Vampire Anomaly

By Gabianni

242K 36.9K 12K

LIBRO 2 DE VAMPIRE KISS ¿Cómo puedes recuperar lo que no sabes que está perdido? Seis meses después de los ev... More

💀Ley de la Anomalía Prohibida💀
💀Prefacio
💀Capítulo 1. No eres tú
💀Capítulo 2. No estás muerto
💀Capítulo 3. No te he olvidado
💀Capítulo 4. No la dejes sola
💀Capítulo 5. No es un misterio
💀Capítulo 6. No es opcional
💀Capítulo 7. No recuerdes
💀 Capítulo 8. No llores más
💀Capítulo 9. No es tu pasado
💀Capítulo 10. No todo es verdad
💀Capítulo 11. No le hagas daño
💀Capítulo 12. No te reconozco
💀Capítulo 13. No te rindas con él
💀Capítulo 14. No lo salves
💀Capítulo 15. No le creas
💀Capítulo 16. No lo dejes marcharse
💀Capítulo 17. No lo dejes caer
💀Capítulo 18. No lo tientes
💀Capítulo 19. No lo añores
💀Capítulo 20. No temas
💀Capítulo 21. No te dejaré
💀Capítulo 22. No lo rompas
💀Capítulo 23. No lo marques
💀Capítulo 24. No la dejes
💀Capítulo 25. No lo sigas
💀Capítulo 26. No la arrebates
💀Capítulo 27. No puedes ser tú
💀Capítulo 28. No hay tiempo
💀Capítulo 29. No es una farsa
💀Capítulo 30. No eres nadie
💀Capítulo 31. No te engañes
💀Capítulo 32. No lo lamentes
💀Capítulo 33. No lo deduzcas
💀Capítulo 34. No la conoces
💀Capítulo 36. No seas cobarde
💀Capítulo 37. No aún
💀Capítulo 38. No lo liberes
💀Capítulo 39. No es eterno
💀Epílogo💀

💀Capítulo 35. No eres el mismo

4.2K 705 112
By Gabianni

Si la transformación en Nosferatu no lo mataba, definitivamente los nervios sí lo harían.

Dorian, plagado de ansiedad de punta a punta, daba vueltas alrededor de la reducida celda mientras su cuerpo se estremecía, pero estaba casi seguro de que esto no era un simple efecto secundario del estrés, sino de su nueva condición, una en la que ni siquiera quería pensar o prestarle atención, temiendo que acabaría sufriendo un quiebre nervioso.

«Vampiro. Eres un vampiro. Acéptalo ya». Pensó.

Sentía como si su cuerpo estuviera siendo picoteado por pequeñas agujas con cada movimiento que realizaba y, cuando fijaba su mirada en algún sitio, lo veía con una nitidez incómoda. Observaba los más mínimos detalles, olfateaba aromas que ni siquiera reconocía y, si se quedaba muy quieto, juraba poder oír el flujo de la sangre en sus venas y el tronar de sus articulaciones.

Cerró los ojos y tomó una bocanada de aire por la boca. Solo así lograba anclarse y relajarse. Hizo y deshizo sus manos en puños, y separó los párpados al mismo tiempo que el aire escapaba de entre sus labios.

«Bien, concéntrate». Se dijo a sí mismo.

Relajó el cuerpo, agitando los brazos a sus costados, e inclinando la cabeza de un lado al otro hasta oír cómo sus huesos tronaban. Necesitaba enfocarse y hallar una manera de escapar de este sitio. Viktor estaba cautivo y, a decir verdad, le preocupaba más el bienestar del vampiro que el suyo.

Viktor no tenía nada que ver en todo esto y, sin embargo, era también un prisionero del Salvador, de Carmilla y también de Nicte. A Dorian no le importaba si a él se le acababa el tiempo, solo quería asegurarse de que Viktor estuviese a salvo. Los movimientos del enemigo eran demasiado impredecibles para no temerles.

—Mierda —musitó entre dientes y miró su manos. Podía ver la suciedad impregnada en estas y también sus venas en el dorso de sus brazos. De repente la existencia de la sangre se volvió más prominente, como si estuviese en todos lados. ¿Los vampiros siempre la deseaban tanto?

