Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 22

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By Hubrism

PASADO 21

En teoría nos reunimos para estudiar para el último parcial de Programación de mañana, excepto que un juego del Mundial en vivo y en directo desde el televisor de la sala de Javi es imposible concentrarse.

La mesa de la sala está tapiada de cuadernos, libros, calculadoras, y también de más chucherías que un supermercado. Solo tengo que estirar la mano un poco para agarrar un Cheeto y metérmelo a la boca mientras intento seguir la secuencia de un programa de Basic. Esta es una materia de esas como si me estuvieran hablando arameo, pero los que saben más de este tema se burlan de que nos estén dando clases con un programa de hace como treinta años atrás.

Menos mal porque si el muy básico Basic me está matando, qué puedo decir de algo más sofisticado.

De pronto el animador se alborota y todo el mundo abandona la poca dedicación a los estudios y se ponen de pie para gritarle al televisor. En total hay como doce personas que creen que esto va a hacer que su equipo juegue mejor.

Yo descanso mi mentón en mi mano, tirando la toalla al menos hasta que se sepa quién va a ganar. Es el último juego de los cuartos de finales y se enfrentan Brasil y Francia. A estas alturas del torneo Brasil es el último equipo Suramericano que queda, y eso de la mitad de la gente aquí está vestido con los colores de La Canarinha.

Sé que hoy mi papá está en la tienda viendo el partido desde un televisor portátil. Salomón está en la oficina, donde seguro todos los empleados del periódico están en las mismas. Después de todo, el Mundial es la única noticia chévere del momento. A mami le importa esto creo que hasta menos que a mí. Y a mí solo me importa porque si Brasil pierde puede que haya un verguero en esta casa.

—¡Eso! —Yael empieza a sonarse los dedos como si estuviera aupando a caballos en in hipódromo, excepto que es un jugador de Francia acercándose a la arquería contraria—. ¡Eso, Henry! ¡Vamos!

En lo que va de juego he aprendido que Thierry Henry es su jugador favorito porque se parece a él físicamente, palabras de Yael y no mías. Pero no juzgo porque es una razón válida para la cual le guste a alguien un atleta. A mí me gusta alguno que otro por lo atractivos que son, así de sencillo. Claro, si digo eso en voz alta me botan de esta casa.

—¡Ronaldinho! —Grita Javi cuando cambia el balón al otro lado—. ¡Haz algo arrecho, vamos!

—¿No y que vos sois Albiceleste hasta la muerte? —Le echo vaina junto a él.

—Bueno, sí. Pero ya que estamos otra vez con lo de Suramericanos contra Europeos...

Hablando de europeos. No sé como llegaron a dar aquí Anderson, Tomás y Andrea. A ella se le ve más ladillada que incluso a mí. Desde que España fue descalificada en la ronda pasada precisamente for Francia, ha mostrado más desdén de lo normal.

Bueno, obvio que está aquí por Tomás y la pregunta más bien es qué hace él aquí, si ni siquiera se une a la gritería como Anderson lo ha hecho.

—¡Kaka, no joooda! Pa' que respeten. —Anderson bate el puño como si éste fuera el equipo que más le importara. Pero es porque dijo que si Francia pierde, Portugal va a tener más chance contra Brasil en la semifinal. Yo no veo la lógica porque si Brasil le gana a Francia eso significa que es mejor equipo de lo que él cree.

—Ya vengo, voy al baño. —Pero ni Javi me para bola.

Me levanto del suelo y la única que se da cuenta es Erika. No recoge las piernas desde su esquina del sofá así que les paso por encima sin pedirle permiso. Al menos no me hizo caer.

Esa es otra que está aquí por Tomás. Varias veces me he debatido si decirle que Tomás no está interesado, en especial después de oír la historia de cómo lo acosamos, pero siempre se me pasa. No sé cómo tener una conversación con ella sin que no sea yo la que salga sintiéndose pésimo, así que le va a tocar darse cuenta a ella solita.

Desde el baño oigo una explosión de gritos que da la pinta de que alguien metió gol. Pero cuando termino mi asunto y vuelvo a salir veo en la pantalla que seguimos cero a cero.

