Terminaste con Percy unos días antes de mi cumpleaños número diecisiete, y yo, como el ser inoportuno que soy, te quise invitar a salir ese mismo día, pero preferí esperar unos meses para que se calmaran las cosas.
Te invité a salir en marzo, me dijiste que aún no estabas preparada.
Te volví a invitar en abril, me dijiste que seguías sin estar preparada.
Te invité en mayo, me dijiste que no tenías ánimos de salir con nadie.
Te invité en junio, me dijiste que querías concentrarte en la escuela.
Te invité en julio, me dijiste que ibas a salir de vacaciones.
Te invité en agosto, me dijiste que estabas enferma y no podías, ni querías salir.
Te invité en septiembre, me dijiste no tenías tiempo.
Te invité en octubre, me dijiste que lo ibas a pensar
Te invité en noviembre, me dijiste que te ibas a ir de campamento.
Te invité en diciembre, me dijiste "quizá para la próxima".
Te invité en enero, me dijiste que no te gustaba salir en esas épocas del año.
Estuve a punto de rendirme, hasta que decidí pedirte por última vez que salieras conmigo. Recuerdo lo temblorosa que estaba mi voz cuando te hice la misma pregunta de siempre y de la cual ya estaba harta de decir.
Te invité a salir en febrero, y finalmente aceptaste.
Aún conservo los boletos de la rueda de la fortuna donde te dije que te quería y nos dimos nuestro primer beso.
Fue de las mejores noches de mi vida, y sé que también de la tuya.
Y esa es la sexta razón por la que te odio.
Fue la primera cita de muchas, la noche en la que empezamos algo que no terminó bien para ninguna de las dos.
Te odio por haber aceptado salir conmigo.