Frunció el entrecejo y dejó caer las manos a sus costados, lánguidas, teniendo una especie de epifanía.

«Sangre... El Torrente Sanguíneo».

Viktor utilizaba ese transporte para moverse de un sitio al otro en cuestión de instantes, una habilidad única de los vampiros. Dorian sabía que no era un vampiro completo, seguía siendo una Anomalía, pero tal vez, y solo tal vez, podría utilizar ese Torrente.

¿El problema? No tenía la menor idea de cómo invocarlo.

Haciendo acopio de todas sus memorias en donde Viktor usó ese medio, logró concluir que necesitaba sangre, su propia sangre. Era un principio.

Con sus caninos ahora más afilados, mordió su propia mano y la sangre brotó del corte. Ardía, las heridas todavía dolían, pero el tejido ya comenzaba a sanar, por lo que se apresuró a limpiar el espeso líquido con los dedos de su otra mano y usarla para trazar una línea en el suelo de su celda. Le avergonzaba admitir que no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo.

—Maldita sea —masculló, y aunque batallaba por enfocarse, su atención siempre terminaba desviándose hacia la sangre, hacia su aroma metálico, hacia lo que representaba. ¿Era posible que se antojara a sí mismo? ¿De verdad estaba tan hambriento?

Miró su mano, en donde la herida ya casi se cerraba por completo, pero todavía escurrían unas gotas de sangre. Era brillante, espesa, algo que hace dos días le habría parecido una molestia, ahora parecía un exquisito manjar.

Estuvo a punto de beberla, de probar tan solo un poco y deleitarse, pero fue interrumpido por una risa burlona. Levantó la cabeza de súbito y se halló con Carmilla al otro lado de los barrotes. Tenía los ojos irritados, parecía que acababa de llorar hace nada y su regeneración apenas se deshacía de los efectos.

—No puedes caer tan bajo —señaló ella—. ¿Beber tu propia sangre? Es como si un humano bebiera un vaso de su saliva para saciar su sed.

Dorian se incorporó, arrugado el entrecejo.

—¿Qué haces aquí? —cuestionó—. ¿Todavía no has acabado de joder mi vida?

Carmilla entornó los ojos.

—A veces hay que hacer sacrificios, Dorian —aseveró—. ¿Sabes algo? Esto habría sido muy diferente si el plan original hubiese marchado como debía.

—¿Plan original? —inquirió—. Apuesto que era matarme antes o...

—Ibas a ser mi presa —acotó la vampira, tomándolo por sorpresa—. Ese era el plan original. Viktor nunca iba a estar involucrado.

—¿Presa tuya? —repitió en voz baja. En realidad, si hacía memoria, tenía cierto sentido, o al menos le daría explicación a por qué Carmilla estaba tan interesada en él cuando se conocieron y lo evidente que eran sus coqueteos, muy para su detrimento.

—Como te habrás percatado ya, no resultó —añadió ella—. Viktor se entrometió de más y ahora estamos aquí. Tal vez, si él no hubiese metido sus narices, esto no sería tan... trágico.

Dorian rodó los ojos.

—Por favor, como si te importara lo "trágico" que es —refutó—. Solo eres una doble cara. Nunca me fié de ti.

—¿Y qué quieres? ¿Un premio? —se mofó.

Dorian, ya de por sí al borde de explotar, se movió de un rápido movimiento hacia los barrotes, golpeando estos con sus puños con tal fuerza, que podría haberlos quebrado de no estar hechizados.

—Quiero mi vida de regreso —masculló—. La que tú me arrebataste.

Carmilla se tensó.

—Estás vivo, ¿no?

—Estoy a punto de morir, otra vez.

—Considera esto una segunda oportunidad, pudimos haberte dejado muerto. —Ahora ella estaba enfadada, algo la había provocado.

—Tú también podrías tener una segunda oportunidad —señaló Dorian—. Si nos ayudaras a salir de aquí y...

—Anomalía 55. —Lo interrumpió la voz del Salvador.