Y luego dicen que las mujeres son las dramáticas e histéricas, ar favor.

Sigo de largo hacia la cocina de Javi. Es como del tamaño de la mitad del apartamento de mis papás, con una isla central tan grande que se puede hacer una línea de producción completa en vez de cocinar para una sola familia de tres personas. La nevera es de esas que tiene su propio dispensador de agua y diferentes tipos de hielo, mientras que en mi casa tenemos que hacer hielo con cubetas a la antigua. Y después de hervir el agua.

Sacudo la cabeza y decido agarrar una Uvita de la nevera. Ya tengo a Javi bien entrenado que ese es el refresco que me gusta, y siempre tiene un six pack para mí cuando vengo a estudiar. Sigue siendo una lástima que no me puedo casar con él, pero así son las cosas.

Cuando me doy la vuelta consigo a Tomás detrás de mí.

Pego un brinco.

—Mijo, a ver si hacéis más ruido cuando caminéis.

—Soy incapaz de hacer más ruido que ellos —refuta engurruñando su cara ante la gritería en la sala.

Okay, buen punto. —Me aparto para cederle acceso a la nevera—. ¿Cuál es tu veneno?

—¿El qué?

Como respuesta levanto mi lata de refresco. La confusión se borra de su cara y voltea su atención hacia los contenidos de la nevera. Todos le hemos agarrado el gustico a venir a estudiar en casa de Javi porque su nevera y alacena siempre están llenas. Si nos quedamos lo suficientemente tarde estudiando, sus papás nos brindan la cena. Y la mayoría de nosotros somos unos pelados, así que se lo agradecemos tratándolo como la realeza.

De todas las opciones, pensé que Tomás iba a agarrar una cerveza como la mayoría, a pesar de ser apenas las cuatro de la tarde. Pero agarra una lata de Naranja Hit y yo levanto una ceja.

—Tengo que manejar.

—Buena razón.

No sabía que tenía carro. Seguro es un Mercedes o una vaina loca así. Todo lo de este chamo es de las marcas más caras. Hasta el pañuelo que me prestó era de Benetton. Obviamente se lo devolví, no me iba a quedar con algo tan caro.

—¿Y eso que le estáis yendo a Francia? —pregunto mientras él destapa su lata de refresco.

La bebida se le desparrama un poco pero con reflejos de deportista logra que el desastre caiga en el lavaplatos. Arranco una servilleta del rollo y se la paso.

—Gracias. Este... Es que Zidane está en el Real Madrid.

—Ah, ¿ese es tu equipo?

—Sí.

Hace ademán de pasarse la mano por el pelo pero le agarro el brazo a tiempo. El pela los ojos, que hoy se le ven más verdes que marrones con su chemise blanca.

—Acuérdate que se te derramó refresco.

Traga gordo de alivio.

—Me salvaste. —Ofrece una sonrisa minúscula que si me preguntan, es más significativa que un gol de un equipo extranjero.

—¡Aquí fue! —grita alguien.

Nadie se había sentado otra vez pero igual se yerguen más alto y se acercan más a la pantalla. Al voltear a ver la acción es cuando noto dos pares de ojos igualmente asesinos fijados en mi.

Me congelo, porque una cosa es lidiar con una cuaima pero otra es con dos. Excepto que no sé si es por la cercanía, pero se me viene a la mente la memoria de Tomás básicamente preguntándome si me iba a dejar amedrentar por Erika, y yo con toda la confianza del mundo dije que no. Así que voy a quedar como una mentirosa si me intimido ahora.

Y con Andrea, ¿qué? ¿Acaso otra chama no puede ser pana de su macho? Qué horror vivir así de insegura.

Tomás también está tieso pero no por la misma razón. Sus manos jabonosas están atrapadas bajo el chorro de agua y sus ojos se clavan en lo que puede atisbar del partido desde aquí. Y en eso el famoso grito resuena.

—¡Goooooooooooooooool!

