BRIGHT

By NimWeasley

2.2K 273 63

• Fanfic de Viktor (Arcane) • Mary, una científica excéntrica de la gran Academia de Piltover, esconde un gra... More

Información importante
1. Plantas
Cigarrillos
2. Borrachos, arriba o abajo
Piedras de gravilla
3. Frustración y viejas costumbres
Huérfanos
4. El soplo
La tierra se nos deshace
5. Caos en Piltover
Otra vida
6. El juicio
La montaña
7. Cuando los mundos chocan
8. Cuando los mundos colapsan
La sangre del molino
9. Estas calles no recuerdan mi nombre
Money

10. Desaparecidos

65 11 9
By NimWeasley

La noche caía en las ciudades de Piltover y Zaun. Viktor intentó acostarse temprano, pues Heimerdinger les había prometido a Jayce y a él un laboratorio donde podrían comenzar a trabajar al día siguiente.

Estaba demasiado emocionado como para conciliar el sueño, y aunque su cuerpo estaba cansado, su mente no le dejaba descansar. Cada vez que cerraba los ojos, se le venían nuevas ideas a la cabeza.

Tras haberse levantado un par de veces de la cama para apuntar sus ideas, decidió dejar su cuaderno junto a la cama, para no tener que pasar toda la noche cojeando de un lado a otro de la habitación.

Pero por mucho que intentase dormir, era incapaz. Estaba inquieto. La inquietud científica se había apoderado de él. Así que, asumió su insomnio y encendió la lámpara de su mesita de noche y cogió el cuaderno, apuntando todo lo que se le venía a la mente.

Una vez hacía una lluvia de ideas, reflexionaba sobre lo que había escrito y lo meditaba, lo que le genera a nuevas ideas. Llenó varias hojas de dibujos, notas y cálculos, con descripciones detalladas, algo caóticas.

Si algo definía a Viktor, era lo obcecado que se podía volver cuando algo le emocionaba. Se dedicaba en cuerpo y alma a lo que despertaba su interés, a veces llegando a convertirse en una pequeña obsesión.

En aquel momento, no había hueco en su mente para Mary. En otras circunstancias, ella sería la que no le habría dejado dormir, pues ir sola a Zaun en un momento de inestabilidad era sumamente peligroso. Pero Viktor se había olvidado del peligro en el que se podía encontrar la científica.

Logró conciliar el sueño apenas unos minutos antes de que el sol saliese. Y tras pasar toda la noche en vela, se levantó temprano, con ganas de comenzar su trabajo.

Jayce y él se encontraron en el despacho de Heimerdinger, mucho antes de que éste llegara a su hora normal.

—Buenos días —saludó Jayce, y Viktor le respondió con una sonrisa cómplice.

—Espero que vengas espabilado, porque quiero enseñarte lo que he estado pensando esta noche.

—Pues tú pareces muy cansado —se rio Jayce.

—Llevo toda la noche pensando, no podía parar de tener ideas. Tuve que apuntarlas todas.

—Y yo que pensaba que la autora de esas ojeras era una mujer... —bromeó Jayce, mirando las ojeras de Viktor.

— ¿Una mujer? —preguntó Viktor confuso.

—Ya sabes... —gesticuló, poniendo ojitos. Pero viendo que Viktor no entendía nada, dejó de bromear—. Creía que habías pasado la noche con Mary. Y que habíais tenido un poco de fiesta...

—No, yo... Me he olvidado de Mary —dijo, de repente preocupado.

— ¿No sabes nada de ella? —se extrañó Jayce.

Viktor negó con la cabeza.

—Y ya debería haber vuelto —añadió.

—Bueno, no te preocupes. Tal vez llegue a lo largo de la mañana. Es muy temprano.

—Lo que me preocupa es que haya pasado toda la noche sola en Zaun.

—Estará bien. Tu mismo lo dijiste ayer, ¿recuerdas?

—Espero no tener que tragarme mis palabras... —suspiró, pero retomó la compostura al ver llegar a Heimerdinger.

—Vamos, tenemos un largo día por delante —intentó animarlo Jayce, dándole un golpe en el hombro.

— ¡Buenos días, muchachos! —saludó alegremente Heimerdinger.

Tras una breve charla de mentor-alumnos, Heimerdinger condujo a los científicos a su nuevo despacho, y les indicó que si tenían alguna petición de instrumental, no dudasen en pedírselo.

Jayce estaba emocionado de tener una sala para ellos solos, donde poner a prueba sus descubrimientos, pero Viktor parecía ansioso de poner a prueba lo que había estado pensando durante toda la noche.

Los jóvenes se pusieron de acuerdo, y le preguntaron a Heimerdinger si podrían usar una máquina muy moderna, que les parecía útil para hacer pruebas, y éste les dio la llave de otro laboratorio, que tenía las tres máquinas más avanzadas de investigación de la época.

Aunque al principio solo juguetearon con el instrumental, impresionados de lo que tenían a su alcance, pasaron a leer los manuales de uso.

Viktor le dio indicaciones a Jayce de lo que tendrían que hacer, y sin más dilación se pusieron manos a la obra. Pero tras muchos análisis, nada parecía arrojarles información.

Al día siguiente fueron a repetir los análisis con nuevas ideas, esperando poder conseguir algún resultado. Y todo fue de la misma manera.

Volvieron a su nuevo laboratorio y discutieron teóricamente todo lo que hacían, y puesieron ideas en común, pero seguían sin comprender por qué nada funcionaba.

Tras unos días dándole vueltas al asunto, decidieron volver al laboratorio con las máquinas, aunque todo parecía seguir igual.

Jayce puso en marcha una máquina de unos dos metros de largo y metro y medio de alto, que pesaba como 2 elefantes y valía la fortuna de la familia más rica de Zaun.

La máquina hizo ruido, y tanto él como Viktor, en la otra esquina del laboratorio, se pusieron gafas de protección. Tras unos segundos, Jayce se quitó las gafas, y suspiró:

—Nada.

Viktor giró sobre la silla en la que estaba sentado, y retirándose las gafas tomó notas en su cuaderno. Llevaba tres carillas enteras escritas con una interminable cuadrícula con parámetros de la máquina. Y a cada parámetro le correspondía un "sin señal" escrito por Viktor, cada vez con peor letra.

