Vampire Anomaly

By Gabianni

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LIBRO 2 DE VAMPIRE KISS ¿Cómo puedes recuperar lo que no sabes que está perdido? Seis meses después de los ev... More

💀Ley de la Anomalía Prohibida💀
💀Prefacio
💀Capítulo 1. No eres tú
💀Capítulo 2. No estás muerto
💀Capítulo 3. No te he olvidado
💀Capítulo 4. No la dejes sola
💀Capítulo 5. No es un misterio
💀Capítulo 6. No es opcional
💀Capítulo 7. No recuerdes
💀 Capítulo 8. No llores más
💀Capítulo 9. No es tu pasado
💀Capítulo 10. No todo es verdad
💀Capítulo 11. No le hagas daño
💀Capítulo 12. No te reconozco
💀Capítulo 13. No te rindas con él
💀Capítulo 14. No lo salves
💀Capítulo 15. No le creas
💀Capítulo 16. No lo dejes marcharse
💀Capítulo 17. No lo dejes caer
💀Capítulo 18. No lo tientes
💀Capítulo 19. No lo añores
💀Capítulo 20. No temas
💀Capítulo 21. No te dejaré
💀Capítulo 22. No lo rompas
💀Capítulo 23. No lo marques
💀Capítulo 24. No la dejes
💀Capítulo 25. No lo sigas
💀Capítulo 26. No la arrebates
💀Capítulo 27. No puedes ser tú
💀Capítulo 28. No hay tiempo
💀Capítulo 29. No es una farsa
💀Capítulo 30. No eres nadie
💀Capítulo 32. No lo lamentes
💀Capítulo 33. No lo deduzcas
💀Capítulo 34. No la conoces
💀Capítulo 35. No eres el mismo
💀Capítulo 36. No seas cobarde
💀Capítulo 37. No aún
💀Capítulo 38. No lo liberes
💀Capítulo 39. No es eterno
💀Epílogo💀

💀Capítulo 31. No te engañes

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By Gabianni

—Aquí está, mi Salvador —anunció Carmilla.

La vampira traía a Viktor aferrado del brazo, jalándolo de un lado al otro como si se tratara de un perro, no, un prisionero, pero eso era exactamente lo que era.

«No por mucho». Pensó Viktor, con la esperanza de que su plan funcionara y el cuarzo de sangre sí llegara a manos del detective Solekosminus. «Demuestra que tan bueno eres, detective».

El Salvador... Matthias, se hallaba en un cuarto vacío de la catedral, pero este estaba repleto de espejos. Espejos manchados, espejos rotos, espejos borrosos por la suciedad en su superficie. Se veía a sí mismo en uno de estos y llevaba puesta la máscara, pero Viktor supuso que estaba viéndolos a través del reflejo.

—Vete, Carmilla —ordenó, su voz era grave y su tono frío. No era una sugerencia ni por asomo.

Carmilla entornó los ojos y se aferró a Viktor con más fuerza. El vampiro solo pudo mirarla con desagrado. ¿Ahora qué le pasaba?

—Esperaba que pudiéramos hablar sobre mi recompensa —dijo entonces—. Usted dijo que nunca rompe sus promesas, yo ya cumplí con mi parte y...

—¿Qué acabo de decir, Carmilla? —inquirió El Salvador, Viktor no podía verlo de otra manera cuando llevaba esa máscara en la cara, cuando hablaba así.

Carmilla se tensó, ahora enterrando las uñas en la piel de Viktor. Este último arrebató el brazo, haciéndola entrar en razón.

—Dijo que me fuera —respondió por lo bajo.

—Obedece —insistió el Salvador, dándose la vuelta para ver a la vampira. Levantó la mano derecha y la señaló con su dedo índice—. ¿O quieres marcharte por las malas?

Carmilla negó con la cabeza, dando un paso hacia atrás. Viktor jamás la había visto tan... asustada. Lo más cercano que estuvo a presenciar tales emociones en ella, fue cuando él estuvo a punto de convertirse en Nosferatu.

—Me iré, mi Salvador —concluyó ella y salió del cuarto. Se aferró a la manija de la puerta con más fuerza de la necesaria y la azotó a sus espaldas sin cuidado alguno. Incluso los espejos temblaron.

Viktor notó que la vampira seguía al otro lado de la puerta, pues podía ver su sombra debajo de esta. Frunció el ceño, extrañado. Tal vez estaba reconsiderando volver a entrar y confrontar a su jefe, aunque, de ser así, terminó por arrepentirse, puesto que la sombra desapareció como un borrón y sin dejar rastro.

