Crónicas de la Superficie: Lo...

By arivazquez2310

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En un mundo donde la tierra ha sido consumida por la decadencia y la muerte, Zaine persiste en su lucha por s... More

01 "El Ishtelita"
02 "El Nido"
03 "El Fantasma del Desierto"
04 El Relato
05 "El Herrero Alquimista"
06 "El Mentiroso"
07 "El Entrenamiento"
08 El encargo
09 EL Campamento
10 El Monstruo
11 El Wyverno
12 El Sueño
13 El Duelo
14 El Aniversario
15 El Inicio
16 El Mercado
17 El acuerdo
18 El Baño
19 El Motivo
20 El Polluelo
21 El Nombre
22 El Antifaz del Fantasma
23 El Deseo del Cazador
24 El armario
25 El libro negro
27 El Interludio
28 El Ataque
29 El Dragón Carmesí
30 El Complot
31 El Rescate
32 El Rostro de la Muerte
33 El regreso a casa
34 El Reclamo
35 El Trato
36 El Estigia
37 El peso de la Determinación
38 El Cristal
39 El Lamento del Cazador
40 El Grito de los Condenados
41 El Momento de las Confesiones
42 El Traidor
43 El Fuego del Cazador
44 El Miedo
45 El Bosque en Llamas

26 El color de sus ojos

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By arivazquez2310

Había mucho que preparar si Zaine iba a marcharse junto a Jason. Comenzando por las monturas. Jason había procurado que Ayala alistara los venados más grandes para ayudarlos a trasladar sus provisiones. Pero el cazador debió hacer una revisión para asegurarse de que Kaya no se quedase sin leche para los más pequeños.

La noche en que Jason reclutó al cazador un grupo de jóvenes llegó al nido. Kaya explicó que eran algunos de los primeros que había rescatado el grupo de mercenarios. Ella los había mencionado antes mientras conversaban en las cocinas. Todos eran mayores que Ayala y cada uno se presentó frente al jefe de los mercenarios para mostrarle sus respetos. Abrazaron a Kaya como si fuese su madre y se dirigieron a Amal con el respeto digno de un ser sagrado. La Suthaly derramó muchas lágrimas esa noche.

Pero ninguno de los muchachos se aproximó al cazador.

Zaine no los culpaba y personalmente no tenía interés en relacionarse con ellos. En lo que a él respectaba eran extraños a los que posiblemente no volvería a ver. Lamentablemente los más pequeños le hicieron demasiada promoción. Terminó encontrándoselos tanto en sus clases como en las prácticas de esgrima. Algunos hundían la cabeza en los libros, avergonzados de que los pequeños pudieran leer mejor que ellos. Otros solo querían probar las capacidades del cazador sobre la plataforma. Pero cuando Jason llegó a reclamar su tiempo de práctica los jóvenes se reclinaron para verles pelear.

Ese día batallaron dos veces. En la primera no se decidió un ganador, pero cuando la duda apareció en los ojos de los recién llegados el cazador permitió que Jason le superase por una victoria. Zaine estaba listo para enfrentarse a la furia del mercenario. Pero cuando el hombre le jaló a una esquina para besarlo hasta dejarle sin aliento no pareció estar disgustado.

"No hagas tonterías innecesarias" le susurró al oído antes de complacerse con su cuerpo.

El cazador nunca le había mostrado a Jason el libro que había comprado. Sino que se aseguró de guardarlo como mejor sabía. Procurando que el hombre no tuviese modo de burlarse de él o su inexperiencia. Aunque sí que lo estaba leyendo. Cada noche, antes de irse a ver al mercenario, y los días que conseguía escabullirse de regreso, procuraba revisar un acápite del grueso volumen. Quedando tan impactado cada vez, que apenas se creía capaz de hacer cualquiera de esas cosas.

Se suponía que sería divertido. Emocionante incluso. Pero Zaine solo sentía vergüenza de lo explícito de las descripciones y lo estrambótico de los dibujos. Porque aquel dichoso libro tenía imágenes demasiado concretas para haber sido trazados por una mano nada capacitada. Intentó no pensar mucho en el tema y centrarse en dejar todo preparado en el nido para la partida de los mercenarios.

Tres días transcurrieron antes de que Jason indicase el fin de los preparativos. Lo que no estuviese listo se quedaría por hacer hasta que regresaran. Todo el mundo debería estar tenso, pero Zaine se sorprendió de encontrarles menos nerviosos de que deberían.

– Es porque confían en Jason – le dijo Ayala.

