DAMA DE PICAS; Chishiya

By Dwansunrise

344K 29.4K 25.4K

En un tablero, donde la diferencia entre la vida y la muerte lo es todo, una joven había logrado tener ese mu... More

1° TEMPORADA
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
EPÍLOGO
Special Episode I
Special Episode II
2º TEMPORADA
2.1
2.2
2.3
2.4
2.5
2.6
2.7
2.8
2.9
2.10
2.12
2.13
2.14

2.11

2.1K 175 48
By Dwansunrise

GOD'S MENU

"Impregnaré mi sabor en tu paladar"
___________________

- ¿No soy más que un estúpido para ti? ¿De verdad me creíste tan manipulable, Yuna?

La sonrisa de mi mujer era su marca personal, su pecado más exquisito. Una sonrisa semi-ladeada, malévola y pilla, con un delicioso toque sensual que derretía tanto a hombres como a mujeres. Profesada por sus labios redondos, rechonchos y terriblemente suaves. Tan jugosos, que resistirse a besarlos, a probarlos con los míos propios... Era una verdadera tortura.

Un reto imposible de superar, derritiéndote poco a poco ante el intenso placer de su boca. Intensamente dulce y con el sabor característico del alcohol impregnando su saliva, ese que me embriagaba sin ni siquiera ser consciente de ello.

Una sonrisa preciosa, una boca incapaz de olvidar. Unos dientes perlados y unos labios de ensueño grabados como fuego muy dentro de mí, retorciendo mis entrañas como consecuencia cada vez que su boca se curvaba para sonreírme solo a mí. 

Una mujer letal en todos los sentidos.

Una sonrisa de reina, de villana.

Y en su trasero redondo y perfecto estaba tatuada la marca del trono.

Mi plato favorito, con un sabor demasiado fuerte. 

Cinco estrellas Michelin en una sola mujer.

Sin embargo, Yuna era humana después de todo. Y por muy fuerte que pudiese ser, su locura era capaz de deshacer su fortaleza tan rápido como un copo de nieve al sol. Volviéndola inocente, tímida y ciertamente temerosa. Provocando que su infame sonrisa se transformase en una fina línea, con su labio inferior comenzando a temblar.

Viéndose ante mis ojos como una niña pequeña tras haber cometido cualquier travesura, a punto de recibir tan terrible reprimenda. A punto de estallar en llanto, temblando ligeramente y con la mirada más oscura de lo habitual.

Como la mujer mentirosa que solo ella podía ser, su rostro se nubló de un oscuro pesar tras mis primeras palabras, quedando muda, sin habla y ciertamente pálida. Observándome con los labios entreabiertos y con una mirada carente de emoción alguna.

Viendo reflejado en mis ojos cómo sus propias mentiras comenzaban a salir a la luz. Cómo su propia fortaleza se había derribado ante el tono severo y firme de mi voz, ante mi seriedad casi impoluta.

Cómo no me había resultado demasiado difícil desmantelar todos sus planes, justo como ella creía. Averiguar sus mentiras y descubrir esa sucia estrategia de juego que me había doblegado durante todo el tiempo que permanecimos en el Terreno de la Jota.

Estaba sorprendida por mis averiguaciones, por mis deducciones y por mis palabras. Completamente segura de que yo no iba de farol, pues me conocía tan bien, que sabía a la perfección que yo había terminado por descubrirlo todo. 

Que yo no mentía, ni mucho menos la estaba poniendo a prueba.

No obstante, Yuna no se rendiría con tanta facilidad. Era una reina después de todo. Y una reina era capaz de dar la vida por su corona.

Forzándose a sí misma a relajarse, plasmó sobre su boquita una sonrisa nerviosa, pero letalmente coqueta. Disimulando un malestar que se extendía como veneno por su ser. 

Recurriendo a sus técnicas de seducción pasiva en las que a mí tanto me gustaba caer.

- Chishiya. - pronunció mi nombre con una sorpresa terriblemente fingida, letra por letra, encantándome como a las serpientes. - ¿Qué estás diciendo? -  añadió de pronto, mirándome demasiado cerca y con una leve esperanza de victoria. Queriendo hacerme dudar, como si acabase de decir alguna locura.

Intentando mantenerse firme en el proceso, fingiendo una confusión y una inocencia, que me prendían como el fuego que ella encendió dentro de mí desde el primer día que nos vimos.

Sin poder evitarlo, mi mirada se desvió al suelo por un mísero segundo, esbozando una tierna sonrisa sobre mis labios al ver sus intentos por mantenerse fuerte. Por intentar mentirme una vez más, por engañarme... No obstante, pronto volví a alzarla, enterrando mis ojos en los suyos a través de nuestra exquisita conexión una vez más.

Mis labios exhalaron un pesado y cálido suspiro, acostumbrándose a la pesadez del ambiente que, poco a poco, se sentía más intenso a nuestro alrededor. Como si las calles de Tokio comenzasen a estrecharse en torno a nuestra presencia.

Con las manos en los bolsillos, sonreí suave y comencé a caminar a su alrededor. Analizando sus expresiones, su sorpresa... Despistando a la mujer por medio de un ligero paseo circular que le obligaba a seguirme con la mirada.

