Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

15.1K 3K 1.2K

Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 37

278 54 41
By Hubrism

PRESENTE 9

—¡Martina! —grita Valentina mientras me ayuda a salir del baño—. ¡Llama a tu mamá y dile que Dayana rompió fuente!

—Y a mi esposo —agrego apretando los dientes—, hay que llamarlo.

—No te quiero alterar pero, ¿sabéis que son las nueve de la noche? No va a poder coger un avión de regreso así como así. Lo más probable es que no llegue a tiempo.

Como si tuviera un switch, mis ojos se convierten en dos Churún Merún.

—Quiero a mi marido —sollozo.

—Bueno, bueno. Ya lo llamo.

Con cuidado me sienta en el sofá.

—Mami ya viene en camino —anuncia Martina. Pobrecita, está pálida. Creo que ha visto demasiadas películas dramáticas sobre momentos de parto. O quizás es culpa de que no paro de llorar.

—Maaamiiii. —Samuel empieza a copiarme. Su pecho convulsiona con grandes sollozos y se arreguinda de mis piernas. Si tuviera fuerza lo estrecharía hacia mí.

—¿Qué hacemos? —Adriana dirige la pregunta hacia Valentina.

—Este, no sé...

—Busquen la maleta amarilla que tengo en mi cuarto. —Moqueo un pañuelo de tela que tenía en el sofá.

Adriana y Amanda pegan la carrera hacia el cuarto principal en el piso de arriba.

—Aló —enuncia Valentina hacia su celular—, no te oigo.

—¿Es mi marido? —Valentina asiente y me desinflo del alivio.

—Ahora sí. Te voy a poner en alto parlante. —Hace una pausa para despegar el teléfono de su oreja, presiona el botón del speaker y pone el dispositivo en medio de las dos—. ¿Nos oyes?

—Sí.

De solo oír una palabra de su voz rompo en llanto.

—¡Vida! ¿Qué pasa?

—Calma —ordena Valentina a ambos—, Dayana acaba de romper fuente. Bárbara y Diego vienen en camino. Después de que hable contigo llamo a Salomón y a los papás de Dayana.

—Amor, te quiero a ti —la última letra sale como un gemido sin fin.

—Este... Este... Pero... —Traga tan grueso que lo oímos—. ¿No era en dos semanas más?

—Pues no —confirma Valentina—. ¿Hay chance de que consigas vuelo para mañana?

Le arrebato el celular.

—Mira, Tomás Elías Arriaga Villa. Más te vale que te vengas así sea en lancha.

—Este... No puedo nadar desde Kansas. Si alquilo un carro tampoco llego mañana.

—¡Quién te manda a haberte ido al quinto coño estando yo a punto de parir!

Valentina me quita el celular de nuevo.

—Bueno, Tomás. Haz todo lo posible, ¿sí?

—Okay. —Suena como que quiere llorar—. ¿Daya?

—¿Qué? —Intento inhalar los mocos otra vez.

—Te amo. Lo siento.

—Yo también, las dos cosas.

—Mantenme al tanto —dice Valentina a mi esposo y trancan.

Sin pausa, ella hace las llamadas que había prometido. Mi hermano pega gritos que, incluso sin el altoparlante, los oigo desde el sofá. Mis papás son más calmados, y en medio de esa conversación llegan Bárbara y Diego. Él está de camisa planchada y ella con un vestido bonito, como de que habían ido a un sitio elegante.

—Los interrumpí —lloro junto con verlos, estirando la i al final de la palabra.

—¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? ¿Te puedes mover?

—Sí —contesto.

—¿Sí a cuál?

—Mejor metámosla en el carro de una y vámonos al hospital —sugiere Valentina.

—Diego, quédate con los chamos. —Bárbara le da un beso a su esposo antes de afanarse conmigo.

Amanda trae la maleta a la entrada de la casa. La he tenido hecha desde que empecé el octavo mes, por si a las moscas. Y las moscas son hoy.

Le doy varios besos a Samuel, asegurándole que vuelvo pronto. El único que lo calma es Matías, que ha estado mudo todo este tiempo pero entra en acción para entretener a su primito. Doy una mirada más alrededor, como si me despidiera de la casa. Martina la arregló una barbaridad mientras yo echaba el cuento de mi gran amor.

Mi gran amor que se va a perder el nacimiento de su segundo bebé por ser tan responsable y querer salvar la empresa por sí solo. Lo quiero matar pero a la vez lo quiero abrazar y besar. Sin él me siento sola, a pesar de que estoy rodeada de gente. Qué ganas tengo de ya no ser un manojo de hormonas.

