Algunas cosas toman tiempo

By escritordefics

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La muerte de Annabeth lo quebró. Y muchos temían que para siempre. Busco el refugio en las profundidades del... More

La tristeza nubló todo
Ultimo adiós
Decisiones
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Padre e hijo
Aprendiendo a ser un dios
En apuros
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Audiencia ante el consejo I
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Emociones desatadas
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Déjanos ayudarte I
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Perseguido
Secuestro
Lejos de casa
Jackson
Sangre
Ausencia
Adversidad
Acercamiento
Reencuentro
Recuperación
Venganza I

Consecuencias

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By escritordefics

Furia

Rabia

Ira

Todo ello se iba formando en el interior de Atenea quien luego de ver como Percy iba en busca de su pegaso se había despedido para cobrar un favor. Uno qué haría arder el mundo de Artemisa. Llego al taller de este personaje tan particular, que había llevado el significado de la resignación a otro nivel y después de siglos se había visto que había sucumbido a la propia debilidad luego de ser humillado en múltiples ocasiones por su esposa de manera descarada y sin intentar ocultarlo. Hefesto. Ella lo había conocido cuando era un joven dios y tenía en su mente el ideal de ser fiel a su mujer Afrodita y no caer en las practicas de otros dioses que tenían hijos con mortales para perpetuar su accionar en el mundo mortal. Pero después de siglos en los que su honor fue mancillado por la forma en que Afrodita se arrastraba con cuanto hombre codiciaba había decido seguir con su vida adelante.

Como el buen dios que era y que prácticamente era el dios de la tecnología ya estaba al corriente de lo que había sucedido con Percy, Vali, Artemisa, sus cazadoras y Eskol. Se resistía al hecho de intervenir en esto, pero le debía y mucho a Atenea y lo que le pedía bien podía exceder el precio del favor que estaba cobrando. Hefesto tenía una reserva para momento de emergencia en los que se haría uso de ello para asegurar un cambio en la marea de las cosas, pero la forma en como Atenea tenía planeado usarlo le hizo simplemente estremecerse. Luego de una buena negociación y de darle unos valiosos y únicos planos de uno de sus hijos que fue una luz del renacimiento y que Hefesto moría por tener y estudiar.

—Espero que estes segura de esto —le dijo entregándole una caja y mostrándole el producto. Atenea sonreía de manera sádica mientras pensaba en como iba acabar con ellas y les iba a hacer pagar.

—Esas mocosas y Artemisa solo aprenderán asi —Hefesto se sentía un tanto culpable porque le estaba dando las herramientas para atacar a Artemisa, pero por otro lado podía sentir el profundo dolor y rabia que estaba sintiendo no solo Percy sino también Atenea. Hefesto amaba a sus hijos de manera profunda y procuraba darle todo lo que necesitaban para explotar sus capacidades.

—Que los dioses tengan piedad —susurró mientras Atenea tomaba la caja con cuidado.

—Sin piedad, sin misericordia, no mostraron ni una ni otra con Eskol y Travis —las palabras de Atenea lo dejaron un tanto atónito porque desde tiempos que ya no podía recordar no la había visto en este plan.

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—¡Que locura has hecho, Artemisa! —la voz de Apolo era una mezcla de regaño y preocupación mientras que Artemisa tenía en brazos a una de sus cazadoras que se debatía entra la vida y la muerte y Thalia cargaba a la cazadora muerta. Alice era su nombre, hija de Hermes.

Todos los dioses sabían que cuando alguna de sus hijas entraba a la caza de Artemisa no podían tomar personal alguna daño que pudieran sufrir, ya no era su responsabilidad ni su vida, sino de Artemisa. Ni siquiera se molesto en contestarle, se sentía como que habían vuelto de una derrota durísima y así había sido, pero saber que Percy había pagado por la humillación que les había hecho pasar. Mientras que la adrenalina se iba calmando y los calambres y el dolor iban apareciendo empezó a ser consciente que posiblemente había roto el pequeño hilo que la mantenía como una diosa del Olimpo. Pero no le importaba, el precio bien lo valía. Casi habían llegado a las tienda del campamento para que todas recibieran atención y una buena dosis de descanso.

