Algunas cosas toman tiempo

By escritordefics

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La muerte de Annabeth lo quebró. Y muchos temían que para siempre. Busco el refugio en las profundidades del... More

La tristeza nubló todo
Ultimo adiós
Decisiones
Recompensas
Padre e hijo
Aprendiendo a ser un dios
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Audiencia ante el consejo I
Audiencia ante el consejo II
No cuentes conmigo
Emociones desatadas
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Déjanos ayudarte I
Déjanos ayudarte II
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Desaparecido
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Se acaba el tiempo II
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Sin salida
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Rescate
Buen recuerdo
Impacto
Perseguido
Secuestro
Consecuencias
Lejos de casa
Jackson
Sangre
Ausencia
Adversidad
Reencuentro
Recuperación
Venganza I

Acercamiento

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By escritordefics

No podían simplemente negarse a ayudar o ignorar la realidad que le tocaba vivir a Artemisa. La orden había sido del todo clara: nadie debía intervenir en la nueva vida mortal de Artemisa y debía a partir de allí valerse por sí misma en el mundo mortal hasta que Percy Jackson renaciera y el decidiera si había tenido suficiente de ello o debía permanecer el resto de su vida mortal en el exilio. Pero para ellas fue difícil poder seguir esa orden, por lo que decidieron hacer algo al respecto sobre todo con la epidemia global que se había desatado y que estaba trayendo gran mortandad. Tuvieron que cobran un gran favor a Asclepio para poder dar con un inmunizador efectivo para esto, pero también estaban sujetos a no intervenir en el destino de la humanidad.

Apolo se sentía culpable. Primero por no haber hecho nada por el hijo de Percy y segundo por haber metido a Percy en todo esto, tal vez si hubiera dejado que las cosas siguieran un curso natural no tendría que lamentarse de esto, pero quería lo mejor para Artemisa, aunque luego ella demostró que no estaba preparada para ello. Hestia por su parte sentía que todo el tiempo presiono a Artemisa a aceptar este matrimonio y eso había desencadenado que explotara contra Percy y su hijo.

Necesitaban ayudarla y evitar que la enfermedad global la tocara ya era mucho, afortunadamente tenía un lugar donde vivir, Percy había sido más que generoso para darle el apartamento que le dejó. No podían esperar menos de él. Poseidón había renegado diciendo que no merecía nada departe de Percy y reclamo demasiado sobre que debía valerse por sí misma y que si tenía que vivir en las calles que así fuera, hizo falta la intervención de Anfitrite y Atenea para poder hacerlo entrar en razón. De momento era lo mejor que podían hacer por ella ya que según las estimaciones de Asclepio tenía para por lo menos 1 año más en el mejor de los casos.

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Los protocolos eran sumamente tajantes y meticulosos, ningún semidios podía tener contacto con nadie fuera del campamento y del ámbito del mundo de los dioses, ya que al tener una fuerte resistencia podía desencadenar la gestación de nuevas y mejoradas variantes que podían ser traer funestas consecuencias, es por ello que tuvieron que permanecer en el campamento durante todo el tiempo. Los dioses aprovechaban para poder mantener una relación más cercana con sus hijos y poder librarlos de la miseria de estar confinados en el campamento durante todo el tiempo. Los dioses que más hijos tenían sin duda les acarreaba una agenda más prolongada y extensa durante el día para poder atenderlos y tener tiempo para todos ellos, que no era el caso de Poseidón. El solo tenía a Eskol. En su mente seguía pensando en Percy, pero su percepción infinita del tiempo le recordaba que tarde o temprano lo volvería a ver, pero no podía evitar sentirse nostálgico cuando veía a su nieto, porque le recordaba que tal vez nunca podría volver a ver a su padre. Había hablado con el consejo para poder concederle una inmortalidad parcial, pero había sido denegado porque no había ninguna acción o acto valentía que lo ameritara, no podían simplemente restarle el valor a la inmortalidad por simpatía.

En medio de eso Eskol empezó a aceptar las invitaciones de Tritón para pasar tiempo en la Atlántida con para poder familiarizarse y entrenar sus poderes de agua en un espacio seguro y lleno de mucho conocimiento. Tritón sabía que iba a amar la biblioteca de la Atlántida con toda la cantidad de textos antiguos y conocimiento contenido en pilas y pilas de escritos. Sabía que no podía decirlo en voz alta pero la misma Atenea venía de vez en cuando para pedir alguna que otra información. Era motivo de orgullo para ellos.