- Cuando llegaste conmigo al Terreno de Juego, Banda no fue el único que se quedó embelesado contigo. - comencé, caminando lento y pausado a su alrededor. - Matsushita no te sacó el ojo de encima ni un solo momento. Llegué a pensar que, como a Banda, quizás habías despertado su interés, pero... Al ver cómo le correspondías, cómo le hacías señas con la cabeza y cómo le fulminabas con tus ojos de gata... No fue muy difícil averiguar que ambos os conocíais de antes. - proseguí, observando cómo la respiración se volvía nerviosa sobre su pecho y como su sonrisa apenas era perceptible sobre su boca. - Y esa idea no hizo más que verificarse al ver cómo te entrometiste entre él y Banda, como si quisieras brindarle una muerte sin dolor. - acuchillé finalmente, llegando a abandonar la chulería en el tono de mi voz, para dotarlo de un leve retro de empatía. Frenando mi caminar para detenerme frente a ella una vez más. - Te conozco demasiado bien como para saber que eso no es propio de ti.

La respiración nerviosa dentro de su pecho hacía que éste se agitase temblorosamente, casi de una forma errática, lo que provocaba una ligera vibración sobre cada una de sus tetas. Todavía cubiertas, apresadas por la elástica tela de su ropa y con las puntas firmes de sus pezones marcadas sobre cada uno de ellas, creando un perfil suculento a lo largo de su cuerpo.

Su boca se partió en dos, abriéndose de forma insegura para boquear hasta dos veces, mientras buscaba de una forma casi desesperada qué decir para convencerme de que, todo lo que yo había averiguado, no era más que una mentira.

Pero, por muy débil que la Dama de Picas me hiciese sentir, no pensaba ceder. Ya no.

Yuna deslizó una mano a lo largo de su cabello liso y de color azabache, relamiéndose los labios al mismo tiempo. Aclarando su voz a través de un ligero carraspeó, antes de abrir su boca brillante y jugosa para pronunciar:

- Chishiya... - intentó hablar fallidamente, callando casi al instante al no saber siquiera qué decir al respecto. Soltando una amarga risa completamente descolocada, mientras su mirada escapaba de la mía propia hasta un total de tres veces. - ¿Me estás hablando en serio? - comenzó a reír una vez más por medio de un suspiro ahogado.

Sin saber realmente cómo defenderse, cómo embaucarme o cómo manipularme de nuevo. 

La Reina se había quedado sin opciones. 

Yuna estaba perdiendo la corona poco a poco y, por aquel entonces, ni siquiera era consciente de ello.

Pero yo no dejaría que la enfermedad que sentía por esa mujer pudiese llegar a afectarme de nuevo, que sus palabras me encantasen como canto de sirena al marinero.

Y por muy cruel que pudiese llegar a ser, ni siquiera fui capaz de medir mis palabras cuando abrí la boca al mismo instante para pronunciar:

- ¿Follaste conmigo solo para distraerme?

Sin responder a sus palabras anteriores, sembrando en la chica una inestabilidad que provocaría la caída de su firme intelecto, de esa maldad de carácter atroz que le impulsó a mentirme desde un principio. A engañarme y a engatusarme a través de sucio sexo durante todas esas horas que el Juego de la Jota duró.

Y esa pregunta precisamente, la misma que como ácido había brotado de mi boca para quemar su piel, solo terminó por destruir cualquier pizca de fortaleza que pudiese quedar sobre un cuerpo de infarto como el suyo. Aplacando todas sus curvas, palideciendo el blanquecino tono de su piel. 

Haciendo de la expresión de su rostro un temor y un dolor que no era capaz de disimular.

- ¿Qué? - expresó sin emoción alguna, borrando esa última sonrisa de su boca a través de un gesto casi brusco.

Su boca entreabierta muy ligeramente le permitía respirar con toda la urgencia que sus pulmones demandaban, haciendo de su boca un paraje rosado y regordete que me incitaba a pecar. 

Dominado y doblegado por esa faceta sumisa que, con unas simples palabras, había logrado profesar sobre la reina más temida de Borderland.

- Intentaste despistarme a lo largo de todo el juego y yo caí como un idiota... - hablé de nuevo, recordándome incluso a mí mismo lo iluso que llegué a ser. Lo despistado y torpe que me volvía al lado de una mujer como ella. - Incluso aprovechaste lo que yo te hice para distanciarte y, seguramente, hablar con la Jota durante todo el tiempo que estuvimos separados.

Intenté adivinar de nuevo.

Una a una, cada una de mis averiguaciones eran como puñaladas en la fuerza de su persona. 

Y una a una, las calles se sentían más estrechas a nuestro alrededor. Afiladas, incluso. El ambiente más espeso y las emociones más intensas.

Los labios de Yuna se cerraron y la lengua de punta rosada repasó cada uno de ellos, relamiéndose nerviosamente, mientras ambos éramos cada vez más conscientes de cómo las calles se inundaban de un silencio casi ficticio. De un silencio extraño, que no alertaba de ningún peligro.

Que mantenía alejado al temible Rey de Picas, quien todavía continuaba a la caza de jugadores.

- No puedes ser tan insensible. Tan cortante... - pronunció de pronto con voz débil y tomada por la emoción. Con un tono demasiado triste, poco habitual en ella. Un tono de voz que se alejaba de ficción alguna. - No conmigo.

- Pero lo soy. - le recordé sin dudar apenas, manteniéndome serio e imperturbable. 

Insensible ante mi más latiente debilidad. 

Tan bella, pero tan mortal al mismo tiempo... La mujer que, para mí, siempre fue un peligro. Un fuego intenso que despellejaba mi piel con su calor abrasivo.

- Si sabías desde el principio del juego todo eso... - comenzó de nuevo, aclarando el tono de su voz, el cual estaba demasiado tomado por la emoción. Carraspeando una primera vez, al mismo tiempo que sus ojos y los míos volvían a fundirse en una sola mirada. - ¿Por qué has esperado hasta ahora para decirlo? - cuestionó, interesada por mis propios planes. Mis propios motivos por mantener una mentira como esa hasta el final del juego. - ¿Por qué no lo detuviste?

