decay โ”โ” daryl dixon

By -poisxn

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DECAY | en donde una pequeรฑa familia rota se ve obligada a luchar si quiere sobrevivir ... More

decay
epigraph & mixtape
graphic gallery
graphic gallery ii
act i
i. house of memories
iii. bittersweet reunions
iv. dead weight
v. graveyard

ii. priorities

550 71 7
By -poisxn













capítulo dos,
( priorities )











             DESPERTARSE TAN TEMPRANO POR LA MAÑANA Y NO hallar a Octavia durmiendo a su lado fue la primera señal de un día complicado. Que el café ya se hubiera enfriado fue el segundo, el que le indicó que sería difícil de afrontar, porque se había hecho la idea cuando era chica de que una buena taza del fuerte líquido la ayudaría con todo lo que tuviera para hacer.

El pánico en su pecho la empujó a salir apresuradamente de la carpa, luchando con los botones de su jean mientras su mirada intentaba localizar el paradero de su hija, y atrayendo las miradas curiosas y divertidas de otros campistas, que no fueron de ayuda en lo absoluto cuando les preguntó por Octavia. Entonces la oyó reírse y sintió que respiraba por primera vez en todo el día.

Creyó que la encontraría junto a Matt, tal vez dibujando o buscando ardillas, pero se llevó una sorpresa al verla junto a Daryl. No lo diría, claro. Tal vez el hombre no tuviera una pizca de gracia, exceptuando sus oportunos comentarios sarcásticos, pero solo bastaba una mirada suya para que Octavia riera.

—Octavia Jane Dixon.

Ante el tono severo de sus palabras, la niña giró para verla y Daryl alzó su mirada. Él se encontraba sentado en el tronco caído de un árbol, inspeccionando las flechas de Octavia. Ella intentaba sostener el peso de la ballesta sin mucho éxito, sus brazos cayendo constantemente con el peso.

—¿Qué fue lo que te dije la primera noche que pasamos aquí?

Octavia suspiró con pesadez, ignorando el instinto de rodar sus ojos. Su madre ya se veía lo suficientemente enojada y lo último que necesitaba era empeorar la situación. Aquel no era un buen día para ser castigada. Tenía mejores planes que sentarse con Carl y Sophia a estudiar. Eran sus mejores amigos, sin duda, pero odiaba estudiar.

—Que te despertara si iba a salir de la carpa, aunque Matt ya estuviera despierto. Lo siento, mamá, pero tuve que ir al baño y luego me distraje. Le pedí a Glenn que te avisara pero supongo que ya se fueron.

Octavia se abalanzó a su madre para abrazarla, y Eleanor por poco trastabilla antes de rodearla con sus brazos. Daryl tuvo que hacer un esfuerzo por no sonreír. Su hija era malditamente astuta.

—Mami, puedoirconpapáacazar.

A pesar de que no hubo pausa alguna entre las palabras y fueron pronunciadas sobre su estómago, Eleanor las entendió. Carajo, ella misma había usado aquella táctica contra su madre cuando era pequeña. La diferencia era que Jane le daba un golpe en la cabeza para que hablara bien, pero ella no se lo haría a O.

—¿Por qué no vas con Carl un rato? Déjame hablar con tu padre.

Octavia se separó de ella y esta vez rodó sus ojos.

—¿Por qué debo irme yo? Vayan ustedes a otro lado a hablar. Yo llegué antes.

—O, solo ve.

Ante el pedido de su padre, Octavia se retiró con enfado, pisando con fuerza todas las ramas en su camino y partiéndolas en dos. ¿Por qué era ella la que siempre tenía que irse? ¿Y por qué tenía que irse en primer lugar? ¿Acaso no era lo suficientemente grande como para oír lo que tuvieran que decir? ¡Solo le quedaban unos meses antes de cumplir trece años! ¡Era prácticamente una adulta, por todos los cielos! Eran demasiado injustos con ella.

Eleanor esperó a perderla de vista y cerciorarse que se dirigía al campamento y no a otro lado antes de volverse a Daryl. El hombre seguía sentado en el tronco y afilaba una flecha nueva para su hija.

