Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 20

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By Hubrism

PASADO 19

Tomás gira a la izquierda y yo a la derecha. Ya no me importa si me topo con Erika. Las cuentas están claras y esa amistad se perdió. Todos estos meses estaba en negación, anidando una pequeña esperanza de poder al menos ser cordiales. Pero ya está claro que lo mejor que puedo hacer es ignorarla.

Doy pasos seguros hacia la cantina de Industrial. Desde el final del Pasillo General avisto a Javi enseguida, sentado en una de las mesas de plástico debajo de una mata de mango. Mis ojos están tan acostumbrados a buscarlo que no me cuesta.

Hay otra conversación difícil que debo tener. Y si de esta también salgo en lágrimas ahora tengo un buen pañuelo en el bolsillo.

Me siento en la silla opuesta a él y levanta la cara del libro de Programación que lo tenía absorto.

—¿Ya comiste?

—No, te estaba esperando. —Javi ladea la cabeza y entrecierra los ojos—. ¿Lloraste?

—Sí, como si me pagaran por eso. —No permito que su confusión abata y le agrego más todavía cuando digo—: Tenemos que hablar seriamente.

—Este... ¿esto es el tipo de conversación que se puede tener comiendo, o no?

—Yo creo que sí. En realidad la tripa me está haciendo malabares.

Ponemos pausa al asunto para comprarnos un tequeño mollejúo cada uno. Nos dividimos una papa con queso y él se compra aparte una mandoca. Guardo una botella de agua recién adquirida en mi morral y bajo la comida con una Uvita Hit. Todo muy nutritivo.

—Pues Erika no quizo hacer las paces conmigo —informo junto con que empecemos a comer.

—No tenía pinta. —Javi arruga su nariz.

—Pero si quiero hacer las paces con vos.

Se frena con su tequeño a medio camino entre el plato de cartón y su boca abierta en forma de «o». Baja el tequeño de nuevo al plato.

—Nosotros no estamos picaos el uno con la otra.

—No, pero tenéis que admitir que no estamos como antes. —Yo sí le pego un mordisco a mi tequeño y me doy mi buen postín comiendo—. O sea, ya no hablamos como antes. Siempre estamos como incómodos.

El pobre se dobla a la mitad de su altura normal. Casi puede comer directo de la mesa. Se yergue una vez más y sus ojos encuentran los míos.

—Es mi culpa —admite—. No sabía cómo actuar. Pensé que si seguíamos igual de cercanos te podías hacer alguna ilusión. Y a la vez quiero que sigamos siendo amigos porque...

—Porque somos amigos. Yo... —Aquí si pongo la comida a esperar—. A ver, mis mejores amigas de toda mi vida son mi prima y una vecina que es la hermana menor de mi cuñada. O sea, prácticamente son mi familia. Fuera de ellas en el liceo no hice amigos como tal.

—Miarma, ¿y por qué no?

—Muchas razones. —Pelo los dientes en esa expresión universal de incomodidad—. Siempre me la pasaba con la nariz en los libros, y eso no me hacía muy popular que digamos. Y mis papás se la pasan siempre tan ocupados con la tienda que no me llevaban a casa de los compañeros a jugar o estudiar.

—A mí me pasaba parecido —comparte de pronto—. Mis papás siempre están trabajando, entonces yo me la pasaba en la casa jugando videojuegos o estudiando.

Nerd.

—Te estáis viendo en un espejo.

Compartimos una sonrisa.

—Yo creo que eso fue lo que pasó, pues. Que nos llevamos tan bien desde el principio que desarrollé sentimientos.

Javi se afana en revolver su jugo de mora. Yo estoy tan incómoda con haber admitido eso que también me distraigo con la comida.

—¿Y ahora? —Pregunta Javi aún sin levantar la cara—. ¿Todavía tenéis esos sentimientos?

Juzgando por las punzadas en mi pecho, sí.

—Un poco. Pero han bajado, y poco a poco seguirán pasando.

Siento mi cara tan caliente como el sol que se filtra entre las ramas frondosas de la mata de mango. A la vez, me siento orgullosa de mí misma. Ya está bueno de guardarme todo lo que pienso o siento. Eso no va a cambiar ni mi entorno ni mi interior. Pero la honestidad si los influencia.

—Y... ¿todavía te duele?

Consigo sus ojos, llenos de más temor de lo que la pregunta me causa. Pero sacudo la cabeza.

—No. Hace tiempo que ya no.

El pobre se desinfla y por poco no se derrite sobre la silla.

—No sabéis lo preocupado que me tenía eso.

—¿Veis lo bueno que es hablar?

—Sí, a veces. —Hace una mueca de dolor—. No con todo el mundo puedo ser sincero.

—Pa' que sepáis que no me sacan tu secreto ni con tortura. —Esta parte la digo más baja pero las otras mesas están lo suficientemente lejos y son lo suficientemente ruidosas como para que alguien nos pare la mínima bola.

—Gracias. Algún día me iré a un sitio donde nadie me mire como si fuera el ser más asqueroso del planeta.

—No lo sois, aunque tenéis un poco de salsa tártara chorreada en la barbilla.

Javi echa la cabeza atrás y se carcajea a todo pulmón. Eso sí llama la atención de varios en la mesa más cercana, pero como obviamente no compartimos el chiste continúan con su conversación.

—Es que por ese sentido del humor no puedo creer que no tengáis mil amigos y al menos veinte novios —comenta a la vez que se limpia con una servilleta.

