Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 39

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By Hubrism

PASADO 37

Al regresar a casa del amanecer gaitero, tengo tanta energía en el cuerpo como una misma estrella. Mis papás están en la cocina haciendo el desayuno y los estrujo en un abrazo de grupo tan fuerte que uno de ellos tose.

—¿Y esto a qué se debe? —gruñe mi papá.

—Mi amor, parece como si hubierais pasado por un autolavado pero sin el carro. —Mi mamá se ríe—. ¿Por qué no te vais a bañar y luego nos volvéis a abrazar?

—'Ta bien. —Me balanceo un poco precariamente entre los tragos y la emoción—. Pero a lo que salga tengo que decirles algo importante. Espérenme con dos arepas con queso.

—Okay.

Rompo un nuevo récord con lo rápido que me ducho y me cambio a una franela ancha y los monos que usaba en Educación Física en el liceo. Salgo de mi cuarto sin peinarme el pelo, los nudos chorreando agua hacia mi ropa. Esto no puede esperar ni siquiera a eso.

—¿Ya Salomón salió al trabajo? —pregunto y me siento en la mesa. Inhalo el aroma del humeante guayoyo y tomo un trago tentativo. La temperatura está como me gusta y tomo otro poco.

—No sé, déjame mandarle un PIN —contesta mami a mi derecha.

A mi izquierda papi lee el periódico de donde trabaja Salomón. En primera plana las noticias son sobre política o sobre la inseguridad, eso de fifty-fifty. Seguro que con la trayectoria del país y todo lo que ha pasado desde hace un año, mis padres verán razón. ¿Cierto?

—Salmón todavía se está vistiendo para salir —confirma mami.

—Decile que venga, porfa.

Ambos me observan con sospecha.

Unos minutos después, Salomón entra con su propia llave. A esta hora ya Adriana debe estar en la escuela y Valeria, que seguro que fue la que la llevó hoy, ya debe estar en su nuevo consultorio. Mi hermano se sienta frente a mí en la mesa cuadrada donde compartimos cada comida los cuatro hasta que él se fue de la casa, solo unos pisos más abajo.

Ahí caigo en la cuenta de que esto no va a ser tan fácil. Incluso el prospecto de casarme con Tomás e irme a vivir con él en otro lado de la ciudad sería un golpe para mi familia que vive encima los unos de los otros.

Por un instante, con los tres pares de ojos clavados en mí, empiezan a rascar mi mente los dedillos de pánico. Puede que esta sea la conversación más difícil de mi vida, mucho más que la presentación de la tesis de la universidad. Pero ya he sobrevivido cosas mucho más duras. Ya entiendo que a veces la única arma que a uno le queda es la voz, y si dejo que el pánico me gane me quedo desarmada.

—Este... —Aprovecho para darle largas al asunto pegándole un mordisco a una arepa. Respiro profundo, todavía negociando con ese instinto de congelarme.

—Mija, ¿qué tapa sopa? —Salomón chequea su reloj—. No tengo toda la vida pa' mirarte atacar una inocente arepa.

Qué talento tiene para sacarme la piedra con solo abrir su boca. Y a la vez, qué talento tiene para desenrollarme la lengua.

—Tomás me propuso matrimonio. —Lo lanzo así como caiga.

Los tres gritan. Brinco en mi asiento.

—¡Al fin! —Mi mamá.

—¿Quién le dio permiso? —Mi papá.

—¿Dónde coño está el anillo? —Mi hermano.

—¡Auxilio! —La arepa. Le pego otro mordisco.

Me doy el semerendo postín mientras pierden la cordura entre ellos. Al menos así puedo observar quién es equipo matrimonio y quién no. Es bastante obvio.

Por el momento Tomás: 1 y En Contra: 2. Vamos a ver cómo va con la siguiente parte.

—Y quiere que me vaya del país con él.

Reina el silencio.

Se montan las expresiones neutras dignas de una mesa de dominó.

¿En Contra: 3?

El bocado de comida se atasca en mi garganta y lo bajo con café.

Ahora sí me empieza a fallar la mente, pero no tanto porque el pánico se esté apoderando de ella, sino porque no sé qué más decir, cómo explicar lo que debiera ser obvio.

Cuando dos personas se quieren, pasar el resto de sus vidas juntos es obvio, ¿no?

—Llámalo. —El que rompe el silencio es Salomón y mi cerebro se tarda en procesar.

—¿A Tomás?

—Sí, que venga ya.

Observo a mamá, a papá, y de nuevo a Salomón. En esto se ven de acuerdo los tres, sin decirse una sola palabra.

—A ver, son las ocho de la mañana. ¿No se les va a hacer tarde para el trabajo?

—Hoy no abre la tienda —anuncia papá muy serio.

—Es viernes. —Frunzo el ceño—. Hoy es uno de los mejores días de ventas.

—No, no abre —corrobora mamá.

Con la misma, Salomón saca su Blackberry de un bolsillo y hace una llamada.

—¿Aló, jefe? Tengo diarrea violenta y no voy al trabajo hoy. Chao. —Y tranca.

Mis poros empiezan a trabajar a toda máquina. Una gota de sudor baja por el medio de mi espalda.