Ambos vampiros se volvieron de súbito, hallándose con un rostro cuya mitad estaba deformado por una quemadura. Dorian amplió ligeramente los ojos, nunca había visto a la persona debajo de la máscara, jamás pudo crear una imagen mental de quién se ocultaba detrás. Se sorprendió al ver un ojo negro y otro verde, pero este último nublado con algo que no supo reconocer, sin embargo, era la mirada de alguien vivo, de una persona, no un monstruo.

—¿Cómo te sientes? —preguntó El Salvador a Dorian, escudriñándolo—. Veo que la transformación fue... exitosa.

—Se convertirá en Nosferatu en menos de tres días —informó Carmilla.

El Salvador asintió y un mechón de su cabello castaño cayó sobre su frente.

—Lo supuse.

Carmilla frunció el ceño.

—¿Y así le servirá?

El Salvador esbozó una sonrisa desagradable, de dientes manchados e intenciones cuestionables. ¿Qué diablos le ocurrió a esta persona?

—No necesito que sirva al cien por ciento, un Nosferatu fiel será prueba suficiente para el Padre Común.

Dorian entornó los ojos, colérico.

—Si solo me querías como una prueba... —Se aferró a los barrotes con fuerza, acercándose al rostro del Salvador al otro lado de estos—. ¿Por qué me obligaste a matar Anomalías Prohibidas?

El Salvador ladeó ligeramente la cabeza y en su expresión se reveló un rastro de satisfacción.

—¿Todavía te carcome la culpa?

Dorian golpeó los barrotes con sus palmas abiertas, haciéndolas temblar.

—¡Contéstame! —bramó. Por supuesto que la consciencia todavía se lo carcomía, la culpa de haber quitado tantas vidas inocentes.

—Las Anomalías Prohibidas son impredecibles y lo que no se puede predecir, no es más que un peligro. Una Anomalía Prohibida fue la que dejó al Padre Común en un estado tan deplorable, por lo que, uno de sus últimos deseos, es que exterminara a todos aquellos seres anómalos que solo amenazan su existencia —explicó—. La orden era que todas murieran, excepto las útiles, como tú.

Dorian apenas pudo contener su ira, sus ganas de estirar las manos y estrangular al hombre frente a él. Lo único que lo detenía, es que hacerlo sería firmar su propia carta de suicidio.

«No puedes morir aún, no hasta que Viktor esté a salvo». Pensó y retrocedió a duras penas.

Carmilla, por otro lado, se cruzó de brazos y miró al Salvador con escepticismo.

—¿Por qué necesita que Dorian sea una prueba? —cuestionó—. Más bien, ¿qué clase de prueba?

—Una prueba de que es posible crear Anomalías vampíricas y que para estabilizarlas solo se necesita... —Se detuvo a sí mismo, estirando la mano entre los barrotes para hacerse de la mandíbula de Dorian—. Sí... Solo se necesita otro tipo de sacrificio.

—¿Sacrificio? —indagó Carmilla al mismo tiempo que Dorian se quitaba de encima al Salvador.

El Salvador, impertérrito, asintió.

—Un alma humana, o al menos una fracción de esta. Esa es la conclusión de mi estudio —contestó y miró a Dorian directamente a los ojos—. ¿Alguna vez pensaste en el valor de un alma mortal, Anomalía 55?

—Deja de llamarme así —contestó entre dientes—. No soy tu maldita rata de laboratorio.

—No, no lo eres —concordó y dio un paso hacia atrás, extendiendo la mano hacia la cerradura de la celda—. Por eso, te dejaré salir de tu jaula.

Carmilla se alarmó.

—Mi Salvador, es un vampiro anómalo recién nacido, es peligroso que...

El Salvador alzó su otra mano frente al rostro de la vampira, obligándola a callar.

—Sé lo que es y de lo que es capaz. —Volvió a sonreír—. Eso lo hace más deseable.

La puerta de su celda se deslizó hacia la derecha. Ahora estaba abierta y él a un paso de la libertad, podría salir corriendo, atacar y escapar, pero su cuerpo no cooperaba, se sentía lánguido, débil.

—¿Cansado? —preguntó el Salvador, achicando los ojos—. No te angusties, no estás muriendo.

