bejeweled; alejandro garnacho...

By eicssbs

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B| ❛When I walk in the room I can still make the whole place shimmer❜ ̖́ ‧♡✩ Donde Alejan... More

-┊A DIAMOND'S GOTTA SHINE ミ
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│ ┆ ✐; disculpas denegadas.


     EMILIA OBSERVABA LA PALABRA "Seen" en los mensajes directos de Garnacho. La morocha le había enviado un par de mensajes, con el fin de disculparse y aclarar las cosas, pero el jugador del Manchester United decidió dejar en visto los mensajes e ir directamente a Twitter. 

     Con el único de fin de atacarlo, debido a que su orgullo había quedado herido. 

     La menor de los Dolce soltó una puteada y revoleó el celular hasta el asiento vacío de al lado, completamente frustrada. 

     ¿Tanto le costaba responder? ¿Siquiera con un "ok"?

     Nuevamente estaba regresando a Manchester. Las entrevistas habían acabado, y lo único que debía hacer era esperar a que llegase el día para estrenar su álbum. 

     Sin embargo, lo único en lo que podía pensar era en la terquedad de Alejandro Garnacho. Había cometido un error al oír lo que el conductor decía, se disculpó con él y Alejandro, en vez de aceptar las disculpas, decide hacer la situación más grande de lo que ya era. 

     —¿Necesita algo más? —inquirió la azafata, dejando la botella con agua, que había pedido anteriormente. 

     —No, estoy bien —respondió con una sonrisa, dirigiendo toda su atención a la mujer—. Muchas gracias. 

     Sentía el cuerpo increíblemente cansado e incomodo. Durante el último mes y medio, su manager la estuvo moviendo de un lado a otro (mayormente por Estados Unidos) para promocionar su siguiente álbum. 

     Dormir en camas que no eran la suya, tensaban todo su cuerpo y siempre tenía sueño. Obligaba a su cuerpo a dar el máximo, vaya a donde vaya; con el fin de no decepcionar a nadie, o para que no la llamasen floja. 

     Lo único que pensaba era que los quince minutos restantes del vuelo, pasaran rápidamente para llegar hasta su casa y dormir por unas cuantas horas. 

     Su plan original era dormir hasta la noche siguiente; pero anteriormente le había prometido a su mejor amiga, Sabrina, asistir a una fiesta que quedaba a unas cuantas cuadras de su casa.

     Debido al trabajo de la morena, solían verse muy pocas veces; y eso que Emilia no le gustaba salir de la comodidad de su casa.

     Emilia cerró los ojos, intentando relajar su cuerpo en estos últimos minutos en el avión, hasta que unos pequeños golpecitos (casi imperceptibles) hicieron contacto contra su cuerpo.

     Abrió los ojos despacio y giró la cabeza hacia su izquierda. 

     A su lado había una pequeña niña de seis años; rubia con ojos marrones. Tenía los ojos bien abiertos y mantenía su labio inferior cautivo entre sus dientes. 

     —Hola —saludó con una gigantesca sonrisa, Emilia, eliminando todo rastro de cansancio de su rostro—. ¿Cómo te llamas?

     —Hola —respondió la nena, con una mano en la boca, nerviosa—. Soy Sophie. 

     La morocha giró su cuerpo hacia la pequeña, y lo inclinó hacia abajo. 

     —Hola, Sophie. ¿Cómo estás? ¿Qué haces aquí? —inquirió con lentitud, en inglés. Su acento no era perfecto y quería que la pequeña le entendiese sin dificultad—. ¿Dónde están tus papis?

     El pequeño brazo se extendió para la derecha y apuntó hacia los asientos de atrás. Otra cabellera rubia se asomó hacia el pasillo entre los asientos. La madre, o eso suponía Emi, sonrió un poco avergonzada en su dirección. 

     —¿Podemos sacarnos una foto? —preguntó la pequeña rubia.

