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Autorstwa M_BlackIceCoffee

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Autorstwa M_BlackIceCoffee


—MARIANNE, para—dijo Lockwood—. Tienes que hablar conmigo.

—No, no me hace ninguna falta.

—No vayas tan rápido. Entiendo que estes enfadada, pero comprendelo... No sabia lo que Barnes iba a pedirte.

—¿No? Pues podrías habértelo imaginado. Gracias al estúpido artículo de esta mañana, todo el mundo sabe lo que puedo hacer y en lo que me he metido. Mi madre a la que le he mentido, mis maestros a los que les debo materias y mis amigos. ¡Mi familia que no sabe que tengo un don!

—Marianne, por favor...

Lockwood me tomo de la manga y me obligó a detenerme en mitad de la calle. Estábamos en Mayfair, a medio camino de su casa. Las mansiones estaban en silencio y casi todas se ocultaban detrás de altos muros y remolinos de niebla. Apenas habían dado las doce. Ni siquiera habia fantasmas por los alrededores.

—No me toques—dije. Me solte de un tirón—. Esta noche he acabado cara a cara con un asesino por culpa de tu artículo y, mira tu qué curioso, no agradezco la experiencia. No esta vez. Tú no le has visto los ojos, Lockwood, pero yo sí, y he tenido la sensación de que él me veía.

—Eso es imposible. —George (junto con Lucy) tenia el rostro vuelto hacia el otro lado. Vigilaban la niebla con la mano en la empuñadura del estoque. Solo habíamos encontrado un Visitante por el camino, una silueta distante que se deslizaba por una avenida arbolada de Green Park, pero no estaba de más (como decía Lucy) andarse con ojo. En Londres nunca se sabia qué te esperaba a la vuelta de la esquina—. No ha podido verte—repitió Geroge—. Estabas detrás del cristal Obviamente, él sabia que habia alguien al otro lado y quiso meterle miedo, nada más.

—Te equivocas—contesté en voz baja—. Blake sabia que era yo. Ha leído el articulo, como todo el mundo. Está informado sobre la Agencia Lockwood y sabe que «Mari Anne» Miller ha encontrado pruebas vitales en su contra. Además, puede averiguar que no soy agente, mi casa y en donde estudio, y si lo sueltan ¡no hay nada que le impida venir por nosotros!

Lockwood negó con la cabeza.

—Marianne, Blake no va a venir por nosotros.

—Y en el caso de que venga—añadió George—, lo hará muy, muy despacio, renqueando con un bastón. Tiene más de setenta años.

—Me refería a que no van a soltarlo—insistió Lockwood—. Lo procesarán, lo declararan culpable y lo enviaran a la cárcel, que es lo que merece. ¿Y que si tiene unos ojos extraños? Los de George tampoco son normales y no se lo tenemos en cuenta.

—Muchas gracias—dijo George—, creía que eran mi punto fuerte.

—Lo son... Eso es lo malo. Escucha, Mari, entiendo que estes tan enfada. Yo tambien estoy furioso. Barnes no tenia derecho a hacerte pasar por eso en contra de tu voluntad. Típico del DICP, se creen que son los que dirigen el lugar, pero no es cierto. O, al menos, el nuestro no. —Lockwood alzó los brazos y señaló la niebla sigilosa, la calle en silencio—. Mira a tu alrededor. Es más de media noche. Estamos solos en una ciudad vacia. Los demás duermen detrás de puertas cerradas con llave y con amuletos colgados en las ventanas. Todo el mundo tiene miedo, hasta hace poco tu igual tenias miedo, pero ahora ni George, ni Lucy, tú o yo tenemos miedo. Vamos donde queremos y no le debemos nada ni a Barnes, ni al DICP, ni a nadie. Somos completamente libres.

—Menos Marianne, su mamá va a matarla, y a ti también Lockwood.

—¡George! —regaño Lucy dándole un ligero golpe en el hombro.

—¡Mi mamá! — volví a desplomarme y entonces sentí un bulto en mi suéter y cuando hurgue eran las notas de estudio para mi examen—. ¡Maldita sea!

