Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 38

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By Hubrism

PASADO 36

Después de eso todo cambia para nosotros. Como dice el lema de La Universidad del Zulia, «post nubila phoebus». Después de las nubes el sol.

Nuestros planes de que si la pasantía, el servicio comunitario y la tesis se van al caño. El atraco fue antes del último parcial de cada materia del noveno semestre, y como Tomás había partido los primeros parciales, esas notas fueron suficientes para que pasara las materias de una vez. Dejó de ir a las últimas clases porque sus padres lo internaron en un hospital psiquiátrico por dos meses.

Al principio los del hospital no me querían dejar visitarlo por no ser pariente directo, pero la señora Beatriz les mentó la mamá hasta que se dejaron de guebonadas. Desde esa noche fatídica me agarró mucho cariño e hizo un chanchullo con el hospital para que me registraran como si fuera prima de Tomás. Luego se les quitó la necedad cuando veían que Tomás florecía con cada una de mis visitas.

Así que durante esos meses yo hacía mis pasantías en una empresa de servicios a las petroleras, y me pasaba cada fin de semana con Tomás en el hospital.

Le dieron de alta unas semanas antes de lo planeado porque reaccionó muy bien al curso de fármacos y a la terapia.

—Mi doctor dijo que tengo que enfrentar mis miedos —explicó Tomás unas semanas después, sentados en la feria de comida del Doral con su hermana—. O sea, tengo que enfrentar la vida.

—Uy, sí. Da miedo la vida —concordó su hermana con un estremecimiento exagerado.

Yo me estiré para agarrar las dos manos de Tomás sobre la mesa.

—Mira, ¿tu doctor no nos puede hacer un dos por uno? —Sonreí con un poco de dolor.

—A ti no te hace falta, gracias al cielo. —Tomás levantó una de mis manos y la besó.

—Ay, ustedes si son melosos. Me voy a comprar algo salado para que se me pase el sabor azucarado de la boca —anunció Andrea levantándose de la silla.

Esa fue otra cosa que cambió. Ya ni él ni yo nos atrevimos a salir los dos solos. O cada uno por su cuenta. Nuestras citas ahora son en centros comerciales de los mejorcitos y al menos con Andrea, sino con los de la universidad también, o en doble cita con Valentina y Gustavo. Sino, nos visitamos en nuestras casas con todas las familias en pleno.

No solo la posibilidad del striptease que me había prometido se ha esfumado con eso, sino también lo que pensé que iba a ser el curso de este año. Íbamos a hacer la pasantía y el servicio comunitario juntos. Pero yo termino la pasantía primero y hago el servicio comunitario con los demás panas sin Tomás. Presento la tesis con Javi cuando apenas Tomás empieza a trabajar en la suya. Y hasta me gradúo antes que Tomás, en vez de juntos. Queríamos tener más citas como la de ese día, explorando toda la ciudad. Teníamos la idea de viajar por el país los dos solos.

Ahora salir de nuestras casas es una batalla. De hecho, no sé cómo logramos venir a este amanecer gaitero.

No, sí sé por qué. Es en un club privado con una seguridad de esas que los guardias tienen armas hasta en los dientes. Aquí solo viene gente muy pudiente y si no fuera porque los padres de Tomás están dispuestos a gastar bastante plata para que su hijo tenga una vida más o menos normal, no estaría aquí ni yo ni el resto de nuestros amigos de la universidad.

Tomás y yo estamos haciendo una pausa del bailoteo en dos sillas. Vino con pantalones negros de vestir y una camisa verde esmeralda como le pedí. Hace juego con el ruedo de mi vestido, que de resto es del mismo azul que el color que representa la Facultad de Ingeniería de donde soy graduada, y de donde Tomás se gradúa en un mes.

Su mano está atrapada entre las dos mías, y el nudo reposa sobre mis piernas. Ha sido un día de los buenos. Sus ojos han mantenido un brillo alegre sin nublarse. Su mente ha estado presente toda la noche. Incluso ha lanzado de esos piropos que me derriten las rodillas.

Suelto una mano para peinarle el cabello. Mientras bailábamos hace dos canciones se lo desordené. No tengo la culpa de que decidiera besarme el cuello y hacerme perder el juicio en plena pista de baile.

