Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40

Capítulo 41

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By Hubrism

PRESENTE 11

Gracias al cielo todo salió bien.

Susana Teresa Arriaga Rodríguez nació sin matar a su mamita, con su papito presente, y perfecta como la hizo el Señor. Final feliz.

Excepto que la vida sigue. Mientras su familia se maravilla sobre como una cosita tan pequeñita puede gritar tan duro y emitir olores tan impactantes, yo le termino de echar el cuento de mi romance con Tomás a los chamos.

Por su parte, la cara de Tomás pasa por todos los tonos de un semáforo al percatarse que se ha convertido en el nuevo héroe romántico de la familia. Es lo mínimo que se merece.

A Susana y a mí nos dan de alta dos días después. Supongo que como Tomás se quedó a dormir en un catre del hospital en mi habitación cada noche, a él también le dan de alta. El clan completo nos espera fuera del hospital con flores y globos, y lo mejor de todo es que mi mamá trae a Samuel. Nos ha visitado todos los días pero extraño amapujarlo y besarlo hasta que se fastidie.

Lo malo es que ya ha empezado a mostrar signos de que va a ser un hermano mayor fastidioso como lo son Salomón y su padre. No puedo creer que le he inflingido ese sufrimiento a mi pobre bebé recién nacida.

Pero Samuel la quiere con todo su corazoncito de cinco años. Cada vez que ve a su hermanita le presenta su dedo, y ella enrolla sus deditos alrededor. Si alguien quiere tocar las mejillas de Susana, Samuel no les deja.

—Le puede doler —dijo una vez con vocecita gruñona.

Hacemos caravana hacia nuestra casa como con seis carros. Alguien se afanó en escribir letreros en los vidrios de los carros anunciando que estrenamos bebé a bordo, como hace la gente en Venezuela para cualquier cosa. Varios carros nos cornetean y veo a los conductores aplaudir como uniéndose a la celebración, y no puedo evitar pensar que seguro son de los nuestros.

Cuando llegamos a casa, más que el banner de bienvenida y más flores y globos, lo que me llama la atención es que todo está pulcro. Parece un hogar de exhibición.

—¿Y esto?

—Un trato es un trato —anuncia Martina con una sonrisa de oreja a oreja.

—Que quede el récord claro que yo ayudé también —refunfuña Matías, arrancándonos una risa.

Pero Susana se despierta en mi regazo y enseguida llora.

—A ver, un poco de calma —mi mamá ordena a todos con su voz de mamá.

—Sí, dejemos que la familia descanse —sugiere mi prima, arriando a sus hijos hacia la puerta donde están ella y Diego—. Volvemos mañana, ¿sí?

—Mi casa es tu casa. —Le doy un abrazo con un solo brazo y así arrancan las despedidas.

Valentina es la siguiente, que de todas maneras tiene que correr al trabajo. Mi hermano confirma que mañana estará aquí puntual para hacer una parrillada. Sus hijas me informan que ellas limpiaron la cocina y merecen reconocimiento. De turno les prometo que pueden venir a usarla cuando quieran, pero eso no parece alegrarlas.

Entre risas y agradecimientos nos despedimos de todos, y solo nos quedamos con mis papás.

—A ver, Samuelito —le dice mi papá—, vamos a que aprendáis a jugar dominó.

—Papi... —Pero mi advertencia cae en un abismo porque Samuel oyó la palabra «jugar» y ya está, vendido al único postor.

—Dame a mi nieta. —Mami abre y cierra las manos hasta que accedo a la petición, y Susana se calma cuando la recuesta contra su pecho, la muy traidora—. Ustedes dos deben estar exhaustos así que váyanse a acostar un rato.

Tomás y yo intercambiamos una mirada que dice una sola cosa. «¿Nos acabamos de sacar la lotería?».

—¿Segura, ma?

—Pa' eso nos vamos a quedar unas semanas con ustedes, ¿no? Pa' que se recuperen.

—Gracias —Tomás exhala la palabra.

Le doy un beso a mi mamá en su mejilla y de regreso ella me da uno a mí y otro a Tomás, su segundo hijo. Nos hace un gesto con la mano de que nos vayamos y ante tan jugosa sugerencia no nos podemos negar.