—No me molestes, Apolo, tu sabías sobre esto y decidiste dejar que Percy me humillara teniendo un bastardo entre las sombras —la mirada que Artemisa tenía para Apolo era de una molestia tal, pero no tenía intención de hacer algo al respecto.

—No sabes de lo que estás hablando, su nombre es Eskol el hijo de tu esposo —Apolo se sentía culpable del destino del niño porque no hizo nada, literalmente había ido para para evitar que Percy hiciera algo a Artemisa.

—Era, porque para esta hora su verdadero padre debe haberlo degollado en algún ritual —las palabras y la frialdad que Artemisa usaba le daba escalofrío y por un momento no se preocupo más por el destino de ella, tendría que aprender su lección.

—No puedo creer que te arriesgues a perder todo por un niño inocente que no hizo más que tomar a Percy por padre —esas palabras tocaron un poco a Artemisa, pero no podía dejar pasar la humillación de lo que Percy y Travis habían hecho a la caza.

—Percy se burlo de nosotras todo este tiempo y solo estaba criando a un hijo del que yo no tenía conocimiento solo para hacerme ver como una estúpida —sabía que también tendría que pagar por apuñalar a Travis por la espalda, pero estaba preparada para ello, había vengado a las cazadoras era lo que importaba.

En la mente de Artemisa se repetía una y otra y otra vez la imagen de Percy en un estado de exaltación y sentido de protección sin igual cuando se trataba de su hijo. Tuvo miedo, por un momento de lo que podría hacer por cómo habían ido las cosas, pero a juicio de Artemisa se merecía lo que le había sucedido. Cuando estaba por despedir a sus cazadoras para que fueran a sus tiendas y que Apolo pudiera atenderlas sintió pavor. Atenea estaba de pie en medio del campamento caminando de un lado para otro. Para ese momento la caja que le había dado Hefesto ya estaba vacía y ella solo estaba esperando que las cazadoras llegaran, sabía que les iba a tomar un momento legar porque primero tendrían que pasar a buscar a las cazadoras caídas.

—Tuviste muchas oportunidades para detener esto, Artemisa —Artemisa intentó pasar de largo de donde estaba rumbo a su tienda al final como cabecera de la formación de tiendas. Atenea la tomó del brazo con la furia en sus ojos.

—Atenea no estoy de humor para tus peroratas —la voz de Artemisa era de aburrimiento.

—Artemisa, esta es la única forma en la que aprenderás —luego de ello apretó el activador que tenía en mano. —Ese niño solo quería una familia, gente a la que amar y que le amen —trato de buscar una señal de arrepentimiento.

—Ya estoy harta de esto —le respondió Artemisa soltándose del agarre de Atenea y le hizo una seña a sus cazadoras para que cada una fuer a su tienda.

—Empieza a pagar por lo que hiciste... —Atenea llevaba la cuenta en su mente, 3, 2, 1.

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Sabía que debía tomarse su tiempo para esto, se encargaría que fuera doloroso y se aseguraría de que su grupo de niñas lo viera sin que pudieran hacer nada para solucionarlo. Pero no ahora mismo, primero debía pensar en BlackJack y luego pensar en como iba a salvar a su hijo, no iba a permitir que ese maldito lo dañara, haría lo que fuera para que estuviera a salvo. No quería ni pensar en como iba a decirle a su madre y a Paul lo que acababa de pasar y de cómo no podía ni siquiera asegurarles que iba a estar bien. Le sangraba el corazón.

Trató de llamar a BlackJack en su mente a través del enlace, era en vano, no había respuesta. Sabía que un arponazo de ese tipo podría matar a cualquier animal y los pegasos no eran precisamente seres que no pudieran sufrir daños. En su mente todo era dolor, por Eskol, por BlackJack y por Travis que había sido cobardemente atravesado por Artemisa solo para perjudicarlo con la posible muerte de Katie al caer de BlackJack. Finalmente lo vio y no fue feliz al ver el estado de su fiel amigo, se había quedado atrapado entre dos arboles y seguramente tendría múltiples laceraciones.