Dorian dio un tambaleante paso hacia delante.

—¿Qué fue lo que me hiciste? —interrogó, sintiendo la lengua torpe.

El Salvador mostró sus manos enguantadas, la tela estaba impregnada con una fina capa de un polvo color gris.

—Veneno cutáneo —explicó—. ¿Sabías que los vampiros son débiles a ciertos tipos de venenos de origen demoníaco? Sus cuerpos no son capaces de rechazarlos, pero no te preocupes, este no es mortal y su efecto pasara por sí solo en unas horas, tal vez menos considerando tu reciente transformación.

Dorian dio otro paso hacia delante, pero sus piernas dieron de sí y terminó por caer sobre sus rodillas. Se sentía como si estuviera sufriendo la mayor fatiga de su vida y solo quisiera tenderse y dormir durante días.

El Salvador se quitó los guantes y los aventó lejos. Se acuclilló frente a Dorian y se aferró a su nuca para que conectaran sus miradas.

—Creo que nunca nos presentamos adecuadamente, Dorian Welsh —dijo—. Yo sé tú nombre, pero tú nunca tuviste el placer de conocer el mío.

Dorian, con los párpados caídos, apenas pudo vislumbrar su rostro. Ahora notaba que lo que nublaba sus ojos no era más que una profunda demencia.

—No necesito saber tu nombre... —murmuró, balbuceaba las palabras como un ebrio.

—¡Por supuesto que necesitas saberlo, es justo que lo sepas! —afirmó, agarrándose con más fuerza a su nuca, cargando casi con todo el peso de su cabeza—. Mi nombre... es Matthias Harker.

Dorian apenas pudo reaccionar. Conocía ese nombre, Viktor le contó todo acerca de Matthias cuando iban de regreso a casa después de todo el desastre de su transformación en Nosferatu, minutos antes de que Carmilla lo matara.

«Matthias Harker fue mi primer amor... No pude salvarlo». Le confesó Viktor.

Ahora todo tenía un morboso sentido, le hacía una perturbadora lógica aún a través de su estado de semi inconsciencia.

El Salvador, Matthias, colocó la cabeza de Dorian sobre su hombro y luego rodeó su torso con sus brazos, estrechándolo contra su pecho.

—Lamento que hayas sido involucrado en todo esto —susurró a su oído—, pero ahora debo deshacerme de ti.

Dorian, haciendo acopio de los resquicios de lucidez que le quedaban, se aferró a la tela del ropaje de Matthias y se acercó a su rostro.

—Mátame a mí sí quieres, pero por favor... No dañes a Viktor —murmuró y su mano soltó la ropa del falso Salvador.

—Esa no es mi intención.

Dorian no pudo procesar del todo el significado de sus palabras, siendo engullido por la oscuridad cuando soltó una última exhalación.

(...)

Una familiar melodía de violín era lo que invadía los oídos de Viktor Zalatoris. La última vez que escuchó ese sonido tan armonioso, fue cuando todavía era un humano y no poseía la sensibilidad de un vampiro que le permitía percibir cada rasgadura de arco contra las cuerdas, cada sonido que se desvanecía de manera aguda. Seguía pareciéndole fantástico, pero no era lo mismo. Nunca lo sería.

Los placeres humanos eran algo que los vampiros aprendían a olvidar y reemplazar. Dejaban de lado la idea de un manjar para enamorarse de la sangre, y se olvidaban de la adrenalina de estar al borde de la muerte para enfocarse en conseguir amor y humanidad que les permitiera sentirse vivos. Tantas cosas habían cambiado, tantas cosas había aprendido a dejar ir y otras aprendido a amar.

La música de ese violín, el que el actual Matthias Harker tocaba para él desde el altar de la catedral, no era lo que solía ser. Era una de las muchas cosas que había aprendido a dejar ir, al igual que su dueño.

—¿Te gusta? —preguntó Matthias al culminar su tocada. Viktor estaba seguro de que ni siquiera para él era lo mismo, la pasión que le dedicaba a la música debía ser algo que este Matthias había olvidado.

Nada era lo mismo.