     Emilia regresó la atención hacia la nena y asintió. Se levantó de su asiento y, agarrando la pequeña mano, caminaron hasta el asiento donde estaba la madre. 

     —Lamento mucho molestarte —se disculpó, verdaderamente arrepentida—, pero estuvo insistiendo desde que te vio cuando caminaste en dirección al baño.

     —No pasa nada —negó sonriente—. No me molesta en lo absoluto. 

     Rápidamente sacaron la foto, y Emilia se quedó un par de minutos hablando con Sophie, respondiendo pregunta tras pregunta que le hacía la pequeña niña; hasta que una azafata pidió amablemente que regrese a su asiento porque era momento de aterrizar. 

     El plan B de Emilia se fue por el caño en cuanto el olor a chocolate inundó sus fosas nasales, a penas cruzó la entrada de su casa. 

     La lejana voz de Taylor Swift, cantando "The Way I Loved You" llegó hasta sus oídos, volviéndose más clara con cada paso hacia la cocina.

     —¿No tenés una casa propia? —inquirió con burla hacia su amiga. 

     Sabrina levantó la cabeza, sin dejar de apoyar su cuerpo contra la mesada de la cocina. 

     —Y yo haciéndote galletitas como buena amiga. 

     Emi se sentó sobre una de las butacas. 

     —Seguro —concordó con ironía—. ¿Viste el chocolate al fondo de la alacena, no? 

      Brina soltó un quejido, y llevó la cabeza hasta sus manos.

     —Soy tan débil —lloriqueó, causando la risa de Emilia. 

     Durante las últimas horas, antes de la fiesta, se pusieron al corriente de todo lo que pasó en Manchester y Estados Unidos. Sabrina no pudo evitar preguntar lo que ocurrió con el jugador del Manchester United, y Emilia confesó que sus disculpas fueron ignoradas. 

     —Que hijo de puta —rio la castaña, entre risas. 

     —Es que, qué tanto te cuesta responder aunque sea un "no, no te perdono" —bufó Emilia molesta—. ¿Tan resentido vas a ser, pelotudo? 

     —Igual —Su amiga hizo una pausa en el medio para darle un mordisco a una galleta—, menos mal que sos media sorda y te confundiste porque sino hubiesen soltado un par de comentarios acerca de que veías los partidos del Licha y del Cuti. 

     Emilia rodó los ojos ante aquello. 

     —¿De qué hablas ahora? No me digas que me metieron en otro quilombo.

     —Por suerte no. ¿Pero sabías que uno está casado y el otro tiene una novia, con la que prometió casarse desde que son pibes, no? 

     —Sí, boluda, ya sé —afirmó, guardando las cosas que su amiga había ensuciado—. La novia de Lisandro está re buena. Miraría más los partidos si la enfocaran a ella también.

     —Ni me lo digas —concordó Brina—. No sé quién quiero ser, si Licha o Martina. 

     La música taladraba el cerebro de Emilia y las luces moviéndose de un lado a otro, y titilando con brutalidad; la hacía sentir mareada sin tener ni una gota de alcohol en su sangre. 

     La cabellera castaña de Sabrina, se mezcló perfectamente contra la multitud de gente bailando las canciones en inglés. 

     Emilia no disfrutaba las fiestas inglesas como las argentinas. ¿Mover el culo con una canción en inglés? Mmm, no. La manera en que ellos bailaban tampoco la incitaba a mezclarse entre ellos.

     Varios influencers ingleses y yankees se encontraban en el lugar, grabando todo lo que ocurría a sus alrededores, sin siquiera en molestarse en disfrutar el ambiente. 

      Ambiente que Emilia tampoco estaba disfrutando. 

     El sonido de sus tacones comenzaron a sonar con un ritmo constante, mientras avanzaba hasta la barra. La simple presencia de la cantante atraía las miradas de las personas y, posteriormente, los flashes de las cámaras. 

