𝙇𝘼 𝙋𝙍𝙊𝙋𝙐𝙀𝙎𝙏𝘼 [JENN...

By sug_official_

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Esta es una adaptación de la película "La Propuesta" Al ser una adaptación de una película, hay ciertas cosas... More

SINOPSIS
CAST
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By sug_official_

El día siguiente llegó demasiado rápido para ambas mujeres. Antes de reunirse en el aeropuerto, Maya investigó algunas cosas en internet referentes a la situación en la que se había metido. Por su puesto, antes de investigar todo eso, la pelinegra tuvo que asegurarse en no investigar nada desde su computadora, así que fue a casa de una amiga.

Cuando la hora de reunirse llegó, ambas mujeres se encontraron frente a la puerta de abordaje. Luego de una serie de pasos a seguir para poder abordar, finalmente las dos subieron al avión y se acomodaron en sus respectivos lugares, una a lado de otra.

—Estas son las preguntas que nos van a hacer –Dijo la morena mientras abría el folder y leía las hojas que tenía en las manos –La buena noticia es que yo lo sé todo de ti –Afirmó sin dejar de leer, llamando la atención de la morena, quien hasta ese punto se había mantenido leyendo una revista –Pero tú tienes cuatro días para aprender todo de mí. Así que ponte a estudiar –Alcanzó a decir eso antes de que Jenna le quitase el folder.

—¿Tú sabes todas las respuestas sobre mí? –Preguntó la ojimarrón.

—Da miedo, ¿no? –Dijo mientras veía por la ventana.

—Sí, un poco –Admitió –A ver, ¿a qué soy alérgica?

—Al maní. Y a todo lo relacionado con los sentimientos.

—Sí, qué graciosa –Río con sarcasmo –A ver, está te gustará –Dijo al escoger otra pregunta –¿Sabes si tengo cicatrices?

La morena dejó de ver por la ventana para voltear a ver a la castaña.

—Estoy muy segura de que tienes un tatuaje.

—¿Ah sí? ¿Estás muy segura?

—Sí, muy segura –Afirmó –Hace dos años tu dermatólogo llamó para tu cita láser de rutina –La castaña dejo de verla y volteó hacia el frente –Busqué en internet sobre eso y encontré que...

—Elimina tatuajes –Se adelantó Jenna.

—Si. Pero tú lo cancelaste después –La morena volteó a verla nuevamente y Maya levantó las cejas –¿Qué será? ¿Nativo, caligrafía japonesa?

—¿Sabes? Es emocionante para mí experimentarte así –Respondió entre dientes.

—Gracias –Sonrió –Pero tendrás que decirme donde está.

Jenna negó con la cabeza y volvió su vista al frente. Tenía unas ganas inmensas de lanzar a su asistente fuera del avión en esos momentos.

—No lo haré.

—Pero hay que contestar todo.

—No lo vas a saber nunca. Se acabó, olvídalo. La siguiente, a ver, a ver –Revisó de nuevo las preguntas dando por zanjado el tema –Mira, aquí hay otra ¿En qué casa vivimos? ¿Tuya o mía? –Leyó –Sencillo, en la mía –Respondió rápidamente.

—¿Y por qué no en la mía? –Preguntó la morena.

—Oh, porque yo vivo en Central Park Oeste, y probablemente tú vivas en un escuálido departamento pequeño y uses vasos de plástico.

Maya la fulminó con la mirada. Ambas mujeres realmente querían tirarse la una a la otra por el avión en movimiento.

Damas y señores, por favor abrochen sus cinturones, estamos a punto de aterrizar en Juneau –Dijo la voz de una de las azafatas, por lo que todos los pasajeros comenzaron a abrochar sus cinturones, incluidas la castaña y la morena.

—¿Juneau? Creí que iríamos a Sitka –Habló Jenna con confusión.

—Así es –Confirmó la morena después de abrochar su cinturón.

—¿Y cómo llegaremos a Sitka? –Preguntó la mujer de piel morena.

