El Ángel del Diablo. | II DIA...

By Ursahe

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El tiempo había pasado y la venganza de Davina fue lo que le llevó a irse lejos de Diablo, sin embargo, el de... More

-SINOPSIS-
-CAPÍTULO 1-
-CAPÍTULO 2-
-CAPÍTULO 3-
-CAPÍTULO 4-
-CAPÍTULO 5-
-CAPÍTULO 6-
-CAPÍTULO 7-
-CAPÍTULO 8-
- CAPÍTULO 9 -
- CAPÍTULO 10 -
-CAPÍTULO 11-
- CAPÍTULO 12 -
- CAPÍTULO 13 -
- CAPÍTULO 14 -
- CAPÍTULO 15 -
- CAPÍTULO 16 -
- CAPÍTULO 18 -
- CAPÍTULO 19 -
- CAPÍTULO 20 -
- CAPITULO 21 -
- CAPÍTULO 22 -
- CAPÍTULO 23 -
- CAPÍTULO 24 -
- CAPÍTULO 25 -
- CAPÍTULO 26 -
- CAPÍTULO 27 -

- CAPÍTULO 17 -

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By Ursahe

DAVINA

No podía quedar mucho para llegar a Alemania, la pastilla para dormir me había hecho menos efecto de lo esperado y hacia una hora que me desperté algo desorientada. Suspiré mirando por la ventana, lo cierto es que era algo realmente increíble ver desde lo alto el mundo que nos rodeaba.

Después de que Igor viniese a buscarnos con una escuadrilla de guardias de seguridad y encargarse de deshacerse de los cuerpo, nos llevaron a casa para curar nuestras heridas. Tuve una pequeña discusión con Raynard porque no quería ponerse el cabestrillo que el médico, amigo de Kaito, le dijo que debía llevar durante al menos diez días. El muy cabezón se negaba, pero a pesar de que la bala no hubiese hecho ningún estropicio en su brazo un maldito trozo de metal le perforó el hombro. Me moví incómoda sintiendo un tirón en mi abdomen donde tenía unos cuantos puntos debido al corte que llevaba.

En aquel momento Raynard no estaba a mi lado, aunque algo me decía que estaba en la parte trasera del avión hablando por teléfono con Jakob. Aria me llamo muy preocupada y alterada ayer por la noche después de enterarse de lo sucedido, y lo que menos necesitaba mi amiga en su situación era estresarse. La tranquilice lo mejor que pude prometiéndole que cuando volviese de su viaje de novios tendríamos un día de chicas para nosotras solas, sus sollozos me indicaban que lo necesitaba con desesperación.

- Toma. – La gruesa voz de Igor llamo mi atención.

Se había levantado del asiento donde Molly permanecia a su lado durmiendo, estaba orgullosa del grandullón, ya no quería ocultar más lo que tenía con aquella rubia loca que era mi amiga.

- Gracias Igor. – Agarré el botellín con zumo de naranja, además de una pastilla para el dolor del abdomen. – Ya no me acordaba.

- Molly me dijo que si ella estaba dormida debía dártela yo, más bien me lo ordeno. – Negó rascándose la cabeza rapada, inconscientemente mire a mi amiga durmiendo.

- Cuídala, ¿vale? – Este se sentó enfrente mío apoyando sus codos en sus rodillas. – Ella es increíble.

Igor sonrió mirándose las manos que las había juntado una a la otra. Su mirada reflejaba muchas cosas, mientras esperaba a que respondiese me tome la medicación con el zumo de naranja. Me encantaba el zumo, de verdad.

- Todos los días me arrepiento de haberle hecho tanto daño con mis decisiones. – Le dedique una pequeña sonrisa.

Me incliné hacia él agarrándole sus manos.

- Ambos os hicisteis daño en el pasado, pero mira... - Le señale con la cabeza hacia mi amiga. – aquí estáis los dos, lo importante es que sigáis adelante y os sepáis querer de la forma correcta.

Este asintió agarrándome las manos de igual manera.

- Gracias Davina, daría mi vida por la de Molly. – No pude evitar esbozar una sonrisa mayor.

- Estoy segura de que darías la vida por mucha más gente, Igor. – Este me miro con asombro. – Así eres tú.

