EL MOTOCICLISTA Y EL UNIVERSI...

By MariaRose95

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Park JiMin, un omega universitario de veinticinco años, se da cuenta un día de que acaba de llegar un nuevo v... More

INTRO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE

CAPÍTULO SIETE

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By MariaRose95

JiMin se sentó en la banca del parque con un suspiro, mirando los alrededores brillantes de un nuevo día junto mientras el sonido de los pájaros luchaba contra el de los autos pasando por la carretera que había de fondo. Estaba cansado, se había levantado temprano esa mañana y admitía que le habría gustado dormir hasta tarde ese domingo, pero le había prometido a JungKook un helado, así que cuando TaeHyung llegó esa mañana ellos fueron directamente al parque para cumplir dicha promesa.

Aunque JiMin habría preferido un café, al menos ahora tenía a JungKook contento sentándose a su lado mientras comía su helado en cono, moviendo sus pies emocionado.

—¿Qué sabor pediste? —le preguntó con interés.

—¡Galletitas! —alzó su cono antes de volver a lamerlo—. Está rico —murmuró con dificultad.

—Me alegro, me alegro —asintió.

TaeHyung apareció con un helado de paleta que parecía ser de frutas, sentándose al otro lado de JungKook, su brazo extendido por el respaldo de la banca mientras se relajaba frente al sol de la tarde.

—¿Seguro que no quieres que te pida uno? —le preguntó a su amigo, pero JiMin sólo negó con la cabeza, bostezando—. Ah, JiMin. ¿Por qué estás tan cansado? ¿A qué hora llegaste a casa ayer? —entonces movió sus cejas—. ¿Dormiste?

JiMin viró los ojos. Entonces JungKook levantó su pequeña mano llena de helado hacia él.

—Sí, dormí en mi cama, yo solo —enfatizó y tomó el par de servilletas que trajo Tae para limpiar la mano que JungKook le tendió—. Ya se me va a pasar, aunque no sé por qué me siento tan cansado hoy —enrolló el papel y lo colocó en su bolsillo.

—La vejez —molestó TaeHyung, a lo que el omega se rió por lo estúpido que había sonado—. Pero en serio, siempre trabajas mucho, en algún momento tu cuerpo te va a traicionar —esta vez sonó un poco más serio.

—Mientras no sea cuando estoy en el restaurante, todo estará bien —bostezó y miró a JungKook una vez más, quien parecía muy entretenido con su helado y con ver a las personas caminar por el parque—. Cuando termines puedes ir a jugar si quieres, no tenemos nada más que hacer hoy —acarició su cabello y el niño lo miró sonriente.

—¡Sí! —celebró—. Gracias papi.

Ellos se quedaron un rato en aquella banca, mirando tranquilamente el parque mientras se sumían en un silencio cómodo y familiar. JiMin se tomó un momento para descansar su aturdida mente y TaeHyung se encargó de conversar con JungKook mientras el niño divagaba sobre cualquier cosa que se le pasara por la cabeza.

—Pero yo quiero un cuhete —dijo el pequeño como si estuviera teniendo una discusión muy seria y JiMin se dio cuenta de que se perdió por un momento porque no sabía de qué estaban hablando.

—¿Con qué dinero comprarías tu cohete? —preguntó TaeHyung, el palito de la paleta bailando en su boca entre cada palabra que decía. Su pie izquierdo apoyado sobre la rodilla contraria, semi recostado en la banca—. Que yo sepa los niños no tienen dinero —se notaba que sólo quería molestarlo.

—Voy a trabajar mucho —respondió JungKook, masticando los últimos pedazos del cono.

—¿De qué vas a trabajar?

JungKook bufó como si Tae fuera un tonto.

—Voy a trabajar de superhéroe —se jactó—. Luego me van a regalar mi cuhete.

TaeHyung lo miró sorprendido.

—¿Ah sí? ¿Qué poderes tienes?

—Cuando sea grande voy a tener superfuerza como el Señor Fantástico —explicó—, y derrotaré a todos los malos con mis puños —hizo la mímica de golpear a alguien, sus manos vacías porque se había acabado lo último de su cono—. Seré un alfa fuerte.

Entonces la expresión enternecida de JiMin se desfiguró en una mueca. Así mismo, TaeHyung frunció sus labios y miró a su mejor amigo en un instante, luciendo sorprendido. No es que ambos tuvieran el mismo pensamiento, pero Kim sabía qué podría estar pensando JiMin en ese momento y lo acompañaba en su consternación por simple reflejo.

—JungKook —llamó JiMin. Los ojos de su hijo lo miraron con inocencia—. ¿Por qué un alfa? Podrías ser un omega o beta fuerte también —mencionó.

—Pero el Señor Fantástico es un alfa —razonó como si fuera lógico—. Yo quiero ser un alfa como el Señor Fantástico y golpear a los malos.

—Bueno, aun no te presentas, no sabemos qué puedes ser —continuó JiMin, tomando otra servilleta para limpiar la cara de JungKook en donde habían rastros de helado y galleta—. No quiero que te decepciones si resulta que te presentas como un omega o un beta.

JungKook frunció sus labios como si no estuviera satisfecho con eso.

—Seré un alfa, papi —afirmó y se bajó de la banca—. Voy a jugar.

Entonces el niño corrió hasta el pequeño parque infantil y saludo a su papá desde donde estaba mientras se subía los pequeños juegos. TaeHyung sólo silbó y se acercó un poco más a JiMin, quien lucía como si el tiempo se hubiera congelado.

Hasta la fecha, no había escuchado a JungKook hablar sobre su presentación o siquiera considerar qué jerarquía podría ser. Se había encargado de que ese no fuera un tema que preocupara su hijo, le enseñó desde pequeño que no importaba qué fuera, seguiría siendo JungKook. Esto había sido como un baldazo de agua fría.

—Tranquilo, sólo lo dice porque su superhéroe favorito lo es —escuchó la voz de TaeHyung consolarlo, aunque no había nada que consolar porque no era un problema que JungKook quisiera ser un alfa, ¿no?—. Los niños son así, no es el fin del mundo —agregó, quitándose el palito de la boca.

No, no lo era.

Sin embargo, JiMin se dio cuenta de que se sentía un poco como si lo fuera.

—No tiene nada de malo que quiera ser un alfa, ¿lo sabes, verdad?

JiMin pasó saliva y asintió, cruzándose de brazos mientras trataba de relajarse sobre la banca.

—Lo sé, lo sé —dijo—. Sin importar qué jerarquía sea, puedo manejarlo —quería creer que sí—. Es sólo que me preocupa que... ya sabes.

—No se va a parecer a él.

JiMin mordió el interior de su mejilla, encogiéndose un poco sobre su lugar. JungKook brincaba, reía y corría por el parque junto a un par de niños, probablemente escapando para no ser congelado o por algún otro juego que implicara persecuciones. Él no iba a cambiar su personalidad por la jerarquía que le tocara, él seguiría siendo así de risueño y encantador aun si le tocara ser un hormonal alfa lleno de testosterona.

—Lo sé —trató de sonar seguro, evitando la mirada de TaeHyung—. Es imposible que se parezca a él más de lo que ya se parece —murmuró sin poder evitarlo.

—JiMin...

—Nueve meses dentro de mi para que sea una copia perfecta de HyunSoo —su voz venía cargada con un sentimiento diferente ahora, resentimiento e incredulidad—. No puede ser un alfa, sería el jodido colmo.

TaeHyung suspiró rendido y rodeó los hombros de su amigo, apretándose contra él mientras acariciaba su brazo. JiMin se dejó hacer, sintiéndose culpable por lo que había dicho, quedándose callado de una vez para no seguir metiendo la pata. Se había planteado el escenario las suficientes veces como para creerse capaz de lidiar con él, pero ahora se daba cuenta de que seguía siendo complicado. Imaginar a JungKook como un alfa, como un tipo igual a su ex, le daba dolor de estómago.

Sin embargo, había una verdad que ni él ni nadie podían refutar, y esa era que sería mucho más fácil lidiar con JungKook si se presentaba como un omega, incluso como beta; de un alfa no tenía base en absoluto, había leído los suficientes libros como para saber que esa era una tarea que requería ayuda que él no tenía.

—Todavía falta para su cumpleaños y quién sabe cuánto tiempo más le tome presentarse luego, todavía tienes tiempo para pensar en eso.

—Gracias, Tae —lo miró con cariño, un poco cansado también—. Si no estuvieras aquí me daría una crisis —le sacó la lengua.

—Tienes suerte de que no te pueda cobrar todavía —molestó y JiMin viró los ojos—. Hablando de cobrar, los del centro en el que estoy trabajando como asistente están pensando en subirme el sueldo —contó.

—Eso es genial —le sonrió, un poco más animado ahora—. ¿Qué te dijeron? ¿Tanto talento tienes para cuidar a los viejitos? —se rió y su amigo aun así se jactó de ello.

