Con la maleta llena de sueños...

By Hubrism

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Dayana nunca ha levantado el interés de los chamos, pero eso está a punto de cambiar cuando entra a estudiar... More

Resumen + Nota de la Autora
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16 (parte 1)
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29 (parte 1)
Capítulo 29 (parte 2)
Capítulo 30 (parte 1)
Capítulo 30 (parte 2)
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41

Capítulo 16 (parte 2)

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By Hubrism

PASADO 15 (parte 2)

Aprovecho para ubicar a Javi entre los rumberos alrededor de la mesa. Lo consigo en una esquina conversando con Teófilo mientras se toman unos tragos. Tendré que hacer malabares para llegar ahí sin llamar la atención.

Pero en eso algo captura la mía. Junto a ellos pero en el sofá, Tomás está sentado solo con sus codos apoyados en sus muslos, y su mirada está en mí.

Mi pulso se acelera de golpe.

No, no en mí. A lo mejor en Juliette. O en la prima de Dimas que está detrás de mí. Con el bailoteo doy la vuelta y me doy cuenta que detrás de mí está es una mata, así que parte de la teoría se cae. Pero Juliette es una posibilidad, está super linda con su blusa roja entallada a la cintura. Hago otra vuelta pero esta vez la atención de Tomás está en la mesa donde se está preparando un trago.

La fortuna me sonríe y Javi se nos une a Juliette y a mí. La emoción de que no tengo que navegar hasta él con disimulo me emborracha más todavía que el Cacique en mi estómago. En eso la canción cambia a un clásico de Guaco que hace que el sitio estalle en vítores, pero esto se baila en pareja así que Juliette agarra a Dimas como si fuera su salvavidas y yo hago lo mismo con Javi.

Siento mi cara estrecharse en una sonrisa inevitable. Mi corazón galopa como si quiera escapar de mi pecho. Pero finalmente Javi me atrae hacia sí y sus brazos rodean mi cintura.

—¿La estás pasando bien?

—Sí —respondo aunque lo acertado sería decir «ahora sí»—. ¿Y vos?

—¡Claro!

Me da una vuelta un poco más torpe de lo que sería Yael o el mismo Anderson, pero me enternece. No me interesa perfección ni nada de eso, el hecho de sentir su calor, su mano en la mía, la firmeza de su pecho, de ver esa sonrisa suave tan cerca de mis ojos... esto es lo que quería. Solo falta el olor a jabón pero esta vez se echó una colonia, como hicieron todos los demás.

La canción termina demasiado rápido. Javi se aparta y a pesar de las luces estroboscópicas que titilan y se deslizan por la oscura multitud, distingo la confusión en las facciones de Javi.

Me congelo.

Había estado añorando tanto poder bailar con él que no me molesté en disimular lo que siento. Con los demás no bailé mirándolos fijamente a los ojos con sonrisa bobalicona.

—Este... necesito agua, ya vengo. —Suelto sus manos y antes de que él pueda decir algo, me escabullo entre los bailarines.

Estoy bañada en sudor pero no sé si es por el baile, por lo full que está el sitio, o por ese gesto de Javi que no grita que también está enamorado de mí. Si lo estuviera no se hubiera separado. Hubiéramos seguido bailando. Quizás me besaría. O tendría la misma expresión tonta en su cara.

Con los codos me hago espacio en la barra y como nadie me para bola, ni los extraños alrededor ni el bartender, me doy el lujo de un pequeño ataque de pánico.

¿Y si la acabo de cagar monumentalmente? ¿Y si Javi solo me había visto como a una amiga? ¿Y si ahora se ponen raras las cosas entre nosotros? No lo quiero perder, es mi mejor amigo en toda la universidad. Pero tampoco quiero vivir con cuchillazos en el corazón como los siento en este momento.

—¿Qué vas a querer? —me grita de pronto el bartender, un hombre joven, calvo y con más tatuajes en los brazos que piel natural.

—Solo agua por favor. —Me agacho para esconderme debajo de la barra mientras hurgo mis sostén y saco un pequeño fajo de dinero. En el forcejeo tropiezo con la persona de al lado y me disculpo, pero la cosa no acaba cuando el bartender me da una botella de agua cerrada.

—Hola, mamacita rica.

Hago un esfuerzo sobrehumano de no poner cara de asco. No solo el saludo es repugnante, sino también la expresión del tipo de al lado. No despega sus ojos pervertidos de mi escote.

—Con permiso —digo, dispuesta a mudarme de inmediato a otro planeta.

Pero el tipo atraviesa un brazo y me bloquea.

—¿Qué te parece si vamos a pasarla rico en un rinconcito?