- ¿Desde cuando eres tan sabia? – Rodé los ojos dejándome caer de nuevo en el asiento.

- Vete con tu chica. – Le dije divertida.

Me sonrió de vuelta antes de levantarse y andar unos pocos metros hasta donde seguía Molly durmiendo como un tronco. Ella no necesitaba una maldita pastilla para caer inconsciente en esta dichosa lata con alas.

Estire mis hombros hacia abajo sintiendo lo entumecidos que los tenia, totalmente en tensión. Me era muy complicado relajarme, mi cabeza no paraba de dar vueltas, de pensar, de analizar... Era demasiada información de golpe y la mayoría de las veces me sentía agotada mentalmente. Aunque para ser sincera, ayer cuando se hizo de noche le pedí a Raynard dormir con él, necesitaba tanto acurrucarme sobre él y sentirme a salvo durante al menos unas horas que casi sonó a suplica. Me metí entre sus sabanas sintiendo el calor que emanaba hacia mí, en cuestión de minutos caí dormida profundamente, mi cabeza desconecto por completo y pude descansar como hacía mucho tiempo no conseguía.

El Diablo era mi claro en mitad de la tormenta, irónico, ¿verdad?

- Hübsch, estas despiertan. – Alce la mirada observando a un rubio con un cabestrillo sentarse a mi lado. – Estaba hablando con Jakob por videollamada, se nos ha alargado la reunión demasiado. – Negué restándole importancia.

- No importa, Igor me dio a medicación. – Este me sonrió cuando le enseñe el zumo. - ¿Todo bien? – Se rasco la nuca pidiendo con la mano buena un zumo igual que el mío.

- En dos días vuelven a Alemania. – Arrugué la nariz, aun les quedaban días del viaje de novios. – En cierto modo es lo mejor, además de que aquí estarán más seguros.

- Pobrecillos... - Hice una mueca con los labios. – Se merecen ese viaje más que nadie.

- Lo sé. – Agarró el zumo. – Gracias. – Apreté los labios cuando le escuché agradecerle al tripulante de vuelo.

Recuerdo aquel día que le dije que no debía de ser tan seco y borde con aquella gente que no se merecía eso.

- ¿Qué? – Una de las comisuras de sus labios se curvo.

- Nada. – Me encogí de hombros divertida.

Señores pasajeros, el avión esta ha diez minutos de toma. Abróchense los cinturones.

Me mordí el labio inferior abrochándome con rapidez el cinturón. Respiré hondo intentando no alterarme, me encantaba las montañas rusas pero los aterrizajes no. Ayude a Raynard abrocharse mientras le escuchaba decir palabras en su idioma, probablemente palabrotas. Rodé los ojos de nuevo.

- Odio el cabestrillo. – Bufé pasándome un mechón tras la oreja.

- Tienes que llevarlo, en nueve días te lo quitas. – Este gruño y dijo algo más en alemán. – Oye, dilo en mi idioma. – Aprete los labios frunciendo el ceño.

- Estoy diciendo que esto es una puta mierda. – Automáticamente solté una pequeña risa, me encantaba su maldito acento, joder.

- Ya te quedan menos días, debes recuperarte. – Este frunció el ceño dejando la botellita en el reposa bebidas que llevaba el brazo de su asiento.

Me puse completamente rígida cuando sentí como el avión descendía de golpe. No me había parado a pensar demasiado en que me iba a vivir a un país desconocido prácticamente para mí, y que probablemente, sería para siempre. Estaba completamente dispuesta a hacerlo, no solo por Raynard, mi principal motivo para irme a parte de lo obvio, (soy la mujer de Diablo ante los ojos de las mafias), era mi mejor amiga, mi hermana.

Aria.

Parándome a pensarlo tendría que aprender si o si el idioma, o al menos, lo básico. No quería necesitar siempre ir con alguien con alguien para que me tradujese, eso me quitaba independencia.

Pegué un bote cuando las ruedas del avión tocaron tierra indicándome que estábamos en suelo firme, solté el aire que tenía retenido en mis pulmones con fuerza. Miré por la ventana observando tres furgones negros esperarnos a la entrada del pequeño aeropuerto privado, el mismo de la única vez que vine a este sitio, solo que ahora era permanente.

