Me gustaría poder contarte otra de nuestras historias para explicar la última razón por la que te odio, pero no puedo, porque ya no estás conmigo.
Y esa es la doceava razón por la que te odio.
Te odio por no haberte quedado conmigo, aunque esa no haya sido tu decisión.
Sí, así de simple y egoísta.
Te odio por haber muerto.
Te odio por no haber pensado en el futuro que teníamos juntas.
Te odio por no cumplir esa promesa de permanecer siempre a mi lado.
Te odio por llegar a mi vida y luego marcharte.
Te odio por toda esa felicidad que me diste, y que ahora jamás podré volver a tener.
Pero sobre todo, me odio a mí.
Me odio por no poder dejarte ir.
Me odio por haberme enamorarme de ti.
Me odio por seguir mandándote mensajes al celular sabiendo que jamás los verás.
Me odio porque pude hacer algo más por ti.
Me odio por no haberte detenido después de esa pelea y haber dejado que te marcharas ebria.
Me odio porque no importa cuánto tiempo pase, a cuántas personas conozca, cuántas cartas te escriba o cuántas razones invente para odiarte.
No te odio, y jamás podré hacerlo.