No lograba recordar con claridad como llegó a casa, o cuánto tiempo pasó desde que mataron a papá. Sabía que lo sostuvo entre sus brazos, que lloró mientras mecía su cuerpo y acariciaba su rostro.
Luego la separaron de él, recordaba que gritó y pateó, pero nada pudo hacer. Pasó todo el camino llorando sin tregua, diciendo que todo eso era su culpa, que ella lo mató. De pronto estaba en casa, con la ropa y las manos manchadas de la sangre de papá. Temblaba, hablaba sin parar. No fue hasta que estuvo frente a su madre que se calmó. En realidad, una cachetada la dejó paralizada. Luego un té de yerbas o algo así. No lo sabía.
Danielle repitió su historia varias veces, entrando en detalles cada vez que se lo exigían. Una parte racional de ella, la que aún estaba despierta, entendía que era necesario para que pudieran encontrar a la asesina, pero eso no le importaba. ¿Para qué? Él ya estaba muerto, nada ni nadie iba a devolvérselo.
Y ellos no la entendían. Hablaban con frialdad, sin acompañarla en su dolor. Su familia siempre fue extraña, llena de reglas y tradiciones que no entendía del todo, pero papá siempre estuvo de su lado. Su sonrisa la confortaba, sus primeros recuerdos eran de él llevándola en brazos. Jugando con ella, bailando con ella, diciéndole que era su princesa. Y lo último que le dijo fue que no quiso que pasara eso, pero que la iba a proteger igual.
No, eso no fue lo último. Fueron sus ruegos, sus gritos de dolor. Su voz cargada de terror, rogándole que hiciera algo y lo salvara. No importaba si fue Aliz la que hundió sus colmillos en el cuello de papá, la que lo dejó morir fue ella. Era la única culpable.
—No puede tener menos de quinientos años.
De pronto, escuchó a alguien. Estaban en el despacho de su padre, pero sus tíos Bautista no estaban allí. Solo la familia de mamá, y el que habló, fue Lanslet.
—No se supone que los vampiros puedan aguantar el veneno en la sangre —añadió la tía Florence—. Quizá no llegó a morder a Raimundo.
—Ya escuchaste lo que dijo Danielle —continuó su madre—. Fue muy rápida. Como nunca lo hemos visto.
—Ese tipo de rapidez no es propia de vampiros comunes —dijo Almeric, pensativo—. Pero sí que existe, y es posible. Aunque para nosotros sea casi una leyenda. Danielle fue clara con lo que vio, y no lo dudo, tío Raimundo era hábil cazando vampiros. Jamás lo hubieran matado con tanta facilidad. Hablamos de algo jamás visto.
—Alguien inmune al veneno de la sangre, rápido, y que además evitó el corte de la daga. Ni siquiera intentó tocarla —les dijo Lanslet—. Todas esas sabandijas siempre intentan quitárnosla, pero esa criatura sabía qué hacer.
—Lo que quiere decir que conoce el origen de las dagas malditas. Y sí, debe tener al menos ochocientos años —concluyó Almeric. A ese punto, Dani estaba boquiabierta. ¿Ochocientos...? ¿Qué demonios...?
—Esto es muy extraño —murmuró su madre—. ¿Por qué una vampiresa de esa categoría vendría a El Sirada? Tenemos que averiguarlo, no va a quedar otra que capturarla.
—¿Qué...?
Danielle habló por primera vez en buen rato. Los miró a todos, y parecían decididos. No podía creerlo, Aliz mató a su padre sin esfuerzo, ¿y en serio creían que podrían enfrentarla?
—Pero primero tenemos que encontrarla —continuó mamá—. No sé qué tan difícil sea, pero podemos hablar con nuestros contactos en el puerto y las zonas periféricas. Quizá hasta se refugie en la parte rural...
—No, ella... ella está en los barrios altos —dijo con la voz temblorosa, y todos la quedaron mirando.
—No mencionaste eso —le increpó Almeric—. ¿Cómo lo sabes? ¿Acaso lo dijo durante el ataque?
—No, bueno... es que ella... yo... la conocí ayer en realidad. Estaba en la fiesta del novio de Milla. —La miraron con incredulidad, por eso continuó—. Me dijo su nombre. Es Aliz, Aliz Drak.
—¡¿Drak?! —exclamó Lanslet. Pareciera como si hubiera invocado al diablo, todos palidecieron de pronto, y se miraron entre sí.
—Vaya, hace mucho que no teníamos a nadie de alguno de los clanes por aquí... —murmuró tía Florence—. Bueno, ya me había cansado de ir de excursión a Europa para encontrar a esas alimañas.
—¿De qué están hablando? —preguntó ella.