Raynard a mi lado se movía incomodo debido a su brazo reducido, se comportaba como un niño pequeño cuando no quería llevar la ropa que sus padres habían elegido para él. Me mordí el labio inferior, negué con la cabeza divertida. Suspiré levantándome del sitio cuando el chisme se paró por completo, Raynard me imito dejándome un beso en la mejilla que provoco que me sonrojase. Agarré mi mochila colgándomela en la espalda y la bolsa de mano de Diablo, intento quitármelo, pero se lo impedí.

- No soy manco. – Gruño con el ceño fruncido.

- Durante unos días sí. – Le saque la lengua riendo, alejándome de él.

Me acerque a Molly quien llevaba los ojos hinchados de tanto dormir, alce las cejas sorprendida por su aspecto. Se pegó todo el viaje sin cantearse del sitio, aunque algo decía que la noche anterior no pego ojo.

- ¿Una noche movidita, o qué? – Esta me miro desde lo alto ladeando una sonrisa.

- Demasiado. – Me reprimí una carcajada cuando Igor se acercó a nosotras.

El tripulante de vuelo abrió la puerta y unas escaleritas se extendieron hacia abajo, con una sonrisa dirigida a esta comencé a bajar las escaleras esperando a que Raynard se pusiera a mi lado, con su brazo bueno me rodeo los hombros y comenzamos a andar hacia la pareja que nos esperaba con una sonrisa delante de una de las furgonetas.

- ¿Lista para tu nueva vida aquí? – Me susurró Diablo dándome un suave apretoncito en el hombro.

- Por supuesto. – No dude en mi palabra, eleve la mirada sin poder reprimir la sonrisa que llevaba en la cara. – Tengo ganas.

- Yo también, hübsch. – La manera en la que pronuncio aquella última palabra me provoco un escalofrío.

Nos acercamos hasta Sofie y Walt mientras nos seguían los pasos Molly e Igor junto con un par más de guardias que iban en el avión. La mujer no pudo evitar darle un fuerte abrazo a quien, para ella, era tan hijo suyo como lo era Jakob. Walt me dio un abrazo tan fraternal que me sorprendió, nunca había mostrado algo así conmigo, pero me resalto el corazón. Le devolví el abrazo con una sonrisa para luego darle un beso en la mejilla a Sofie.

- Hijo, ¿Cómo has estado? – Los ojos de aquella mujer brillaban siempre que miraba a Raynard.

- Bien Sofie, nos vimos hace nada. – Esta rodo los ojos agarrando la mano de su sonrisa.

- Lo sé cariño, pero os he echado de menos y he estado muy preocupada por el incidente... – La preocupación de su voz era muy notoria, ella realmente estaba asustada.

- Tranquila Sofie, no paso nada. – Este le dio un beso en la mejilla sacándole una sonrisa.

- Cuando vuelva Jakob habrá que empezar a trabajar, no podemos permitir que los turcos sigan así. – Soltó con rabia Walt.

- Tienes razón, necesitamos a todos los aliados posibles. – Sentenció Raynard con mucha determinación.

Hubo un pequeño silencio y unas miradas cómplices de los padres de mi alemán, ladeé la cabeza confusa por su actitud.

- Veras Davina, hay algo...bu. – Walt le paso el brazo por encima del hombro de forma tranquilizadora.

Fruncí el ceño completamente confusa, Sofie me miraba algo apenada.

- Davina, el padre de Derek esta en casa esperando tu llegada. – Entreabrí los labios, mi capacidad pulmonar pareció ralentizarse.

- ¿A mí? – Este asintió mirando de reojo a Diablo, quien me tenia sujeta por los hombros.

- ¿Qué mist (mierda) quiere de Davina? - La fría voz del alemán hizo eco en mi cabeza. - ¿Por qué le dejáis en casa esperándola? Es un jodido hijo de puta. – Tragué duro al escuchar aquel insulto en mi idioma, realzo cada silaba dando a entender que no le gustaba demasiado aquel señor.

- Hijo, ten cuidado como me hablas. – Le espeto Walt. – Es un aliado fiel de nuestra familia, puede que sus métodos carezcan de ética pe... - La ruda voz del Cancerbero fue interrumpida por la del Diablo.