TaeHyung había sido bien recibido en el geriátrico en el que realizó sus prácticas el año pasado, al parecer el lugar vio mucho potencial en él y lo quisieron acaparar ese año a sólo meses de que terminara su carrera. Seguía siendo un asistente con supervisión durante cada turno, pero era un buen trabajo, al menos TaeHyung lo disfrutaba.

—Qué te puedo decir, me aman —se encogió de hombros—. El requisito es que sume horas a mi horario, pero si trabajo ocho horas me voy a querer matar cuando comiencen las clases, así que tuve que pedirles que me esperaran un poco más. Reza para que no me despidan —seguía siendo un trabajo poco formal, después de todo.

—No creo que lo hagan, no es como que haya muchos casi-profesionales rogando por un puesto en un geriátrico —se rió cuando su amigo le dio un golpe en el hombro—. Ay, no seas agresivo.

—Agresivo tú, que no me has dicho cómo te fue en tu cita y me miras feo cada vez que te pregunto —dramatizó, mirándolo como si estuviera siendo traicionado—. Tengo sentimientos y los estás hiriendo, ¿lo sabías? Estuve esperando toda la noche y toda la mañana una confirmación de que te fue espectacular.

JiMin se quejó y trató de apartarse del otro, pero TaeHyung lo jaló de vuelta. Insistiendo en que le contara, pero JiMin ya se estaba riendo.

—Me fue bien, ¿contento?

—Insatisfecho, mejor dicho.

—No tengo que contarte todos los detalles de mis citas, Tae.

—Lo tendrás que hacer hasta el día en el que me muera o consiga una pareja y por como van las cosas espero que vayas pensando en qué tipo de lápida me vas a comprar.

JiMin se carcajeó y negó con la cabeza.

—No tengas tan poca fe en ti mismo...

—Ay cállate y cuéntame —lo sacudió.

Luego de hacerse de rogar un poco más, JiMin le contó a TaeHyung todo lo que el desesperante beta quería saber. En sí, no había mucho que contar: no fue una cita extravagante ni mucho menos, sólo fue un lindo paseo en el parque. JiMin no creía que hubieran muchas cosas en las cuales resaltar. TaeHyung, por otro lado, escuchaba cada palabra con una expresión que demostraba lo mucho que estaba conteniendo su propia emoción. Sin embargo, sacudió a JiMin una vez más cuando este le comentó sobre el pequeño beso de despedida que le había dado al alfa y terminó con un moretón en el brazo, pero no se veía arrepentido.

—Tae, no nos vamos a casar —creyó importante recordárselo.

—¡Pero eso no quita que esté muy feliz por ti! —seguía eufórico—. Mierda, tienes muchísima suerte, sólo a ti te puede tocar que un alfa sexy se mude al lado y que aparte esté interesado en ti.

—Supongo que necesitaba un poco de suerte, para variar —se encogió de hombros con una sonrisa, cruzándose de piernas sobre el banco mientras le echaba otra mirada a JungKook para saber que estuviera bien—. Lo único que me conflictúa es JungKook.

—¿Sobre su jerarquía o sobre YoonGi?

—Ambas cosas, pero por el momento sería sobre de YoonGi —suspiró—. No quiero que se encariñe mucho y que luego YoonGi decida irse a la mierda, pero me lo pone difícil.

—¿Por qué lo dices?

—Nos invitó a un picnic y quiere que JungKook vaya —TaeHyung lo miró sorprendido—. ¿Lo ves? No sé qué decirle, se me hace tierno, pero también raro.

El beta lo pensó un momento.

—¿Y qué te dice tu lobo? —señaló con su mentón.

JiMin casi se ríe.

—Mi lobo quiere que me acueste con él.

—Ah, bueno —TaeHyung se carcajeó—. ¿Cuándo le vas a dar lo que quiere?

—Vete a la mierda.

El beta volvió a reírse mientras JiMin viraba los ojos, tratando de retener sus propias risas. No quería que el otro creyera que había perdido la actitud del principio cuando conoció a YoonGi, pero tenía que admitir que el encantador alfa comenzaba a volverse una pequeña debilidad para él.

—Deberías aceptar, ¿qué es lo peor que puede pasar? —el beta se encogió de hombros, JiMin lo miró con una mueca—. No podría haber algo peor que aullarle a la luna, estarás bien.

—Ay, déjalo —lo empujó—. Fue tierno.

—Fue raro —quiso molestar—, pero bueno, nadie es perfecto —se rió cuando JiMin volvió a empujarlo.

—¡Papi! —ambos se giraron hacia el niño, quien caminaba hacia ellos a toda velocidad con algo en la mano, alzándolo como si hubiera acabado de encontrar un tesoro—. Mira papi, mira, para ti.

JiMin tomó la pequeña roca en su mano, preguntándose por qué JungKook se veía tan emocionado hasta que le encontró la forma de un corazón. Una sonrisa enternecida se formó en sus labios y miró a su hijo con cariño.

—¿Te gusta?

—Sí, mi amor —acarició su mejilla—. Gracias por el regalito, lo guardaré en una cajita para tenerlo seguro.

JungKook se veía orgulloso no sólo de su hallazgo, sino de haber hecho sonreír a su papá, así que se regresó contento por donde vino para seguir jugando mientras JiMin detallaba un poco mejor en la roca que había encontrado.

—¿Lo ves? No se va a parecer a él —escuchó hablar a TaeHyung y lo miró con interés—. Tiene un corazón demasiado grande como para que lo estropeen un par de hormonas de alfa. Sea lo que JungKook sea, estará bien —aseguró.

JiMin quiso creer que sí y se refugió en esa idea.

Él iba a estar bien.

JiMin cerró el refrigerador con su pie una vez logró sacar todos los ingredientes que cabían en su mano, caminando hasta la encimera de la cocina para comenzar a hacer el almuerzo.

Era martes y agosto comenzaba, la semana había sido decente hasta la fecha y JiMin esperaba que así continuara, después de todo ese día era día de pago y no podía haber mejor día que el día de pago.

Mientras tarareaba una canción que probablemente había salido de alguno de los programas que veía su hijo, cortó los vegetales que iba a usar para el almuerzo y esperaba paciente a que JungKook hiciera acto de presencia en la sala para decirle que iba a cocinar su plato favorito.

Sólo habían pasado dos días desde que habló con TaeHyung en el parque y no había tenido un momento para hablar con YoonGi porque se encontraba bastante ocupado. Lo único que no cambiaba eran los encuentros en los pasillos constantes y los saludos coquetos que se dedicaban mutuamente.

—Uh, creo que me falta algo —murmuró con sus cejas fruncidas, dejando el cuchillo de lado.

De repente, escuchó un grito, un ruido sordo y luego el llanto de JungKook.

JiMin dejó todo lo que estaba haciendo y de inmediato corrió hacia el baño lo más rápido que pudo. Se encontró con su hijo a mitad de camino, empapado y llorando.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —lo cargó en sus brazos, preocupado, revisando su cara y su cuerpo en busca de heridas—. ¿Por qué estás todo mojado?

Entonces se dio cuenta que desde el baño un charco de agua se extendía rápidamente hacia el pasillo y los balbuceos de JungKook quedaron en un segundo plano porque no podía creer que su jodida casa se estuviera inundando.

—Mierda, no, no... —dejó al niño en el suelo y se apresuró a entrar al baño—. Espera ahí.

Dentro del baño, JiMin se encontró la llave del lavabo tirada en el suelo, de su lugar salía un chorro de agua que no paraba y mojaba el suelo con rapidez. él se quedó estático un momento, pensando en qué hacer, y le pareció conveniente intentar primero encajar la llave en donde se supone que iba, pero obviamente eso no dio resultado. Resopló estresado, tomó una toalla y la colocó encima del lavabo, esperando conseguir más tiempo para pensar en otra solución.

De fondo, podía escuchar a JungKook hipando por el llanto, quien extendía sus brazos hacia él para que lo volviera a cargar y lo consolara.

—Espera, espera —le dijo, tratando de solucionar el problema con lo que tenía a la mano.

Un segundo más tarde JiMin caminaba hacia el pasillo del edificio, adentrándose al final del mismo para abrir el pequeño compartimiento en donde se encontraban las llaves de agua generales de los departamentos. Cerró la suya y suspiró agotado.

Bueno, sin agua su casa no podría inundarse, pero ahora no podría darse una ducha.

—Papi...

JiMin se giró hacia JungKook, quien se asomaba por la puerta semi abierta de su casa, su cara roja por el llanto. El omega caminó hasta él para cargarlo por fin, abrazándolo como su hijo quería que lo hiciera mientras se deshacía en un nuevo llanto.

—Está bien, ya pasó —acarició su espalda, entrando a su casa y cerrando la puerta—. Voy a encontrar la manera de arreglarlo, tranquilo.

—Perdón papi... perdón, lo rompí —murmuró lleno de tristeza.

—Está bien, fue un accidente —consoló mientras caminaba de vuelta al baño para ver el daño con más calma.