Tomás me ofrece su brazo y con gusto lo acepto. Todavía me siento como si me hubieran desarmado y vuelto a armar. Poco a poco subimos las escaleras, un brazo de Tomás alrededor de mi espalda mientras que con la otra mano sostiene mi brazo. Yo me agarro de la baranda hasta llegar arriba.

Sorpresa para mí que al entrar a nuestra habitación, un enorme ramo de flores nos recibe sobre la peinadora. Decenas de rosas azules impregnan el espacio de un perfume dulce y acogedor.

Con un dedo, Tomás cierra mi quijada.

—¿Te gustan?

—¿Esto es cosa tuya? —Le lanzo una mirada.

—Pues sí. —Sonríe—. Tienen varios significados pero quiero aclarar que el de mi intención es que eres mi amor verdadero. Y como todo esto es mi culpa, pensé que te debía al menos este regalo.

—Bueno, eso es cierto. Es lo mínimo que merezco.

Una risa suave hace que sus hombros vibren. Tomás cierra la puerta, cabe destacar que con llave, y de pronto se agacha. Un instante después caigo en la cuenta de para qué.

Me carga entre sus brazos como lo hizo en nuestra noche de bodas entrando a la habitación del Hotel Maruma. Abrazo su cuello y levanto una ceja.

—Pa' que sepáis que no podemos hacer nada por al menos dos meses.

—Aquí la única que está pensando cochinadas eres tú, yo solo te quiero ayudar a la cama. —Sonríe con inocencia.

En efecto, me deposita sobre el colchón con tanta suavidad como cuando acuesta a Susana sobre su cunita. Deposita un besito sobre mi frente y suspiro.

—¿Quieres que te ayude a cambiarte?

—Ya esta es la pyjama. —Señalo la bata color crema con botones en todo el frente que hizo de vestido al salir del hospital, pero de la cual no pienso salirme en al menos una semana.

—Ah bueno, yo sí me tengo que cambiar. —Se voltea para tomar un fajo de ropa de su poltrona en la esquina y cuando lo veo en actitud de irse al baño, lo freno con un ruido de mi garganta que normalmente uso cuando Samuel está a punto de hacer una travesura.

En efecto, Tomás se frena en seco y me pela los ojos como preguntando qué hizo mal.

Doblo mi dedo índice varias veces en gesto de que vuelva.

—No porque no pueda hacer nada no significa que no puedo ver nada, ¿me entendéis?

Tomás entrecierra los ojos.

—Está bien, pues. —Lanza su pyjama sobre la cama y posa sus manos sobre el primer botón de su camisa—. Al final de cuentas tengo que hacer lo que mi reina quiera.

—Así es. —Me acomodo sobre la almohada para observar cada detalle—. Eso sí, no tengo un rollo de billetes al alcance.

—Ya me has dado mucho más que eso.

No puedo con su sonrisa dulce mientras abre cada botón lentamente.

Succiono aire entre mis dientes.

—¿Habéis estado haciendo ejercicio?

—Sorpresa número dos. —Guiña un ojo y se quita la camisa por completo, dejándola caer en el suelo. Esos hombros que me matan, ese pecho sobre el que me encanta reposar mi cabeza, esos abdominales que me fascina recorrer.

—¿Sigo?

—Si paras te lanzo una chancla.

Se ríe, pero esta vez se quita los pantalones y las medias con menos ceremonia. Solo disfruto su vista en ropa interior un momento porque se pone los pantalones de su pyjama. Abucheo pero me ignora.

—Ya fue suficiente, picarona.

—El público quiere más.

Levanto mis brazos y Tomás agarra la pista. Se acuesta a mi lado y me estrecha contra su pecho. Me acomodo como nos gusta, con mi cabeza sobre su hombro, mi rostro cerca de su cuello donde puedo inhalar el perfume que me insufla vida cada día, su otro brazo alrededor de mi cintura.

Nos miramos a los ojos un buen rato. Toda una conversación ocurre en silencio, ambos llenos de tantas emociones que cuesta ponerlas en palabras.

—Por cierto, me debéis una historia —anuncio de pronto—. ¿Cómo fue que lograste llegar a tiempo pa' el parto?

—Ah, verdad. Pues me vine en un jet privado.

—¿Ejquiusmi?

—Yo dije que iba a hacer todo lo posible, ¿no? —La curva de sus labios se ensancha hacia un lado—. Pues, a lo que me enteré que rompiste fuente llamé a Diego, tú sabes que él conoce a un pocotón de celebridades y eso.