—Esto es absurdo, no conseguimos nada —dijo Viktor, volviendo a apuntar "sin señal" en la cuadrícula.

—Lo sé, es frustrante.

—Deberíamos probar con mayor potencia —sugirió Viktor, alcanzando su bastón para ponerse de pie.

—No, ni hablar —se negó en rotundo Jayce, gesticulando con cada milímetro de su cuerpo—. Ya hablamos de esto, se acabó la experimentación peligrosa. No quiero volver a poner a nadie en peligro.

—Solo estamos nosotros dos aquí, Jayce —dijo Viktor, revisando los componentes de la máquina.

—La última vez también, y todavía no se me han curado los cortes que me hicieron los cristales que rompimos.

—Fueron rasguños, un gato te habría hecho más —respondió Viktor, tratando de quitarle peso al asunto.

—Dijimos que lo haríamos a mi manera —insistió Jayce.

Viktor pareció rendirse, y sacó la piedra de la máquina, mirándola con curiosidad, para luego volver a colocarla ante la lente de la máquina.

—Pues otra vez.

Cuando Jayce fue a acercarse a los mandos de la máquina, Viktor interpuso su bastón entre ellos.

—Esta vez yo. Tenerme escribiendo la misma cosa una y otra vez me está matando.

—No hagas tonterías —le advirtió Jayce.

—No lo haré —dijo Viktor, con voz apagada.

Se colocaron las gafas y repitieron el experimento, variando los parámetros igual que el resto de las veces.

Esta vez, les sorprendió un nuevo sonido: el sonido de unos toquecitos en la puerta del laboratorio.

La puerta se abrió mientras la máquina trabajaba, y entró el pequeño profesor Heimerdinger acompañado de su mascota.

—Oh, buenos días muchachos —saludó Heimerdinger.

—Buenos días, profesor —dijeron los inventores a la vez, algo apagados.

—Tal vez debería esperar fuera a que terminéis —dijo Heimerdinger viendo que ambos llevaban gafas de protección.

—En realidad no sirven para nada —respondió Jayce, quitándoselas.

— ¿Te refieres a las gafas? —preguntó irónicamente Viktor, frustrado con la máquina.

Heimerdinger se rió, y se acercó a Viktor para darle un par de palmaditas a la altura de la pierna, pues la espalda del inventor le quedaba lejos para sus cortos brazos.

—Solo lleváis una semana, no deseperéis, muchachos. La experimentación es un proceso lento y frustrante, pero la satisfacción que obtendréis con vuestros primeros resultados será magnífica.

El poro hizo un sonido alegre.

—Todavía no hemos conseguido nada —suspiró Jayce— y me temo que nos llevaremos otra semana más sin resultados.

— ¿Sin resultados? —se acercó Heimerdinger al escritorio junto al que estaba Jayce, para observar el cuaderno—. Yo veo aquí muchos resultados.

—Todos negativos, no conseguimos ninguna señal —insistió Jayce—. No son concluyentes.

—Abrid la mente —mientras Heimerdinger hablaba, Viktor se acercó con curiosidad—. Tal vez no le hayáis dado el enfoque adecuado, ¿eh?

— ¿A qué se refiere, profesor? —preguntó Viktor.

—Veo que os habéis preguntado qué hacer para obtener señales. Pero ¿y si debiérais preguntaros por qué no da señales?

—Pero eso es imposible, ¿no? —preguntó Jayce—. Esta máquina debería identificar cualquier elemento de cualquier cosa. ¿Está sugiriendo que nos encontramos ante algo... Nunca visto?

—Algo que no está en la tabla periódica... —murmuró Viktor para sí, muy pensativo—. Creía que la tabla periódica estaba cerrada, que no quedaba ningún elemento por descubrir.

—Bueno, eso es una cuestión química, me temo. Mis conocimientos no abarcan tanto —se lamentó Heimerdinger—. Creo que en eso os debería ayudar vuestra compañera.

Viktor y Jayce se miraron.

—Por cierto, ¿cómo se encuentra? —preguntó Heimerdinger.

—Algo mejor —dijo hábilmente Viktor—. Pero sigue con fiebre.

—Esperemos que se recupere pronto —suspiró Heimerdinger apenado—. En fin muchachos, espero haberos sido de ayuda. Ánimo, y mucha suerte con vuestro proyecto —dijo sonriente, marchándose por la puerta seguido de su fiel poro.

Viktor y Jayce se quedaron en completo silencio, cada uno pensando en sus cosas. Jayce parecía preocupado, y no tuvo mejor manera que expresarlo diciendo:

—Esta monstruosidad —dijo refiriéndose a la máquina— es un espectrofotómetro de absorción atómica.

— ¿Lo has descubierto tu solo? —preguntó irónicamente Viktor.

—Lo que quiero decir es que es la primera vez que veo uno, y he tenido que estudiar cómo funciona para entenderlo. Mary ya lo tiene estudiado, y tengo constancia de que ha trabajado mucho con este tipo de máquinas.

—Sí, tenía el laboratorio en la planta baja. Allí están todos los espectómetros de la Academia.

—Heimerdinger tiene razón. Necesitamos a Mary. Ella sabe más de todo esto. Es investigadora, lleva años haciendo lo que nosotros estamos intentando hacer a ciegas. ¡Somos inventores! ¡Aplicamos conocimientos, no los descubrimos! Los investigadores son los que se encargan de estudiar qué es lo que tienen delante, no nosotros

—Lo sé... —suspiró Viktor, muy serio.

Ninguno dijo nada más, porque no hacía falta expresar lo preocupados que estaban.

— ¿Sigues sin recibir noticias de ella? —preguntó Jayce.

—He ido al amanecer, al anochecer, en mitad de la noche... Nunca está en su piso. Sigue allí abajo, desaparecida.

Viktor dio un par de toques a su bastón, y dijo:

—Se acabó, estoy cansado de esto.

— ¿De la máquina?

—De la dichosa máquina, de Mary... De todo —fue a por su chaleco y se lo puso rápidamente—. Voy a ir a buscarla a Zaun, y la traeré para que nos diga qué hacer.

— ¿No llamarás mucho la atención vestido así?

—Conozco un atajo, nadie me verá entrar.