Cada que lo veía sabía que estaba en sus ojos la venganza, era un fuego que sabía que pronto incendiaría el territorio nórdico en busca de reclamar justicia por la vida de su padre, pero esperaba, no podían atribuirse el mérito por ello, sin duda tendría que dárselo a los padres de Percy el haber cultivado su mente en sus primeros años y a Travis que lo había entrenado tan bien que estaba a la altura de la formación que los príncipes de la Atlántida recibían, pero el biotipo de Eskol hacía que asimilara mucho mejor el ejercicio y la exigencia física. Siempre que Eskol se concentraba en algo no paraba de observalo y darle vueltas con los ojos para poder entenderlo, sólo allí lo soltaba. Esta vez era una caja de accesorios para arqueros que habían llegado de la forja recientemente para la inspección de calidad. Sin duda Eskol no dudo en decir que sí cuando se lo propuso, estaba aquí para poder darle una probada a ello.

—Mi padre no me deja tener un carcaj de flechas infinitas —aún tenía esa rara habilidad de saber que tenía una deidad cerca. Ni siquiera se giró para saber que era su abuelo. Había pasado un año desde que lo había dejado en el campamento y lo había reclamado, le había dado su cabaña porque no se podía construir una para Percy mientras no estuviera vivió. La relación entre ellos se había vuelto más cercana y ya era parte de sus ofrendar regulares a la hora del almuerzo.

—Oh —Poseidón sabía que nada preparaba a uno para ser padre y que tal vez las cosas que el veía como normales en su pensamiento de abuelo del niño era para Percy cosas prohibitivas por un pensamiento completamente distinto.

—Dijo que debo aprender a hacer mis flechas y sobre todo aprender el valor de cada disparo —Eskol en realidad no odiaba la idea que su padre quería enseñarle, con pesar recordaba aquella vez en el bosque donde tuvo que usar cada flecha con sabiduría para no ser atrapado por las cazadoras.

—Una buena lección —Poseidón le dio un ligero golpe en el hombro. Sabía de lo que estaba haciendo con Atenea entrometiéndose en las largas marchas y entrenamiento que tenía con las cazadoras solo para doblegarlas. Cuando se había enterado no había podido evitar reírse y sentirse orgulloso, no iba a tomar el camino más fácil de molerlas en un combate, pensaba minarlas poco a poco, había tiempo, lo lograría, no podrían resistir.

—Es un dolor hacer cada flecha —para cada arquero su flecha es la mejor y seguramente Eskol había probado muchas flechas, pero no se le acomodaban.

—Cuando hayas aprendido la lección seguro te dejará tener uno de esos —el pensamiento de que su padre le permitiera tener uno de esos carcaj le hacía ilusión, sin duda quería verlo. Había sido desgarrador cuando por fin Atenea y Poseidón le habían hablado sobre cómo se había desvanecido Percy. Le ardían las venas y la sangre se acumulaba en sus ojos cuando pensaba en ello con el solo pensamiento de estar listo para poder cazar a los animales que le hicieron eso a su padre. Conocía la historia, conocía el ritual, conocía sus derechos y podía vengar a su padre en cualquier momento. Iba a esperar ser lo suficientemente fuerte como para retar a Atenea y luego a su abuelo, entonces iría.

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Se le había helado el cuerpo cuando vio esa imagen. Empezó a ponerse nerviosa y sentía que todo esto había sido un gran error, rogaba a todos los dioses que no se tratara de lo que pensaba que podía ser. Lentamente se acercó al cuerpo de Sally, con temor llevo su mano al cuello de ella para ver ti tenía pulso, pero no llegó a tocarla cuando sintió que alguien la agarraba del tobillo. Quiso gritar, la adrenalina se le subió a la cabeza.