—Es verdad. Atleta profesional y celebridad es como papas y patatas.

—¿Y adivina quién fue el que vino al rescate? —Y sin más lanza la bomba—: Carter.

—¿El jefe de Valentina? —exclamo.

—Aja.

—Pa' mí que ahí hay algo —musito, empezando a tramar en mi mente.

—Por lo menos tenemos que darle las gracias.

—Y también un buen regalo porque, carajo, un viajecito en jet privado no es que es gratis. ¿Pero qué se le da a un ultra millonario?

—Yo te vi la cara de que ya sabes qué darle.

—Sí, a Valentina. —Estallo en risitas y Tomás aprieta los labios para contener la suya, intentando parecer amonestador.

—En fin —dice a sabiendas de que no va a poder detener mi plan—, mis papás quieren venir en dos semanas.

—Pero si es un viaje tan largo desde España.

—Quieren conocer a su nueva nieta a como de lugar. —Sus ojos se pierden en el espacio como si estuviera repasando una lista, y añade—: Y mi hermana también quiere venir para esas mismas fechas desde Nueva York. Javi y Enzo están en cola para cuadrar fecha de visita. Ah, y los del trabajo nos mandaron una cesta de regalo. Está en la cocina, no sé si la viste. Y después de eso se arrecharon conmigo porque ya pedí mis cuatro meses de permiso de paternidad.

—Berro. Eso fue tremendo update.

—Y ya.

—Ningún y ya, vamos a estar muy ocupados los próximos meses.

—Si quieres los mando a todos a la porra.

Me estiro para darle un besito en la punta de su nariz.

—Me lo voy a pensar. Pero por el momento solo quiero que me acurruques. —Me fundo en un abrazo y poso mi mejilla en su pecho desnudo, sintiendo el rítmico latir de mi corazón en su pecho—. No sabéis cuánto te extrañé.

—Yo también. —Me estrecha más fuerte—. ¿Me perdonas por ser un pendejo? Porque no debí aceptar el viaje de negocio, y punto.

—Pero yo no quería ser la mujer preñada y hormonal que retiene su marido.

—Vida, tenías todo el derecho. El que se aguebonió fui yo y no volverá a pasar.

—Claro que no, porque pa' la próxima ni te dejo mirar las maletas.

Tomás abre los ojos a nivel Los Simpson.

—¿Va a haber una próxima?

Por un buen rato nos observamos, pestañeando y nada más.

Los dos soltamos una risa nerviosa.

—Digo, el próximo viaje de negocios.

—Sí, eso. —Su pecho vibra con una risa silenciosa. Me da un beso suave como el aleteo de una mariposa sobre mis labios y me acomoda de nuevo contra su pecho.

Así, adormilados por nuestro mismo calor, empezamos la nueva etapa de nuestro final feliz.

EL FIN

NOTA DE LA AUTORA:

Amo, amo, amo esta historia. Es una de mis favoritas que he escrito en mi vida tanto en español como en inglés y punto. Es la que más he releído por mi cuenta como si yo fuera una lectora como ustedes. Me hace reír, llorar, y es la que tiene más partes de mí como persona.

Y aparte amo, amo, amo a Tomás 😂 O sea, ¿pendejo pero dulce, tímido, y con un trauma terrible? 💍

Espero que la historia de cómo Dayana se dejó de guebonadas y obtuvo su final feliz con el hombre perfecto para ella les haya gustado mucho 🩷

Nos vemos prontín con la historia corta (no novela, ojo) sobre como Valeria y Salomón se enamoraron. Esa es un poquito limpieza del paladar y les va a hacer desternillar de la risa. Ya está esperándolas en mi perfil y se llama «Todo lo que sube tiene que bajar». Eso sí, no la lean después de beber mucha agua 😌

Después de esa historia corta va la última novela en la saga, que es sobre Valentina. Esta va a ser al revés de todas las demás y será contada sobretodo en tiempo presente. ¿Conseguirá su propio final feliz? Estén pilas en el 2024 👀

Y porfis, si les gustan mis historias pregónenlas en las plazas (dígase las redes sociales), que sin el apoyo de ustedes las escritoras no llegamos a nada 👉🏼👈🏼

Hasta la próxima y bechis 😘

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