Viktor se marchó con determinación del laboratorio, y cogió rumbo a Zaun, por un camino que llevaba muchos años sin tomar...

~ • ~

Viktor no tenía ni idea de dónde podría estar, pero se le ocurrió que tal vez el chico al que fue a rescatar Mary el día de la explosión lo sabría.

Fue al prostíbulo donde Mary quedó con él, y consiguió encontrar a la dueña. Todo el mundo le miraba mal cuando avanzaba por el pasillo. Y aunque la mujer se mostró desconfiada al principio, tras contarle Viktor todo lo que sabía la mujer decidió decirle dónde vivía el chico.

—No creo que esté en su casa, de todas formas —le advirtió la mujer.

— ¿Por qué?

—Sus padres trabajan en la fábrica día y noche, el chico está desaparecido. Tiene que estar vivo, porque sus padres no parecen estar de luto, pero estará muy bien escondido.

— ¿Sabe si hay alguna forma en la que pueda ponerme en contacto con sus padres?

—No servirá para nada —se rio la mujer—. Si los padres supiesen dónde está su hijo, Silco ya los habría torturado y matado. Pero ahí siguen, trabajando para los amigos de Silco,

Viktor le agradeció a la mujer el haber confiado en él, y se marchó rumbo a la casa del chico, esperando encontrar algo allí de relevancia para saber su paradero.

Siguiendo las indicaciones de la mujer, llegó a una pequeña chabola. Ni siquiera tuvo que forzar la entrada.

Dentro de la casa, no había nada extraño ni fuera de lugar. Encontró unos cuantos papeles chamuscados y rotos en pedazos, y no fue capaz de recuperar ninguno. 

De repente, escuchó el sonido de la puerta y se escondió en lo que parecía un dormitorio. Alguien había entrado en la cocina-salón, siendo realmente una pequeña sala con un hornillo, un fregadero y un par de sillas acompañadas de una mesa plegable.

La persona que había llegado hacía mucho ruido, como si rebuscase en los pocos cajones de la chabola. Luego, llegó un relativo silencio, y después, se escuchó la puerta de nuevo.

Viktor salió y buscó si algo había cambiado, pero lo único que encontró fue una nueva nota, dejada sobre la mesita plegable.

"Me he llevado la caja de herramientas, Benzo no encuentra su martillo. Os traeré la caja de vuelta cuando Benzo encuentre sus cosas."

Viktor se quedó asombrado. ¿No estaba Benzo muerto? ¿Por qué mentía el chico a sus padres?

Salio de la chabola rápidamente para poder seguir al chico. Pero por alguna razón, lo había perdido. ¿Cómo se había escabullido en  tan poco tiempo? Las calles estaban vacías, aunque hubiese salido corriendo, Viktor lo podría ver todavía.

Al mirar a su derecha, vio unos conductos, parte de un sistema de alcantarillado. Eran tan anchos que una persona cabía por ahí sin problemas. Miró hacia dentro con curiosidad, y encontró a lo lejos una sombra sumida en la oscuridad.

A Viktor le importó poco que los conductos estuviesen encharcados con residuos de Zaun que apestaban, si no se daba prisa, perdería la pista.

Vio que la sombra giró a la izquierda cuando los conductos se separaron en varios caminos, y lo imitó. Pero luego, no supo a dónde había ido el chico. Aquello era un laberinto. Así que siguió su instinto, y cuando giró en el siguiente conducto:

— ¡Ah! —gritó, cuando sintió un escozor en los ojos que le impedía ver.

El chico había usado un spray de pintura para dejarlo ciego, y lo dejó rematado dándole una patada en sus partes íntimas. En cuanto lo dejó fuera de combate, salió corriendo con un saco enorme cargado a la espalda.

— ¡Espera! ¡Ah! —gritó Viktor, retorciéndose en el suelo, intentando encontrar su bastón palpando bajo el agua—. ¡Espera, por favor! ¡Solo quiero encontrar a Mary, soy su amigo!

El chico se detuvo y lo miró extrañado. Le resultaba familiar, pero en aquella oscuridad era difícil saber quién era.

— ¿Y quién coño es Mary? —a Viktor le resultó chocante que un niño de su edad hablase así.

—Es Lys, Lysianna —dijo, secándose las lágrimas que brotaban de sus ojos.

—Si de verdad sois amigos, ¿por qué has dicho ese nombre?

—Porque así es como la llamamos arriba —respondió Viktor, algo frustrado.

— ¿Eres uno de sus amigos científicos?

—Sí, soy Viktor. Estaba en el apartamento de Mary cuando te trajo. ¿No me recuerdas?

—No me fijé en nadie —dijo Ekko, y lo examinó mejor—. Vamos, ponte de pie, el camino es largo.

—Eso intento, pero no veo nada —se quejó, moviendo las manos bajo los residuos del alcantarillado.

— ¿Qué tiene eso que ver?

—Que he perdido el dichoso bastón. Sin el bastón no puedo ponerme de pie.

Ekko soltó una risilla. No daba crédito. Se puso a buscar también el bastón, y lo encontró rápidamente.

—Toma. Debes de ser la primera persona que conozco de arriba que tiene algún tipo de necesidad.

Viktor cogió el bastón con torpeza y se puso de pie, diciendo:

—Eso es porque soy de aquí. Vivo en la Academia, pero nací en las Líneas.

Intentó abrir los ojos, pero le escocían demasiado.

—Vas a tener que ayudarme —dijo Viktor extendiendo su brazo libre—. No soy capaz de abrir los ojos.

Ekko le cogió el brazo y tiró de él para caminar.

—Parece mentira que seas de aquí —comentó Ekko—. Todo el mundo sabe que si persigues a la persona equivocada la cosa puede torcerse —guardó uno breve instante de silencio—. Siento lo de tus ojos. Y lo de...

—Ya —lo cortó Viktor—. Tienes suerte de que no tenga plan de tener descendencia.

—Lo siento, tío.

Ekko guío a Viktor por el laberinto de conductos. Tuvieron que abrirse paso por mucha mugre, hasta que alcanzando distintos niveles superiores consiguieron llegar a conductos libres de residuos.

—Entonces, ¿Mary logró encontrarte? —preguntó Viktor para romper el hielo.

—En realidad yo la encontré a ella. Y a Scar. Es un vastaya muy serio, pero es majo.

