Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

15.1K 3K 1.2K

Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 31

322 68 19
By Hubrism

PASADO 30

Confieso que ultimamente he estado disfrutando ASME demasiado. No solo es más chévere que unas cuantas materias, sino que este semestre hemos organizado un evento que ha atraído no solo seccionales de universidades de Caracas, pero también de Chile y de Estados Unidos.

Ha requerido el doble de horas en la universidad, que si rogando por patrocinios a empresas públicas y privadas, comunicándonos con la gente de ASME, coordinando las invitaciones con las otras seccionales, lidiando con la alcaldía para la reservación de la Vereda del Lago y con la policía para que acordonen el área, y eso sin contar con el diseño, manufactura y ensayos del vehículo con el que vamos a competir.

Todo muy divertido y diferente, pero mejor todavía porque Tomás ha estado en cada paso del proceso, siempre lo suficientemente cerca como para una agarradita de manos debajo de una mesa, o un besito rápido detrás de algún estante del taller.

Finalmente el día de la competencia ha llegado, y después de estar patas pa' arriba y patas pa' abajo en toda la Vereda con todo el tras cámaras de la organización, mando a todos a la porra y me quedo sentada frente a una mesa con las botellas de agua que le vamos a regalar a todos los competidores.

Mientras tanto, el resto de la gente está un buen trecho más adentro de la Vereda, donde la carrera larga está a punto de empezar. La distancia es demasiado como para que la gente pudiera trasladarse más rápido que los vehículos desde el inicio hasta la meta, con lo que el comité organizacional decidió que para esta carrera todo el público iba a quedarse en el inicio. A mí me toca la tarea de permanecer en la meta y reportar el orden en que los competidores van llegando, y luego darles las botellas de agua.

Pero no estoy sola. Estoy con Tomás.

—¿Cuál es tu segundo nombre?

Estamos sentados frente a frente, en medio del juego que jugamos en cada chance que nos quedamos solos. Él me hace una pregunta y yo respondo honestamente, y luego nos intercambiamos hasta que llegue un tercero.

Es esto o caernos a besos y arriesgarnos a que nos descubran.

—Elías.

—Tomás Elías Arriaga Villa —musito—. Te ibas a quedar sin nombre.

Él bufa. La brisa del lago, que por fortuna hoy no huele a lemna, pone su pelo a bailar sobre su frente. Se pasa la mano por vez enésima, y no me quejo porque la flexión de los músculos de su brazo es muy... agradable a la vista. Alias me tiene salivando.

—¿Por qué no te gusta tu primer nombre? —devuelve y yo arrugo mi nariz.

—Es que es el nombre de una tía, hermana de mi papá, que es bien creída y vive en Maracay. No sé por qué me pusieron el nombre de alguien que ni siquiera iba a estar en mi vida.

—Tiene sentido.

—Y no sé, también me siento más como una Dayana —remato levantando los hombros y cambio el tema—. ¿Cuál es tu color favorito?

—Verde. ¿El tuyo?

El de sus ojos, que a veces se ven verdes. Qué curioso.

—Azul —respondo con la respuesta normal, la que automáticamente habría dicho antes de conocerlo—. ¿Váis a ir a la rumba después del evento?

—Sí. ¿Te veo ahí?

—Claro. —Estiro la mano para entrelazar mis dedos con los suyos—. Tenéis que bailar algo conmigo.

—Lo que quieras. Cuántas quieras.

Ay, no puedo con su expresión pícara. Sus labios esbozan una pequeña medio sonrisa que sería tímida sino fuera por el cierto brillo en sus ojos profundos y entrecerrados.

—Deja de mirarme así o nos delato.

—¿Tan mala idea sería? —Tomás ladea su cabeza como cuando tiene curiosidad en clase.

—Me tocaba a mí hacer una pregunta —bromeo pero él permanece serio, a la expectativa de una respuesta—. Es que...

Se empiezan a oír vítores y ambos nos volteamos para ver la fuente. Los vehículos se acercan a gran velocidad y suelto la mano de Tomás para acercarme a la meta. Desengancho el walkie talkie de mi correa y lo enciendo.

—Ya se acercan a la meta —enuncio en el canal que estamos usando los organizadores.

—Ah, bueno. Avisas pa' poder parar el tiempo, cambio —responde del otro lado Yael.

—No tienes que decir cambio.

—Pero yo quiero, cambio.

Pongo los ojos en blanco pero el único que lo ve es Tomás, que también se levantó de la silla para plantarse a mi lado. Echa un vistazo alrededor. Los únicos cerca son unos niños jugando detrás de las gradas y los conductores que todavía están a eso de cien metros de distancia. Así que rápidamente me da un beso en la frente y no sé, eso me resulta más dulce que un beso en los labios.

Respiro profundo para intentar resetear mi cerebro, y aunque mi cuerpo hace buen trabajo de cumplir la tarea y avisarle a Yael cada vez que un conductor pasa la línea de la meta, mi mente sigue guindada de la pregunta de Tomás.