Sospechaba de mí, desconfiaba de mí como yo desconfiaba de ella. Era lógico, no voy a mentir.

Pero, después de todo, ella me había mentido de nuevo. Era mentirosa y yo lo sabía, pero... Supongo que me sentía decepcionado conmigo mismo al verme atrapado de nuevo entre las garras de una mujer, que me transformaba en debilidad y sumisión puras. 

¿Y qué más esperar de una mujer tan temiblemente inteligente? 

Me había observado, había estudiado mis movimientos, mis técnicas y tácticas. Mi modo de juego reinado por mi calma más característica. Lo sabía todo de mí, incluso había estudiado a fondo cada uno de los rincones de mi cuerpo. 

Y yo le había servido toda esa información casi en bandeja... Metiéndome poco a poco en la boca de una loba que, inevitablemente, podía ser una ciudadana más de ese mundo.

Mi seriedad se calmó y, de nuevo, solté un pesado suspiro ante el tono mortal de su voz. Aclarando y aplacando mis propios pensamientos, mis dudas más atroces y mi desconfianza. 

Confesando lo innegable casi al mismo instante.

- Porque estoy enamorado de ti. - acusé sin ninguna duda, admirando su belleza, así como el ligero temblor que sacudió su cuerpo al escuchar esas cinco palabras saliendo de entre mis labios. Ese temblor que hizo temblar sus pechos y su labio inferior, tan tierna, tan deliciosa... - Sabía que, de confesar al resto de jugadores mis sospechas, Banda y Yaba terminarían por hacerte algo peor que a Matsushita con tal de sacarte información. Y yo no podría soportarlo.

Yuna despertaba en mí demasiados sentimientos, todos entremezclados y embriagados dentro de mi cuerpo por ese loco amor que me mantenía presa de ella. 

Ya no sabía lo que sentía en realidad, cuales eran falsos y cuales no.

Pero, de lo que estaba totalmente seguro, es que jamás habría soportado verla sufrir. Arrastrarla yo mismo a la boca del lobo, a los brazos del demente de Sunato Banda, quien no habría dudado a la hora de cometer mil atrocidades con su mente y con su cuerpo, con tal de adivinar todo lo que quería saber de ese país.

Era mi mujer, daría la vida por ella. Y ninguna de sus traiciones sería capaz de cambiar eso, jamás. 

Ardía en alta tensión por ella, moría de interés y amor por ella. 

Y ahora, que cabía la posibilidad de que toda su belleza no fuera de mi mundo, que no fuese más que otra ciudadana de Borderland... Mi interés hacía su persona no hacía más que multiplicarse por mil, volviendo mi boca agua.

La boca de Yuna se relajó de nuevo, curvándose en una sonrisa tierna, pero infernalmente coqueta. Sus ojos negros volvieron a tintinear y la expresión de su rostro se relajó de nuevo.

Astuta, comenzó a caminar hacia mí. Acortando ese mísero paso de distancia sembrado entre los dos. 

Sus manos atraparon con suavidad mis muñecas, ascendiendo a lo largo de mis brazos por medio de caricias jodidamente infernales. Repasando mis hombros con cada uno de sus dedos, pegando su cuerpo al mío como si fuese una prisión. 

Su boca me sonrió coqueta y, una vez más, se acercó peligrosa a la mía. Dejándome sin capacidad de acción, completamente congelado bajo su toque. 

Completamente sumiso.

La frialdad de sus manos y cada uno de sus dedos comenzó a deslizarse a lo largo de mi cuello, sobre la piel de mis hombros y bajo la ropa, palpando mi desnudez como tanto le gustaba. Rodeando mi cuello con sus brazos. Encerrándome en las curvas infames de su cuerpo.

Sintiendo todas mis fuerzas flaquear bajo su toque, bajo el calor de su respiración rozando mi tez y bajo los encantos de esa sonrisa de mala que, poco a poco, se aceraba a mi boca. Y solo cuando entre nuestros labios no quedó más que un mísero par de milímetros de distancia, comenzando a rozarse sensualmente, fue que sus labios se abrieron melosamente para pronunciar:

- No eres tan insensible después de todo, ¿eh? - me susurró, atravesándome con sus ojos felinos. Tentándome con una de sus sonrisas malévolas. Con los ojos rojos y un poco vidriosos por la emoción.

Con la exquisita felicidad de la victoria expandiéndose a lo largo de su cuerpo al ver que, pese a todo, sus encantos no habían perdido efecto en mí. Y así era. 

No podía alejarme de su toque, de su presencia y contacto. No quería. Era una jodida mentirosa que escondía mil y un secretos, pero... También era la única mujer que sabía como tratarme para transformarme en mi versión más sumisa. Una que ni yo mismo conocía, que ni siquiera sabía que poseía. 

Pero que, inevitablemente, era lo que más me gustaba de mí mismo.

En medio de ese momento de debilidad, la boca de Yuna me sonrió con una acidez maligna, relamiéndose sensualmente bajo el influjo de mi mirada. Preparándose para besarme. 

Sé fuerte, Chishiya. Me recordé a mí mismo en el intento.

Sin embargo, cuando quise reprochar su comportamiento lascivo, cuando quise alejarme y sembrar distancia entre las maldades de su boca y la mía propia... Los labios de Yuna ya habían atrapado los míos sin escapatoria, arrancándome un gemido grave de la garganta. Casi un gruñido animal, el mismo que no dejó de crecer al sentir sobre mis labios cómo la lengua de Yuna se empeñaba en separarlos, en devorar mi propia boca. En penetrarla con la maldad de su lengua. 

