𝙇𝘼 𝙋𝙍𝙊𝙋𝙐𝙀𝙎𝙏𝘼 [JENN...

By Mugiwara_69_

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Esta es una adaptación de la película "La Propuesta" Al ser una adaptación de una película, hay ciertas cosas... More

SINOPSIS
CAST
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By Mugiwara_69_

Después de que le preguntarán porque de repente sus mejillas se habían tornado de color rojo, Jenna se disculpó con todas y anunció que iría a tomar un poco de aire.

Sus pensamientos la habían traicionado y se había sonrojado pensando en aquellos besos que había compartido con su asistente desde que habían llegado a Sitka; así que excusándose diciendo que necesitaba aire para que se le bajase el alcohol, salió del bar y se quedó en recargada en una barandilla mirando hacia la nada.

—Adiós –Dijo despidiéndose del líquido marrón que había dentro del vaso de cristal que traía en las manos antes de tirarlo al suelo.

Con suma atención observó como el alcohol descendía al piso y después de que se vaciara todo, colocó el vaso sobre la barandilla y con disgusto se quitó la diadema de novia que aún tenía puesta, para finalmente acomodarse el cabello y suspirar.

—Ahí estás –Dijo una voz a sus espaldas.

La ex novia de la morena hacía acto de presencia y se colocaba con una sonrisa a un lado suyo recargándose también en la barandilla

—¿Qué tal todo? –Le preguntó amablemente.

—Todo bien. Ya me siento casi en mis cinco sentidos –Mintió –Y bueno, ahora estoy tratando de broncearme un poco –Bromeó.

—¿Te sentiste abrumada? –Cuestionó la rubia ignorando su broma.

—No estoy muy acostumbrada a esas cosas –Dijo con sinceridad –La verdad es que mi ambiente ideal es en lugares tranquilos.

—Sí. Los Allen pueden ser un poco abrumadores en ese tipo de cosas –Río –Ellos prefieren un ambiente más movido y extremadamente social.

—Eso veo.

—¿Es distinto en Nueva York? –Preguntó la rubia, Jenna volteó a verla sin entender muy bien su pregunta y entonces ella agregó: —Hmm, ya sabes. El ambiente.

—O Sí, un poco –Respondió –¿Has ido a Nueva York?

—No –Negó con una sonrisa –Ese era el sueño de Maya, no mío.

Al oír el nombre de la morena, Jenna volvió a voltear a ver a Dove, quien tenía la vista fija a la calle, y se dijo a sí misma que era el momento perfecto para indagar sobre la relación pasada de la pelinegra. No desaprovecharía esa oportunidad.

—¿Era una relación muy seria? –Se atrevió a preguntar llamando la atención de la rubia, quien volteo a verla y asintió con una media sonrisa.

—Salimos en el bachillerato, y continuamos en la universidad –Explicó –Éramos muy jóvenes. Unas chicas inexpertas –Río un poco.

—¿Y por qué terminaron?

—Bueno, la noche antes de graduarnos de la universidad ella me propuso matrimonio –Algo dentro del estómago de la morena se revolvió al oír eso –Ella dijo que quería fugarse conmigo a Nueva York Y yo —Su voz se fue apagando.

—Tú le dijiste que no –Dijo la morena completando lo obvio.

—Y yo dije que no, sí –Asintió apretando la cerveza en sus manos –Nunca he estado en otro lugar que no sea Sitka. Este es mi hogar. No podía y no puedo imaginarme en un lugar ajeno a este –Explicó –En fin, eres una mujer afortunada – La elogió.

—Sí –Respondió apretando los labios.

No cualquiera se casaba con su asistente ejecutiva. Quizá si era algo afortunada, ahora tendría su café a primera hora en la mañana y no en el trabajo.

—Ella es una buena mujer –Dijo Dove con una sonrisa –Pero bueno, eso obviamente tú lo sabes –Dejó escapar una risita

—Sí, me he dado cuenta –Respondió.

—Pues las felicito –Dove se alejó de la barandilla y levantó su cerveza en dirección a ella en un intento fallido de brindis –Serán una pareja fenomenal.