Ya no caía agua pero el suelo seguía mojado, la toalla que usó para detener el flujo de agua se encontraba en el suelo y la llave rota dentro del lavamanos. JiMin suspiró y miró hacia el techo un momento, imaginando que la luna estaba ahí y preguntándole si acaso ella quería que él se muriera de un infarto. La casa se caía a pedazos, era verdad, pero no podía creer que incluso las malditas llaves de agua no funcionaran.

Se encargó de tranquilizar a JungKook del todo, lo secó y lo cambió de ropa. Al parecer, el niño se montó en su banco para lavarse las manos luego de usar el baño y la llave del agua giró de más, provocando que se comenzara a colar el agua. Él trató de cerrarla cuando se dio cuenta, pero la llave se quedó en su mano, dejando salir un chorro que lo asustó y lo hizo caerse al suelo, en donde se mojó por culpa del charco ya formado. La caída fue suficiente para darle un susto de muerte y dejarle un moretón en su brazo, así que por eso estaba llorando.

Mierda, JiMin se sentía horrible. Si lo hubiera vigilado mejor eso no habría pasado, pero la llave estaba a nada de romperse de todos modos, de por sí lidiaban con la gotera insufrible del lavabo, pero no creía que JungKook fuera el desafortunado.

Ahora, bueno, debía arreglar la llave.

Obviamente él no sabía arreglar esas cosas, la única vez que lo intentó hizo un desastre y su padre se encargó de solucionarlo. Ahora, sin su padre, sólo tenía a alguien en mente.

Decidió que no iba a hacer un drama al respecto esta vez y, mientras JungKook jugaba en la sala ahora más tranquilo, le envió un mensaje a YoonGi.

No pasó mucho tiempo para que recibiera una respuesta.

JiMin apretó sus labios, tratando de retener una sonrisa boba que luchaba por salir. ¿Lindo? ¿Le había dicho lindo? Eso no debería haber golpeado tan fuerte en su ego, pero lo hizo, también provocó que una felicidad ridícula subiera por su estómago y le provocara una risita tonta. Mierda, admitía ser fan de los cumplidos, pero no podía permitirse ser tan predecible.

Su lobo se contoneaba contento, sin embargo, satisfecho con el alfa. Mientras tanto, JiMin volvió a mirar el mensaje y repitió "lindo, cree que soy lindo" un par de veces mientras secaba el suelo del baño.

Bueno, quizás podía disfrutarlo un rato.

JiMin terminó de cocinar luego de un rato, comió con JungKook y se fue a vestir para estar listo cuando fuera el momento de irse al trabajo. Le avisó a EunJin que seguro iba a llegar un poco tarde y a su jefe también, metiendo una excusa. EunJin prometió que cubriría su puesto hasta que llegara, pero le hizo prometerle una salida algún fin de semana, así que él aceptó.

Cuando la hora llegó, JiMin se encontraba vestido y con JungKook preparado para ser dejado con la niñera. El reloj marcó las cinco y media cuando YoonGi tocó su puerta.

El omega se arregló las arrugas inexistentes y corrió a abrirla.

YoonGi se presentó del otro lado vistiendo un par de pantalones sueltos de jean y botas timberland, con una camiseta blanca lisa holgada y un par de brazaletes decorando sus muñecas, uno de ellos era en realidad una coleta para su cabello y otro tenía púas. Incluso usaba un collar con estilo de cadenas y JiMin se sintió un poco pequeño con el uniforme del restaurante.

—Hey —saludó YoonGi.

—Hola, YoonGi —se apartó de la puerta con una sonrisa contenta—. Pasa, pasa.

—¡Señor YoonGi! —saludó JungKook, corriendo hacia la entrada.

—Hola, chiquitín —se agachó para saludarlo, chocando los puños con él—. ¿Qué tal?

—Todo bien, pero se rompió el baño —señaló el lugar mencionado, YoonGi lo miró con interés—. Fue un accidente —juntó sus manos, jugando con sus dedos.

—Me imagino que sí, voy a ver qué puedo hacer —arrugó su nariz con ternura y se levantó del suelo, mirando a JiMin—. Revisaré cuáles son las medidas, luego iré a comprar una llave nueva y lo arreglaré lo más rápido que pueda. ¿Te molesta si las llaves no son iguales?

—Me da igual, sólo quiero que esté bien —jadeó una risa—. Gracias, otra vez, de verdad. Te pagaré cuando regrese —propuso—. También, uh, ¿te parece si haces hoy la mitad del arreglo y luego la otra? No me gustaría llegar muy tarde —preguntó con un poco de preocupación en su tono, no es como que su jefe fuera un ogro, pero la verdad le preocupaba que quisiera aprovecharse de eso después.

YoonGi zumbó.

—Creo que sería mejor que lo haga todo hoy, sino no vas a tener agua hasta mañana y tendrías que llegar tarde otra vez. Es mejor si esperas un poco, luego no te molestará más, ¿bien?

JiMin dejó caer sus hombros y asintió. Tenía sentido, al menos YoonGi entendía su apuro, y realmente estaba pidiendo un favor así que no podía ser demasiado exigente.

—Voy a revisar el daño primero, quizás arreglarla sólo me tome cinco minutos, ¿sí?

El omega volvió a asentir y siguió al alfa hasta el baño.

YoonGi revisó la pieza rota, ojeando de igual manera el grifo de agua y la otra llave aparentemente funcional, pero no se veía del todo convencido.

—¿Y? —JiMin se asomó con curiosidad.

—Déjame ir por mis herramientas —propuso, saliendo del baño para ir hasta su propia casa.

JiMin comenzó a desanimarse mucho más porque eso no podía ser una buena señal en absoluto.

Cuando YoonGi abrió la puerta de su casa, Holly salió a saludarlo y JungKook fue al encuentro con el perro, riendo mientras el animal lamía su cara y saltaba de un lado a otro a su alrededor.

—Compórtate Holly, recuerda que estás en casa ajena —le advirtió YoonGi al perro cuando regresó a la casa de JiMin. Holly sólo movía su cola contento, dejándose abrazar y acariciar por JungKook.

JiMin se colocó en el marco de la puerta mientras YoonGi dejaba la caja de herramientas a un lado, observando el lavabo una vez más. Desde ese lugar tenía una vista perfecta de JungKook y del alfa al mismo tiempo. Por un lado, Holly saltaba de un lado a otro mientras JungKook le lanzaba sus juguetes para que los fuera a buscar, y por el otro, tenía a YoonGi desarmando gran parte de su lavabo.

—¿Entonces... sí está rota? —preguntó a sabiendas de la respuesta, su tono de broma acompañando el claro chiste, aunque admitía estar nervioso por la respuesta.

—Bastante rota —respondió YoonGi con una sonrisa que no pudo retener, tan sorprendido como divertido por la pregunta de JiMin—. No solo esta llave, sino el grifo. La otra llave se ve muy desgastada también, así que probablemente se rompa en poco tiempo —lo miró un momento, JiMin formó una expresión dolorida—. ¿Tienen goteras?

—Sí, pero simplemente nos acostumbramos —se encogió un poco en su lugar, YoonGi apretó sus labios con una expresión comprensiva en su rostro—. Dime que la llave tiene arreglo y que no va a tomarte más de cinco minutos, por favor.

YoonGi se quedó callado un momento, mirando el lavabo.

—Escucha —comenzó, apoyándose sobre el lavabo para mirar a JiMin con su mejor cara de malas noticias—, tienes dos opciones: la primera es que arregle solo la llave rota y me vaya, pero dentro de poco se te va a romper la otra y probablemente el grifo se salga de su lugar. La segunda opción es que me dejes arreglar todo el lavabo, lo cual me tomará una hora aproximadamente, pero no vas a tener que sufrir por esto otra vez —señaló—. Tú me dices qué quieres hacer.

JiMin se dejó caer contra el marco del baño entre quejidos estresados, sufriendo en su lugar mientras procesaba lo que YoonGi le había dicho. Mierda, ¿por qué tenía que vivir en una casa hecha de papel? Se lamentó por ello un total de un minuto, apoyando su frente contra la pared.

—Bien, mira —suspiró, mirando a YoonGi con tristeza—. Haz todo lo que dijiste, no quiero no hacerte caso y que me pase algo parecido a lo que sucedió con la puerta. Ya avisé que llegaría un poco más tarde al trabajo de todos modos —explicó resignado.

—Perfecto —tomó otra de sus herramientas, dispuesto a sacar una pieza en específico. JiMin sólo formó un pequeño mohín con sus brazos cruzados, luciendo decepcionado. YoonGi sólo le sonrió—. No pongas esa cara, te juro que lo puedo arreglar —aseguró, llamando la atención del omega—, pero por favor, no rompas más nada porque mis habilidades para arreglar cosas no van más allá de cerraduras, lavabos, motos y autos —agregó con diversión.