—Pues así son las cosas.

—Te tenemos que buscar otro interés amoroso.

—Ay, no. —Me arrugo como una pasa—. Yo creo que soy más feliz sin el estrés del le gusto o no le gusto.

Se inclina hacia adelante como si fuera a impartir un gran secreto.

—Déjame que te cuente que hay varios que te tienen el ojo puesto.

—Nahhhh.

—'Ta bien, te voy a dejar que sigas ignorante.

—Gracias. ¿Y vos qué? —Meneo las cejas y a lo que termino el tequeño le caigo encima a la papa con queso.

—Aquí solo hay colirio pa' los ojos pero más nada.

—¿En serio?

—Sí, en Mecánica hay demasiados héteros. Tengo que pasar más rato en Arquitectura.

—Ah bueno, mañana vemos qué tal es la cantina allá.

Javi se sonroja un poco pero su sonrisa clásica se ensancha un poco más.

Una serenidad se posa en mis hombros, suave como un pájaro pero igual de presente. En retrospectiva no me imagino cómo hubiéramos podido ser como pareja. Claro que nos llevamos de maravilla y siempre me ha inspirado mucha confianza, pero sí hacía falta algo. Como una chispa que adelantara la felicidad eufórica que le vi a Salomón cuando Valeria se dignó a darle la hora del día. O como cuando Bárbara nos contaba sobre sus andanzas con Luis Miguel y Diego. O la misma Valentina con Gustavo, su novio actual.

Y es que me siento feliz de solo ver a Javi sonreír, pero nunca he buscado ser la causa de su sonrisa.

—Entonces —retomo la conversación—, ¿quién es tu colirio?

—Hay varios. —Javi se hace el que no tiene tremendo brollo en la punta de la lengua, y muy despacio envuelve la mandoca en una servilleta y le da un mordisco. No conforme con eso me hace esperar a que mastique.

—Si me seguís dejando en ascuas te lanzo un zapato.

—Bueeeeno es que no sé por dónde empezar. En el semestre de arriba hay un chamo que se llama Enzo Vivi que es modelo profesional.

—¿Que, qué? —Respingo en mi asiento.

—Lo vi en las Facetas —remata, aludiendo a una sección del periódico Panorama donde hablan de cosas de moda y eso.

—Guao. ¿Guardaste la foto?

—Mañana te la traigo.

Ahí me río yo.

—Aja, ¿quién más?

—¿No me vais a decir que Yael no está bueno?

Me ahogo con mi refresco. De vaina logro no echármelo en la ropa.

—Está kiluísimo —continúa Javi como si nada—, y si diera la mínima señal de que es de este bando me lo tiro encima.

—¿O sea que te gusta?

—No, vamos a estar claros de que Enzo es el número uno. Yael no es el dos pero es más asequible que el dos.

—Ah perdón, ese «si se desliza me lo como» me confundió.

—Yo diría que Yael está en tercer lugar, empatado con otro —dice entre risas.

—¿Me vais a hacer sacarte la lista completa o la vais a compartir voluntariamente?

—Ya te dejo de torturar, pues. Lo que pasa es que este si hay que decirlo con cuidado. —Cuando se inclina hacia adelante yo hago lo mismo—. El número dos es Tomás.

Se me cae la quijada.

—Ah, entiendo. Pero ve que tiene dos buitres revoloteándole todo el tiempo que te pueden apuñalar por la espalda.

—Así me he dado cuenta.

—¿Y el otro empatado en tercera posición?

—Anderson.

—Chiamo, ahí sí te pelasteis. —Saco la lengua como si hubiera comido algo con sabor a vómito.

—Yo dije que estos son los colirios pa' los ojos, no que esté enamorado de ellos. —Renueva los esfuerzos en comer el resto de lo que queda en su plato y entre bocados dice—: Pero Anderson es un mujeriego, lo vi echándole los perros a varias en la rumba de la otra vez. Yael se la pasa buceándose a la que le pase por delante. Y Tomás casi te hace el amor en la pista de baile así que...

Me ahogo con tanta fuerza que no digo me salen lágrimas de los ojos. También se me salen los mocos y me babeo. Muerto de la risa, Javi va a buscarme mas servilletas para que pueda limpiarme toda la cara. Es tan difícil respirar que veo toda mi vida pasar frente a mis ojos.

El ataque dura unos buenos minutos y cuando mi alma se reincorpora a mi cuerpo, veo que Javi terminó de comer y hasta botó su plato y vaso.

—¿Me queréis matar o qué? —Mi voz sale totalmente ronca.

—No era la intención. —Su sonrisa de Colgate me hace dudar sus palabras—. Pero no me podéis decir que no te habías dado cuenta.

—La verdad no porque no fue así. Bailamos normal, igual que con vos o los otros.

Javi es la incredulidad en pasta.

—Ahora que me lo voy pensando —musita, la mirada en el horizonte—, cuando bailaste con Yael en la piscinada también fue así como muy, este... picante.

—Mira la hora —exclamo señalando mi muñeca desnuda—, ya nos tenemos que ir a clase.

Vamos riéndonos y echándonos vaina todo el camino al salón de clase. Y aunque estoy en una nube de que finalmente Javi y yo hemos vuelto a ser como debíamos ser, en mi subconsciente hay algo que me molesta. Y ese algo tiene la forma de una pregunta.

¿Con cuál me gustó bailar más?

NOTA DE LA AUTORA:

¿Con cuál les gustó más a ustedes? 👀

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