Yo sé que soy yo la del problema. Si fuera posible saldría con Tomás sigilosamente hasta que nos graduemos. Pero ese miedo a que la gente hable de mí y mis asuntos es lo mismo que me paraliza cuando tengo que hablar en público.

Luego, durante la ceremonia de premiación, estoy en las gradas con Javi observando toda la acción sin participar en ella. Tal como me gusta.

En la esquina opuesta noto con curiosidad que Erika y Yael están muy juntitos cuchicheando y no sé desde cuándo se hicieron tan amigos. Más arriba veo a Juliette imitando a un ventilador, volteando la cabeza de lado a lado como en búsqueda de alguien. Pero en eso Dimas empieza a subir las gradas y ella para la búsqueda. Teófilo está explayado en las gradas después de haber estado corriendo en nuestro vehículo todo el día.

Estiro la mirada a todo el rededor hasta que consigo al que más me interesa. Tomás está arriba en las gradas lidiando con los cables del equipo de sonido con otros dos chamos de la seccional. Tiene su espalda hacia mí. Menos mal que tenemos como a cien personas de por medio, porque sino me gustaría mucho bajar mis manos por esa espalda y...

—¿Cómo van las cosas con Tomás? —susurra Javi a mi lado.

—Bien, hoy vamos a... —Me paro en seco. Yo no le he dicho nada sobre Tomás a nadie, ni siquiera a Valentina y Bárbara, y tampoco a Javi.

—No pongáis esa cara. —Se ríe por lo bajito—. Aún si no los hubiera oído dándose los jamones en el carro de Dimas, esas miradas que se lanzan derriten acero. Es imposible no darse cuenta.

Inhalo tan agudamente que varias personas del público se voltean hacia nosotros. Esquivo las miradas y agarro el brazo de Javi para llevármelo aparte.

—¿Entonces todo el mundo sabe?

—No creo, ya les estarían echando vaina. —La sonrisa de Javi es tan amplia que brilla en la oscuridad—. Yo me di cuenta porque siempre estamos hermanados.

Le doy un empujón suave.

—Por eso él pensaba que estábamos empatados. Pero... gracias por no decirle a nadie.

—No hay de qué. Además, tenía que devolverte el favor —comenta refiriéndose a su secreto mucho más importante.

—Ay no, eso no se compara, Javi.

—Ahora, mi pregunta es, ¿por qué lo están intentando ocultar? ¿No sería mejor marcar el territorio? —Ante la obvia caída de mi quijada, Javi añade—: No sé, si yo pudiera marcar mi territorio lo haría.

—¡Yaaa! Yo sé que me estoy portando como una boba pero no puedo evitarlo —gimo.

—¿Entonces sois vos la que lo quiere mantener secreto? Bueno, menos mal porque me estaba debatiendo si tener una conversación con Tomasito.

—No, yo...

Pero lo que sea que iba a tirar como excusa se aloja en mi garganta, porque de pronto el que está dirigiendo la ceremonia pronuncia mi nombre. En el micrófono. Javi y yo nos congelamos a la expectativa de confirmación.

—¿Dónde anda Dayana?

—Miércoles, ¿y ahora qué? —refunfuño solo para los oídos de Javi. Le doy la vuelta a las gradas hasta emerger a la luz de nuevo.

—¡Ahí está! —El moderador es uno de los chamos de ASME de semestres más arriba, de los que son del comité ejecutivo de nuestra seccional—. Ven para que te demos las gracias.

—¿Qué? —Lanzo una mirada de horror alrededor. Los demás organizadores de la seccional están regados por todas las gradas. No entiendo por qué me están llamando a mí.

—¡Ven! —Hace el gesto de que suba y...

Cada ojo se clava en mí.

Y mis piernas se clavan al piso de concreto.

—¿Daya? —murmura Javi a mi lado.

Pero no puedo contestar. Mi garganta se cierra. O es que mi lengua se ha puesto más gruesa. Intento agarrar aire pero mis pulmones arden. Mi corazón trabaja a toda máquina. Alguien tose y al instante mis poros expulsan chorros de sudor.

—Permiso —dice una voz familiar.

El micrófono hace un estruendoso eco que obliga a todos a volcar su atención sobre la fuente.

Ahí, sobre las gradas, Tomás agarra el micrófono de la mano del moderador.

—Dayana es una de las personas que trabajó más duro, y de igual manera le damos las gracias a cada miembro del equipo que puso largas horas para hacer este evento realidad —relata con toda naturalidad, con voz más profesional que el moderador—. Así que demos un aplauso a todo el comité de organización.

Aplausos. Chiflidos.

El moderador retoma el micrófono y sigue dando un discurso sobre todo el trabajo que conllevó a este día.

A través de las gradas, los ojos de Tomás consiguen a los míos. A pesar de que lo veo un poco borroso entre el pánico y la ceguera, distingo preocupación en su cara y finalmente caigo en la cuenta de lo que hizo.

Supo que me estaba dando un ataque de pánico. Y supo que al desviar la atención de mí, me iba a ayudar.

¿Son ideas mías o se me están haciendo los ojos unas piscinas?

—Uff, eso fue demasiado romántico —bromea Javi y a la vez soba mi espalda para ayudar a calmarme—. Si no lo queréis vos me lo quedo yo.

