Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 29 (parte 1)

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By Hubrism

PASADO 28 (parte 1)

Ver a Bárbara irse ha sido duro para mi. No es como que mi vida nunca ha cambiado y esta es la primera vez, pero me golpea más de lo que hubiera imaginado. De hecho, en la despedida con toda la familia en el Aeropuerto de la Chinita, lloré más hasta que sus propios padres.

Son las palabras de despedida de mi misma prima las que, días después durante las vacaciones entre el quinto y el sexto semestre, me ayudan a salirme del hoyo depresivo.

—No todos los cambios son malos —dijo mientras me abrazaba una última vez—, pero si antes de que pasen ya te los estáis tomando a mal, pues tampoco serán buenos, ¿no? Que te lo diga yo.

Es decir, que si uno se toma los cambios bien antes que pasen... pues igual pueden ser malos, pero al menos uno no va determinado a que sean para peor. Y es que eso puede hasta convertirse en una profecía.

¿No es eso precisamente lo que tenía como meta al entrar a la universidad? Yo quería cambiar, ser más asertiva, valiente y hacerme mi propio espacio. ¿En qué momento perdí el enfoque?

Así que al empezar el sexto semestre, decido que voy a hacer los cambios yo misma, en vez de esperar a que todo me pase y ya está. Lo primero que voy a hacer es recuperar un poco la ilusión por los estudios, porque eso es mucho más fácil que los asuntos relacionados a chamos. Con esto en mente le caigo como lloviznita a Javi con una idea.

—Vamos a meternos en ASME. —Lo agarro a penas sentándose en el pupitre de nuestra primera clase de Mecánica de Fluidos, nombre que ya ha hecho a Yael reírse como un niño de cinco años de edad.

—¿Y eso?

—Quiero hacer algo diferente y lo que vimos en el congreso sobre ASME se veía chévere.

—Yo oí que supuestamente es bueno pal curriculum —agrega Yael desde el pupitre delante de Javi—, así que me apunto pa' la idea.

—Bueno, no sé. Es que cada vez las materias están más intensas...

Las dudas de Javi se disipan una semana después, cuando descubrimos que Enzo Vivi se acaba de meter en la seccional. Y como a Javi también le partió el corazón el que ahora es su ex, la idea de poder bucear a un espécimen de perfección física de cerca lo convence.

Así que a mediados del semestre ya somos miembros en toda regla de la seccional. Asistimos a las reuniones, nos hemos adosado a diferentes sub equipos, y somos parte tanto del comité de planeación de la siguiente competencia de seccionales de ASME, como también del comité de diseño del vehículo propulsado por humanos con el que participaremos representando a LUZ. También conocido como «la bicicleta puyada».

Lo malo es que Tomás Arriaga también se ha metido en ASME.

Lo bueno es que al menos a Andrea y a Anderson les parece ridículo, así que solo nos tenemos que calar sus burlas de «ASME reír» en clases pero no tenemos que calarnos sus caras a cada rato.

Hoy estamos en el taller donde se ven las prácticas de Procesos de Manufactura, que apenas empezaremos a estudiar el semestre que viene. Los miembros de ASME que están en semestres más arriba nos están enseñando como usar algunas máquinas para trabajar tubos de aluminio con los que vamos a construir el chasis del vehículo. Llevo como dos horas cortando tubos y puede sonar tonto, pero nunca he sido más feliz que desde el instante en el que le pude poner las manos a un pedazo de metal.

¿Diversión y aprendizaje avanzado? Por favor, ¿qué más puede hacer feliz a una nerdota como yo?

Bueno, si Tomás dejara de aparecer en mi campo de visión con esa franela blanca que no oculta los planos y honduras de los músculos de su espalda mientras lija las tuberías cortadas, sería aún más feliz. Porque así me podría dejar de imaginar cómo se vería su piel sin la tela, cosa que no ayuda a mi objetivo de olvidarme que él existe.

Hago una pausa para secar el sudor de mi cara con la manga de mi franela. Con el movimiento, noto que Javi dejó de cortar tubos hace rato y esto absorto con Enzo trabajando en un torno. No sé si son las virutas metálicas que, contra la luz del sol, parece escarcha alrededor de Enzo. Pero el pobre Javi está tan embelesado como yo hace un instante.

De reojo vuelvo mi atención hacia Tomás. También debe estar sudando porque se levanta el dobladillo de la franela para limpiar su cara. Mi corazón se agolpa contra mi pecho en su intento de latir más rápido, porque el movimiento hace que la parte baja de la espalda de Tomás quede al descubierto por un instante. Y tiene músculos más definidos de lo que yo pensé posible.

Lástima que está de espalda.

¡No! Mejor así. Tengo que recordar que no está disponible.

