Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 33

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By Hubrism

PASADO 32

Después de sobrevivir el atroz octavo semestre, que aparte de un récord de parciales incluyó un atraco dentro de la universidad, arrancamos el noveno semestre con ganas de irnos para el coño. Dígase, de hacer la famosa Gira Técnica de Ingeniería Mecánica de LUZ.

Solo falta este semestre y otro más en teoría, si no hay más paros universitarios, así que en un año nos graduamos. A estas alturas nadie quiere quemarse las pestañas estudiando como lo hemos hecho por cuatro años. Se siente un poco como la apatía que le entraba a uno en quinto año de bachillerato, cuando estás tan cerca pero tan lejos de la meta que es la graduación. Con esto, es el momento perfecto para irnos de juerga por todo el país.

Obviamente cuando recaudamos fondos y rogamos por patrocinios para irnos de gira, la vendemos como que vamos a visitar empresas por todo el país, entregar nuestros curricula y maximizar los chances de obtener un trabajo fijo después de la graduación. Pero gracias a las historias que pasa generación de ingenieros mecánicos tras generación, sabemos que el objetivo más importante de la gira es pasarla bien.

Y desde la primera noche en que salimos de Maracaibo en un bus cama nos la pasamos super bien. Literal, casi toda la noche cantamos La Botella y nos turnamos varias botellas de Cacique y de Smirnoff.

La primera parada es a Punto Fijo, que siendo puerto libre nos permite aprovisionarnos de más caña a precios solidarios. Yo me quedo en el bus mientras los muchachos hacen la operación, y en eso empiezan a hacer viaje tras viaje de la tienda al bus, buscando cada rincón donde meter cajas y más cajas de botellas.

—¿Creen que cuarenta cajas de ron, tequila y vodka serán suficiente? —musita Yael ya cuando hemos logrado arrancar otra vez.

—Qué molleja, nos vamos a volver destilerías —suelta Dimas con una carcajada que nos contagia a todos porque la verdad es que ya estamos enratonados.

Otro día más de carretera transcurre empinándonos botellas y perreando en el bus. Con la excusa de que todo el grupo está hecho una masa amorfa en la oscuridad de la noche del bus, aprovecho para sonsacar a Tomás a que baile conmigo como lo hice hace años en vía al congreso en Caracas.

A diferencia de aquella vez, ahora él es mucho más intrépido. Desde detrás de mí, rodea mi estómago con un brazo hasta que quedo totalmente pegada a él.

Alguien le pide al conductor que vuelva a poner La Botella y mientras los demás se alborotan, yo me derrito contra mi novio. Mi cuerpo se amolda al suyo y nuestras caderas se mueven a un ritmo que con todo y que ahora es familiar, me hace perder los sentidos. Siento su respiración cálida acariciar mi cuello y luego sus labios la reemplazan.

Miércoles, si seguimos así nos vamos a comer en medio bus y todo el mundo se va a dar cuenta de que estamos juntos.

En un momento sorprendentemente sobrio, atino a observar a nuestro rededor. Justo delante de nosotros está Javi abrazado de medio lado con Enzo mientras corean la canción a todo pulmón. Creo que Javi está haciendo esto a propósito, y aprovecho para poner un poquito más de distancia.

—Ya yo no sé cuántas veces te he sacado las patas del barro —murmura Javi al día siguiente de camino a nuestra primera visita técnica de verdad. Vamos sentados juntos en el bus con nuestras chemises de la promoción, todos bañaditos y arregladitos a pesar de que olemos a puro níspero.

—Ya sé. Pero pronto nos graduamos y...

—Sikiú Dayana Rodríguez Rincón, ¿no me digáis que lo pensáis mantener en secreto hasta la graduación?

—Chito. —Pongo mi dedo contra mi mentón y me levanto un poco para mirar alrededor.

Nadie nos hace caso. La mayoría están dormidos y los que no, están pegados de una película que está rodando en los televisores del bus cama. Vuelvo a sentarme.

—No. Por supuesto que no.

—Pues pareciera. —Javi aprieta los labios y cruza los brazos en clara desaprobación—. ¿Cómo se debe estar sintiendo ese pobre pendejo? Ya lo lleváis un año así.

—Él está de acuerdo. Es que yo...

Pero esta vez no me sale la excusa. Porque la expresión amargada de Javi, totalmente opuesta a la serenidad que lo caracteriza, me hace caer en la cuenta de que eso es precisamente lo que es. Una excusa.

«Soy una mierda».

Resulta que Javi y Enzo empezaron a salir hace unos meses. Ellos dos fueron parte de los atracados en la Plaza de Mecánica. Después de compartir ese horror juntos empezaron a hablar más, y en una de las rumbas que organizamos para recaudar fondos para la gira, uno de ellos se resbaló y el otro se lo comió. Palabras de Javi, no mías.

El asunto es que obviamente también tienen que salir juntos en secreto, por razones mucho más importantes que mi simple ansiedad social. No había caído en la cuenta hasta este momento de lo ridícula que le debo parecer a Javi.