- ¿¡CARECER DE ETICA!? ¡LE HIZO LA VIDA IMPOSIBLE A MI MEJOR AMIGO DESDE SIEMPRE! – Rugió con fuerza sobre mi cabeza.

La explosión que Raynard sufrió en aquel momento hizo que los ojos de Sofie se cristalizasen, aunque sabia de sobras que estaba intentando contenerse para no derramar una lagrima pues estaba demasiado ocupada agarrando del brazo a su marido mientras este me aparto para agarrar de la pechera a su hijo.

- Relájate de una ficken (jodida) vez hijo. – Le ordeno con dureza.

Mire a Raynard cuando este dirigió su mirada enfurecida a mí, sus ojos inyectados en sangre comenzaron a volverse su color habitual, su respiración se fue regulando poco a poco a medida que Walt iba soltando el agarré, desde luego sabia mantener a raya la furia que corría por las venas de Raynard, pocas veces lo había visto tan fuera de sí.

- Walt cariño, suelta a tu hijo. – Le soltó de golpe apretando con fuerza la mandíbula.

Ya sabia de quien se le pegó esa manía a Raynard.

Me acerque a él entrelazando nuestras manos, le di un suave apretoncito dirigiéndole hacia uno de los vehículos, los hombres de seguridad intentaban no mantener contacto visual directamente de los ojos de Diablo, estaba claro que les generaba entre respeto y terror verle fuera de él. Sin embargo, a mi no me daba nada de miedo, confiaba en él tan ciegamente después de todo que asustaba.

El resto se montaron en el furgón sin decir ni una palabra más, el viaje fue silencioso y aun así para nada incomodo, no cuando estaba pegada a él.

Las puerta de la casa del jefe de la mafia alemana fueron abiertas por la ama de llaves que nos miro con una enorme sonrisa, sonrisa que le devolví sin dudar. Mis manos sudaban mas de la cuenta y eso era porque estaba muy nerviosa. El padre de mi difunto mejor amigo quería verme y no entendía el porqué, verle la cara a aquel hombre iba a ser realmente duro. Su hijo murió por salvarme la vida a mí.

- El señor Bauer les espera en el salón. – Sofie le dio las gracia a aquella mujer posando su mano en mi hombro.

Le dedique una pequeña sonrisa dirigiéndome donde aquel señor me esperaba. Entre observando la cantidad de personal de seguridad había en la sala de estar, entre ellos pude analizar que dos de ellos eran guardaespaldas de Bauer. Alce la mirada quedándome impactada por el gran parecido que tenia aquel hombre con mi amigo, aplane los labios intentando no ser demasiado obvia pero me era imposible.

- Davina Morris. – Se levanto del sillón acercándose a mí, sin embargo, Raynard se puso en medio provocando una ronca risa del señor. – Vamos Raynard, apártate. No pienso hacerle nada.

Le di un suave apretón en el brazo llamando su atención, me miro de refilón sin apartar el cuerpo de entre el padre de Derek y de mí.

- Raynard esta bien. – Le murmuré. – Tranquilo.

Adelante el paso para ponerme a su par.

- ¿Por qué quiere verme? – Mi pregunta hizo que con una mano me indicase que me sentase.

- Seamos rápidos, no quiero perder mas tiempo del que he perdido esperándote. – Arrugué la nariz por su tono tan maleducado.

Físicamente se parecía a Derek con treinta años más, pero personalmente... Derek era una persona llena de luz, y este tipo estaba mas apagado que los agujeros negros.

- Yo no he pedido que me espere. – Le espeté, sorprendido por mi respuesta, volvió a mirarme mientras tomábamos asiento todos los presentes.

Walt y Sofie estaban sentados junto con Molly en un sofá, Ray y yo nos sentamos juntos en frente de aquel hombre que estaba en un sillón con los codos sobre las rodillas, en sus manos había un sobre del tamaño de un folio que lanzo a una mesita que había en frente nuestro. Inconscientemente mire a Walt quien negó con la cabeza dándome a entender que él no sabia nada. Mire a mi alemán que miraba estupefacto el sello de aquel sobre.

- Mi hijo en su ultima visita a Alemania paso por un notario. – Se apoyo contra el respaldo del sillón. – Parece ser que él no quería que si por algún casual muriese me quedase yo con sus cosas.