—¿Quién le va a terminar de echar el cuento a los chamos? —pregunto a la vez que las dos me ayudan a montarme en la camioneta de Bárbara.

—Eso no es lo más importante en este momento —refuta mi prima.

—Pero yo quiero que sepan que es un final feliz. —Aunque cualquiera pensaría lo contrario, por lo mucho que sigo sollozando.

—Vos concentrate en respirar bien. —Valentina me pone el cinturón de seguridad y espero a que se siente en el puesto de copiloto para contestarle.

—A ver, rompí fuente pero no estoy en pleno parto.

—Quizás aguantas hasta que llegue Tomás —musita Bárbara ya saliendo del vecindario, pero en vez de reconfortarme eso me da más tristeza todavía.

Se siente como una promesa vacía. Para ir a la pajúa visita a la fábrica de la compañía, Tomás tuvo que volar primero a Dallas, luego a Kansas City, y después manejar un buen trecho de planicie en Kansas hasta llegar a su destino. Con suerte llega en dos días.

Debí haberle dicho que no fuera y punto. Pero nooo, tenía yo que dármelas de esposa cool. ¿De cuándo acá he sido yo cool? ¡Nunca! ¡Soy su chicle!

En pleno camino, Bárbara llama a una colega en el hospital para avisarle la situación. Cuando llego, ya un enfermero tiene una silla de ruedas lista para mí en la entrada de Emergencias. Y también está plantada ahí toda mi familia.

—¡Sikiú Dayana! —Esa voz ultra chocante solo puede ser mi hermano—. ¿Estáis bien? ¿Te duele algo?

—Mi rey, déjala que se siente en la silla de ruedas tranquila —lo amonesta Valeria.

—Aquí estamos, mija. —Mi mamá sostiene mi mano mientras el enfermero empuja la silla de ruedas. Del otro lado va papá, flanqueado por tío Aristóteles y tía Graciela.

—¿Y los niños? —La pregunta va de tía Graciela a su hija.

—Los dejé en casa de Dayana con Diego.

—Ah, bueno.

—¿Alguien bajó la maleta? —pregunto y todos hablan a la vez—. Tiene todas mis cosas para la hospitalización, que no se pierda.

—Valentina se encarga. —La voz de Bárbara suena más tranquila que la de los demás—. Déjame encargarme ahora de tí, ¿okay?

—'Ta bien. —Siento su mano apretar mi hombro.

En el transcurso de unas horas me ingresan a una habitación privada, que seguro debe ser cortesía de Bárbara. Armada de una bata en el hospital, el mismo enfermero de la entrada me ayuda a acostarme en la cama y como por arte de magia el bebé dice «aquí fue», y la contracción más fuerte que he sentido en mi vida me golpea como un piano cayendo sobre mí.

Del grito que pego, los profesionales en la habitación saltan.

Bárbara entra corriendo y agarra mi mano. En la puerta se agolpa mi familia, haciendo batalla para ver quién más puede entrar.

—¡Yo! —anuncia mi hermano—. Como el pelele de su marido no está, la acompaño yo.

—Cómo te atreves a llamar pelele a Tomás. —Aprieto la quijada tan fuerte que siento mis dientes crujir.

—Uy, alguien tráigale algo que morder —pide Bárbara.

—Todavía no, eso fue solo rabia —aclaro.

—Bueno, yo, que soy su papá.

—Ni se te ocurra —contrapuntea mami—. Seguro te ponéis a darle órdenes a los empleados y no los dejáis trabajar bien.

Sin decir nada pero con una exhalación profunda, Valentina entra a la habitación y rodea la cama para tomar mi otra mano. Otra contracción me hace encogerme pero esta vez no vocifero.

Ahora sí toca empezar a respirar de forma bien específica.

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —jadeo.

—¿Entre contracciones? Todavía están bastante espaciadas —contesta Bárbara.

—No, desde que rompí fuente.

—Como eso de tres horas —aclara Valentina.

Colapso contra la almohada. Definitivamente no es lo suficiente como para que Tomás pueda volver. De verdad se va a perder el parto. Si algo sale mal él no va a estar aquí para solucionarlo. O para enterarse primero que los demás. Una lagrimita corre fuera de mi ojo hacia mi cien y se pierde en mi pelo.

—Por si algo sale mal —murmuro—, si es varón que se llame Tobías y si es hembra que se llame Susana.

—Nada va a salir mal. —Bárbara usa su voz de doctora cuando los pacientes le quieren dar lata.

—Y si algo sale mal demando a todo este hospital y lo defalco —añade Valentina con la confianza de una abogada, aunque aquí no puede ejercer.

