Vampire Anomaly

By Gabianni

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LIBRO 2 DE VAMPIRE KISS ¿Cómo puedes recuperar lo que no sabes que está perdido? Seis meses después de los ev... More

💀Ley de la Anomalía Prohibida💀
💀Prefacio
💀Capítulo 1. No eres tú
💀Capítulo 2. No estás muerto
💀Capítulo 3. No te he olvidado
💀Capítulo 4. No la dejes sola
💀Capítulo 5. No es un misterio
💀Capítulo 6. No es opcional
💀Capítulo 7. No recuerdes
💀 Capítulo 8. No llores más
💀Capítulo 9. No es tu pasado
💀Capítulo 10. No todo es verdad
💀Capítulo 11. No le hagas daño
💀Capítulo 12. No te reconozco
💀Capítulo 13. No te rindas con él
💀Capítulo 14. No lo salves
💀Capítulo 15. No le creas
💀Capítulo 16. No lo dejes marcharse
💀Capítulo 17. No lo dejes caer
💀Capítulo 18. No lo tientes
💀Capítulo 19. No lo añores
💀Capítulo 20. No temas
💀Capítulo 21. No te dejaré
💀Capítulo 22. No lo rompas
💀Capítulo 23. No lo marques
💀Capítulo 24. No la dejes
💀Capítulo 25. No lo sigas
💀Capítulo 27. No puedes ser tú
💀Capítulo 28. No hay tiempo
💀Capítulo 29. No es una farsa
💀Capítulo 30. No eres nadie
💀Capítulo 31. No te engañes
💀Capítulo 32. No lo lamentes
💀Capítulo 33. No lo deduzcas
💀Capítulo 34. No la conoces
💀Capítulo 35. No eres el mismo
💀Capítulo 36. No seas cobarde
💀Capítulo 37. No aún
💀Capítulo 38. No lo liberes
💀Capítulo 39. No es eterno
💀Epílogo💀

💀Capítulo 26. No la arrebates

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By Gabianni

—Encontré una Banshee.

Oír esas tres palabras salir de los labios de Lugosi, hizo que Emma dejara de lado todo lo que estaba haciendo y se volviera hacia el vampiro con la expresión de un hombre sediento hallando un oasis en el desierto.

—¿De verdad? —Se apresuró a cuestionar.

Estaba sentada en la barra de la cocina de su casa, con una laptop frente a ella para buscar cualquier cosa respecto a espíritus y la Sociedad Ulterior. Llevaba días investigando y, aunque había encontrado cierta cantidad de información útil, nunca nada fue tan bueno como la noticia que acababa de darle su vampiro protector.

Lugosi, recargado contra el marco de la puerta de la cocina, asintió y peinó su cabello de puntas teñidas de azul hacia atrás.

—A que soy genial, ¿eh?

Emma se carcajeó y de inmediato se puso de pie.

—Más que genial, eres confiable —replicó—. ¿Dónde está la Banshee?

Lugosi enarcó una ceja.

—¿Implicas que antes no era confiable? —inquirió.

—A decir verdad, no. Eres demasiado narcisista.

—¡Oye!

—Pero mi opinión ha cambiado —puntualizó Emma y le dio una palmada en el hombro—. Ahora no solo eres confiable, sino también te considero un amigo. Claro, tal vez tú no me veas de la misma forma, pero-

—¿Un amigo? —acotó el vampiro.

—Sí —respondió Emma, dudosa—. ¿Tiene algo de malo?

Lugosi hizo un breve mohín y luego suspiró.

—No, nada de malo —aseguró y se apartó del marco de la puerta, estirando los brazos sobre su cabeza—. ¿Quieres saber dónde está la Banshee?

—No. —Emma mostró una sonrisa de satisfacción—. Quiero que me lleves a dónde está la Banshee.

Lugosi imitó su sonrisa, pero con mayor amplitud y mostrando sus afilados colmillos.

—Me gusta como piensas, Anómala.