Le pido al cielo una ayudita porque este chamo me tiene débil. En eso me viene a la mente Salomón diciéndome que nada de salchichas, y me da tanto guácala que se me quitan las ganas de seguir echándole miradas a Tomás.

De pronto las primeras notas de la canción I'm Not Okay (I Promise) de My Chemical Romance hacen que mi celular vibre en mi bolsillo. El clásico emo va muy bien con mi onda estos días.

Sacudo mis manos con mis jeans y extraigo mi celular geriátrico del bolsillo. Toma tres presionadas bien fuertes del botón verde para poder atender la llamada. Estoy en proceso de convencer a mis papás de que me compren un Blackberry para poder usar el PIN con todos los demás, pero por el momento sigo análoga.

—Marica —anuncia Juliette al instante que atiendo, no vale la pena darse saludos lindos cuando el saldo corre como arena entre los dedos—, la de Máquinas Eléctricas está dando consultas, venite.

—Voy —respondo con una inhalación. Trancamos al instante y empiezo a recoger mis macundales.

—¿Pa' 'onde vais? —Atina a preguntar Javi sustrayéndose de la visión tan maravillosa del chamo que le gusta.

—Consulta. Vuelvo más tarde.

—Ah bueno, me mandáis un mensajito si te vais a tardar.

Salgo corriendo del taller, metafóricamente hablando por razones de seguridad. Llevo una semana intentando ir a las consultas de esta materia porque no entiendo un cebillo y ni sé cómo pasé el primer parcial. No puedo dejar el siguiente a la lotería y arriesgarme a aplazar la materia.

Lamentablemente mi cerebro no está hecho para cuestiones eléctricas. Denme un pedazo de metal que con gusto lo mido, lo corto, lo estampo, lo derrito, o lo que sea. Pónganme a pasarle electricidad de una forma u otra y ahí sí me joden.

Hay cola cuando llego fuera de la oficina de la profesora, pero por suerte Juliette me guardó puesto. Los de atrás de ella nos miran con cara de pocos amigos e intento aplacarlos con una sonrisa. Sorprendentemente, funciona.

Eso sí, no funciona con la profesora. Ante las preguntas que hago lo que le falta es llamarme bruta. Se le nota con la mirada que eso es lo que opina. El problema es que todo lo que dice me pasa por encima de la cabeza y creo que quedo peor después de la consulta.

—Vamos a estar estudiando en la biblioteca, sí queréis. —Juliette me da unas palmadas en la espalda cuando salimos como para darme ánimo.

—Alias: te veo peor que nosotros así que ven pa' que te ayudemos.

—Sí, básicamente —concuerda con una sonrisa—. Con gusto te devuelvo el favor de Materiales del año pasado.

Se refiere a cuando la ayudé a estudiar para el recuperativo, porque casi le quedaba la materia.

—Esa sí se me dio fácil —susurro y suspiro—. Tengo que volver al taller a terminar lo de ASME de hoy. Si convenzo a Javi de que nos acompañe, nos vemos luego en la biblioteca.

—Bueno, me avisáis.

Ella sube las escaleras hacia la biblioteca y yo sigo recto. Excepto que a medida de que me acerco a la salida lateral del galpón, oigo un zumbido extraño que hace eco dentro del espacio techado.

—Miarma, eso qué será...

Ya a medio camino en el galpón el olor a lluvia golpea mi nariz. Pestañeo varias veces para aclarar mis ojos y en efecto, lo que ven es tremenda lluvia monzónica de las que normalmente se ven una vez al año y como en abril. Ya estamos en noviembre, casi casi empezando la Feria de la Chinita. Esto es anormal.

Me planto frente a la entrada principal del galpón para ver la lluvia caer. Ni con que me paguen me someto a ella para volver al taller. Los tubos de aluminio que se esperen.

Hay algo especial con ver la lluvia caer en una ciudad tan extremadamente caliente y seca. Sé que el vaporón que va a haber cuando escampe me va a hacer lamentar que haya caído una gota, pero en este momento lo disfruto. El rápido caer de tantas gotas que nublan el panorama casi me transportan a otro lado. Cierro los ojos e imagino que estoy en una montaña muy lejos de todos mis problemas y miedos. Lleno mis pulmones con el olor de la lluvia, tan preciado por estos lares.

El eco de pasos detrás de mí me sacan de mi relax. Volteo sobre mi hombro y casi me ahogo con mi propia saliva.

Tomás se acerca hacia la entrada principal desde adentro, chorreando agua del pelo y de la ropa. El corto trecho entre el taller y el galpón lo ha empapado. No sé si me ha visto porque lleva los lentes en una mano y con la otra se escurre el agua de la cara. Sacude la cabeza y su pelo riega gotas de agua a todo el rededor.

Su franela blanca se ha puesto transparente, y está pegada a cada contorno de su cuerpo como una segunda piel.

NOTA DE LA AUTORA:

👀👀👀👀👀👀👀👀👀

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