Y, aunque estuviese un poco molesto con ella, no desperdiciaría la oportunidad de que me devorase la boca como a mí más me gustaba.

Mi boca se abrió con suavidad y su lengua impactó rápida y letal contra la mía. Con tanta necesidad, con tanta necesidad, que creí haberme corrido en un solo momento.

Y, aunque al principio se sintió como un beso no correspondido, húmedo y animal; poco a poco el hambre dejó paso a la propia voracidad, hundiéndonos a ambos en una degustación de besos, lenguas y salivas con demasiadas secuelas. Sus dientes, el calor y la humedad de su lengua, el propio toque de su saliva y la presencia de su aroma tan cercano como arrebatador; volvía a mi propia persona una sumisa de su ser. Un ser diabólico, hambriento y con una sed aterradora. 

Intentando nublar mi juicio a través de mi más terrible perdición: el placer de la carne, de su carne.

Una mujer que, de una forma completamente lunática y demente, había logrado crear en mi demacrada persona unas ganas irreales por sentirme sumiso y dominado. Solo por ella.

Sus besos eran tan letales, hambrientos y devoradores; que juré jamás haber probado unos labios como los suyos. Demasiado deliciosos y ciertamente suculentos.

Con su mano libre tras mi nuca en todo momento, se ayudó en cada maldito beso, dejando que su lengua se perdiera entre la mía de una forma mortal. Acariciaba mi lengua con la suya, moviendo los labios con una completa profesionalidad. Mordiéndome con sensualidad la boca, lo que hacía de un simple beso, algo completamente irreal.

Una sesión de besos que eran puro fuego. Y yo ni siquiera era capaz de resistirme.

La boca de Yuna se abrió a través de un poderoso gemido terriblemente sensual que inundó las calles solitarias, rompiendo todo contacto con la mía para observarme. Para observar mis labios húmedos, hinchados. Esos que querían más besos suyos. Las puntas de sus dedos repasaron cada porción de piel a su alcance y su boca se curvó en una triunfante sonrisa al ver la necesidad y el deseo instalados en todo mi cuerpo.

La punta de su lengua acarició mis labios, repasó cada borde y comisura. Y, en cuanto estuvimos boca a boca de nuevo, sus dientes atraparon mi propio labio inferior, arrancándome un jadeo descontrolado por medio de un gesto tan lascivo como ese. Tirando suave de él, antes de dejarlo libre de nuevo a través de un sucio sonido semejante a un ¡plop!. Un sonido húmedo y carnal, que me recordó a las melodías que producían nuestros cuerpos durante el sexo, en choque mojado y perfecto. En plena y clásica penetración.

Sin poder evitarlo, temblé bajo ese gesto y su boca mala no tardó en estirarse en una bellaca sonrisa de demonia, tan mala... Abriéndose de nuevo para poder besarme mucho más, con tanta intensidad, que todo mi cuerpo era fiebre pura en unos pocos segundos. 

Tanta, que incluso me vi obligado a sacar mis manos de ambos bolsillos para poder aferrarme a su cuerpo, a sus caderas y su espalda baja. A esas curvas similares a montañas que me mantenían como perrito faldero tras ella.

Suspiros, gemidos, alocadas respiraciones y pechos bravíos; una mezcla de sensaciones y sentimientos que se entremezclaba con el propio sonido de los besos y mordidas.

Y solo cuando el oxígeno comenzó a escasear en su persona, rompió el último beso, dejando como vestigio un fino hilito de saliva entre los labios de los dos, que no tardó en romperse tras un segundo. 

Dejándome con ganas de más, de mucho más. Pues, por muy agotado que me sintiese, moriría asfixiado debido a la falta de oxígeno, si eso me permitía seguir besando su boca.

Esa boca que era infierno desmedido.

- Pero Chishiya... - susurró directamente sobre mis labios entreabiertos, riéndose de mí. - Si soy tan manipuladora, tan mala, tan mentirosa... No puedes dejar que te bese. - se burló de mí, acariciando mis facciones con sus dedos. - Ni mucho menos debes mirarme con esos ojos y esa boca que me dicen a gritos: "cómeme". 

Patidifuso y ciertamente desorientado, tragué varias veces su sabor. Centrándome, intentando recomponerme para que esa mala mujer dejase de burlarse de mí. 

Pero... Yuna tenía razón. Era sumiso, sumiso a ella y me lo había demostrado con un beso.

¿En qué momento yo había dejado de lado la cordura para convertirme en esto? 

En tu súbdito más fiel, Yuna...

Su boca intentó atrapar de nuevo la mía, dispuesta a embriagarme de nuevo con el poder de sus besos para hacerme olvidar. Olvidar todo lo que había descubierto a pesar de lo vivido, a pesar de lo desorientado que me había estado sintiendo desde nuestro reencuentro en la PLAYA.

Entonces, esquivé el influjo de sus labios en un solo segundo, girando levemente el rostro en dirección a la derecha para evitar que pudiese volver a cazar los míos. Pero ni eso le detuvo, pues, aunque no pudo besarme la boca, sí pudo besarme la piel. La piel de mi mejilla izquierda, la misma con la que entró en contacto en ese mismo segundo. 

La misma piel que comenzó a besar castamente, transportando sus besos como veneno a través del órgano más grande de mi cuerpo. Erizando hasta mi vello genital en el proceso, a través de ese toque tan ligero y lascivo. A través de su delicada respiración impactando sobre mi piel. A través de sus gemidos obscenos, que inundaban mis oídos.