— ¿Dónde fue eso?

—En mi casa. Habían entrado para buscarme. Yo estaba en el alcantarillado, y escuché ruido, y no suele haber mucho. Así que fui y los encontré.

— ¿Fue hace mucho tiempo?

—No, hará unos... Dos o tres días, no me acuerdo. Vinieron un día después que Eve. Los padres de Eve trabajaban para Vander, le vendían chatarra a Benzo, así que a veces Eve venía a la tienda. Cuando los dos murieron, Silco hizo un cribado, y todos los que un día les juramos lealtad nos convertimos en personas no deseadas. Mataron a los padres de Eve mientras dormían, y la dejaron viva para enviar un mensaje a la gente que no le juraste lealtad a Silco.

—Por Dios —musitó Viktor horrorizado.

—No es la única. Cada vez hay más niños huérfanos y adultos perseguidos. Ahora más que nunca, la gente necesita que alguien les ayude. Y los de arriba nunca se van a dignar a ayudarnos. Así que... Traigo a todos los que puedo conmigo.

— ¿A dónde?

—Ya lo verás. Si verdaderamente eres de aquí, vas a alucinar. Es un sitio que encontré cuando me escondía aquí. Es muy difícil entrar desde fuera, así que siempre tiene que haber alguien dentro para poder abrir. Las primeras veces tuve que forzar la entrada.

— ¿Mary está allí?

—Sí, está trabajando. Yo soy el que hace los encargos. La gente nunca echa cuenta a los niños, paso desapercibido.

El olor nauseabundo del alcantarillado iba perdiendo su fuerza a medida que Ekko y Viktor avanzaban.

Y aunque Viktor estuviese magullado, la adrenalina que sentía por encontrar a Mary hacía que su dolor se apaciguara.

Finalmente, Ekko se detuvo.

—Es aquí —dijo, y Viktor escuchó cómo daba unos toques a algo metálico.

En unos segundos, lo que les bloqueaba el camino fue retirado por un hombre adulto, cuya cresta e implantes cibernéticos disimulaban su demacrado cuerpo.

Pero lo único que percibió Viktor de él fue su pesada respiración.

—Lo he conseguido —saludó Ekko alegre, sacudiendo su bolsa.

El hombre la cogió rápidamente, pero no buscó nada en su interior. Tenía la mirada fija en Viktor.

— ¿Quién es este?

—Es amigo —aclaró Ekko, sabiendo que si no lo defendía estaría en peligro.

— ¿Y por qué va vestido así?

Viktor llevaba el uniforme de la Academia. Eso hacía levantar sospechas.

—Será nuestro invitado hoy. Él fue quien me acogió en Piltover, ¿vale? Si yo confío en él, tu también lo harás.

El hombre no parecía muy convencido, pero se puso gafas de protección y volvió a su trabajo.

—Por aquí —lo condujo Ekko.

Tras andar unos pocos metros, Ekko alzó la voz.

— ¡Eh, Lysianna! Mira lo que te he traído.

Mary estaba sentada en el suelo, con una chapa tirada en el suelo a modo de mesa frente a ella y un hueco cuadrado a su derecha, cavado a mano en la tierra.

Manipulaba unas bombas con instrumentos rudimentarios, y les extraía algo que amontonaba en la chapa del suelo.

—Espero que sea el rastrillo que te pedí ayer —respondió ella, sin levantar la vista de su trabajo.

Viktor se alegró de escuchar su voz, y giró la cabeza hacia Ekko, agradecido.

—No, solo he conseguido un tenedor.

—Servirá. Déjalo por ahí, luego me pondré a preparar el terreno.

—En realidad quería enseñarte otra cosa. Se llama Viktor. Dice que es tu amigo.

—Mary —dijo dando un paso, sin ver nada.

Mary giró su cabeza para ver a Ekko, y no dio crédito cuando encontró a Viktor lleno de mugre, con pintura en la cara y los pelos revueltos.

— ¿Viktor?

Soltó todo lo que tenía en las manos rápidamente y se puso de pie para acercarse a él.

Pero antes de abrazarlo, se fijó en su cara y le levantó el flequillo para verle los ojos.

— ¿Qué demonios te ha pasado? ¿Por qué estás así? —intentó frotar con un trapo la pintura de su cara, pero no sirvió de nada.

—Hemos tenido un pequeño accidente. Voy a por agua.

— ¿Puedes abrir los ojos? —preguntó Mary, rozando un párpado de Viktor. Éste se sobresaltó ante el tacto del dedo corazón de Mary.

—Sí, pero no veo nada. Me ha entrado pintura en los ojos.

En cuanto Mary se fijó en la dirección que tomaba Ekko, le gritó para detenerlo.

— ¿A dónde te crees que vas, canijo?

—Voy a por agua, te lo he dicho.

— ¿Piensas limpiarle los ojos con agua de las cañerías? ¿Es que quieres dejarlo ciego del todo? —bajó la voz y tomó la mano de Viktor—. Ven por aquí. Tranquilo, el suelo es liso.

—Creía que estábamos en el alcantarillado, pero esto parece...

—Tierra, sí —Mary soltó su mano y cogió una garrafa de agua colocada junto al socavón que ella había cavado—. Cuando vuelvas a ver, vas a alucinar con este sitio. Túmbate en el suelo.

Mary lo ayudó a tumbarse y le retiró los pelos de la cara. Luego, le echó agua directamente de la garrafa por toda la cara.

Viktor se asustó por la inesperada cantidad de agua, y dio un respingo, suspirando.

—Tranquilo, es solo agua. Abre los ojos.

Le escocían demasiado como para abrirlos. Sin embargo, lo intentó, no obstante, sin parar de parpadear.

Si Mary no estuviese allí, estaría gritando de la molestia que sentía. Pero escuchar su voz era tan relajante, que se olvidaba del dolor.

—Mantenlos abiertos todo lo que puedas.

En cuanto dijo esto, Mary le echó abundante agua, pillándolo por sorpresa de nuevo.

—Dios... —murmuró Mary para sí, al ver los restos de pintura en los enrojecidos ojos de Viktor.

Ekko llegó en aquel instante.

—Eh, vas a gastar todo el agua de las plantas

—Tendremos más agua limpia cuando consiga mi equipo —lo tranquilizó Mary—. Viktor, abre los ojos otra vez.