En lugar de responderle, la morena solo le sonrió Maya estaba emocionada por ver la cara de horror de su jefa cuando se diera cuenta de cómo viajarían a su ciudad natal. Por supuesto, se decepcionó un poco cuando no vio ningún rastro de emoción en el rostro de Jenna cuando estaban a punto de abordar el pequeño avión que las llevaría a Sitka, pero disfrutó completamente de su cara de disgusto cuando estaban por los aires.

Cuando el avión aterrizó, la morena se sorprendió por completo al ver que su madre y su abuela estaban afuera esperando por ellas.

—O sí. Mi hogar –Murmuró para sí misma.

Bajarse del avión fue una total aventura para Jenna, ya que la morena la dejó totalmente sola con sus maletas por irse con rapidez a reunirse con su familia.

—¡Ahí está, ahí está! –Escuchó la castaña como hablaba emocionada la que al parecer era la madre de la morena –¡Maya!

Con una enorme sonrisa, la morena caminó hacia los brazos de su madre.

—Emilia, Emilia, la estás asfixiando –Dijo la abuela, logrando que su hija soltase a su nieta –Ven aquí, mi niña –Extendió los brazos para recibir a la pelinegra.

—¿Cómo están? –Les preguntó a ambas mujeres cuando los abrazos terminaron –¿Y papá dónde está? –Cuestionó al notar su ausencia.

—Ya lo conoces, trabajando. Como siempre –Respondió su madre.

—Olvídate de él –Dijo la abuela restándole importancia –Quiero ver a tu chica –La morena se sonrojó ligeramente al oír como su abuela se refería de su jefa.

—A ella —Volteó hacía donde estaba el avión –Está por allá –Señaló a la castaña –Ahí está, ahí está –Se colocó detrás de su madre mientras veía como Jenna se acercaba a ellas con dificultad por las maletas.

—¡Hola! –Saludó la madre de la morena tan pronto como Jenna llegó.

—Ella es mi madre –Dijo la pelinegra –Y ella es mi abuela Eleonor.

— Mucho gusto –Respondió con una sonrisa.

—Sí, sí. Oye, ¿prefieres que te llamemos Jenna o Maléfica? –Preguntó casualmente la abuela.

Tanto Maya como su madre abrieron los ojos con sorpresa al oír a Eleonor preguntarle aquello y la miraron con desaprobación. Sin embargo, la señora las ignoró y continuó.

—De hecho, hemos oído más nombres como ese –Aseguró la señora.

—Pero predominan las cosas lindas –Se adelantó Emilia –De hecho, Maya al principio hablaba mucho sobre tus ojos, ella dice que son muy bonitos –La morena volteó a ver a su madre con desesperación y Jenna sonrió brevemente.

—¿A sí? –Miró por unos segundos a Maya –¿Decías eso?

—Antes de lo de maléfica, sí –Respondió la abuela Eleonor.

Luego de la respuesta de la abuela, todas las mujeres comenzaron a reír como para aligerar el ambiente, sobre todo Maya, quien quería meterse debajo de las rocas.

—Entiendo, entiendo –Respondió la castaña sin dejar de mirar confundida a Maya –Muchas gracias por permitirme ser parte de este fin de semana.

—Eres bienvenida –Aseguró la abuela –Nos da gusto que vengas –La morena asintió –Ven, quiero que veas al resto del grupo.

—Oh, claro –La morena se dio la vuelta al mismo tiempo que su madre y su abuela y todas comenzaron a caminar; Jenna suspiró al ver como se alejaban y resignada comenzó a avanzar hacia ellas para no quedarse atrás.

Fuera del pequeño aeropuerto que tenían en Sitka, Emilia, la madre de la morena, las llevó a todas hacía la simpática camioneta de color rojo que estaba estacionada.

Durante el trayecto todo iba bien hasta que entraron a la ciudad, ya que fue en esos momentos en que la cabeza de Jenna estaba al borde del colapso. Desde que entraron a la ciudad, la castaña se percató de que la mayoría de los puestos comerciales de Sitka tenían el nombre del apellido de su asistente, cosa que la dejó anonadada.

Con confusión evidente en su rostro, la morena se quitó los lentes de sol y volteó a ver a la morena, quien disfrutaba de ver las calles de la ciudad donde había crecido.

—Maya –Murmuró –Maya, Maya –Volvió a llamar –Maya –Dijo por última vez.