—Gracias –Asintió la castaña.

Un silencio incómodo las envolvió a ambas y entonces la puerta del bar se abrió. Un grupo de mujeres salió riendo y gritando. Al parecer el show de Hunter era muy popular. La música resonaba desde adentro y cuando se cerró la puerta el ruido disminuyo un poco.

—Vaya, parece que Hunter está terminando –Sonrió Dove y comenzó a caminar hacia la puerta –Nos vemos, Jenna –Se despidió y desapareció adentrándose al bar.

Por primera vez en todo el viaje, una sonrisa sincera apareció en el rostro de la castaña. Mientras Dove se adentraba al bar, a lo lejos pudo notar a la abuela Eleonor bailando sin parar a lado de un todo sudoroso Hunter y una muy feliz Emilia, cosa que le pareció divertido.

Una hora más tarde, Emilia, Eleonor, Dove, cinco desconocidas y Jenna ocupaban un lugar dentro del bote en el que el día anterior habían viajado. Después de una alocada charla sobre lo sucedido en el bar, Emilia se acercó al muelle y todas comenzaron a descender del bote. Una por una, todas las mujeres, incluyendo a Dove, fueron desapareciendo en diferentes direcciones, y al final solo quedaron Eleonor, Emilia y la castaña, quien estaba excesivamente mareada por el viaje y cansada por pasarse la tarde en el bar.

—Nunca había visto a Hunter tan alocado –Dijo Eleonor con felicidad.

—Fue maravilloso –Le respondió Emilia.

Ambas mujeres caminaban a paso rápido por delante de la castaña, quien estaba al borde del colapso. Odiaba los botes. Odiaba el agua. Odiaba no saber nadar. Las piernas de Jenna temblaban haciendo que su andar fuese aún más lento.

—Ay no –Murmuró la madre de la morena viendo en dirección al jardín principal de la enorme casa que tenían –¿Qué habrá sucedido?

Con curiosidad, la morena siguió la línea de visión de Emilia y se topó con una escena extraña, y por supuesto, algo sexy. Frente a ella, o más bien a unos metros, se encontraba Maya con un hacha entre las manos golpeando un trozo de madera, el cual en cuestión de segundos se volvió en muchos trozos de madera al partirse en cachitos. Con decisión, la morena tomó otro pedazo de madera y levantó nuevamente los brazos para tomar vuelo y golpear el hacha contra la madera.

Cada movimiento hacia que de alguna u otra manera sus brazos de tensaran y dejaran a relucir pequeños músculos, excesivamente femeninos, por supuesto. Las venas de su cuello al igual que las de sus brazos se dejaban ver y a lo lejos podía admirar como su mandíbula se apretaba.

La morena traía puesta una playera blanca sin mangas, la cual se adhería a su cuerpo gracias al sudor que desprendía de sus poros al estar sometida a cierto esfuerzo. Sus músculos, sus venas, su mandíbula tensa e incluso su sudor ocasionaron que la morena se mordiera el labio inferior inconscientemente. Jamás había visto a Maya tan atractiva como en esos momentos.

—¡Maya, mi vida! –Le llamó su madre, pero la morena ni siquiera se inmutó y continuó golpeando sin piedad aquellos trozos de madera con el hacha –No me oye –Se quejó Emilia con algo de preocupación.

—Tiene los audífonos puestos –Habló Jenna en un susurro.

Su mente se había despejado del cuerpo de la morena y había dejado de morderse el labio inferior cuando Emilia le gritó a la morena, entonces pudo notar que Maya traía puestos unos audífonos blancos. Mismos audífonos que usaba la mayoría del tiempo en la oficina.

—¿Perdón? –La abuela Eleonor se dirigió a ella —¿Dijiste algo?

—Hmmm. Trae los audífonos puestos, jamás va a oír –Explicó –De seguro tiene música a todo volumen. Eso hace cuando está molesta –La castaña se sorprendió al oírse a sí misma, al parecer si sabía inconscientemente algunas cosas sobre la morena.

—Sí, quizá sea eso.

—¿Qué está haciendo con la madera? –Preguntó.