Volvió a echarle agua en los ojos. Ya apenas quedaba pintura, pero seguía con los ojos enrojecidos. Tras un último lavado, Mary le preguntó:

— ¿Qué tal? ¿Puedes abrir los ojos?

Viktor parpadeó seguidamente e hizo un intento, incorporándose en el suelo.

—Me siguen picando. Veo... Manchas.

—Pues cierra los ojos, que descansen un poco. Y mientras —miró a Ekko con cara de reproche— podrás contarme por qué pareces un vagabundo.

—Yo... —empezó a decir Ekko, pero Viktor lo cortó.

—Ha sido culpa mía. Lo asusté, e hizo lo que pudo para defenderse y salir corriendo.

— ¿Estás seguro de que eso es lo que ha pasado? —le preguntó Mary.

—Sí.

Mary no parecía satisfecha, sabía que a Ekko le gustaba hacer pillerías.

—Canijo, ¿por qué no vas a por ropa para nuestro invitado? No puede salir de aquí vestido así.

Viktor escuchó los pasos ligeros del chico alejándose, y rápidamente contestó a Mary.

— ¿Salir? ¡Pero si acabo de llegar! Te estaba buscando.

—Y seguro que tu nuevo socio te busca a ti. Lo tendrás preocupado.

Viktor sintió de repente tan cerca a Mary que se echó hacia detrás, abriendo los ojos.

—Cierra —le dijo Mary, pasando un paño mojado por su cara, para limpiarle la pintura.

—Sabe que he venido a buscarte. La que me preocupas eres tú.

— ¿Yo? ¿Por qué? —sentía su aliento y aroma corporal tan cerca que era tentador volver a abrir los ojos.

— ¿Que por qué? Mary, llevamos una semana sin saber nada de ti. ¿Tienes idea de la de veces que he ido a tu casa, esperando encontrarte allí? Me esperaba lo peor...

—Pues aquí estoy, sana y salva. Y creo que pasaré aquí una temporada.

—No, no puedes hacer eso. Tenemos un trato, nos ayudarías con la investigación. No puedes quedarte aquí para siempre. Llevo toda la semana cubriéndote las espaldas, y no sé cuánto más podré hacerlo.

—Seguro que puedes inventarte una excusa para mi ausencia.

—No se trata de eso —Viktor agarró a Mary por la muñeca para que dejase de limpiarle la cara—. Tu fuiste quién quiso participar, para proteger al mundo de una mala praxis y lo que podría acarrear. ¿Es que ya no te importa?

—Claro que me importa —respondió Mary dándole un manotazo a Viktor con su mano libre en la muñeca, para que la soltase—. Pero ahora tengo cosas más importantes que hacer.

— ¿Más importantes que colaborar en una investigación que podría cambiar el mundo?

—Sí, de hecho. Estoy cambiando el mundo de aquí abajo. Creía que eso era lo que tú querías, ¿no?

Viktor hizo un ruido malhumorado.

—Abre los ojos.

En el momento en el que Viktor abrió los ojos, recibió otro chorro de agua directamente en sus pupilas.

— ¡Ah! —se asustó.

— ¿Te ha entrado el agua en los ojos?

—Sí —dijo frotándoselos—. Tienes que dejar de hacer eso.

Mary se volvió a acercar a él y le levantó los párpados para ver si le quedaba pintura en los ojos.

—Ya está. Vamos, levanta. Tengo trabajo que hacer, y el canijo ya te trae ropa limpia.

Viktor se frotó los ojos de nuevo y los abrió, para intentar ver dónde estaba. Sólo veía manchas, y pudo intuir que una figura color carne que estaba ante él era la mano de Mary, que se la tendía para ayudarle a levantarse.

Viktor cogió su mano y se puso de pie, observando su entorno. Con dificultad, empezó a diferenciar mejor los colores y las formas.

¿Dónde estaba? Había demasiada luz para ser Zaun. ¿Dónde le habían conducido?

Incluso le pareció distinguir algo... Verde.

—Tal vez vosotros me necesitéis, pero ellos me necesitan más. Antes de solucionar problemas del futuro, debo arreglar todo el daño que he hecho a estas personas. No me iré de aquí hasta que puedan llamar a este lugar "casa". Es lo mínimo que puedo hacer por ellos.

— ¿Cómo has...? ¿Eso es...?

—Un árbol, sí.

Ambos miraban embelesados al árbol que crecía desde una vieja cañería. Era tan frondoso... Parecía irreal, un sueño. ¿Cómo era posible que hubiese crecido vida en medio de aquella ciudad tóxica?

— ¿Cómo...?

—Es este sitio —dijo Mary dando vueltas sobre sí—. Es un milagro. Es el sitio perfecto para empezar una nueva vida, escondidos. Cuando Ekko me habló de lo que había encontrado no me lo podía creer. Y no le creí, al menos hasta que vi que decía la verdad. Así que hablamos con nuestros contactos, algunos supervivientes, y nos vinimos aquí. Silco nunca nos encontrará.

—Es impresionante —a medida que la vista de Viktor mejoraba, podía ver lo que le rodeaba. Veía a niños y adultos trabajar en las cañerías para que volviesen a llevar agua, y vio el sitio donde Mary le había estado limpiando—. ¿Habéis hecho todo esto en menos de una semana?

Ekko llegó en aquel momento y le dio ropa a Viktor, con una mirada de culpa.

—Y porque no tenemos los materiales adecuados, si no... —rio—. No tenemos mucho, así que... Digamos que tenemos una gran motivación —le alborotó el pelo a Ekko, que se largó rápidamente a trabajar.

— ¿Y por qué no has vuelto a por tus materiales?

—Porque necesito terminar de preparar los cultivos antes de irme. Si me atrapan de camino a Piltover, quiero dejar al menos algo con lo que puedan sobrevivir.

— ¿Estás haciendo cultivos?

—Sí, bueno. No estarán para esta temporada, pero para la siguiente espero que nos podamos abastecer a base de los cultivos. He estado haciendo injertos, ahora tengo semillas de plantas más resistentes.

—Es increíble. Pero el agua...