Resignada al ver que la pelinegra no le hacía caso, Jenna estiró su brazo y le pegó un puñetazo en el hombro a Maya logrando así llamar su atención.

—Ouch –Se quejó la morena –¿Por qué hiciste eso?

—¿Por qué nunca me hablaste de los negocios de tu familia, tesoro? –Cuestionó Jenna agregando a su voz un tono cariñoso ya que estaban frente a la madre y abuela de Maya.

—Probablemente solo estaba siendo modesta –Aseguró Eleonor.

Unos minutos más tarde, la madre de la morena estacionó la camioneta roja, entonces, cuando todas las mujeres se bajaron de la camioneta, Jenna se acercó a Maya.

—Maya, ahora que estamos aquí, ¿dónde podríamos registrarnos en nuestro hotel? –Preguntó la castaña haciendo que la morena volteara a verla antes de sacar las maletas de la parte trasera de la camioneta.

—Cancelamos su reservación porque la familia no se queda en un hotel, se queda con nosotros –Habló Emilia con una sonrisa.

—Estupendo –Respondió Jenna –¿Qué haces? –Preguntó al ver como la morena azotaba su maleta contra el suelo.

—Cuidado, no te vayas a romper la espalda –Dijo con sarcasmo la pelinegra.

—¡Maya! ¿Por qué no la ayudas? –La abuela frunció el ceño.

—Créeme, abuela, quisiera ayudarla, pero no me deja hacer nada –Explicó –Siempre insiste en hacerlo ella sola. Es una de esas chicas que prefieren hacerlo todo sin ayuda de nadie más, sí –Volteó a ver a la castaña y sonrió al verla batallar para levantar su maleta –Rápido, linda –Le dijo a la morena y después comenzó a caminar.

Jenna maldijo a la morena en silencio y cuando por fin logró levantar su maleta, sacó el mango y después comenzó a arrastrarla con dificultad por el camino rocoso.

Cuando llegaron al borde del camino, la abuela Eleonor y la madre de la morena descendieron por unas escaleras, entonces Jenna se acercó para ver hacia donde bajaban y se sorprendió al ver un pequeño muelle de madera y un bote. La castaña alzó una ceja y miró hacia la pelinegra en busca de una respuesta. Sin embargo, Maya la ignoró y comenzó a tomar una por una sus maletas, pasándoselas a su madre, quien al tomarlas las iba subiendo al bote.

—¡Está es la última! –Gritó la morena antes de tirar con fuerza la maleta más pequeña, la cual rebotó y cayó al agua –O vaya, no pasa nada –Dijo con tranquilidad.

—La tengo, la tengo –Habló Emilia sacando la maleta del agua.

—Secara rápido, respira –La morena le guiñó un ojo a Jenna antes de descender por las escaleras.

—Pssst, pssst –Llamó –No pienso viajar en bote –Murmuró.

—No es obligatorio, te veré en unos días –Sonrió.

—¡No sé nadar, lo sabes! –Se quejó.

—Irás en un bote –Respondió con obviedad antes de llegar al muelle –Ya ven –Le dijo al ver como la morena veía con desconfianza las escaleras.

Jenna mordió ligeramente su labio inferior y observó por unos segundos la escalera antes de decirse a sí misma que no le pasaría nada y comenzar a descender. La castaña se colocó su bolso de mano y con cuidado bajo poco a poco una pierna seguida de otra.

—Te ves bien –Dijo con picardía la más alta mientras disfrutaba de la vista que le proporcionaba el vestido que traía puesto Jenna –Tómate tu tiempo.

Emilia miró con preocupación cómo la castaña trataba de bajar por las escaleras; no entendía muy bien como su hija podía quedarse parada sin siquiera ayudarle, así que llamó su atención y le lanzó una mirada de disgusto, a lo que la morena regresó su mirada a Jenna y decidió ayudar.

—A ver, déjame echarte una mano –Estiró su brazo y colocó la palma de su mano sobre el trasero de la castaña, disfrutando de la anatomía de su jefa.

—Quita tu mano de ahí –Mascullo entre dientes.

—Eso es, ya casi –La morena tanteó con su pie el último escalón y con cuidado bajo finalmente al piso del muelle –Ya llegaste. Felicidades ya me hice vieja –Dijo con diversión la pelinegra.

