda! –La miró con reproche y después dirigió su mirada a la castaña.

—Ella entró –Dijo levantando las manos para deslindarse del castigo.

—Lo sé, ella siempre ha sido rebelde. Te he traído algunas cosas para que comiences a cambiarte –Le entregó una caja color blanco a Jenna, quien la aceptó con una sonrisa en el rostro –Ahora, vámonos –Se dirigió directamente hacia su nieta.

—Pero abuela...

—Nada de abuela, vámonos. Ya deberías estar cambiándote tú también.

—Sólo necesito hablar con Jenna.

—Ya hablaste con ella anoche. Andando –Le dijo antes de salir de la habitación — ¡Te estoy esperando! –Gritó desde afuera al ver que su nieta no la había seguido. Maya infló las mejillas y después exhaló

—Te salvaste –Dijo con una mueca divertida en el rostro.

—Lo sé –Respondió Jenna.

—Bueno supongo que tengo que irme –La castaña asintió –Si no me voy ella regresará y me irá peor, así que...

—Hasta luego –Murmuró la ojimarrón apretando los labios.

—Sí —La morena miró a Jenna unos segundos y después agachó la cabeza para finalmente comenzar a caminar hacia la puerta, donde se detuvo —¿Nos vemos en el granero? –Preguntó la morena con timidez.

Evitando responder con palabras por miedo a decir una tontería, Jenna se limitó a asentir como respuesta a la pregunta que le había hecho la pelinegra y entonces observó cómo esta salía por la puerta y la dejaba absolutamente sola en la habitación.

—Esto es demasiado. Por Dios –La castaña llevo sus manos a su boca y comenzó a negar con la cabeza mientras lagrimas se acumulaban en sus ojos –No podré hacerlo.

Pegando su espalda contra el closet, la morena se deslizó hasta llegar al piso y se abrazó a sus piernas. No sabía qué hacer, se sentía al borde de un nuevo colapso. No quería dañar a nadie, jamás creyó que sus acciones lastimarían a muchas personas y ahora la salud de Eleonor y la reputación de la familia de Maya y la libertad de Maya dependían de ella.

Antes de que la morena entrará sin permiso a la habitación, el señor Segarra ya había pasado por ahí y había hecho acto de presencia para advertirle a Jenna que estaba tomando la peor decisión del mundo al decidir continuar con su actuación teniéndolo a él ahí cerca para desmentirla en cualquier momento frente a los Allen.

La decisión estaba por ser tomada. Hacerlo o no hacerlo.

Antes de dejar su habitación, Maya se miró en el espejo por última vez y entonces pasó sus manos por el saco blanco que llevaba puesto por encima de su top para arreglarlo un poco y que no se viera tan liso como aparentaba. Después de asegurarse que todo estaba en orden con su vestimenta, la morena dejó escapar un ligero suspiro y finalmente salió de la habitación para encaminarse hacia el granero y sellar su futuro.

En el trayecto hacia el granero la pelinegra fue interceptada por varios de los invitados, quienes con suma alegría la abrazaban y felicitaban por su gran celebración. A pesar de que no había demasiadas personas para el evento, la familia Allen se había encargado totalmente de arreglar la casa, el camino hacia el granero y el granero como si se tratase de una boda de la realeza.

El camino que llevaba a todos hacia el granero estaba perfectamente adornado por una inmensa cantidad de rosas blancas y algunas luces que daban una adecuada iluminación. La entrada al granero tenía un marco repleto de todo tipo de flores, el cual se veía espectacular y por dentro el granero tenía algunos adornos blancos.

Al entrar al granero la morena se sintió más observada de lo habitual, por lo que una sonrisa forzada se instaló en sus labios y entonces caminó lentamente hasta el pequeño altar que estaba estratégicamente colocado para que todos los invitados pudieran ver lo que sucedía ahí arriba.

Situando sus ojos en el lugar donde estaba su familia, Maya sonrió al ver a su madre observándola con los ojos llorosos. Sin embargo, su sonrisa no duró mucho, ya que al toparse con la mirada estricta de su padre mientras sus labios se apretaron.