—Ya estamos trabajando en ello. Trabajé un tiempo en tratamiento de aguas residuales, ¿sabes? Y aunque no duré mucho, tengo los conocimientos suficientes como para preparar filtros de agua que al menos sirvan para los cultivos. Los chicos están trabajando ahora en ello.

Viktor dirigió su vista a Ekko, que estaba montado encima de una cañería muy ancha con un soldador en la mano. Lo acompañaban una chica algo más mayor que él y un vastaya, que sujetaban con fuerzas otro tramo de cañería con una especie de discos en su interior.

—El agua potable... Es algo más complicado. Pero podré conseguir tener un convertidor cuando recupere mis cosas.

— ¿Y cuando será eso?

—En una semana, creo. Suelo tener que ayudar a los chicos con los montajes, no tienen demasiados conocimientos, ¿sabes? Me retrasan bastante.

Viktor pareció algo indeciso, pero tras mirar a las personas trabajando, se armó de valor.

—Pues hagamos otro trato. Ayudaré a preparar las cañerías y tu podrás dedicarte a los cultivos. Y cuando termine la jornada, los dos nos volveremos a Piltover.

—No es una buena idea.

—Sí que lo es. Podrás coger los materiales que necesites de la Academia y nos ayudarás con la investigación. Mañana mismo podrás estar de vuelta aquí abajo, y seguir trabajando en... este proyecto.

Mary cogió aire algo contrariada, pero le tendió la mano a Viktor.

—Me parece justo. Trato hecho.

Viktor le dio la mano en señal de promesa.

—Pero quiero que nos volvamos a ver la semana que viene —dijo rápidamente.

Mary sonrió, y luego silbó con fuerzas, llamando la atención de los que trabajaban.

—Escuchad, este es Viktor —dijo alzando la voz—. Nos va a ayudar hoy, así que haced todo lo que os diga, y sin rechistar, Ekko —el chico puso mala cara.

Los zaunitas vieron cómo Viktor se acercaba cojeando, acompañado de Mary.

—Es un gran inventor y científico, y hará que las cañerías estén funcionales hoy —dijo Mary—. Así que quiero que hagáis lo que os diga. Y que no os engañen las pintas: es un pobre diablo como todos vosotros, se crió en las líneas.

Luego, se acercó a Viktor y le susurró al oído.

—Te guardaré la ropa limpia para cuando termines de trabajar.

Dicho esto, Mary lo abandonó a su suerte y siguió trabajando.

Desde que perdió a su familia, no había dejado la mente desocupada ni un segundo. Cuanto menos tiempo tuviese para pensar, menos se lamentaría.

Eso había hecho que se volviese muy eficiente con el trabajo que hacía, pero eso la había hecho distanciarse un poco de los que la rodeaban, especialmente de Viktor.

De vez en cuando, levantaba la vista para ver cómo se desenvolvía con los refugiados, y parecía estar en su salsa.

Le habían dado protección para los ojos, y se había puesto a soldar las cañerías con ayuda de un par de chicos.

Mary era feliz viéndolo tan integrado, comportándose como el chico que conoció siendo niña.

El tiempo pasaba más rápido de lo que Mary se esperaba. Estaba anocheciendo cuando ella terminaba de plantar las semillas que había estado recolectando.

Y tras sembrar la última, buscó a Viktor con la mirada. No había tiempo que perder: cada segundo de descanso era mantener la mente despejada, y eso no se lo podía permitir.

— ¿Alguien ha visto a Viktor? —preguntó a los que estaban junto a las cañerías, pero todos negaron con la cabeza.

Scar, el vastaya, señaló con la cabeza hacia la pila de agua vacía entorno a la que se enrollaba el gran árbol, y vio que había una chica pintando de forma rudimentaria un rostro. Era...

—Claggor —musitó Mary, echándose a temblar.

Combatió contra su impulso de salir corriendo de allí, y se acercó para ver mejor la cara de su hermano. Era tan parecido...

La chica que lo pintaba la miró y asintió, con una lágrima en la mejilla. A la izquierda de Claggor, estaba dibujado un boceto de la cabeza de Benzo. Ah, hasta en un dibujo se podía apreciar su gran cabezón.

—Es precioso —escuchó la voz de Viktor a sus espaldas—. El mural. —sus desacompasados pasos no sonaba muy distante.

Mary se dio la vuelta y vio que estaba justo detrás de ella, y ni siquiera se había dado cuenta de su presencia.

—Así no caerán en el olvido —continuó Viktor.

Mary rompió a llorar. Y lloró con todas sus fuerzas, soltando todo lo que había estado aguantando sobre sus hombros hasta ese momento.

¿Cómo había pasado el tiempo tan rápido? Parecía ayer cuando vio la explosión desde la ventana de su habitación...

Viktor la cogió por los hombros, y dejó que llorara. Sabía que lo necesitaba.

Y tras llorar un tiempo, Mary se secó las lágrimas y se fijó en lo absorto que estaba Viktor viendo cómo la chica pintaba el mural.

Apoyó su cabeza en el brazo de Viktor, y este no se inmutó.

—Rompí la foto —suspiró Mary, intentando no llorar de nuevo—. La rompí.

Viktor no le respondió. Mantuvo silencio. Por alguna razón, sabía que lo que Mary necesitaba era un poco de silencio, silencio interior y exterior.

Y así pasaron un tiempo, juntos, en silencio, mientras la noche cerraba el cielo.

Mary levantó los ojos para ver la cara serena de Viktor, moviendo la cabeza sobre el brazo del inventor. Él se dio cuenta de que era observado, y la miró también. Pero al ver los ojos con los que le miraba, le quitó la mirada rápidamente.

—Deberíamos volver a Piltover ya —sugirió aclarándose la garganta.

—Sí, tienes razón.

—Tal vez deberías hablar con los chicos mientras me cambio. No sé si les sentará bien que te robe durante un día —rió, yendo a por la ropa limpia.

Mary sonrió serena, y fue a buscar a Ekko. No sabía por qué, pero estar con Viktor le hacía sentirse en paz. Y eso era mucho decir, ya que desde hacía muchos años nunca había podido sentir calma.

—Voy a tener que irme un par de días, canijo.

— ¿Qué? ¿Ahora? Es por ese, ¿no? ¡Te ha comido el cerebro! —dijo enfadado.

