Vampire Anomaly

By Gabianni

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LIBRO 2 DE VAMPIRE KISS ¿Cómo puedes recuperar lo que no sabes que está perdido? Seis meses después de los ev... More

💀Ley de la Anomalía Prohibida💀
💀Prefacio
💀Capítulo 1. No eres tú
💀Capítulo 2. No estás muerto
💀Capítulo 3. No te he olvidado
💀Capítulo 4. No la dejes sola
💀Capítulo 5. No es un misterio
💀Capítulo 6. No es opcional
💀Capítulo 7. No recuerdes
💀 Capítulo 8. No llores más
💀Capítulo 9. No es tu pasado
💀Capítulo 10. No todo es verdad
💀Capítulo 11. No le hagas daño
💀Capítulo 12. No te reconozco
💀Capítulo 13. No te rindas con él
💀Capítulo 14. No lo salves
💀Capítulo 15. No le creas
💀Capítulo 16. No lo dejes marcharse
💀Capítulo 17. No lo dejes caer
💀Capítulo 18. No lo tientes
💀Capítulo 19. No lo añores
💀Capítulo 20. No temas
💀Capítulo 21. No te dejaré
💀Capítulo 22. No lo rompas
💀Capítulo 23. No lo marques
💀Capítulo 24. No la dejes
💀Capítulo 26. No la arrebates
💀Capítulo 27. No puedes ser tú
💀Capítulo 28. No hay tiempo
💀Capítulo 29. No es una farsa
💀Capítulo 30. No eres nadie
💀Capítulo 31. No te engañes
💀Capítulo 32. No lo lamentes
💀Capítulo 33. No lo deduzcas
💀Capítulo 34. No la conoces
💀Capítulo 35. No eres el mismo
💀Capítulo 36. No seas cobarde
💀Capítulo 37. No aún
💀Capítulo 38. No lo liberes
💀Capítulo 39. No es eterno
💀Epílogo💀

💀Capítulo 25. No lo sigas

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By Gabianni

Presenciar la muerte en su forma más cruda no debería ser una justificación para la debilidad, sino un motivante para la fortaleza.

Lazarus Solekosminus se decía esto desde que conoció la muerte a una muy temprana edad. Humanos en la hoguera, humanos infectados de la plaga, humanos asesinados en el campo de guerra; vampiros cazados, vampiros degollados, vampiros quemados vivos. No hacía diferencia la raza, la muerte era la muerte, la sangre era la sangre y un corazón que dejaba de palpitar era exactamente eso, un órgano descompuesto que ya no le daba fuelle a un cuerpo.

Su mente renunció a toda sensibilidad que tuviese por la muerte, era como una protección, un escudo para prevenir que sufriera un colapso o un trauma irreparable que lo hiciera extraviarse en el miedo. Pero Lazarus Solekosminus no estaba muerto por dentro, era un vampiro que escogía no sentir el deceso de otros, pero dentro de sí —oculto tras toda esa fachada—, restaba una parte a la que le dolía cuando veía a un ser querido morir, aquella que le estrujaba el pecho y le cerraba la garganta, aquella que le provocaba una rabia incontenible.

«La Catedral Roja». Pensó, viendo el Nueva York humano desde el tejado del edificio de departamentos mientras fumaba un cigarrillo de una cajetilla recién comprada en una tienda de conveniencia. «Veo que no has cambiado en nada».

Él conocía al Salvador y, desafortunadamente, también su modus operandi. Era un monstruo cruel que primero experimentaba contigo, te torturaba, te convertía en una vil rata de laboratorio y, una vez probabas ser inútil o un peligro, te asesinaba a sangre fría. El Salvador solía trabajar en el castillo del Padre Común hace decenas de años y ahí tenía una guarida, un sitio repleto de ataúdes y cruces y por donde solo se filtraba la luz a través de una pequeña ventana cuyos cristales estaban tintados de rojo.

Fue en ese sitio donde El Salvador, bajo órdenes del Padre Común, mató a su mejor amigo, a su hermano del alma, a Lucas Cross. Fue en ese sitio dónde encontró su cadáver degollado y la sangre en un copioso charco en el suelo. Fue en ese sitio donde lloró una muerte por última vez.

—No deberías empeñarte tanto en vengarte —dijo una voz a su costado.

