Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 24

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By Hubrism

PASADO 23

—Yo creo que esto no ha sido una buena idea —enuncio con voz arrastrada.

—¿Lo dice la que está arrullando una botella de ron como si fuera un bebé? —Javi se ríe a todo pulmón y no llama la atención porque toda la gente está parada en el pasillo del bus perreando con una canción de Calle Ciega.

—Es mía. —Le saco la lengua.

—Bueno, es verdad que estar bailando en medio bus en plena carretera en el medio de la madrugada no es como que muy sensato.

Nosotros dos somos unos de los pocos que estamos rumbeando desde nuestros asientos. Javi no tendrá su propia botella como yo, pero se ha echado más palos que yo misma. Aunque todavía tiene la capacidad de elocuencia que yo perdí hace rato, de vez en cuando le salen unos hipos sospechosos.

—No me refería a eso —explico—, sino esto de irnos de viaje en pleno semestre, sobretodo con Mecanismos esperándonos al regreso.

Mecanismos.

El solo nombre de esa materia es capaz de inspirar profundo terror en el corazón de todo estudiante de Ingeniería Mecánica en la ilustrísima Universidad del Zulia. Es el gran filtro de la carrera que dicho de la boca de los profesores, reprueba a eso del ochenta por ciento de los estudiantes cada semestre. Y muchos de ellos deciden tirar la toalla y salirse de la universidad antes de tener que pasar por ese suplicio otra vez.

Yo digo que con estadísticas así, hay un problema serio en la forma de dar la materia. Sino, el punto es precisamente ese: que no muchos aguanten y que así hayan pocos estudiantes en los semestres superiores, y por lo tanto menos graduados.

Ya raspé el primer parcial y he logrado sacar la mayoría de las prácticas con diez por puro milagro. Me debatía si ir al congreso al que nos dirigimos o seguir enclaustrada estudiando. Pero eso es lo que he hecho durante todo el semestre e igual saqué un flamante cero seis en el primer parcial.

A sabiendas de todo esto, papi y mami no me querían dejar venir al congreso, pero como mis tíos le dieron permiso a Bárbara de asistir a uno a la vez, no en Caracas sino en Miami, tampoco tuvieron más remedio que darme permiso.

Así que aquí estoy, abrazada de mi mejor amigo el señor Cacique.

—Olvidémonos de Mecanismos un rato. —La cara de Javi se arruga más que cuando se echa un palo de ron—. Dame un traguito.

—¿Cuánto hay pa' eso?

Javi se lo piensa. A pesar de que el bus está oscuro, mis ojos ya se han adaptado a la tenue luz de la luna llena que se cuela por las ventanas, y distingo el semblante filosófico.

—¿Qué te parece mi amistad incondicional y eterna?

—Está como que muy barato pero acepto el pago.

Javi abre la boca y yo me levanto tambaleante para apoyarme en el asiento de adelante mientras decanto un poco de ron en su boca. Con suerte esta vez logro no derramar el preciado líquido ámbar por su mejilla como paso la vez anterior.

Antes de sentarme distingo una figura solitaria en la esquina de la fila de atrás del bus. El que es tiene puesto un sweater negro de esos con capucha y la tiene puesta, con lo que no distingo bien su cara. Pero sé quién es.

—Javi.

—¿Qué fue?

—Vamoa dale lata a Tomás. —Apunto con mi mentón hacia el susodicho.

Javi se menea en su asiento hasta arrodillarse en él, mirando hacia atrás.

—Oh, buena idea.

Con pasos tambaleantes, en parte porque nuestras venas están más llenas de ron que de sangre, y porque el bus se mece en el camino, Javi y yo navegamos el final del pasillo hasta llegar al fondo. Detrás de nosotros el grupo sigue la rumba como si esto fuera el club nocturno del año.

Tomás está bien acomodado contra la ventana, así que me deslizo hacia el puesto delante del suyo y me arrodillo sobre el asiento para quedarle de frente. A mi lado Javi hace lo mismo.

