Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 25

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By Hubrism

PASADO 24

El almuerzo es pizza con todos los toppings habidos y por haber. La pila de cajas de pizza vegetariana no baja, porque es la menos popular, con lo que convenzo a una chama de la gente de protocolo que me de una caja completa. Luego me siento en el piso junto con los demás de mi universidad a comer como si no hubiera mañana.

La siguiente ponencia está relacionada a cosas de mecatrónica que no me interesan mucho, así que con la barriga llena y el corazón contento se me ocurre un plan diferente.

—¿Quién quiere ir conmigo a explorar por ahí?

—¡Yo! —suenan las voces de prácticamente todo el grupo.

Nos dividimos en grupos más pequeños. Unos van directamente a los jardines centrales que parecen una vaina sacada de una revista extranjera. El lujoso verdor de tanta grama perfectamente manicurada me hace reír. En LUZ, los jardines como tal son matas de mango o cujíes en lechos de arena rojiza.

Lo peor es cuando paseamos por los edificios donde dan las clases y los laboratorios. Pasamos afuera de una laboratorio repleto de computadoras que seguro no corren vejestorios como Basic.

—Yo no sé ustedes pero ya me fastidié de sentir tanta envidia —comenta Yael en tono ligero—. Vámonos a tomarnos fotos nosotros o algo.

Nos regresamos a los jardines a payasear. Yael hace una pose como si fuera un modelo profesional luciendo un conjunto de marca, aunque lo que tiene es un sweater sin marca y unos jeans que han visto mejores días. Le tomo una foto con mi cámara a la antigua, de las de rollo. Ya veremos si sale bien o no.

Poso para una con Juliette y una chama que se llama Usnavy Morales. Sonreímos de oreja a oreja para la cámara y Javi nos toma la foto. Intercambiamos puesto y Usnavy nos toma una donde salimos Juliette, Dimas, Javi, Yael y yo. Luego le pido que me tome una sola con Javi.

No soy fotógrafa ni tengo más que el un rollo que está en la cámara, así que me planteo dejar las demás fotos para después. Pero en eso mis ojos son atraídos como imanes hacia una figura solitaria, y avisto a Tomás sentado sobre una jardinera con la mirada perdida hacia un lado. No sé si es su quijada que puede cortar acero que me recuerda como se sintió contra mi mano anoche, pero no me lo pienso mucho y le saco una foto.

—Te vi.

Me hago la que no ha oído nada y jurungueo la cámara.

—¿Te gusta el Arriaga?

—¿Qué habláis, Anderson? —Pongo cara de fastidio, aunque por dentro siento el fuego de la vergüenza.

Anderson está al lado mío, con sus manos metidas en los bolsillos de sus jeans. Su cabeza está ladeada para observarme desde un ángulo superior.

—O sino, ¿qué? ¿Te gusta tomarle fotos a chamos al azar?

—Sí, me encanta la fotografía natural. —Sin advertencia, le tomo una foto en ese instante y lo agarro a medio camino de esbozar su sonrisa malasangrosa que me saca de quicio—. ¿Veis?

Frunce el ceño.

—Si me hubieras avisado te hubiera puesto una pose que te enamoraría.

—Guácala. —Giro ciento ochenta grados y me alejo. Eso no pasaría ni con que se quitara la camisa y revelara más músculos que los de Enzo Vivi, el modelo profesional.

Después de un rato más de manguareo regresamos al auditorio a escuchar el resto de las ponencias del día. Hay una sobre energías renovables que me hace explotar las cotufas, porque no tenía ni idea de que se podía sacar energía eléctrica del sol o del viento. Con todo el sol que hace en Maracaibo debiéramos estar aprovechando eso.

Finalmente hacia la tarde nos montamos de nuevo al bus y esta vez nos encaminamos hacia el hotel donde nos vamos a quedar esta noche y mañana. En colectivo, decidimos pasar un transcurso suave y aprovecho para mirar por la ventana del bus al trecho entre la USB y Caracas. El verdor de las montañas resalta tanto como lo encutupuradas que son las calles de carros, motos y edificios por doquier. Es como estar en otro mundo comparado a mi ciudad natal.

En el hotel descubro que me toca compartir habitación con Juliette y también nada más y nada menos que con Erika y Andrea. Mientras nos arreglamos para rumbear en Las Mercedes, el silencio sepulcral en la habitación es tan tenso que oprime los pulmones. Solo respiro cuando, unas horas después, salgo al lobby y me consigo a Yael ya listo.

—Mijaaa —silba tan duro que varios empleados se voltean a mirar—, pero te vamos a tener que asignar guardaespaldas.

—Chito. —Mi reproche no puede ocultar el hecho de que mi la temperatura de mi cara se dispara al techo ante el escaneo que me hacen los ojos de Yael.

Me puse unos jeans azules de esos súper pegados y bajos a la cadera con una blusa suelta que se amarra alrededor del cuello y deja mis brazos y la parte superior de mi espalda totalmente descubiertos. Es de una tela beige muy sedosa que se siente súper suave al tacto. Ha sido un modelo muy popular en la tienda de mis papás, y por fortuna también vendemos unas zapatillas tipo ballet que le hacen juego y no me van a matar los pies esta noche.