A través de ese influjo sobrehumano que tenía sobre mí, domándome poquito a poquito, mientras sus besos se transportaban furtivos por mi mandíbula y el inicio de mi cuello. Besos que alteraban mi respiración, que me hacían jadear bajo, pero sonoro.

Tal vez no era tan... Importante saber lo que Yuna conocía de ese mundo... ¿No?

¿Pero qué cojones haces, Chishiya? 

Sentí la voz de la razón hablándome por primera vez.

¡Reacciona!

Perdido en la fuerza de sus besos y en el poder de su influjo, deslicé mis manos a lo largo de su cuerpo y acogí su rostro entre ellas. Haciendo que, por inercia, su rostro y su boca se despegasen de mi cuello, clavando toda su atención en mí. Mirándome apenas por un segundo, antes de sonreírme y lanzarse a besarme de nuevo ahora que mis labios volvían a estar una vez más a su alcance.

¿Cuándo habían comenzado las calles de Tokio a sentirse tan calientes?

A través de un par de besos de los que fui presa incontrolable, me libré de sus besos y comencé a balbucear casi sin sentido, mientras notaba como sus labios volvían a transportarse por medio de besos, caricias y mordidas a lo largo de mi piel.

- Para, para, por favor... - susurré sin pizca de fuerza alguna, sintiendo cómo mis propias palabras habían sonado más a gemidos de placer, que a gritos de socorro.

Enterrando mi mano derecha en su cabello, aferrándome a él con una fuerza, que solo le incitaba a devorarme más. 

Entonces, Yuna habló de nuevo y, por primera vez, sentí lo que era el verdadero temor.

- ¿No te cansas de decirme que no?

___________________

Ay, Chishiya... 

Tan débil, eras tan jodidamente débil, que no me costó nada hacer que perdieras de nuevo la cabeza por mí. Arrancándote todas esas averiguaciones que habías hecho a través de la influencia de mi boca, mis besos y esos gemidos que tanto te gustaban.

Ja... Jodido inteligente de mierda

Chishiya se las había ingeniado a la perfección para averiguar lo que pasó entre Matsushita y yo. Para averiguar nuestra familiaridad. Después de todo, creo que había sido demasiado obvio y no puedo negar que parte de la culpa era mía.

Pero ni siquiera la inteligencia de mi hombre, ese enfado y esa decepción que decía sentir por mí... Ni siquiera nada de eso fue suficiente a la hora de evitar que, una vez más, cayese bajo mis encantos.

Se derretía por mí, se moría por mí y cada vez tenía más claro que, pronto, no podría vivir sin mí. Sin mis besos, mis caricias, mi personalidad infame y mi sonrisa de loca.

Su inocencia y facilidad me lo habían demostrado.

No fue difícil disuadirle de esas ideas que nublaban su mente, ni mucho menos fue complicado arrastrarle a nuestra antigua habitación improvisada y solitaria, ubicada en uno de los edificios más altos y recluidos de Tokio.

No fue difícil desnudarle.

No fue difícil hacer que, de nuevo, lo único que saliese de su boca exquisita fuera mi nombre.

No fue difícil relajarle con los placeres de mi sexo más caliente, ni mucho menos fue complicado hacer que todo su cuerpo ardiese de gusto. Que su mente recapacitase de nuevo y, quien sabe, quizás olvidase todas las verdades que había descubierto en mí.

Sus embestidas constantes, rítmicas y lentas eran pura tortura volcánica, acompañando dichos movimientos con el poder de su lengua desatada, aquella que se deslizaba por toda la piel de mi cuello.

Acompañando los golpes de su miembro con el suave contacto de la piel de sus labios hambrientos.

Mis manos no hacían nada más que aferrarse a su cuello y espalda, incapaces de hacer nada más al sentir ese orgasmo desmedido acechando mi cuerpo a cada segundo, cada vez más cerca.

Por su parte, Chishiya no había perdido ni un solo momento a la hora de aferrarse a mis muslos con toda la fuerza del mundo, hundiendo los dedos en mi carne más dulce, antes de deslizar una de sus manos a la curva más peligrosa que creaba mi cuerpo en pleno sexo, fruto del arqueamiento de mi propia columna vertebral ante el éxtasis que sometía todo mi ser ardiente.

Y, a pesar de no ver su rostro apenas, hundido en la curva de mi cuello, podía sentir su sonrisa maliciosa al ver y sentir nuestro desespero. Acompañando esa sonrisa de descarado con la fuerte respiración que galopaba contra mi piel, generando en mi demacrado ser una mezcla de sentimientos apoteósica.

En un solo momento, fascinada por los placerse de ambos cuerpos en perfecto sexo, terminé por hacerle caer. Por hacer que mi cuerpo se alzase como reina sobre el suyo una vez más, encerrándole entre el colchón desgastado y la prisión cárnica de mi ser.

Y, aunque al principio toda su expresión de placer extremo no dudó en tornarse en una de sorpresa, dicha expresión se volvió igual de maliciosa en cuanto retomé el movimiento, siendo yo la que tenía todo el control. Disfrutando el ver como atrapaba su propio labio inferior entre sus dientes mientras me miraba, capaz de correrse en el acto con tan solo unos segundos más de contacto visual contra mi cuerpo desnudo en pleno movimiento.

Con el bote y rebote de mis pechos.

