Algunas cosas toman tiempo

By escritordefics

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La muerte de Annabeth lo quebró. Y muchos temían que para siempre. Busco el refugio en las profundidades del... More

La tristeza nubló todo
Ultimo adiós
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Recompensas
Padre e hijo
Aprendiendo a ser un dios
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Audiencia ante el consejo I
Audiencia ante el consejo II
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Se acaba el tiempo II
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Sin salida
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Rescate
Buen recuerdo
Impacto
Perseguido
Secuestro
Consecuencias
Lejos de casa
Jackson
Sangre
Ausencia
Adversidad
Acercamiento
Recuperación
Venganza I

Reencuentro

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By escritordefics

Le tomó demasiado esfuerzo y tiempo poder trasladarse por la tierra, asfalto y otras superficies sin dejar nada en el camino. Cuando finalmente estaba cerca del apartamento de sus abuelos y estaba en solitario volvió a forma natural, estaba transpirando y sin energía, necesitaba recuperarse un poco. Los suspiros fueron largos y profundos, pero no podía detenerse.

Cuando entró por la puerta a toda velocidad no estaba preparado para lo que tenía delante suyo: la esposa de su padre, Artemisa, con una bandeja de comida rumbo a su habitación. La cara de Artemisa fue de terror, pánico y finalmente de vergüenza cuando se cruzó con la mirada desafiante de Eskol que rápidamente froto su anillo y tenía su arco en mano y su carcaj en la espalda, luego de ello tensó el arco apuntando a la cara.

—¿Qué demonios haces tu aquí? —no gritó, no quería asustar a sus abuelos, pero la forma en que lo susurró hizo que se le helara la sangre a Artemisa que casi tumba la bandeja de comida. Miró para todos lados con temor de que esto pudiera terminar mal para ella.

—Yo... yo —estaba empezando a temblar, conocía su condición actual que no le iba a permitir en igualdad de condiciones. Iba a perder contra él. Lo sabía.

—No repetiré la pregunta —Artemisa lo miró, pero no pudo mantener la mirada porque sus ojos tenían dagas que la atravesaban sin compasión.

—Eskol... —cuando dijo su nombre los ojos de Eskol explotaron y sus manos temblaban por dejar salir esa flecha y terminar con esto. Pero en su mente estaban las palabras de Travis que le había dicho que su padre no quería que hiciera nada estúpido solo por venganza.

—No te atrevas ¡No te atrevas a decir mi nombre! —la forma en como le gritó hizo que terminara de tirar la bandeja haciendo un ruido que despertó a Paul.

La respiración de Eskol era pesada era dura y llena de ira. Artemisa lo sabía, sabía porque estaba así. Paul ya le había contado las cosas y su gran temor estaba frente a ella el ver a la cara al hijo de su esposo, quien había terminado por desvanecerse de la forma más brutal que Paul había podido contárselo. Paul no se había guardado ningún detalle ni había omitido la brutalidad de las forma en que había sido tratada. Había llorado al contárselo, amargamente y Artemisa había escondido la cara de vergüenza y con lágrimas también de saber qué es lo que todos sus actos habían desencadenado. Eskol se había quedado sin su padre y también había tenido que enterarse de la brutalidad con la que había sido tratado.

Eskol estaba cegado de la ira que lo inundaba, recordaba cada momento con Percy, cada momento que había robado de sus obligaciones como dios para poder estar con él y Artemisa le había robado todo eso. No quería ignorar eso, quería acabarla, podía con la ira de los dioses solo con saber que no iba a ver su rostro otra vez.

—Eskol —la voz de Paul lo saco de su trance para ver sus ojos llorosos, su abuelo se veía frágil, estaba más delgado y caminaba con dificultad. En un momento trastabilló y Eskol no lo dudo dos veces en soltar el arco y saltar hacia donde esta Paul y sostenerlo una fuerte caída.

—Abuelo, no, no —Paul se aferró a él, no quería verlo consumirse por la ira, pero sabía que no iba a poder detenerlo por mucho tiempo. —Necesitas descansar —Paul asintió mientras se aferraba a él y trataba de llamar la atención para que se concentrara en él.

