Vampire Anomaly

By Gabianni

241K 36.9K 12K

LIBRO 2 DE VAMPIRE KISS ¿Cómo puedes recuperar lo que no sabes que está perdido? Seis meses después de los ev... More

💀Ley de la Anomalía Prohibida💀
💀Prefacio
💀Capítulo 1. No eres tú
💀Capítulo 2. No estás muerto
💀Capítulo 3. No te he olvidado
💀Capítulo 4. No la dejes sola
💀Capítulo 5. No es un misterio
💀Capítulo 6. No es opcional
💀Capítulo 7. No recuerdes
💀 Capítulo 8. No llores más
💀Capítulo 9. No es tu pasado
💀Capítulo 10. No todo es verdad
💀Capítulo 11. No le hagas daño
💀Capítulo 12. No te reconozco
💀Capítulo 13. No te rindas con él
💀Capítulo 14. No lo salves
💀Capítulo 15. No le creas
💀Capítulo 16. No lo dejes marcharse
💀Capítulo 17. No lo dejes caer
💀Capítulo 18. No lo tientes
💀Capítulo 19. No lo añores
💀Capítulo 20. No temas
💀Capítulo 21. No te dejaré
💀Capítulo 22. No lo rompas
💀Capítulo 23. No lo marques
💀Capítulo 24. No la dejes
💀Capítulo 25. No lo sigas
💀Capítulo 26. No la arrebates
💀Capítulo 27. No puedes ser tú
💀Capítulo 28. No hay tiempo
💀Capítulo 29. No es una farsa
💀Capítulo 30. No eres nadie
💀Capítulo 31. No te engañes
💀Capítulo 32. No lo lamentes
💀Capítulo 33. No lo deduzcas
💀Capítulo 34. No la conoces
💀Capítulo 35. No eres el mismo
💀Capítulo 36. No seas cobarde
💀Capítulo 38. No lo liberes
💀Capítulo 39. No es eterno
💀Epílogo💀

💀Capítulo 37. No aún

3.7K 720 162
By Gabianni

Viktor vio a Carmilla tambalearse y desplomarse, con la daga de Hierro Solar sobresaliendo de su espalda. El vampiro se despabiló rápidamente y extendió las manos para atraparla antes de que cayera al suelo. Su amiga estaba inconsciente, con la cabeza apoyada contra su pecho y el cabello sobre la cara.

Viktor la rodeó con sus brazos y se arrodilló junto con ella. Vio su mano, manchada con la sangre que brotaba de la herida de Carmilla. Todavía no estaba muerta, no le había dado en el corazón, pero...

—Qué estúpida —irrumpió la voz de Matthias, apareciendo detrás de Viktor—. Planeaba detener esa daga antes de que rozara un solo cabello tuyo, pero ella se interpuso.

Viktor lo ignoró y, en su lugar, puso toda su atención sobre Carmilla. Era una daga de Hierro Solar y las heridas de estas no se curaban por sí solas; quemaban y eran una completa agonía si no tenías la suerte de perder el conocimiento.

—Mierda, Carmilla —masculló con la voz quebrada y, con una mano temblorosa, se aferró al mango de la daga—. ¿Por qué hiciste eso, vampira tonta?

De un rápido movimiento, sacó la cuchilla de la espalda de su amiga y ella abrió los ojos de súbito, profiriendo un agónico grito. Viktor la sostuvo y abrazó su cabeza, enredando los dedos entre sus cabellos.

—Lo siento, perdóname, pero es mejor así —susurró a su oído, tratando de consolarla.

Carmilla continuó jadeando de dolor, incapaz de soportar su propio peso o pronunciar una sola palabra. Un vampiro siendo apuñalado por una daga de Hierro Solar era equivalente a un humano siendo apuñalado por un cuchillo común y corriente, dependiendo del sitio, no moriría al instante, pero si no se trataba...

—Ayúdame a salvarla —pidió Viktor a Matthias, quien ahora se encontraba parado al lado de un paralizado Dorian.

Dorian, quien veía a Viktor con un odio animal y una especie de hambre insaciable. Su camisa estaba hecha jirones, su cabello revuelto y había sangre fresca en sus afilados colmillos. ¿Qué demonios le había hecho?