Otra cosa que ha cambiado es que ambos nos hicimos la operación de láser en los ojos. El mes de recuperación después de eso fue hasta más extraño que la estadía en terapia de Tomás. Lo malo es que los lentes de Tomás servían como un pequeño filtro a su descomunal belleza. Ahora cuando me observa directamente siento cosas que a veces no son aptas para todo público.

Peor aún, tiene ese efecto sobre unas cuantas personas ajenas.

—¿Por qué me miráis así?

Tomás ladea la cabeza.

—Es que me saqué la lotería.

—¿Ah, sí? —Me siento más derecha y lo inspecciono—. Pero no veo el ticket.

—Tú eres mi ticket.

—Ay, qué cursi. —Me río por lo bajito—. Igual, ¿queréis recompensa?

—En teoría ya la tengo pero... —Presenta su mejilla.

En vez de eso, agarro su mentón y suavemente giro su cabeza para besarlo directo en los labios. Guaco empieza a tocar Pa' Ti y mientras toda la gente se alborota con el hit del momento, yo lo siento como si fuera cosa del destino. Tomás es pa' mi y yo soy pa' él.

—Creo que esta es nuestra canción —murmuro contra sus labios.

Tomás se aleja lo suficiente para reposar su frente contra la mía como le gusta. Con una mano acaricia mi nuca como a mí me gusta.

—Quiero decirte algo.

—¿Que te parezco la mujer más hermosa del planeta y te vuelvo loco?

—Pues sí, exactamente eso, aunque lo iba a decir con otras palabras. —Se endereza sobre su asiento de nuevo.

—Ah, bueno. Soy toda oídos. —Engancho mi cabello detrás de mis orejas y sonrío ampliamente. Sus ojos se desvían a los hoyuelos que seguro lucen en mis mejillas. Sé que son su debilidad.

Entrecierra los ojos como si supiera que lo estoy atacando y se aclara la garganta.

—Este, bueno. —Hace una pausa para pasar una mano por su cabello, nervioso—. Mis papás quieren que me vaya del país.

—Ya va. Esto es como si me echaran un balde de agua helada, no como que ibas a coquetear conmigo. —De solo pensar en que se vaya se comprime mi corazón y tengo que pestañear rápido para no convertir este club en un nuevo lago con mis lágrimas.

—Pero —continúa Tomás como si nada—, yo quiero que te vayas conmigo.

Me desinflo contra el respaldo de la silla.

—¿Que, qué?

Sus ojos se ven oscuros, intensos. Sus labios son una línea seria pero no triste o disgustada. Es la expresión que adopta cuando no quiere que otros sepan lo que siente. Es precisamente la que usa en los momentos donde está más embargado de emoción.

—Y quiero que te vayas conmigo como mi esposa.

Inhalo fuerte.

—Tomás Elías. —Cada palabra es otra aspiración—. ¿Me estáis proponiendo matrimonio?

—Supongo que sí, aunque todavía no he comprado el anillo. —Su máscara se quebraja y su cara se sonroja—. ¿Qué talla es tu dedo?

—¡Eso no es lo que importa! —Agarro su cara caliente entre mis manos, apachurrándola hasta que sus labios sobresaltan—. Me acabáis de proponer matrimonio así como así, y por cierto, también me pediste que me fuera del país con vos. ¿Cómo me vais a tirar dos bombas seguidas así?

—Piénsatelo —balbucea con dificultad—, no me tienes que contestar ahora.

—Menos mal, porque tengo la cabeza hecha un nido de chocorocoy.

Intenta sonreír pero el apachurramiento no lo deja. Le doy un besito y lo suelto.

Tomás se levanta y me ofrece su mano.

—Mientras tanto, vamos a bailar antes de que termine nuestra canción.

Aceptar su mano se siente profético pero aunque no le conteste esta noche, los dos sabemos que es imposible separarnos.

Nos mezclamos entre parejas inesperadas. Yael y Erika. Javi y Enzo, aunque bailan uno con Usnavy y otro con una prima de Dimas. El mismo Dimas y Juliette. Anderson y Andrea Vélez. Otros cuantos más con los que hemos compartido cinco largos y memorables años. Sabemos que esta es una de las últimas veces que estaremos juntos. Dimas y Juliette ya se casaron y se van a trabajar para Sidor en Ciudad Guayana. Anderson y Andrea se mudan a Caracas el año que viene. Tomás y yo quizás nos vayamos del país.

Así que parrandeamos toda la noche con nuestro viejo amigo, el Cacique, y nos dejamos llevar por el siempre cambiante curso de nuestras vidas.

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