—No deberías estar aquí —Eskol sabía que su abuelo tenía razón, no debía estar aquí, seguramente lo mandarían a un encierro al enterarse de ello. No le importaba.

—Bromeas, tuve que pedir un gran favor para poder ver que estaban enfermos —seguramente Hécate tenía alguna cosa en mente con su idea de que debía cuidar de Liz.

—Tiene razón, puede ser peligroso —la voz de Artemisa se escuchaba temerosa, pero no pudo callarse, era su mejor opción para que Eskol no se centrara en ella.

—¡Callate! Cuando salga del cuarto espero que te hayas ido y no vuelvas más —Artemisa retrocedió mientras Eskol se alejaba con Paul. No iba a tener piedad si la seguía viendo en la casa de sus abuelos. —Tienes suerte que mis abuelos están en casa o te haría pedazos yo mismo, pero la próxima vez que nos veamos tendré tiempo para ello —no lo gritó, pero sintió pánico al ver la mirada mortal de Eskol, el mismo Paul sintió que le recorrió un escalofrío al escucharlo.

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Le temblaba el cuerpo entero, sabía que había estado en una situación límite en el que podría haber perdido la vida. Cuando estaba bajando se topó con un Travis que estaba en la puerta del edificio con una mirada asesina.

—No vuelvas a acercarte a ellos, no lo mereces —Artemisa solo asintió, pero luego sabía que no podía quedarse callada. Muchas cosas le avergonzaban, pero haberlos ayudado no.

—Solo estaba aquí para ayudar —Travis tenía las ganas contenidas de darle su merecido por la puñalada que le había dado a traición cuando raptaron a Eskol. Artemisa sabía que se estaba conteniendo.

—¿No hiciste suficiente o crees que te faltó algo? —las palabras de Travis eran venenosas.

—No fue mi intención... —Travis escupió al suelo, ya no le importaba en lo más mínimo si se trataba de la esposa de Percy, era un mero título.

—Sabes, ese siempre fue tu problema —esta vez Travis hablaba para lastimar.

—¿De qué hablas? —Artemisa se sentía abrumada de tener que toparse con dos de las personas más leales a Percy, su hijo y Travis. Sin hablar de cómo le había hablado Paul. Afortunadamente Sally aún no había despertado, estaba muy débil aún.

—Ni siquiera lo sabes, eres patética —luego de eso Travis pasó de ella y siguió hacia donde esta Eskol con sus abuelos, sabía que tendría que dar una larga explicación del porque estaba aquí, pero no podía quitarle eso, tendría que improvisar y ponerlo a recaudo. Cuanto antes mejor.

Ninguno de ellos lo sabía, pero Apolo estaba escuchando todo lo que habían hablado. Sabía que no podía hacer nada para defender a Artemisa, pero tampoco pensaba dejar que la asesinaran sin más. Tenía una gran disyuntiva entre lo que Artemisa merecía y lo que podía dejar que hicieran.

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—Debería, enserio debería golpearte —Travis hizo el amago de pegarle, pero Eskol sabía que no lo haría. Siempre que tenía que enseñarle una lección eran kilómetros de kilómetros corriendo.

—No podía quedarme sin hacer nada —le susurró porque no quería que sus abuelos escucharan que fuera regañado.

—Yo estaba por llegar —Eskol no había hablado con Travis por lo que no sabía cómo es que había dado con él.

—Los abuelos llevaban días enfermos, eso no podía dejarlo pasar —cuando escuchó eso se sintió un poco culpable por no haber venido antes a verlos. En cada misión secreta se tomaba un tiempo para pasar y ver que estuvieran bien, pero sus últimas misiones le habían tomado más tiempo del necesario. Eso y no perder el paso de Vali.

—¡No deberías estar aquí, podría ser peligros para ellos, para ti! —le dio un ligero golpe en nuca que hizo que Eskol perdiera un poco la paciencia, aún estaba con la adrenalina de su encuentro con la esposa de su padre.

—¡Son mi abuelos! —le dio un ligero empujón que hizo que Travis retrocediera.