—No, no es eso —sonrió—. Tengo un compromiso, y necesitan mi ayuda urgente. Pero te prometo que volveré y terminaré lo que he empezado.

—Ya, eso si no te convence para que te quedes allí...

—Eh, oye —dijo, poniéndose seria—. Si vuelvo arriba, es porque creo que es lo mejor. Él no me ha engañado para que vuelva. Estaré aquí antes de que te des cuenta.

Mary abrió los brazos y Ekko fue a abrazarla, aunque no muy satisfecho.

—Prométeme que volverás.

—Te lo prometo —rio, dándole un beso en la cabeza.

—Y prométeme que harás contrabando. Necesitamos muchas cosas aquí abajo.

Mary se agachó un poco, y le susurró al oído:

—Eso lo iba a hacer aunque no me lo pidieses.

Ekko se separó de ella y le sonrió, más conforme.

Mary escuchó los pasos lentos y arrastrados de Viktor. Al darse la vuelta, vio a un tullido maloliente, con mirada profunda y corazón bondadoso.

Atónita, se dio cuenta de que en todos los años que habían pasado, Viktor sólo había cambiado de aspecto, pero no de personalidad. Seguía siendo él.

Algo distraída, acudió a ayudarle a caminar. Sintió el peso de Viktor en sus hombros cuando este se apoyó en ellos para dar pasos algo más largos.

—No llevas saca —observó Mary—, ¿dónde has metido la ropa de la Academia?

—Estaba tan sucia y olía tan mal que he la he dejado. Que la quemen, o la usen como abono para las plantas —rio.

Y tenía razón. Era más fácil conseguir ropa nueva que sacarle el olor de alcantarilla a aquellas vestimentas.

Mary se despidió de los chicos del refugio, y Viktor agradeció el trato. Sorprendentemente, incluso el vastaya se mostraba amigable con Viktor, a pesar de ser un extraño que vivía en Piltover.

— ¿Sabes cómo salir de aquí? —le preguntó Viktor cuando volvieron a sumirse en la oscuridad de los conductos residuales.

—Por aquí.

Mary tenía que caminar más despacio de lo que le gustaría, porque tenía que soportar el peso extra de Viktor, además de ir al compás de sus pasos.

Pero pronto, consiguió acostumbrarse a su ritmo. Aunque cada vez, el peso era mayor, o eso le parecía.

Por mucho que Viktor agarrase su hombro para no resbalar, con el paso del tiempo Mary tuvo que agarrar su mano para hacer evitar que se cayera.

Rodearlo por el torso era cada vez una tarea más difícil. Poco después de salir de aquel vertedero, tuvieron que hacer una pausa.

Mary se sentó en el suelo, cansada, y apoyó su espalda en una tubería. Viktor se quedó de pie y resopló.

—Ya queda menos —dijo.

—Recuérdame que no te deje bajar aquí nunca más —rio Mary—. Al menos no son protección, porque como te vuelvan a perder el bastón, le juro que...

Viktor también rio. Mary le hizo un gesto para que se sentase a su lado.

—Está bien, pero luego tendrás que ayudarme a levantarme.

Mary apoyó su cabeza en el hombro de Viktor, diciendo "te toca", y éste sonrió.

—Gracias por quedarte a ayudar —dijo Mary—. Y por venir a buscarme aquí abajo, no ha debido ser fácil.

—Debería ser yo el que está agradecido. Estás haciendo lo que siempre soñamos hacer. En cosa de días has conseguido hacer más de lo que yo he hecho.

—Pienso cambiar esta ciudad entera, Viktor. Ya lo verás.

Y tras unos breves segundos, Mary se puso de pie y tiró de las manos de Viktor. Nunca antes había podido tocar sus manos tanto como lo hacía ahora, y era genial cada vez que pasaba. Era íntimo.

Subir a Piltover fue difícil, pero Viktor la guió por un camino más sencillo, escondido. Y cuando se internaron en Piltover, Viktor dijo a Mary:

—Tengo otro bastón en mi dormitorio. Está en la Academia, pero las llaves están en el laboratorio. Jayce estará allí todavía, así que cuando llegue a...

—No pienso llevarte así hasta la Academia Viktor, ni de coña. Te dejaré en mi apartamento, e iré yo a por el maldito bastón, para que te vuelvas tu solito.

Y así lo hizo. El apartamento de Mary estaba más cerca, así que fue un alivio cuando consiguieron subir las escaleras.

—Hogar, dulce hogar —se quejó Mary, cansada de cargar con Viktor.

Y tras dejar a Viktor en su apartamento, fue a la Academia a toda prisa. Estaba deseando darse una ducha y quitarse la mugre de toda la semana. Oh, y comer un buen plato de comida. Cuanto más pensaba en comer, más prisa se daba.

Llegó al laboratorio, y efectivamente, Jayce estaba allí.

— ¡Pero qué ven mis ojos! —exclamó al verla, sorprendido.

— ¿Dónde están las llaves de Viktor? —empezó a buscar, ignorando completamente a Jayce, que claramente esperaba respuestas.

—Directa al grano —dijo con desagrado—. Están aquí. ¿Para qué las quieres? ¿Dónde está-?

Se sacó las llaves de su bolsillo, y Mary fue corriendo hacia él, para quitárselas de las manos. Antes de que Jayce pudiese seguir interrogándole, Mary se dio la vuelta con las llaves en mano.

—Gracias —dijo con prisa.

—Pero ¿a qué demonios hueles? ¡Es como si te hubieses bañado en basura!

—Exacto, Jayce, exacto.

Mary buscó rápidamente el dormitorio de Viktor, y al abrir la puerta, le vino el olor de este. Olía a limpio, incienso y canela. Involuntariamente, dibujó una sonrisa con sus labios.

La habitación estaba tan desordenada, que costaba creer que Viktor viviese allí. Mary había visto cómo trabajaba, y costaba pensar que un hombre tan ordenado y esquemático tuviese la ropa de la cama revuelta, con miles de cosas por encima de la cómoda y la misma cama.

Parecía que solo era metódico para aquello que le demanda interés. Una habitación no requería de su interés, así que le daba igual su aspecto.

Tras rebuscar entre los cajones del armario, se dio cuenta de que tras la puerta, apoyado en una esquina, estaba un bastón antiguo y torcido. Eso bastaría para un par de días.