Viktor, sentado en la primera fila de bancas, negó con la cabeza.

—No es lo mismo —exteriorizó.

Matthias, tenso, bajó el violín y dejó caer el arco, haciendo eco cuando colisionó contra el suelo de piedra.

—¿Qué tengo que hacer para que veas que soy el mismo Matthias? —indagó, desesperado.

Viktor se puso en pie y se aproximó a él.

—Nada, absolutamente nada —respondió con firmeza—. Tú ya no eres Matthias, el Matthias que conocí, al que amé, murió ese día en el fuego.

Matthias aventó el violín y se agarró al saco de Viktor con violencia, aproximando sus rostros.

—¡¿Por qué insistes en negarme?! —bramó—. ¡Mírame, Viktor, sigo siendo el mismo!

Viktor comenzaba a sentir lástima por él, a lamentar que un par de decisiones erróneas lo llevaran a este grado de locura y perdición. Este Matthias batallaba por aferrarse a su yo del pasado, a lo que solía ser, y todo por mera desesperación.

—Estás cansado —afirmó Viktor y, dudoso, rozó la mejilla deformada de Matthias—. Yo lo sé.

Matthias abrió más de la cuenta sus ojos bicolor. Ni siquiera estos eran iguales.

—¿Cómo lo sabes? —susurró, vulnerable.

—Porque debajo de esa locura que nubla tus ojos, tienes la misma mirada que aquella noche en que moriste por primera vez —respondió—. Estás exhausto, pero ¿de qué?

Matthias soltó a Viktor y retrocedió al mismo tiempo que sacudía la cabeza.

—No, no estoy... No estoy cansado —aseveró—. Estoy desesperado, Viktor, desesperado porque vuelvas a mí. ¿Tienes idea de cuánto he sacrificado?

—Matthias...

—Por supuesto que no lo sabes —acotó y una sonrisa macabra volvió a aparecer en su boca mientras se aproximaba a un tocadiscos que yacía en la banca—. En realidad, no tienes que saberlo, lo único que sí debes saber... Es que te amo.

Echó a andar el anticuado artilugio y de este surgió una melodía que Viktor reconoció como un vals, uno que a Matthias le fascinaba escuchar en su pequeño cuarto en Londres. Recordaba como aquel chico daba vueltas por la habitación y se inclinaba hacia Viktor con una mano extendida y la otra detrás de la espalda.

—¿Me concederías esta pieza? —pedía.

Y ahora esta imitación de Matthias hacía lo mismo, pero ya no era encantador y tierno, sino lamentable, como si se esforzara demasiado en interpretar un rol que ya no le quedaba.

Viktor, tal vez compadeciéndose por él, o incluso temeroso de lo que pudiese hacer si lo rechazaba una vez más, aceptó su mano y se dejó guiar.

Matthias lo jaló con brusquedad y colocó una mano en su cintura mientras que con la otra lo apretaba con demasiada fuerza, una que, de no ser vampiro, lo habría lastimado.

El recuerdo de sus pequeños e improvisados bailes en ese cuarto de Londres se sentía tan distante, una bonita memoria en donde dos chicos jóvenes y enamorados bailaban al son de una bella canción, con movimientos torpes, entre risas. El presente era lo opuesto, tan doloroso, tan forzado, tan... trágico.

Matthias intentaba guiarlo, pero sus movimientos era rígidos y era incapaz de seguir el compás, Viktor no lo seguía gustoso, sino que se rehusaba a acercarse de más, incluso odiaba el mero contacto de sus manos.

Nada era lo mismo.

Viktor se plantó en su lugar, deteniendo el terrible baile. Matthias se mostró confundido y apretó su mano incluso más.

—¿Esto tampoco es de tu agrado?

Viktor odiaba la forma en que este Matthias lo observaba con dolor. Le apenaba que hubiese sufrido tanto y, aunque no conocía la extensión de todo lo que le ocurrió en sus años pasados, estaba seguro de que no había sido nada grato.

«Debiste morir ese día. Debías descansar en paz, Matthias». Pensó y un nudo se formó en su garganta.

—Lo lamento —dijo entonces.

Matthias, extrañado, se acercó más.