La marcha nupcial dio inicio llamando la atención de la pelinegra, quien se puso rígida en su lugar y volteó ligeramente su cuerpo hacia la derecha para tener una vista total de la entrada del granero, lugar en donde se hizo presente la delicada silueta de Jenna.

Al quedar perfectamente ubicada en la entrada del granero, Jenna levantó la vista hacia el interior del lugar, encontrándose con la morena parada frente a ella a unos cuantos metros de distancia. La boca de la castaña estuvo tentada a abrirse al ver a su asistente vestida de la forma en que lo estaba. Aquellos pantalones blancos de vestir le quedaban perfectamente amoldados a sus piernas, acentuando las caderas de la pelinegra; y el top blanco que llevaba puesto dejaba a la vista el perfecto y blanquecino abdomen que tenía. Estaba demás decir que verla con aquel elegante saco había hecho que el corazón de la castaña comenzara a palpitar de más; sin embargo, para su fortuna, la castaña había logrado completamente ocultar su sorpresa.

Decidida a que debía acabar con todo, Jenna comenzó a avanzar hasta llegar al inicio del pasillo, donde Eleonor la esperaba con una sonrisa en el rostro.

—Espero que no te moleste que sea yo quien te acompañe al altar —Dijo Eleonor dirigiéndose a la castaña con ternura y suavidad.

—En absoluto. Gracias —Murmuró Jenna en respuesta.

Eleonor levantó su brazo ofreciéndoselo a la morena, quien gustosa aceptó su gesto y enredó su propio brazo con el de la abuela de la morena. Después de sonreírse, ambas mujeres comenzaron a caminar por el pasillo al mismo tiempo en que todos los invitados se ponían de pie.

Mientras caminaban hacia el altar, Jenna pudo divisar desde su vista periférica al Sr Segarra, quien estaba perfectamente atento a cada uno de sus movimientos, cosa que logró colocarla un poco más ansiosa de lo que ya se sentía.

—Aquí esta ella, cariño —Le dijo Eleonor a su nieta al llegar al altar con la morena —Cuídala muy bien —La morena asintió con algo de torpeza y tomó la mano de la castaña para ayudarla a subir al altar junto con ella.

—Te ves —Humedeció sus labios con la lengua —Hermosa —Finalizó haciendo que la castaña sonriera tímidamente y se sonrojase un poco.

—Lo mismo digo —Murmuró en respuesta.

Sin dejar de mirarla ni un segundo, Maya guío a la morena a sus lugares. La morena realmente no lograba salir del shock que le había provocado ver a Jenna con aquel vestido blanco de seda. La última vez que había visto aquel vestido había sido en las fotos de la boda de sus abuelos, y en definitiva en aquel entonces el vestido estaba muy distinto a como se veía en esos momentos. Aquel vestido estaba hecho perfectamente a la medida del cuerpo de la ojimarrón.

—Siéntense, por favor —Dijo Hunter apareciendo detrás de un pequeño podio, cosa que sorprendió a la castaña, al parecer aquel hombre era un todólogo.

Todos los invitados tomaron asiento a excepción del señor Segarra, quien se alejó de su lugar para situarse atrás de los últimos asientos en la espera de algún error.

—Estamos aquí reunidos para dar gracias y para celebrar uno de los momentos más grandiosos de la vida —Inició Hunter hablando más alto de lo habitual —Para reconocer la belleza, honestidad y generosidad del amor entre Maya y Jenna, ante su familia y amigos —La castaña se removió incomoda en su sitio —Porque su familia y sus amigos fueron los que les enseñaron a Maya y a Jenna a amar.

Los pensamientos de Jenna comenzaron a atravesar su mente con demasiada rapidez. Las palabras que estaba usando Hunter comenzaban a alimentar la culpa que venía creciendo en ella desde el primer momento en que había pisado Sitka.

—Así que, es apropiado que la familia y amigos estén —El bailarín se detuvo de golpe al ver como la morena levantaba un dedo tratando de llamar su atención — ¿Tienes una pregunta? —Cuestionó Hunter.