—Épale.

Tomás levanta la cara y entrecierra los ojos. Hasta borracha me doy cuenta de que es porque sus lentes están guindados del collar de su sweater. Con una mano los descuelgo y se los ofrezco. Su mano roza la mía cuando los recoge, pero Tomás como que no se da cuenta de que solo esa sensación me ha dejado paralizada. Con la misma se pone sus lentes y vuelve a mirar.

—Hola.

Su voz suena áspera con desuso. Tiene sentido, porque la rumba se armó hace como tres horas y él se las ha pasado todas en esta esquina.

—¿Qué hacéis aquí solito? —pregunto.

—Intento dormir.

—¿Con este escándalo? —Javi sacude la cabeza.

—Si lo habéis logrado sois un campeón —añado.

—No. No soy un campeón.—Suspira. El sonido no llega a mis oídos pero sí veo su pecho descargar el aire.

—Yo tengo la solución. —Presento la botella de Cacique 500 que he estado arrullando con tanto cariño como si fuera mi sobrina—. Ta tan. Abre la boca.

En vez de eso Tomás pone ojos de huevo frito.

—Y empínate bien pa' atrás porque sino te va a bañar todo, créeme —Javi declara con más seriedad de la necesaria.

—A ver, no es mi culpa que en ese momento el bus haya pasado por tremendo hueco.

—Excusas —bromea mi mejor amigo.

—Tomás, di aaaaa. —Yo también abro la boca como si él fuera incapaz de entender a qué me refiero.

Esta vez, Tomás se arrima hacia adelante y echa la cabeza para atrás. Sin razonar, pongo una mano entre su cuello y su quijada para apoyarme y apuntar bien. Él aprieta los ojos pero con precisión milimétrica decanto un poco de ron en su boca abierta y logro que no se pierda ni una gota. Cuando remuevo mi mano es que me doy cuenta de lo suave y caliente que estaba su piel. Es como un tizón este chamo.

—¡Wepaaa! —celebra Javi.

Mientras tanto Tomás se estremece y aprieta toda la cara como si le doliera algo.

—¿Te regañó? —me río.

—Peor, creo que me quizo matar —carraspea.

—Eso se te pasa tirándote un paso, vamos. —Javi se levanta de su asiento y poco a poco me deslizo para seguirlo.

Parada en el pasillo, me volteo para ver si Tomás sigue acurrucado en su asiento pero no. Está de pie justo detrás de mí y se frena de golpe un instante antes de estrellarse conmigo.

Es alto. No sé si me había dado cuenta del todo hasta este momento. Tiene que inclinar la cabeza para que sus ojos puedan conseguir los míos.

—¿Y tú no te vas a tomar un palo? —Su voz baja y grave es como terciopelo en mis oídos. Disimulo los escalofríos levantando los hombros.

—Ya que la audiencia lo demanda... —Empino la botella y tomo un buen trago directamente de la boca de ella. Un poco se derrama por la esquina de mi boca y me limpio con el reverso de mi mano—. Vamos pues.

Me doy la vuelta y agarrándome de cada fila de asientos me uno al grupo en el medio. Menos mal que entre la oscuridad y el despelote, ninguna de las dos cuaimas parece haber visto ese pequeño episodio con Tomás. Sino ya me estuvieran jalando las greñas.

Eso sí, me las arreglo para no quedar junto a él durante el bailoteo, por si acaso. Paso la mayor parte de la noche ensangüichada entre Javi y Yael, pasándonos la botella entre los tres. En una de esas mi botella llega a manos de Erika. El intercambio hace que reconozcamos la existencia de la una y la otra por primera vez como en seis meses. Obvio, dejo que se quede con la botella no vaya a ser que me envenene con ella sin que me de cuenta.

Finalmente llegamos al campus de la Universidad Simón Bolívar a las siete y algo de la mañana. El frenazo del bus me despierta de estar dormitando sobre el hombro de Javi. Al levantarme me doy cuenta de que me babeé sobre su ropa.