—¿Qué estás lamentando?

—Tu sufrimiento.

—¿Por qué harías tal cosa?

Viktor negó con la cabeza.

—Porque no te merecías esto.

Matthias se tornó ligeramente boquiabierto; estaba sorprendido, tal vez tocado por sus palabras. Soltó la mano de Viktor y, en su lugar, utilizó ambas para aferrarse a sus mejillas.

—No tienes que lamentar nada —aseveró—. Ahora tú estás aquí y eres lo único que merezco y...

—No —acotó con frialdad.

Matthias entornó los ojos.

—¿No?

—No me mereces —afirmó—. No me mereces porque yo amo a Dorian Welsh.

Matthias se quedó en completo silencio, con las manos todavía en el rostro de Viktor. Él quiso apartarse, pero fue en ese momento que el otro chico soltó un suspiró y luego una carcajada ahogada, descompuesta. Echó la cabeza hacia atrás y comenzó a reírse como un maníaco.

—Odio tener razón —dijo entonces y las manos que tenía en las mejillas del vampiro, se deslizaron hacia su cuello, rodeando este y apretando su tráquea—. No sabes cuánto odio no equivocarme.

Viktor, alarmado por la repentina presión en su garganta, intentó zafarse del agarre de Matthias, pero este último solo lo apretaba con más y más fuerza.

—¿Por qué me haces sufrir, Viktor? —preguntó—. ¿Acaso me estás castigando por algo?

Viktor, teniendo cada vez más dificultades para respirar, solo pudo fruncir el entrecejo. Matthias lo soltó y, en su lugar, se movió para quedar detrás del vampiro, colocando una daga de hierro solar contra su yugular.

—¿Por qué lo amas a él? —indagó—. ¿Qué es lo que tiene Dorian Welsh que yo no?

Viktor tosió y, recuperando el aliento y sintiendo la fría hoja de la cuchilla contra su piel, respondió:

—Absolutamente todo.

Matthias presionó la daga con más ímpetu, haciendo un fino corte que de inmediato derramó un hilo de sangre.

—Entonces tendré que matarlo —sentenció.

Y, como si estas palabras fuesen una señal, Carmilla salió de uno de los cuartos de la catedral y llevaba consigo a un encadenado Dorian, como si se tratara de una bestia salvaje. No... parecía una bestia.

Los iris de Dorian brillaban con intensidad y sus colmillos superiores eran tan prominentes, que se encajaban en su labio inferior, su respiración era agitada y emitía guturales gruñidos similares a los de un Nosferatu.

—¡¿Qué fue lo que le hiciste?! —cuestionó Viktor, espantado por tan horrible escenario.

—Yo no hice nada —contestó Matthias y rozó su oreja con sus labios—. Esto es obra tuya, Viktor.

Viktor sintió un escalofrío recorrer su cuerpo entero.

—¿De qué estás...?

Matthias lo silenció colocando una mano sobre su boca.

—¿Lo salvarás, Viktor? —inquirió—. ¿O te salvarás a ti mismo?

Matthias apartó la daga de su cuello y, al dejarla caer al suelo, Dorian se soltó del agarre de Carmilla... Y se abalanzó hacia Viktor.

Por si no se ha notado, me encanta el drama, y nada mejor que este acompañado de un cliffhanger 😈

¡Muchísimas gracias por leer! 💛

Continue Reading

You'll Also Like

168K 9.5K 51
Donde por una vez, a Christopher Vélez, le toca sufrir un poco por querer y proteger al adorable niño de 17 años, Erick Brian Colón. ¿Quién diría que...
34.4K 2.4K 26
†· •¿Qué sucedería si antes de la batalla contra el Clan formado por Victoria, Edward se encuentre con su verdadera compañera?• †· •¿Y qué suc...
205K 10.7K 33
secuela de "Los Malfoy" Años después un nuevo problema los hace regresar. Lo que trae de vuelta las viejas rencillas, nuevos problemas y mucho drama...
27K 2K 96
Después de que una serie de asesinatos comienzan a ocurrir en la ciudad, su vida familiar empeora cada vez más y todo tipo de problemas comienzan a s...