Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

15.1K 3K 1.2K

Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 30 (parte 2)

296 64 48
By Hubrism

PASADO 29 (parte 2)

Intento ser discreta al alejarme de Tomás y espero que como la voz de Yael llega detrás de mí, con ese ángulo no haya distinguido lo cerca que estábamos.

Le doy gracias al cielo porque cuando me doy la vuelta, agarro a Yael peleándose con algo dentro de su morral mientras sale del Galpón. No tiene la pinta de que vio algo con qué echarnos broma, porque de haber sido así ya lo estaría haciendo.

—Nos encontramos por coincidencia —contesto con más tranquilidad de la que siento.

Yael se desliza sobre la banca a mi lado, empujándome hacia Tomás y bueno, no me quejo.

—¿Me pueden explicar un problema? —Finalmente Yael saca el cuaderno, que por el espiral estirado se le había atascado con algo—. Tengo el presentimiento de que va a salir en el examen y llevo dos días sin poder resolverlo.

—Este...

Pero no termino la oración cuando Tomás contesta.

—¿Cuál es? —Y hecho el willimay, se desliza aún más cerca hacia mí y posa su brazo sobre el respaldo de la banca disque para acercarse a Yael.

«Okay, no me quejo tampoco». Respiro para mis adentros e inhalo su perfume. Sé que es una fragancia costosa y todo, pero no es por eso que hace que mi piel vibre. Es algo natural en la piel de Tomás.

La hora y tanto antes del examen pasa demasiado rápido conmigo ensaunchada entre ellos dos mientras repasamos para el examen, pero más explayada contra el costado de Tomás.

Para este hacía falta traer comida y bebida porque requiere un mínimo de cinco horas. Antes del examen no me sentía tan preocupada como por otros, no solo por la mini cita con Tomás, sino porque Elementos I es una materia que encaja más con mi cerebro que disparates como Mecanismos o Máquinas Eléctricas.

Excepto que, a las dos horas de examen, descubro que ese sentimiento de confianza solo fue un espejismo. Nada del examen tiene sentido. Es que si a una la tensión de un cable le da negativo, sabe que va al matadero. Llevo no sé cuanto tiempo borrando y volviendo a resolver el problema para llegar a exactamente el mismo resultado. El papel de la hoja está ya tan gastado que decido reemplazarla por una nueva.

En ese movimiento, veo el pánico en las caras de mis compañeros. Yael pareciera como que fuera a llorar. Javi delante de mi no para de rascarse la cabeza. Un poco más atrás de mí, Tomás tiene el ceño tan fruncido que le debe estar doliendo la cabeza. Alguien hacia el frente del salón se levanta y resulta ser Erika, que le va a preguntar algo a la profesora.

—Cero preguntas —anuncia la profesora antes de que Erika siquiera llegue a su escritorio.

Erika se devuelve a su puesto con un aire de derrota que siento en el alma.

Así pasan no cinco sino siete horas. Decido entregar el examen porque no sé qué más inventar, y mis amigos están haciendo lo mismo. Salimos hacia el pasillo como zombies que se comieron sus propios cerebros.

—Marico, ¿qué coño fue eso? —pregunta Yael al éter.

—Quiero llorar. —Pero en vez de llorar, Javi se queda como estupefacto.

Saco mi celular de mi morral y veo como diez llamadas perdidas de Salomón. De reojo, veo a Tomás chequear el suyo a unos pasos de distancia.

—Yo no sé ustedes, pero necesito algo que me anime —comenta Juliette.

—¡Vámonos a comer arepas en El Milagro! —exclama su novio.

Uno a uno, empiezan todos a volver a la vida.

—Déjenme avisarle a mi hermano pa' que no me venga a buscar.

Me aparto un poco del grupo para hacer la llamada cerca de Tomás. Lo veo textear con velocidad durante la espera. Hablo con Salomón en un tris y aunque renuente, acepta que me vaya con los muchachos.

—Epa —susurro hacia Tomás simulando que sigo hablando con Salomón—. Vente con nosotros.

