Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 27

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By Hubrism

PASADO 26

Regresar a la realidad resulta peor de lo que pensé. No solo más clases de teoría y práctica nos esperan, sino que ahora tengo que esquivar a Andrea y a Tomás como nunca. No debiera ser tan difícil porque a pesar de que vemos algunas clases juntos, nuestros grupos no suelen juntarse mucho en lo cotidiano.

Pero en las siguientes semanas me sale el uno o la otra hasta en la sopa.

Una mañana decido irme temprano a estudiar en la Biblioteca de Mecánica, que está en la planta alta del Galpón. Qué sorpresa me llevo cuando entro y consigo a Tomás en un in rincón en una mesa vacía. Para mi fortuna, está tan enfocado en el libro de texto que está estudiando que no me ve. Lleva el mismo sweater negro de capucha que durante el viaje al congreso, y como quisiera ponerle la dichosa capucha para no tener que ver lo lindo que es.

—Buenos días —saludo en tono bajo al señor que trabaja en la librería para no llamar la atención de los pocos estudiantes que ya estañan aquí—. ¿Tendrá disponible el Çengel de Termodinámica?

—Lo tiene el muchacho ese —y señala con el mentón precisamente a la mesa donde sé que está Tomás.

—Ah, bueno. Muchas gracias. —Salgo sin mirar atrás, por si a las moscas.

Unos días después al terminar la práctica de Materiales vamos Yael, Javi y yo a comprarnos unos jugos misteriosos en la cantina, y allí están Andrea y Tomás estudiando en una de las mesas. Me hago la que se me quedó algo en el salón y me voy a esconder en el taller hasta la siguiente clase.

Cuando le cuento todo esto a Valentina y Bárbara casi me quieren matar.

—¡Si vos no hiciste nada malo! —exclama Valentina.

—Exacto, no tenéis por qué esconderte. —Bárbara frunce el ceño de forma que casi da miedo.

—Yo sé, pero no sé. —Gimo ante la frustración de que ni siquiera me sé expresar—. Es que cuando los veo es como si me tragara un coctel de culpa mezclado con remordimiento y no confío en mi capacidad para disimular.

—¿Remordimiento por qué? —pregunta la futura abogada de la República entrecerrando los ojos.

—Este...

Bárbara pela los ojos.

—¿No me digáis que lo queríais besar?

Ese es el problema, que si no fuera porque Andrea Vélez es un ave de rapiña alrededor de su presa, me lo hubiera comido yo.

O, si lo admito con más sinceridad, Tomás me gusta.

Se siente muy diferente a como me gustaba David Fonseca. Él era como la celebridad del liceo, el chamo más lindo que al pasar dejaba una estela de suspiros, quien al solo dirigirle una palabra a una chama era capaz de sonrojarla pero que rompía corazones a diestra y siniestra en su búsqueda por la caraja perfecta. También es distinto a lo que sentí por Javi al principio, que a diferencia de David me enganchó no por su sex appeal universal, sino por su dulzura y atención.

Tomás era uno de muchos chamos transitando por mi vida universitaria, siempre en el fondo de la acción y distante como si viviera en otro plano. Pero sigiloso se coló entre el velo de mi atención y ahora me da tantas vueltas en la cabeza que me marea.

No tengo que decirlo en voz alta. Las dos adivinan exactamente lo que siento con solo verme a los ojos. Y por eso es que cada vez que veo al uno o la otra tengo que huir.

—Ay Daya —suspira Valentina—, esto es como peligroso.

—¿Pero estamos seguras de que él tiene novia? —Bárbara hace una pausa pensativa—. O sea, por lo que nos habéis contado siempre andan pa' arriba y pa' abajo y tal, pero no recuerdo que nos hayáis dicho que los habéis visto agarrados de mano.

—Cuando han ido a las rumbas, ¿los habéis visto perreando?

—Bueno, no. Pero ella lo cela como solo una novia lo hace.

Eso es lo suficientemente contundente como para que cunde el silencio, porque los momentos mega cuaimas de Andrea sí se los he contado. Puede que ellos sean una pareja que no demuestra mucho en público, que aunque no es común sí los hay. Y yo no me voy a meter en el negocio de andarle soplando el bistec a otras.