—Este... a ver si lo agarro despierto. —Marco el número de Tomás. El muy peluche atiende apenas al segundo repique.

—¿Mi vida?

Su voz dormilona y el apodo me arrancan un suspiro.

—Tomás, mi familia quiere hablar contigo. ¿Podéis venir a mi casa?

—¿Ya?

—Sí, antes de que me maten con sus miradas asesinas.

Okay. —Oigo el roce de sus sábanas—. Llego en media hora.

Trancamos.

La media hora pasa en un silencio abrumador. Intento conversar de otra cosa pero no, mi familia o está compuesta de excelentes actores, o están a punto de reventar como volcanes.

Ni siquiera se me ocurre cambiarme de ropa a algo más presentable, y me alegra que cuando Tomás finalmente llega, está también en monos un poco desgastados y una franela manga larga que le queda demasiado grande. No se detuvo para peinarse, y su cabello está tan enmarañado como el mío.

Nos sentamos juntos en el sofá de la sala. Papá se sienta en una poltrona, mamá en la otra, y Salomón se instala entre ellos dos en una de las sillas que arrastró desde la cocina.

—Estem...

Agarro la mano de Tomás y la pongo sobre mi muslo. Salomón entrecierra los ojos ante el gesto. Lo ignoro y me inclino hacia Tomás.

—Les dije que me propusiste matrimonio y que queréis que nos vayamos del país juntos.

Tomás pela los ojos.

—¿Se los dijiste así?

—Sí.

—Ah, con razón.

—Tomás —empieza mi hermano—. ¿Quieres a mi hermana?

—Sí —contesta con seguridad, como si esto no fuera bizarro.

Bueno, los dos son hermanos mayores y ya he visto que Tomás es igual de cavernícola con Andrea.

—¿Lo suficiente como para cuidarla y serle fiel toda tu vida?

—Sí.

—A ver, par de pendejos —gruño—, dos veces, no una sino dos, Tomás se arriesgó para protegerme de la criminalidad. A costa de sí mismo. ¿Qué les dice eso?

Salomón se amilana. Mi papá frunce el ceño.

—¿Pero lo puede seguir haciendo? —pregunta, y la implicación está clara. Todos sabemos la batalla que libra Tomás constantemente con su salud mental, y no voy a dejar que ni mi papá use eso en su contra.

—¿Y si soy yo la que lo quiero proteger? —Todos se enfocan en mí, incluso mi novio—. No es exclusivamente trabajo de mi pareja ser el protector, pa' que sepan. Y no sé si los encabezados de los periódicos no lo hacen lo suficientemente claro, pero si seguimos viviendo aquí probablemente van a haber muchos más chances de que él o yo tengamos que hacer más proezas heroicas.

Mi mamá se desinfla. Tomás levanta mi mano y le da un beso.

—Pero si nos tocara —murmura suavemente—, yo seguiría intentando ser tu héroe.

—Ya, deja de flecharme el corazón, que no te hace más falta.

Cuando me vuelvo al frente, mi mamá tiene los ojos mojados pero lleva una sonrisa en la cara. Salomón se cruza de brazos, cejas apretadas como si estuviera pensando más formas de amedrentar a Tomás y no se le ocurren. Papi es el que sigue sin delatar nada.

—¿Y el anillo? —añade papi de pronto.

—Es que... —A Tomás se le enciende la cara como un bombillo rojo—. Yo quería hacer una propuesta elaborada pero —pausa para aclarar su garganta—, anoche se me salió de sorpresa.

—Espero que haya sido solo eso lo que se te salió de sorpresa —amenaza mi hermano.

Como diga algo de salchichas en este momento lo lanzo por la ventana.

—Por cierto —interrumpo para hurgar el bolsillo de mi mono y extraigo un anillo—, aquí tenéis. Esa es mi talla.

—Ah, gracias. —Tomás sonríe como con ganas de reír.

—Cómprale uno bien caro —refunfuña mi papá.

Me pongo de pie como un resorte.

—¿Eso quiere decir que sí?

—Al matrimonio sí. Lo de irse del país lo hablamos después.

Chillando, me le tiro encima a Tomás y él me estrecha contra su pecho. Mi mamá nos abraza a los dos juntos y en el fondo oigo a Salomón reclamarle a papi que cedió demasiado fácilmente.

También accede a lo de que nos vayamos del país solo unos días después cuando otra tragedia toca nuestra familia. Mientras Tomás y yo comenzábamos nuestros planes, los de Valentina fueron cortados en seco porque le roban la vida a su prometido, Gustavo.

Otra vez cambia todo. En vez de tomarnos las cosas con calma, la familia de Tomás y la mía hacen malabares para que la boda sea rápida. Se siente de vida o muerte irse del país.

NOTA DE LA AUTORA:

Aquí me puse bien real porque en esta época es cuando la cosa se empezó a deteriorar drásticamente en Venezuela. El tema Nostalgia de esta saga es por esto, por las vidas que perdimos tanto los que nos fuimos como los que se quedaron. Y para ambos, la felicidad va siempre de la mano de la tristeza. No se imaginan lo mucho que lloré escribiendo estos capítulos 🤧🤧🤧

P.P.D.D. Esto se acaba pronto, agárrense 🤧🤧🤧

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