Medio grupo estalla en vítores y el otro medio en gemidos. A lo que veo a Javi tirarse en el sofá con aire de drama, deduzco que el gol fue de Francia. Y Tomás llega a la misma conclusión porque se le cae la quijada y por primera vez desde que lo conozco, sus ojos brillan como estrellas y su sonrisa como un sol.

Para mi sorpresa, levanta una mano mojada y sin pensarlo dos veces la choco con la mía.

—Te dí buena suerte, admítelo —bromeo.

Con todo y estando mojada, su mano se siente cálida y enorme contra la mía. Otra cosa que se siente cálida es mi cara.

—No lo niego —murmura, finalmente rompiendo el contacto. En vez de secarse las manos con el trapo de la cocina para eso, me lo da a mí primero.

«Oh, oh» pienso para mis adentros.

Me seco rápido y le devuelvo el trapo. Con una sonrisa trémula me doy la vuelta para fisgonear en la nevera como si tuviera hambre o sed. En realidad lo que necesito es que baje la temperatura de mis mejillas rápido, antes de que un mamador de gallo del grupo se dé cuenta de que este chamo me está afectando.

O más aún, antes de que se dé cuenta él mismo.

Cierro la nevera con un cambur en mano, para disimular. Pero en vez de ser Tomás en la cocina, quien me espera en el mismo sitio es Andrea.

—Hola —digo a la vez que empiezo a pelar el cambur, aunque la palabra me sale más como una pregunta.

—Me habías convencido. —Se cruza de brazos y aprieta la quijada tan fuerte que le debe doler.

—Miarma, ¿qué habláis?

—De que eras una boba sin importancia. Pero ya veo que me enfoqué en la que no era.

Me debieran tomar una foto y ponerla bajo la definición en el diccionario de «perpleja». El cambur medio pelado sería muy buen toque.

—Error —suena de pronto otra voz y es Erika que aparece también en la cocina—. Dayana es la más peligrosa de todas.

—Ay, sí. Mi arma más letal es la concha de este cambur y si me siguen dando lata se las pongo en el suelo pa' que se resbalen. —Pero mi sarcasmo lejos de calmarlas, les infunde más furia.

—No te hagas la estúpida —escupe Andrea apuntando mi cara antes de virarse hacia Erika—, y tú no seas una igualada. ¿Crees que tienes chance con Tomás? Ni si quiera lo conoces.

Echo un vistazo a mi alrededor pero el único que está pendiente precisamente es el aludido, seguro porque oyó su nombre. Frunce su ceño y me debato si pedir su ayuda. En realidad lo mejor que puedo hacer es extraerme de esta situación lo más sigilosamente posible.

Mi plan se va al caño porque las dos cuaimas enseguida me ponen atención cuando doy un paso atrás.

—¿Igualada yo? —Erika suelta la risa más aguda de su arsenal y hace que volteen cabezas—. Igualada será ella, que se las quiere dar de que es la más amiguita de Tomás.

—Yo no me las doy de nada, déjenme en paz.

—Pero si ya te he visto varias veces arreguindada de él...

—Y no es del único...

Justo cuando abro la boca para mandarlas a comer estiércol, alguien me gana.

—¿Podrían dejar la guebonada?

Se hace un silencio que solo lo llena el animador del partido en la televisión. La atención de todos se va hacia Tomás, que está plantado a medio camino entre la sala y la cocina mirándonos como si fuéramos chicles pegados en la suela de sus zapatos.

—Me tienen harto con estas niñerías. —Ahora sí se pasa la mano por el pelo—. Y para que sepan, no estoy interesado en ninguna de ustedes y con este acoso mucho menos.

Se da la vuelta y nadie dice ni pío mientras Tomás recoge sus peroles y se va de la casa.

Poco después, Erika y Andrea también se van por su cuenta. No sé cómo, porque las dos vinieron con cola. Crédito para ellas que no rompen a llorar frente a todo el mundo.

Yo por mi parte regreso a estudiar en la sala ignorando los comentarios indagadores, y pretendo como que lo que dijo Tomás no fue conmigo. Nadie tiene que saber que tengo el corazón magullado.

NOTA DE LA AUTORA:

Reventó el pobre y a la Daya le dolió. Eso significa queee... ups 🫢

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