—Lo sé, no te estoy regañando por preocuparte por ellos, sino por venir sin buscarme primero, mi deber es cuidarte y a ellos, si los dioses se enteran te confinaran —esa palabra le daba escozor ya habían pasado 2 años y no podía aguantar más tiempo recluido en el campamento, el palacio de su padre y la Atlántida.

—¿Quién podría decírselo? Yo no —Travis no podía creer que tenía cabeza para un comentario chistoso. Pero él lo había sentido, tal vez el sentido de Eskol no le había alertado de la presencia de Apolo por estar concentrado en Artemisa.

—¿Sabe que Apolo está rondando el vecindario? —Eskol le dio una mueca de desagrado. No sabía que sentir hacia el hermano de Artemisa, pero sabía que tarde o temprano se iba a topar con él en una no muy cordial escena.

—Maldición —casi podía sentir la voz de su abuela regañándolo por hablar asi.

—No estoy diciendo que él vaya a hacerlo, pero si vio como amenazaste a Artemisa y más lo que yo le dije sin duda no se quedara de brazos cruzados —Travis temía por lo que Apolo podría decir o hacer, pero sabía que Eskol estaba preparado para poder resistir.

—¿Qué haremos? —Eskol no quería aún entrar en una gresca con Apolo o cualquier otro dios.

—Ya estamos aquí, qué más da unos días más para asegurarnos de que este a salvo —Eskol asintió mientras se dirigían al cuarto de Sally. —Pero debes llevar esto —Travis sacó de su mochila un traje de esos que usas para bioseguridad.

—Apenas podré respirar —Eskol se quejó a sabiendas de que no iba a poder huir de esto.

—Es eso o volver inmediatamente —tomo el traje, iba a ser muy incómodo, pero no había de otra, no iba a dejar a sus abuelos.

—Creo que podré sobrevivir —mientras se ponía el atuendo no pudo evitar mirar a Travis que tenía una mirada preocupada y estaba respirando pesadamente.

—¿Casi pierdes el control? —la pregunta le pegó en lo más profundo, se sentía un poco expuesto porque casi había dejado que la vorágine de emociones se descarga contra la persona que había hecho miserable la suya y acabado con la de su padre, la rabí a, la ira y furia contenida lo habían dejado emocionalmente debilitado.

—Casi —susurró mientras se limpiaba un par de lágrimas que no pudo controlar, al menos no lo iba a hacer delante de Travis, no quería dejar salir sus habilidades delante de nadie, aunque ya había fallado en eso con Tritón y Hécate.

—Ven aquí —Travis se sentía un poco mal, nunca había sido la parte cálida en la vida de Eskol, eso siempre había sido trabajo de sus abuelos y de su padre, pero ahora que ellos estaban mal de salud y Percy se había ido necesitaba saber que podía seguir siendo fuerte a pesar de todo lo que le tocaba pasar. Cuando lo abrazó Eskol recobró un poco de compostura, Travis siempre había sido una fuerza en su vida, esa fuerza de entrenar sin parar para poder lograr lo que quería. Hasta ahora había funcionado. —Algunas cosas toman tiempo, lo superarás —Travis sabía que necesitaba tiempo superar esto, era traumático, lo sabía, él mejor que nadie sabía que la perdida podía llevarlo a profundidades emocionales de las que es difícil salir.

||||—||||—||||—||||

7 AÑOS DESPUES

El calor era apabullante, el jadeo incesante, no había forma en que pudiera seguir corriendo, la consolaba que iban cuesta abajo, pero el calor no lo hacía nada soportable. Llevaban 2 horas corriendo por el gran cañón. No soportaba más, esto era tortuoso, pero parecía que su compañero quien iba delante no parecía importarle y solo escuchaba sus arengas para que siguiera adelante. Habían pasado muchos años y una cosa era segura, no quería quedarse atrás en nada, no podía, no debía, quería seguirle el paso a como dé lugar, se lo debía, había estado para ella en los peores momentos de su vida.