La niña estaba parada a su lado en completa armadura ligera. Se había cubierto el rostro con una mascarilla negra que alejaba los insectos y le aseguraba camuflaje. Las dagas sujetas en el cinturón de su cadera y la espada de un solo filo a la espalda. El mismo tipo de espadas que el jefe de los mercenarios había ordenado repartir.

– Siempre hemos hecho lo que dice y todo ha ido bien – anunció la niña.

La multitud se encontraba en el suelo del bosque. Aguardando la presencia de su líder para ser despedidos por los niños. En su mano, la chiquilla sujetaba las riendas de June, a quien seguían las hembras de venados que iban a llevar. Todas cargadas de provisiones, comida y agua.

Zaine se preguntó si Ayala tendría alguna idea del peso que tenían sus palabras. No para ella, o para él mismo. Sino para Jason. Miró a su alrededor, a todos aquellos jóvenes menores que él. Aquellos niños que no tenían más remedio que luchar por su vida en la superficie. Y se preguntó cómo tomaría Jason el peso de sus vidas sobre los hombros.

Todos decían que era un buen líder. Inamovible, indestructible. Pero Zaine solo podía recordar al joven del bosque que no quería ensuciarse el rostro de lodo. Al de las termas que lloró ante el recuerdo de su familia fallecida. El mismo que le envolvía en sus brazos cada noche. Quien le aprisionaba el corazón y le encendía el alma. Ese muchacho con quien Zaine entrenaba y con quien llevaba la cuenta de victorias y derrotas.

Pero mientras observaba a los jóvenes prepararse, armarse y conversar comprendió que ninguno le veía igual que él. Un fuerte silbido hizo girar las cabezas de todos los presentes. Noche llegó trotando a paso rápido con Jason sobre su lomo. El cabello desarreglado, la katana en su espalda y la kisarigama sujeta en la cintura. En la boca sostenía un cigarrillo con los labios.

Glorioso.

La pantera se detuvo frente a la multitud, soltando un fuerte rugido para demandar todas las miradas. Mientras culminaba su rugido Kaya y Amal descendieron de la plataforma comedor en un remolino de viento creado por las manos del Ishtelita.

Todo quedó en silencio.

Hasta que Jason lo reclamó.

–Esta es una misión peligrosa. – Comenzó con un tono bajo pero fuerte que a causa del eco resonó por todos los rincones del escondite – Tendremos que atravesar la Zona Oscura del bosque. El lugar menos seguro de la superficie. Solo un necio pensaría que será un viaje seguro. Seremos emboscados. Acosados. Atacados sin piedad. Así que se los advierto ahora. No se hagan los héroes. No quiero mártires. Al primero gracioso lo mataré yo mismo, si sobrevive. El que se quede atrás, puede darse por perdido. No sacrificaré a la mayoría por la desgracia de uno. – Zaine sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Porque a pesar del tono helado del mercenario, no se creyó ni una sola palabra – Es todo. ¡En marcha!

El jefe de los mercenarios concluyó su discurso. Con un chasquido de sus dientes puso a Noche en movimiento, pero no dirigió a la pantera demasiado lejos. Zaine se sorprendió de verla parada frente a él. Alzó la vista, encontrándose con la mano de Jason extendida. Una sonrisa en su rostro.

A su espalda podía escuchar los murmullos de los nuevos. Su sorpresa. Pero cuando miró al costado vio a Ayala aguardando. El cazador suspiró, tomó su bolsa del suelo y la tiró sobre su espalda antes de aceptar la mano de Jason. La sonrisa del mercenario se curvó en una mueca de aprobación y ante las miradas escépticas de los recién llegados Noche se dejó montar por un desconocido.

– Tengan mucho cuidado – dijo Kaya llegando junto a ello, ofreciéndole a Jason un pequeño recipiente color hueso. Olía a hierbas y agua de manantial. – Estate pendiente de tus heridas. No dejes que se infecten.

– Yo nunca salgo herido. – se vanaglorió Jason.

Zaine no sabía si era en serio o no.

Él mismo habría abierto la carne de Jason una y otra vez solo para encontrar su sangre esfumarse y los cortes eliminados meros segundos luego. Y sin embargo Kaya no pareció aliviada en el absoluto.

– No temas Kaya – comentó el cazador dejando descansar su mano sobre el hombro de Jason – Yo le cubro.

La expresión de la Suthaly se relajó casi tanto como la de Amal se iluminó.

– Zaine, me ocuparé de los niños en tu ausencia – prometió el Ishtelita dirigiéndoles una reverencia. – No les dejaré olvidar lo aprendido.