—Creí que caería –Confesó ella con ligera angustia.

—Hubiera sido gracioso –Admitió ganándose un golpe de parte de la castaña.

Ambas se acercaron hacía el bote y entonces la morena se adentró primero sobre él para poder ayudar a la castaña a subir. Con todo el temor del mundo, Jenna logró subirse al bote, entonces cuando Maya estaba por tomar el mando para conducir, Emilia decidió que era mejor idea que ella viajara a lado de la castaña, ya que ella estaba temblando de miedo.

—Quizá deberías tomar su mano, hija –Habló la abuela Eleonor.

—No, no, estoy bien –Aseguró Jenna –Solo necesito uno de esos –Señaló los chalecos salvavidas, por lo que Maya se levantó para tomar uno y la ayudó a colocárselo –Gracias –Sonrió levemente.

Emilia encendió el motor tras asegurarse que la castaña se veía más tranquila y entonces arrancó rumbo a su casa. Antes de arrancar por completo, el bote dio un tirón sobre el agua, cosa que asustó a la castaña, provocando que Jenna se abrazase contra la morena.

La abuela Eleonor río al ver lo asustadiza que era la morena y entonces levantó su mano para indicarle a su nieta que debía tomar la mano de su novia. Al principio la morena medito si realmente sería buena idea tomar la mano de su jefa, pero entonces Jenna comenzó a temblar por el movimiento del bote sobre el agua y el sonido que hacía, así que rápidamente se acomodó y tomó las manos de Jenna sobre las suyas.

—Tienes manos muy suaves –Murmuró la castaña después de un rato.

—Sí –Asintió –La crema que rechazas cada mañana de Nick ha tenido mucho que ver en eso.

—¿Usas crema para manos? –Cuestionó con diversión.

—Me ayuda a tenerlas hidratadas y suaves –Se encogió de hombros.

—Aquí estamos, llegamos a casa –Informó Emilia interrumpiendo la charla de ambas mujeres.

Jenna se soltó del agarre de la morena y se quitó los lentes de sol para ver mejor la enorme casa que estaba frente a ella.

—¿Esa es su casa de verdad? –Preguntó asombrada.

—Sí –Afirmó la morena.

—¿Quién es tu familia? –Volteó a verla con curiosidad.

La madre de la morena apagó el motor al llegar al muelle y se bajó del bote para atarlo. La siguiente en bajar fue la abuela Eleonor, seguida de Maya y una aún temblorosa Jenna.

Después de bajar las maletas, Emilia y Eleonor se adelantaron dejando detrás a la morena y a Jenna, quien continuaba viendo con asombro la casa de la familia de Maya.

—¿Por qué me dijiste que eras pobre? –Preguntó entre dientes.

—Jamás dije que era pobre –Respondió la morena.

—Pero jamás dijiste que eras rica.

—No soy rica, mis padres son ricos –Se encogió de hombros.

—Por favor, eso es algo que solamente los ricos dicen –Masculló.

—¡Maya, bienvenida! –Gritó alguien a lo lejos.

—¡Hola! –Respondió ella sin entender —Mamá, ¿qué hiciste? –Emilia se detuvo y miró con una sonrisa a su hija.

—Nada, es solo una pequeña fiesta de bienvenida –Río —¿Qué? ¿Hice mal?

—Sólo son cincuenta de nuestros vecinos y amigos más cercanos –Trató de tranquilizar la abuela Eleonor –Vamos, vamos, vengan –Les hizo un ademán con las manos antes de continuar caminando.

—¿Una fiesta? ¿En serio? –Preguntó la castaña a Maya.

—Sí, eso creo –Respondió –¿Por qué no caminas? Mi abuela es mucho más rápida que tú –Señaló hacia enfrente indicándole que continuara caminando –Tienes que esforzarte.

—No me digas –Dijo sarcástica mientras arrastraba con dificultad sus maletas —Más vale que sea una buena fiesta —Murmuró para sí misma.

La verdad es que Jenna deseaba que aquella supuesta fiesta no durará mucho, ya que se moría por descansar un rato Quizá no era jet—lag, pero si se sentía agotada.

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