No se había dejado nada para sacarla del hoyo donde vivía luego de que su padre muriera cuando era pequeña, vivían en un barrio peligroso, eso solo significaba que tu destino no podía ser el mejor siendo huérfano, sino que el camino que le toco recorrer de cuidados infantiles a las calles en manos de explotadores y proxenetas era corto. Odiaba su vida, su vida después de la muerte de sus padres se había desarrollado en las calles, pidiendo limosnas primeramente, desde temprano en las estaciones de trenes y paradas de autobús, cuando empezó a mostrar ciertos "dotes" para actos de magia la habían "ascendido" a tener su propio lugar en un parque para entretener a la gente, escuchaba aplausos y gente que se impresionaba con sus trucos, luego venía la gente que dejaba uno que otro dólar en su sombrero de copa y anhelaba tomar un par de esos billetes para llenar su estómago que le crujía toda la mañana, lo único que comía antes de empezar su acto era un pan del día anterior, debía aguardar hasta el medio día para volver a ingerir algo más y tomar agua.

Pero no era lo peor.

Cuando llegaba la noche la lanzaban a aquel hueco del que Eskol la había recatado, pero no sin antes darle su "medicación" para que durmiera a gusto decían riéndose los malditos que la jaloneaban con violencia para incrustarle una aguja e inyectarle quien sabe que cosa, pero que la hacía pensar lentamente, sentirse débil, sin ánimo y deprimida. Las noches transcurrían en un trance entre dormir y alucinar un lugar tranquilo y pacifico donde no tuviera que ser tratada como un objeto.

Sabía que para ella la línea de tiempo tenía un rumbo fijado. Luego de estos shows callejeros venían los grupos de carteristas en el metro y cuando fuera más grande y tuviera ciertas aptitudes terminaría en una esquina alquilando su cuerpo al mejor postor. Todo eso lo tenía más que claro, pero eso terminó la noche que Eskol había ido a por ella y la había sacado de su miseria, no lo había vuelto a ver sino hasta después de 2 años, pero siempre tuvo ese nudo en el pecho que le gritaba que no estaría allí si no fuera por él.

Luego estaba su madre.

Todo lo que había vivido se había quedado impregnado en su mente, cada golpe, cada pinchazo, cada sensación de hambre, sueño, dolor, enfermedad, soledad, depresión estaban contenidas en su mente y la amargura en su corazón. Pero no era estúpida. Sabía que no ganaba nada con escupirle a la cara a la que se decía ser su madre, eso solo sería un acto de desahogo y después hasta podría terminar en una zanja dependiendo del humor de ella. Lo único que podía hacer era no llamarla madre. Se lo había jurado a misma desde el momento en que fue parar a aquel hoyo. Hécate había ido al campamento de Travis cuando fue rescatada, pero lo único que había obtenido era una mirada vacía que la ignoraba, una voz apagada que la torturaba y un lenguaje frio que la condenaba como una mala madre. Hécate sabía que se merecía eso. Después de ver el estado en que había sido rescatada llena de marcas de pinchazos en los brazos, ojeras, estaba sucia y descuidada.

Luego de ello sucedió que era la única de sus hijos que no ofrecía nada para ella, pero si podía enterarse que ofrecía para Percy y eso le dolía. En su corazón podía entender por qué la estaba castigando así, pero no podía llegar a ella, cada vez que lo había intentado deliberadamente Liz se guardaba la sonrisa hasta que ella podía verla y como un mimo que pasa su mano por el rostro cambiaba a aquel rostro vacío y carente de emociones de aquella vez en que fue rescatada. Eso la estaba matando. Habían pasado 11 años desde aquella vez en que la había visto en ese estado y parecía que Liz había encontrado la forma de torturarla sin faltarle el respeto ni increparla o siquiera gritarle. Hécate quería que se enfureciera, que llorara, que le reclamara por qué la había abandonado a su suerte, pero Liz no iba a dejar que se saliera con la suya.

Eskol se había dado cuenta de ello poco tiempo después de salir de su confinamiento obligatorio por haber visitado a sus abuelos aun cuando las ordenes eran claras. Ni porque Poseidón era su abuelo se libró de aquel castigo y no iba a pedirlo tampoco, estaba dispuesto a asumir la culpa, jamás iba decir "soy nieto de" o "soy hijo de" para evitar asumir la responsabilidad. Había visto a Liz luego de algún encuentro con su madre, siempre había maquillado muy bien su estado de ánimo, pero siempre tenía los al borde de las lágrimas, él podía saberlo, en eso no podía engañarlo.