El cazador asintió y como quien decide que es el final de la conversación Jason puso en marcha a la pantera. Ayala trepó sobre los lomos de su venado para seguirlos y tras ella el resto de los jóvenes emprendieron la marcha.

Las manos de Zaine rodearon la cintura del mercenario, chocando con un pequeño bulto. Frente a su toque un suave gorgojeo provino del interior de la camisa de Jason y Zaine deseó que se lo tragara la tierra.

– Dime que no le trajiste. – suspiró apoyando la cabeza en su hombro.

– Lo siento Sunshine – contestó Jason con una baja risa. – Pero si no nos lo llevamos de vez en cuando empezará a creer que no lo queremos.

Zaine rodó los ojos frente a lo absurdo del comentario. Y sin embargo no encontró el deseo de discutir. No cuando les esperaba una jornada tan agotadora por delante.

Marchaban a paso moderado. Pero gracias a los conocimientos de Jason y sus muchos atajos alcanzaron los muros de Estigia cuando el sol se encontraba en lo más alto del cielo.

El grupo estaba animado, charlando entre ellos mientras atravesaban aquella tierra de nadie. Thuban se había subido en el hombro de Jason y observaba los alrededores con atención. Como un niño curioso que sale por primera vez al mundo.

Jason conversaba animadamente con Ayala. La niña cabalgaba a su lado y el cazador solo podía estar complacido de lo bien que se comportaba June frente a Noche. El problema era que aquel humor no pareció cambiar cuando las grandes puertas se abrieron y los jinetes de Lobo vinieron a recibirlos. Jason agarró a Thuban y a pesar de que chilló, el animalito guardó silencio cuando fue recibido por las manos de Ayala y ocultado dentro de su bolsa.

– El jefe lo está esperando. – Zaine reconoció a Jules, el supuesto líder de las patrullas. Y por la mirada que el hombre le dedicó al acercárseles, supo que el sujeto también le recordaba.

El jefe de los mercenarios asintió. Giró el rostro, observando a Zaine por encima del hombro.

– ¿Seguro que quieres hacer esto? – preguntó Jason en un tono bajo y suave. Muy similar al que utilizaba mientras le besaba contra las paredes.

Zaine se hubiese reído, pero estaba demasiado nervioso. Esta vez, el cazador estaba preparado. Aunque Jason no lo supiera tenía el antifaz y había actualizado los parámetros. No se volvería invisible, pero evitaría que las cámaras tuvieran una adecuada visión de su rostro. Además de que podía distorsionar sus rasgos para un grupo de personas de su elección por una hora.

Luciría como alguien más para todos, menos para Jason... y Jules, porque el sujeto ya le conocía.

Su maestro utilizóeste mecanismo para espiar y conseguir información. Pero Zaine lo había usado para esconderse a plena vista.

Para huir cuando no tenía opciones.

Esta vez no debió bajar su temperatura porque el antifaz la controlaba. Apretó los brazos alrededor del mercenario, observándole con decisión.

– Voy contigo – sentenció.

– Sabes que no podrás entrar a la oficina de Gordon – murmuró Jason y el cazador se limitó a fruncir el entrecejo. Y su expresión hizo saltar una risa al mercenario. – Soy muy blando contigo. – le dijo poniendo en marcha a la leopardo.

Zaine pensó que había terminado la discusión. Entraron al patio de Estigia y se detuvieron ante los contenedores. El cazador sintió la sangre congelársele en el cuerpo al ver a Gordon por segunda vez. Aunque sabía que sus precauciones estaban activadas se sentía desnudo.

Vulnerable.

Pero no podía permitir que se le notase en el rostro. Su cara sería distinta, pero el antifaz respondía a sus expresiones. Afortunadamente, él no era el único que no estaba complacido.

– ¿Qué significa esto? – espetó Jason.

Al inicio el cazador no comprendió la pregunta. Miró alrededor buscando la fuente del descontento de Jason. Los contenedores estaban en el lugar acordado, pero además de utilizar tecnología anti gravitatoria para sostenerse sobre el suelo y volverse lo bastante ligeros como para que una persona tirase de ellos, estaban sujetos con cadenas a los lobos de cenizas.

– Algunas medidas de seguridad. – contestó Gordon con una amplia sonrisa.

Jason soltó una risotada.

– Pensé que nos contratabas porque no querías a tu gente involucrada. – dijo con una voz llena de reproche.