Intento escapar pero del otro lado estoy bloqueada por un grupo de gente en el bar. No me queda más remedio que empujar el brazo del tipo, pero en eso pone su otro brazo sobre mis hombros y ahí si entro en pánico.

—Me encantan las mujeres salvajes —dice en mi oído arrastrando las palabras de la embriaguez.

Peor todavía. Nunca se sabe cómo puede reaccionar un borracho.

Cierro los ojos y me alisto para pisarle el pie y salir corriendo. Pero una mano se cierra alrededor de mi muñeca y me tiempla fuera del medio abrazo del borracho. Por un instante me temo que sea otro espécimen indeseable, excepto que el olor de su colonia lo delata.

Es Tomás.

No sé que me da más impresión, si el sentido de gratitud o la decepción de que no me pude rescatar sola. O el hecho de que sea Tomás el que me haya rescatado. O que del jalón me tiene totalmente fundida contra su costado con un brazo en torno a mi cintura. Levanto la mirada y noto un músculo de su quijada saltar. Sus ojos deletrean violencia si el borracho sigue molestando.

—¡Ey, ella era mía! —Y obvio que el tipo no está en sus cabales para darse cuenta de que Tomás lo quiere matar.

—No, nunca lo fue —le espeta. Tomás baja la mirada hacia mí, recorriéndola por mi cara que debe mostrar no sé qué. Hay un coctel extraño de emociones en mi barriga—. ¿Estás bien?

La verdad no. Abro y cierro la boca pero no sale nada.

Menos mal que Tomás se hace cargo mientras mi cerebro se resetea. Le vuelve a lanzar otra mirada hostil al tipo y gracias al cielo la situación no pasa a mayores. El borracho se rinde y empieza a intentar sonsacar a una chama del grupo de al lado.

Tomás nos navega otra vez hacia nuestra mesa y me doy cuenta de algo. En todo el rato no se aparta de mí. Su brazo me mantiene firme contra él y de vez en cuando él mira sobre su hombro, cerciorándose de que el borracho no nos sigue.

Ya de regreso en nuestra esquina segura y rodeados de nuestros panas es cuando pone distancia. Ahora dirige esa mirada asesina hacia mí, y se pasa una mano por su cabello como exasperado. Un mechón negro se escapa del arreglo con pomada y cae sobre su frente.

—¿Cómo se te ocurre irte sola?

Ay, suena como mi hermano. El cual no puede enterarse de que pasé este susto.

—Bueno, ya pasó, ¿no? —Abrazo mi botella de agua fría hacia mi pecho—. Y por cierto, gracias.

—De nada. —Sus hombros decaen, como si apenas estuviera liberando la tensión.

Pongo la botella sobre la mesa, medio escondida entre vasos medio vacíos y cubetas que ya no tienen hielo sino agua, y extiendo mi mano hacia Tomás. Él pestañea como si no entendiera. Sin más, agarro su mano y lo atraigo hasta que no tiene más remedio que seguirme la corriente.

—Siempre estáis muy serio, ¿sabéis? Te hace falta soltarte un poquito.

Pongo sus brazos alrededor de mi cintura y me muerdo los labios para no reírme, porque Tomás se ha convertido en la personificación del shock. Sus cejas se levantan y sus ojos se abren de par en par.

—Este... —Por primera vez no se le ve sifrino y echón como costumbre.

—¿No sabéis bailar?

—No, sí sé...

—Ah bueno, porque ésta es fácil —digo a la vez que suena una de esas de Wisin y Yandel que la zandunguean hasta las hormigas.

Quizás es por el remanente de ron en mi sistema o las ganas de olvidarme de todo lo que acaba de pasar, pero ciño mis brazos sobre los hombros de Tomás y dejo que la canción me guíe.

Así de cerca su colonia es tan intoxicante que me olvido de que puede haber audiencia y reposo mi cara contra su cuello. Siento una de sus manos deslizarse hacia arriba de mi espalda, accidentalmente levantando mi blusa. O no tan accidentalmente porque su otra mano, posada sobre mi cadera, hace un leve contacto con mi piel que me hace boquear.

No me molesta. De hecho, le pago con la misma moneda rozando mi mano por su nuca y hasta su pelo. Sin duda el ron se ha subido a mi cabeza. O ha bajado para otro lado. Sin duda Tomás también tiene que estar bebido. Porque nadie pasa de no decirse los buenos días a estar cadera con cadera, un muslo atravesado entre mis piernas, y más pegaos de lo que los mismos Wisin y Yandel instruyen. Y de todas las sorpresas de la noche la que menos imaginé era que Tomás sería el que más me haría delirar en la pista de baile.

NOTA DE LA AUTORA:

Sí, a veces soy magnánima y publico dos capítulos a la vez. Sobre todo pa' lanzarles un strike como este. ¿Les gustó? ☺️

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