Sin embargo, había estado allí para ella, después de haber firmado ese acuerdo de colaboración mutua su relación se había vuelto más sincera y abierta, cuando las noches eran oscuras y las pesadillas no la dejaban dormir, con su habilidad se había escabullido a su habitación para pasar la noche conversando sobre el negocio, la vida, las misiones que ahora Eskol tenía con Travis o simplemente miraban por la ventana de la cabaña al cielo estrellado o la lluvia. Liz había ido progresando en sus habilidades mágicas a pasos agigantados, pero había un detalle, no tenía resistencia.

Eskol la había llevado a la Atlántida luego de ganarse el derecho de llevar a alguien por ganar el torneo de lucha con dagas que se había celebrado en las profundidades del mar, había terminado con un par de tajos en los brazos, pero había logrado vencer. En la Atlántida la había revisado a detalle, una gran anemia la invadía, no la habían identificado antes porque siempre tomaba algo de néctar y ambrosía que tapaba el problema de fondo, es por ello que no podía dar más en los entrenamiento físicos prolongados, fue necesario que tuviera tratamiento prolongado y Eskol la perseguía de un lado a otro para que tomara su medicación y se alimentara adecuadamente.

No volvió a ver a Hécate de manera personal, pero entendió porque le había pedido que cuidara de Liz. No se arrepentía, Travis se lo había dicho cuando se enteró de la condición de la hija de Hécate que hacía bien en ser un hombre y cuidar de ella, ya lo había hecho cuando eran niños, no tenía poque dejar de hacerlo. Las misiones habían mejorado para él luego de continuar con su entrenamiento de armas, la cantidad de semidioses que habían rescatado era satisfactoria y Travis ya le había permitido formar parte de las operaciones negras post rescate. Al cumplir los 18 años y haberse probado ante Apolo y Poseidón en combate se le había aprobado el poder formar parte activa del trabajo de Travis.

Algo en su cabeza le decía que estaban haciendo lo correcto porque nadie, literalmente nadie hacía nada al respecto de las condiciones en las que a veces encontraban a los semidioses, algunas condiciones peores que las de Liz. Las primeras veces había sido un poco traumático, sobre todo cuando terminaba con sangre en las manos, Travis no llegaba al punto de quitarles la vida, pero sí que los dejaba en un estado un tanto delicado como para que no volvieran a pensar en hacerle eso a nadie nunca más. Eskol no hablaba de estas cosas con nadie, eso solamente era conversación para Travis y bueno ahora Katie quien se había unido al equipo luego de tomar un curso para dar atención médica, había ayudado mucho que también tenía un dominio muy fuerte sobre las plantas y podía hacer creer plantas medicinales que simplificaban todo, aunque ella se quedaba en campamento base para dar la primera atención a los semidioses rescatados.

En medio del tiempo que Eskol permanecía en el campamento Liz le había pedido que le ayudara a entrenar, en la mente de Liz el campamento no era algo a lo que quería de manera permanente. Eso le preocupaba a Eskol, pero no podía negarle el entrenarla para poder defenderse sola. Sabía que en el fondo estaba gritando poder defenderse para no tener que volver a depender de su madre ni de nadie más. En la mente de Eskol estaba la idea de poder darle un nuevo sentido a su vida, sabía que en el fondo estaba buscando un propósito y él podía entenderlo, después de todos estos años había aprendido a sobrellevar la pesada carga, no había vuelto a ver a la esposa de su padre, pero sabía que aún estaba merodeando alrededor de sus abuelos, era una historia muy complicada y había decidido mantenerse al margen y concentrarse en lo que quería, ya casi estaba en el tiempo en el que no tendría que estar más en el campamento y cuando ese tiempo llegara sería su momento para partir hacia el mundo nórdico a buscar a su "padre" y cerrar el ciclo.

—Alto, alto por favor —Eskol escuchó la voz de Liz que estaba rogando para poder bajar el ritmo, pero no podía permitírselo. Él le había advertido que no sería para nada blando con ella.