—Vámonos —suena de pronto la voz de Anderson, que aparece detrás de Tomás.

—Ya tengo planes —le contesta de una.

Desvío la mirada cuando Anderson se percata de mi presencia y hago gran ademán de concluir mi llamada telefónica y regresar al grupo.

—Como Tomás nos ayudó a repasar, aunque no sirvió de mucho, lo invité a comer arepas —explico al grupo en tono jocoso—. ¿Está bien?

—Claro que sí. De hecho, a Tomás le debemos nuestro primer hijo —bromea Dimas.

—Es verdad, sin él no hubiéramos pasado Mecanismos.

Todos asienten y me desinflo de alivio. Nadie sospecha nada.

—Yo también quiero arepas. —Erika aparece junto al grupo. Pensé que se había dispersado como la mayoría de la clase.

Javi me lanza una mirada inquisitiva y yo levanto los hombros. No quiero que venga, pero mucho menos quiero armar alboroto diciéndole que no.

Ese es el menor de los problemas, porque al salir a la oscuridad del estacionamiento caemos todos en la cuenta de que somos siete personas para el Fiat Uno de Dimas.

—¿Quién aquí es experto en tetris? —pregunto.

—Sí se puede. Yo he llevado más gente —responde el dueño del carro con una risa.

Obviamente siendo el piloto, él y Juliette van adelante. Yael y Javi son los primeros en deslizarse en el puesto de atrás. Me empiezo a preparar para la discusión con Erika sobre quién va a ir sentada encima de quién, pero estando del lado opuesto a mí, ella misma decide sentarse sobre Yael sin rechistar. Cierran la puerta y es obvio que el último puesto que queda es para Tomás, y que yo iré encima de él.

Intercambiamos una mirada. Él tiene los ojos de huevo hervido tan grandes como yo.

—Este...

—Apúrense pues, que hay hambre —dice Javi y le hace un ademán a Tomás de que entre de una buena vez.

Tomás se quita su morral y le pasa el mío, porque el pobre Javi sentado en el medio del asiento trasero queda designado como el porta morral. Tomás se sienta en la esquina y se voltea hacia mí.

¿Y si lo aplasto? No es que peso como una plumita y del estrés más los tequeños de la cantina de Industrial, he ganado peso. ¿Y si lo sofoco de calor? ¿Y si huelo mal? Y si...

Pero Tomás extiende una mano y sin pensarlo la tomo. Primero intento entrar de frente pero las piernas de ellos y el reducido espacio me lo hacen difícil. Al final no me queda más remedio que sentarme primero sobre las piernas de Tomás, girar un poco y prácticamente enredar las mías con las de él para que pueda cerrar la puerta. Y como cinturón de seguridad, Tomás pasa sus brazos alrededor de mi cintura.

—¡Partida! —anuncia Dimas. Enciende el carro y empieza a sonar música de la radio.

Alguien pregunta sobre el examen y un montón de voces se agolpan para sacarle la madre a la profesora que puso unos problemas imposibles de resolver.

Se me ocurre que voy a estar más cómoda si pongo mi brazo alrededor del cuello de Tomás y sí, en parte. Ahora tengo mi costado totalmente apoyado contra su pecho. Pero por otro lado él tiene que levantar su cara para no ahogarse con el lado de mi seno derecho. El pasar de las luces de la calle se dibujan sobre su rostro de la misma forma que lo hicieron en aquel hotel de Caracas, encerrados en un baño oscuro.

No, no estoy más cómoda. Para nada. Mi piel hierve y a la vez se siente fría donde no está en contacto con él. Una de sus manos descansa sobre mis costillas y quisiera que no estuviera de por medio la tela de mi franela. Su perfume me está hipnotizando, pero mucho menos que sus ojos que no se apartan de los míos.

En eso Dimas pasa encima de un hueco que nos hace brincar a todos. Me golpeo la cabeza contra el techo.

—¡Au!

—Perdón, no se veía el hueco. ¿Todos bien por atrás?

—Sí —contestan los demás.

—¿Estás bien? —susurra Tomás.