Al oír aquello, los sentidos de la pelinegra se pusieron en alerta Jenna no podía retractarse y no casarse con ella; menos cuando ella misma ya había aceptado que sus sentimientos por la castaña no habían desaparecido. No lo permitiría. Tenían que casarse, tenían que estar juntas. La amaba.

—No —Respondió la castaña negando con la cabeza.

—Pero levantaste la mano —Dijo Hunter sin entender.

A lo lejos, el señor Segarra esperaba atento para que la morena aceptase que todo eso era una farsa y llevársela de vuelta a Nueva York para finalmente regresarla a Canadá.

—No es una pregunta, pero sí tengo algo que decir —Explicó la ojimarrón.

—Jenna —Dijo Maya con tono de advertencia.

—¿No puedes esperar hasta el final? —Preguntó Hunter directamente a la castaña.

—No, lo siento, no puedo —Murmuró, entonces comenzó a moverse con lentitud hasta quedar frente a frente a la morena —Maya, no puedo hacerte esto —Le susurró con sumo cuidado para que nadie más pudiera oírla.

—Ni siquiera lo pienses —Advirtió.

—Él nos está mirando —Le dijo moviendo un poco la cabeza para señalar disimuladamente al señor Segarra —En cualquier momento todo se saldrá de control y pueden llevarte a prisión, es peligroso.

—Hubieras pensado en eso antes. Te lo dije cuando salimos del departamento de inmigración ahí en Nueva York y me ignoraste por completo, ahora no hay vuelta atrás —Los ojos de la pelinegra se tornaron opacos.

—Sí, sí la hay...

—Disculpen —Habló Hunter interrumpiéndolas —Tenemos que continuar con la ceremonia —Señaló el lugar en donde estaban.

—No podemos —Dijo Jenna en voz alta haciendo que todos los invitaron hicieran un sonido de sorpresa y que la morena la volteara a ver con molestia —Nosotras no podemos.

—Sé que ya habíamos hablado de esto, Jenna —Interrumpió la morena hablando demasiado fuerte, haciendo que la castaña la mirara con confusión —Quizá una boda en el granero de la casa de mis padres no era exactamente lo que teníamos planeado para el momento más importante de nuestras vidas, pero lo estuve pensando mucho, ¿y sabes qué? No importa, por lo menos a mí no.

—¿De qué?

—El lugar es lo menos importante en estos momentos cuando lo único que verdaderamente me importa es unirme legalmente a ti ante los ojos de Dios y de mi familia —La mayoría de los invitados hizo a unísono un sonido de ternura —Todo esto es precioso, hermoso y maravilloso únicamente porque estas a mi lado.

El corazón de Jenna comenzó a palpitar rápidamente y un cosquilleo se hizo presente en todo su cuerpo al oír aquellas palabras. Los ojos de la morena habían dejado de estar opacos para volver a brillar, haciendo que sus palabras se sintieran sinceras para la morena.

—Por favor. Por favor hazme la mujer más feliz del mundo y cásate conmigo, Jenna —Pidió la morena con toda sinceridad mientras se acercaba a la morena y colocaba sus manos sobre sus mejillas para que la castaña la mirase —Estoy total, completa y locamente enamorada de ti —Confesó antes de inclinarse y besarla frente a todos los invitados, incluidos su Padre, quien miraba todo con desaprobación y el señor Segarra, quien se estaba prácticamente convulsionando del enojo.

Tratando de transmitirle todo lo que sentía, Maya besó a la castaña con delicadeza y cariño. El roce de sus labios era apenas ligero entre ambas. Sin embargo, dentro de cada una de ellas aquel beso acababa de romper todas las barreras que existían entre ambas.

—Se mi esposa, Jenna —Murmuró la morena sobre los labios de la castaña después de haber finalizado el beso —Cásate conmigo, aquí y ahora.

—Maya.

—Por favor —Pidió —Por favor, se mía.