– Hubiese preferido que así fuera – contestó el hombre acercándose a ellos con una expresión avergonzada tan fingida que Zaine no necesitó de los instrumentos de su máscara para saberla falsa. – Pero debido a la importancia de esta misión debo hacer todo en mi poder para asegurarme que las provisiones lleguen a su destino.

– Ese no fue el acuerdo original – Dijo el mercenario en un suspiro. – Más vale que no haya más pequeños cambios.

– Te aseguro que es todo. Con la excepción de un detalle mínimo para tu beneficio. – dijo el hombre. –Jules y algunos jinetes irán con ustedes. Esto facilitará no solo la defensa de tus hombres y de nuestra mercancía, sino que la guardia de la puerta a Estigia no dudará de tus intenciones.

El cazador sintió un cambio en Jason. Su lenguaje corporal no varió. Como tampoco el tono de su voz. Pero había algo extraño en el comportamiento del mercenario.

– No me hagas perder el tiempo. – contestó Jason con severidad.– Si tengo que hacer de niñera te costará extra.

Aquellas no eran buenas noticias para Zaine. Que hubiese jinetes siguiéndoles implicaba que tendría que mantener el mecanismo activado para aquellos que le habían visto distorsionado, y desactivarlo para el resto. Consumiría mucha energía y el cazador no podía permitirse desperdiciarla. Tan pronto como abandonaran estigia desactivaría la función. Solo debía asegurarse de no acercarse demasiado a los subyugados.

Jules era el que no podía notar alteraciones en su estructura facial. Y para él no había efectuado cambio alguno.

Una corriente le erizó los pelos de la nuca, sacándole de sus pensamientos. La desagradable onda provenía del dueño de Estigia.

Zaine vio la ira contenida en los iris color sangre de Gordon. Había perdido el hilo de la conversación. No sabía que podría haber dicho Jason, pero Gordon tenía malas intenciones. Los ojos le brillaron con la intensidad de alguien cuyo fuego se encontraba cerca de la superficie.

El cazador actuó por instinto. Sintió la onda de calor eléctrico cernirse sobre ellos.

Sobre Jason.

Las manos que sostenían la cintura del mercenario tomaron la empuñadura de la katana que descansaba en el cinto del mercenario. En un movimiento veloz el cazador la desenfundó frente al pecho del Jefe de los mercenarios, interceptando la chispa que nació delante de Jason. El metal de la espada se calentó con el toque del fuego y Zaine sintió sus manos chamuscarse.

– Agh – protestó, nada acostumbrado al ardor de las quemaduras.

Apretó los dientes pero no soltó la espada, sino que balanceó el filo, regresando la descarga a su atacante.

La hierba bajo los pies de Gordon se incendió y aunque el fuego no creció más que un centímetro si lo hizo la sorpresa del resto. Noche rugió apartándose de las llamas. Alzándose sobre sus patas traseras. Y aunque Jason tiró de las riendas para controlar a la pantera, no desvió su atención del cazador.

– ¿Estás bien Sunshine? – preguntó en un tono bajo.

Solo gracias a su fino oído el cazador pudo escucharlo. Y aunque contestó en un tono más alto, no fue escuchado por el resto de los presentes, concentrados en apaciguar a los lobos de las cenizas. Lentamente Zaine devolvió la hoja a su funda, intentando aparentar que no sentía dolor.

– Sí – dijo, pero sus ojos no buscaron a Jason. Sino que quedaron fijos en aquel hombre que se mantenía erguido tras las llamas. El mismo que le observaba bajo un entrecejo fruncido. No por la ira, sino por la curiosidad.

Con un movimiento de los dedos de Gordon el fuego murió, dejando apenas un rastro sobre el suelo. Los lobos se apaciguaron y Noche regresó sobre sus cuatro patas. Pero la furia con que observó a Gordon y sus gruñidos le indicaron al cazador que el hombre solo permanecía de pie porque Jason lo permitía.

– Tienes un subordinado muy curioso. – Dijo el jefe de Estigia, limpiándose la ropa como si estuviera llena de tierra.

– Si lo lastimas otra vez te cortaré la cabeza. – sentenció Jason.

El cazador se sorprendió de la hostilidad en su voz. Sus entrañas se calentaron ante el pensamiento de que el mercenario deseaba protegerlo y aunque Zaine quiso sonreír, si abría la mandíbula de nuevo lo que saldría de su boca sería una queja de dolor.

– Interesante. – murmuró el hombre de Caronte con una sonrisa. Giró sobre sus talones. – Márchense – ordenó e inmediatamente los soldados treparon sobre sus monturas.