—¿En serio crees que es una buena idea, Daryl? ¿Solo ustedes dos en el bosque? No sé... Suena peligroso.

Daryl dejó la flecha sobre su regazo y alzó su mirada hacia ella. Ojos entornados por el sol y orbes celestinos brillando con intensidad.

—No es nada que no hayamos hecho antes, Eleanor. Hemos ido solos a cazar y nunca te opusiste. ¿Cuál es la diferencia?

—¿La diferencia? —inquirió la mujer con desdén—. ¿Bromeas? Uh, no lo sé, ¿tal vez que ahora no la podrás llevar al médico si vuelve a caerse de un árbol? ¿O será que hay infectados? Y si se pierde, ¿quién nos ayudará a buscarla?

Daryl sacudió su cabeza, sin permitir que sus miedos se conviertan en los suyos. Octavia estaría bien porque estaría con él, eso era lo único que tendría que reconfortarla, pero nada era tan fácil con ella. Siempre le dolería que no confiara en él. Carajo, Octavia y él habían cazado por aquel mismo bosque en docenas de ocasiones.

—Te preocupas por estupideces, mujer. Estará bien. No dejaré que nada le pase.

La aludida cruzó los brazos sobre su pecho y entornó su mirada.

—¿Estupideces? ¿Sabes? El hecho de que te tomes la seguridad de nuestra hija a la ligera es preocupante.

Daryl arrojó las flechas a un lado y se puso en pie.

—¿En serio crees que la pondría en peligro? ¿Eso crees de mí? Es mi hija. Nadie la puede proteger mejor que yo.

Eleanor apartó la mirada de aquellos orbes tan cubiertos de seguridad y dolor. A veces no sabía porque lo hacía. Porque intentaba lastimarlo y herirlo. Porque intentaba separarlo de Octavia. En realidad, se mentía. Por supuesto que lo sabía. Quería verlo sufrir tanto como había sufrido ella a su lado. El resentimiento que sentía cada vez que lo veía era una boa constrictora que se cerraba alrededor de su garganta y controlaba sus pensamientos y palabras. Y el hecho de que Octavia siempre lo eligiera eran cuchilladas a su corazón.

No quería aceptar la verdad. Odiaba a Daryl Dixon. Y a veces odiaba a su hija por elegirlo. Y se odiaba a sí misma por tener esos sentimientos. Así que decidió tomar la decisión que más le dolía. Porque no podía ser tan egoísta.

—Tienes razón. Llévala contigo. Pero ni bien sientas que hay peligro, la traes de vuelta, ¿de acuerdo? Si algo llega a pasarle, Daryl Dixon, prometo que...

Eleanor se detuvo, sin estar muy segura de cómo continuar la oración. ¿Qué sería capaz de hacer si algo le pasaba a su hija? ¿Moriría o mataría? ¿Caería en un pozo de desesperación y depresión o buscaría venganza? No lo sabía. No podía siquiera imaginarlo. Y, por todos los cielos, esperaba que nunca tuviera que averiguarlo.

Daryl rodó sus ojos. Nada le pasaría a su hija, así que no le importaba lo que Eleanor pudiera decir. No le interesaba cómo pudiera terminar la frase. Era claro que probablemente nunca confiaría en él. Comenzaba a acostumbrarse a ello.

—Estaremos bien, Eleanor. Salimos en unos minutos.

El hombre volvió a recoger las flechas y sentarse en el tronco, para nada ansioso, no sintiendo nada de lo que ella sentía. Sobre todo, quería ir con ellos. Quería asegurarse de que Octavia estaría bien. Pero tal vez esta era su oportunidad para volver a confíar en Daryl como lo había hecho en otro momento.

Esperaba que no la decepcionara.




