—Amigo mío, cuanto lo siento —el caballo relinchó y no sentía que tuviera fuerzas para comunicarse con él. No era especialista en esto, pero detestaba siquiera pensar en que podría ser sacrificado por el estado en el que estaba. Convocó una gran masa de agua para envolverlo y usar su fuerza de las profundidades del mar para curar las laceraciones más superficiales, necesitaría de su padre y las náyades para poder atenderlo.

—Está vi... vo —fueron 2 segundos que valieron la pena, empezó a respirar de manera agitada y entro en pánico. Necesitaba ir a buscarlo. No sabía por donde empezar, pero sabía que debía ir cuando antes al lugar donde todo había comenzado para ellos. Pero primero, debía dejar algunas cosas arregladas. Era el único que podía reclamar lo que le correspondía por derecho. Trasladó a su fiel pegaso rápidamente a su palacio en el fondo del mar y pidió la ayuda de las náyades para que pudieran atenderlo. Luego fue de camino al campamento de Artemisa, era hora de ajustar cuentas.

En su mente iba a someterlas a un buen chapuzón para que experimentaran la desesperación de ir perdiendo el aire poco a poco. E iba a repetir el proceso una y otra y otra vez. Todo esto se esfumó cuando escuchó una explosión con una enorme luz verde que se expandió por el bosque que estaba detrás del campamento. En ese momento recordó las palabra de Atenea y la forma en que había dicho que iban a pagar sonaba que no iba a perder el tiempo y obviamente se le había adelantado, pero no esperaba lo que acaba de ver: Fuego griego. Tenía curiosidad de donde había sacado ello. Empezó a escuchar a las cazadoras desparramadas por el campamento junto con el mismo Apolo, solo Atenea seguía en pie en medio del campamento. Artemisa por otra parte no sabía que hacer y Apolo era lo mismo, decidió quedarse mirando el desastre por un momento.

—¡Maldición, Atenea! ¿Cómo te atreves? —trató de darle un golpe en la cara, pero Atenea simplemente detuvo el golpe y la lanzó hacia el suelo violentamente, solo para que las cazadoras corrieran hacia Artemisa con lo que les quedaba de fuerza, pero esta vez Thalia no se movió. Se sentía terriblemente culpable de la desgracia de Percy y sabía que pasaría un tiempo antes de que pudiera siquiera mirarlo a los ojos.

—Te dije que pagarían por lo que hicieron a Eskol —la voz de Atenea se escuchaba como la muerte viniendo a buscar a una nueva víctima.

—¡Rápido! Apaguen el fuego —Percy sabía que era en vano, no había fuente de agua capaz de contener esta destrucción cerca de ellas por lo que solo empezó a ver como el fuego incesante consumía las tiendas de la caza.

—Mi señora, nuestras pertenencias, nuestros recursos —rogaban las cazadoras que lanzaban las pocas reservas de agua que tenían y veían como con siquiera acercarse para lanzar el agua eran quemadas con furia. Ya no habría lugar donde dormir, recursos para atender a las heridas.

—Vean lo que produjo la arrogancia de Artemisa, ahora es tiempo de que ustedes paguen también —Atenea saco su daga y a una velocidad para la que se había mentalizado empezó a acuchillar lenta y dolorosamente a algunas de las cazadoras que había identificado como las que incitaban a las otras a ir contra Eskol. Phoebe fue la última con la que tuvo un tratamiento particular porque la atravesó a la altura de ambas rodillas. No quería volver a verla por un largo, largo tiempo.

—¡Alto! Noooooo —grito Artemisa, que por primera vez se sentía impotente, había gastado mucha de fuerza en mantener con vida a sus cazadoras y ya no podía pelear de igual a igual con Atenea que no dejaba de resoplar con furia pensando en su siguiente paso. El cielo crujió en una rayo que iluminó todo el cielo y apareció parte del consejo olímpico.

—¡Atenea! —gritó Zeus cuando estaba a punto de dirigir su daga hacia Artemisa.