—Ay, guácala —susurro intentando limpiar la baba con la manga de mi sweater.

Eso lo despierta pero el pobre se ve más borracho que como estaba anoche.

Como zombies toda la comitiva se va bajando del bus. Afuera nos recibe lo que distingo como a un total manganzón, excepto que no puedo disfrutar de tanta belleza porque la naturaleza llama. A lo que el papirruqui este de protocolo menciona la vecindad del baño, despego hacia esa dirección sin más ni más. El eco de muchos pasos en la calma de la mañana indica que no soy la única.

Así arrancamos el primer día del congreso de la American Society of Mechanical Engineers, también conocida como ASME, ofertado por la seccional de la USB. Medio bus venía lleno de miembros de la seccional de LUZ, aparentemente la más antigua del país, y la otra mitad de pelados como yo de semestres más abajo que se unieron para escapar un poco el ajetreo cotidiano de los estudios.

—Marica, yo creo que fue mala idea beber tanto —confirma Juliette a lo que yo misma dije hace unas horas, y luego se echa un eructo que prácticamente me emborracha otra vez.

—Que molleja, mija, me hiciste beberme una botella completa otra vez. —Sacudo el aire con la mano a ver si el tufo se esfuma.

—Ay, perdón. —Eructa otra vez.

Al terminar nuestros asuntos, emergimos del baño aún enratonadas pero con las caras bien lavadas. Me da risa que la súper sifrina y malcriada de Andrea se ve igual de jodida que nosotras.

Conseguimos al chamo de protocolo esperando afuera y con una paciencia digna de alguien a quien espero estén compensando monetariamente, se cala a esta cuerda de borrachas y nos guía hacia el auditorio donde están los muchachos.

Andrea se separa y toma asiento entre Anderson y Tomás. Anderson tiene puestos unos lentes de sol que no engañan a nadie. Tomás tiene puesta la capucha de su sweater negro y con la cabeza gacha no sé si está mirando su teléfono o jeteado. Juliette se desvía para sentarse junto a Dimas una fila adelante de Tomás, y yo sigo de largo un poco más abajo hasta encontrar a Javi, Yael, Teófilo y los demás.

El auditorio de la USB es enorme y bien cuidado, lo que me esperaría de la mejor universidad del país y con los bolsillos más hondos. Compararla con LUZ me hace sentir un poco de complejo de inferioridad.

Intento enfocarme en las ponencias pero mi visión baila un joropo y eventualmente me quedo dormida. Solo me despierto cuando Javi sacude mi hombro.

—Mija, ya es hora de almorzar.

—¿Ah? —El cuello me duele después de haber estado dormida con la cabeza apoyada en el respaldar duro de la silla. Lo bueno es que cuando me incorporo, ya no me siento como que estoy en un barco—. Ay, que bueno porque tengo hambre.

Una buena parte de la audiencia ya ha salido y me levanto para que los de mi fila puedan salir.

—Eso, a comer pa' recargar las baterías y poder rumbear esta noche —exclama Yael.

Asiento. Pa' eso vine. No tanto para aprender sobre la Ingeniería Mecánica en el mundo profesional ni para conocer estudiantes de otras universidades, como fue el discurso que le dimos al decanato de la Facultad para que nos patrocinaran el bus.

No, no. Vine para olvidar que la parte principal de ser estudiante es estudiar. La Dayana de bachillerato se hubiera ofendido, pero finalmente puedo decir que soy una Dayana nueva. Ya no soy la nerdota que vive en los libros y saca las mejores notas de su clase. Ahora soy otra estudiante más que se arrastra por los codos para llegar a la meta cada semestre, igual que todos los demás, pero que de vez en cuando se detiene para disfrutar un poco de la vida. Mis notas serán mucho peores que antes, pero soy más feliz.

Y aparte, pienso al entrelazar mis brazos con los de Javi y Yael, ahora sí tengo amigos.

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