—Las quiero. —Me tiembla el mentón.

—Necesito que todos vayan a la sala de espera, por favor. —El enfermero empieza a arriar a la gente fuera de la habitación. Mucho se los había calado.

Mis mejores amigas de toda la vida, prácticamente hermanas, agarran dos sillas y se sientan cada una a mi lado. Con cada ola de contracciones Valentina sostiene mi mano y Bárbara me ayuda a respirar. A intervalos pregunto por Tomás, y aunque la catira observa mucho su celular no me dice nada, cosa que confirma que no hay esperanza. El bebé va a llegar antes que su padre.

Bueno, si algo me ha enseñado la vida es a que las cosas no siempre salen como uno quiere. Por ejemplo, yo jamás pensé que me iba a ir de Venezuela y aquí estoy, más de diez años después.

La noche se hace eterna y nos agarra el amanecer todavía en contracciones. Ahora son tan frecuentes que del esfuerzo estoy totalmente bañada en sudor. Bárbara y Valentina tiene ojeras pero no se apartan de mí ni para ir al baño. En mi cara hay una mezcla de sudor y lágrimas de dolor y de amor. Como amo a toda esta cuerda de personajes que no me quisieron dejar sola ni un solo día, porque en el fondo se temían que esto podía pasar. Qué alegría tengo de que este bebé venga al mundo en una familia tan hermosa. Y ruidosa. Desde aquí oigo a mi hermano demandar que llegue un obstetra rápido.

Se abre la puerta de la habitación y mi corazón da un respingo.

—¿Tomás?

—No, señora —contesta una mujer en batas médicas de eso de la edad de mi mamá—. Soy la obstetra y ya vamos a empezar el parto.

Un alarido sale de mi pecho. No sé si por el dolor de parto o por el de mi corazón todo dramático.

—¿La van a acompañar? —pregunta la doctora a mis amigas toda casual mientras el enfermero le coloca guantes.

—Sí.

—Está bien, espero que tengan estómagos fuertes —la doctora se ríe.

—Yo soy traumatóloga —comenta Bárbara.

—Ah, estómago de acero, entonces. —Se voltea hacia la catira—. ¿Y usted?

—Yo me voy a sentar por si acaso —contesta Valentina, tomando asiento en la silla.

—Auuurrrggghh. —Aprieto sus manos con fuerza. Todo mi cuerpo se aprieta también.

Se abre la puerta otra vez.

—¡Dayana!

Abro los ojos de par en par.

—¿Tomás? —Observo a la otra gente—. ¿Es el de verdad o estoy alucinando?

—Ay, gracias a Dios. —Valentina se levanta de la silla y tambalea alrededor de la cama—. Esta mujer me tenía loca preguntando por vos y yo no sabía qué decirle.

—Toda tuya. —Bárbara estruja mi mano una vez más y le sede el puesto a Tomás.

Ni cuenta me doy cuando salen del cuarto, porque Tomás se sienta a mi lado y toma mi mano, y es como si el sol brillara más, como si los planetas se alinearan, si las estrellas sonrieran. Y todo eso lo veo en sus ojos que hoy se ven verdes, aunque están rojos del sueño. Su pelo es un desastre y su camisa blanca tiene unos raspones extraños.

—Aquí estoy. —Acaricia mi frente y besa mis labios suavemente.

—El padre del bebé, asumo —comenta la doctora.

—Sí. —Tomás no despega sus ojos de mí—. Gracias por aguantar.

—¿Cómo? —Es lo que atino a balbucear.

—Te cuento después.

—Ahora que sí estamos todos, manos a la obra. —La doctora da una palmada y se sienta a la base de la cama—. ¡Empuja!

NOTA DE LA AUTORA:

Aja, ya sabíamos que Tomás es el marido pero aquí se confirma. Felicitaciones al equipo 😂😂

En otras noticias, este martes salió uno de mis libros anglo en físico con el sello Wattpad y ahora ando soñando con que se pueda en español también 😩💛

Continue Reading

You'll Also Like

885K 46.2K 36
Melody Roberts es una chica muy sencilla, no es muy sociable y solo tiene una mejor amiga. Vive sola en un pequeño departamento, el cual debe de paga...
3.7M 162K 134
Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo trato de estar planificada. Mi manía e...
1M 81.1K 49
Adelin debe enfrentarse a un juego enfermizo mientras convive con un asesino serial y un chico que lo da todo por ella. ••• Todos culpan a Adelin Ri...
14.2K 980 135
✖Aquí encontrarás facts, chistes, imaginas, etc Algunas datos sobre brianna, hanna o de the walking dead.✖