—¡Que rayos está pasando aquí! —Hermes estaba impresionado de la destrucción brutal que había alrededor con fuego griego. Por su parte Poseidón estaba concentrado en poder suprimir este incendio haciendo su mayor esfuerzo por concentrar grandes masas de agua, pero sentía una resistencia brutal, no podía identificar de donde hasta que en medio del fuego vio los ojos llorosos y ardientes de Percy que estaba por hacer su aparición.

—Padre, detén esta masacre — suplicó Artemisa que a duras penas pudo ponerse de pie para erguirse y mantener su dignidad.

—Quiero una explicación —Apolo no se demoró en empezar a atender a las heridas, pero sentía pánico de que Atenea fuera contra él por ayudarlas. Atenea miraba a Zeus con determinación negándose a explicar sus acciones. En medio del fuego unos bloques de agua aparecieron creando un efecto de humo que lo hizo aún más épico, Percy iba caminando entre el fuego para aparecer delante de todos con su espada desenvainada, aún estaba teñida con la sangre que había logrado drena de Vali.

—Yo la puedo dar —la voz de Percy era ronca e inexpresiva y apunto su espada directamente a Artemisa, quien puso todo de si para no espantarse por la forma en que le miró.

—Percy... —susurró Hestia tratando de acercarse lentamente, pero sentía que no debía hacerlo y no lo hizo porque Atenea la detuvo en el camino. Apolo por su parte supo que esto sería el final para Artemisa.

—Pero, primero que nada, quiero convocar a alguien —todos se quedaron un poco fríos por la forma perversa en la que hizo su anuncio. —¡Styx! —inmediatamente el frio se apoderó de todos, pero nadie cayó más helada que Artemisa y sus cazadoras. La diosa del río Estigia apareció y su presencia extinguió las llamas del fuego griego revelando cenizas y destrucción, una humareda terrible dio paso a la siniestra presencia de la diosa con hambre de reclamar lo que sea que fuera por lo que la habían convocado.

—Perseo Jackson, que placer que me convoques a la superficie —la voz de la diosa era tan aterradora que nadie quería que se le acercase demasiado, pero Percy se mantenía en su sitio mientras la diosa lo rodeaba con curiosidad, no sin poner su mano sobre pecho y acariciar su cabello, lo que de una forma un poco diferente a los celos producía en Artemisa ganas de vomitar. Percy le señaló con a la diosa de la caza.

—¡Percy, no! Por favor —Apolo trato de suplicar, olvidándose de todo lo que alguna vez había llamado "el decoro de ser un dios", Hermes su amigo de toda la vida no podía ver a Apolo humillarse de esa forma por lo que lo tomó del brazo y lo levantó de un solo tirón.

—Debiste pensar en ello antes, como un cobarde te quedaste simplemente mirando como se llevaban a Eskol —Zeus escucho un nombre nuevo y sintió una terrible curiosidad. Hestia por su parte recordaba con claridad que este momento había sido algo de lo que Percy temía.

Cuando recién había traído a Eskol a casa de Sally había ido a buscarle, a pedir consejo y era algo que le llenaba de orgullo, ser aquella que podía conocer como la familia se iban agrandando y llevaba un registro de cuanto hijo de los dioses era concebido o descubierto, lo que llegara primero, ya que había algunos que seguían guardándolo en secreto, seguramente porque era algo que no querían que sus parejas divinas se enteraran. Cuando Percy llego para poder pedir consejo y hacerlo publico fue Hestia quien le advirtió que sería una carga para el niño y con el previo conocimiento de que querían unir a Artemisa con Percy sería una preocupación constante por el bien de Eskol, por lo que le recomendó criarlo como su hijo y entrenarlo lo suficiente como para que pudiera enfrentar al mundo de los dioses y a Artemisa una vez que lo adoptara formalmente. Después de ello se había mantenido lejos para que nada ni nadie sospechará de Percy y si la veían muy cerca de él sabrían que algo estaba cocinándose.

—¿Eskol? ¿Quién es? —la voz de Zeus era poderosa, eso no se negaba, pero teniendo a lady Styx en medio la voz de la diosa le ganaba al mismo Zeus.

