Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 16 (parte 2)
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 17

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By Hubrism

PASADO 16

Las cosas volvieron a la normalidad desde la semana después de la rumba. Sigo detestando a Anderson. Tomás sigue sin dar los buenos días o buenas tardes. Y Javi y yo seguimos como si nada.

Bueno, lo que sí cambió fue que de esa rumba emergió la primera pareja Made in LUZ: Juliette y Dimas. Juliette me contó que después de una buena perreadita con Dimas una cosa pasó a la otra y después de unos besos detrás de una de las matas del club nocturno, decidieron que querían ver hasta donde podía llegar aquello. No los culpo porque cuando uno está bailando con alguien la razón puede hacer sus maletas e irse a otra cabeza.

Lamentablemente normalidad involucra volver a afrontar las clases y los estudios.

El segundo semestre es más caótico que el primero. Aunque todavía es parte del ciclo básico y todos los estudiantes de las diferentes escuelas de Ingeniería ven las mismas materias, en el segundo semestre los profesores empiezan a seguir su propio ritmo. Así vemos cosas como que el segundo parcial de una materia es un mes después del primero, en otra materia el segundo y tercer parcial van a estar espaciados solo una semana hacia el final de semestre, en la otra solo hay dos parciales y un recuperativo, y así. Es difícil mantener los cronogramas en orden, asistir a las clases, entender, y luego poder estudiar sin perder la cordura.

El siguiente parcial, el que es tan solo en un mes, resulta ser el de Física I. Aunque muchos de mis amigos salieron mejor que yo, todos están igualmente preocupados. Una tarde después de clase decidimos irnos a la casa de Javi a estudiar hasta que el cuerpo aguante.

En el carro de Dimas nos atapuzamos seis personas en total: él, por su puesto, Juliette, obvio, Yael, Erika, Javi y yo.

Ah, sí. Porque para ayudarla a salir bien sí somos sus amigos.

En el carro de un chamo llamado Maikol Galán van otros cinco más, incluida Cintia. Así que ésta sesión de estudio puede que resulte más agotadora de lo normal.

—Marico, espero que tu casa sea grande —comenta Dimas al volante durante el camino.

—Más que eso, espero que tengáis comida porque tengo hambre —contrapuntea Yael de entre el meollo de piernas y brazos que somos los que vamos atrás. Detrás o al lado mío, depende de cómo se vea, Javi se ríe.

Unos minutos después corroboramos que la casa de Javi nos mete a todos con creces. Es de esas en un circuito cerrado en Fuerzas Armadas, con enormes portones que de jaiba dejan pasar a los pájaros. La casa como tal es grande y como al estilo de las casas gringas que se ven en televisión, y es de dos pisos.

—Maricoooo —es lo único que logra balbucear Yael al entrar.

—No nos habías dicho que tenías plata. —La acusación sale suave cuando Dimas codea a Javi con su típico amiguerismo.

—Es porque no tengo, es de mis papás. —Javi pela los dientes como un niño que ha sido descubierto en una travesura.

No sé cómo alguien que vive tan bien necesita montarse en el Ruta 6. No me hago ilusiones de que sea por mí, porque el primer día que coincidimos en el bus el ya era transeúnte de costumbre. Me espero a que estemos sentados en la mesa del comedor lado a lado para preguntarle.

—Es que no me gusta manejar —responde—. Manejar aquí es como sobrevivir un intento de asesinato tras otro.

—De pana. —Asiento.

Sacamos libros, cuadernos, calculadoras, y nos ponemos manos a la obra. Las siguientes conversaciones son todas relacionadas a velocidades, aceleraciones y fuerzas, que si las de gravedad o las centrípetas, pero también las centrífugas. A alguien le da el primer ejercicio al instante. Otro lo tiene que repetir exactamente siete veces hasta dar con el clavo. ¿Y son ideas mías o cada ejercicio se hace cada vez más largo?

Siento como si hubieran sido diez minutos desde que llegamos, pero Yael está sentado a mi derecha así que observo el reloj en su muñeca y confirmo que más bien han pasado dos horas. Hago una pausa para respirar y me doy cuenta de que necesito ir al baño.