Lockwood me dio un apretón en el brazo.

—Venga, no te preocupes por lo que pueda pasar mañana—dijo—. Iré a acompañarte a tu escuela e iré a recogerte para hablar con tu madre, ¿si? Hoy pasaras la noche en casa, tengo antojo de un sándwich de crema de cacahuate.

Asentí con la cabeza.





LOCKWOOD bajó al suelo de un salto. Detrás de nosotros, una sombra tomó forma. Era George, que arrastraba con esfuerzo mientras sujetaba un lado de la mandíbula con una mano. Tenia un corte en el labio y le sangraba, ya sentada en la silla de la cocina Lucy tenia un corte en la ceja. Yo le sonreí con un palpitante golpe en la mejilla. Lockwood le dio unas palmaditas en el brazo.

—Ha sido excitante—dijo George con la voz quebrada—. Deberíamos tener invitados más a menudo.

—George—llamo Lockwood—. El collar de Annabel Ward. Dijiste que lo habías dejado con los trofeos. ¿Te importaría ir a ver si sigue allí?

George se dio unos toquecitos en el labio con la manga de la camisa y yo le retire la misma con rapidez. Dos cuatrimestres con microbiología te enseñaban mucho.

—No hace falta. Ya lo había pensado y acabo de mirarlo. No está.

—¿Estas seguro de que lo dejaste en las estanterías?

—Esta misma mañana. Allí no esta, eso seguro.

Se hizo un silencio.

—¿Creen que eso es lo que buscaba? —pregunté.

Lockwood suspiró.

—Es posible. En cualquier caso, esta claro que se lo ha llevado.

—No—dijo Lucy—. No se lo ha llevado.

Tras aquello se abrió el cuello del abrugo y el estuche de cristal plateado con el collar en su interior quedo a la vista, sujeto sano y salvo al cordón que colgaba en su cuello.

—Solo quería tenerlo a mano—dijo Lucy— y no empotrado de cualquier manera entre el resto de los trofeos. Creo que es por lo que sucedió cuando Marianne lo tocó, cuando tuvo la visión extrasensorial con Annie Ward. Pensé que... no sé, tal vez tenerlo a la mano cuando ella lo necesitase podría funcionar.

—¡Claro! —exclame —. Por eso sentía esa angustia tan persistente y esa terrible sensación de enojo en el parque, ¿no es así? Porque Lucy tenía el medallón cerca de mí.

—Ese es el peligro de tu don—me interrumpió Lockwood con brusquedad. Estaba pálido y serio esa mañana. Me miraba con los ojos entrecerrados—. Es como si fueras demasiado sensible. Intimas demasiado con ellos.

—No, no creo que lo entiendas, pero no puedo evitarlo, es como si yo fuera dueña de esos recuerdos, sus memorias. Y puedo sentirlo todo, verlo todo, en primera persona—explique—. Te lo explique, lo sabias y por eso me pediste que ingresara aquí. Y se que el fantasma de Annie Ward es cruel y peligroso, pero con lo que vi, la vida de la mujer que vi... Entiendo su dolor, porque lo sentí y por eso quiero que se le haga justica, que no quede relegada al olvido. ¡Tú la viste en esa chimenea Lockwood! Sabes lo que hizo Blake.  Y la rabia, el coraje... el dolor de ser estrangulada, quiero que reciba su merecido—les dediqué una sonrisa cargada de arrepentimiento y tristeza—. Ya, ya lo sé... Suena muy disparatado, ¿verdad?

—S...sí—confirmó George.

—Tienes que ir con cuidado, Marianne—dijo Lockwood, su voz era monótona y fría—. Los fantasmas perversos son algo muy serio. Lucy otra vez está guardando secretos y el agente que hace algo así pone en peligro a los demás. En mi equipo no habrá nadie en quien no pueda confiar. ¿Comprenden lo que quiero decir?

Aparte la mirada y me puse de pie al notar la hora en el reloj de la cocina. Comencé a colocarme mi bata.