—No lo sé. Es mejor dejarla tranquila un rato –Dijo Eleonor –Ven, vamos con Emilia.

Con cautela, Eleonor y la morena entraron a la casa. En algún momento del camino Emilia se había perdido por algún lado y entonces decidieron mejor continuar por su propia cuenta.

Un poco apenada, Eleonor le explicó a Jenna que cuando Maya era una adolescente, había aprendido a canalizar su ira en contra de lo materializado. Tal parecía que la morena era acechada constantemente con su padre y siempre terminaban discutiendo, lo que ocasionaba que tuviese un arranque de ira y se fuese a desquitar con cosas como la madera que tenían.

—¿Por qué su padre la molesta? –Preguntó viendo como Eleonor se movía por la cocina en busca de dos tazas y después se sentaba frente a ella.

—Nathan es un hombre de negocios. Siempre tuvo desarrollada la habilidad de hacer cosas empresariales, y por ello maneja una gran cantidad de negocios aquí en Sitka –Explicó –Cuando Emilia quedó embarazada, Nathan estaba sumamente feliz, dentro de mi hija estaba creciendo la solución a su inmortalidad empresarial.

—¿Inmortalidad empresarial?

—Un heredero –Le sirvió un poco de té –¿Azúcar? –La castaña negó –Aquí tienes, querida –Le entregó una taza en las manos –Para Nathan es muy importante continuar con los negocios y hacer de ellos un patrimonio eterno que perdure y pase de generación en generación. Él esperaba que Emilia tuviese un varón.

—Pero tuvo a Maya – se adelantó Jenna.

—Así es, tuvo a Maya –Sonrió con suavidad –Por un momento se sintió decepcionado, el realmente quería tener un niño, pero entonces su mente comenzó a trabajar y se dijo a sí mismo que tener una niña no sería un problema. Él sabía muy bien que ella podría aprender a cerca de los negocios y entonces hacerse cargo del imperio Allen.

—No lo entiendo, ¿sólo le importaba el trabajo? –Por unos segundos la castaña se sintió identificada, Edward, su padre, también había sido un amante de su trabajo y, por ende, la había obligado a muchas cosas solo para verla subir sin parar al éxito. Sin embargo, jamás se comportó como un padre de verdad.

—Nathan es especial. Tiene sus prioridades muy mal establecidas, y para la edad que tiene, déjame decirte que eso está muy mal –Negó con su cabeza –Se ha perdido los momentos más bellos de la vida por vivir en el trabajo. Está a punto de jubilarse y aún piensa en ello. No respira, no se da el tiempo de disfrutar.

Las palabras de la abuela Eleonor cayeron en Jenna como un balde de agua fría. Todos estos años se había estado comportando como lo que odiaba tener en casa, su papá. Le había dado una importancia extrema al trabajo que no recordaba ni siquiera la última vez en que se había tomado unas muy merecidas vacaciones. Y no sólo se estaba ahogando a sí misma, también estaba ahogando a la morena con ella. La estaba atando a lo que la habían tratado de atar cuando era una niña, al igual que ella. Se había convertido en todo lo que no quería ser y al igual que esa persona, también estaba arruinando a quienes la rodeaban, en ese caso, a Maya.

—Maya jamás demostró interés en los negocios de Nathan, y empezaron los problemas. Ella buscaba el cariño de su padre y jamás lo consiguió por más que lo tratase, o al menos eso piensa ella –Suspiró –Mi nieta se siente atacada constantemente, y es que desde que salió del closet y se opuso a los deseos de Nathan, su relación con él se quebrantó aún más de lo que ya lo estaba. Nathan quería una hija moldeada a sus deseos de conseguir la inmortalidad empresarial. Y no lo consiguió.

—¿Por qué no tuvo más hijos? –Preguntó.

—Él enfermó. Se volvió estéril –Sonrió débilmente.

—Lo siento.

—O no, tranquila. Supongo que es una manera de la vida de hacerlo entrar en razón. Tiene que aprender a querer lo que tiene, Jenna. Maya es una mujer muy valiosa, ella vale por mil hombres y mujeres, y apostaría mi vida a que será exitosa.