La Banshee en cuestión se encontraba en un pueblo llamado Sailen a tres horas de Core, este sitio era conocido por sus leyendas urbanas acerca de brujería y rituales satánicos, las personas supersticiosas no habitaban ahí y la única iglesia tampoco era frecuentada por nadie. En resumen, era el tipo de sitio que a Emma jamás la dejarían visitar sola, mucho menos en compañía de un vampiro con fama de irreverente, sin embargo, estaba rompiendo los moldes.

Antes de partir, le escribió una breve nota a su padre y la dejó pegada en la puerta de la casa para que la viera en cuanto regresara:

«Salí de Core para buscar algo importante. Estoy bien y regresaré pronto».

La nota era de lo más ambigua, de seguro su padre entraría en pánico en cuanto la leyera, pero Emma tenía que hacer esto. Al inicio lo hacía para ayudar a su hermano, pero ahora se volvió algo más egoísta, una búsqueda por respuestas sobre sí misma, una explicación a la desaparición de su madre. Simplemente una justificación para su existencia.

—Lo siento, papá —musitó al releer la nota y sacó el celular de su bolsillo, apagándolo para no recibir las cientos de llamadas que de seguro le haría en un par de horas cuando él regresara de trabajar.

Escuchó la bocina de un coche a sus espaldas y se giró con hastío. Lugosi la esperaba dentro de un carro, un típico Honda Civic color rojo que juraba haber visto en el estacionamiento de una casa a una cuadra de la suya.

Se subió al asiento del pasajero, escudriñando el automóvil que además apestaba a esos aromatizantes con fragancia a pinos del bosque y esas ridiculeces.

—No creo que quiera saber cómo conseguiste este coche —comentó, poniéndose el cinturón de seguridad.

Lugosi esbozó una sonrisa maliciosa.

—No llenes tu cabeza de preocupaciones, Anómala, es solo un préstamo —aseveró el vampiro, acicalándose en el espejo retrovisor.

Emma frunció el ceño.

—¿Anómala?

—Es lo que eres, ¿no?

Emma miró su casa a través de la ventana una última vez, y exhaló.

—Sí, es lo que somos —respondió en voz baja.

Antes de ponerse en marcha, Lugosi encendió la radio y la puso a todo volumen en una estación de rock pesado. Emma estaba segura de que se trataba de Rammstein por las líricas alemanas incomprensibles. El vampiro puso el coche en directo y pisó el acelerador con fuerza.

Manejó escuchando música a volúmenes insanos durante todo el trayecto, golpeando el volante como si fuera una batería. Emma, en cambio, solo se limitaba a recargar la frente contra la ventana. Al inicio se atrevería a decir que era entretenido ver a Lugosi murmurando las letras y fingir que tocaba la batería mientras manejaba como un maldito bárbaro, pero ahora era insufrible. Todas las canciones ya le sonaban iguales y le estaba fastidiando las bruscas vueltas y frenones que daba.

—Manejas horrible —espetó, toda su tolerancia ya estaba gastada.

—¡¿Qué dices?! —gritó Lugosi a través de la música.

Emma bajó el volumen, sintiendo un instantáneo alivio, pero también escuchando un pitido en los oídos por los remanentes del sonido.

—¡Qué manejas horrible! —repitió.

—¿Por qué bajaste el volumen? —inquirió Lugosi, a punto de subirlo de nuevo cuando Emma le dio una palmada en la mano—. ¡Oye!

—¡Mira allá! —señaló Emma.

Había un desgastado letrero que indicaba que el pueblo de Sailen se encontraba tomando una bifurcación a la derecha. Lugosi, comprendiendo al último instante, dio un brusco volantazo y se metió por el camino correcto.

—Buen ojo, Anómala —halagó.

Emma, quien apenas se recuperaba de su horrenda maniobra, lo fulminó con la mirada.

—Te lo dije, manejas de la mierda.

Arribaron al pueblo de Sailen diez minutos después. Lugosi estacionó el coche en la única y pequeña tienda de conveniencia del lugar, y ambos se bajaron, estirando el cuerpo tras el largo viaje.