JiMin apretó sus labios para no reírse, un poco más animado ahora.

—Y yo que pensé que eras una especie de mesías salido de "Hermanos a la obra" —se burló—. Ahora estoy un poco decepcionado.

YoonGi lo miró divertido, ladeando una sonrisa.

—Ah, te haces el chistoso.

—Me gusta hacerme el chistoso —molestó Park.

YoonGi se rió por lo bajo, finalmente sacando la pieza que quería no sólo de la llave, sino también del grifo.

—Bueno —se acercó un paso, mostrando ambas piezas en su mano. JiMin sólo lo miró con interés, quedándose en su lugar mientras el alfa se acercaba lo suficiente como para que su presencia fuera sofocante en un muy buen sentido—. Iré a la ferretería con esto, conseguiré un grifo y un par de llaves de estos tamaños y arreglaré tu lavabo como un mesías salido de "Hermanos a la obra" haría —arrugó la nariz con diversión y se apartó, caminando hacia la salida de la casa—. ¿Te molesta si Holly se queda acá?

—No, está bien. Anda tranquilo —lo dejó irse, dándose cuenta de que había retenido el aliento hasta ese momento, así que carraspeó—. Ten cuidado —le dijo a JungKook una vez estuvieron solos—, ¿recuerdas cómo se tratan a los animales, no?

—Con amorcito —respondió JungKook, acariciando con delicadeza la cabeza del perro—. Holly es un lindo perrito y hay que darle mucho amorcito —continuó mientras el perro se recostaba en su regazo y él se reía emocionado—. Mira papi.

—Sí, lindo perrito —se decidió por acariciarlo también.

Cuando YoonGi regresó, llevaba una bolsa de compras de la ferretería que se encontraba a unas cuadras de la casa. Para ese momento debían ser casi las seis de la tarde y el horario de JiMin había comenzado, pero el omega no se preocupó demasiado por eso y esperó paciente a que el otro terminara con lo suyo.

Mientras tanto, claro, ellos podían conversar.

—Prometo no romper nada pronto, no quiero que pienses que me estoy aprovechando de tu hospitalidad.

YoonGi se rió mientras desarmaba por completo el lavabo.

—No pasa nada, de verdad no me molesta. Además, me han dicho que tengo talento para arreglar, mi hermana me llama todas las semanas para pedirme que arregle cualquier cosa en su casa.

A JiMin le pareció una imagen tierna y se sintió mucho más curioso por la vida de YoonGi. Sabía que tenía una ex novia, una hermana y dos sobrinos revoltosos, además de un negocio a su nombre y que era talentoso para ser el tipo al que llamarías para que te ayude con algo. ¿Qué más podía descubrir de él?

—¿Cómo se llama tu hermana? —preguntó, otra vez apoyado en el marco del baño. JungKook se encontraba en la sala, viendo televisión con Holly.

—Min SooYoung —contó YoonGi—. Es dos años menor que yo, creo que tiene tu edad de hecho.

—¿Y tiene dos hijos? —preguntó un poco más alto de lo que esperaba, luego se arrepintió—. Perdón, eso sonó fuera de lugar, no tiene nada de malo que ella los haya tenido jóven, soy quien menos derecho tiene de criticar a alguien por eso —explicó con nerviosismo—. Sólo me sorprendí un poco; yo a JungKook lo tuve a los dieciocho, un mes después cumplí diecinueve, pero todavía sentía que era mucho.

El alfa se rió, negando con la cabeza.

—Son pequeños, el mayor tiene cinco recién cumplidos y el menor tiene tres años, él cumplió en enero si mal no recuerdo —explicó, agachándose para buscar algo en su caja de herramientas—. Los tuvo a los veintiuno y veintitrés.

—Ah, tiene sentido —comentó, haciendo cálculos en su cabeza—. JungKook va a cumplir siete en septiembre y yo veintiséis en octubre.

—¿Ah sí? ¿Planean hacer algo en sus cumpleaños? ¿Qué días caen?

—El de JungKook es el primero de septiembre, por el momento no tengo mucho planeado, pero sé que quiere algo de superhéroes y cosas así —bajó un poco su voz, colocando su mano al lado de su boca como si estuviera contando un secreto.

YoonGi zumbó mientras se concentraba en encajar una de las nuevas llaves en su lugar. Esta era bastante parecida a la que se había roto, se notaba que el alfa había hecho el esfuerzo para que quedara igual y JiMin lo notó, así que formó una pequeña sonrisa. Aunque su buen ánimo no se debía sólo a eso, gran parte del mismo se originaba porque tenía a Min YoonGi forcejeando en su baño, apretando los músculos de sus brazos mientras hacía su trabajo.

JiMin observó cada movimiento con total atención.

—¿Y tu cumpleaños cuándo es? —lo miró un momento, al parecer había acabado de apretar algo y ahora miraba a JiMin con interés, dejando su herramienta un momento—. Dijiste que cumpliste un mes después de que JungKook naciera, ¿quizás el primero de octubre? —trató de adivinar.

—Cerca, en realidad es el trece.

YoonGi se quejó por haber errado.

—Estaba a punto de decir trece.

JiMin rió.

—Claro, sí, sí. Te creo —asintió, hablando con ironía. YoonGi le sonrió y le enseñó la lengua antes de continuar con el lavabo—. Qué maduro de tu parte.

—Soy la persona más madura que conocerás en tu vida —JiMin se rió con un poco más de ganas esta vez—. Ah, ahora te ríes de mí, no puedo creer que esté arreglando tu lavabo.

JiMin trató de controlar su risa, no entendía por qué se le hacía tan gracioso, el chiste ni siquiera fue bueno en absoluto. Simplemente se sentía estúpidamente risueño al lado del alfa, con una sensación de cosquilleo que acariciaba su estómago y le obligaba no sólo a sonreír, sino a mirar al otro como si fuera un total comediante. No recordaba haber sentido así desde hacía años, quizás con HyunSoo, pero pensar en ello lo pondría de malhumor.

De repente, fueron interrumpidos por el celular de JiMin, quien se excusó con YoonGi y caminó hasta la sala en donde se encontraba el aparato, levantándolo de la mesa y viendo que el nombre de EunJin brillaba en la pantalla.

—¿Hola? ¿EunJin?

JiMin, es martes —fue lo primero que dijo ella, el apuro escuchándose en su voz—. Hoy viene Choi.

La cara del omega palideció.

—Mierda, lo olvidé —se lamentó, sintiendo pánico un momento—. ¿Ya llegó? No sé ni qué hora es —nervioso, miró hacia JungKook, quien dormitaba con Holly en el sofá.

Son las siete, JiMin. Todavía tienes tiempo antes de que llegue —explicó—. Lo puedo atender si aparece antes, pero ya sabes lo que hizo la última vez que se enteró que alguien no estaba en su turno.

JiMin lo sabía, ese había sido el último día de uno de sus antiguos compañeros: EunWoo. El omega no pudo llegar aquel día porque se encontraba enfermo y a pesar de que su jefe le había dado el día libre, cuando el caprichoso Choi se enteró de que su camarero favorito del momento no se había presentado a trabajar, automáticamente pidió que lo despidieran. Su jefe no pudo hacer nada, o más bien no quiso meterse en problemas con el casi dueño. JiMin se volvió el favorito del viejo tiempo después y la situación se sintió como una condena en su momento.

Por un tiempo los demás camareros le pidieron a EunWoo que tratara de llevar el caso a las autoridades porque no podían creer que hubiera sufrido un abuso de poder como ese. Sin embargo, el omega se negó a meterse en ese tipo de drama con un rico que tenía todas las de ganar y las acciones del viejo Choi quedaron impunes.

Recordando todo eso, JiMin sintió pánico.

—¿Crees que me haga lo mismo que le hizo a EunWoo?

Mira, yo no me arriesgaría —fue su respuesta—. Te consigo todo el tiempo que quieras, pero ven ahora.

EunJin colgó y JiMin tuvo que retener un chillido de estrés. Llegar al trabajo le tomaba media hora y quizás quince minutos esperando el autobús en un buen día. Choi llegaba siempre a las ocho en punto, a lo mucho a las ocho y cuarto y a veces a las siete y media, así que debía salir rápido de casa. De inmediato, corrió hacia donde estaba JungKook y lo bajó del sofá con todo el amor y delicadeza que tenía en su estresado cuerpo.

—Vamos con la señora Hwang, me tengo que ir —le avisó, mientras el niño despabilaba del sueño.

—Pero yo me quiero quedar con el señor YoonGi y con Holly —el niño decía con tristeza, mirando al animal.

—Lo siento amor, será otro día.

JungKook comenzó a lloriquear y JiMin lo cargó para poder manejarlo mejor, tomó su mochila y su oso de peluche, caminando lo más rápido que podía.

—¡Regreso en un momento! —le avisó a YoonGi y salió de la casa.