Jason tiró de las riendas y le dio la vuelta a Noche. Todo el mundo se movió en silencio y cuando estuvieron fuera de los muros de Estigia, el mercenario tomó una de las manos de Zaine y la alzó a la altura de su rostro.

– Nos alejaremos unos metros y buscaremos un sitio para acampar – le dijo al cazador sosteniendo sus manos con las palmas hacia arriba. – Tenemos que hacernos cargo de esto.

Y en un gesto muy suave depositó un beso sobre sus nudillos.

Gordon regresó a su oficina e inmediatamente desplegó las pantallas holográficas. La IA encargada de los sistemas le saludó con la pleitesía correspondiente. Gordon le ordenó que buscase las imágenes de las cámaras del patio. Que las reprodujera y las revisara. Pero sin importar cuantas veces corriese el video, cuanto la IA buscase por alteraciones, no encontró nada extraño en el muchacho.

"El percibió mi fuego" pensó el General.

En el mundo, incluso dentro de Caronte había pocos individuos capaces de tal proeza. Aunque no era de conocimiento general, no todos los habitantes de su ciudad eran aptos para producir llamas. Algunos envejecían siendo incapaces de crear más que una chispa. Se necesitaba entrenamiento, esfuerzo y disciplina para alcanzar el fuego. A menos que fueses bendecido con la habilidad de producir llamas desde el nacimiento.

El ejército estaba lleno de hombres como esos. Personas que se pulieron hasta dominar y manipular el fuego a la perfección. Pero incluso tras alcanzar el dominio, quedaban muchos filtros por atravesar. El primero venía con la pureza de tu sangre. El valor de la mutación. Y la forma más rápida de saber que tan alto podías llegar en la vida se medía por el color de tus ojos.

Los cielos le entregaron a Gordon ojos rojos, sangre noble y un control adecuado desde su nacimiento. Pudiendo crear llamas desde la infancia no le fue complicado enlistarse y ascender en la armada. Su principal talento era quemar a las personas solo con su mirada.

"Nada más alejado de la realidad" pensó Gordon.

Su poder no era nada tan grandioso. Sino la imitación de una técnica que le vio hacer al príncipe heredero cuando era joven. Se creía que provocaba una reacción química dentro del cuerpo que causaba una combustión espontánea. Pero lo de Gordon era una imitación barata. El proyectaba una pequeña chispa. Una onda de calor que incineraba lo primero que tocara.

Solo una persona viva había podido resistir su poder. Pero nunca detectarlo.

Nadie nunca la identificó.

Hasta este muchacho que iba a espaldas de Jason.

Un niño de ojos dorados.

"Pero no cualquier tono de amarillo" pensó el jefe de Estigia.

Gordon conocía ese color ardiente como la llama más pura. Pasó años observándola antes de ser enviado a la superficie. Aquel color que un ignorante asumiría común era único y característico de una sola familia de Caronte. Pero Gordon no podía asegurarlo.

No podía llamarlo sin pruebas.

El rostro del joven le era desconocido. Nada similar a los rasgos de aquellas personas con las que le creía relacionado. Pero el instinto de Gordon le tenía en alerta.

Y una de las razones era Jason.

El joven mercenario nunca aceptaría a su lado a alguien con ojos como aquellos. Pero llegar tan lejos como para amenazarle delante de sus jinetes...

Se levantó de su silla. Colocó la mano sobre la pared, extrayendo la caja fuerte y hurgando en su contenido. Tomando en su mano el cristal.

"Nunca lo tendrás" fueron las últimas palabras del Almirante Igor cuando sus hombres le capturaron en el desierto. "Yo lo maté. Quemé su cuerpo hasta las cenizas."

Gordon no le creyó. Pero no perdió tiempo interrogándole. Mientras más estuviese haciéndole la pelota a aquel viejo más lejos correría su presa. Así que le cortó la cabeza y la colocó en una pica fuera de la ratonera más cercana. Registró sus pertenencias y lo único que encontró fue aquel cristal.

Sus máquinas lo analizaron. Sabían que tenía información, pero estaba encriptado y ninguna tecnología de la superficie podía romper el código. Hubiese podido enviarlo a Caronte. Pero Gordon no estaba dispuesto a perder su gloria. Nunca le pasaría aquella victoria a nadie cuando él perdería todo el crédito. Así que lo guardó bajo su vista.

En su despacho.

Hizo rodar el cristal entre sus dedos. Sintiendo lo cálido de su superficie.

"¿Seré tan afortunado de que él venga a mí?" pensó "¿luego de tantos años mi paciencia será recompensada?"

Una maliciosa sonrisa apareció en sus labios. Pero tenía que ser cuidadoso.