Había tomado la iniciativa de ser yo la que provocara las embestidas, mucho más hambrientas y sedientas que las suyas, guiándome por el desespero más absoluto. Mis manos se habían aferrado a uno de los pectorales de su ligeramente marcada fisionomía, mientras que la mano restante yacía enterrada en la base de su cuello.

Deleitándome al mismo tiempo con la imagen de su cabello revuelto y sus pupilas dilatadas.

Tan jodidamente bello.

Por su parte, el peligris no había dudado ni un solo momento a la hora de acompañar mis movimientos envolventes y prisioneros, dejando sus manos sobre mis glúteos, alternando con la posición sobre mi cadera.

Entonces, al ver como todo su cuerpo respondía a un nuevo llamamiento de mis movimientos, al ver cómo gemía mi nombre con fuerza y pasión animal; fui yo la que sonrió malévolamente, demostrándole una vez más quién de los dos era más cruel.

- No eres tan insensible después de todo... - recordé entre gemidos, acercándome de nuevo a su boca para besarle. 

Sintiendo sus brazos rodeándome en un abrazo pegajoso y sudoroso. Sintiendo su pelvis en movimiento perfecto muy, muy dentro de mí.

Entonces, las cosas estallaron al cabo de unos segundos, percibiendo en mis interiores cómo se dejaba llevar dentro de mi cuerpo mientras soltaba un sonoro gemido que no dudé en acallar con mis propios labios. Recostándome finalmente sobre su cuerpo, pero sin dejar de moverme ni un solo momento, negándome a terminar sin mi propio final feliz.

Destruyéndole por completo.

Y tras unos segundos, mientras clavaba los dedos de sus manos sobre mi espalda, mientras aprisionaba todo mi cuerpo tras incorporarnos a ambos para quedar sentados; fui yo la que estallé en éxtasis, aferrándome con un desespero primitivo a su cuello y a sus hombros, como si de esa forma fuera capaz de contener semejante gemido.

Sudorosos, pegajosos y con las respiraciones totalmente arrítmicas, nos mantuvimos en aquella postura durante unos instantes más, sin romper dicha unión por el momento. Abrazando el cuerpo del otro sentados sobre aquel colchón, con el mío sobre el suyo en todo momento.

Y aunque nos hubiéramos mantenido de esa forma para siempre, resguardados en el cuerpo del otro a la espera de recuperar el aliento; Chishiya no tardó en separarse para mirarme a la cara, sin deshacer dicha postura. Recogiendo mi tez entre sus manos, acunando mis mejillas.

Jadeando descontroladamente un:

- ¿Qué me has hecho?

Fascinado, boquiabierto. Enamorado.

Y todo lo que yo hice, fue sonreír.

Nuestros cuerpos sudorosos y todo el cuarto debían oler al más puro matutino-tokiota.

Sus labios entreabiertos y ligeramente hinchados, su pelo revuelto y su piel erizada. Todo él era y no era un dios nipón con la respiración ligeramente inflamada. Y a pesar de su cansancio, no dudó en besarme con la intensidad necesaria, preparado para coronar dicho encuentro. 

A medida que él me retiraba de su regazo, que rompía la unión entre nuestros cuerpos; yo no podía dejar de pensar si éramos adictos al sexo o si, simplemente, éramos adictos el uno al otro.

Volvimos a recostarnos sobre el colchón, sobre aquella maraña de sábanas enredadas y de ropa revuelta.

Él mismo tapó nuestros cuerpos con la sábana, ambos en peligro de la brisa mañanera, capaz de enfermarnos al no haber secado nuestro sudor como correspondía. 

Cansados y ligeramente somnolientos, nos acostamos en la cama sin apenas tocarnos. Con las miradas clavadas en el techo y los sentimientos nublados por el sexo.

Con el único sonido de nuestras alocadas respiraciones resonando por todo el lugar.

- ¿Lo has vuelto a hacer? - me preguntó al cabo de unos segundos, provocando que girase mi rostro ligeramente para mirarle con duda.

Para ver cómo su mirada todavía seguía perdida en la nada, esperando una respuesta.

- ¿A qué te refieres? - cuestioné por medio de un tono de voz cansado y jadeante.

- Follarme para distraerme. - inquirió, mirándome por fin, serio, pero enamorado.

Mi expresión favorita en su rostro atractivo.

Sonriente de mí, me recompuse y me recosté de nuevo sobre un costado de mi cuerpo, mirándole intensamente. Estirando la mano izquierda en su dirección para palpar y acariciar su pecho lampiño, la calidez exquisita de su piel.

- ¿Qué ocurre si te digo que sí? - le tenté, metiéndome con él como tanto me gustaba.

- Si me has follado solo para intentar distraerme de todo lo que sé una vez más, terminaré por quemarte viva como quemé a tu hermano.

Vaya...

Chishiya estaba absorto, cansado y luchando por mantener sus ojos abiertos. Era de esperar que su ágil intelecto no estuviese muy espabilado en esos momentos. Era de esperar que su falta de empatía fuera un hecho.

Y él mismo no tardó ni un segundo en arrepentirse de lo que tan sinceramente acababa de decir. Mirándome con temor, a punto de abrir la boca para implorar mi perdón. 

Sin embargo, no tuvo la oportunidad al ver cómo de entre mis labios no salían palabras de reproche, sino una sensual risa que agitaba armoniosamente mi pecho. Toda mi desnudez. Haciendo temblar todas y cada una de las porciones de mi cuerpo más sensibles.

Entonces, me incorporé una vez más y me pegué en totalidad a su cuerpo desnudo y caliente, abrazándole para que él hiciese exactamente lo mismo. Relajándonos entre los brazos del otro, con su cabeza residiendo sobre mi pecho.