     Agradecía que no había hecho ningún ridículo en el lugar, y tampoco pensaba ponerse en un pedo terrible que la hiciera hacer el ridículo.

     Las butacas se encontraban completamente llenas; muchos hablando y riendo entre ellos, y otros tomando solitariamente. Emilia se posicionó en un espacio libre entre ambas butacas. 

     —Hola —saludó al barman, apoyando ambos brazos sobre la barra limpia—. ¿Podrías darme un Sofía, por favor? 

     El barman asintió sonriente y comenzó a preparar la bebida. 

     —¿Qué tiene el Sofía? —Un acento desprolijo en inglés sonó a su lado izquierdo. Rápidamente adivinó que no debía ser de aquel país. 

     —Maracuyá y vodka —respondió en inglés—. Es dulce —aclaró por si acaso, volteando a ver a la persona. 

     Cuando sus ojos verdosos se enfocaron en la persona a su lado, la fuerza de sus piernas se esfumó. 

     Alejandro Garnacho se encontraba a su lado. 

     La boca de ambos se abrió levemente; pero sus expresiones faciales variaron. Emilia estaba en shock y Alejandro tensó la mandíbula, levantando la cabeza mientras la observaba. 

     Una risa despectiva salió de la nariz del jugador. 

     —Aquí está su trago —la voz del barman atrajo la atención de la argentina. 

     La chica sonrió, tomando en vaso entre sus manos; y agradeció mentalmente su intervención. En el medio del shock comenzó a escanear cada sector del rostro de Alejandro. 

      —Gracias —dejó un par de billetes sobre la barra, dejando que el hombre los tome. 

     Emilia volteó su cuerpo en dirección contraria al jugador del Manchester United. 

     —¿Te vas a hacer la que no me conoces? —preguntó Alejandro, alzando una ceja, escaneando el perfil derecho de Emilia.

     La cantante frunció el ceño y deslizó la lengua sobre sus dientes. Ese acento. Como odiaba el acento español.

     —No pensé que fueras español, —habló, acercando el vaso a sus labios, rosando el borde cada vez que hablaba— considerando que todos hablan de que querés jugar para Argentina.

     Alejandro se acomodó en la butaca y acercó la parte superior de su cuerpo hacia la chica. 

     —¿Me has estado investigando en redes, mientras esperabas a que acepte tus vagas disculpas? —Emilia volteó a verlo, y observó una sonrisa ladeada en su rostro. 

     Frunció nuevamente el ceño, más molesta que antes. 

     —¿Qué? 

     —Mmm —moduló la chica, pretendiendo pensar en algo—. Ahora me cae la ficha de porque sos español —Ahora fue su turno de sonreír de lado—, sos rencoroso desde chico, ¿no?

     La sonrisa ladeada de Garnacho desapareció y adquirió una mirada seria, casi peligrosa. 

     Emilia dio un tragó a su bebida antes de continuar hablando: —Fue una simple confusión, acéptalo. Vos solito te haces tremendo drama. Es una pena que tu inteligencia sea tan corta como tu chota, pelotudo. 

     —No solucionas las cosas diciendo perdón por Instagram —exclamó, dejando pasar el último comentario debido a que había demasiadas personas grabando todo lo que ocurría en la aburrida fiesta.

     —Uy, discúlpame por no poder haber ido hasta tu casa con una torta para pedirte perdón, rey —respondió con ironía. 

      Dejó el vaso vacío sobre la barra. Soltó una fuerte exhalación y le sonrió con falsedad antes de darse la vuelta en busca de su amiga, para decirle que la iba a esperar en el auto. 

      Había dado unos cuantos pasos, pero se detuvo hasta oír la voz del boludo hablando otra vez. 

     —Por cierto —El acento español de Garnacho atrajo nuevamente la atención de la argentina—, no te perdono. 



















mmm, siento que quedó raro idk

¿a ustedes les gustó?



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