—Ayuda —era la voz de Sally solo que mucho más ronca, la toco sin dudarlo, estaba ardiendo en fiebre. Se puso nerviosa, no sabía de qué se trataba todo esto. No tenía tiempo para preguntar que era la sangre y los vidrios en el suelo, tampoco que había pasado con su esposo, ella necesitaba atención cuanto antes. La tomo del suelo y con mucho cuidado la puso en la cama, luego fue a ver a Paul, mismos síntomas, la respiración de Paul era más pesada y el aire viaja lentamente y sin fuerza. No podía quedarse sin hacer nada, ni siquiera lo pensó y fue hacia el baño con unas toallas para humedecerlas, no podía pedir ayuda a los dioses, era inútil. Sabía lo que tenía que hacer, primero los estabilizaría y alimentaría para luego ir a buscar ese balón de oxígeno que tenía en casa para Paul.

Pedaleó tan fuerte como pudo por las calles casi vacías mientras le faltaba el aire para no bajar el ritmo. Ya se había encargado de poner en la cama a Sally, llevó a Paul a la otra habitación, debía aislarlos, eso era lo primero, luego de ello los había arropado lo mejor que pudo. Era un apartamento, no tenían una chimenea, pero había visto troncos de madera de fresno blanco en la habitación de Sally. Esa madera era sumamente valiosa para hacer flechas, seguramente eran del hijo de Percy. La palabra se le atragantaba en la boca de saber de quien se trataba, el muchacho había demostrado un arrojo y una valentía sin igual. La forma en que había dispara sobre sus flechas con una precisión sin igual eran desafiantes. Cada flecha que lanzó tuvo un destino seguro, no contó ninguna flecha que hubiera ido a para al bosque y que no hubiera llegado a alguna de sus cazadoras. Luego de ello había tenido mucho tiempo para saber sobre la herencia de la que provenía. Era hijo del dios de los arqueros, eso lo explicaba todo.

Cuando llegó a casa ni siquiera se detuvo a ver como estaban sus inquilinas, no tenía tiempo para ello, simplemente tomó el balón de oxígeno que tan útil había sido durante este tiempo y salió corriendo no sin antes tomar las pastillas que había encontrado en su puerta y que habían servido para poder acelerar la recuperación de sus roomies, seguramente serviría para Sally y Paul. El frio estaba quemando sus labios, ni siquiera se había percatado en cubrirse apropiadamente porque iba a una velocidad que no le molestaba, pero ahora sí que estaba haciendo estragos en su cara, sentía un hormigueo en toda la cara y sentía que sus labios se cuarteaban, también sentía que su pestañas estaban frisándose. Era parte del invierno inclemente de este año.

Les di la medicación y puse el balón de oxígeno en la habitación donde estaba Paul para luego ir a la cocina, debían comer algo, no era la mejor de las cocineras, pero por lo menos una sopa caliente podría darle, por lo que empecé con mi labor. La casa se sentía fría por lo que no dudé encender unas bellas estufas de cuarzo. Tendría que quedarme vigilándolo durante la noche, se veían como que tenían un par de días en el suelo por lo que me preocupó que nadie se hubiera percatado de ellos, pero luego todo tenía sentido, el Olimpo estaba en un cierre total de comunicaciones con el mundo normal, no podía pensar en que hubiera pasado si es que no hubiera pensado en venir a verlos. Al comienzo solo fue un pensamiento recurrente de pura culpa, ahora se trataba de ser útil, tenía los medios para ayudarles.

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5 DÍAS DESPUES

Habían sido noches largas en las que Artemisa había tenido que sacrificar sus horas de necesario sueño para poder cuidar de Sally y Paul. Por un momento pensó en ir a las puertas del campamento mestizo y hablar a la nada sobre el estado de los padres de Percy, pero no había forma de que eso cambiara las reglas de no contacto. Sentía que no había sido una casualidad, asi que no pensaba irse hasta sentir que estaban completamente recuperados. En medio de los días en las que prácticamente estaba sola en el apartamento se había tomado un tiempo para poder recorrerlo y lo que vio sin duda le había hecho sentir una punzada de culpa en el corazón. En el cuarto donde estaba Paul que sospechó era el cuarto de Percy había muchas fotos colgadas en cuerdas templadas en la pared. Había fotos desde su época de semidios.

Fotos de ella. Annabeth.