Emma tomó una bocanada de aire. Hacía mucho más frío aquí que en Core.

—Finalmente —exhaló.

—La Banshee se encuentra en la iglesia —indicó Lugosi, nuevamente apreciando su reflejo en uno de los espejos retrovisores—. Mierda, me veo terrible.

—No noto la diferencia —señaló Emma con intenciones de fastidiarlo. Lugosi le levantó el dedo de en medio y ella solo sonrió de manera burlona—. Así que una iglesia, ¿huh? Muy anticlimático tomando en cuenta que es una mitad fantasma.

—Las de su tipo encuentran refugio en la religión —explicó Lugosi, comenzando a caminar por la calles pobremente pavimentadas—. Les gusta creer que habrá un paraíso esperándolas cuando trasciendan.

—Probablemente yo también escogería creer en eso para no asustarme —musitó Emma y le siguió el paso.

Lugosi la guió a través del pueblo. Era como una pequeña y anticuada ciudadela; casi todas sus construcciones estaban hechas de una piedra musgosa y madera, y algunos caminos estaban pavimentados y otros solo eran de tierra. Había pocos locales, casi todos muy pequeños y de productos locales que eran atendidos por personas mayores y de aspectos lúgubres.

«Tal vez son brujas y brujos». Pensó Emma, manteniéndose cerca de Lugosi por si acaso.

Anduvieron a lo largo de un camino de grava y tierra, rodeado por arbustos sobre crecidos y flores silvestres floreciendo en este. Al final del sendero, se hallaba la iglesia, hecha de la misma piedra musgosa y derruida. A primera vista parecía una ruina abandonada cualquiera, pero al verla con detenimiento, notabas la cruz en la punta y unas figuras bíblicas talladas en las grandes puertas de madera.

—¿Está abierto? —preguntó Emma a Lugosi.

El vampiro intentó abrir las puertas de las manijas, pero estas no dieron de sí. Chasqueó la lengua y tiró con más fuerza, rompiendo el seguro.

—Ahora lo está —dijo con un notable orgullo en su voz.

El interior de la iglesia era ominoso; estaba demasiado oscuro y polvoriento, casi abandonado de no ser por la única vela encendida cerca del altar y la persona que se hallaba arrodillada frente a esta. No había nadie más.

—¿Será...? —comenzó Emma, pero fue interrumpida cuando Lugosi se encaminó hacia la persona.

—¡Oye! —llamó sin tacto alguno—. ¿Tú eres Serafina?

Emma amplió los ojos y se apresuró hacia él.

—¿Eres idiota? —siseó—. No puedes ir y...

—¿Quién pregunta? —la acotó la voz de la mujer arrodillada frente al altar. Traía una capucha gris sobre la cabeza y no podían ver ni un milímetro de su rostro.

—Entonces sí eres tú. —Lugosi se mostró satisfecho con su respuesta.

Emma rodó los ojos y decidió tomar el control de la situación, dando un paso hacia delante.

—Mi nombre es Emma Welsh y él es Eriante Lugosi —introdujo—. Estoy buscando a una Banshee.

—¿Por qué buscarías a tal criatura? —interrogó la mujer, su voz sonaba distante y suave, siempre con la misma monotonía.

Emma tragó saliva, nerviosa. ¿Por qué se sentía tan tensa?

—Porque yo... Yo soy hija de una Banshee —respondió, vacilante.

—Imposible.

—Soy una Anomalía, una mitad humana y Banshee —insistió.

La mujer, intrigada, volvió la cabeza tan solo un poco, dejándoles ver el perfil de su rostro. Tenía la piel demasiado pálida y una nariz recta.

—¿Quién era tu madre, muchacha? —cuestionó.

Emma, armándose de valor, se rehusó a responder de inmediato a la pregunta.

—Primero tú dime si eres Serafina, la Banshee de este pueblo —condicionó.

La mujer permaneció en silencio y Emma juró que la ignoraría y volvería a sus rezos, pero en su lugar, se puso de pie con lentitud y se volvió hacia ellos con el rostro gacho. Se detuvo a unos pasos de Emma, y Lugosi, alerta, colocó un brazo entre ambas.