              ELEANOR PODÍA SENTIR LOS RAYOS DE SOL IMPACTANDO contra su espalda, la musculosa una vez blanca pegada a su cuerpo como si fuese una segunda piel. El verano estaba llegando a su fin, despidiéndose con unos últimos días calurosos que no eran bienvenidos en lo absoluto, incapaces de sentarse en la sombra de los árboles por más de unos minutos antes de tener que volver a sus labores.

Tomó los bidones de agua que acababa de cargar con agua del lago y deshizo el camino hecho hacia el campamento. Shane era el encargado de juntar agua para hervir y poder tomar, pero siempre olvidaba que también necesitaban agua para refrescarse y evitar insolación. El color resultaba tan sofocante que Eleanor temía que pudieran deshidratarse si no mantenían la temperatura de sus cuerpos reguladas.

A medio camino tuvo que detenerse para descansar, secando las gotas de sudor que se habían acumulado en su frente con el borde de su musculosa. Su cuerpo se puso rígido, sin embargo, al oír ramas quebrarse cerca de ella y el movimiento de los arbustos. Enseguida tomó su cuchillo de caza y plantó sus pies en el suelo con firmeza, creyendo que se trataba de un infectado. Pero lo que la sorprendió fue una ardilla. Una bellota entre sus manos.

Sonrió sin poder evitarlo y tuvo el impulso de salir corriendo lo más sigilosamente posible en busca de Octavia para enseñarle al pequeño animal. Pero Octavia se había ido aquella mañana y no regresaría pronto.

Maldito Daryl por haberla convencido. ¿Cómo pudo creer por tan solo un segundo que estaba bien llevarse a su hija tan lejos? Claro, podía intentar rastrearlos y cazar con ellos, inventar alguna excusa sobre cómo necesitaba alejarse del resto de los campistas —lo que no era una completa mentira—, pero no la verdad era que no era tan buena en el bosque como le gustaba pensar.

—¿Te ayudo con eso?

Matt apareció frente a ella de imprevisto, con una sonrisa en su rostro que hacía brillar sus orbes zafiro. Eleanor dio un respingo que intentó esconder con una sonrisa propia, pero el hombre lo notó. Por supuesto que lo hizo. A veces parecía que la conocía más de lo que ella misma se conocía.

—Ey, sabes que Octavia está bien, ¿verdad? Sé que Daryl la cuidará.

Eleanor se permitió ser envuelta por sus brazos y apoyó el rostro sobre su pecho. Cerró sus ojos, oyendo el suave latir de su corazón.

—Lo sé, pero no lo sé. ¿Me entiendes? No puedo verla, no puedo preguntarle que necesita, no puedo oírla hablar sobre todos los pájaros que conoce, aunque a veces cuando desvaría hace que me quiera matar, o tal vez matarla a ella y luego a mí.

Matt rió entre dientes, entendiendo a qué se refería. Era sorprendente la manera en que le interesaban las aves. Al parecer, un día simplemente había encontrado un artículo en línea sobre las cotorras y desde entonces no se había detenido.

—Lo entiendo, amor. —La separa de su cuerpo por los brazos y deposita un beso en la comisura de sus labios—. Ahora vamos antes de que le caigan más hojas al agua.

Eleanor le devolvió la sonrisa y asintió con su cabeza antes de tomar uno de los dos baldes, Matt llevando el otro.

Al llegar al campamento, los tomó por sorpresa oír la radio emitir un ruido estático. Por un segundo, todos detuvieron sus movimientos y el único sentido que permaneció alerta fue el oído.

—Hola. ¿Me pueden escuchar?... Hola. ¿Alguien puede oír mi voz?

Amy fue la primera en correr a la radio para contestarle a la voz desconocida. Eleanor dejó el balde de agua en el suelo, Matt imitando su acción, y ambos se acercaron con curiosidad. Hasta el momento no habían recibido otra señal que no fuera la de Glenn cuando iba a Atlanta, ¿entonces cómo había podido este extraño dar con ellos? Lo que estuviera sucediendo le inquietaba y eso no le gustaba en lo absoluto. No sabían quien se encontraba del otro lado de la llamada o si acaso estaba solo, y simplemente no podían confíar. Si, se vieron obligados a confiar entre sí, pero habían pasado semanas desde entonces y sería raro tener que lidiar con un desconocido.

