Frontera de caza

By katiealone

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Cumplir dieciocho años en la tradicional y poderosa familia Bautista-Montagny es todo un acontecimiento. Y Da... More

Sinopsis
📜 Epígrafe 📜
🩸 Introducción 🩸
1. Los barrios altos
2. Preparativos
3. La caja
5. En aprietos
6. Culpable
7. Pagar el precio
8. Frente a frente
9. Sangre nueva
10. Primera vez
11. Matamos a un Edevane
12. Bebe
13. S.O.S
14. Primero, las balas
15. Momentos de debilidad
16. La historia según Arabella
17. Nos preparamos
18. Dulce escape
19. Verdades sobre la mesa
20. Tuya
21. Tenemos visita
22. Enemigos
23. En nuestras venas
24. La escena de Jack
25. Sin esperanza
26. Sin lugar en el cielo
27. La cazadora
28. Lo que perdimos
29. Tal vez es tarde
30. Poder ancestral
31. Relish
32. Fugitivos
33. Sin culpa
34. Sombras
35. No me sigas
36. Sangre de mi sangre [Final]
🧛 Nota de la autora 🧛
🩸 Epílogo 🩸
Extra 1: Lover
Extra 2: Aquella niña perdida
Extra 3: Ternura
Especial de Halloween 2023 [Parte 1]
Especial de Halloween 2023 [Parte 2]
🎨 Ilustraciones para FDC 🎨
😜 Memes 😜
📚 Otras historias de la autora 📚

4. Sangre

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By katiealone

Si había un lugar peor que los barrios altos, ese era el puerto de El Sirada. Ver como todo pasaba a volverse decadente y peligroso la asustaba, internarse en aquellas calles era aún peor. Ni siquiera habían llevado guardaespaldas, estaban solo ellos dos. Y las cajas.

Papá también tenía una, y ella seguía sin reaccionar mientras lo escuchaba hablar. Su padre decía algo sobre la importante de usar la daga maldita en su primera cacería, que luego podría usar otro tipo de armas, pero que la daga era importante y tenía que alimentarla de vez en cuando.

Alimentarla.

Raimundo Bautista hablaba con desprecio de la "criatura" que iba a matar, y a ella todo eso de los vampiros le parecía una locura. Quizá preferían llamarles así para justificarse, pero tal como su mente racional concluyó, lo que hacía su familia era matar gente en una especie de secta. Y mataban indigentes. De eso no le cabía duda.

No escuchó todo lo que su padre decía, su mente estaba disociando. Y solo regresó a la realidad cuando el auto se detuvo en una calle oscura, y Raimundo abrió la puerta.

—Vamos, hija. Es el momento. Estaré a tu lado, te ayudaré a escoger.

—No voy a matar a nadie. No puedes obligarme.

—Ya te lo dije, Dani. Es lo que tienes que hacer...

—¿O me matarán por no participar en su secta de asesinos? ¿Lo harán para que no los delate con la policía?

—La policía no importa, ellos no te creerían. Y tampoco podrían defenderte. Sé que escuchaste lo que te dije. Nuestra sangre, nuestra herencia, está maldita. Si no matas, debes prepararte para las consecuencias. Hija mía, no voy a dejarte morir. No lo permitiré, ¿de acuerdo?

—¡Es que no puedo creer esa estupidez, papá! ¿Vampiros? ¿Cazadores? Están delirando.

—Cuando veas, entenderás, y creerás mis palabras. Sabes que te amo, jamás quise que pasaras por esto, daría lo que sea por romper el ciclo y protegerte, pero estar a tu lado es todo lo que puedo hacer. Confía en mí.

Papá le tendió la mano, ella dudó. Jamás la lastimaría, tampoco era un asesino maniático. Y no la sacaría de su mansión en la Planicie para ir con una estúpida daga el puerto por nada. Bien, le daría un voto de confianza. Estaba determinada a no matar a nadie, y así sería.