—¿Por qué habría de ayudarte? —cuestionó Matthias, provocativo y cruel.

Viktor miró a la semi consciente Carmilla en sus brazos, a Dorian perdido en su propia bestialidad, a sí mismo asustado e impotente porque no poseía las capacidades suficientes para salvarlos a ambos, a nadie. La respuesta a la pregunta de Matthias era muy sencilla.

—Porque no puedo hacerlo solo —contestó, aferrándose con más fuerza al cuerpo de su amiga—. Porque te necesito, Matthias.

Matthias esbozó una sonrisa triunfal, la expresión de alguien que había asumido su victoria con orgullo. Matthias Harker había ganado, logró quebrar a Viktor, atacar todas y cada una de sus debilidades, rebanar sus fibras más sensibles y conseguir lo que tanto anhelaba.

—Me necesitas —repitió Matthias.

Viktor frunció el entrecejo, colérico.

—Ganaste —concedió entre dientes—. Conseguiste lo que querías.

Matthias asintió y colocó ambas manos detrás de su espalda. Dorian, a su lado, continuó forcejeando contra la fuerza invisible que era su magia. Había creado un sanguinario monstruo fiel a él, herido a Carmilla y dejado a Viktor sin defensas. Todo le estaba saliendo perfecto.

—¿Qué estarías dispuesto a darme a cambio de mi ayuda? —cuestionó, inclinándose hacia el rostro de Viktor—. Siempre estoy abierto a trueques.

Viktor lo encaró.

—No quiero hacer un trueque contigo —masculló—. Solo quiero que los ayudes.

—Pero así no funcionan las cosas, mi querido Viktor. Así no funcionamos los brujos. —Levantó el dedo meñique y el pulgar de su mano derecha y, al juntarlos, Dorian comenzó a retorcerse de dolor.

Viktor dirigió sus ojos hacia él. Ya no existía esa faceta salvaje de antes, era Dorian, con su amable mirada y sus rasgos comunes. Matthias ya no estaba torturando a un monstruo, no, estaba torturando al real, muy a sabiendas de lo que esto significaba para Viktor.

Viktor dejó a Carmilla sobre su costado en el suelo, y se incorporó de un ágil movimiento, haciéndose del cuello de la túnica de Matthias.

—¡YA BASTA! —ordenó, sintiendo como su propio instinto vampírico más crudo se apoderaba de él.

Matthias, satisfecho con su reacción, le dedicó una sonrisa ladina.

—¿Reconsiderarás el trueque? —preguntó.

Viktor estaba por negarse, pero fue interrumpido por otro alarido proveniente Dorian, seguido de un sonido similar a un tronido, no le tomó ni cinco segundos percatarse de que eran sus huesos siendo quebrados uno a uno. Su amado estaba derramando lágrimas de mero sufrimiento, aferrándose con las uñas al suelo de piedra de la catedral. Odiaba esa vista, odiaba el olor a sangre que emanaba de Carmilla y, sobre todo, odiaba su rostro frente a él.

«No puedes pelear contra él». Pensó con toda la impotencia de su alma. «Ya ganó».

Matthias se aferró a su mejilla, forzándolo a que conectarán miradas.

—Te tengo una propuesta —dijo entonces—. Dejaré de torturar a Dorian y sanaré a Carmilla.

Viktor lo observó con desconfianza y se agarró con más fuerza a la tela de su ropa.

—¿A cambio de qué, maldito maníaco? —siseó.

—A cambio de tu amor.

Viktor amplió los ojos. No tenía idea de qué representaba un trueque como aquel, o cómo podía darle su amor a cambio. No era algo material, era una emoción, algo subjetivo que incluso podría pretender.

Matthias se alejó un par de pasos y extendió una mano hacia él.

—¿Cerramos el trato? —inquirió.

Viktor vio a Carmilla, inconsciente sobre un charco de su propia sangre, y luego oyó un ahogado sollozo provenir de Dorian, quien ya ni siquiera parecía coherente debido al dolor que aquejaba su cuerpo.

«No hagas trueques con brujas». Eso era lo que Rhapsody le decía, en realidad, lo que todos decían. La magia era engañosa y las condiciones de los trueques eran un misterio excepto para quienes las imponen.

