Un Sugar boy enamorado || #...

By jakirasaga

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Omar, un viudo de cincuenta y tres años que ha vivido en el closet toda su vida; conocerá a Kevin en una app... More

Sinopsis + Bienvenida + Disparador + Whatever
Un Sugar boy enamorado
II: Kevin
III: Omar (I)
III: Omar (II)
IV: Kevin (I)
IV: Kevin (II)
V: Omar
VI: Kevin (I)
VI: Kevin (II)
VII: Omar (I)
VII: Omar (II)
VIII: Kevin
IX: Kevin
X: Omar (I)
X: Omar (II)
XI: Omar
XII: Kevin
XIII: Omar
XIV: Kevin
XV: Kevin
XVI: Omar
XVII: Omar
XVIII: Kevin
XIX: Kevin
XX: Omar
XXI: Kevin (I)
XXI: Kevin (II)
XXII: Omar (I)
AVISO AVISADOR
XXII: Omar (II)
XXIII: Paolo
XXIV: Paolo
XXV: Paolo
XXVI: Paolo
XXVII: Paolo
XXVIII: Paolo (I)
XXVIII: Paolo (II)
XXIX: Paolo
XXX: Paolo
XXXI: Paolo
XXXII: Omar
XXXIII: Omar (Final)
Epílogo
💖Aviso Avisador💖

I: Omar

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By jakirasaga

Hace 3 años...

El intranquilo batir de mi pluma, repiqueteando contra el escritorio, obligaba a preguntarme una y otra vez: ¿por qué decidí hacer aquello? Fijé la vista en el pequeño retrato junto al laptop, ese donde aparece mi querida hija y recordé la conversación que tuvimos hacía apenas unas horas:

—¿Crees que no lo noté? —me dijo mientras organizábamos los restos de la parrillada familiar que habíamos compartido aquel domingo de verano y la contemplé extrañado.

Mi hijo mayor, Oliver, en compañía de su esposo, Armando; vinieron a casa felices y orgullosos para presentar a su retoño: la pequeña Milena, llamada así en honor a mi difunta esposa. Compartimos en el patio trasero, reímos, hablamos, pero también nos burlamos de mi segundo hijo, Mike, cuando tembló al intentar cargar a su sobrina.

A pesar de pasarla fantástico hasta que mis hijos se despidieron por la noche para seguir con sus cosas y quedar a solas en casa con Mari, yo no comprendí las palabras de mi hija menor.

—¿A qué te refieres, corazón? —le pregunté confundido y ella dejó de secar los platos, de hecho, ubicó sus brazos en jarra al contemplarme con reproche.

—Papi, observaste la foto de mamá que Oliver colocó en la mesa, ¡todo el rato!

—Corazón, es normal, era una ocasión especial. Oliver y Armando al fin consiguieron la adopción, tu madre habría estado muy feliz.

«O eso quiero creer», el pensamiento me atravesó un instante, no sabía si realmente se habría emocionado, dada la homosexualidad de su hijo mayor.

Ella nunca se mostró homofóbica, pero crecimos en una época donde se le consideraba una abominación, aunque quizás al tratarse de su adorado hijo mayor, quisiera creer que no tendría problema. Yo, ciertamente, no lo tuve; sé quién es mi hijo como persona y con eso es suficiente; además, Armando es un buen hombre, juntos son felices y con la llegada de Mile, mucho más porque han luchado contra el mundo para conseguir lo que tienen.

Debí interrumpir mis divagaciones mentales en el momento que noté nuevamente la voz de mi hija, rompiendo el silencio:

—Sí, lo sé, pero quiero decir, ya no somos niños. ¡Ni siquiera vivimos aquí! ¿Cuánto más dejaras tu vida en pausa por nosotros?

—Hija, ¿de qué hablas?

En realidad, era consciente, con frecuencia recaíamos en el mismo tema: Mari quería verme feliz en una nueva relación con una mujer viva, en lugar de hablar con el retrato de una muerta.

