La noche anterior Lyra se había quedado a dormir con Harry. Cuando recibió la carta estaba completamente preocupada, pero aun así no se animaba a ir con Harry, seguramente necesitaba su espacio. Lyra era su prima, por lo que era la mejor persona para estar a su lado, consolando a su primo.
Había dicho que se reunirían a primera hora en el gran comedor. Eso significaba que posiblemente Lyra arrastraría a Harry a la fuerza al Gran Comedor. Suponía que se le había contagiado su personalidad de madre.
Hermione era quien siempre mantenía el equilibrio en todo. Ya sea acomodarle la corbata a Ron, o retar a su novia por llevar la falda demasiado corta. Más de lo permitido. Oh, y también retar a Harry por coquetear con las chicas de Ravenclaw.
Ella era prácticamente era la mamá del grupo. Siempre fue así, desde el día en que se conocieron con Ron y Harry en el vagón, en su primer año.
Hoy era Viernes. El fin de semana la desesperaba constantemente. No veía la hora de ir a Hogsmeade con Lyra y olvidarse por completo de todo lo que tuviera relación con las clases.
Bajaba las escaleras hacia la sala común de Gryffindor distraída en sus pensamientos, cuando se cruzó nuevamente a Neville, ahora un poco más relajado que anoche.
—Hola, Neville, ¿Harry está mejor? — pregunté afrrandome a mi bolso.
Neville me miró. Parecía que no había dormido mucho. Sus ojeras violetas lo decían todo.
—Si, él está mejor, supongo. Él y Lyra durmieron abrazados— dijo con ternura.
De tan solo imaginarlos dormidos abrazados como si fuera el fin del mundo, le causó una sensación rara en el estómago.
—Gracias, Neville, voy al gran comedor, ¿Quieres acompañarme? — No tenía problema en tener un poco de compañía.
— Claro, ¿Por qué no? — Aceptó Neville.
Salieron de la sala común , encaminándose ahora hacia el Gran Comedor.
En el gran comedor se encontraron con Ginny y Luna, que estaban a unos metros de Lyra y Harry.
Neville se despidió de ella, para luego sentarse junto a sus amigas.
Harry y Lyra conversaban tranquilos hasta que se percataron de su presencia. Mirándola fijamente ahora.
—¿Cómo estás, Harry? — preguntó cuando se sentó al lado de su novia, Lyra.
Harry bajó la mirada a su plato, posiblemente buscando una respuesta adecuada para darle a su mejor amiga, quien dijera lo que dijera, lo iba a regañar igual.
Levantó nuevamente la vista, percatándose de las miradas fijas de su prima y su mejor amiga.
—Mejor —la castaña estaba por hablar, pero fue interrumpida por el azabache — Nada importante, enserió.
Él sabía exactamente lo que ella le preguntaría:
¿Qué fue lo que pasó, Harry? Soy tu amiga, quiero y puedo ayudarte.
Entendía que se preocupara por él, pero si hubiera necesitado ayuda, se la hubiera pedido a Ron, alguien que posiblemente lo único que se le cruzaría por la cabeza, es comida. Como siempre.
Hermione lo miró tratando de leerlo. Pero no pudo, así se dio por vencida. A Lyra se le escaparía en cualquier momento. Lo sabía, solo tenía que esperar. Aunque la intriga la matara.
. . .
La siguiente clase después de Defensa Contra las Artes Oscuras, era Adivinación. Su clase menos favorita. Por suerte Lyra estaba para acompañarla, por lo menos la tranquilizaria cuando ya no soporte la clase y quiera lanzarle una maldición a la profesora.
Lyra era buena en esta materia, no era su favorita, claro, por supuesto que nadie podía hacer que a ella le gustara más otra materia, que no fuera Pociones. Su clase favorita.
No muchos tenían como clase favorita a Pociones, mayormente solo eran Draco, Lyra, Keyla y Aria. Eran los únicos conocidos que adoraban la clase de Snape. A los demás les aburría demasiado o les daba terror.
—Llegaremos tarde, Amour —me sacó de mi nube, Lyra.
Enredó nuestros brazos y comenzó a correr, llevándome detrás de ella. Por estar tan concentrada en sus pensamientos, casi se pierde la estúpida clase de adivinación. Si no fuera porque tuviera a la mejor novia del mundo, que estaba ahí para sacarla de su mundo. Estaría muerta.
Al fin llegaron al salón de adivinación. Aún no había llegado la profesora. Para suerte suya, que la profesora era más despistada que sus propios alumnos, Porque si fuera Snape, ya les habría sacado 20 puntos por impuntualidad.