Pero ¿qué más podía hacer? No podía pelear contra alguien como Matthias, no podía escapar de ahí y definitivamente no podría salvar a ambos. Sabía que Matthias solo los liberaría de su actual sufrimiento y de seguro los mataría poco después, pero si les conseguía tiempo, tan solo un poco más, Carmilla y Dorian podrían ser salvados por Lazarus y compañía.

Solo necesitaba estrechar esa mano y aceptar. Solo eso debía hacer. Solo un pequeño sacrificio a cambio de una enorme ganancia.

Dio un paso hacia Matthias, sin quitarle la vista de encima, y estrechó su mano con firmeza.

—Acepto —declaró.

Matthias sonrió de oreja a oreja y, sin separar sus manos, las colocó de manera vertical, dedos contra dedos y palma contra palma.

—Que así sea, Viktor Novikov —sentenció.

Viktor sintió una punzada de dolor en su mano y pronto se percató de que sangre emanaba de su palma, como si fuera aspirada y se filtrara a través de los poros de su piel. La de Matthias también sangraba, juntando ambos líquidos carmesí como si fuesen uno.

«Un trueque a base de sangre. El peor de todos». Pensó Viktor.

La sangre se derramó en el suelo y comenzó a moverse por su cuenta, rodeando los pies de Matthias y luego los de Viktor en forma de un símbolo del infinito que representaría su conexión y su lazo inquebrantable, pero antes de que este se cerrara por completo, las puertas de la catedral se abrieron de par en par.

—Ya era hora de que nos viéramos las caras, Matthias Harker —sentenció la voz de Lazarus.

Viktor jamás se sintió tan feliz de ver el rostro del amargado detective vampiro, aunque en ese momento no tenía el ceño fruncido como de costumbre, sino una perturbadora sonrisa ladeada y los ojos demasiado abiertos.

Matthias peló los dientes al verlo. Esto no estaba entre sus predicciones y sus planes. Odiaba perder el control de lo que lo rodeaba.

—Lazarus Solekosminus —recibió—. Te ves tan... demacrado.

Lazarus desvaneció la sonrisa en sus labios para reemplazarlo por una mirada plagada de un enojo que rayaba en la más cruda crueldad.

—Me pregunto por qué —replicó por lo bajo, como una sentencia.

Pero antes de que alguno de ellos procediera, fueron interrumpidos por Nicte, quien empujó a Lazarus fuera de su camino y, al ver a Carmilla herida, gritó:

—¡Carmilla! —Intentó aproximarse, pero fue detenida por Matthias, quien por fin deshizo su control sobre Dorian. Por lo visto, solo podía controlar a dos a la vez.

—¡No des ni un paso más! —advirtió.

—No será necesario, Harker. —Blair Bellanova también entró a la Catedral y se detuvo a un lado de Nicte. Viktor sintió una ola de alivio al ver su confianzuda sonrisa de loca.

Matthias, en cambio, se tensó y soltó la mano de Viktor, deteniendo por completo su ritual de enlace al ver a la bruja.

—Una Bellanova... —susurró.

Blair asintió y, con un grácil movimiento de sus dedos, apareció una carta de los arcanos entre su índice y pulgar.

—¿Y sabes de dónde descendemos los Bellanova? —inquirió.

El rostro de Matthias se tornó pálido, mucho más de lo normal, y dejó caer las manos a sus costados, lánguidas. Viktor aprovechó para salir del símbolo de sangre que los enlazaría, y se alejó, teniendo un mal presentimiento.

—No, no puede ser... —musitó el brujo, espantado.

Blair caminó a lo largo del pasillo que conducía al altar.

—Sí, descendemos de una bruja en particular, una muy poderosa, y por esa patética expresión en tu rostro, asumo que la conoces, ¿no es así? —Se carcajeó secamente—. Los Bellanova... Somos los descendientes de la legendaria bruja Sybilia.

Matthias se tapó los oídos al escuchar ese nombre.

—¡No pronuncies ese nombre en mi recinto sagrado! —bramó como un desquiciado—. ¡Eso lo explica, eso explica porque Lucas Cross era...!

Lazarus, por otro lado, no soportaba oír ese nombre ser pronunciado por un ser tan ruin.

—¿Eso explica qué? —preguntó con severidad, también dando un paso hacia delante.