—Una editora exitosa –Corrigió Jenna.

—Eso –La señaló dándole la razón –Será grande –Se levantó de la silla y dejó las tazas de té en el lavadero –Iré a buscar a Kevin, necesito sacarlo a pasear.

—Está bien.

—Nos vemos por ahí –Le sonrió antes de salir de la cocina.

Por unos minutos, Jenna se quedó sentada meditando la charla que había tenido con Eleonor. No podía seguir atormentando a la morena de aquella manera. Tenía que afrontar sus propios problemas sin enredarla en ellos. Con una decisión tomada, la castaña se levantó de la silla y salió de la cocina rumbo a las escaleras para tomar una ducha. Esa misma noche hablaría con Maya y le diría que no tenían que fingir más. Aceptaría las consecuencias de no prestarle la atención debida a lo de su visa y se iría a Canadá lo más pronto posible.

—¿Qué haces? Estaba viendo eso –La voz del papá de la morena llamó la atención de Jenna antes de que comenzara a subir los escalones.

Con precaución de no ser atrapada, la castaña se acercó con cautela y pegó su rostro lo más cerca que pudo al arco que daba hacía la sala de estar de la casa de los Allen.

—¿Por qué nuestra hija está utilizando un hacha, Nathan? –Preguntó Emilia con enojo.

—Quizá solo quiere ejercitar sus brazos –Se encogió de hombros.

—Es una señorita –Gruñó Emilia.

—Necesita fuerza en los brazos para escapar de Sitka.

—¿Por qué eres así? ¿Qué hiciste? –Exigió saber.

—No hice nada –Frunció el ceño –Sólo tuve una conversación sincera con ella acerca de su futuro –Le contó a su esposa.

—Sí, claro. Buena idea, Nathan –Dijo con sarcasmo —¡Gracias a ti nunca volverá a casa!

—Emilia, estás exagerando un poco —Trató de tranquilizarla.

—No, Nathan, no. Es mi hija ¡Sólo la veo cada tres años por tu culpa! –Le gritó –¡Estoy harta de todo esto!

El pequeño Kevin hizo acto de presencia acercándose con rapidez hacía Jenna y comenzó a ladrarle, entonces la castaña lo tomó en brazos y colocó su mano en su hocico para que se callase y dejase de hacer ruido, no quería ser descubierta espiando la conversación de los padres de Maya y no dejaría que ese perro le arruinara algo otra vez.

—Vas a apoyar su matrimonio con Jenna y ya. No hay discusión –Continuó Emilia –Si continúas comportándote de esa manera, vamos a acabar en esta enorme casa tú y yo solos con nuestros resentimientos.

—Emilia.

—Cállate, Nathan –Gruñó ella –Sí ellas llegan a tener un bebé. Dios quiera que lo tengan, ojalá lo tenga. Pero te juro que, si tienen un hijo, por tu culpa no lo vamos a poder ver ¡Vas a arreglar esto! ¡En serio! –Le gritó –¡Arréglalo ya! –Dijo antes de salir de la sala y dejar a su marido con cara de pocos amigos.

Al ver a Emilia salir de la sala, Jenna se tiró rápidamente al suelo pegándose hacia la pared detrás de un jarrón enorme que había de adorno con Kevin en brazos.

—Eso fue intenso –Le murmuró al perro –Está bien, puedes irte –Lo soltó cuando vio que Emilia desaparecía de su campo de visión.

Kevin la miró por última vez antes de salir corriendo y perderse al igual que Emilia. La castaña cerró los ojos unos segundos y después se levantó del suelo. Emilia definitivamente era una de las mujeres más valientes que jamás había conocido; su propia madre, Natalie, jamás habría enfrentado a su padre por ella. Edward tenía una prioridad más grande que su familia, y Natalie tenía una prioridad más que Jenna.

Pasándose las manos por su cabello, la morenasubió finalmente los escalones. Necesitaba con urgencia un baño para poderdeshacerse del aceite de coco de Hunter que tenía impregnado en todo el cuerpo.

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