No sentía celos, no, no podía albergar eso en su corazón, la respetaba, por lo que había demostrado como semidios y por lo que había hecho por ella en esa funesta escena que unió sus destinos, sobre todo con Percy. Pero veía algo particular que no había visto nunca más en Percy al menos no con ella: felicidad, era una sonrisa que solo había visto de lejos, una sonrisa que solo podía ver nuevamente en las fotos que tenía con Eskol. Toda clase de fotos, fotos en sus primeros años con Sally y Paul, fotos en sus primeros días de estudio, Paul había sido su tutor desde el inicio, fotos en viajes solo con Percy y también veía a Travis en estas fotos.

Sentía un poco de incomodidad.

No tenía cosas como esas en su vida: recuerdos inmortalizados. Todo lo que siempre había tenido en su vida era memorias, de la caza, de situaciones de mucho orgullo o de cosas triviales, pero nunca como lo que Percy y Eskol compartían aquí. Tenían fotos donde se veían felices, tenían un apartamento al que llamaban hogar, tenían personas a las que llamaban familia, amigos. Recordaba con nostalgia a su caza, compartía muchas cosas con ellas, convivencia, camaradería, pero fuera de esos nunca había fotos, no había viajes de vacaciones, no había familia a la que tratar con normalidad, no había amigos, todo en el mundo de los dioses eran relaciones solamente, gente que se conocía y que se sabía aliados unos de otros. Pero aquí veía fotos de gente que se amaba. Sintió que se le atragantaban las emociones. En el fondo no quería ver como Percy era feliz fuera de su amargado matrimonio y de manera inconsciente y repetitiva había buscaba hacer miserable la vida de todo aquel que desnudara su propia infelicidad.

No sabía al día de hoy si debió o no haber perseguido a un niño que no era precisamente de Percy, lo había acogido como suyo, pero lo que más rabia le había dado es que se lo había escondido por más de 10 años. Sentía que había buscado burlarse de su unión para tener su propia familia, su propia realidad, sus propias reglas. Eso la había hecho estallar. Eso y la forma en como había disfrutado de burlarse de sus cazadoras y reírse con Travis y Eskol sobre ello.

—Agua... —el susurró de la voz de Paul llamó su atención. Habían tenido días calmados, la fiebre se había mantenido, pero ya no en la magnitud en la que les encontró. Artemisa le sacó la mascarilla, no sabía si tenía o no los ojos abiertos, pero no importaba.

—Tranquilo, toma un poco —Paul sorbía el agua con dificultad, pero no había prisa, lo importante es que se estaba recuperando. Paul parpadeó un par de veces tratando de aclarar su visión y entonces la vio. Pensó que estaba en un mal sueño, de esos que vienen de vez en cuando para arruinarte la mañana.

—Tu... —Paul susurró con toda la dificultad que traía encima. Le dolía todo el cuerpo, sentía que estaba ardiendo y aún podía recordar porque se había desmayado en el suelo. Sally había mal, con un poco de malestar al igual que él y aún asi estaba arreglando un poco la casa, llevando un jarrón para poner unas flores y había trastabillado y el jarrón de vidrio se había roto cortándole un poco la mano, cuando Paul había visto la sangre se había desmayado, lo suficiente como para que la temperatura empezara a subir y luego no recordaba más.

—Lo siento, no quería asustarte, yo, yo soy —Artemisa trataba de explicar, pero no había de donde agarrar esto, no podía simplemente decirle soy yo suegro. Paul le dio un mirada un tanto cansada.

—Se quién eres. Artemisa, la esposa de Percy —cuando Paul dijo la última parte sintió que algo le picaba en el corazón de escuchar ese título. Se sintió un tanto extraña y curiosa.

—¿Cómo? No recuerdo habernos visto antes —Paul esbozó lo que podría ser una sonrisa, pero no era una de satisfacción, no se esperaba tener que ver a la esposa de Percy en estas circunstancias, cruel destino que planteaba un situación tan irónica, para Sally y para él era la persona que había desencadenado una desgracia tras otra. Eso y la desaparición de Percy. Sabía que en la memoria de su nieto la figura de Artemisa era la que podía detonar la peor de las explosiones de ira.

—Somos sus padres, las fotos —sentía que debía por lo menos hacerle sentir toda la frustración que le había provocado en todo este tiempo. Cada año que había pasado había sido duro para Sally, había días en que lloraba, pero nunca cuando Eskol había llamado antes del inicio de esta maldita enfermedad que ahora también les había tocado a ellos.