—Lucas Cross no era lo que ustedes creen. —Se carcajeó—. Nadie podría haberlo visto venir.

—Cierra la puta boca, brujo de mierda —espetó Blair y asintió discretamente a Nicte, quien corrió junto con Elay hacia donde estaba Carmilla para llevársela de ahí.

Viktor también recibió un movimiento con la cabeza por parte de Bellanova y retrocedió hasta donde estaba Dorian, quienes apenas se recuperaba de la tortura de antes.

—Bellanova —llamó Lazarus, parado a su lado—. No destruyas el lugar.

Blair bufó.

—Nunca hago promesas.

Blair rotó la carta de los arcanos entre sus dedos y Viktor pudo ver que era la carta del juicio, con un dibujo de un ángel soplando una trompeta y tres humanos suplicando a los cielos. Una ráfaga de viento frío azotó la estancia, y conforme ella rotaba la carta, está última se tornaba traslúcida hasta desaparecer.

Se hizo un silencio sepulcral y una pesadez abrumadora era lo único que podía percibirse en el ambiente de la catedral. Blair levantó la mano en donde previamente sostenía la carta y, al cerrarla en un puño, detrás de ella surgió una figura celeste. Era como un ángel, pero su rostro era el de un cadáver decrépito. La bruja señaló a Matthias, paralizado de terror en el altar, y el ángel se abalanzó hacia él.

Fue demasiado rápido, incluso para los ojos de un vampiro como Viktor. La criatura salida de la carta atravesó el cuerpo de Matthias y este dejó escapar un grito ahogado a la vez que todos fueron cegados por una brillante luz azul.

Una vez se disipó, lo primero que Viktor vio, fue a Matthias acorralado contra la cruz en el altar, siendo retenido por la figura angelical de la carta. Blair Bellanova tensó los dedos, imbuyendo más energía en su ataque, pero era casi fútil. Matthias Harker era demasiado poderoso, un brujo maldito contra una bruja prodigiosa. Un combate que no prometía terminar pronto.

La bruja Bellanova soltó un jadeó, temblando por el esfuerzo. Matthias estaba igual, pero a diferencia de ella, en su rostro había una sonrisa descompuesta y sus ojos estaban tan abiertos que parecían a punto de botarse de sus cuencas.

Por otro lado, Dorian, quien estaba siendo aferrado por Viktor, presenció aquella escena con disgusto. ¿Por qué El Salvador debía ganar siempre? ¿Por qué siempre les llevaba la ventaja? Lo odiaba, odiaba lo que le había hecho, en lo que lo había convertido y lo mucho que estaba haciendo sufrir a Viktor.

Con el cuerpo rígido y todavía adolorido, se incorporó lentamente, ignorando el agarre de Viktor y sus llamados.

—¿Dorian?

Hizo de sus manos un par de puños, recordando la voz del Salvador, escuchándola como si habitara dentro de su cabeza.

«Anomalía 55».

«Mata a todas las Anomalías Prohibidas».

«Este es tu propósito».

Le arrebató todo, lo convirtió en un asesino, en un monstruo, y ahora incluso quería quitarle a Viktor. No iba a perdonarlo, no iba a permitírselo, incluso si eso significaba manchar sus manos de sangre una última vez.

—¡Dorian! —Viktor volvió a gritar.

Lo ignoró y, con un rápido movimiento gracias a sus recién adquiridas habilidades vampíricas, se plantó frente al brujo.

—Ayúdame, Dorian —ordenó Matthias, a sabiendas de que lo creó para ser un fiel sirviente.

Dorian fue en contra de los impulsos que atravesaban su cuerpo como pequeñas descargas eléctricas. Su cabeza le gritaba que obedeciera, que fuera un leal servidor, pero la otra parte de él, el pequeño fragmento de libre albedrío que le quedaba, le daba la fuerza suficiente para ir en contra de las órdenes.

—No —respondió con firmeza, y se aferró al rostro de Matthias, aprovechando que toda su fuerza estaba puesta en batallar contra la magia de Blair Bellanova—. Esta vez, yo daré las órdenes.

Por un momento, creyó ver miedo en los ojos de Matthias Harker, pero este pronto fue reemplazado por la misma risa maníaca de antes y su mirada desorbitada.

—Hazlo entonces —retó.

Dorian no necesitaba que se lo dijera dos veces.