- No siento pena por usted. – Le escupí, Bauer no me caía bien. Derek sufrió mucho por culpa de él.

- ¿No lo entiendes, joven? – Achine los ojos. – Mi hijo te ha dejado todo.

Mi corazón se paralizo en aquel momento.

- Derek cambio su testamento y te puso de única titular. – Gruño apretando las manos sobre el reposabrazos del asiento. – Todo lo de Derek ahora es tuyo.

El mundo se paralizo por completo cuando termino aquella frase. El aire se negaba a entrar en mi vías respiratorias, el color blanco comenzó a apoderarse de mi alrededor dejándonos a solas a aquel sobre de la mesa y a mí. Cerré los ojos sintiendo el ardor tan fuerte que me fue inevitable no derramar ninguna lagrima, un dolor agudo se clavo en mi pecho provocando un enorme desgarro en mi maldito corazón.

¿Por qué Derek, por qué?

Raynard me abrazo con fuerza diciéndome innumerables palabras de consuelo que mi cerebro no procesaba.

- Mi hijo quería que tú te quedases sus cosas, su patrimonio. – Escupió con asco. – Tú, que por tu culpa está muerto.

El "crash" de mi corazón fue tan sonoro que estoy segura de que todas las personas de la sala lo escucharon.

Lo siguiente pasó muy rápido, Raynard estaba de pie delante de mí apuntando con su brazo bueno al padre de Derek con una pistola, de inmediato los guardaespaldas le apuntaron a él. La seguridad de la mansión apunto a estos hombros al igual que Walt desenfundo su arma, sin embargo, yo estire el brazo agarrando con mis manos aquel sobre que era mas pesado de lo que aparentaba.

- Vuelve a hablarle así a mi mujer y te meteré un schwul (puto) tiro en la cabeza. – La bestia y ferocidad de mi alemán estaba a punto de descontrolarse.

- ¡Basta ya! – Walt bajo el arma de su hijo. - ¡Raynard!

- Dile a tu hijo que se controle. – Los ojos de aquel hombre cambiaron por completo cuando miraron al hijo de puta.

- No me toques los eier (cojones) Otto. – Este trago saliva con fuerza.

La siniestra voz de Walt hizo que diese unos pasos atrás ordenándole a sus hombres que bajasen las armas.

- Cancerbero. – Murmuró con las orejas gachas. – Nos iremos.

- Si. – Espero frio. – Fuera de aquí.

Otto Bauer, aquel chulo patán se fue con el rabo entre las patas desapareciendo tan deprisa que apenas tardé unos segundos oír chirrias las ruedas de su coche. El ambiente en la sala era tan denso y espeso que costaba si quiera respirar, me deje caer al sofá de nuevo con aquel pedazo sobre marrón en mis piernas.

- No lo entiendo. – Musite sin voz.

- Eso es lo que hizo cuando vinimos para tu presentación ante las mafias. – Eleve la cabeza cuando escuche susurrar a Raynard desde lo alto. – El bastard (bastardo) fue a cambiar su testamento.

- Ábrelo Davi – Molly se sentó a mi lado acariciándome la palma de la mano. – Estoy segura de que si Derek hizo esto sería por algo.

Aprete los labios cuando sentí mis ojos cristalizarse, Diablo se sentó a mi otro lado cogiéndome de la mejilla para que le mirase, gire el rostro clavando mi mirada en la suya.

- ¿Quieres hacerlo a solas? ¿En otro momento? Si necesitas descansar...cualquier cosa hübsch, dímelo. - Negué dedicándole una sonrisa mientras parpadeaba con rapidez alejando las lágrimas.

- No... - Hable con voz ronca. – Quedaros todos aquí, esta bien.

Raynard me dejo un suave beso en la coronilla cuando dirigí mi mirada de nuevo al sobre. Cogiendo una enorme bocanada de aire comencé a abrir aquel envoltorio de papel marrón.


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Vaya... parece que cuando Davina comienza a sanar hay algo que le abre la herida.

¿Qué pasará? ¿Vosotrxs que creéis?

CHAN CHAN CHAAAAAAAAAAN

-URSAHE-

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