—Sí, soy una Banshee —confesó la mujer y se removió la capucha, revelando un rostro demacrado casi gris, unos cabellos plateados igualmente y unos descoloridos ojos áureos—. Y sí, soy Serafina.

Emma, sorprendida, pero a la vez feliz, apenas pudo contener la sonrisa que se formó en sus labios.

—De verdad lo eres —musitó.

—Ahora tú responde mi pregunta —insistió Serafina—. ¿Quién es tu madre?

—Su nombre es Ciara Doyle —contestó.

Serafina entornó los ojos.

—¿Estás segura? —inquirió.

Emma la miró con desconfianza.

—¿Por qué no habría de estarlo?

—Porque te ahorrarías el dolor de saber que Ciara Doyle está muerta.

Emma sintió que el suelo se derrumbaba bajo sus pies y que las extremidades de su cuerpo se desconectaban. Un zumbido ahogó todos los demás ruidos y sus ojos ya no parecían enfocar nada.

«¿Muerta?» Repitió en su cabeza. «Eso no puede ser».

—¿Emma? —llamó Lugosi, aferrándose a su hombro.

Emma frunció el entrecejo.

—¿Cómo sabes que está muerta? —interrogó a la Banshee.

—Porque no trascendió como todas las demás Banshees —contestó, tranquila—. Creemos que fue asesinada.

—¡¿Qué?!

Lugosi esta vez sí interfirió.

—¡¿Cómo diablos asesinas a una media muerta?!

—Precisamente, asesinando su parte media viva —explicó con simpleza—. Lo extraño de su sonado caso, es que no trascendió al ser asesinada, es como si su alma siguiera aquí. No está del todo muerta, pero definitivamente tampoco está viva.

Emma, sintiendo una desbordante rabia, una impotencia indescriptible, hizo de sus manos un par de apretados puños y tensó la mandíbula con fuerza.

—¿Quién fue? —indagó entre dientes—. ¿Quién la mató?

—No lo sabemos con exactitud, muchacha —respondió Serafina—, pero las malas lenguas aseguran que fue un monstruo del peor tipo... El Salvador.

(...)

9 años atrás...

El Salvador se jactaba de su extensa colección de Anomalías, Anomalías Prohibidas y criaturas sobrenaturales excéntricas. En sus considerable años de vida, se había hecho con todo tipo de especímenes, algunos dignos de estudio y experimentación y otros cuyo propósito no pasaba de ser un trofeo o un objeto para observar en su aburrimiento.

Por suerte ese día se había encontrado con una criatura de lo más fascinante, y no porque esta misma fuese un ser bizarro, sino porque poseía una capacidad asombrosa. El don de dar vida a pesar de que la mitad de su alma y cuerpo estaba muerta... y la otra viva.

—Ciara Doyle —dijo, paseándose de un lado al otro con una daga en mano, puliendo la hoja con un trapo de seda—. ¿Me equivoco?

La Banshee en cuestión no respondió, permaneció inmóvil encadenada a la cruz de su recién adquirida Catedral Roja, una edificación con un maravilloso valor espiritual y otra increíble funcionalidad al encontrarse entre la Sociedad Ulterior y el mundo superior, una Anomalía, tal y como le gustaban. Hacía meses que iba de un sitio a otro con el ataúd de su amo, el Padre Común, en busca de un sitio seguro en donde ocultarse tras su repentino escape. Hallarse con aquel lugar en ruinas y condiciones tan perfectas parecía predestinado.

Y ahora se encontraba con otra increíble predestinación, una que ni siquiera encontró él per se, sino que vino a él. Ciara Doyle era una Banshee fugitiva, habiendo cometido el gran crimen de tener no uno, sino dos hijos con un mortal, escapaba y se ocultaba desde hace años con tal de protegerlos. Había llegado a él de una manera peculiar, cuando la catedral todavía no era una completa fortaleza. Tocó las puertas y le pidió una sola cosa:

«Ayúdame».