—Viktor —llamó la voz del otro hombre en la habitación.

Viktor ni siquiera quería voltear a verlo. No quería encontrarse con esa horrenda máscara y mucho menos con quien se escondía debajo de esta.

«Soy Matthias». Esas dos palabras se repetían de manera incesante en sus oídos.

Matthias debió percibir su renuencia, puesto que fue él quien se acercó con pasos pausados. Las pesadas suelas de las botas negras que llevaba resonaron en el suelo de piedra. Viktor aún así se rehusó a levantar el rostro.

—Viktor —volvió a llamar, su tono era más suave que el que empleó con Carmilla, pero seguía sin ser la voz de Matthias—. Mírame.

—Jamás —replicó, frunciendo el entrecejo.

—¿Es por la máscara? —cuestionó entonces. No, no era por la máscara, simplemente no quería aceptar que esto era real, que él era real—. Me la quitaré.

«No, no lo hagas». Pensó, sin embargo, la curiosidad lo venció y lo miró con el rabillo del ojo.

El Salvador se quitó la desagradable máscara del doctor de la plaga, dejando libre su cabellera castaña, chamuscada en partes debido a la quemadura que atravesaba la mitad de su rostro, y mostró sus ojos; uno verde como lo recordaba, pero nublado y cansado, y otro enteramente negro y vacío. Conectó su mirada con la de Viktor y a este último lo recorrió un escalofrío, una reacción bizarra para un vampiro, por lo tanto, supo que algo definitivamente no iba bien.

—¿Me prefieres así? —preguntó Matthias—. ¿Te asusto menos?

Viktor bufó, negando con la cabeza. Ahora sí le mantuvo la mirada.

—Tú no me asustas —aseguró—. Eres una farsa y nada más.

Matthias esbozó una sonrisa descompuesta y extendió su mano enguantada hacía él.

—Mi amado Viktor...

Viktor le dio un manotazo, apartando su brazo.

—No me llames así —advirtió.

La revoltosa amabilidad de Matthias desapareció de su rostro, siendo reemplazada por un profundo disgusto. Su mirada perdió todo brillo, de pronto estaba vacío, mucho más que antes. Este no era su Matthias Harker, este era un monstruo.

—Quisiera comprender tu reticencia —comentó Matthias, haciendo de sus manos unos puños a los costados de su cuerpo—, pero la verdad es que soy incapaz de hacerlo, Viktor.

—No hay nada que comprender, es evidente que no te quiero cerca —refutó, tan cruel e indiferente como podía sonar.

—¿No me extrañaste, Viktor? —indagó, ampliando los ojos y acercándose todavía más—. ¡¿No te dolió cuando me viste morir?!

—Tú ya estabas muerto, Matthias —siseó—. Lloré, sufrí tu muerte durante años, pero ya no. Moriste ese día y te superé como debía hacerlo.

—No, tú no me has superado —sentenció, apretando los dientes—. Tú no puedes haberte olvidado de mí tan fácil.

—Nunca me olvidé de ti, pero te dejé ir por mi bien, encontré otra persona y...

—¡Ya cállate! —bramó Matthias, jalando su cabello con una mano y con la otra encajando las uñas en su cicatriz—. ¡No quiero oírte!

Viktor entornó los ojos.

—Pues lo harás, tú me trajiste aquí en contra de mi voluntad y ahora escucharás todo lo que tengo que decir —sentenció.

Matthias lo miró con lágrimas en su ojo verde.

—¿De verdad no sientes nada por mí? —inquirió en voz baja, como un animal herido.

—No —contestó sin vacilar—. No siento nada por esta versión de ti, Matthias Harker.

Matthias soltó un sollozo ahogado y rasguñó la piel de su propio rostro. Sangre escurrió por sus mejillas y sus llantos pronto se combinaron con gritos de agonía. Viktor solo podía mirarlo con horror, ¿en qué clase de atrocidad se había convertido?

—Matthias... —Intentó detenerlo, sintiendo un golpe de culpa por verlo infringiéndose tal daño.

Pero en cuanto se acercó, Matthias se hizo del cuello de su camisa y lo empujó contra uno de los espejos, estrellado su espalda y cráneo con tal fuerza, que fue suficiente para quebrar el vidrio y dejarlo como una telaraña. Viktor siseó de dolor y sintió un chorro de sangre escurrir a través de su frente y hacia su sien. El corte en su cabeza se curó a los pocos instantes, pero el dolor no se lo quitaba nadie.