—Drak es el nombre de unos de los siete clanes vampíricos que existen en el mundo —explicó Almeric—. Si esa tal Aliz usa el nombre del clan, significa que es alguien que ellos instruyeron y aceptaron.
—Sí, deben estar tramando algo —continuó su madre—. Es probable que hayan enviado a alguien de su clan para investigar algo, y tenemos que averiguar qué es.
—Al menos Dani sabe dónde encontrarla —dijo Lanslet—. Ahora solo tenemos que ir allá y...
—Hay otro problema —le cortó mamá—. Danielle no ha derramado su primera sangre, si no continúa con la tradición, morirá. No puede esperar más.
—Pe... pero... papá ha muerto, no puedo... Mamá, no puedo hacerlo... —tembló. Ni siquiera fue capaz de actuar para salvar a la persona que más amaba, ¿cómo podría hacerlo otra vez?
—Tu padre no ha muerto —le dijo mamá. La voz fría y la mirada llena de rencor de Nanette Montagny la dejó paralizada—. A tu padre lo asesinaron. Tú dejaste que eso pasara. Eres una Bautista-Montagny, no se supone que crie a una cobarde. Así que vas a cerrar la boca y vas a hacer exactamente lo que te digo, a menos que de verdad quieras morir y librarnos de la carga de tu patética existencia. ¿Es eso lo que buscas? Bien, habla de una vez, no estamos para perder el tiempo.
No le chocaron tanto sus palabras, sino el hecho que se atreviera a decirlas. Siempre pensó que su madre no la amaba, pero con papá vivo jamás se atrevió a hablarle de esa manera. Con la muerte de Raimundo, al parecer al fin era libre de despreciarla como quería.
Por eso, por lo que le dijo, fue que se decidió. Tal vez aún quedaba viva una parte orgullosa de ella, la de esa joven que disfrutaba darle la contra a su madre y salirse con la suya. ¿Mamá quería que muriera? Pues no le iba a dar el gusto.
—Lo haré —contestó, a pesar de que moría de miedo.
—Bien, vas a decirnos donde está —le pidió Almeric—. Ve a cambiarte, atacaremos de día. Ni siquiera una vampiresa antigua es inmune a la luz del sol. Vamos a cercarla, tenemos métodos que ya conocerás. Y si no podemos matarla, al menos la capturaremos.
—Tienes unas horas para prepararte —continuó su madre—. Ruega para que no mueras antes que acabe el día.
—¿De verdad van a llevarme? —tragó saliva. Esa no era la pregunta real. ¿De verdad querían ponerla frente a Aliz? Quizá no le haría ningún rasguño. ¿A quién mataría entonces? ¿A José Alonso?
—Tienes que aprender, no tienes alternativa —contestó su primo—. Se suponía que esta noche aparecerían tus primeras marcas, que romperías la maldición de nuestra sangre. Tu padre iba a explicarte todo, pero no hay mucho tiempo para eso. Nos dirás dónde encontrar a Aliz Drak, y nosotros haremos el resto. Te guardaremos al vampiro menor, pero tienes que venir, así sabrás como trabajemos.
—Sí, pero...
Tenía miedo, sí. La sangre de su padre aún estaba sobre ella, ni siquiera amanecía. Había tantas dudas, y los Montagny parecían dispuestos a lanzarla a los vampiros sin una preparación.
—¿Cómo voy a hacerlo? No sé usar esa cosa, no tengo la sangre envenenada, ni siquiera sé si seremos suficientes. ¿No deberíamos avisar a los hermanos de papá? ¿Al resto de la familia? Los Bautista merecen saberlo, estoy segura de que querrán vengarlo y...
—No metas a la familia de tu padre —interrumpió su madre, brusca—. Esto es asunto nuestro.
—Pero...
—Ni una palabra, Danielle. ¿Está claro? Ya escuchaste a Almeric. Prepárate, salimos en unas horas. No quiero más lloriqueos, déjate de estupideces. ¿Quieres hacer algo útil? Compórtate como la cazadora que debes ser.
—Mamá, es que no sé cómo ser eso —decía, frustrada. Su madre solo le sonrió con burla.
—Nadie sabe cómo serlo hasta que tienes a una de esas cosas encima. Y más vale que para la próxima seas capaz de defenderte. Ya escuchaste, esa Aliz es peligrosa.
—Y somos pocos, tal vez si le avisamos a Arabella y mis primas...
—Nada de los Bautista, es mi última palabra —le dijo, tajante. No lo entendía, ¿por qué no querían la ayuda de más cazadores? ¿Qué tramaban?
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¿Qué tramaban? Lo averiguaremos 👀👀👀