De nuevo estaba sufriendo una de esas vívidas alucinaciones. Lucas estaba ahí, a su lado, luciendo intacto y sano. Todo era falso.

—Déjale ese problema a los vivos —replicó con simpleza.

—¿Otra vez hablando solo, detective? —inquirió una voz muy diferente a sus espaldas, Blair.

Lazarus exhaló, sacando el humo, y se colocó sus gafas en el rostro, desvaneciendo la imagen de Lucas.

—Pienso en voz alta —contestó—. Me ayuda a concentrarme.

Blair se paró a la orilla del techo, sin temor alguno de caer, puesto que, si eso llegara a ocurrir, la maldita bruja encontraría la manera de salvarse.

—¿Encontraste la catedral? —preguntó la bruja, caminando a lo largo de la orilla, balanceándose con sus brazos extendidos y con el viento soplando su cabellera bicolor, siempre estaba despeinada.

—No.

—Sí no encuentras la catedral, tu obsesión con el Salvador será ridícula. Haz que sirva de algo —se mofó—. Vamos, ni siquiera lo comprendo, ¿por qué la obsesión? Lo entiendo viniendo de los tipos en el departamento, pero ¿tú qué?

Lazarus sacó el cigarro de su boca.

—Tengo asuntos pendientes con el Padre Común —respondió, vago—. El Salvador sabe dónde está.

Blair detuvo su andar y se volvió hacia Lazarus con los ojos entornados, el de color azul brillaba con intensidad. Le arrebató el cigarro de entre los dedos y le dio una calada.

—¿Por qué cada vez que me miras te sientes culpable? —cuestionó ella, señalándolo con la punta a medio quemar del cigarro—. ¿Acaso tienes una deuda con mi familia? ¿Acaso mataste a un ser querido mío? ¿Qué mierda te pasa, vampiro vejete?

Lazarus metió las manos en los bolsillos de su pantalón.

—Me cuestionas como si tú no tuvieras tus propios intereses con el El Salvador y el Padre Común —refutó y la miró de soslayo—. Lo culpas de haber quebrado a tu familia, ¿me equivoco?

Blair esbozó una amplia y retorcida sonrisa. Dejó caer la colilla al suelo y la aplastó de un pisotón.

—Tienes razón, detective. De paso te digo que también tengo razones para creer que El Salvador mató a mi hermano mayor. —Pasó al costado de Lazarus, y susurró: —Pero eso ya lo sabías, ¿no?

Lazarus la vio marcharse de regreso al departamento, y lo único que pudo sentir —más allá de frustración—, fue culpa. Blair Bellanova era la hermana menor de Lucas y él, en sus ánimos de querer protegerla, terminó haciéndole más daño. Tal vez uno irreparable.

Blair, en cambio, bajó al departamento y, al abrir la puerta, fue recibida por una maldición proveniente de la cocina. Se dirigió hacia allá, curiosa, tal vez alguno de los humanos había sufrido un trágico accidente del cual ella encontraría un morboso placer en presenciar antes de hacer algo al respecto. Iba a dejarlos sufrir... solo unos minutos.

—¡Mierda! —espetó la chica de cabello corto con mechas rojas. Elay, Ellie May para fastidiarla.

Blair vio que intentaba encender una vela con simplemente observarla o pasar una mano sobre esta. La chica intentaba hacer magia de la manera más patética que hubiese presenciado antes.

—Eso es patético, Ellie May —señaló, mofándose.

Elay se sobresaltó y se apresuró a volverse hacia Blair, por la expresión en su rostro, estaba avergonzada.

—Tú no viste nada —advirtió—. De hecho da lo mismo, todos te toman por loca, no importa lo que digas.

Blair se carcajeó y se aproximó a la mesa, sentándose sobre esta. Pasó una mano encima de la vela y, sin esfuerzo alguno, surgió una flama, pero no era cualquier flama, sino una de fuego azul, mucho más bonito que el violento anaranjado.

—Sabes que tienes el potencial, ¿eh? —inquirió la bruja, encendiendo y apagando la flama con el simple movimiento de sus dedos—. ¿Buscas imitarme?

Elay frunció el ceño.

—No busco imitarte a ti de ninguna manera —aseveró, viendo la vela—, pero tienes razón, siento que tengo ese "potencial".

—Potencial de bruja —repitió Blair—. Qué desperdicio tomando en cuenta tu edad.