Sin decir nada, tomó la mano de papá. Cogió la estúpida caja, y salió del auto para caminar a su lado. El chófer los esperaría en esa zona poco iluminada, y Dani pensó que tal vez cuando regresaran ya le habrían robado hasta las llantas. Como fuera, tenía que estar atenta. Ese lugar tan sucio parecía sacado de su peor pesadilla. Las chicas como ella no pisaban lugar como esos ni en mil años.

Con sigilo, su padre la condujo por una de las sucias calles. Dani se llevó la mano a la nariz, no solo era la basura, sino el olor de la fábrica de harina de pescado. A lo lejos escuchó cierto barullo, algo de música. Cuando papá se detuvo, ella también. Estaban ocultos en las sombras, solo mirando.

—A veces vienen por aquí —murmuró él—. Los hemos atacado antes, pero siempre vuelven. En esa casucha trafican con personas.

—¿Te refieres a prostitución?

—Me refiero al alimento de esas alimañas. No es el sitio más seguro para consumir, velo como un fumadero de lo peor en donde acaban en una noche loca si es que están drogados.

—¿Y qué haremos?

—Solo esperar.

Por suerte eso no tomó mucho tiempo. La puerta metálica se abrió, y dos chicos salieron. Estaban de espaldas, pero a juzgar por la tensión de su padre, diría que encontró lo que buscaba.

—Toma la daga —le ordenó papá. Él sacó el arma que llevaba—. Te cubriré, acabaré con uno, el otro es tuyo.

—No voy a matarlos, no puedo, yo... Papá, ¡son personas!

—No lo son.

No le dio tiempo de oponerse, cuando se dio cuenta, papá ya había salido de las sombras, y sin un atisbo de duda, disparó. La chica contuvo el grito cuando vio la bala impactar contra la espalda de uno de los chicos. Pero, contrario a lo natural, el tipo no cayó. Solo chilló de dolor, y se giró. Danielle ya no pudo contener el grito cuando vio lo que vio.

Los ojos del chico estaban rojos. Su rostro se había deformado, y sus dientes eran enormes. Papá disparó al otro tipo, pero se abalanzó sobre el primero. Con una agilidad que no le conocía, lo vio sacar algo de su gabardina. Una estaca de madera. Los dos se estaban lanzando al ataque del otro, pero solo uno se mantuvo en pie. Ese chico que no era humano cayó a un lado con la estaca en el pecho. Estaba muerto.

Respiraba agitada, intentando asimilar lo que pasó. Ella lo vio... Cielos... ¡Lo vio todo! Ese hombre se transformó en un monstruo, en un condenado vampiro. Su mente aún intentaba asimilar que todo lo que escuchó esa noche era real, cuando el otro vampiro se lanzó al ataque.

—¡Papá! —gritó, saliendo de las sombras y exponiéndose. Este le disparó de nuevo al vampiro, quien cayó de rodillas.

Se transformó como el otro, pero algo en él le resultó muy familiar a pesar de su rostro y ropa con manchas de sangre. Aunque tuviera los ojos carmesíes, y la mandíbula abierta de forma antinatural. Los colmillos, las uñas más largas. No podía tratarse de la misma persona. La oscuridad de esa noche la engañaba, ¿cierto? Porque quien estaba allí era José Alonso, el chico que conoció en la fiesta de Diego.

El vampiro se lanzó al ataque, papá retrocedió, pero disparó otra vez. La puntería fue tan precisa que la chica estaba boquiabierta. Le dio en las rodillas, haciéndolo caer. Cada disparo hacía chillar al vampiro, era una bestia herida. Pero papá no se detuvo hasta que lo tuvo a sus pies. Y sin ninguna piedad, lo pateó varias veces en el estómago y en el rostro. Danielle gritó aterrada cuando lo vio clavarle una estaca al costado, y luego el vampiro escupió coágulos de sangre. Negros, densos, que despedían un olor putrefacto.

—Todo tuyo, hija. Clávaselo directo al corazón y el trabajo estará hecho. Luego iremos por otros.

La mano le temblaba mientras caminaba, no dudaba que la daga se le caería en cualquier momento. Se le iría, junto con toda su cordura y la poca calma que guardaba. Las piernas le flaqueaban, y a ese punto ya había reconocido a José Alonso. Y él a ella.