—Papi, aún eres joven y no nos caigamos a mentiras, ¡estás buenardo! —Su manera de expresarse consiguió provocarme carcajadas y desvié la atención de ella hacia el lavadero para acabar con los trastes—. ¡No te rías, pa! Tienes cincuenta y tres años, pero ese cuerpo que has esculpido a base de ejercicio y buena alimentación, ¡uuuf, todo un viejo sabroso!

Volví a reír ante sus palabras, la verdad, me tocó cerrar el grifo para carcajearme a gusto. Veía su rostro tan decidido, aquellos ojos como aceitunas y algo amenazantes. Fue imposible no pensar en mi adorada Milena, quien partió de mi lado hacía casi dieciséis años; quizás por ese motivo, Mari se expresaba de tal manera, ella no conoció a su madre, apenas contaba con nueve meses de vida por entonces. Yo, sin embargo, sí tuve esa dicha y con seguridad podría afirmar que no existirá otra como ella.

Un lánguido suspiro disipó los recuerdos, pero la sensación de nerviosismo e intranquilidad permanecía en mí y el incesante golpeteo de la pluma contra la madera, no aportaba en nada a serenarme. La hice a un lado.

Presioné una tecla en el laptop y de inmediato la pantalla se iluminó. Una de las últimas fotografías que hice a mi hermosa Milena me sonreía. Aquella sesión fue para demostrarle que el cáncer no se había llevado su belleza y sensualidad, que incluso sin su sedosa y larga cabellera que cuidó con esmero desde la adolescencia, seguía luciendo perfecta.

—Mi Mile —le dije a la fotografía en tono bajo, incluso mis dedos contornearon su rostro como si con tal gesto pudiese volver a percibir la tersidad de su piel—, quisiera tener una señal de tu parte. ¿Será posible un nuevo inicio?

En el momento que retiraba mi mano, alguna tecla presioné y ante mí se abrió el navegador a la espera de mi búsqueda. Sin embargo, debajo de la barra se desplegaban distintos accesos a una serie de artículos, uno captó mi atención: "La evolución del amor en tiempos de app", tragué saliva y cliqué sobre el título para leerlo, sentía el rostro arder. Un hombre de mi edad, pensando en esas tonterías de la internet solo porque su hija de dieciséis no desea verle solo.

Minimicé la ventana y una vez más contemple la foto de mi esposa.

—Mile, ¿es esta acaso tu señal?

Un lánguido suspiro se me escapó. Volví a abrir el artículo y algo captó mi atención: la facilidad para captar una cita sin importar raza, estatus, sexo u orientación.

Tragué saliva una vez más y pensé en cuánto han cambiado las cosas. Pasé la infancia de cabeza en una iglesia donde con frecuencia nos decían: "hombre con hombre es pecado" o luego de un sermón cargado de amor, salíamos a la calle y veía a mi papá llamar "maricones" a una pareja de chicos capturada infraganti en alguna actitud romántica.

Siempre creí que no había algo malo en lo que hacían, pero atreverme a contradecirlo no era opción, no en aquella época, podían castigarte por menos que eso. Desde que Mile falleciera, intenté ofrecer un entorno amoroso y seguro a mis tres hijos, un hogar donde no se sintieran condicionados ni temieran ser ellos mismos; por eso, el día que Oliver trajo su novio a casa para ninguno fue una sensación o algo por lo que alarmarse, le dimos la bienvenida al chico del mismo modo que a la novia de Mike en su momento.

Mi padre se habría infartado, por fortuna, nadie puede morir dos veces y menos luego de años.

Sin embargo...

Volví a mirar el artículo y por segunda vez lo minimicé para observar la tierna mirada de Mile.

—Te amé como a nadie, eso puedes jurarlo —susurré mientras mis dedos se paseaban por su rostro.

Recordé cuando empecé a asistir al gimnasio en mi época de preparatoria y algo dentro de mí se movió. Veía aquellos cuerpos sudorosos, brillantes músculos sometidos a la tensión del esfuerzo físico, algunos cubiertos por playeras, otros completamente expuestos. Un cúmulo de sensaciones inexploradas apareció dentro de mí e incluso temblé al sentir el tacto de otro hombre por primera vez, se trataba del entrenador que me hacía algunas correcciones en los movimientos.