—Lo mejor que puedo hacer es olvidarme de que esto pasó, o no pasó —digo con mi cara contra el peluche que abrazo hacia mi pecho—, y eventualmente esto quedará en el olvido.

—Así es. —Mi prima asiente.

—Ya verás, ya saldrá otro candidato —asegura Valentina.

—No sé...

Horror de horrores, que unos días después al acabar una práctica horrenda de Mecanismos, estamos de camino hacia la Plaza de Mecánica cuando a Yael se le ocurre la peor idea del planeta.

—Marico, si seguimos así nos va a quedar esta materia y la muy hijoeputa prela con prácticamente todas las demás. ¿Y si le decimos a Tomás que nos explique?

—¿Por qué Tomás? —Lamento informar que la pregunta me sale como un chillido.

—Porque es el único que parece entender esta vaina. —Me pone cara de confusión.

Eso es cierto. Según he oido, Tomás hasta sacó un parcial con veinte puntos, el muy desdichado.

—Bueno, pero seguro está ocupado y eso...

—Vamos a preguntarle. —Javi señala más adelante, donde van Tomás, Andrea y Anderson hacia el estacionamiento—. ¡Ey, Tomás!

Admito que soy una cobarde porque a lo que él se voltea, me escondo un poco detrás de Yael. Eso no sirve de nada, porque en los próximos cinco minutos acuerdan ir a casa de Javi a estudiar y Tomás accede ser nuestro instructor sin que los muchachos tengan que hacer gran esfuerzo en convencerlo. Solo le prometen unas hamburguesas y listo.

Unas horas después estoy en casa de Javi con eso de diez personas. Al principio a Tomás le cuesta asumir el rol de profesor, tartamudea un poco y sus mejillas se ponen rojas ante toda la atención del grupo sobre él. Como dijo Javi una vez, Tomás es tímido y yo lo había juzgado mal pensando que era un engreído y odioso. Pero la inteligencia, el dinero y su apariencia no se le han subido a la cabeza.

Viéndolo gradualmente sentirse cada vez más cómodo mientras explica hace que me guste más todavía. Pudo haber dicho que no y mandarnos a la porra, pero aquí está, enseñándonos lo que deberíamos entender por nuestra propia cuenta en vez de estar en su casa estudiando o en una cita con Andrea.

Coño, verdad. Que él no está disponible.

De hecho, Andrea también vino. Está sentada en una esquina con Anderson, peleándose con un compás mientras intenta seguir lo que Tomás explica.

Bajo mi cabeza y aprieto los ojos. Se me han aguado sin mi permiso. Esto es una tortura doble. Mecanismos de por sí ya es como si lo amarraran a uno a una silla y le arrancaran uña por uña con pinza. Pero esto de estar tan cerca pero tan lejos de alguien al que a uno le gusta es mucho peor.

Sin anunciar mis intenciones, me levanto y me encierro en el baño de Javi a tener una mini crisis existencial.

¿Será que llamo a Salomón para que me venga a buscar? El problema es que tampoco quiero raspar Mecanismos y Tomás es mucho mejor profesor que al que de verdad le están pagando para dictar la cátedra. También es mucho más lindo, con esos ojos que parecen cambiar de color según su humor, y ese mechón de pelo negro que siempre le cae por la frente.

Ay, dejé mi teléfono en la mesa así que no puedo llamar a mi hermano en secreto como quería. Qué caída de la mata.

Arrastro los pies de regreso a la sala y debe haber pasado mucho más tiempo de lo que pensaba porque está totalmente vacía.

—¿Qué se hizo todo el mundo? —pregunto al éter.

Y el éter contesta.

—Fueron a comprar las hamburguesas.

Pego un brinco y me doy la vuelta. Tomás fue el que respondió. Está en la cocina, respaldado contra la nevera y tomando un vaso con agua. Es la mínima recompensa que merece después de hablar como nunca lo ha hecho.

No hace ademán de acercarse y yo tampoco, y aún así mi corazón empieza a galopar como caballo de hipódromo.

—¿Por qué no fuiste?

—Me van a brindar —explica antes de tomarse otro trago.

—Bueno, es justo y necesario. —Observo a mi alrededor con la vaga esperanza de que alguien aparezca entre los cojines o algo—. Y qué, ¿fueron todos?

—Sí.