—No veo ninguna aquí —Artemisa sentía la tensión en las palabras de Paul, no podía juzgarlo o mucho menos recriminarlo, se merecía el desprecio de los padres de Percy por lo que le había hecho a Eskol.

—Esta es para los recuerdos felices —cuando dijo eso, sí que le dolió ya sabía que podría recibir algo de eso, pero básicamente le dijo que ella era un mal recuerdo. Eso le dolió.

—Ouch, bueno me gané eso —trató de maquillar la situación, pero Paul se dio cuenta de ello y por primera vez sintió que al menos le había devuelto un poco de lo que le había hecho a Eskol, aunque tenía dudas sobre si sabía lo de Percy.

—Más que eso si tengo que opinar —Artemisa le dio una sonrisa torcida de aceptar que merecía esto muy a pesar de lo que había hecho por ellos. Iban a ser conversaciones incomodas.

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De regreso al campamento la vida para Eskol se había vuelto un poco aburrida, sobre todo por su rutina de siempre hacer todo dentro de los límites del campamento. Cuando su padre aún estaba vivo siempre había nuevos lugares, nuevas emociones, ahora todo era casi lo mismo, eso lo estaba empezando a aburrir, Travis lo sabía, pero aún no se sentía cómodo de llevarlo fuera del campamento, no era que no estuviera listo, pero sentía que aún podía estar dentro de los límites y seguir puliendo sus habilidades. Algo le molestaba, no había visto una muestra de poderes relacionados con el mar. Eso le preocupaba porque no estaba seguro si estaba reprimiendo sus poderes por las emociones encapsuladas a excepción de cuando había estado con Sally y Paul o porque simplemente no los tenía. Si que sabía que lo relacionado con las armas y un alto sentido del deber que lo llevaba a concentrarse de una manera increíble. Pero no podía llevarlo a fuera sin saber que podía controlar sus poderes, porque en batalla o una misión sería muy malo un descontrol.

Para Eskol había un objetivo: ser el mejor para poder desafiar a Atenea y a Poseidón antes de ir a tierras nórdicas en busca de venganza. No sabía si alguno entre sus abuelos, Travis, Katie o Poseidón sabían que había en su mente, pero no podía importarle menos, tenía su objetivo en mente y no iba a descansar hasta vengar a su padre, para ello la alianza con los hijos de Hefesto y en este último año con Liz había traído grandes ganancias a sus arcas, la gran idea de Liz había sido usar su reciente descubrimiento de que podía, con ayuda de su magia, condensar el poder de los semidioses impregnarlo en alguna arma especifica. Empezaron a crear armas mágicas, pero para poder hacerlo rentable hicieron que fuera de un solo uso, asi siempre tenían a los semidioses con nuevos pedidos, al comienzo Eskol se había sentido un maldito embustero, pero al ver que gente como los hijos de Hermes lo pedían con mucho entusiasmo para sus bromas sí que dejo de sentir remordimiento alguno.

Para Liz era un trabajo desgastante, pero al haber sido la de la idea si que quería llevarse su parte del trato y con su habilidad estaba demostrando gran porvenir como una hija de Hécate. En medio de su cabaña ya tenía su reputación de ser alguien perspicaz, la cabaña de Hécate no tenía grandes guerreros en su historial, pero si a gente de mucho ingenio en el uso de la magia para dar ventaja contra los oponentes. La diosa de la mágica había visitado el campamento ocasionalmente para ver el progreso de Liz en las artes mágicas y entender cómo es que podía dominar ese nivel de conjuros, se dio cuenta que mucho tenía que ver la literatura que le traía cierto semidios, eran textos antiguos y en muchos casos de magia que estaba reservada para lectura de dioses. No podía quedarse quieta por saber los motivos detrás de ello.

—Sal de ahí —Eskol tensó su arco hacía unas rocas en la playa. Se había terminado el divertido control de calidad del nuevo armamento de la Atlántida. Era una de esas cosas que le ayudaban a despejarse, su tío Tritón le había buscado un par de veces para sacarlo del campamento. Sintió esa punzada. —No lo volveré a repetir —su voz sonaba a amenaza esta vez, su capacidad para evitar que su voz le traicionase había mejorado.