El alfa parpadeó sorprendido, asomando su cabeza por el baño para asegurarse de que JiMin de verdad había salido de la casa y de que no habían sido alucinaciones suyas. Luego miró a Holly, el perro se acercó a donde estaba con una cara que se veía igual de confundida y él se encogió de hombros, demostrándole que tampoco sabía qué sucedía. A los minutos, apareció JiMin apurado, tomando sus propias cosas como si estuviera preparándose para salir, YoonGi dejó lo que estaba haciendo y salió del baño con una cara confundida.

—¿Está todo bien?

—No —contestó de inmediato, rebuscando entre los cojines del sofá—. Debo ir al trabajo ahora mismo y no encuentro mi maldita tarjeta para el autobús.

—¿Y qué haremos con el lavabo? Aún no termino.

JiMin se giró, mirándolo un momento.

—¿Puedes terminar mañana?

YoonGi frunció sus labios.

—¿Pero a qué hora regresas?

—A las doce —frunció sus cejas en preocupación

—Bueno a esa hora yo voy a estar durmiendo y mañana trabajo hasta las cinco, llegarías tarde otra vez, no tiene sentido. Es mejor terminarlo hoy —busco razonar, esperando sonar tranquilo para no alterar más al angustiado omega, el cual lloriqueó y continuó rebuscando entre los cojines—. ¿Y si mejor me dejas las llaves? —JiMin se detuvo y lo miró inseguro—. Termino con el lavabo, me encargo de cerrar la puerta y les dejo las llaves a la señora Hwang.

Bueno, no sonaba mal. A la hora en la que llegara ella estaría despierta esperándolo y no creía que el tiempo que YoonGi tuviera las llaves fuera suficiente para que les hiciera una copia, ¿cierto? Su lobo confiaba plenamente en el alfa, pero hacerlo ciegamente rayaría en lo estúpido. ¿Sólo sería un momento, no? No es como que le estuviera entregando una copia.

—Está bien, bueno, luego le digo a la señora Hwang que irás —aceptó, tomó las llaves y las colocó en las manos del alfa—. Ahora, si ves una tarjeta de autobús por favor, avísame —pasó a su lado, rebuscando entre los papeles de la mesa.

—También te puedo llevar —propuso como si no fuera la gran cosa.

—YoonGi, estás arreglando mi lavabo, me vas a guardar las llaves y literalmente has estado siendo lindo conmigo desde que llegaste, no puedes proponerme ayudarme todo el tiempo, esto ya es aprovecharse —explicó como si estuviera agotado, mirándolo con ojos cargados de culpa.

El alfa jadeó una sonrisa.

—JiMin, estás diciendo que debes llegar rápido, esperar el autobús tomará tiempo y las paradas harán el viaje más largo, en mi moto llegarás en menos de cinco minutos, déjame llevarte. No te estás aprovechando, yo quiero hacerlo —había una sonrisa en su cara, como si le pareciera tierno el estrés del pobre omega cuyo trabajo estaba perdiendo de un hilo en ese momento.

JiMin tomó aire, apretó los puños, miró al techo y largó un sonido estresado. YoonGi sólo retuvo una risa baja, esperando a que el omega terminara con su pequeña crisis para ir a buscar las llaves de la moto y el par de cascos.

—Bien, vamos —accedió Park.

YoonGi sonrió y se apresuró en buscar lo que hacía falta.

Bien, ahora JiMin le debía tres, increíble.

—Ya regreso, Holly —le avisó a su perro antes de cerrar la puerta.

JiMin suspiró con el casco en sus manos, ¿en qué momento había dejado que hasta el perro de YoonGi se metiera en su casa? Una cosa es que el alfa lo ayudara con un par de cosas, pero que lo llevara al trabajo se sentía muy diferente. Sabía que no era algo que habían acordado hacer más veces como si fueran una especie de relación seria, pero su lobo se encontraba más que satisfecho como nunca y suponía que el lobo de YoonGi también porque la sonrisa del pelinegro no desapareció en ningún momento.

El camino en moto fue, efectivamente, mucho más rápido de lo que habría sido si JiMin tomaba el autobús. EunJin no lo había vuelto a llamar, así que suponía que Choi no había llegado. Su trabajo estaba a salvo y él se bajó de la moto en el instante que YoonGi la estacionó media cuadra antes de llegar al restaurante.

—Se ve lindo —comentó YoonGi, mirando la fachada del lugar con el casco abierto para darle un vistazo más claro.

—Sí, lo es —jadeó JiMin cuando se sacó el casco—. Ten.

—No, quédatelo, después de todo tengo que venir por ti —movió su mano en un ademán.

—No, está bien, conseguiré que alguien me lleve —negó, tendiéndole de nuevo el casco.

—JiMin —su voz sonaba insistente—, no me molesta venir a buscarte.

—YoonGi —respondió con el mismo tono—. Salgo como a las doce, es muy tarde. No tienes que...

—Pondré una alarma —bajó los lentes del casco y quitó el soporte, haciendo rugir el motor para callar los reclamos del omega—. ¡Nos vemos!

Cuando arrancó, JiMin se alejó de la carretera con una cara llena de indignación pura. ¡El idiota ni siquiera le había dejado terminar! ¿Quién se creía ese tarado con su estúpida moto y sus estúpidos brazos musculosos? Aparte de su estúpida cara de ensueño.

De inmediato comenzó a refunfuñar, llamándolo "alfa terco" e "idiota" durante el corto tramo hacia la parte trasera del restaurante. YoonGi era un descarado, no lo podía creer, ¿acaso él no tenía poder de decisión? Quería golpearlo e insultarlo, patearlo, estrangularlo y luego besarlo, pero enojado.

Mierda, no podía dejar de sonreír. ¿Qué le pasaba?

—¡JiMin, por fin! —fue recibido por EunJin luego de atravesar la puerta trasera que conectaba con la cocina, en donde afuera de la misma la omega se encontraba recibiendo platos para entregar—. El viejo todavía no llega así que tuviste suerte. ¿De dónde sacaste ese casco?

—Larga historia —pasó a su lado y se adelantó hasta la zona en donde los camareros dejaban sus pertenencias, soltando su mochila con el cambio de ropa y el estúpido casco del estúpido Min YoonGi.

Se presentó con el jefe, se disculpó por la demora y se apresuró en ir hasta el frente de la zona de pago para comenzar a atender mesas, pero EunJin se adelantó y lo tomó del brazo, metiéndolo de nuevo a los casilleros.

—¿Qué te pasa? —la miró con reproche.

—Apestas —respondió ella mientras rebuscaba en su bolso.

—Mierda, gracias —se quejó—. No tengo agua en mi casa, perdón —agregó con ironía.

—No, apestas a hormonas —aclaró, sacando un paquete de toallitas húmedas, un parche para aromas y un rociador con inhibidores—. ¿Cómo no vas a tener agua en tu casa? ¿Desde cuándo vives en Latinoamérica?

—¡EunJin! —regañó.

—¡Perdón! —respondió con una risa atorada, apretando los labios mientras dejaba las cosas en una mesa que tenían al lado y sacaba un par de toallitas húmedas—. El punto es que hueles como si estuvieras diciendo: "alfas mírenme, estoy soltero", ¿cuándo es tu celo? —desabrochó los primeros botones de la camisa blanca del uniforme de JiMin, pasando las toallitas por su cuello, clavículas y hombros.

JiMin la miró con extrañeza.

—Eh... no sé, siempre es a inicios del mes.

Ella lo miró un momento, pausando sus movimientos.

—Estamos a inicios de mes, literalmente es primero de agosto.

JiMin se quedó callado un segundo.

—Bueno entonces es a mediados de inicios de mes, no puede ser ahora.

—¿Por qué no? —continuó ella, terminando con las toallitas para dejarlas a un lado y tomar el aerosol, echando un par de rociadas a ambos lados del cuello de JiMin—. A ver, no es que apestas-apestas, sólo hueles como más coqueto que antes. También tienes un olorcito a madera, ¿es de quien te dio ese casco? —inquirió con una expresión divertida.

—¿Por qué me estás interrogando? —casi se rió, luciendo una sorpresa que bailaba entre la incredulidad y la diversión mientras EunJin frotaba entre sus manos el parche para activarlo.

—No respondes ninguna de mis preguntas, ni siquiera sé por qué no tienes agua en tu casa. Tú eres el que no se está comunicando conmigo, por eso te interrogo —habló como si fuera la víctima de la situación, despegando el parche.

—No dejas de hablar, por la diosa —ahora sí se estaba riendo.

El pequeño parche en forma de cuadrado se dividía en dos pedazos que venían cargados con la misma cantidad de inhibidores. EunJin los colocó cuidadosamente en cada lado del cuello de JiMin por donde el aroma se extendía a través de su glándulas, cortando todo suministro de hormonas que pudiera llamar la atención de los alfas alrededor.

—Listo —ella palmeó sus hombros, luego tomó el inhibidor en aerosol y lo roció un par de veces más—. Me debes una —molestó, apretando una de sus mejillas.