—Sin embargo...—prosiguió, con un tono ligeramente más animado—, todo ha salido bien por pura casualidad. De no ser por Lucy, es probable que hubieran robado el collar.

Lockwood tenia el colgante en la mano mientras hablaba. El sol se reflejaba en la superficie dorada, que lanzaba destellos. Estábamos en el sótano, junto a la puerta abierta del jardín. Una brisa fresca se llevaba las trazas putrefactas que habían dejado los Visitantes liberados la noche anterior. El suelo estaba cubierto de cristales rotos y manchas de plasma.

George se habia ocupado de las estanterías de los trofeos y habia revisado las cajas de cristal, por lo que llevaba un delantal ribeteado con encaje e iba arremangado.

—No nos han birlado nada—dijo—, cosa un poco extraña si ese tipo era un ladrón normal y corriente a sueldo del mercado negro. Hay algunas piezas rotas. La mano del pirata, por ejemplo, o este precioso peroné...

Lockwood negó con la cabeza.

—No, lo que quieren es el collar. Si no, es demasiada coincidencia. Alguien lo necesita de verdad.

—Bueno, sabemos de quien se trata—dijo Lucy—. Hugo Blake.

George guardó silencio un instante.

—Solo hay un problema. Ahora está cerrado bajo llave. Marianne se te hace tarde para tu escuela.

—¡Ah, cierto! — me coloqué la mochila con rapidez y me dispuse a desaparecer por el pasillo cuando la mano de Lockwood, fría y áspera me detuvo por la manga de la bata.

—Está detenido—apuntó Lockwood—, pero eso no quiere decir nada. Yo te llevaré Marianne. Es un hombre rico. Podría haber encargado el robo sin problemas. Sin embargo, debo admitir que no acabo de entender por qué el collar es tan importante para él. Esa inscripción en latín no prueba que sea culpable, ¿no? —vaciló—. Salvo que...

—Salvo que el collar contenga otra pista o secreto que Blake no quiere que descubramos. Se me hace tarde para mi primera clase, Lockwood.

—Exacto. Echémosle un vistazo a la luz del día. Después de que regrese de dejar a Marianne.

Se puso de pie y se ajustó el traje, podía ver en sus ojos que deseaba dormir, pero no sé porque ponía tanto empeño en acompañarme a la escuela. Al final, no lo cuestione y me despedí de Lucy y George mientras me acomodaba los guantes y salíamos de Portland Row.


























AUN NO entiendo porque decidiste venir a acompañarme, sé que tienes sueño— dije mientras caminábamos por la acera rumbo a la parada —. Todavía puedes regresar.

—Sigue caminando, Mari.

—¿Estás pensando en lo que los chicos habrán descubierto en el collar?

—No...—dijo con la voz baja—. Estoy preocupado por ti.

Me quede en silencio un momento, pero lo voltee a ver en la espera de que volviera a hablar, aun y con su mirada perdida y las manos dentro de los bolsillos de su largo abrigo.

—¿Crees que tu madre acepte que sigas entrenando para mi academia? Estoy pensando cómo es la manera correcta de abordar el tema, usualmente soy borde con los adultos, pero está claro que tu madre no es ninguna agente o persona que irrumpa nuestros casos, solo está preocupada por su hija. Así que estoy pensando bien mis palabras.

—Mi madre y yo nunca nos hemos guardado secretos —dije—, en eso se basa nuestra relación. En la confianza, pero inevitablemente llegamos a un acuerdo acerca del uso de mi don y las agencias, todo eso quedo estrictamente prohibido. Pensé que me volvería loca haciendo lo mismo todos los días de mi vida, y no creas que no me gusta mi carrera, pero si pudiera elegir qué es lo que me hace feliz... te diría que esquivar fantasmas y tal vez, aparecer en artículos e incluso ser comparada con la misma Marissa Fittes no es tan malo.

Lockwood me sonrió. Llegamos a la parada y rápidamente le hizo la parada a un taxi.

—Lockwood, no tenemos dinero para...