Elay amplió los ojos.

—¿Es decir que tengo el potencial?

—Por supuesto —afirmó—. De otra forma no podrías ver más que los humanos corrientes, Ellie. Piensa un poco, ¿quieres?

Elay pasó la palma de su mano sobre la flama azul, arrugando las cejas.

—¿Por qué mi magia no funciona? —indagó.

Blair suspiró con fastidio y se dejó caer de espaldas en la mesa, con su cabello cayendo por la orilla hasta topar con el suelo.

—No soy una maldita maestra, pregúntale a alguien más.

—¿Para qué? Tú puedes responder mis preguntas. —Elay se puso de pie, acercándose a Blair y acuclillándose junto a su cabeza que colgaba de la mesa—. Así que anda, responde, demuéstrame tu gran intelecto.

Blair exhaló y levantó un brazo al aire, viendo sus manos. Quería otro tatuaje de serpiente que le rodeara el dedo índice.

—Sucede con las primeras brujas de los linajes sanguíneos —explicó de manera distraída—. Eres una bruja prima, la primera de una nuevo linaje, por eso la magia tarda más en asentarse dentro de tu psique. Pero ve el lado bueno, si logras explotarla, tu potencial mágico definirá el poder de tu descendencia.

Elay negó con la cabeza.

—No quiero hijos.

—¿Y privar al mundo de posibles brujas o brujos prodigios? —cuestionó Blair y se incorporó sobre la mesa, colocando una mano en su pecho como si se sintiera ofendida—. ¡Pero qué egoísmo!

Elay también se enderezó.

—¿Tú eres una bruja prodigio? —interrogó.

Sonrió.

—Y con orgullo.

Elay suspiró y pasó una mano por su rostro, levantando el flequillo en su frente.

—¿Cuáles son las probabilidades de que acabara envuelta en todo esto siendo una supuesta bruja? —se preguntó—. No puede ser una coincidencia, esa es una excusa de mierda.

—No es una coincidencia, tontita —aseguró Blair, condescendiente—. Tengo entendido que conociste al niño bonito de Dori en tu adolescencia, ¿no?

Elay asintió, intrigada.

—Pues ahí lo tienes, pequeña y limitada brujita —se burlo—. Las brujas somos atraídas a dos cosas: la magia y la energía espiritual. Tu amigo rebosa de la última por su naturaleza media Banshee. Tiene todo el sentido del maldito mundo que una bruja que se sentía vulnerable por infra desarrollada magia, buscara refugio en alguien como él.

Elay se tornó boquiabierta. Algo en lo que le dijo Blair le hizo un extraño click en la cabeza. Por supuesto que Blair tenía razón y ella lo sabía, no había invertido tiempo y esfuerzo en husmear en sus mentes para equivocarse con algo así.

—Tiene... Tiene sentido —cedió Elay, aunque a duras penas, no queriendo concederle todo el crédito a la otra bruja.

Blair no pudo más que volver a reír ante su orgullo. Se levantó de la mesa de un salto y tronó su cuello y brazos con bruscos movimientos.

—Cuando termines con todo este asqueroso embrollo, date un paseo por la academia de brujas en Reverse York —sugirió—. Es una de las más importantes en la Sociedad Ulterior y siempre están buscando a brujas como tú. Pero di que yo te encontré y mandé, necesito un par de aciertos con ellos para poder limpiar un poco mi historial y volver a poner pie en ese sitio.

—Academia de brujas... —repitió Elay por lo bajo.

Estaba considerándolo, y aunque Blair no iba a admitirlo, le generaba cierta satisfacción.

(...)

Dorian llevaba casi veinticuatro horas con sus memorias de regreso, prácticamente era como si llevara un día vivo otra vez. Pero como era de esperarse, su débil cerebro medio humano no le podía seguir el paso a la magia, al exceso de información... a nada realmente.

De repente se hallaba observando el vacío, en blanco; en otras ocasiones no sabía qué responder a las preguntas más básicas sobre su persona y, en el peor de los casos, simplemente detenía lo que estaba haciendo e iba a asomarse por la ventana, viendo a la gente caminando por la calle, analizando si eran Anomalías Prohibidas y si necesitaban ser exterminadas.

Esto último acababa de sucederle por tercera vez en el día, y ya no lo soportaba. Maldijo a sus adentro y cerró las cortinas de la ventana de la habitación con brusquedad. Quería golpear algo, tal vez a sí mismo para sacarse estas ideas de la cabeza.