Jason no podía saber lo que tenía en sus manos. Si el muchacho era quien Gordon sospechaba sería demasiado valioso. Aseguraría el futuro del jefe de Estigia, le haría ganar puntos con la corona. Con el mismísimo Emperador.

Así que Gordon investigaría.

No dejaría nada a la suerte.

Y si tenía razón, lo arrancaría de las manos de Jason. Sin importar que tan fuerte o influyente fuese el muchacho. Daba igual lo que lograse en vida o lo indispensable que era para Estigia, si el mercenario se interponía entre él y su destino Gordon dispondría de él.

– Permanentemente – murmuró apretando el cristal entre sus dedos.

Jason ordenó montar el campamento.

Quiso detenerse y atender las quemaduras de Zaine de inmediato, pero el cazador se opuso. En un principio debió haberle molestado la insubordinación, pero al ver su expresión comprendió lo que estaba pensando. Se encontraban en ese momento demasiado cerca de Estigia y estaban rodeados no solo de parte de la banda que hace poco conocía al cazador, sino que eran acompañados por los lobos de ceniza.

Jason se dio cuenta que estaba siendo descuidado.

Era común que se preocupase por los miembros de su grupo. Pero el cazador no era... nunca fue parte de los suyos.

No realmente.

Y sin embargo, Jason se preocupaba por él.

"Es porque lo necesito" pensó mientras acomodaba a los jinetes de las cenizas lejos de sus propios hombres. "Su conocimiento es valioso para mi futuro"

El no estaba molesto porque le importaba Zaine. No había estado a punto de dejar que Noche le arrancase la cabeza a Gordon cuando quemó al cazador. Y para nada le dolía el pecho al verlo aguantar en silencio.

– Los contenedores están entre los dos grupos – le dijo a Jules mientras se alejaba. – Si somos atacados podremos llegar más fácilmente desde flancos distintos.

El jefe de los jinetes era todo lo decente que un subyugado podía ser. Inteligente y discreto. A Jason le desagradaba. Era un recordatorio de lo que él podría haberse convertido si nunca hubiese escapado de los campos de concentración de Estigia.

Cuando el hombre asintió Jason regresó con los suyos. Los muchachos ya habían alzado las defensas. Montado guardia y comenzado a preparar la comida. Incluso alzaron una tienda para él.

Ayala llegó pronto a su lado.

– Todo está listo – le dijo con un aire de seguridad.

– Bien. Solo es el primer día. – aceptó Jason. – A estas alturas no espero ningún ataque. Pero mantengan los ojos abiertos por animales salvajes.

La niña asintió y cuando sus ojos descendieron al suelo el mercenario supo que tenía algo más que decir.

– ¿Podrías ayudarle? – preguntó Ayala casi en un susurro.

Jason apretó los labios. Extendió la mano, estrujando el hombro de la niña con su palma. Quería tranquilizarla, así que le dedicó una sonrisa. Pero no iba a hacer promesas vanas.

– ¿Dónde está? – preguntó el mercenario.

Ayala alargó el brazo, mostrándole una figura pálida en el extremo más apartado del campamento. Jason reconoció la pequeña silueta de Thuban sobre la cabeza del cazador, quien luchaba con sus manos para alzar su propia tienda. Lamentablemente no estaba teniendo éxito. Frustrado el muchacho pateó los palos y se dejó caer al suelo con el entrecejo fruncido.

El mercenario dejó a la niña atrás. Ignoró las llamadas que sus compañeros le hicieron, sabiendo que nunca llegaría a su destino si se distraía.

– ¿Necesitas ayuda Sunshine? – preguntó colocándose a su espalda.

El cazador se sobresaltó un poco, pero antes de que se incorporase Jason le sujetó por los hombros y lo mantuvo en el suelo.

– Me las arreglaré – dijo el cazador, observándole rodearlo para sentarse frente a él.

Jason suspiró.

Tomó las manos del cazador entre las suyas. Observando lo coloradas que estaban sus palmas. Ampollas comenzaban a aparecer en la superficie que Jason sabía era demasiado tersa para unas manos acostumbradas al trabajo duro.

¿Cómo podía siquiera estar quemado? ¿Acaso los carontianos no eran inmunes al fuego?

Pero en ese momento Jason no se hizo aquellas preguntas. Ni siquiera le pasaron por la mente. Porque el cazador estaba lastimado por su causa.

Esas heridas Zaine las cargaba por él.

Por Jason.