Ah, miércoles, jueves y viernes. Estamos totalmente solos.

—No tienes que poner esa cara que no te voy a hacer nada. —Tomás se encoge y su cara se arruga con el mismo horror que yo siento.

—No, yo sé. Es que...

¿Por qué no aparece un agujero negro que me trague en este instante? Trago grueso porque sé que si no aprovechamos este momento para pasar la página, nunca lo haremos. Cada interacción será así de incómoda el resto del tiempo que nos queda en la universidad. Y yo no sé él, pero yo no puedo seguir esquivándolo o a Andrea toda mi vida. La ansiedad no es mi amiga.

—Este, Tomás, con respecto a lo que pasó... —Él despega la mirada del suelo y la vuelve a fijar en mí, y con solo eso me falla el coraje. Respiro profundo y me lanzo—: Yo creo que lo mejor es que lo dejemos atrás.

Tomás solo pestañea.

—O sea —agrego con voz quebradiza—, yo no quiero problemas con nadie, así que como en realidad no pasó nada olvidémoslo y sigamos con nuestras vidas.

El silencio es tan profundo que solo se distingue el suave ronroneo del aire acondicionado. Lentamente, Tomás coloca el vaso de agua sobre el mostrador de la cocina y levanta sus lentes para frotar sus ojos.

Cuando los vuelve a ajustar y posa sus ojos de nuevo en mí, su mirada es dura como el granito.

—Está bien, si eso es lo que quieres así será.

Hay algo tan agudo en su voz que me apuñala el corazón y lo parte en dos. Al rato, cuando llegan los demás, Tomás y yo hemos vuelto a convertirnos en extraños.

PRESENTE 7

—Ya va, ¿alguien se llamaba Usnavy? O sea, ¿US Navy? —La expresión en la carita de Matías es confusión sin diluir. Me da risa que esto es lo que lo ha despegado de su videojuego.

—Pues sí. Seguro que sus papás no sabían que llamaron a su hija «Naval de Estados Unidos».

Ahora que lo pienso, no tengo derecho a quejarme de que me pusieran Sikiú como primer nombre. Pero tampoco es que lo voy a aceptar. Por eso quise ponerle nombres sencillos a mis hijos, Samuel para el dormilón que ahora está en el séptimo sueño arriba en su cuarto, y para el bebé en mi barriga pueden ser Sebastián, Sabrina, Susana, Santiago, Salvador, Serena, Silvia... en fin, ya se verá, pero será por S también.

—Eso no es lo importante —gruñe su hermana—, sino que básicamente nos quedamos ya sin candidatos, ¿no?

—Todavía queda el malasangroso —comenta Adriana mientras chequea sus uñas pintadas de negro—. Aunque nuestro tío es bien chévere.

—La gente puede cambiar por amor, ¿no? —Amanda suspira, sus ojos brillando como cuando está viendo una película de Disney.

—El cuento está muy bueno pero ya es bastante tarde —anuncia Valentina—. ¿Seguimos mañana?

—¿Sí? —Sacudo la cabeza—. Digo, por mi genial porque todavía falta lo más jugoso de todo el cuento pero, ¿tu jefe te va a dejar tener vida social mañana otra vez?

—Está de vacaciones esta semana —contesta Valentina con una sonrisa medio tétrica. No sé cuántas veces le hemos preguntado que por qué sigue trabajando con alguien tan intenso, pero nada se puede hacer con esta workaholic.

—Bueno, entonces seguimos mañana. —Hago el intento de levantarme pero los cojines del sofá están hechos de un imán potente. O sino es porque peso más o menos media tonelada.

Entre Valentina y Adriana me halan hasta ponerme de pie, y acompaño a toda la comitiva a la puerta para despedirnos. Sé que todo esto de echarles el cuento del romance con mi esposo no es porque a Martina le haga falta más material para su tarea, sino porque no quieren que me sienta sola mientras mi esposo está de viaje. Cuánto amo a mi familia melosa. Qué lástima que no pueden llenar el hueco que me deja mi esposo en el pecho cada vez que no está.

NOTA DE LA AUTORA:

Les veo alboroto como me gusta y les quiero reconfortar con las siguientes palabras:

Busquen los pañitos pa' las lágrimas, que con esta historia vamos a sufrir 🥰🥰🥰

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