—Le debo a todo el mundo —viró los ojos, abrochándose de nuevo el uniforme hasta el cuello—. Gracias.

—¿A quién le debes? —preguntó con curiosidad.

—Deja de ser tan chismosa —molestó, dándole un empujón antes de salir una vez más para atender a los clientes.

—¿Te acabo de salvar el culo con mis inhibidores y así es como me tratas? ¡No lo puedo creer! —se quejó a modo de berrinche.

JiMin sólo la ignoró mientras se reía.

A ver, comenzar a oler tanto era un problema, JiMin no recordaba la última vez que su aroma se hubiera vuelto lo suficientemente llamativo como para que hasta un omega se diera cuenta de que estaba cerca de su celo, pero suponía que YoonGi tenía que ver. Después de todo, había estado abrazado a él durante todo el trayecto al restaurante y quizás su lobo se emocionó de más, pero claro, él no sufría de ciclos de celos complejos desde que tuvo a JungKook, no iba a ser la gran cosa.

En fin, él tomaría un supresor por la mañana, se pondría un par de parches los días siguientes y estaría bien.

Minutos después el viejo Choi apareció como de costumbre, sentándose en su puesto de siempre como el jefe que él creía que era. JiMin puso su mejor sonrisa, arregló las arrugas de su uniforme, y procuró ser la persona más paciente en la tierra por las próximas horas.

Al menos tenía la imagen mental de un atractivo alfa arreglando su lavabo para distraerse.

Bajo la noche fresca de verano, JiMin se encontraba suspirando lleno de cansancio mientras los demás se despedían en las puertas del restaurante. Habían acabado de limpiar y de cerrar, la mayoría se había ido a casa y JiMin esperaba que YoonGi apareciera porque de hecho el alfa sí había puesto una alarma y de hecho sí le contestó el mensaje en donde le avisaba que había acabado de salir del restaurante.

—Entonces, este tal YoonGi —comenzó EunJin mientras esperaba a su lado, vestida con su ropa de siempre, la cual para JiMin siempre lucía como si estuviera a punto de salir de fiesta, juvenil y ridículamente atractiva—. Él se supone que te arregló la puerta, ahora el lavabo y también te vendrá a buscar —JiMin asintió, viendo la calle en espera de la farola de la moto—, ¿y me estás diciendo que no quieres salir con él?

—No es que no quiera salir con él, estamos saliendo en realidad —formó una mueca con sus labios—. Algo así —se encogió de hombros—. Sólo es complicado.

Le había contado a EunJin un resumen de lo que sucedía con YoonGi, claro que lo había hecho. En el momento que le dijo que estaba esperando a que alguien lo fuera a buscar ella no dejó de preguntar quién era, insistente como si se fuera a morir si no se enteraba de lo que sucedía. JiMin era un poco débil con ella, la sentía como una hermanita pequeña, así que le dio lo que quiso.

—¿Es complicado o lo haces complicado? —preguntó ella, sonriendo divertida cuando JiMin la miró con una expresión poco sorprendida—. Mira, no creo que sea complicado salir con alguien que te arregla la casa. Peor que mi ex no puede ser —aseguró.

—No sé si seguir consejos de alguien que se sigue acostando con la persona de la que se está quejando —miró hacia otro lado.

EunJin abrió la boca ofendida, buscando palabras para defenderse, pero sólo se vio como un pez fuera del agua. JiMin comenzó a reír y ella se apresuró a golpear su hombro.

—¡Ya no nos estamos viendo! —aclaró en alto, riéndose aun así porque el ataque de JiMin había sido muy acertado—. Hace como un mes de eso, deberías estar orgulloso de mi, ya hasta lo bloquee —se jactó.

—Estoy orgulloso de ti —afirmó con seguridad—. Él es el que me da pena, se nota que sigue enamorado.

—Pues nadie lo mandó a ser un imbécil durante toda nuestra relación —razonó, JiMin estuvo de acuerdo—. Y ya vi lo que acabas de hacer —acusó.

—¿Qué hice?

—Desviaste el tema, no me vengas con tus trucos psicológicos.

—No fue ningún truco —se defendió entre risas, aunque ella tenía razón en lo primero.

En ese momento, ambos omegas observaron con atención cómo la motocicleta de YoonGi se detenía justo a su lado. El alfa colocó el soporte de la moto con el pie para poder apoyarse sobre este y quitarse el casco, sonriéndole a JiMin en medio de las luces que iluminaban las calles aún suavemente concurridas de Seúl en la madrugada. Con su mano enguantada se peinó sus negros cabellos hacia atrás, luciendo animado a pesar de la hora, tan guapo como siempre.

—Hey —saludó con su encanto varonil.

EunJin dejó caer la mandíbula y JiMin apretó sus labios para no reírse, dándole un par de palmadas en la espalda a su amiga.

—Hola YoonGi —saludó JiMin con su voz un poco más dulce—, ella es EunJin —la mencionada levantó la mano y saludó con timidez, luciendo una sonrisa inocente que hacía brillar su juvenil rostro con encanto—. Es mi amiga del trabajo.

—Hola —dijo ella.

—Un gusto —el alfa le dedicó una inclinación suave y ella la imitó—, ¿necesitas que te acompañemos hasta que consigas un taxi?

—¿Eh? No, está bien —hizo un ademán con su mano, luciendo nerviosa—. Mi uber seguro llega en cualquier momento, estaba a diez minutos cuando lo pedí, así que... —entonces su celular resonó—. Oh, hablando de eso —enseñó la pantalla, animada—. Me voy, ¡un gusto YoonGi! ¡Nos vemos mañana JiMin! —se despidió del omega con un abrazo.

—Hasta mañana —JiMin agitó su mano como despedida cuando ella se apartó, viendo cómo EunJin corría hacia el paso de cebra para cruzar la calle, no sin antes hacerle señas a JiMin con los pulgares arriba y una expresión que gritaba lo emocionada que estaba por él.

—Se ve muy amistosa —comentó YoonGi, colocándose el casco una vez más.

—Sí, lo es —JiMin trató de no reír por las ocurrencias de la chica—. ¿La alarma funcionó entonces? —preguntó juguetón antes de colocarse su propio casco.

—¡De maravilla!

JiMin rió y se subió a la moto, abrazando a YoonGi con mucha más confianza ahora, recostándose sobre su espalda con comodidad mientras el alfa arrancaba el motor para irse a casa de una vez.

En la mente del omega no sólo reinaba el sueño, sino también la idea de que en un mundo perfecto, él podría acostumbrarse a eso. Su lobo contento, girando en el suelo por el escenario de un mundo ficticio en el que YoonGi fuera todos los días a buscarlo al trabajo. JiMin casi se ríe, era obvio que no había soltado del todo esa tendencia a fantasear de más, pero sería más fácil no hacerlo si no estuviera abrazando un alfa que se preocupó lo suficiente por él como para ir puntual a buscarlo.

El camino a casa se le hizo demasiado corto al omega, pero ellos no podían recorrer Seúl para siempre y él debía acostar a su hijo en su cama, así que se apresuró en ir a buscarlo luego de que YoonGi le dijera que lo hiciera una vez entraron al estacionamiento.

Como había llegado un poco antes de lo habitual, JiMin pensó que quizás encontraría a JungKook despierto y buscó su rostro con insistencia cuando la señora Hwang le abrió la puerta de su casa.

Sin embargo, el niño dormía en el sofá, como siempre. Abrazado de su oso de peluche con su mochila en el suelo y luciendo como si hubiera estado sentado esperándolo minutos antes.

A pesar de la pesadez de su pecho, JiMin le agradeció a la mujer y cargó a JungKook en brazos. Al parecer ese día habían hecho marionetas de papel, por lo que los dedos de JungKook se encontraban manchados de pintura al igual que su pijama. Su pequeña mochila debía estar llena de sus creaciones y él no podía esperar a que se las enseñara en la mañana.

La rutina se repitió en ese momento, él bajó del ascensor y caminó hasta la puerta de su casa, pero se sorprendió al encontrarse con el alfa apoyado en la pared, esperándolo quien sabe para qué, quizás queriendo desearle buenas noches.

—No tenías que esperarme —JiMin sonrió.

—Aun así aquí estoy —fue lo que dijo, sus cejas frunciéndose un poco cuando lo vio más claramente—. Oye, estás lleno de cosas —se apresuró YoonGi, tomando el oso de peluche que se sostenía por pura suerte—, déjame ayudarte.

El omega no dijo nada más que un "gracias" y se dejó hacer mientras YoonGi le quitaba el peso de la mochila mientras JungKook dormitaba en su hombro, murmurando balbuceos entre sueños. YoonGi también tomó las llaves y abrió la puerta, así que JungKook no se despertó por culpa del forcejeo por el que siempre debían pasar antes de entrar a la casa.

—Gracias, de verdad —le dijo suave bajo la bruma de la noche, encendiendo la luz de la entrada para no tropezarse—. Dame un momento, quédate ahí. Puedes dejar el oso y la mochila en el suelo.