– Hiciste algo innecesario – Se le escapó. Y aunque salió tan bajo como un suspiro, Jason vio el entrecejo del cazador fruncirse en un gesto de disgusto.

"¿Qué me está pasando que no puedo mantener la boca cerrada?" se criticó.

– Pues perdóname por evitarte otra quemadura en el pecho. – espetó el cazador. Intentó apartar sus manos del agarre del mercenario, pero el joven no se lo permitió.

– ¡Tú no lo entiendes! – protestó, perdiendo los nervios.

No se suponía que le afectase. No debía dolerle verlo salir lastimado. Estaban en una misión. Sabía que esto iba a pasar. Podía pasarle a cualquiera y por muy fuerte que fuese Zaine, estaba tan expuesto como el resto.

– ¡No es la primera vez que lo hace! – inquirió bajando cuanto pudo su tono de voz. Pero sin llegar a un susurro. La mirada del cazador se endureció, pero al menos con sus palabras dejó de resistirse – Es su forma de mostrar poder. De poner en línea a sus subordinados. Los quema vivos delante de todo el mundo. A veces, cuando hago algún trabajo para ellos y lo desafío trata de hacerme arder alguna extremidad. De volverme sumiso.

– Asqueroso bastardo – murmuró el cazador y el odio contenido en su voz causó un fuerte pálpito al corazón de Jason.

En su mirada el mercenario supo que Zaine estaba dispuesto a matar por él. Que deseaba buscar venganza contra Gordon. No porque le hubiese lastimado, sino porque había herido a Jason.

A él, que era el protector.

– Lo siento Jais – dijo Zaine, y la ira del mercenario se derritió.

Jason suspiró.

– No es tu culpa. – murmuró. – Ya te lo he dicho antes. Caronte no hace nada que no le beneficie. Pero no me malinterpretes. Ninguna de mis cicatrices fue causada por ese cretino.

Las cejas de Zaine se alzaron hasta quedar ocultas por su cabello.

– Pero – dudó el cazador – la mano sobre tu pecho...

– Una herida vieja. – contestó el mercenario. Soltó una de las manos del cazador y se jaló la camisa, exponiendo la antigua quemadura. – El jefe del campo de concentración del que escapé quiso arrancarme el corazón con sus manos desnudas.

Zaine palideció. Jason le vio cerrar los ojos, apretarlos con fuerza antes de girar la cabeza. Como si la marca del mercenario le doliera físicamente.

– ¿Le diste una muerte dolorosa? – preguntó el cazador y Jason no pudo más que reírse bajo.

– Na – se burló – Le corté la cabeza antes de que pudiese atravesarme las costillas.

El cazador comprimió los labios. No estaba satisfecho, pero por el gesto de su rostro Jason supo que comprendió la necesidad de aquella medida.

– ¿Amal te ha sanado en las otras ocasiones? – preguntó Zaine.

– No ha tenido necesidad. – contestó el mercenario con una sonrisa. – Lo has visto por ti mismo. Las heridas no duran en mi cuerpo.

– Lo sé – suspiró el muchacho. – Pero no lo entiendo. He visto cortes desaparecer sobre tu piel a segundos de habértelos hecho. Si se esfuman sin dejar marcas ¿de dónde salieron tantas cicatrices?

Jason dejó escapar una risa.

Aquel era su mayor secreto. La razón de su éxito. Y a la vez su mayor debilidad. Pero allí estaba él, dispuesto a compartirla con un sujeto que ya no sabía si era o no de Caronte.

– De mi tiempo en Estigia. – contestó.–Estaba seguro de que me moría con los dedos del instructor dentro de mi carne. Pero entonces mis genes se activaron. Un extraño poder cubrió mi cuerpo y me devolvió la vitalidad. Tomé su espada y le corté la cabeza con ella. – Alzó la mano libre hasta la marca en su pecho, haciendo coincidir la forma de su mano con la quemadura – Fue la última cicatriz que conseguí.

– Entonces – dudó el cazador – ¿puedes regenerarte?

Jason inclino la cabeza primero a un lado y luego al otro.

– Más o menos. – contestó, volviendo a sostener la mano que había liberado.

Entonces su cuerpo brilló. Mientras dejaba escapar su poder, se vio rodeado de un aura verdosa. A través del contacto se expandió a las manos del cazador. Inmediatamente las palmas de Zaine comenzaron a sanar hasta estar limpias de heridas. Como si nunca hubiesen existido.

"Gruuuuuuuuu" canturreó Thuban, quien había estado increíblemente tranquilo sobre la cabeza de su madre.