Alejándose un poco de la pelinegra, Jenna meditó unos segundos su respuesta tratando se usar todos sus principios e ideales para ayudarla a tomar una decisión. Sin embargo, el corazón de la ojimarrón tomó control de sus pensamientos.

—Quiero ser tuya —Susurró con suavidad haciendo que las comisuras de los labios de la morena se elevaran formando una sonrisa sincera en su rostro.

—¿Entonces podemos continuar? —Preguntó Hunter sonriente mientras se limpiaba disimuladamente las lágrimas de sus ojos.

—Podemos continuar —Respondió la pelinegra.

Ambas se miraron unos segundos más antes de voltearse y ubicarse nuevamente en sus lugares del mismo modo en el que estaban antes de que Jenna interrumpiese la ceremonia, con la única diferencia en que ambas estaban tomadas de la mano.

—Queridos hermanos. Estamos aquí junto al altar, para que Dios...

La ceremonia continuó sin interrupciones, los votos fueron dados por cada una de ellas y los anillos fueron colocados en sus respectivos dedos anulares. Ambas mujeres dieron el "sí, acepto" y entonces se fundieron en su primer beso de casadas.

Cuando la ceremonia dio por finalizada, todos los invitados se movieron hacia la casa de los Allen, donde hubo una breve recepción con mucho vino y canapés. Durante la recepción, Maya fue interceptada por el señor Segarra, quien le advirtió que no descansaría hasta demostrar que la boda había sido una total farsa de parte suya y de su jefa. Sin embargo, la morena se limitó a sonreírle y pedirle de la manera más amable posible que dejase de acosarla a ella y a su esposa o si no se vería en la penosa necesidad de recurrir a un abogado para demandarlo por hostigamiento y pedir una orden de restricción, cosa que no tomo muy bien el agente de inmigración.

—Maya, ¿podemos hablar un momento? —Preguntó Nathan mientras se situaba a un lado de su hija, quien estaba cómodamente platicando con unos invitados mientras abrazaba a su esposa de la cintura —Por favor.

—Por supuesto —Respondió la morena.

Padre e hija se alejaron de todo el tumulto de personas que había en la casa y caminaron hacia uno de los jardines en absoluto silencio.

—¿Qué es lo que quieres? — preguntó la morena sin rodeos.

—¿Sabes el problema en el que acabas de meterte con todo lo que estás haciendo? Ese hombre de inmigración se acaba de ir con todo y tu oportunidad para salir impune de todo esto ¿Es que eres una idiota?

—¿Sabes qué, papá? —La pelinegra sonrió un poco —Puedes irte al diablo.

—¿Qué? —Nathan la miró con incredulidad.

—Vete al diablo, tú y Segarra —Respondió —No soy una niña para seguir tus órdenes.

—Estás en mi casa —Gruño su padre.

—¿Ese es el problema? —Frunció el ceño —No te preocupes por ello, Jenna y yo nos vamos mañana por la mañana, tenemos muchas cosas que arreglar en Nueva York. Puedes quedarte aquí en tú casa, tranquilo, no volveré —Le sonrió.

—Maya, ¿qué diablos estás diciendo?

—Estoy diciendo que no vas a volverme a ver, papá —Explicó —No a menos que aceptes que te comportaste como un imbécil al traer al otro imbécil a Sitka. Deja de meterte en mi vida. No quiero tu negatividad a mí alrededor.

—Piensa en tu abuela y en tu madre.

—Pienso en ellas, relájate —Sonrió —Pasarán navidad conmigo y con Jenna en Nueva York —Le dio dos palmadas en el hombro a su padre —Hey, toma un respiro. No creo que quieras quedar mal ante los invitados, son los vecinos —Le guiñó un ojo y se alejó dejándolo completamente solo para regresar a lado de su esposa.

Al llegar nuevamente a lado de Jenna, la pelinegra la miró atentamente Quizá había logrado convencerla para que se casara con ella ahí en el granero, pero estaba completamente consciente que todo esto no terminaba en el "sí, acepto" que le había dado. Tenía todo un camino por delante para conquistar y aprender a domar a la arpía, mandona y bruja despiadada que tanto amaba.

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