- No quería decir eso. - negó varias veces, acariciando mis pechos y las puntas inertes de mis pezones con sus cabellos.

- Lo sé, relájate. - le respondí con total sinceridad, acariciando la piel de su espalda y el perfil descubierto de su bonita cara.

Si solo supiese que Niragi no estaba tan muerto como él quería creer...

Pasamos unos pocos segundos, minutos para ser exactos, entre caricias, besos y mimos que solo alargaban una conversación inevitable. Y justo cuando yo comenzaba a quedarme dormida tras unos días marcados por demasiadas emociones, la voz de Chishiya me despertó de nuevo para pronunciar:

- Conocías a Mira, ¿verdad? - adivinó, hablando tanto para mí, como para sí mismo. Manteniendo su posición sobre mi pecho, sin ni siquiera moverse, mirarme o romper el abrazo. Indagando en el pasado, recordando todo lo vivido. - Si no fuera así, ella no habría intentado ayudarte cuando tu hermano te pegó en la PLAYA. Ella nunca mostró empatía por nadie y me pareció tan extraño que hubiese intentando ayudarte a ponerte en pie... - añadió, analizando en ese estado de semi-sueño todo lo que había pasado a mi lado. - Y no me mientas. - me suplicó. - Puede que te adore como nunca he adorado a nadie jamás, pero no dejaré que me manipules de nuevo.

Era cierto, Mira y yo nos conocíamos. 

Yo conocía a muchas personas y Chishiya se merecía saberlo. 

Mi hombre, tan insensible a la par que sumiso, era mi más preciado tesoro. Y ya me había roto lo suficiente verle tan decepcionado conmigo, como para seguir mintiéndole.

- Yo no te estoy manipulando, Chishiya. - confesé con sinceridad fingida, acariciando su piel. Mimando su cuerpo. Hablando en pleno susurro, justo como él hacía. - No te manipulé durante el Juego de la Jota y no te follé todas estas veces para evitar que me descubrieras. - añadí, besando la parte superior de su cabeza. Sobre su cabello. - Yo te quiero.

Ambos nos encontrábamos rodeados por tanta calma, que las verdades nacían por sí solas. Arropados por el cuerpo del otro, mimados y queridos como nunca. Enredados entre la desnudez ajena y bañados por un sudor corporal, que no se sentía desagradable.

- Lo sé. - correspondió sin ninguna duda. - Y también sé que harías cualquier cosa por tenerme, Yuna. Porque estás tan obsesionada conmigo como yo lo estoy contigo.

Todavía con la cabeza sobre mi pecho, Chishiya comenzó a incorporarse ligeramente para permanecer sobre mi cuerpo, entre el hueco de mis piernas y con su pecho sobre el mío. Para poder alzar la cabeza y mirarme por un solo segundo.

- Explícame quién eres, por favor.

Ay...

¿Cómo podría resistirme a ese tono de voz tan tierno?

A esa mirada de cachorro perdido, a esa virginidad brillando en sus ojos. 

A ese enamoramiento que le había poseído.

- Me has descubierto, enhorabuena. - le felicité como si de un juego ganado más dentro de ese mundo se tratase. Acariciando en el acto su rostro, peinando sus cabellos semi-revueltos. - Creo que te he subestimado, después de todo. Verte tan inocente, tan sumiso, cómo te retuerces de placer sin poder evitarlo... - enumeré una por una, haciendo que su cabeza se recostase sobre mi pecho, entre mis tetas pequeñas una vez más. - Supongo que no pude evitar creer que, de nuevo, podría doblegarte. Y me equivoqué. - proseguí, peinando de nuevo sus cabellos con suavidad. Sintiendo y disfrutando el peso de su cuerpo sobre el mío. - Como bien me dijiste, eres muy listo y eso me pone demasiado cachonda... - confesé, haciéndole reír. - Y, realmente, creo que verme descubierta por ti es lo que más deseaba de este mundo.

Y a pesar de todo, Chishiya solo encontró dos palabras con las que acompañar las mías propias.

- Me encantas.

Entonces, besó mi piel, el espacio perfecto entre mis pechos separados donde su cabeza había estado descansando hasta el momento. Volviendo a recostarse de nuevo, descansando todo su peso sobre mi cuerpo.

- Lo sé. - afirmé con sorna, sin dejar de tocarle tan suave y lento.

- Dime la verdad. - volvió a inquirir, incapaz de no hacerlo al ser tan sumamente matemático.

- ¿La verdad? - pregunté con gracia, repasando los perfiles de sus hombros. - ¿Quieres saberla? - volví a añadir con el mismo tono bribón. - No se si serás capaz de soportarlo, mi amor...

Y en ese momento, los labios de Chishiya volvieron a abrirse. Tan suculentos, tan descarados, que apenas pude evitar que la sensibilidad todavía presente entre mis piernas volviese a erizarse, en cuanto le escuché pronunciar un:

- Ponme a prueba.

Entonces, tras un leve suspiro por mi parte, accedí.

- Sí, te mentí. - reiteré de nuevo. - Una vez te dije que, antes de ti no hubo nadie más en mi vida dentro de este mundo, pero no era cierto. - entonces, la calma de su cuerpo comenzó a transformarse en tensión bajo mi toque. - Cuando me separé de Niragi estuve algún tiempo sola. Los primeros juegos no habían hecho más que empezar y... Yo solo jugaba para sobrevivir, nada más. - continué, recordando inevitablemente la imagen perfecta del Niragi que más amé. - Y en uno de esos juegos, uno de Tréboles, conocí a un hombre. A Kyuma.