El cazador abrió los ojos como platos. Alzó la vista al rostro de Jason, encontrándose con su mirada. El mercenario vio la expresión del muchacho relajarse hasta volverse una hermosa sonrisa. Cálida como las tardes de verano.

– Es muy hermoso – murmuró el cazador, dejando a Jason confundido. – Tu aura tiene el mismo color oliva de tus ojos.

Entonces fue el turno del mercenario de sorprenderse. Sintió su pulso acelerarse y por primera vez en su vida creyó que las mejillas se le encendían.

"Contrólate" se reprendió.

EL brillo se detuvo y Jason dejó ir las manos del cazador.

– Pensé que tenía los ojos negros. – comentó, masajeándose la nuca con una mano.

– Al principio, yo también – contestó el cazador aún con aquella sonrisa en el rostro. – Pero estaba equivocado.

Jason no pudo contener el impulso de besarlo.

No quiso contenerlo.

Se movió hacia adelante, hasta poder acunar las mejillas del cazador entre sus palmas. Entonces el rostro de Zaine se encendió y sus iris se posaron sobre los labios de Jason.

– También tienes unos ojos preciosos – Jason no pudo creer lo que acababa de decir.

Pero no tuvo tiempo de retractarse. Zaine se inclinó sobre sus labios, cubriéndolos con su lengua como si estuviese sediento por ellos. El interior del cuerpo de Jason experimentó una revolución.

No entendía aquel cosquilleo que le recorría el cuerpo cada vez que se besaban. Apenas reconocía la sensación electrizante en su vientre y la base de su columna cuando intercambiaban caricias. Aunque fuese un beso suave. Limpio de deseo sexual, siempre estaba cargado de algo más que Jason no conocía. Y que al igual que el color de los ojos de Zaine, ya no le desagradaba.

Así que apartó los labios, interceptando la lengua del cazador con la suya e introduciéndosela en la boca. Jason nunca supo que podía sentir sabores en un beso. La boca del cazador era dulce, fresca, húmeda. Y mientras el mercenario bebía se daba cuenta de lo sediento que estaba.

Sus manos alcanzaron la nuca de Zaine, fijándole más cerca. Sintiéndole tomar una fuerte inspiración por la nariz que sonó como un jadeo.

Y Jason sintió su vientre arder.

Quería tomarlo allí.

En medio del bosque.

Justo en ese instante. Sin importarle que estuvieran al descubierto.

Delante de sus hombres. Sus niños. Sus subordinados.

Pero un movimiento le llamó la atención a través de sus ojos entrecerrados. Thuban se apoyó en el hombro de Zaine y se metió bajo la camisa del cazador.

El mercenario rompió el beso justo cuando una voz masculina se aclaró la garganta. Jules estaba justo al costado de ellos. El jinete de ceniza había desviado la mirada para darles privacidad. Y cuando Jason alzó la vista notó que tenía una sombra de color sobre sus pómulos.

"¿No es la segunda vez que nos coge besándonos?" se preguntó el mercenario.

– ¿Necesitas algo? – dijo con desaprobación.

– Lamento interrumpir – se excusó el jinete – pero me gustaría tener una charla sobre la llave.

– ¿No vez que estamos ocupados? – preguntó Zaine, atrayendo la atención de ambos hombres.

Jason estuvo a punto de soltar una carcajada por la expresión azorada de Jules. No era común que Zaine mostrase deseo hacia él frente a otros. Sus palabras podrían haberse interpretado como posesivas. Y aunque Jason debió luchar para convencerse de que no le gustaba aquel sentimiento no pudo evitar el delicioso cosquilleo en sus entrañas.

Pero escogió apiadarse del hombre.

– Enseguida voy. – dijo y cuando el soldado les dio la espalda él se incorporó.

Zaine estuvo de pie a su lado de inmediato. El cazador extendió las manos y acomodó la camisa de Jason sobre su pecho. Ocultando adecuadamente la vieja cicatriz cuya historia ya conocía.

– No les muestres debilidad – murmuró el cazador y el mercenario no pudo más que sonreír.

– Por supuesto que no. – Aseguró acariciándole las manos con las suyas. Se inclinó hacia adelante, dándole un rápido beso sobre los labios. – Y ya que llevamos tanto tiempo teniendo siestas juntos y que estamos de escapada familiar, olvídate de tu tienda y duerme en la mía.

Las mejillas de Zaine se encendieron como las hojas y Jason permitió que su sonrisa se curvara.

– ¿Qué hay de tus mercenarios? – dudó el cazador. – ¿De los jinetes?

– Déjalos que hablen.

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