—Es mi hijo —dijo Percy con una solemnidad que hizo que Artemisa volviera a sentirse asqueada de toda la situación.

—¿Tenias un hijo? —Hermes no daba crédito a ello y solo fue Apolo quien le asintió para confirma lo que había dicho.

—Ese pequeño... —Apolo puso rápidamente la mano en la boca de Artemisa.

—Callate Artemisa, no empeores las cosas —ella se resistía, pero finalmente se guardó sus palabras.

—Adopte un hijo —Zeus estaba un poco sorprendido al comienzo, pero terminó entendiendo la situación y el porque había este revuelo con Artemisa, pero no podía entender a Atenea.

—¿Ella lo sabía? —señalo a Artemisa y Percy negó rápidamente.

—No tiene por qué saberlo, todos aquí sabemos que nuestra unión fue una formalidad —Zeus no podía evitar sentirse un poco herido por la situación, sabía que Percy no sentía afecto por su hija en lo más mínimo, pero de verdad esperaba que con el tiempo llegaran a ser una pareja respetable, pero después de estos acontecimientos de seguro esa opción se estaba extinguiendo.

—No es que no puedas tener un hijo mortal, pero ¿cuál es el problema? —Percy estaba conteniendo toda su furia de solo recordar las cosas por las que su hijo había tenido que pasar y agradeció en su corazón que Hestia le había dado aquel buen consejo.

—Tu hija y su caza persiguieron a mi hijo como a un animal y lograron que fuera raptado por Vali hijo de Odín e hirieron a Travis, mi campeón —Artemisa tenía una mirada mordaz y su padre podía ver que no podía negar ninguna de las cosas que Percy estaba diciendo. Hermes por su parte tenía una mirada un tanto asustada, pero fue Poseidón quien le asintió con la cabeza para hacerle saber que todo estaba bien.

—Dioses nórdicos —susurró con un poco de preocupación, sabían que no debían meterse en el territorio de otras deidades, cada una tenía su zona de influencia y acción.

—Yo acogí a Eskol durante mi viaje en tierras nórdicas —recordó todo el tiempo que se fue en busca de entrenamiento especializado para también pensar y dejar ir el dolor por la perdida de la hija de Atenea.

—Ese tal Vali es su verdadero padre —dijo Artemisa tratando de argumentar que no era un hijo de Percy propiamente dicho y esperaba que eso la salvara de cualquier represalia.

—¿Me llamaste para escuchar su triste historia? —una aburrida Styx se paseo por los alrededores de la caza haciendo que todas se retrajeran un poco.

—Cómo todos saben aquí, acepte casarme con Artemisa para que pudiera mantener su posición en el Olimpo y la caza —ninguno se atrevió a contradecir eso.

—Nuestra señora no necesita tu ayuda —fue una de las cazadoras quien abrió la boca y no paso mucho tiempo hasta que Hermes le propinó un fuerte golpe en la nuca a la velocidad de la luz.

—Una más para tu enfermería, Apolo —este no pudo reírse ya que su mente estaba concentrado en no perder a Artemisa en manos de lady Styx.

—¡Basta! —gritó Artemisa, no quería perder a ninguna más.

—Ella me juró por el río Estigia que no dañaría a ninguno de mis seres queridos —Artemisa se estremeció al pensar que Percy estaba dispuesto a llegar hasta el final.

—El día de hoy, cazó a Eskol como una presa y apuñaló a Travis por la espalda cuando el combate había terminado y él las había vencido —Atenea agregó y le dolió, enfureció y desagradó que dijera que Travis les había vencido.

—Reclamo el juramento que hizo por el Estigia para que pierda la inmortalidad de manera irrevocable a menos que yo lo permita —Styx no hizo sino más que aplaudir mientras elevaba sus manos para empezar con su "ceremonia" que no era mas que un show para mostrar su poder.

—¡Percy! —gritó Apolo poniéndose en una rodilla delante de él, pero no había compasión en sus ojos ni un gramo de culpa por lo que estaba haciendo.