El simple hecho de decir su nombre dolía, quemaba. Pero, aún así, fui capaz de aguantarlo y continuar.

- Estuvimos juntos un tiempo. Era un tipo muy particular, con aires de grandeza y un poco demente. - relaté de nuevo, acariciándole con más ímpetu al sentirle tan tenso nada más mencionar a otro hombre. - Y pronto comenzó a confiar en mí, lo suficiente como para decirme las verdades de este mundo. Era un ciudadano. Me habló de los juegos, de los líderes, los gamemasters... Y entonces conocí a Matsushita, a Mira, a Kuzuryu... Algunos de los reyes, reinas y jotas de este país. Nada más.

El cuerpo de Chishiya seguía sintiéndose pesado sobre el mío, pero más tenso que antes.

Y eso, que él era de los que no se ponían celosos.

- ¿Kuzuryu? - se preguntó sorprendido, erizando el vello de mi piel con su aliento directo en contacto.

- Es el Rey de Diamantes. - confesé de nuevo.

Tras todo lo que dije, el silencio se instaló entre ambos por mucho tiempo. Demasiado. Tanto, que al sentir su respiración relajada y su tensión casi desvanecida, creí que se habría quedado dormido. Sin embargo, sus labios volvieron al acecho.

- ¿Cuándo te separaste de ese hombre, del tal Kyuma? - comenzó de nuevo con cierto resquemor. - ¿Todavía sigues con él o...

- No separamos mucho tiempo atrás. - corté sus palabras suavemente, sintiendo cómo su cuerpo se relajó con la misma rapidez. - Queríamos cosas diferentes y él ahora está muerto. No tienes por qué preocuparte.

- ¿Qué querías tú? - inquirió, curioso.

- Compañía, nada más. 

No obstante, mi sinceridad no era suficiente para él.

- Si me estás mintiendo, Yu... - me advirtió de nuevo, llegando a levantarse de encima de mí para separarse.

Sin embargo, yo le detuve. Devolviendo el peso de su cuerpo al mío, mirándole de nuevo a la cara y a los ojos. Aunque él evitase hacerlo.

- Chishiya, mírame... - le pedí como a un niño. - Mírame. - insistí de nuevo, logrando mi propósito. - No te miento, te juro que no.

Y de nuevo, en sus ojos brilló la credulidad.

Relajándose, pero sin terminar de recostarse del todo sobre mí.

- ¿Le quisiste?

- Sí. - me sinceré.

- ¿Más que a mí? - soltó con gran desafío, deseando analizar mi expresión facial más allá de mi sola respuesta.

Deseando leer la verdad en mi rostro.

Y, de nuevo, no le mentiría.

Por medio de un pesado suspiro, empujé rápido su cuerpo de nuevo contra el colchón. Sacándole de encima de mí, para hacer que su espalda colapsase contra las mullidas telas. Y, de esa forma, bajo la sorpresa de su mirada, me coloqué a horcajadas sobre su cuerpo una vez más. 

Observando cómo me miraba tan... Fascinado.

Entonces, me recosté sobre su cuerpo, como él había hecho sobre el mío. Apartando mis cabellos, besando su pecho y mordiendo uno de sus pezones como castigo. Torturándole lo suficiente antes de recostarme del todo, mirarle fijamente y poder decirle.

- A él le quise, pero a ti, jodido sinvergüenza... A ti te amo con una obsesión enfermiza. - susurré sensualmente sobre su piel, muy cerca de sus labios y con sus manos recorriendo mi rostro y mi cuello. Apartando mis cabellos, mirándome con tanto amor. - Haces que me estremezca casi de una forma virginal con tan solo mirarme. Eres la razón de que este infierno en el que vivimos se sienta tan caliente, Chishiya... Eres una puta religión para mí y ningún otro hombre, mujer o cualquier otro género de este mundo... 

- Jamás me ha hecho sentir así. - completó mis palabras.

___________________

¿Opiniones?

Dejadme un voto y qué os ha parecido, por favor.

Lamento la demora, pero he estado muy enferma los últimos días. 

Lo siento de corazón.

Nos leemos en 2 días, un beso.

Continue Reading

You'll Also Like

659K 96.5K 96
Toda su vida fue visto de menos y tratado mal por las personas que decían ser su familia, estaba cansado de que todas las noches llorara por aunque s...
218K 15.6K 32
Con la reciente muerte de su padre el duque de Hastings y presentada en su primera temporada social, Annette empieza a acercarse al hermano mayor de...
177K 23.1K 115
𝐅𝐀𝐊𝐄 𝐂𝐇𝐀𝐑𝐌 || 𝙴𝚕 𝚎𝚗𝚌𝚊𝚗𝚝𝚘 𝚎𝚜 𝚎𝚗𝚐𝚊ñ𝚘𝚜𝚘, 𝚢 𝚌𝚘𝚗 𝚜𝚞 𝚋𝚎𝚕𝚕𝚎𝚣𝚊 𝚑𝚊𝚛á 𝚚𝚞𝚎 𝚝𝚎 𝚊𝚛𝚛𝚎𝚙𝚒𝚎𝚗𝚝𝚊𝚜. Teen Wolf...
2.5M 252K 134
Dónde Jisung tiene personalidad y alma de niño, y Minho solo es un estudiante malhumorado. ❝ ━𝘔𝘪𝘯𝘩𝘰 𝘩𝘺𝘶𝘯𝘨, ¿𝘭𝘦 𝘨𝘶𝘴𝘵𝘢 𝘮𝘪𝘴 𝘰𝘳𝘦𝘫...