—Tranquilo —de entre las rocas salió Hécate con una mirada un tanto intrigada de si realmente hubiera estado dispuesto a dispararle. Cuando Eskol la reconoció bajo el arco e hizo una pequeña reverencia.

—Mi señora, una disculpa, no sabía que eras tu —Hécate sonrió ligeramente, ya se había atrevido a preguntarle a Liz cómo era el muchacho porque muchos rumores había sobre él, pero seguía siendo enigmático.

—No hace falta —Eskol se levantó y la miró con algo de curiosidad de porque estaba siendo emboscado por la madre de Liz.

—Eres la madre de Liz —la voz de Eskol era segura y no le daba a Hécate ninguna muestra de que le temía. Ella le asintió y en su mente estaban las palabras de su hija: no vayas a hacerle alguna cosa rara, no es un juego, realmente es muy bueno con el arco. No sabía si era cierto la última parte, pero al verlo tensar su arco con determinación supo que tal vez no iba a dudar en dejarla salir.

—Tu debes ser el famoso hijo de Percy Jackson —para Eskol reconocer a los dioses se había vuelto un poco más sencillo reconocer a los dioses, pero no esperaba encontrarse con la madre de Liz, al menos no así.

—No creo ser famoso, pero sí, soy su hijo —no podía sentir menos que orgullo que lo reconocieran como tal. No tenía una cabaña propia, pero todos hablaban de su padre con respeto. Eso era suficiente para él.

—Quirón no deja de hablar de que tu empresa con mi hija y la cabaña de Hefesto va tan bien que pronto podrán tener su propio campamento con la riqueza que han amasado —Eskol se sentía orgulloso de ello, era lo mejor que podían decir de su emprendimiento.

—Bueno, quiero pensar que somos emprendedores exitosos —Hécate le sonrió divertidamente.

—¿Cuál es tu interés en mi hija? —cuando Hécate lo miró a los ojos solo vio a un niño normal, común y corriente que se asusto por esa clase de preguntas, pero fue breve, luego de ello volvió a ver la mirada fuerte que ahora tenía.

—Waaaaaaa sí que eres una madre muy directa —Eskol recompuso su nerviosismo que casi lo traiciona, su abuelo Paul siempre le había instruido en cuanto a cómo relacionarse con la gente, pero esto superaba sus lecciones. —Seguramente Liz ha sacado eso de ti —trato de no demostrar debilidad, no podía permitirse olvidar eso.

—Seguramente no debo repetir la pregunta —Eskol esperaba que la conversación no fuera para ese lado. Era incómodo.

—Eh, no, claro que no —para Hécate era también un poco difícil hablar sobre Liz con el hijo de Percy. —Somos socios de negocios —esa respuesta si que la sorprendió, esperaba un solo somos amigos, pero no algo tan definido y distante.

—¿Por qué me encuentro con textos antiguos de magia en niveles que ninguno de mis otros hijos conoce? —Eskol hizo una mueca frunciendo el ceño, no esperaba verse interrogado por eso.

—Sobre eso, digamos que tengo acceso a la biblioteca de la Atlántida —la cara de Hécate fue un premio para Eskol que vio una sorpresa que tal vez no esperaba ver.

—Pero esos son libros avanzados, deberían estar resguardados ¿Qué hiciste? —no iba a decirle, pero tampoco tenía sentido ocultarlo porque estaba con una diosa que con un par de chasquidos podría sacarle la verdad.

—¿Será nuestro secreto? —Hécate entrecerró los ojos.

—Eres demasiado enigmático, Eskol. Mi hija me lo advirtió —Eskol le dio una sonrisa tímida. No lo pretendía, pero le gustaba ser visto como alguien difícil de descifrar.

—¿Tu palabra? —le extendió la mano, pero nunca llegó el de la diosa mágica.

—Mi palabra —fue seco y frío.