—Sí, no me di duro. —Inclino más la cabeza hacia abajo por si acaso, aunque eso pone mi nariz a rozar con la de él—. ¿Y vos?

—Yo no. —Su voz suena demasiado gruesa.

—Ay, es que peso mucho. —Intento cambiar de posición a ver si puedo sostener mi peso con mis piernas un poco más, pero Tomás aprieta sus brazos y me detiene.

—No, porfa. No te muevas. —Traga tan grueso que lo oigo.

Y es que, mientras los demás sueltan carcajadas ante un chiste de Yael, me doy cuenta de que no estoy aplastando a Tomás o de que le huelo feo. Al contrario, parece estar disfrutando la posición, si he de juzgar por lo que siento contra mí.

—Oh. Menos mal que íbamos a ir lento.

—Perdón, es que —se encoge mientras murmura—, tiene mente propia.

Lo bueno es que a nadie le extraña que me ría, porque siguen con la tertulia.

—No te mortifiquéis. A mí también me afectáis. —Intento borrar ese sentimiento de su cara pasando mi mano por su quijada.

—¿Sí? —Su atención baja hacia mis labios y tiene el curioso efecto de hacerme fallar la respiración.

Me inclino más y dejo que mi cabello suelto se vuelva una cortina entre los dos y el mundo. Vagamente escucho a Javi pedir que le den volumen a una canción y mientras todos la empiezan a cantar a coro, yo cierro los ojos y me lanzo.

Tomás echa la cabeza para atrás y cierra los ojos, dejándome a cargo. Toco mis labios con los suyos tan suavemente como hizo él hace un año, pero el carro pasa por otro bache en la carretera que nos hace separar un segundo, y al caer de nuevo mis labios se estrellan con los de Tomás.

Lo asumo como si fuera el destino. Como que no hace falta que nuestro primer beso oficial sea dulce y tierno. Deslizo mi mano por su pelo como la seda para anclarme. No sé si estoy haciendo esto bien pero no planeo separarme de él. Mis labios acarician los suyos con una succión instintiva. Parece gustarle porque su pecho vibra contra mí, así que lo intento de nuevo con otro ángulo y él me sorprende abriendo su boca. Lo copio y en el instante en que nuestras lenguas se encuentran, siento como si me deshiciera y volviera a la vida.

Javi canta el coro de la canción con tanto ahínco que sospecho que lo hace a propósito. Estando justo al lado de nosotros, tiene que saber lo que está pasando. Me da de risa y sonrío contra los labios de Tomás.

Nos separamos un poco y él abre sus ojos a media asta. Mi cabeza da vueltas. Mi corazón late tan fuerte como el de Tomás, que golpea contra mi costado. En algún momento rompí en sudor y el aire acondicionado me da escalofríos. Veo estrellas a pesar de la total oscuridad.

—Guao —murmuro con un suspiro.

—Guao —repite Tomás. Libera un brazo para acariciar mi cara y entrelazarse con mi cabello. Me atrae de nuevo hacia él y nos besamos otra vez.

Horas después llego a casa y consigo el Blackberry de paquete que tanto he querido sobre mi cama. Y aún así lo que me hace chillar con la cara enterrada en la almohada es esos besos escondidos con Tomás.

Mis primeros como siete besos.

NOTA DE LA AUTORA:

¿¿SE DERRITIERON?? Porque yo sí 🥵

Continue Reading

You'll Also Like

Báthory © By namucok

Mystery / Thriller

550 53 10
«El infierno está vacío, todos los demonios están aquí» -William Shakespeare. Obra registrada en Safe Creative bajo el código 444567213258 (7/1/2023...
176K 8.7K 75
Mackenzie Wells lo tiene todo y a la vez nada en su muy acomodada vida. Erick Miller tal vez no posea mucho, pero sabe cómo disfrutar al máximo. Mi...
4.7M 221K 27
Zoe Kizer siempre ha pensado que su vida era perfecta: una familia maravillosa, y un novio deportista. Pero cuando sus padres toman la decisión de ac...