Temí hablar de lo que sentí entonces. Pese a mi aparente normalidad, aquello se repetía con frecuencia y la actitud de mi padre no propiciaba el diálogo, al contrario; acabé imponiéndome castigos por, de algún modo, defraudarlo. Le pedí a Dios alejar de mí al demonio que me instaba a ver a otros hombres de esa errada manera, con tal deseo que empezaba a hacerse imposible de controlar.

Entonces, Dios contestó mis plegarias un día y envió a Mile. Me enamoré perdidamente de ella, la creí mi cura para ese mal que me había afectado por años y del cual nunca pude hablar; pero que realmente jamás se fue, solo permaneció en mí como un virus inactivo a la espera de despertar y propagarse.

No pude evitar pensar que transmití mi enfermedad a Oliver cuando a los diecisiete años me preguntó si estaba mal enamorarse de otro hombre antes de contarme lo que estaba sintiendo y aunque mi respuesta fue una negación rotunda, seguida de una invitación para que trajera al chico a casa y conocerlo, el antiguo miedo volvió a acecharme.

A pesar de todo, en ellos y la dulzura de su relación, acabé de comprender lo errado de mi creencia.

Aun así, resultaba imposible admitir que algo en mí era distinto, que aunque el cuerpo femenino era, a mis ojos, perfecto; había un encanto particular en las líneas y musculatura del masculino. El motivo real por el cual no volví a interesarme en una cita luego de perder a Mile, se debía a que fue ella la única mujer que logró hacerme sentir aquello que solo los hombres consiguieron provocarme, pero que jamás pude admitir.

Estando allí, frente a la pantalla, con tal artículo desplegado, un nuevo suspiro brotó de mi garganta y vi el listado de aplicaciones populares, entre ellas una tal Grindr que con miedo decidí buscar en mi celular. Pasé un buen rato contemplando el botón "instalar". Lo mismo ocurrió luego de ver el icono amarillo a la espera de ser presionado para adentrarme en ese mundo.

Volví a mirar el computador, la fotografia de mi esposa y un sudor frío recorrió mi espina, decidí cerrar el laptop antes de atreverme a entrar a la app. Con miedo y el carmesí tiñendo mis mejillas, creé el perfil usando mi correo, cargué cada dato solicitado y cuando estuvo todo listo, sentí el rostro arder con mayor intensidad ante la cantidad de hombres o mejor dicho las insinuantes fotos que estos empleaban.

—¡Dios! —Se me escapó en bajo y asustado ante tantos bultos como fotos de perfil, cerré la app y me dispuse a abandonar el despacho con dirección a mi alcoba. Vi a Mari dormida y me acerqué a besarle la frente. Mi celular comenzó a vibrar de manera errática en el bolsillo y en cuanto estuve al resguardo de mi recámara decidí revisarlo.

—¡Son demasiados mensajes! —exclamé espantado por la cantidad de notificaciones en la app.

Sentí deseos de vomitar con la mayoría, es que, ni siquiera un "hola" cuando un pene ya acaparaba la pantalla.

Perdí la cuenta de cuántos chats borré y a punto estuve de desinstalar la app, pero un mensaje captó mi atención y me sacó una sonrisa:

BabyKev: "Bienvenido, nuevo, ¿cuántos cíclopes has recibido en tu buzón ya?😆"



♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡⁀➷♡

Hola mis dulces corazones multicolor 💛💚💙💜💖 ahora sí oficialmente han sido presentados ambos protas de esta historia, debo admitir que me siento más cómoda narrando a Omar 😅

¿Qué tal les parece el don?

Este capi sale con dedicatoria para mi buen señor don Monjev por siempre apoyarme y de paso darme el empujón final para decidir entrar al reto con este desmadre.😆Muchas gracias, señor don Monje, espero estar a un buen nivel y no decepcionarlo😂

A todos los que han llegado acá muchas gracias por su apoyo, los loviu y pos, nos leemos pronto💖

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