—Digamos que tengo una curiosa habilidad para controlar esos líquidos que pueden hacerte ir corriendo al baño. Fue un trabajo de paciencia —Eskol había estado trabajando en su control de líquidos, lo había empezado haciendo con él mismo luego de la experiencia en casa de sus abuelos donde había terminado perdiendo el control. Se dio cuenta que su capacidad para controlarse podía llevarlo a las profundidades del cuerpo de sus oponentes para controlar el flujo de líquidos hacia determinadas partes del cuerpo, era un inocente recurso cuando quería despistar o distraer a alguna persona y también un arma mortal cuando concentraba fluidos en partes del cuerpo generando un presión mortal, se dio cuenta que no podía hacerlo en combate, necesitaba entrar en ese estado de suma concentración para focalizar su energía y enlazarla a su oponente y eso consumía toda su energía.

—Rayos, eso sí que suena desesperante —no podía ni imaginarse cómo había logrado deshacerse de los guardias de la biblioteca privada. —Supongo que no has sido detectado —Eskol asintió, pero luego negó rápidamente.

—Bromeas, mi tío Tritón me agarró saliendo de allí y me dio una paliza la primera vez —esa ocasión había terminado en la enfermería por la forma descuidada que en la que había usado su poder, ellos dos mantenían algunos secretos, este era uno de ellos. —Afortunadamente no se opuso a mi emprendimiento siempre y cuando lo devolviera a salvo —para Tritón el conocimiento no le podía ser negado, solo esperaba no estar criando a un monstruo.

—Tengo curiosidad el por qué ayudas a mi hija con sus habilidades cuando las tuyas parecen no haber explotado del todo —Eskol hizo su mejor cara de vergüenza por las palabras de la diosa que al parecer se tragó ese acto.

—Somos socios, su progreso es bueno para el negocio —la cara de asco de Hécate no se hizo esperar, sintió un poco de decepción. Eskol entró en una gran encrucijada, Travis le había enseñado que cuando era interrogado por un dios tratara de ser lo más pragmático y frío posible, eso evitaba que alguno de ellos lo manipulara por sus emociones y sentimientos.

—Siento que ves a mi hija solo como un flujo de magia para tus armas —Eskol se arrepintió de ello, pero no había vuelta atrás.

—Si lo dices de esa manera suena mal —Hécate quería chasquear los dedos para convertirlo en un insecto por un par de días por sus palabras. —Tu hija y yo nos conocemos antes del campamento —cuando lo escuchó la diosa de la magia no pudo evitar acordarse del estado en que había encontrado a su hija en el campamento de Travis, llena de marcas de jeringas en sus brazos, tanto que lloro desconsolada por la forma tan denigrante en que había dejado que su hija viviera. Tomo varias horas antes que se recuperara y aún más para que siquiera quisiera dirigirle la palabra.

—Eso lo sé, según lo que recientemente me dijeron ayudaste a Travis a rescatarla —Eskol se rió, no podía creer que le habían dicho tan mentira a la diosa.

—¿Ayudarlo? yo cargaba a Liz en una lluvia de balas para sacarla del hoyo donde estaba —Hécate sintió un dolor en pecho cuando escucho la última parte, pero a su vez pensó en que Eskol sentía que le estaban robando el crédito.

—No sabía eso —Hécate sabía que Travis había traído a su hija y no había nadie más en el campamento cuando ella llegó.

—Mataré a Travis —susurró el hijo de Percy, sabiendo que iba a cobrar esto. —Siempre se lleva el crédito —Hécate sonrió, al parecer no se perdía la costumbre de buenas bromas entre ellos.

—No puedo creerlo, con razón te tiene tanto cariño —la cara de Eskol se puso pálida, tragó ruidosamente para luego ponerle un toque de disgusto a su mirada.

—Hablas de cariño como si yo fuera un cachorro —se sentía un poco perturbado por el uso de ciertas frases o palabras que estaba usando la diosa sobre ellos.

—Bueno digamos que estas en esa parte de tu vida —no pudo entender de que hablaba, pero supuso que se trataba de eso que su abuelo Paul le advirtió hace un tiempo, que iba a sentir cierta repulsión por las niñas, pero que no debía ser grosero, sólo era parte de la vida, luego sucedería lo contrario.

—Ni lo digas, no quiero saber —Hécate sonrió mientras ya casi estaba por ocultarse el sol.

—Me da curiosidad saber todo lo que puedes llegar a hacer, Eskol —Eskol también tenía curiosidad, sus habilidades se resistían a desarrollarse como el quería, pero estaba resuelto a no rendirse y explotar todo, todo antes de que su padre regresara.