YoonGi hizo caso, cerró la puerta y esperó al lado de la entrada. JiMin acostó a JungKook en su cama, encendió el ventilador y besó su frente mientras murmuraba lo mucho que lo amaba. Cuando regresó a la sala, se encontró con YoonGi tratando de colocar el oso de peluche sobre la mochila de JungKook sin que se cayera, pero fallando en cada intento. JiMin rió y dejó su propia mochila en una de las sillas del comedor.

—Déjalo así, está bien —palmeó su espalda una vez estuvo lo suficientemente cerca.

YoonGi suspiró rendido y se paró derecho de nuevo, dejando que el peluche cayera de cara al suelo. JiMin sólo miró al alfa con una sonrisa pequeña en su cara y es que dentro suyo estaba sintiéndose estúpidamente contento, como si el sueño que hace un momento tenía se hubiera esfumado como vapor para darle paso a una nube de buen ánimo, una especie de bruma que estaba atacando sus sentidos.

—Gracias, otra vez —le dijo en voz baja, no sólo por la hora o porque no quisiera despertar a JungKook, sino porque el ambiente se sentía delicado—. Creo que perdí la cuenta de los favores que te debo, debería comenzar a pensar en cómo pagarlos.

YoonGi rió entre dientes, encantador. Su nariz arrugada como si algo le estuviera produciendo ternura.

¿Era idea suya o YoonGi se veía mucho más guapo ahora que hacía un rato? Quizás era la cara de sueño que tenía, su cabello ahora despeinado o la ropa holgada de pijama que estaba vistiendo. Lo cual era raro porque ninguna de esas cosas significaba algo atractivo teóricamente hablando.

—Te juro que lo hago sólo porque quiero ayudar, no porque quiera algo a cambio —se encogió de hombros, cruzándose de brazos mientras detallaba el rostro de JiMin tal y como el omega lo estaba haciendo con él—. Claro, si a cambio quieres darme tu encantadora presencia, me parecería un ganar-ganar.

JiMin se rió avergonzado, negando con la cabeza.

—No digas eso —hizo un ademán con su mano.

—¿Por qué?

—Mi presencia no es encantadora —él también se cruzó de brazos, pero una de sus manos subió a sus labios, ocultando su tímida sonrisa entre sus dedos.

—Claro y mi nombre en realidad es Holly.

JiMin retuvo una risa estúpida. Eso tampoco había dado risa, pero él se sentía gracioso, no sabía ni cómo definirlo, sólo podía pensar en la palabra "gracioso". Una sensación que caló más fuerte en él que la que tuvo más temprano. Quería reír y sonreír, quería moverse un poco más cerca de YoonGi, quería olfatear mejor el aroma a madera que se filtraba por sus pulmones.

—JiMin, eso no dio gracia en absoluto —YoonGi dijo lo obvio, riéndose por la propia reacción atontada del omega.

—Ya lo sé, no me molestes —movió sus manos como si no fuera importante, un tono casi infantil y aterciopelado colándose entre las palabras que decía. YoonGi seguía sonriendo—. En fin, ¿cuánto te costó lo del lavabo? —señaló el baño con su pulgar—. Te lo tengo que pagar.

—Ah no, está bien.

El omega frunció sus cejas, esperando verse un poco más serio ahora mientras trataba de espantar la bruma que tenía dentro del cerebro.

—No, sí lo tengo que pagar, no te hagas el lindo y dime.

—¿El lindo? —YoonGi levantó ambas cejas, aunque no se veía sorprendido, más bien juguetón—. ¿Cómo es eso?

JiMin se sonrojó, los nervios revoloteando dentro de su estómago. El calor iba subiendo y su cuerpo entero se sentía más sensible de repente.

—Sólo dime el precio, no seas así —se quejó con voz aletargada, dándole un empujón en el hombro.

YoonGi aprovechó que JiMin lo tocó para tomar su mano, bajándola y usándola para atraerlo un poco más cerca de él, sus ojos fijos en los suyos mientras le dedicaba una mirada que JiMin juraba que lo tenía al borde, ¿al borde de qué? No tenía la más mínima idea.

—¿Así cómo, JiMin? —preguntó lento, suave y ronco. JiMin apretó sus labios y desvió la mirada, su cara caliente como el infierno mientras todo él se sentía demasiado pequeño en ese momento—. No te voy a decir el precio, ¿bien? Ya tiré la factura —molestó.

—Oh, entonces ya sé dónde está.

Rápidamente, JiMin se soltó del agarre de YoonGi y corrió hacia la cocina en donde se encontraba el bote de basura. YoonGi reaccionó un segundo después y corrió detrás de él, tratando de atraparlo entre tanto el omega se esforzaba para no reírse mientras sus intentos de llegar el bote de basura se veían entorpecidos por la manera en cómo YoonGi lo atrapó por la cintura, jalándolo lejos, levantándolo del suelo ocasionalmente.

No podían parar de reírse lo más silenciosamente que podían, cuidando sus movimientos para que hicieran el menor ruido posible a pesar de lo serios que estaban siendo con su lucha. Se sentía como una misión imposible, chillando y quejándose en voz baja mientras luchaban por quien llegaba a la dichosa factura primero.

—Ya quédate quieto, JiMin —dijo un poco alto, tratando de no reírse mientras jalaba a JiMin lejos de la cocina, su brazo rodeando su cintura.

—¡Shhh! Silencio, tonto —lo calló entre risas, empujándolo y apresurándose a la encimera para abrir el cajón en donde estaba la basura.

Quizás YoonGi realmente no estaba detrás de la factura porque terminó acorralando a JiMin contra la encimera de la cocina para que no se le escapara, ignorando por completo el cajón de la basura. JiMin giró de inmediato, mirándolo con algo parecido al pánico mientras YoonGi lucía enormemente victorioso por haberlo atrapado. Su cuerpo se cernía contra el suyo con firmeza, dominante en su posición mientras que JiMin se encontraba medio inclinado hacia atrás, sus manos apoyadas contra el borde la encimera.

Estaba muy cerca, YoonGi se encontraba malditamente cerca.

—Esto es trampa, déjame ir —pidió JiMin con tono de regaño.

—No hasta que dejes de insistir —no se movió ni un centímetro, JiMin incluso lo sentía más cerca.

Su propia respiración se sentía pesada y acelerada, quizás por el forcejeo previo, quizás por otra cosa.

—Tengo que pagarte, YoonGi —se quejó, haciendo una pequeña pataleta en el lugar—. Te dije que lo iba a hacer de todos modos, ¿por qué eres tan terco?

—No soy terco, JiMin.

—Claro que sí.

—Que no.

—Que sí —dijo con voz insistente, alargando la corta oración—. Eres el alfa más terco que he conocido en mi vida.

—Eso no puede ser verdad —YoonGi se rió.

—Ah, ¿ahora me llamas mentiroso? —lo miró ofendido, colocando una mano en su pecho.

—No dije eso —aclaró, acercando un poco más su rostro hacia JiMin, provocando que el omega se encogiera en su lugar—. ¿Por qué pones palabras en mi boca? ¿Quieres hacerme quedar mal?

—Por favor, yo no estoy poniendo palabras en tu boca —respondió con el mismo tono, juguetón en sus movimientos y en su palabras, mirando a YoonGi con ojos cargados de reto y con su propio rostro acercándose al otro—. Estoy muy seguro de que tú mismo lo dijiste —tocó un par de veces los labios de YoonGi con la punta de su dedo índice.

YoonGi se quedó callado un segundo, relamiéndose los labios y dejándolos brillantes bajo la suave luz de la sala que iluminaba la cocina. JiMin bajó la mirada hacia este pequeño gesto, luego volvió a mirarlo a los ojos, su propio aliento atorado en su garganta mientras detallaba la manera en la que los ojos de YoonGi parecían cargarse de una oscuridad que no había visto antes de él.

Hacía calor, era verano, claro que hacía calor. JiMin juraba que esa noche estaba siendo ridículamente calurosa en ese momento porque había comenzado a sofocarse. Letárgico, dejó caer su cabeza hacia un lado, todavía mirando fijamente al hombre que seguía cernido sobre él, mostrando de más su cuello. Su propia mirada cargándose de la misma oscuridad que se proyectaba en la de YoonGi.

¿Qué estaba buscando con eso? ¿Provocarlo? Ya ni sabía. Sus acciones ya no pasaban por los filtros de su consciencia, así que estaba siendo un poco más impulsivo que de costumbre.

Los ojos del alfa se desviaron hacia el cuello de JiMin, observando un momento antes de volver a relamerse los labios para hablar.

—Tienes un parche —dijo YoonGi por lo bajo.

Había algo en la manera en cómo YoonGi miraba su cuello que tenía a JiMin encantado.

—Sí —murmuró JiMin—, mi aroma estuvo fuerte hoy.