—Seguime —dice Javi después de que le hago la pregunta. En el camino mi mirada no se despega de su nuca y casi ni cuenta me doy de por dónde vamos hasta que entramos a su cuarto. Algo hay en mi expresión que Javi agrega—: Es que ya varios fueron al baño de huéspedes y no sé qué tan limpio esté, así que mejor es que uses mi baño. Te aseguro que lo limpié esta mañana.

¿Quién no se enamora de este chamo todo cuchi, que siempre piensa en las necesidades de una antes de que una misma se de cuenta de que las tiene?

—Ah, chévere. Gracias.

Nos quedamos ahí por un instante hasta que él respinga.

—Bueno, te dejo.

En un abrir y cerrar de ojos Javi sale corriendo de su cuarto y cierra la puerta. Solo las ganas de ir al baño me permiten resistir el impulso de husmear. Tal como él había afirmado, su baño está pulcro.

Lavadas y secadas mis manos después del asunto, salgo a su cuarto y lo inspecciono sin tocar nada. La cama está vestida de sábanas y cobertor grises, toda ordenada como si nadie durmiera en ella. Una estantería blanca como el color de las paredes ocupa toda la que está contigua a la puerta del baño. En la mayoría de las repisas hay libros, unos obviamente de la universidad, otros de ficción. En algunos estantes hay portarretratos y me acerco para ver las fotos.

Apenas logro estudiar la primera, donde sale Javi con un grupo de gente que parece ser su familia entera, cuando la puerta se abre.

Sobre mi hombro descubro la mala noticia de que quien entra es Erika.

—Javi me dijo que usara su baño —anuncia como si yo le hubiera preguntado.

—Ahí. —Señalo a la puerta del baño y me doy la vuelta a seguir viendo las fotos. De esta manera ella tampoco puede observar la decepción que siento, pero tampoco es como que el baño de Javi me pertenece.

Mientras Erika entra al baño, debato si seguir fisgoneando o regresar al comedor. Apunto hacia el término medio de ver dos fotos más, echarle un vistazo a su escritorio todo ordenado, y ya cuando estoy a punto de irme Erika sale del baño en tiempo récord.

—Por cierto, no sabía que eras así.

Yo me freno ante esas palabras, en parte por confusión y en parte sorpresa de que me ha hablado dos veces por su propia cuenta.

—¿Qué habláis?

—Varias personas me dijeron que prácticamente te cogiste a Tomás en la rumba y que a él no fue al único. —Erika aprovecha mi estupor para mirarme de arriba a abajo—. Pero así son las cosas, las que se las dan de más morales son las más... sueltas.

Mi cara recula como si Erika me hubiera dado una cachetada. Y como si el dolor fuera físico, mis ojos se agúan al instante.

—Qué pena que el consejo que te di como amiga lo has usado para volverte una mala persona —atino a decirle aunque mi voz tiembla.

—Aquí la mala persona es la que le intenta robar el chamo a la otra. —Se da la vuelta. Al salir del cuarto cierra la puerta con todas sus furias, como si esta fuera su casa.

Las piernas se me derriten y caigo de culo en la cama de Javi que estuvo prístina. Su escritorio es el único testigo de las lágrimas que ruedan por mis mejillas y de los sollozos que escapan de mi garganta. Más de uno en el grupo se debe estar preguntando si un agujero negro me tragó, pero no puedo regresar a la sala así.

Vuelvo al baño a lavarme la cara y soplarme la nariz. El espejo me muestra los ojos un poco rojos pero si los fijo solo en los libros nadie se va a dar cuenta de que estuve llorando. Y así tampoco tendré que verle la cara a Erika otra vez. Con ese plan salgo y... me consigo de frente a Javi.

—Pensé que te habías perdido. —Su tono jovial se esfuma al ver mi cara—. Daya, ¿qué pasó?

Un ruido como una «u» contínua sale de mi boca y me pongo a llorar otra vez. Javi, tan lindo como es, enseguida me sienta en su cama y me ofrece una caja de pañuelos de papel.