—¿Hola?

—¿Pueden oír mi voz?

—Si, te escucho. Cambio.

—Si alguien recibe, por favor responda.

Eleanor llevó a su boca su dedo pulgar izquierdo para arrancar con sus dientes la piel alrededor de su uña en un acto de ansiedad. La sangre surgió y, si bien no sintió dolor alguno, es capaz de sentir el gusto metálico en su paladar. En base a la respuesta dada por el hombre, era claro que no podía oírlos como ellos a él y que, por lo tanto, no podían mentirle sobre el paradero y enviarlo a otro lado, lejos del campamento y de ellos. Carajo, por todo lo que sabían podía estar dirigiéndose hacia ellos en aquel momento.

—Transmitiendo por el canal de emergencias. Me aproximaré a Atlanta por la autopista ochenta y cinco.

—¡No! ¡No entré a la ciudad! ¿Me escucha? ¡No entre en Atlanta!

—Si alguien me recibe por favor responda.

Eleanor tuvo que esconder el suspiro de alivió al notar la manera en que muchos miraban el aparato con ansiedad, incapaces de advertirle al hombre sobre el peligro de la ciudad. Una trampa mortal de la que era prácticamente difícil escapar. Solo les quedaba esperar que tuviera una muerte rápida y que nunca encuentre el camino a la cantera ni se cruce con los miembros del grupo que fueron a la ciudad. Aunque si ese fuera el caso, Eleanor estaba segura de que sería su madre la que le disparara.

—Estamos justo afuera de la ciudad —intentó decirle Amy una vez más, recibiendo estática como respuesta—. Demonios. ¿Hola?

La joven soltó un suspiro y dejó el comunicador nuevamente en la radio, rendida. Eleanor mordió su dedo con más ímpetu para evitar gritarle lo descuidada que estaba siendo. Habían intentado advertirle al hombre y eso era todo lo que podían hacer por él. No le debían nada y mucho menos debían invitarlo al campamento sin saber con quién trataba. El mundo nunca había sido un lugar seguro. Ahora lo era menos.

Matt tomó su mano en la suya al notar el daño que se estaba provocando, pero no comentó nada al respecto. Pasó su brazo sobre sus hombros y la estrechó contra su cuerpo. Siempre lograba calmar sus nervios y aquel día no era una excepción.

—No me escuchó. No le pude advertir.

—Trata de localizarlo de nuevo —dijo Dale mientras alternaba su mirada a Shane—. Ven hijo, sabes mejor que nadie cómo funciona esta cosa.

El aludido clavó el hacha que tenía entre sus manos en un tronco y se acercó al grupo dando zancadas. Tomó el comunicador con una mano mientras hincaba una de sus rodillas en la tierra. Eleanor pudo notar la reticencia en su rostro, pero aún así obedeció. Supuso que tenía que ver con el hecho de que era un ex policía y su deber siempre había sido salvar a la gente. Tal vez olvidaba que las reglas habían cambiado.

—Hola, hola. ¿Continúa al aire la persona que llamó? Soy el oficial Shane Walsh transmitiendo a la persona desconocida. Por favor, responda.

La única respuesta que recibió fue una larga estática. El hombre del otro lado ya no se encontraba allí. Eleanor agradeció no haber podido contactarse con él. Quien sabe lo que hubiera pasado.

—Se fue —sentenció Shane poniéndose en pie.

—Hay otros. No solo nosotros.

Shane asintió con su cabeza ante la objeción de Lori, llevando las manos a su cintura.

—Sabemos que los habría, ¿verdad? Por eso dejamos prendido el radio.

—E hizo tanto bien —replicó Lori—. Desde hace una semana que digo que deberíamos poner rótulos en la ochenta y cinco para advertirle a la gente que se aleje de la ciudad.