—No, no pararemos hasta llegar a la base —Liz estaba odiándolo con cada paso que daban, no hablaban de gratitud, compañerismo, solamente lo sabían, sabían que estaban allí para el otro dando lo que tenían para el otro.

Ella siempre había estado allí para Eskol que necesitaba equilibrio en su vida un tanto maltrecha luego de la desaparición de su padre y las cosas complicadas con Artemisa. Eskol siempre estaba allí para darle lo que necesitaba, los medios para poder ser mejor, libros para mejorar sus poderes mágicos y ahora entrenamiento para mejorar su resistencia y que su magia fuera a otro nivel.

—Enserio, Eskol, mi cuerpo no soporta más —Eskol se reía porque podía oír su propia voz suplicándole a Travis hace muchos años y este lo ignoraba o le arrojaba pequeñas piedras para que siguiera avanzando.

—Eso es lo que piensas, en cuanto fuerzas tu cuerpo esas ideas se van, asi que vamos —Liz se estaba desmayando, pero tenía que seguir, sabía que Eskol no la iba a salvar ni la iba a llevar a cuestas, eso ya lo había probado una vez y la había dejado botada en medio de la montaña y solo la había esperado en el campamento base. No tuvo fuerzas para golpearlo esa vez y no tendría tiempo para golpearlo en este caso.

Ni siquiera se molestó en calcular el tiempo que había pasado antes de ver las tiendas de acampada, pero sentía que se iba a desplomar del cansancio. Los pies ya directamente no los sentía, pero en fuego en sus piernas hizo que cuando se detuvo apenas pudo mantener el equilibrio que empezó a trastabillar, pero no llego a caer porque la mano de Eskol la sostuvo.

—Pensé que no ibas a tener compasión —Liz disfrutaba eso, burlarse de Eskol porque tenía serios problemas para poder interactuar con la gente y más con mujeres. Nunca lo hacía delante de otras personas, pero cuando estaban solo sí que lo fastidiaba. Él también lo hacía burlándose de su anemia y su falta de resistencia, pero siempre eran bromas entre ellos nunca había salido de ese entorno. Eskol tenía otras ideas en mente.

—Sus deseos son ordenes —luego de eso la soltó para dejarla caer.

—Demonios, Eskol, cómo puedes dejarme caer, apenas puedo sostenerme —Eskol empezó a reír sin control porque ni siquiera podía levantarse sin ayuda.

—Probemos algo nuevo —se acercó dónde estaba para tomar sus pantorrillas, no lo vio detalladamente, pero le pareció ver que sus mejillas se sonrojaban.

—Que... que... ¿Qué crees que estás haciendo? —para Liz esto sobrepasaba cualquier tipo de contacto que hubieran tenido previamente, siempre jugueteaban y se daban golpes, per extrañamente para Liz esta vez se sintió diferente que hizo que se avergonzara.

—No pensé que te vería balbucear alguna vez, esto se siente bien —Eskol no retiró sus manos de las pantorrillas de Liz mientras se concentraba, tenía una botella de agua cerca y esta empezó a salir de la botella para subir por las zapatillas de Liz, en cuando entro en contacto con su piel sintió un escalofrío que la hizo reírse un poco, pero también una pequeña luz blanca a través del agua que la hacía sentirse intrigada.

—Deja de fastidiarme ¿Qué estás haciendo? —Eskol no quería explicarle, pero no había forma de esquivar esto, tendría que explicarle, pero no le gustaba verla tan debilitada, esas eran cosas que no soportaba demasiado, pero después de todo este tiempo esta era la primera vez que intentaba algo para reducir su desgaste físico y traerle un poco de alivio.

—¿Sientes alivio? —ella se negaba a responderle, pero no podía negar lo obvio estaba mostrándole una de sus habilidades. Todo este tiempo solo había sido él preocupándose porque maximizara sus habilidades mágicas, nunca había dejado ver más allá de la super concentración y esa habilidad para idear nuevos prototipos de armas, pero esto era nuevo.

—Un... un poco —Eskol lo estaba disfrutando, esto era demasiado satisfactorio para él, verla tan nerviosa era el objetivo.