—Javi —murmuro con cabeza gacha—, perdóname. No quería hacerte sentir como que estoy trivializando tu situación.

Él suspira. Pone un brazo alrededor de mí y me recuesta la cabeza contra su hombro.

—Perdóname tú a mí. Creo que tengo un poco de envidia y la estoy proyectando.

—Pero tenéis razón —interrumpo antes de que él pueda seguir—. Yo sigo creyendo que esto está bien pero quizás To... quizás él piensa diferente. Voy a hablar con él.

—Me parece bien, así ya nada más tendré que guardar en secreto una pareja en vez de dos.

Me río para no llorar.

Eso de una hora después me despierto porque hemos llegado a la empresa. Es una metalmecánica donde fabrican rines para carros. Junto con entrar hay una pared con todos los tipos de rines montados en exhibición. Nos da la bienvenida un graduado de LUZ, que es el mismo que nos va a dar el tour.

Luego de que nos de el discurso de seguridad básico —mantenernos dentro de las caminerías y listo— nos dirigimos hacia el área de producción y siento como si todo mi ser se encendiera como un bombillo.

Hay tanto ruido en la fábrica que no entiendo ni papa de lo que dice el guía, así que me quedo al fondo del grupo para observar los procesos por mi cuenta. Las partes que más me han gustado de estudiar ingeniería están plasmadas aquí y estoy totalmente enamorada. Ya les quiero dar mi curriculum.

Ah, pero un momento. ¿Qué de mis otros amores? ¿Tomás querría venirse a Valencia también? ¿Y mi familia estaría de acuerdo?

Por el momento solo tengo un amor al alcance. Me apresuro para unirme al grupo en busca de Tomás y no consigo esa cabeza casi más alta que las demás o esos hombros anchos.

—Javi, ¿has visto a Tomás? —Prácticamente tengo que gritar para que me oiga.

—Fue al baño pero no sé dónde está. Pregúntale al guía.

—¡Okay, gracias!

Con los codos me hago espacio hasta llegar al frente del grupo. Llego en buen momento porque el guía está un poco apartado dejando que el grupo observe el proceso de pulido de los rines casi listos. Me distraigo por un momento pero logro hacerle la pregunta.

Me doy la vuelta y hago contacto visual directo con Andrea Vélez. He tenido la sospecha de que Tomás tuvo alguna conversación con ella desde hace tiempo, porque ella dejó de aparecerse con Tomás en sesiones de estudio y hasta en rumbas. Y si nos cruzamos camino en la universidad, me pone la misma expresión de que huelo a mojón que me pone en este momento pero no me dice ni papa. Voltea la cara y vuelve a conversar con Anderson.

Él pone su mueca de que nos ha leído la mente y le parecemos dos tontas.

Lo que ellos no saben es que ni culpo a Andrea por portarse como se portó hace varios semestres, ni le guardo rencor. Es imposible no enamorarse de Tomás.

Quizás ya es hora de que lo grite a los cuatro vientos, que estoy perdidamente enamorada de él.

Sigo las instrucciones de trazar el camino de regreso a la recepción y doblar a la derecha, paso un área de descanso con un sofá y una mesita de café y luego otra derecha. Entro a un pasillo estrecho que tenía el letrero de Baños y oigo la voz de Tomás.

—Pero mamá —suspira con agitación—, no podemos seguir así, por favor.

Me congelo. Él está en medio pasillo, ladeado de forma que sobretodo veo su espalda mientras habla por teléfono. Doy un paso atrás pero en eso sus palabras me frenan.

—No puedes decirme que disfrute como un chamo normal y a la vez enviarme mil mensajes preguntándome que si estoy bien, que si no me han dado ataques, que si tengo los medicamentos a la mano por si acaso...

Inhalo.

El sonido hace eco y Tomás pivotea en el mismo instante en que se pasaba la mano por el pelo. Queda como una estatua, a pesar de que la voz de su mamá aún sale presurosa por el parlante del celular. No distingo las palabras pero suena preocupada. Tomás está pálido y no sé si es por mi presencia o porque de verdad se siente mal.

—Estoy bien, mamá. —Traga grueso—. ¿Podemos hablar después? Sí, sí. Con más calma. Bueno. Chao.

Nos quedamos en silencio un momento. Él guarda su Blackberry en el bolsillo de atrás de sus jeans. Se rasca un codo. Se alborota el cabello y se lo vuelve a peinar con los dedos.

—¿Oíste eso?

—Una parte.

Reconozco el temblor de su voz. Le entra cada vez que he intentado hablar de este tema con él. Tomo su mano y me espero a que levante la cara.

—Creo que tenemos varias cosas de qué hablar. Pero por el momento, ¿qué te parece si regresamos al grupo y hablamos luego?

Sus hombros se desinflan.

—Está bien.

La oportunidad se presenta tres días después.

NOTA DE LA AUTORA:

Agárrense que se desvela el misterio de Tomás...

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