—No matáremos a nadie —se reprendió a sí mismo y se volvió hacia la mesa de noche.

Las manos le temblaban, sentía una enorme tentación de aventar todo, de sentir cualquiera cosa que no fuese un instinto asesino y luego una ola de culpa. Ya no lo soportaba.

«Tú los mataste». Le decía una parte de sí.

«Deberías volver a hacerlo, no has terminado la misión». Decía la otra.

«Eres un asesino».
   
«Eres un cazador».
   
«No mates».
   
«Mata».
   
«NO MATES».
   
«¡MATA!»

—¡Ya basta! —bramó y tomó un vaso vacío, aventándolo con todas sus fuerzas hacia el muro frente a él. El cristal se quebró en cientos de pedazo, provocando un enorme escándalo y dejando un desastre incluso peor.

Estaba respirando de manera errática, se le estremecía todo el cuerpo y el corazón le latía a una velocidad insana.

—Ya basta, ya basta, ya basta... —repitió, aferrándose a su cabeza mientras se estremecía, obligando a las voces a callarse.

—Eso es lo que nosotros deberíamos decir —dijo una voz desde la puerta. Dorian levantó la mirada y se encontró con Blair, recargada contra el marco—. Tranquilízate ya, ¿quieres? La confusión es solo un efecto secundario después de tanta manipulación mental.

Dorian tragó saliva con dificultad, sentía que estaba sudando a mares, todavía escuchando un pequeño susurro en sus oídos.

—¿Desaparecerá?

—Tal vez... en mucho tiempo —replicó la bruja con una sonrisa maliciosa—. No me mires así, yo solo soy la mensajera.

—Ella tiene razón —intervino otra voz, el vampiro Lazarus había aparecido de la nada detrás de Blair, tan serio y franco como siempre—. La tortura mental no es un paseo por el parque —concluyó y se marchó.

Blair frunció el ceño y lo siguió mientras preguntaba:

—¿Insinúas que yo lo torturé mentalmente o hablas del Salvador?

Una vez Dorian se quedó solo, soltó una trémula exhalación y se agachó junto a los vidrios rotos, dispuesto a recogerlos y limpiar el desastre. Al menos eso sí podía arreglarlo.

—¡Dorian! —exclamó Viktor, apareciendo en la habitación con rapidez—. ¿Estás bien?

Dorian giró la cabeza hacia él. Estaba preocupado, no dejaba de estarlo. No le gustaba ver a Viktor así, menos por su causa.

—Sí, solo se cayó —mintió, comenzando a reunir los pedazos de vidrio más grandes.

Viktor lo miró con incredulidad y se agachó a su lado.

—El escándalo de antes difiere.

Dorian suspiró y se sentó por completo en el suelo, dándole nula importancia a los fragmentos del vaso que lo rodeaban.

—Tengo miedo —admitió en voz baja, abrazando su rodilla derecha y apoyando la frente sobre esta—. Estoy muerto de miedo, Viktor.

Viktor se arrimó hacia él, alejando los vidrios con un barrido de su pie. Rodeó a Dorian con un brazo y aproximó su rostro a su oído.

—¿Por qué? —preguntó con un tono de voz delicado.

Dorian se volvió para verlo a los ojos.

—Temo no volver a ser el de antes —confesó, sintiendo un grueso nudo en la garganta—. Temo que aún cuando esto acabe y le demos fin al Salvador, no podré regresar a lo que era; no tendré mi carrera musical, no podré ir a la universidad, vamos, ni siquiera podré regresar a Core con mi familia.

Viktor lo miró con tristeza y se apresuró a tomarlo del mentón para levantar su rostro. Acarició su mejilla con delicadeza y colocó un mechón de su cabello azabache detrás de su oreja

—No digas eso, Dorian —pidió, pasando su pulgar por la comisura de su ojo en donde se formaba una lágrima—. Lo tendrás, tendrás todo lo que quieres.

—No entiendo cómo puedes sonar tan seguro —musitó Dorian, queriendo volver a agachar la cabeza, pero siendo detenido por el firme agarre del vampiro sobre sus mejillas.