—No hablo de esto con nadie lo sabes, pero ya que siento que haberte visto tan nerviosa es un punto a mi favor te contaré sobre esta habilidad —Liz le dio un golpe en el hombro con toda la fuerza que le quedaba, Eskol le sonrió no tardaría en aparecer Travis asi que debía ser rápido, luego habría tiempo para la bromas y sí que las habría. —Puedo usar el aguar para poder restablecer tu energía —Liz podía entender esa parte, sabía que por herencia parte de los poderes de su padre era el poder restablecer la energía con el agua, pero la luz era otra cosa.

—¿Porque el agua brilla de esa manera? —Eskol se sentía aún un poco incomodo con el detalle de su habilidad, pero no podía echarse atrás sería grosero si le dijera que no quería hablar de eso con ella.

—Estuve investigando, mi padre biológico es el dios de la luz, creo que esa fuerza fusionada con el agua es lo que produce el alivio... aún no soy bueno en eso —Liz sabía que él vivía intentando nuevas cosas con sus habilidades a solas, nunca lo había visto usar sus habilidades en combate, siempre era solo el uso de la espada y el arco, con ello los vencía. Atrás quedaron esos días en que los hijos de Ares se burlaban de él y lo vencían con facilidad, ahora Eskol reinaba en el campamento para cada torneo.

—Bromeas, me siento mucho mejor —en cuanto le retiró las manos de las pantorrillas le tendió la mano para que se levantara.

—Me alegra oír eso porque tenemos otro campamento a unos kilómetros —la cara de horror fue lo mejor.

—No, no, no, ya no puedo más —no pensaba forzarla más y no pensaba escuchar un sí.

—Será mejor que esperemos a Travis, creo que hay una misión para nosotros, te quedarás con Katie mientras vamos en misión —Liz quería tentar su suerte, lo suficiente como para saber si pensaba considerarla alguna vez. —No, no, ni lo menciones —Liz le sonrió, tal vez aún no era el momento.

—Ni siquiera puedo pararme —trató de cubrirse con eso, pero cuando vio a Eskol agacharse para tomar sus pantorrillas se puso de pie como un resorte. —Alejate, ya me puse de pie —Eskol se rió y en ese momento se apareció Travis con Katie de la mano. Ambos los miraron con ojos de complicidad que los hicieron sentirse incomodos. Era divertido.

||||—||||—||||—||||

No había vuelto a hablar con Eskol desde aquel día, tal como él quería se había alejado de los padres de Percy. Había sido duro afrontar su realidad luego del golpe emocional que le habían propinado Paul, Eskol y finalmente Travis. De vuelta a casa había pasado un par de días en la habitación reflexionando sobre las cosas que le habían dicho. Cuando Paul le había contado con lujo de detalles el cómo Percy había terminado en los dominios de Vali entregando su vida para poder salvar a Eskol y la forma en que había sido masacrado bajo la atenta mirada de su padre y de Atenea había hecho que su corazón se acongojara. En su mente tenía serios problemas para bajar sus barreras, pero el relato desgarrador de Paul le había hecho un hueco en la cabeza.

Había sido todo culpa haber perseguido a Eskol.

Luego de reflexionar sobre ello había terminado rindiéndose ante la idea de que no podría revertir el hecho. En su experiencia los dioses tardaban todo un siglo en volver a la vida. Sabía que tanto Sally, Paul como Eskol no iban a vivir lo suficiente como para volver a ver, es más ni siquiera ella podría volver a verlo, por lo que no quería vivir lo que restaba en la misma miseria de estar sola, de espantar a todo cuanto alguna vez se acercó y sobre todo del resentimiento y aversión sin sentido hacia los hombres, no después de haber visto como Percy defendió a Eskol, como Travis cuidaba del hijo de Percy y como Eskol cuidaba de sus abuelos. También tenía un paréntesis en el trato que le había dado a su hermano Apolo, no soportaba su comportamiento hacia las mujeres y lo mujeriego que se había vuelto con el tiempo, pero nunca, en todo este tiempo la había abandonado y siempre había buscado acercarse más aún cuando ella lo alejaba de la peor de las maneras, muchas veces humillándolo delante de la caza.