—¡Apolo! Es mi decisión —le dijo de manera desafiante sin siquiera mirarlo porque sus ojos estaban sobre Artemisa, quería saborear el momento. —Tú me obligaste a esto, tu lo empezaste, yo lo voy a terminar —Apolo sintió que había terminado con su papel de hermano protector, esto era culpa de Artemisa, luego de eso lo empujó porque sintió que algo se acercaba.

—No permitiré que esto suceda —le dio una mirada asesina Apolo por haber salvado de una ataque sorpresa a Percy. Poseidón y Atenea saltaron al lado de Percy, pero el con delicadeza le hizo señas para que se apartaran. Luego de eso cambio su espada por la de Kendo, iba a darle una paliza sin compasión y eso no podía hacerlo con la espada convencional porque la cortaría entera.

—Lamento hacerte esperar lady Styx, te compensaré. En mis viajes aprendí que la mejor forma de aleccionar no haciendo sangrar al enemigo, sino demostrándole que no necesitas hacerle sangrar para vencerlo —Zeus hizo señas para que todos guardaran la distancia. En ese momento apareció oportunamente Ares con Afrodita.

—Dejen de hablar, a pelar—Artemisa se arma de valor para luchar por su vida bajo la atenta mirada de Styx que le hacia una señal de tiempo graciosamente. La detestaba.

—No tienes lo que se necesita para ganarme —no iba a dejar que lo demostrara delante de todos y Artemisa quería callarlo de una vez.

Lo golpes de Artemisa eran brutales, Percy usaba el mango metálico de su espada de kendo para poder repeler los golpes y en cuanto tenía oportunidad le asestaba duros golpes, uno de ellos para que icor empezara a salir de sus labios. Artemisa solo escupió y se concentro en poder seguir con su estrategia de golpes repetidos y violentos. Percy estaba también empezando a sentir el dolor de los cortes que Artemisa le propinaba. La verdad es que ambos estaban agotados, pero no iba a ceder asi que empezó a ser más agresivo con los golpes que daban, empezó a tomar cada oportunidad para darle buenos golpes en la cabeza, no quería arruinarle la cara, pero de vez en cuando uno que otro caía allí. Artemisa sabía que estaba buscando lastimarla lo más posible por lo que también empezó a cortar más profundo cuando tenía la oportunidad. En un momento por mero descuido descubrió su costado y Percy hizo un movimiento violento y rápido que fue directamente asestado en sus costillas, pudo sentir el icor viajando por su garganta para luego toser sin control. Fue necesario parar.

—¿Quieres más? —la imagen de Artemisa esa lamentable, la espada de kendo le había dejado hinchazones en toda la cara, en la coyuntura del hombre derecho y ahora en las costillas. Artemisa gritó y avanzó con fuerza para darle un buen rodillazo en el estomago mientras bloqueaba sus cuchillos con el mango de la espada. El mismo Percy quedo un poco impresionado de ese movimiento, pero no tenía tiempo para ello, seguiría adelante hasta que el mismo Apolo recibiera la paliza que le iba a dar.

Lo movimientos de Percy se volvieron más frecuentes, ya no estaba tan a la defensiva y empezó a golpear donde antes había golpeado para producir quejidos de dolor en Artemisa, en las reglas del kendo solo había golpes en la cabeza, pecho y antebrazo por lo que no había ido más allá de eso, pero no era propiamente un enfrentamiento con esas reglas por lo que no lo dudó más y deslizó por el suelo y le asestó un golpe directamente en la rodilla. Decir que todos se estremecieron y algunos apartaron la mirada fue poco. El grito de Artemisa fue estremecedor, tanto que Percy no dio ningún golpe adicional. Solo observó. Artemisa se retorcía en el suelo sin que nadie se atreviera a hacer nada por el shock que esto había provocado. Percy se acercó lentamente con la espada levantada por si acaso Artemisa intentara algo.

—Te lo advertí. Eskol es mi hijo, estés o no de acuerdo. Ríndete —la voz de Percy era cruda y estaba dispuesto a cargarse su otra rodilla. Artemisa tenía lágrimas de dolor y ya no se retorcía porque sentía demasiado dolor como para hacer un movimiento. Resoplaba intentando buscar su voz. No iba a dejarse vencer por esto.