Sus iris, ahora de una combinación entre guinda y dorado, fueron engullidos por este último. Un brillo áureo se reflejó en el rostro de Matthias y en sus propios ojos también. Dorian sintió ese poder suyo, esa pequeña fracción Banshee que quedaba dentro de él. La recibió con brazos abierto y, sin lugar a cavilaciones, ordenó:

Muere.

Matthias se quedó paralizado, un último aliento descompuesto abandonó sus labios y toda su magia se desvaneció. Dorian sostuvo su cuerpo lánguido contra la cruz hasta que la criatura angelical salida de la carta de la bruja Bellanova atravesó el pecho de Matthias con aquella trompeta dorada, encajándolo en dicha cruz.

Dorian lo soltó y retrocedió. Blair Bellanova se dejó caer al suelo, exhausta, y Lazarus fue el primero en acercarse para preguntar:

—¿Está muerto?

—Si no lo está, yo me mato —respondió la bruja.

Viktor se quedó pasmado al ver el cadáver de Matthias empalado en aquella cruz, con sangre escurriendo de su boca y atravesando su mentón, los ojos extraviados y la cabeza colgando de su cuello de manera incómoda.

—Está muerto —musitó para sí.

Se puso de pie lentamente y caminó hacia él, solamente quería verlo una última vez, comprobar que esto era todo. Años de sufrimiento culminando en tan solo unos breves instantes.

—Viktor. —Sintió una mano posarse sobre su hombro y, al darse la vuelta, se encontró con Dorian—. ¿Estás bien?

Viktor miró el cuerpo de Matthias y luego otra vez a Dorian, forzando una sonrisa en sus pálidos labios.

—¿No debería ser yo quien te haga esa pregunta?

Dorian le regresó la sonrisa y lo rodeó con sus brazos.

—No, no deberías —contestó con un susurro—. Yo estaré bien, pero tú... Tú me hiciste matar a mi Salvador.

Viktor amplió los ojos al escuchar esas palabras salir de Dorian y, cuando estaba por separarse, el azabache lo derribó barriendo sus pies. Viktor cayó de espaldas en el suelo de la catedral, apenas sintiendo el dolor del recio golpe cuando Dorian aprisionó sus muñecas y lo miró con un exuberante odio.

«El Padre Común busca una poderosa Anomalía fiel». Recordó los planes de Matthias, excepto que su lealtad no era solo para el padre de los vampiros, sino también para El Salvador mismo.

—¡Viktor! —gritó Elay.

—¡Zalatoris! —Le siguió Lazarus.

—¡No se acerquen! —advirtió.

Viktor, apretando los dientes, logró oponerse a la fuerza bruta de Dorian y liberar uno de sus brazos, aferrándose al hombro del azabache para evitar que lo atacara.

—¡Dorian! —exclamó—. ¡Dorian, reacciona!

Pero la Anomalía estaba cegada, cegada por una lealtad que superaba incluso la muerte.

—¡Mataste a mi Salvador! —espetó.

—¡No era tu Salvador! —gritó.

—¡Mientes!

Dorian opuso más fuerza y sus afilados colmillos casi rozaron el cuello de Viktor de no ser porque este último le propinó una fuerte patada en el pecho que lo empujó hacia atrás.

Viktor aprovechó esta oportunidad para ponerse en pie y alejarse, pero Dorian tenía otros planes. Viendo de reojo la ensangrentada daga de Hierro Solar que yacía en el altar, la Anomalía corrió hacia esta y se hizo del arma.

—¡Dorian...!

—¡Los mataré! —bramó con una voz que no sonaba como la suya, sino como una terrible imitación del Salvador—. ¡Te mataré!

Viktor se aproximó a Dorian con cautela, notando como las manos con las que se aferraba a la daga temblaban y en sus ojos había un enorme pesar. Todavía quedaba algo de él ahí adentro, la porción que batallaba por el control de su propia mente.

—Dorian, tienes que calmarte, si quieres batallar contra su control, tienes que tranquilizarte —instruyó Viktor, acercándose más.

Dorian se mostró aterrado.

—No... No te acerques... —musitó—. Por favor...

Viktor le dedicó una suave sonrisa.

—¿Por qué?

Lágrimas rodaron fuera de los ojos de Dorian.