El Salvador estaba por capturarla y asesinarla con tal de mantener la locación de su guarida en secreto, pero ella se le adelantó y explicó su anómala situación, muy al tanto de la fama que él se había construido de adorador de lo anómalo. Por supuesto que resultó intrigado.

«¿Y qué es lo que quieres de mí?» Le preguntó entonces.

«Quiero que extraigas mi alma humana y se la des a uno de mis hijos para volverlo completamente humano».

«¿A cambio de qué?»

«A cambio de mi alma Banshee».

El Salvador solo pudo sonreír de manera retorcida ante la mera sugerencia. La Banshee creía saber lo que él quería y necesitaba. Qué equivocada estaba.

«De acuerdo».

Cedió, pero no a la propuesta de Ciara Doyle, sino a su propia propuesta: él se quedaría con su alma humana. ¿Para qué quería tal cosa? La quería para sí mismo, un egoísta deseo y anhelo, la llave a su libertad.

Así que ahora ahí estaban, con Ciara Doyle encadenada a la cruz en su altar y sin pronunciar palabra desde que él aceptó su propuesta. Era tan ingenua. Muy ingenua. Una madre conducida por la esperanza, pero no la racionalidad.

—¿De verdad estás dispuesta a morir por uno de tus hijos? —indagó el Salvador, preparando todo para el ritual que realizaría, uno con el que podría extraer su alma humana con ayuda de una daga hechizada y nada más.

—Sí —se limitó a responder, era la primera vez que la oía hablar en días.

—¿Y a cuál de ellos salvarás?

—A quien más lo necesite.

El Salvador, oculto detrás de su máscara, bufó.

—¿Y qué te hace creer que entregaré esta alma humana a quién le corresponde? —preguntó él, aproximándose a la Banshee. Era tan majestuosa como todas, un ente espiritual casi angelical.

Ciara conectó sus ojos dorados con las cuencas oscuras en su máscara.

—No tengo certeza de nada —respondió—. Lo único que sé es que dicen que tú jamás rompes tus promesas.

El Salvador sonrió detrás del pico de su máscara de doctor de la plaga, ella no podía verlo, lo cual lo hacía incluso más retorcido.

—Es cierto —afirmó—, pero estás pasando por alto dos factores muy importantes.

Ciara entornó los ojos y se tensó a la vez, ya debía presentir que algo iba mal. Al Salvador le encantó ver cómo la realización la golpeaba de lleno, como se percataba de que su desesperación la había llevado a cometer una enorme estupidez, un error fatal.

—La primera, es que no me gustan los mártires. —Colocó el filo de la daga contra su pecho, justo donde se encontraba su corazón. La miró a los ojos, estaba aterrada y arrepentida, era toda una desgracia morir sintiéndose así—. Y la segunda... es que jamás te hice ninguna promesa.

La apuñaló en el corazón con la daga, la sangre se escurrió a través de la hoja y hacia el suelo. Ciara solo pudo inhalar y exhalar una última vez antes de morir y que su cabeza quedara colgando de su cuello mientras su alma humana era absorbida por el arma en las manos del Salvador. Sentía cómo pulsaba en su mano, como un corazón latiendo y, una vez completamente extraída, sacó la cuchilla del cadáver, admiró la sangre fresca en la hoja y vio la gema en el mango ahora pintada de dorado.

—Sangre por sangre, vida por vida, muerte por muerte —musitó y abrazó la daga contra su pecho, su próxima alma.

Pero antes de poder hacerse con ella, tenía que encontrar a una persona, la razón por la que ansiaba volver a ser humano.

Y años después la halló, halló a esa anhelada persona... pero ya no era tan sencillo como pensaba.

¡Al fin se responde una de las grandes preguntas de Vampire Kiss! 😈

Me alegra que estaré actualizando todos los días de aquí hasta el viernes porque sino me matarían por dejarlos con la duda de lo que viene, especialmente del siguiente capítulo que definitivamente es el mejor de Vampire Anomaly... 👀

¡Muchísimas gracias por leer! 💛

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