Eleanor apoyó la cabeza sobre el hombro de Matt, oyendo la conversación pero sin estar segura de que sea una buena idea meterse en ella. ¿Cuál era el sentido? Todavía creían que el gobierno volvería a alzarse y a arreglarlo todo. Vivían en una fantasía.

—La gente no tiene idea de dónde se mete —masculló Amy con angustia.

—Bueno, no hemos tenido tiempo.

—Creo que tenemos que hacernos tiempo.

—¿Hacernos tiempo? —repitió Eleanor de manera mordaz, separándose de Matt al avanzar—. ¿Saben para que deberíamos hacernos tiempo? Para mandar más grupos a Atlanta. Para armar un plan sólido y saquear un supermercado y toda su comida. Para conseguir más armas. Para aprender a defendernos mejor. No para poner unos estúpidos carteles que probablemente vean solo dos personas. Y ni siquiera voy a entrar en detalle sobre lo estúpido que fue intentar decirle donde nos encontramos.

—Eso es cruel —replicó Amy—. ¿Acaso debería dejar que simplemente vaya a Atlanta a morir?

—Si es lo suficientemente idiota como para entrar en una ciudad entonces si, tal vez deberías haber hecho eso.

Eleanor clavó en cada uno de ellos su mirada antes de darles la espalda y alejarse, dejando olvidados los baldes de agua. Si seguían siendo así de estúpidos, entonces debería comenzar a cuestionarse con su familia si acaso la mejor opción no era separarse de ellos e ir por su cuenta. Claro, los peligros serían mayores sin un grupo que protegiera sus espaldas, pero al menos no irían buscando el peligro ellos mismos. Si no comprendían que el mundo había cambiado, Eleanor temía que no llegarían muy lejos.

—El. El, espera.

Era Matt quien la perseguía, pero aún así no se detuvo, solo desacelerando lo suficiente para que sea capaz de alcanzarla. No sabía adónde se dirigía, o porque había elegido adentrarse en el bosque, pero era mejor a tener que soportar las miradas juzgadoras de los demás.

Sabía que podía parecer insensible y tal vez un poco egoísta por pensar solo en el bienestar de ellos, pero en realidad también intentaba cuidarlos. Lo peor que podían hacer era confiar en la persona incorrecta y acabar muertos por ello. Y si acaso ocurría, de ninguna manera sería por su culpa.

—Tiene que haber gente buena allí afuera, El. No todos pueden ser tan terribles como tu piensas. Todos en este campamento son un ejemplo de ello.

Eleanor se detuvo para quedar frente a él y se preguntó cómo podía pensar así siendo ex-militar. ¿Acaso no había visto suficiente maldad allí afuera para entender que la naturaleza humana podía ser terrorífica?

—Coincido contigo, Matt, pero arriesgarnos con desconocidos puede resultar en nuestra muerte. ¿Y si invitamos a alguien, desaparece una noche y cuando vuelve es con un grupo que nos quiere robar? Y robarnos es lo mínimo que pueden hacernos. Hay mujeres, niños y ancianos vulnerables aquí. Podría apostar que ni siquiera la mitad de ellos sabe cómo usar una pistola. No tenemos cómo defendernos, excepto al ser precavidos. —Encogió sus hombros, luciendo despreocupada—. No permitiré que se aprovechen de nosotros.

Matt escudriñó su rostro, notando la seguridad en cada una de sus palabras. ¿Era esto la consecuencia de haber trabajado durante años como asistente de una firma de abogados penales? ¿O era algo más oscuro? Algo que siempre había estado allí, escondido bajo sus sonrisas. Algo que crecía y se expandía y lo envenenaba todo.

Lo que le aterró, sin embargo, fue darse cuenta que tal vez tenía razón. Tal vez nada podía ser lo que era. Tal vez debían replantearse todo lo que creían saber sobre el mundo, sus reglas y la moralidad humana. ¿Qué tan lejos estaban dispuestos a llegar? ¿Cuánto podrían sacrificar? No estaba seguro de querer averiguarlo.

























author's note !

odio hacerlos pelear :(( pero todo sea por el plot

espero que les esté gustando ♥

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