Se sentaron atrás de todos, detrás de Harry y Ron, quienes no paraban de hablar. Sacó sus pergaminos y su pluma, comenzando a hacer el trabajo que les habían dado hoy mismo en Defensa Contra las Artes Oscuras.
— Nos acaban de dar esa tarea hace menos de treinta minutos, Hermione— susurró en su oído , Lyra.
Las palabras estaban por salir de su boca, cuando la profesora llegó a tropiezos al salón.
— Buenos días alumnos, lamento la tardanza — se disculpó acomodándose su largo vestido.
Rodó los ojos con fastidio. Realmente no la soportaba, ni a ella, ni a su inservible clase. Era tan torpe, y muy extremadamente exagerada. Sus anteojos que le hacían más grandes sus ojos.
— Hoy iremos a las afueras del castillo, para porder conectarnos con nosotros mismos. Recuerden que al conectarnos con nosotros mismos, nos conectamos con nuestra capacidad de ver más haya —decía mientras se acomodaba sus lentes.
Procesó lo que la profesora loca había dicho. Y concluyó que estaba completamente loca. Nada de lo que decía tenía sentido. ¿O sea que si nos conectamos con nosotros mismos, Ron podrá ver de nuevo las distintas formas en las que Harry podría morir en un futuro?
Si, eso sonaba raro.
—Nada de lo que acaba de decir esta loca tiene sentido —le decía molesta a su novia.
— Ya Mione, no seas cruel. Trata de dar lo mejor — trataba de verle el lado positivo su novia.
En eso Lyra era buena. Tranquilizando sus ataques de rabieta. Jamás los tenía, solo cuando escuchaba la insoportable voz de la profesora Trelawney. Y Lyra sabía como volverla a la realidad.
Lyra tomó su mano en cuanto todos se comenzaron a levantar , siguiendo a la profesora. Que caminaba a tropiezos. Algunos se reían de ella y otros la ayudaban a que no terminara en el piso.
Llegaron a las afueras de Hogwarts. Donde el sol brillaba como nunca antes. El pasto estaba perfectamente podado y los árboles moviéndose con el viento.
— Bien, ahora nos pondremos en parejas de dos, tomaremos las manos de nuestro compañero y cerraremos nuestros ojos y respiramos.
Tomé las manos de Lyra, quien ya cerraba sus ojos. Copié su acción respirando profundamente como había pedido la profesora loca.
— ¿Lo sienten?
— ¿Qué demonios deberíamos sentir, además de su locura?
Lyra apretó sus manos en señal de que se callara. Iba a quejarse de nuevo. Cuando la profesora pasó a su lado Lentamente.
— Ustedes tienen mucha conexión, Se nota desde lejos — decía mientras agarraba nuestras manos — ahora intenten sentir, lo que siente la otra persona.
Soltó sus manos, y siguió caminando hacia otro lado. Corrigiendo a algunos que lo estaban haciendo mal, o que leían la mente de su compañero. Como lo hacía Draco con Harry.
— Y no se valdrá que lean la mente del otro. Es trampa.
Tardó un poco en sentir lo que su novia sentía. Pero cuando lo logró, se emocionó tanto, que si no hubiera sido porque Lyra había apretado más sus manos. Se habría alejado sorprendida.
— ¿Sentiste su emoción? — se acercó rápido la profesora.
— sí.
Se alejó un poco.
— ¿Qué sentiste?
— Felicidad, alegría, confianza, enamora...miento
Se puso roja al instante. Sabía que Lyra la amaba, pero le costaba aveces admitirlo. Y le daba mucha vergüenza que ahora todos la miraran y comenzaran a silbar hacia ellas.
— Muy bien, muy bien, excelentemente bien. 50 puntos para Gryffindor.
Los demás Gryffindor vitorearon aplaudiendo y gritando. Draco y Harry sonreían orgullosos hacia ellas. Harry le guiñó el ojo de forma pícara. Negó con la cabeza avergonzada.
Siguieron haciendo más ejercicios. Y ganando más puntos para su casa.
En total ganaron 250 puntos, contando los de Harry. Que también había hecho un excelente trabajo con Draco. Su conexión les de enemistad les favoreció bastante, al parecer.
La profesora Trelawney los saludó, dando por finalizada la clase. Suspiró, por fin había terminado esta estúpida clase. Aunque no había estado tan mal, había sido entretenida. Aunque eso no decía que haya dejado de odiar a la profesora Trelawney, aún la odiaba y la iba a odiar toda la vida. Pero su clase no había estado TAN mal.