—Mío —espeto como los niños malcriados.

Las palabras de Javi se quedan dando vueltas en mi cabeza durante el resto de la despedida. Mientras voy a casa en el carro de Dimas. Mientras me arreglo para la rumba. No es que me preocupe que alguien me quiera soplar el bistec, sino que no quiero hacer las cosas con Tomás en función de lo que los demás esperen de nosotros.

Me importa más lo que Tomás quiera.

Espero a un momento en medio de la rumba en el que todo el mundo está bastante entrado en tragos. Como Tomás es medio asocial, lo consigo en la barra tomándose algo y no tengo que arrastrarlo a través de todo el grupo para llevármelo aparte. Simplemente me deslizo hacia él como he visto a varias mujeres intentar toda la noche, y a diferencia de ellas el no me zapatea.

—Ven. —Prácticamente tengo que gritar para que me oiga sobre la música, pero si no me ha oído lee mis labios.

Deslizo mi mano en la suya y lo halo hacia un área medio vacía en la esquina opuesta de donde está nuestro grupo. Menos mal que en este club decoraron con un montón de matas altas, porque consigo una cerca de una esquina y ahí nos escondo.

—Hola. —Su voz contra mi oído y sus manos en mis caderas son el mejor saludo que pudiera darme.

—Hola.

Reposo mis brazos alrededor de su cuello y lo atraigo hacia mí. La intención es que podamos hablar directo a nuestros oídos. La afortunada consecuencia es que nuestros cuerpos se funden hasta que no queda ni una molécula de aire entre nosotros. Nadie me puede culpar si inhalo profundo para absorber toda la fragancia de su piel, ¿verdad?

—Gracias por lo de más temprano, en la ceremonia.

Una de sus manos hace un viaje lento a través de mi espalda hasta posarse en mi nuca. Dejo que hale de mi pelo suavemente para empinar mi cabeza hacia atrás. Sobretodo porque la recompensa es un beso a labios abiertos en mi cuello.

—De nada —contesta con sus labios en el lóbulo de mi oreja, el zarcillo tipo candelabro parece no molestarle—. Sé lo que se siente.

—¿Ah? ¿Qué?

Debe darse cuenta de que no puedo pensar porque se endereza de nuevo hasta que sus ojos encuentran los míos.

Sacudo mi cabeza. Mi cerebro empieza a marchar de nuevo. Lástima que tenga la intención de una conversación y no de otra cosa. Hablo a gritos porque estamos lo suficientemente aislados.

—He estado pensando en tu última pregunta de la tarde. —Acaricio sus hombros y mis manos se moldean a las duras curvas de sus músculos como si hubieran sido hechas para navegarlas.

—¿Qué fue lo que te pregunté? —Solo hay confusión en su voz. Ojalá eso signifique que no ha estado dándole vueltas en la cabeza como yo.

—Lo de que por qué quiero que seamos discretos. —Sus hombros se tensan y los masajeo con más ahínco—. Es que ya ves como me pongo ante la atención. Cuando la gente se entere de que estamos saliendo se van a poner a hablar y bueno, no quiero sonar dramática, pero me da pánico al pensarlo.

En silencio, Tomás acaricia mi mejilla con el pulgar de su mano derecha. Se agacha de nuevo hasta posar su frente contra la mía.

—Yo no quiero ser la causa de un ataque de pánico.

—Y yo tampoco es que te quiero mantener en secreto para siempre pero —interrumpo para morderme el labio—, por eso es que necesito que vayamos lento. Para armarme de valor.

—Entonces... —Tomás me apoya contra la pared y sostiene su peso contra ella con un brazo—. ¿Eso significa que entre nosotros también quieres ir más lento?

Incluso con que en esta área no lleguen tanto las luces de la pista de baile, distingo la picardía en sus ojos. Deslizo una mano hacia su pecho y con la otra lo atraigo hacia mí, halando la correa de sus pantalones con un movimiento brusco.

—No, entre nosotros vamos bien —respondo contra sus labios. Su risa es efímera y se ahoga cuando lo beso con todas las ganas que le tenía durante el día.

NOTA DE LA AUTORA:

Perdónenla que todavía tiene que seguir trabajando pa' sacar a la pendeja que lleva por dentro de verdad ☺️

Continue Reading

You'll Also Like

605 115 8
Luego de encontrar una nota dentro de un libro, Ava se sumerge en la vida de "B", una persona que ve el mundo de una manera distinta a ella, pero que...
184K 23.2K 57
Mi vida parecía la peor pintura de todas:
 una hecha a escala de grises. 
 Entonces llegaste tú a verme.
 Y todo adquirió color. Katie despierta u...
1.1M 52.4K 53
¿Como algo que era incorrecto, algo que estaba mal podía sentirse tan bien? sabíamos que era un error, pero no podíamos estar sin el otro, no podíamo...
301K 19.6K 35
[SEGUNDO LIBRO] Segundo libro de la Duología [Dominantes] Damon. Él hombre que era frío y calculador. Ese hombre, desapareció. O al menos lo hace cu...