Había pasado lo que resto de la pandemia por la enfermedad tratando de mejorar su vida, volver a buscar un trabajo, pero no obtuvo algo estable, solo pequeños trabajos aquí o allá sabiendo que con la medicación que le habían dado podía arriesgarse a cualquier trabajo, asi que empezó con ello mientras pensaba en como poder tener algo permanente y que le permitiera seguir viviendo tranquila.

Finalmente lo había logrado, ya que años después del incidente con Eskol y Travis logró establecer una tienda de artículos deportivos en especial de tiro con arco. Era una tienda mediana, pero tenía algo de especial que en el caso de los arcos y flechas eran todas de fabricación manual hechos por ella y eso hacía que a su tienda llegara gente entusiasta por un producto personalizado. Eso le había permitido mantener su vida en el apartamento que Percy le había dado y no tener que arrendar su propia habitación y vivir en otro lado.

Sobre los padres de Percy, se había topado con ellos nuevamente unos años después y habían tenido una conversación amigable, donde Paul y Sally le habían expresado su gratitud por haber cuidado de ellos cuando estuvieron enfermos. Se le caía la cara de vergüenza que tuviera que escuchar el agradecimiento de los padres de su esposa quien estaba "muerto" por cosas que ella hizo. No podía ni siquiera mirar a la propia Sally quien era la madre real de Percy, pero supuso que Paul se había encargado de limar asperezas con ella. Luego de eso uno que otro encuentro ocasional al saber ellos que tenía una tienda. Nadie hablaba de Eskol, Artemisa entendía que no tenía derecho a preguntar y los abuelos de Eskol no querían poner más presión en él para obligarlo a hablar con ella, debían respetar el hecho de que Eskol no quería saber nada de ella.

Para Artemisa era doloroso sentir el odio de Eskol solo con ver a sus abuelos, debía solucionarlo de alguna manera, pensó ello cuando empezó a comprar fresno blanco, esa madera tan específica para hacer arcos y flechas y su mejor lote lo remitía a la casa de Sally sin decir nada. No esperaba un gracias o una sonrisa, pero esperaba que al menos asi podría limar asperezas con el hijo de su esposo. Esperaba que pasados algunos años podrían por lo menos mirarse sin ver esa sed de sangre que había visto en apartamento de Sally.

||||—||||—||||—||||

Había sido un día largo lleno de muchos clientes entrando y saliendo de la tienda, eran buenos días ya que la mayoría de los compradores estaban renovando su equipo y adquiriendo nuevos implementos. Sentía que ahora los días, por más cansados que eran, cargando mercancías y ordenando todo se sentía diferente a sus anteriores trabajos donde sentía que le estaban quitando la vida con cada hora por la que le pagaban una miseria. Escucho una llamada en su móvil. Era una de sus inquilinas.

—¡Artemisa! —la compañera de Artemisa se escuchaba demasiado alterada. Entró en tensión al pensar en un millón de cosas que podrían estar pasando. Era una casa de solo mujeres.

—¡Calmate! ¿Qué paso? —escuchaba a su otra roomie balbuceando cosas.

—Hay un hombre semidesnudo en la puerta desmayado —eso la puso en alerta. No era un barrio donde esa clase de cosas sucedieran.

—Llama a la policía —no parecía nada que no pudiera ser resuelto con un reporte policial.

—Está balbuceando algo en otro idioma —eso sí parecía sospechoso. No podía ser, pero esperaba que fuera una falsa alarma.

—¿Qué idioma? —tenía esa desazón que le estaba carcomiendo.

—Griego, griego antiguo —en ese momento su cabeza explotó. Entró en pánico.

—Sus ojos ¿de qué color son? —no podía estar pasando de esa manera.

—Verdes, como el mar —en ese momento su cuerpo se tensó de una manera brutal, no lo pensó y salió corriendo, a dura penas cerró el negocio con llave.

—No lo reportes, voy para allá —tenía que estar segura de esto. Corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron, el calor en esta época del año hacía todo más difícil, pero no se detuvo y corrió hacia su casa solo para toparse con un cuerpo en la puerta. Lo primero que hizo fue voltear su cabeza para poder confirmar de quien se trataba. 

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