—¡Mírame, Viktor Novikov! —espetó Matthias y volvió a estrellarlo contra el espejo, tirando fragmentos de cristal sobre los hombros del vampiro—. ¡Mírame y dime que no te provoco absolutamente nada!

Viktor no pudo más que esbozar una sonrisa ladina, sacudiendo la cabeza ante los delirios del Matthias frente a él.

—Me provocas repulsión —musitó—. Lo que has hecho, en lo que te has convertido... No te quiero cerca.

Matthias amplió los ojos a tal grado, que sus orbes podrían haberse botado de sus cuencas. Soltó la camisa de Viktor y retrocedió con pasos tambaleantes. Pasó las yemas de sus dedos por los rasguños en su cara y limpió la sangre con estas.

—Ay, Viktor... —lamentó—. Estás tan cegado... tan herido...

Viktor frunció el ceño y fue tomado por sorpresa cuando Matthias volvió a aproximarse y lo aprisionó contra el espejo con una mano en su cuello, apretando su tráquea.

—Pero yo te salvaré —aseguró, embarrando su propia sangre en los labios del vampiro—. Por eso me llaman El Salvador, yo salvó a otros, incluyéndote, mi amado.

—No necesito... que me salves —replicó, con la respiración acortada por la presión de Matthias sobre su cuello.

—Siempre te he salvado, Viktor —aseveró—. ¿Quién crees que fue el causante de tu conversión a vampiro?

Viktor se paralizó ante la implicación.

—¿Qué...?

—Hice un trato con una bruja, ella nos protegería esa noche que quisimos escapar, y lo hizo —explicó—. Esa vampira, Rhapsody, no llegó por mera casualidad. Esas no existen.

Viktor amplió los ojos al recordar cuando le preguntó a Rhapsody cómo había dado con él y ella le respondió de la manera más simple: «Algo me atrajo a ti».

—No... No puede ser —susurró.

Matthias disminuyó la presión sobre su cuello, pero todavía lo mantenía aprisionado.

—Todos mis sacrificios han sido por ti, Viktor. —Limpió la sangre en su frente con su pulgar y la lamió sin repulsión alguna—. Todo esto es por ti.

Viktor conectó sus ojos con los de Mathias, arrugando las cejas.

—Yo no te pedí que hicieras nada por mí —refutó, colérico—. ¡Yo no te pedí que sacrificaras nada!

—¡Sin embargo lo hice!

—¡No vas a hacerme responsable de todas tus atrocidades! —espetó—. ¿A cuántos has matado, Matthias? ¿A cuántos has hecho sufrir por tus acciones?

—Cientos, tal vez miles —respondí, cínico—. Y, sin embargo, me importaba solo uno... .

Viktor, con la mandíbula apretada y la cólera quemando sus adentros, le dio un fuerte cabezazo a Matthias para obligarlo a retroceder. Este último lo hizo, riéndose y quejándose de dolor mientras se tambaleaba hacia atrás. ¿Cómo había terminado así?

—Incapaz de morir, solo, cansado —enlistó el brujo—. Todos mis sacrificios con tal de recuperarte.

—Estás loco.

—Estoy salvándonos.

Viktor negó con la cabeza.

—Eres un monstruo.

—Sí... lo soy —afirmó—, pero no por mucho. Volveré a ser el de antes, mi amado, seré el mismo hombre que conociste.

El vampiro achicó los ojos, haciendo de su mano un puño.

—El hombre que conocí está muerto —aseveró entre dientes—. lo mataste y te aseguraste de manchar su memoria, de destrozarla.

—¡Rectificaré todo! —aseguró—. ¡Renaceré como alguien nuevo!

—¡Ya deja de hablar como un maldito demente! —bramó Viktor, aferrándose a sus hombros para agitarlo—. ¡Tú no eres Matthias Harker! ¡Matthias Harker está muerto!

—¡Sí, sí lo está! —Asintió ferviente y se aferró a los antebrazos de Viktor—. ¡Pero renacerá!

—¡No, no lo hará!

Matthias lo empujó hacia atrás con un simple movimiento de su mano, con magia, y lo dejó paralizado en medio del salón de espejos en donde podía ver su reflejo sin importar dónde colocara su vista. Viktor comenzó a encajar las piezas; Matthias siempre fue un brujo, eso explicaba su extraña sensibilidad, su afinidad con otras brujas y la Sociedad Ulterior. Había tomado el sendero erróneo y lo condujo a este sitio, a este deplorable estado de sufrimiento y demencia.