—Sube, anda.

Subimos al taxi y Lockwood le dio la dirección de mi universidad que estaba prácticamente al otro lado de la ciudad, así que costaría mucho dinero. Comencé a rebuscar entre los pliegues de mi mochila las libras que no gastaba cuando los chicos iban a buscarme a mis clases. Encontré las libras exactas para pagar el taxi y que Lockwood no se fuera de regreso caminando.

Llegamos a los primeros edificios de mi universidad, en la segunda entrada donde más cerca quedaba mi edificio y no le di la oportunidad a Lockwood de sacar su dinero cuando yo ya habia pagado y salido por la puerta.

Ni bien salí entendí porque Lockwood habia puesto tanta insistencia en acompañarme. Los flashes me cegaron y los micrófonos se posaron cerca de mi rostro además de la horda de reporteros cuyas preguntas se mezclaban por el ruido. Sentí un tirón en mi mano. Lockwood.

—Vamos, no te quedes quieta—me dijo en un grito por todo el ruido que habia. Apenas logramos pasar por los portones de mi universidad cuando nos rodearon mientras los flashes nos aturdían.

—¿Es cierto que usted puede entrar en la mente de los Visitantes? —pregunto una mujer.

—¿Es usted la siguiente Marissa Fittes?

—¿Por qué ha decidido elegir una agencia pobre para su entrenamiento?

—¿Tiene planes de continuar con su carrera?

Lockwood se quitó su saco y lo coloco sobre mí a modo de cubierta mientras avanzábamos al interior de mi universidad y los guardias detenían a los periodistas y reporteros en las puertas.

—¿Estas bien? —pregunto Lockwood una vez dentro de las instalaciones —. No esperaba que fueran tantos.

—Sí, sí, solo me arden un poco los ojos. Estoy bien, gracias.

—¿Mari? —Lockwood y yo alzamos la vista. Grace, una amiga de mi carrera llegaba de a travesar el mar de reporteros y periodistas —. Intente contactarte, quería decirte que...

—¿Qué sucede?

—El rector, te ha dado de baja de la carrera. Lo ha informado, dice que es imposible que tengamos a una persona como tú en la escuela, que tu lugar es allá afuera lidiando con los Visitantes, no ocupando un puesto aquí. Claro que todos nos opusimos, pero no funciono de mucho. Le recordamos que gracias a ti nadie había sido tocado por el Visitante en la bodega del conserje, y también que tenías calificaciones intachables.

Lockwood me sujeto por la cintura en cuanto las piernas se me debilitaron. Grace me dio una mirada lastimera y me tendio las llaves de mi casillero.

—Lo siento mucho, Mari.

—S...sí, no pasa nada... Yo, yo iré por mis cosas. ¿Me despides de todos en el salón? Ah, y toma...— me quite la mochila y me arrodille en el suelo con las lágrimas queriendo salir. Saque un folder amarillo y se lo extendi sin voltear a verla aun en el suelo—. Es la parte de mi trabajo con Steve y Leslie, al menos tienen que entregar eso.

Grace lo tomo con cuidado y se despidió de mí, pero yo no lo vi. Seguía en el suelo sin fuerza para levantarme. Lockwood se arrodillo a mi lado y me dio unas palmaditas en el hombro. Entonces comencé a llorar, del enojo y la frustración, recordé las noches en vela para poder pasar el examen de admisión, aún más para poder ser la mejor de la clase ¿y todo para qué?, para que me expulsasen por tener un don. Lockwood me dio un abrazo mientras yo seguía llorando en el pasillo, y creo que me decía algo, pero yo solo podía ver la llave en mi mano y llorar.

—Tenemos que irnos, Marianne, ven.

Lockwood me puso de pie y el tomo mi mochila y la colgó en su hombro caminando con la cabeza en alto mientras tiraba de mi manga para que yo me secara las lágrimas y caminase. En mi casillero no guardaba mucho, mi bata de repuesto, lentes de seguridad y algunas libretas y libros que pronto se guardaron en mi mochila. Salimos por la puerta trasera donde no había reporteros y esta vez no me opuse a tomar un taxi.