—Suéltalo, de verdad te va a hacer sentir mejor —susurra al cabo de un buen rato de llorar y no explicar nada.

Como es Javi le cuento todo. Él por supuesto se había dado cuenta de que Erika y yo no andábamos de buenas, pero no le interesan los brollos y nunca preguntó. O a lo mejor me estaba dando el espacio que necesitaba hasta que yo estuviera lista para hablar.

Y ahora sí que estoy lista. Como una botella de champaña, el tapón sale volando y derramo todo lo que llevaba por dentro desde el fatídico día en que Erika me pidió que copiara el número de cédula de Tomás.

A medida que voy contando, la expresión de Javi cambia. Primero pasa a asombro, luego a pena ajena, después a molestia y de último, cuando relato lo que acaba de pasar, a furia.

—¡No puedo creer que haya dicho esto! O sea, prácticamente te acaba de llamar puta.

—Es lo que quizo decir, ¿no? —Mis hombros suben hacia mis orejas.

—La boto de mi casa. No la quiero aquí.

—No. —Pongo mi mano en su brazo y lo freno en el acto de levantarse—. No armemos drama en frente a los demás. Lo que menos quiero es tener que enfrentarla otra vez.

Se deja caer de nuevo contra su cama. Nunca lo había visto tan molesto y eso me hace sentir emociones encontradas. Vergüenza de que soy la causa, pero también alegría de que Javi es capaz de sentimientos tan fuertes por mí.

Es una señal, ¿no? ¿Será que sí le gusto?

Me convierto en una estatua cuando me abraza de pronto, escondiendo mi cara contra su pecho. Su corazón late fuerte pero tranquilo, así como es él.

—Lamento mucho esta situación y no te lo mereces. Pero quiero que sepáis que estoy de tu lado, ¿sí?

—Gracias —murmuro mientras lo abrazo de regreso, cerrando el puño en la tela de su franela.

Si algo he aprendido de las andanzas de Valentina y Bárbara es que hay que ser valiente en el amor. Y aunque siento como que mi corazón está en mi boca, y como que mis pulmones no logran agarrar suficiente aire, me aparto de Javi para mirarlo a los ojos y lanzarme.

—¿Javi?

Él ladea la cabeza con confusión. En mi subconsciente me recuerda a algo, pero no sé a qué. En vez de hacerle caso a eso me lanzo de buchón.

—Tengo que decirte algo.

—Este... —Suavemente Javi aparta mis brazos de sí—. Espera, yo también...

Respiro profundo, tan fuerte que no me deja oír lo que dice, y lo suelto.

—Me gustas.

En el silencio que se apodera de la habitación oigo el escándalo de los demás. Alguien grita que «ya por favor, no más» y me identifico.

—Este... —Hago eco de él y también me echo para atrás—. Di algo.

—Es que... —Javi se encoge hasta casi la mitad de su tamaño y ahí me doy cuenta de que esa oración no va a acabar bien—. Yo te quiero mucho, Daya, pero como a una hermana.

Mi mano vuela a tapar mi boca justo antes de que se escape un sollozo.

Pero la cosa no termina ahí.

Javi se muerde el labio. Sus ojos se disparan a todos lados. Finalmente los fija de nuevo en mí, y noto miedo en ellos. Eso penetra el agudo dolor en mi pecho, porque no tiene sentido.

—Bueno, no importa —tartamudeo—, por supuesto seguiremos siendo amigos. Nada tiene que cambiar. No te preocupes.

Ante la histeria apoderándose de mí, Javi agarra mis manos en las suyas y las siento tan frías como las mías.

—Quiero que entendáis por qué no te puedo querer así, aunque en papel sois la persona perfecta —continúa en una voz bajita e incierta—, así que te voy a confiar algo que no le he dicho a nadie. Ni a mis papás.

—Javi...

—Es que soy gay.

Y eso... sí que no me lo esperaba.

NOTA DE LA AUTORA:

Y la bolaaa, cruuuuuuuuuuzó la fronteraaaa ✨

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