—Porque no quiero lastimarte —admitió.

Viktor, haciendo caso omiso a las súplicas de Dorian, acortó toda la distancia entre ambos. No iba a perderlo nuevamente ante el control de alguien más, no cuando ya estaban tan cerca de terminar con todo esto.

—Tú no vas a lastimarme—aseguró y, cuidadosamente, tomó la mano de Dorian que sostenía la daga—. ¿Lo ves?

El pulso de Dorian se aceleró y su respiración se tornó errática.

—Viktor, por favor...

El vampiro estiró su mano hacia la mejilla de su amado y la acarició con delicadeza antes de deslizar la hacia su nuca.

—Está bien —repitió en voz baja y pegó sus frentes—. Todo está bien, Dorian.

Dorian continuó llorando en silencio, conectando sus ojos con los de Viktor, suplicando con estos que no lo dejara ir. No tenía planes de hacerlo, por lo que lo rodeó con sus brazos para estrecharlo, sintiendo como la punta de la daga quedaba pegada contra su pecho. Un simple movimiento podría matarlo.

—¿Quieres matarme? —preguntó.

—No —contestó Dorian como un suspiro.

—Entonces suelta la daga.

Dorian, con la mano temblorosa, fue apartando los dedos del mango hasta que la daga cayó y repiqueteó al contacto con el suelo. Viktor la pateó lejos de ellos y abrazó a su amado con más fuerza.

Dorian lo rodeó de regreso, hundiendo su cara en su pecho, llorando y soltando exhalaciones de alivio. Viktor miró su rostro y fue sorprendido cuando Dorian pegó sus labios y le dio un inesperado beso.

—No vuelvas a hacer eso, imbécil —reprendió Dorian, cerrando los ojos y pegando la frente contra el pecho de Viktor, manteniendo un firme agarre sobre la tela de su camisa.

Viktor apoyó su mentón sobre la coronilla de Dorian, sonriendo.

—No puedo prometer no ser temerario —replicó—. Sobre todo cuando se trata de ti.

Dorian levantó el rostro y lo miró con una mezcla de desaprobación y divertimento.

—Entonces tendré que...

Sus palabras se vieron interrumpidas por una carcajadas guturales y luego un grito proveniente de Carmilla, quien se hallaba apoyada contra Nicte, débil, pero viva.

—¡No está muerto aún! —advirtió—. La maldición, él...

—No puede morir —completó la voz de Matthias, quien había enderezado la cabeza y, aunque todavía colgaba empalado de la cruz, se veía tan vivo y fuerte como antes—. ¿Eso ibas a decir?

Se aferró a la estaca que atravesaba su pecho y esta se pulverizó en una nube de cenizas. Cayó al suelo sobre sus dos pies, tambaleándose tan solo un poco, e imperturbado por el hoyo en su cuerpo que apenas comenzaba a cerrarse.

—No puede ser —susurró Viktor, anonadado, asustado.

Matthias, con el dorso de su mano, limpió la sangre en su mentón para luego ladear la cabeza y mostrarles su típica sonrisa macabra.

—Sorpresa.

Matthias es como una cucaracha, no se muere con nada el maldito 💀

En fin, ¡falta muy poco para terminar y ya quiero que lean el final! ¿Será triste? ¿Será feliz? ¿Será un desastre? Lo averiguaremos muy pronto 👀

¡Muchísimas gracias por leer! 💛

Continue Reading

You'll Also Like

art ; yw By L🖤

Fanfiction

16K 1.9K 4
A Sicheng le gusta tanto el arte que se enamoró de uno. ♧ extensión: cuatro capítulos. ♧ inicio: 23.03.19. ♧ finalizado: 6.05.19.
803K 62.5K 78
Chloe es una chica hibrida mitad humana mitad vampiro. Cuando su madre se da cuenta que su parte vampira esta saliendo a la luz la envía al prodigios...
33.4K 2.3K 25
°•___________________________________________•° ¿Qué sucedería si antes de la batalla contra el Clan formado por Victoria, Edward se encuentre con su...
14.6M 1.7M 37
[COMPLETADA] Ella es un vampiro convertido. Él es un vampiro purasangre. Ella aún se aferra a su humanidad, él es un asesino frío. Sus mundos son com...