—Artemisa no se rinde —susurró mientras tomaba el poco poder que le quedaba para palear el dolor. La luz de la luna era potente, pero con todo el caos que había se ocultaba tras el humo.

—Es suficiente, Artemisa —Zeus sabía que mientras no se rindiera Percy podría continuar asestando golpes, pero no quería que esto se dilatara más. Esto era un problema domestico y debía resolverse como tal. Querían un duelo y debían respetarlo. Sabía que Apolo quería intervenir, pero era Hermes quien lo mantenía en calma.

—Styx, puedes hacer tu trabajo —la diosa del Estigia avanzó alegremente mirando la desgracia de Artemisa, cada pisada mataba la poca hierba viva que estaba a su alrededor. Apolo se liberó del brazo de Hermes y se pudo al lado de su hermana.

—Dejame curarla primero, por favor —su cabeza estaba gacha y no tenía deseos de reclamar ningún derecho a hacerlo, pero no quería mandar al mundo mortal a su hermana en ese estado. Hestia por su parte estaba del lado de Percy y con la mirada le suplicara que lo permitiera. Atenea no estaba del todo de acuerdo, debía sufrir, debía pagar por lo que había hecho y para ella aún no se había pagado del todo la afrenta.

—Es el ultimo favor que hago para ti, Apolo, jamás perdonare lo que no hiciste hoy —Apolo trago amargamente, sabía que tenía mucho que perder con que Percy tuviera un resentimiento contra él y que seguramente lo pagaría tarde o temprano. Percy se resistía un poco.

—Por favor, sigue siendo tu esposa —susurró Hestia y Apolo tenía una mirada esperanzadora.

—No me atreveré a romper mi acuerdo con el consejo, pero no tengo ninguna obligación de tratarla de una manera en que no he sido tratado o respetado —todos asintieron excepto Artemisa que sentía que ahora era una completa desventaja este matrimonio.

Styx se acercó al cuerpo inmóvil de Artemisa que estaba siendo atendida por Apolo y ya casi estaba por terminar, la diosa no quería esperar más, tomar del cuerpo de un dios la inmortalidad solo podía fortalecerla y anhelaba eso. Cuando Percy la había convocado para poder sellar este acuerdo sabía que no tardaría demasiado en saborear la inmortalidad de Artemisa. Pero 10 años se sintieron muy largos y finalmente había llegado su momento.

—No te muevas querida, solo tomará un momento —sentía que el toque de Styx era frío como la muerte y rápidamente empezó a sentir que su poder se drenaba sin que pudiera detenerlo. La luna se oculta detrás de un gran cúmulo de nubes y el resto de dioses empezaron a verse borrosos y de a poco se veían como personas comunes y corrientes. Como un grupo de campistas, miró para todo lado y vio a sus cazadoras como un grupo de niñas exploradoras, estaba sucediendo. Estaba perdiendo la inmortalidad y la capacidad de ver el mundo de los dioses.

—Lo siento, hermanita —la voz de Apolo y la imagen de él se iba volviendo borrosas y sentía que la cabeza le daba vueltas.

—No me llames asi... —luego de eso solamente se desmayó. Apolo no se sorprendió de ello era completamente normal que pasara, cuando despertara se daría cuenta de la cruda realidad y la apariencia que pensaba podrían tener como personas normales ya no lo serían más y la capacidad para reconocerlos ya no estaría. Solo estaría presente la capacidad de saber lo que un día fue. Ese sería su castigo, hasta que el final de sus día llegara.

Al despertar, solo había una tienda de acampar y una billetera con algunos billetes y una nota: Buena suerte, Adiós. Luego una dirección con unas llaves. Tenía un largo camino por delante.

Percy por su parte fue al palacio de su padre a recoger a Katie y a Travis para llevárselos a su palacio en las profundidades del océano y que pudiera recuperarse. El tenía que ir a buscar a Eskol y no tenía mucho tiempo después de lo que Atenea le había dicho. 

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