—He escapado toda mi vida, Viktor, desde que reviví de aquel fuego he sido un rehén de mi propia desgracia —relató, caminando alrededor del vampiro, rozando su brazo con una mano—. Primero fui una marioneta de la bruja Sybilia y luego me encontré con el Padre Común, quien me salvó para volver a condenarme como un experimento suyo y luego una mano derecha. Le fui leal, devoto, pero era a ti a quien más le dedicaba toda mi energía, a la idea de recuperarte y volver a sentir algo.

Viktor tenía tantas preguntas y quería decir muchas cosas, pero ni siquiera eso se lo permitía.

—Pasé años buscándote cuando me percaté de que tú nunca me querrías de esta manera, inmortal, inútil para satisfacer tus necesidades de alimentarte de humanidad. Así que me rendí, me rendí ante todo y perdí la fe, ahora era solo una carcasa que obedecía el propósito de su amo, hasta que apareció un rayo de esperanza... Ciara Doyle.

Viktor amplió los ojos.

«¿La madre de Dorian?»

—Sí, la madre de esa Anomalía, se presentó en mi puerta y me ofreció su incompleta alma humana para que salvara a uno de sus hijos, pero yo nunca tuve intenciones de cumplir con sus deseos, pues su sufrimiento me era inocuo, no me interesaba, solo quería esa alma, ese lado humano para mí mismo. Era el destino mandándome una señal —continuó, sonando como un completo y cegado demente—. Maté dos pájaros de un tiro, conseguiría a los anómalos hijos de Ciara Doyle y los convertiría en mi último experimento para pagarle al Padre Común creando una poderosa Anomalía de vampiro, un arma fiel. Esperé unos años a que el hijo mayor creciera y, en ese tiempo, me crucé con Carmilla Di Rosaria, tu mejor amiga en ese entonces. Otro regalo del destino, lo que me fue prometido.

«Nada te fue prometido, estás delirando». Pensó Viktor, apretando tanto sus dientes que podría quebrarlos.

—Volví a Carmilla mi aliada y, por ende, a ti te tuve en la mira en todo momento, pero cuando me dispuse a llevar a cabo mi plan, todo salió terriblemente mal. —Su expresión se tornó sombría—. No seguiste el plan, Viktor, te desviaste y te enamoraste de Dorian Welsh, lo marcaste como tu presa y arruinaste todo. Por eso tuvimos que llegar a esto, mi amado, por tu culpa.

Matthias desvaneció el hechizo que tenía sobre Viktor, y mientras este último recuperaba el aliento y el control sobre sus extremidades, el brujo aprovechó para dejar caer su cabeza contra su pecho, justo donde se hallaba su corazón.

—No sabes cuánto me alegra que siga latiendo —susurró y levantó el rostro para verlo a los ojos—. El de ambos.

Viktor lo apartó de un empujón y se aferró a la tela de su camisa sobre su pecho.

—Tú no eres Matthias Harker, pretendes serlo, pero tú sabes que en el fondo ya no eres el mismo —acusó, señalándolo—. Tu pasado está muerto... Y tú también.

—No, aún no —negó—. Pronto regresaré, volveré a ser el de antes. Cuando utilice la daga que contiene el alma de Ciara sobre sí mismo y me otorgue una media mortalidad, una que se deshará de mi maldición, de mi lado más monstruoso y vil, ese que tanto odias.

Viktor lo miró con frialdad. No, este no era Matthias Harker, este jamás sería él. Era un impostor, un recuerdo vago de lo que solía ser. Su cuerpo, su mente y su alma estaban demasiado extraviadas, demasiado marchitas para asemejarse a lo que solía ser.

No, él no era Matthias Harker, él estaba muerto y el que se encontraba parado frente a él... debía morir también.

—Te mataré —sentenció con crueldad—. Te mataré y el verdadero Matthias descansará en paz.

Matthias, la farsa, sonrió de manera morbosa, y concluyó:

—Ya veremos qué tan capaz eres, Viktor Zalatoris.

Hay locos y luego está Matthias. Se entiende de dónde viene su demencia, pero... uff, está completamente ido. ¿O tal vez no? 😈

En fin, dejando de lado al loco del día, ¡ya falta poco para que acabe el libro! No voy a decir exactamente cuánto, pero falta poco...

Como siempre, ¡muchísimas gracias por leer! 💛

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