—A mí también, de momento solo estamos aquí —se sentía encerrado, eso no podía negarlo, toda esta epidemia global lo había limitado a solo operar en el campamento y en la Atlántida, no había más oportunidades de entrenar con Atenea y las cazadoras ni ver a sus abuelos, cero comunicación y solo podía rogar que estuvieran bien.

—¿Puedo pedir un favor? —Hécate lo miró curiosa, que podría querer de ella si tenía en Liz a alguien más que decente para sus proyectos. Ella asintió. —Como sabes, la diosa Iris no puede conectarnos con nuestras familias... —ni siquiera lo dejó terminar.

—Tus abuelos —Eskol asintió mientras esperaba una respuesta positiva.

—Por favor —le rogó, esa fue algo que no esperaba, pero entendía el por qué, sin Percy no había que pudiera cerciorarse de ello y había vivido con ellos todo el tiempo.

—A cambio pediré algo, suena justo ¿no? —solo quería ver hasta donde podía forzarlo.

—Lo que sea —Hécate negó rápidamente.

—No deberías aceptar asi sin más —Eskol sabía que no, pero se trataba de lo más importante para él. Había quería pedirle a Atenea que le hiciera el favor, pero no quería ponerla en una mala posición.

—Son mis abuelos —Hécate entendía eso, empezó a mover sus manos con pequeños hilos de color verde y lilas, debía ser suficiente para poder ver lo que pasaba allí.

—No digas que no te mostré mi agradecimiento por Liz —luego de ello apareció un humo verdoso.

—Tendrás el mío —sabía que estaba dando una promesa, una deuda y que tarde o temprano tendría que pagar. Hécate tomo su cabeza y junto a la suya la metieron en el humo para aparecer en el cuarto de sus abuelos, donde estaba Sally con una compresa en la frente y tiritando en el cuarto.

—Abuela... —susurró y rápidamente sacó la cabeza de allí. —Debo salir de aquí —sabía que podía costarle una buena reprimenda y algún que otro castigo, pero no podía simplemente quedarse sin hacer nada.

—Conoces las reglas —le exhortó la diosa de la magia, pero en el fondo no podía decirle no, era sus familia, ya había perdido a su padre en una situación muy lamentable, que había llegado a los oídos de todos en Olimpo.

—No hay quien cuide de ellos —le rogó comprensión, pero no iba quedarse si es que encontraba una negativa, empezó a concentrarse, sabía que esto lo podía dejar tirado en la mitad de la nada, pero debía probarlo ahora mismo.

—No debes dejar el campamento —Hécate cada vez se ponía más nerviosa porque sentía que deliberadamente estaba bajando su persuasión para que terminara por irse.

—Lo siento, no debía mostrarte esto, pero es emergencia, cuento contigo para no decir nada, menos a Travis —Hécate se sintió curiosa de lo que iba a presenciar.

—Ya me deberías algo —Eskol sintió que se estaba aprovechando de las circunstancias, ya casi estaba llegando al nivel deseado para empezar su viaje a lo desconocido.

—Valdrá la pena —susurró mientras sentía que dentro suyo eclosionaban burbujas que le causaban muchas cosquillas y cierta incomodidad, no quería terminar manchando sus pantalones delante de la diosa.

—Entonces cuidarás de Liz —sonaba como que debía pregunte de que o que debía cuidarla, pero no iba a ser un problema, estaban en el negocio y debían cuidarse mutuamente, pero eso no era tema para esta conversación.

—Parece estar haciéndolo bien —le dijo a la diosa y luego de ellos sintió que su cuerpo entero se derretía para caer en la arena de la playa formando un charco.

—Este chico será un dolor de cabeza —quería reírse, pero luego de ello empezó a avanzar convertido en un cuerpo de agua contenido, tomaba toda su concentración no dejar ninguna partícula de agua tirada, podría faltarle una oreja al culminar su viaje. Hécate se quedó impresionada, si lo que había visto en los ojos del hijo de Percy era cierto entonces no había nadie más que pudiera vengar a Percy que su mismo hijo. Tenía en su mirada el desafiar a cualquier deidad sin temor a las consecuencias, solo esperaba que no hiciera algo imprudente antes de tiempo.

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