Papá lo cogió de los cabellos y tiró hacia atrás mientras removía la estaca para hacerlo gritar de dolor.

—Hija, date prisa.

—Yo no... No puedo... No...

El chico la miraba, ella lo miraba. ¿En serio iba a matarlo? Pero si lo dejaban libre, sería peor. ¿No dijo papá que salió de una casa donde traficaban gente? Además, podía recuperarse y hacerles daño. O podrían llegar otros. Tenía que hacerlo, y no podía. En serio, ni siquiera logró mover un solo músculo.

—¡Hazlo ya! —gritó su padre, y esa vez iba en serio.

Apenas movió un pie para dar un paso, cuando el escenario cambió. De pronto papá ya no estaba allí. Una sombra pasó, o saltó. No lo sabía. Si bien los vampiros que vio se movían rápido y con agilidad, aquello fue más como un rayo, si quería ponerle una palabra. La siguiente escena fue de José Alonso con el rostro contra el pavimento, quejándose adolorido. Y no muy lejos de allí, contra la pared de ese local decadente, su padre aprisionado por una mujer. No, una vampiresa.

—¿Te crees muy malo por venir a matar bebés vampiros? —le dijo colérica—. Pues yo te voy a enseñar a no meterte con nosotros.

—¡No! —gritó ella. La vampiresa le mordió el cuello a su padre, y lo escuchó gritar. Luego lo arrojó a un lado, haciéndolo rodar en el suelo.

Cuando papá quiso coger su pistola, ella llegó tan rápido que la asustó. La echó a un lado, su padre se dio la vuelta justo a tiempo para intentar detenerla. Se estaba desangrando, y aún así sacó su propia daga. La movió con rapidez, pero no lo suficiente para hundirla en la vampiresa.

—¡Danielle, ahora! —ordenó papá. ¡¿Se suponía que tenía que ir ella misma a matar a esa cosa?!

Era fuerte, incluso para su padre. Matar a uno y herir de muerte a otro fue cuestión de menos de un minuto para él, pero con ella no podía. Aún así, papá hizo el esfuerzo por cogerla de las manos y apretarla con fuerza, la inmovilizó, y se suponía que ella tenía que liquidarla.

—Oh, ya veo. Llevas tiempo cargándote a los nuestros, eso lo explica —dijo la vampiresa con burla. Una voz muy, muy familiar—. Pero nunca te has enfrentado a una perra como yo.

—¡Danielle! —gritó otra vez su padre, clamando por ayuda.

Pero no sirvió de nada. Ella seguía paralizada, y la vampiresa lo sabía. Al fin reveló sus colmillos y su naturaleza monstruosa. Y así, esa asesina salvaje, hundió los dientes en el cuello de su padre, arrancando un pedazo de su carne. La sangre manaba sin control, y ella sabía que no había forma que alguien sobreviviera a eso.

—¡Papá! —gritó al fin, haciendo lo posible por reaccionar. La daga cayó de sus manos, quiso correr, quiso hacer algo, y no pudo.

La depredadora se irguió entonces. Esos ojos violetas ya no eran sus vivaces ojos marrones. Ese rostro lleno de maldad no era la persona que conoció. O que creyó conocer. Su rostro antes hermoso se convirtió para ella en la cara del monstruo que le quitó a su padre. Era ella, no había dudas. Aliz Drak la miró, se miraron. Escupió la carne de su padre a un lado, se lamió los labios y le sonrió con burla.

—Lárgate de aquí, cazadora.

Ella reaccionó. Gritó desesperada, y corrió a sostener el cuerpo de papá. Quiso ver aunque sea la última luz de su vida, una mirada de cariño, una palabra al menos. Pero cuando llegó a él solo quedaba un cuerpo maltrecho, y la certeza de que se fue no solo en medio del dolor de las heridas, sino consciente de que su propia hija no atacó cuando tuvo que hacerlo. Que lo dejó morir.


**************

Ya me estaba tardando en matar gente perdón



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