En eso Erika sale del ascensor con un top ceñidísimo a su cuerpo y con un escote que hace que los ojos de Yael casi se escapen de sus sitios. Varios de los muchachos salen detrás de ella y no pueden despegar su atención de cómo se tongonean sus caderas al caminar con tacones que parecen rascacielos. Aunque no va a poder caminar al final de la noche, no le va a faltar quién la cargue.

Eventualmente a grupos o individuos, todos nos apiñamos en el lobby y empezamos el arduo proceso de agarrar un taxi tras otro hacia el club nocturno. No lo seleccionamos nosotros así como así, sino que a uno de los mayores que están en ASME se lo recomendó esta mañana alguien de la USB.

Los taxistas no nos dejan montarnos de a más de cuatro por taxi, y como fui de las primeras en bajar voy apretada entre Yael y Erika en el asiento trasero. La carrera se hace eterna hasta que llegamos al club y cuando me bajo del vehículo casi quisiera besar el suelo.

Al tipo de la entrada se le cae la quijada cuando saco mi cédula de identidad de los confines de mi push up y deduzco que debe ser nuevo en el trabajo de portero, porque no soy la única chama con ese truco. De hecho, Erika hace lo mismo y ante la misma reacción del tipo, ella y yo intercambiamos una mirada divertida.

Del shock, las dos nos volteamos a enfocarnos en lo que sea. Ahí noto que llega otro de nuestros taxis y se baja Javi. Casi que corro a engancharme de su brazo.

—¿Tanto me extrañabas? —se ríe y saca su billetera y le ofrece su cédula al portero, que finalmente nos deja pasar.

—Sí, necesito a mi compañero de despecho.

La razón de mi sufrimiento es Mecanismos, la de él eso más que antes del viaje tuvo un pleito con Beto y no se hablan. Por eso anoche durante el viaje nos apoderamos de una botella de Cacique.

—O sea, ¿sabéis que te podéis disculpar, no? —grito mientras bailamos una canción electrónica sin muchas ganas.

—Pero, ¿yo qué culpa tengo que Ingeniería me absorba la vida?

Y es que esa precisamente es la manzana de la discordia, que Beto tiene celos de lo tanto que los estudios ocupan el tiempo de Javi y que para rematar quisiera venir a un congreso de tres días en vez de ir a una cita con él.

Debe ser difícil ser pareja de alguien estudiando Ingeniería sin compartir el sufrimiento, no como Juliette y Dimas por ejemplo. Pero no sé, si uno de verdad quiere a alguien debiera hacer todo lo posible para que las cosas funcionen, ¿no?

La canción cambia a un merengazo de Elvis Crespo y Javi me atrae entre sus brazos. Ahora que no hay presión entre nosotros, bailamos sin enredarnos como antes y relajados. De hecho, seguimos la conversación como si nada.

—¿Y si al volver te le presentáis con flores o algo? O llévale un souvenir.

—¿Qué carajo le puedo llevar de aquí? ¿Una botella de ron vacía?

Me da la vuelta y la risa se me ahoga en la garganta, porque a través de un claro entre la gente consigo a Tomás apoyado con un codo sobre la barra del bar. Su camisa gris debe estar hecha a la medida porque le ajusta perfectamente sobre los hombros anchos y la cintura pequeña que tiene. Y sus ojos, que hoy llevan lentes de contactos, están puestos en mí. Los siento como una corriente eléctrica que viaja por mi piel.

Ante mi repentina parálisis, Javi lanza una mirada sobre su hombro y nota lo mismo que yo.

—Qué interesante.

—Más bien que extraño —corrijo.

—¿Y por qué? Si hoy paráis el tráfico. —Javi menea las cejas—. Tomás no es al único que he cachado desvistiéndote con los ojos.

Le doy un golpecito al hombro.

—Gracias por el cumplido pero no es así. O sea, Tomás y yo de vaina somos panas. Y además él tiene a su cuaima. —Estiro el cuello para mirar alrededor—. Hablando de ella, qué raro que no esté guindada del brazo de Tomás.

—Es porque está bailando con Anderson.

—Miarma...

—Decime la verdad, Dayana. Si Andrea no estuviera más atravesada que un miércoles, ¿no querrías algo con Tomás?

Se me enredan los pies y accidentalmente piso a Javi. Aunque se frena y se encoge del dolor, mantiene el enfoque en mí. Analizando la expresión de mi cara aún bañada por luces titilantes y sombras intermitentes, llega a una conclusión él solito.

—Con que síííí.

—Guarever —espeto con fuerza—, no tiene caso pensar en los «y si». Las cosas son como son y viéndote batallar con el balance entre los estudios y el amor, yo no creo que pueda hacerlo mejor.

—Eventualmente vais a caer, Dayanita.

—No creo. —Levanto los hombros—. Porque eso requiere que un chamo caiga también y así supuestamente me anden buceando hoy, no los veis haciendo cola pa' bailar conmigo.

—¿No será porque me ven a mí atravesado? —Un lado de los labios de Javi se levantan en una sonrisa picarona.

—No creo, porque cuando un chamo quiere algo no hay quién lo pare.

Y también el contrario, cuando no quieren algo o a alguien, no hay quién los convenza. De nada sirve que yo me empepe otra vez sin que me quieran de regreso.

NOTA DE LA AUTORA:

¡Ya no lo puede ocultar! Dayana modo crush con Tomás activado. ¿Fracasará el equipo o no? ¿Y el pajúo del Anderson quiere atacar o qué? Quédate en este mismo canal para descubrir las respuestas ✨

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