—Porque para mí sigues siendo tú, Dorian, sigues siendo el mismo chico amargado del que me enamoré, el que salvó mi vida no una, sino varias veces —explicó—. Te prometo que todo volverá a la normalidad, que no te dejaré hasta que logres lo que quieres, hasta que veas que sigues siendo tú, hasta que te sientas como tú.

Dorian sintió un cosquilleo en el estómago, una abrumadora sensación de calidez y confianza, una seguridad contagiosa que solo sentía con Viktor a su lado, con sus palabras y caricias, las muestras de afecto que hicieron que se enamorara de él en primera instancia.

Así que, conducido por estas emociones, se inclinó hacia el rostro de Viktor y lo besó suavemente en los labios. El vampiro regresó el beso y este comenzó a escalar, se aferró a la nuca de Dorian y este último colocó una mano en el suelo para apoyarse, pero sintió una punzada de dolor en la palma, y cortó el momento de súbito.

—Mierda —maldijo por lo bajo al ver un pedazo de vidrio encajado en su mano. Había olvidado el vaso roto.

Viktor miró con deleite la cortada y la sangre que brotaba de esta, batallando por aguantar sus impulsos. Dorian lo notó y, en lugar de apresurarse a limpiar la herida como cualquier otra persona ante un vampiro, se dejó llevar por la confianza que le tenía a su pareja, y le ofreció su mano con sangre, quitando el fragmento de vidrio.

Viktor conectó sus miradas, pidiéndole permiso para beber. Dorian asintió y el vampiro tomó su mano con delicadeza, lamiendo la sangre, disfrutando su sabor y curando la herida con su saliva. Una vez terminó, besó el dorso de la mano de Dorian, y volvió a verlo a los ojos, los suyos brillaban de color guinda y sus pupilas estaban más afiladas de lo normal.

Dorian le sonrió y lo besó por segunda vez en los labios, acariciando su rostro, su cuello, metiendo la mano dentro de su camisa para tocar su espalda y reconfortarse con la frialdad de su piel. Viktor se lo permitió hasta que separó sus labios de súbito, y preguntó:

—¿No te gustaría que esto entre nosotros fuera eterno?

Dorian frunció ligeramente el ceño, rodeando el cuello de Viktor con sus brazos.

—¿Acaso la eternidad es posible?

Viktor esbozó una sonrisa ladina.

—Solo si no le temes.

Dorian, sintiendo la respiración de Viktor con aroma metálico contra su rostro, pegó sus frentes, y respondió:

—La eternidad no me asusta si es junto a ti.

Viktor, más que satisfecho con la respuesta, juntó sus labios con fervor, enredando sus pálidos dedos en los largos mechones de cabello azabache. Dorian correspondió la caricia, dejándose consumir por el amor que sentía por el vampiro, permitiéndose disfrutar aquella adoración mutua.

Hasta que esta fue interrumpida.

Dorian sintió que perdía el control sobre su cuerpo, su mirada se oscureció y ya no se sentía dentro de sí. Reconocía esta sensación, El Salvador se estaba adentrando en su mente, controlándolo.

«No». Pensó antes de que todo se desvaneciera.

«Gracias, Dorian Welsh». Dijo la voz del Salvador como si susurrara a su oído.

El Salvador tomó el completo control sobre Dorian, y se apartó del beso con Viktor, extrañando a este último.

—¿Dorian? —preguntó.

El Salvador, sintiendo cada extremidad y cada fracción del cuerpo que poseía, levantó el rostro y miró a Viktor con una confiada sonrisa.

—Quiero enseñarte algo —dijo y se puso de pie, jalando al vampiro consigo—. Ven conmigo.

Viktor, ignorante a lo que en verdad sucedía y a quién en verdad le hablaba desde el cuerpo de su amado, se dejó llevar sin protestar.

—Sabes que te seguiré a donde vayas —aseguró con un tono ligero. Le tenía una confianza casi ciega.

El Salvador no pudo más que sentir una inmensa satisfacción, y pensar:

«Cuento con ello, Viktor».

Sí, otro cliffhanger porque me gusta hacer sufrir a mis lectores 😈

Pero, como compensación, les tengo una muy buena noticia... ¡Habrá maratón de Vampire Anomaly!

A partir del lunes subiré un nuevo capítulo todos los días hasta el viernes, es decir, cinco capítulos en una semana. Créanme que se viene lo mejor 👀

¡Muchísimas gracias por leer! 💛

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