JiMin juraba haber visto a YoonGi tragar luego de eso.

—Lo sé.

JiMin tomó un poco de aire, sintiendo como los nervios revolvían su estómago.

—¿Quieres quitarlo? —preguntó.

YoonGi se quedó mudo un segundo, aspirando un poco de aire.

—¿Puedo?

JiMin asintió, sus ojos fijos en la cocina porque no estaba seguro de que fuera buena idea mirar a YoonGi en ese momento. Ni siquiera había caído en completa cuenta de lo que le había preguntado, demasiado perdido en ese momento dentro de su burbuja como para reparar en sus acciones y en lo que estas significaban.

Un segundo después, sintió la mano del alfa rozar su cuello. Su pulgar acariciando por encima del parche antes levantar una de las esquinas para despegarlo con cuidado.

Ahora se sentía mareado incluso, adormilado como si hubiera tomado algún tipo de sedante. Casi podía saborear en su boca el aroma de YoonGi. No era sólo madera, sino también café.

A él le gustaba el café.

JiMin parpadeó cuando escuchó algo parecido a un jadeo retenido y se dio cuenta de que se había perdido un momento. Otra vez. Otra vez se había desvanecido. Cuando miró a YoonGi, el alfa parecía estar demasiado ido ahora, mirando la zona de cuello de donde su aroma a rosas se extendía. Él mismo podía sentirlo incluso, llenaba la cocina, y sabía que YoonGi estaba luchando con el impulso de inclinarse sobre él.

Bueno, JiMin sólo le facilitó el trabajo. Él sólo extendió su mano y tomó el rostro de YoonGi, tirando de él hacia adelante. En un instante, tenía al alfa acariciando su nariz contra su cuello y él mismo tuvo que encerrar en su garganta cualquier sonido que hubiera intentado escapar.

Ellos de repente estaban abrazados contra la encimera de la cocina, con JiMin enterrando una de sus manos en el cabello negro de YoonGi mientras el alfa lo abrazaba y se intoxicaba con su aroma. El omega se sostenía de la encimera con su mano libre, respirando con dificultad por lo mucho que estaba sintiendo en ese momento, después de todo la zona en la que el alfa estaba restregando su nariz era demasiado sensible como para que pudiera quedarse callado por más tiempo.

—Yoon... YoonGi... —llamó sin saber con qué motivo, quizás para sentir que seguía en tierra.

El mencionado zumbó, levantando su cabeza para apoyarse contra la mejilla de JiMin, quien tragó con nervios, dejándose hacer mientras el alfa movía sus pulgares sobre su cintura porque, claro, YoonGi lo sostenía con ambas manos como si no quisiera que se le escapara y este toque suavemente rústico también tenía a JiMin en el borde. Él sentía que su piel se quemaba bajo su toque. En cualquier momento podría derretirse, estaba seguro.

—Hueles bien —murmuró YoonGi contra su oreja, JiMin atrapó su labio inferior entre sus dientes con un suspiro—. Hueles muy bien.

JiMin jadeó.

—¿Te gusta? —preguntó juguetón.

—Mucho —murmuró en un tono parecido, coqueto en algún sentido, pero más profundo—. Me encanta.

JiMin se dio el lujo de sonreír, inclinándose hacia el toque del otro y provocando que los labios de YoonGi tocaran su piel. Su mano, la que todavía se aferraba a su cabello, se encargó de apretarlo más cerca y YoonGi entendió el mensaje, así que no perdió el tiempo en besar la mandíbula del omega, bajando por su cuello hasta llegar lentamente a la zona en donde el parche había estado. Sus labios se sentían húmedos contra su piel caliente, fríos a comparación y tan suaves que JiMin no dejaba de suspirar, con su cabeza sintiéndose demasiado pesada como para mantenerla arriba.

JiMin ni siquiera se sentía él mismo en ese momento, sólo podía pensar en lo mucho que quería que YoonGi lo apretara en contra de su cuerpo con fuerza, en lo mucho que quería enroscar sus piernas contra la cintura del alfa, en lo mucho que quería besarlo, en lo mucho que quería oír su voz ronca contra su oído, en lo mucho que quería deshacerse de su ropa.

—YoonGi —llamó de nuevo, esta vez mucho más seguro de lo que quería decir—. Alfa —llamó con insistencia, su voz más aterciopelada.

—Dime —respondió Min—. Dime qué quieres —pidió saber.

JiMin suspiró con dulzura.

—Vamos a mi cuarto, ¿sí?

El alfa se detuvo en seco, apartándose lentamente de JiMin un momento después. En ese momento, el omega se dio cuenta de que tenía los ojos cerrados, así que los abrió. Se encontró con YoonGi observándolo con sus orbes cargados en algo que el otro no podía descifrar porque bien no tenía palabras para hacerlo o porque en realidad su cabeza no estaba funcionando muy bien en ese momento. Lo que sí notó, era la expresión contenida que tenía en la cara, su mandíbula apretada y su aroma tornándose ligeramente amargo.

—No, JiMin —fue como comenzó, provocando que el omega frunciera sus cejas porque no entendía qué podría estar mal—. Vamos a terminar despertando a JungKook.

De repente, toda la bruma que había atontado al omega desapareció en un instante. Otra vez fue consciente de su entorno, esta vez exaltado por la manera en la que estaba abrazado a YoonGi, su cara no sólo roja por la excitación, sino por la vergüenza de lo que estaba sucediendo.

JungKook, mierda, había olvidado por completo su existencia y se sintió horrible en ese segundo.

—Mierda, lo siento —trató de alejarse, pero seguía acorralado, lo único que atinó a hacer fue tomar el brazo de YoonGi mientras se tensaba en su lugar.

YoonGi lo miró con extrañeza.

—No, está bien, no tienes nada de qué disculparte —dijo de inmediato, alejándose un paso, aunque se veía tan aturdido como él—. Además, siento que estás a punto de entrar en celo y no sería correcto que... que hagamos algo si estás así —explicó, sacudiendo un poco su cabeza y llevando su mano a su nuca, avergonzado—. No quería dejarme llevar mucho y lo terminé haciendo, yo lo siento.

—No, YoonGi... —de repente, sintió que su nariz comenzó a picar. ¿Por qué quería llorar? No tenía sentido—. Mierda, q-qué vergüenza, por la diosa —se cubrió el rostro totalmente apenado.

—Hey, hey, tranquilo —consoló mientras acariciaba sus hombros y JiMin sentía que ese era el colmo—. No pasa nada.

Claro que pasaba algo. Él había acabo de invitarlo a su cuarto y YoonGi lo rechazó por una razón demasiado lógica, por un hijo que él olvidó que tenía por un segundo de calentura y ahora él quería meterse diez metros bajo tierra. No podía creer que YoonGi no se estuviera riendo de él en su cara. Debería estarse riendo de él, mierda, lo había visualizado perfectamente, ¿por qué en cambio lo miraba con cariño? ¿Por qué lo miraba como si le diera ternura y no vergüenza?

—Mejor... mejor vamos a dormir. Mierda, debe ser la una de la mañana —decidió decir, lleno de nervios—. Vamos, yo... mañana será otro día —eso último sonó mucho más para él mismo que para alguien más.

YoonGi pareció querer decir algo, pero simplemente asintió con aquella pequeña sonrisa encantadora en su rostro, una sonrisa que lucía tan cariñosa como dulce. Mierda, ni siquiera desapareció de su cara cuando atravesó el umbral de la puerta y se giró para desearle buenas noches.

—Duerme bien —le dijo con suavidad, inclinándose hacia adelante mientras acunaba su rostro entre sus manos, besando la comisura de sus labios con una delicadeza que dejó a JiMin embelesado—. Nos vemos por ahí —arrugó su nariz antes de alejarse de su cara.

—Sí, sí... Hasta luego, YoonGi —murmuró atontado y sin saber qué más decir, tambaleándose hacia atrás para cerrar la puerta.

En la soledad de su silencioso hogar, con sus piernas temblando y su cara tan caliente como el verano que se cernía sobre ellos como el más sofocante de los infiernos, JiMin comenzó a sentir el verdadero peso de lo que había sucedido esa noche y la vergüenza pasó a transformarse en pánico.

Se apresuró a sentarse en una de las sillas del comedor para no caer al suelo por la debilidad de sus piernas, pero se levantó un instante después como si la silla fuera un resorte ya que sintió algo que lo dejó paralizado.

Corrió al baño y sus sospechas se confirmaron: tenía el pantalón manchado de lubricante.

Quizás fueron las hormonas del celo próximo, la culpa de haber olvidado a JungKook, el reciente pánico, lo caballeroso que fue YoonGi o el hecho de que en el lavabo haya encontrado una pequeña nota que decía: "Trabajo hecho! Ten un lindo día disfrutando tu lavabo nuevo, JiMin;)", pero sea cual fuera la razón, JiMin simplemente comenzó a llorar como un bebé.

Min YoonGi iba a volverlo loco.

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