Con la misma prisa que antes, fue a su apartamento, y al entrar, encontró a Viktor leyendo uno de los pocos libros que Mary tenía, tumbado en el sofá.

—Qué poco has tardado —se sorprendió al verla llegar.

—Toma —dijo Mary en respuesta, lanzándole el bastón, que el otro atrapó en el aire—. Es una mierda, te haré otro en cuanto tenga tiempo.

—Déjalo —respondió él, soltando el libro en la mesita—, tu ya estás muy ocupada, iré a comprarme uno.

Viktor uso el viejo bastón para dirigirse hacia la puerta.

—Muchas gracias. Que descanses.

—Sí, sí, lo mismo digo —respondió Mary, cerrando la puerta, mientras Viktor sonreía al ver lo cansada que estaba.

Y cuando Mary se dirigió a su habitación, encontró sobre la encimera la fotografía de su familia reconstruida.

~ • ~

Mary trató llegar temprano al laboratorio, pero realmente necesitaba dormir aquella noche. Cuando llegó, no los encontró, y tras investigar un poco, los descubrió en aquel otro laboratorio, con máquinas muy sofisticadas y especialmente caras.

Pero al ver lo que estaban haciendo, las mismas pruebas de siempre, se quedó horrorizada.

— ¿Pero qué coño...? —salió disparada hacia la máquina y sacó la piedra de allí—. ¿Cómo se os ocurre?

— ¿Cómo se nos ocurre qué? —preguntó Viktor.

— ¡Habéis tenido suerte de no haber provocado una explosión! —gritó Mary, como una madre enfadada—. ¡No tenéis cabeza!

—No lo entiendo. ¿Qué hemos hecho mal? —preguntó Jayce.

— ¡Todo! Joder, ¡absolutamente todo! —Mary trató de tranquilizarse—. Esta máquina aplica radiación al substrato para ver la longitud de onda que absorbe el substrato. ¡Habéis aplicado energía a una fuente inestable de energía!

—No sabemos nada de la composición de los cristales, y queríamos ver... —intentó explicar Jayce.

—Exacto, no sabemos nada —le cortó Mary—, pero lo que sí sabemos es que cuando se le aplica energía, explota. Y eso creo que ya lo hemos visto un par de veces —echó una dura mirada a ambos—. Emite energía cuando se activa, y para activar la piedra no podemos usar radiación. Hay que usar métodos poco ortodoxos.

—Magia —dijo Viktor, muy pensativo, y fue a por su libreta.

—Exacto. Dejad los análisis para mí, vosotros centraos en los usos prácticos. Os mantendré al tanto de los resultados.

Jayce no parecía muy conforme, pero después de ver la reacción de Mary, estuvo convencido.

Ellos eran inventores, pero no tenían ni idea de métodos de investigación. Habían estado tan solo unos días sin Mary, y ya habían vuelto a poner en riesgo Piltover, sin siquiera darse cuenta.

— ¿Cuántas veces habéis repetido el análisis? —preguntó Mary preocupada.

Viktor y Jayce se miraron avergonzados. Viktor enseñó el cuaderno a Mary, y a ésta le dio un mareo.

—Dios santo —musitó Mary, mientras Jayce corría a aguantarla.

—No obteníamos resultados, y pensamos que tal vez los intervalos eran erróneos —se justificó Jayce.

— ¿Que no había señal, ni una de las veces? —preguntó Mary, con los ojos fuera de órbita—. ¡Eso es que había obsorvido todas y cada una de las longitudes de onda que le habéis aplicado! Ay... —intentó recuperar el aliento.

Ni Jayce ni Viktor sabían qué hacer, así que empezaron a guardar las piedras que habían estado analizando.

— ¡Cuidado! —Mary dio un brinco, a pesar de seguir mareada, y se apresuró a quitarle las piedras de las manos—. Ahora son más inestables que antes, tenéis que tratarlas con cuidado. Yo me encargo, anda. ¡Fuera del laboratorio!

—Creo que te estás olvidando de que somos un equipo —dijo Jayce.

—Tú lo has dicho. Somos un equipo. Yo me encargo del laboratorio, y vosotros de lo demás. Os he dicho muchas cosas, ¿no? Pues meditar las ideas y haced... Lo que sea que hagáis normalmente.

Viktor y Jayce se miraron el uno al otro. Era cierto, en menos de cinco minutos habían aprendido más información de las piedras que en todo el tiempo que habían estado sin Mary.

— ¡Fuera! ¡Vamos! ¡Fus! —les echó, como si de unos gatos callejeros se tratara.

Ellos se alejaron lentamente, mirándola con curiosidad, mientras se ponía manos a la obra.

—Si necesitas algo... —se ofreció Jayce, pero Mary estaba ya concentrada en otra tarea, y no lo escuchó.

—Ni siquiera han hecho una espectrofotometría de emisión atómica, y se ponen a hacer una de absorción... —dijo para sí Mary, indignada, reordenando el laboratorio.

Continue Reading

You'll Also Like

10.1K 655 7
Las leyendas nos dice que los Caballeros siempre aparecen cuando las fuerzas del mal intentan apoderarse del mundo. Esos valiente guerreros luchan a...
1K 106 8
𝘛𝘩𝘦 𝘣𝘦𝘥'𝘴 𝘨𝘦𝘵𝘵𝘪𝘯𝘨 𝘤𝘰𝘭𝘥 𝘢𝘯𝘥 𝘺𝘰𝘶'𝘳𝘦 𝘯𝘰𝘵 𝘩𝘦𝘳𝘦 𝘛𝘩𝘦 𝘧𝘶𝘵𝘶𝘳𝘦 𝘵𝘩𝘢𝘵 𝘸𝘦 𝘩𝘰𝘭𝘥 𝘪𝘴 𝘴𝘰 𝘶𝘯𝘤𝘭𝘦𝘢𝘳 𝘉𝘶�...
59.3K 2.1K 39
Pausa. ❝ ¿Por qué dijiste que esto sería mala idea? ❝ Donde escribo ideas que no pude desarrollar más allá de un solo capítulo. ¡No smut!
5.1K 691 11
𝐑𝐄𝐃 𝐕𝐄𝐍𝐎𝐌 No soy un héroe, soy tu héroe. Luigi x fem. Oc.