Mi casa no quedaba muy lejos de la universidad, por lo que en menos de diez minutos el taxi nos había dejado fuera del fraccionamiento privado. Caminamos hacia el interior de la avenida, compuesta por casas de dos pisos en blanco y negro, con jardines cuidados y portones pequeños además de un ligero toque victoriano. Mi casa estaba a la izquierda, con el número 067 en la puerta. Subimos las escaleras del porche y abrí cuidadosamente la puerta. Invite a Lockwood pasar. Había ruido en la cocina, la tetera sobre la estufa y el pan en la tostadora. El interior de mi hogar era de tonos pasteles, acorde a mis gustos y los de mi madre, rápidamente podías notar que solo vivían mujeres ahí. A la derecha estaba nuestra sala y la oficina de mi madre, del lado izquierdo la cocina y el comedor, subiendo las escaleras las habitaciones y los otros dos baños.

Los tacones de mi madre resonaron por la planta de arriba y pronto por las escaleras. Mi madre posee el cabello negro y ondulado, la nariz respingona y ojos pequeños cubiertos por tupidas pestañas y un delineado fino. Bajo con su traje azul y los tacones blancos de pico y en cuanto me vio llegar se lanzó a mis brazos.

—¡Oh, Mari! ¡Estaba tan preocupada por ti! De repente mi niña aparecía en los periódicos y no contestabas mis llamadas. ¿Por qué, Mari? — me despego de su abrazo y me examino el rostro tocando justamente donde tenía el moretón de la mejilla.

—No sabía como explicártelo mamá, no quería mentirte... simplemente quería hacer algo por mí misma, algo que me gustara. Perdóname, no quería mentirte.

—Ya, ya, ven, vamos a hacer pasar a tu amigo, y vamos a hablar.

Lockwood que seguía en la puerta de pie dejo mi mochila colgada en el perchero de la entrada y los tres nos dirigimos hacia la cocina.

Mi madre sirvió tres tazas, dos con té y una con café para mí.

—Bien ahora que ya estamos calmados—dijo ella—. Soy Miranda Miller, un gusto.

—¡Oh! Si, Anthony Lockwood, es un placer conocerla.

—No estes tan nervioso, no tengo algún tipo de rencor contra ti.

—¿Ah, no? — contesto Lockwood con la espalda recta y sin tocar la taza de té.

—No, tampoco estoy enojada con Mari. ¿Sabes? Ella se parece a su padre, lo supe desde el momento en que la vi en el artículo.

—¿A que te refieres mamá? —pregunte. El tema de mi padre nunca se hablaba, no llego a conocerme y yo tampoco a él, murió en un accidente de trabajo por lo que siempre hemos sido mi madre y yo.

—Tu padre era un escucha, Mari, perteneció a la agencia Fittes y falleció en un caso por proteger a sus estudiantes. Apareció en varios artículos por sus precipitadas pero acertadas decisiones.

—¿Su esposo era Francis Miller? —pregunto Lockwood con los ojos brillosos. Mi madre le sonrió.

—Sí, ese era él.

—Asombroso. La agencia Fittes agregó nuevos protocolos gracias a él y eso ayudo a bajar la tasa de mortalidad entre los casos. La DICP también los autorizo.

—Yo... Yo no sabía eso—dije—, ¿por qué no sabía eso?

—Bueno, nunca preguntaste. Pero dado que has elegido convertirte en una agente y en una muy buena, creo que tenia que decírtelo. Solo procura no llegar tan tarde a casa o avisarme si no vas a venir, ¿quieres?

—¿Estas de acuerdo con que yo sea agente? —pregunte sonriente.

—Bueno, me hubiera gustado que fueras química, pero también que elimines a los Visitantes es un gran labor.

Sentí un gran alivio, la tristeza por la expulsión de la escuela se me había pasado y mientras Lockwood le explicaba a mi madre los términos y condiciones de mi contrato me permití creerme una agente por primera vez en mucho tiempo.

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