Omega

By verdelimalimon

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Ivory no soporta a los omegas, Oker tiene motivos para odiar a los alfas. Ambos acabarán enredados en una his... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45

Capítulo 10

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By verdelimalimon




Milo llamó por quinta vez al timbre, pero no obtuvo respuesta.

Sabía por Zec que Oker seguía trabajando para Ivory, así que estaría en su domicilio. Quizás se estaba excediendo, quizás Oker no quisiera verle.

Cuando iba a llamar la sexta vez, la puerta se abrió.

No iba a mentir, se sentía un tanto nervioso, no era su talante hacer ese tipo de cosas, invadir el espacio de los demás e imponer su presencia.

Él no era así, pero apretó las bolsas que llevaba en las manos dándose ánimos mientras el ascensor subía.

Volver a ver a Oker le traía viejos recuerdos que quería enmendar, nunca fueron cercanos, Milo no pertenecía a su círculo, pero los miraba deseando alguna vez ser uno de ellos.

Cuando Oker abrió la puerta se le notaba la incomodidad en cada poro de su piel.

—Hola —saludó intentando no mostrarse nervioso, pero fracasó.

Oker, con sus ropas viejas y gastadas, su aspecto descuidado, su olor prohibido, era de lejos el omega más impresionante que Milo hubiera visto nunca.

Oker había sido la vara con la que todos ellos se medían en la escuela, buen estudiante, perfecto en sus maneras, hermoso como ningún otro.

Y ahora necesitaba un corte de cabello con urgencia, algo de ropa nueva, y probablemente una mejor alimentación para equilibrar la tersura de su piel.

No pudo evitar mirar sus manos, donde retorcía un trapo con el que habría estado limpiando.

—Hola, el señor no está —dijo casi sin mirarle.

—He venido a verte a ti —dijo tratando de restarse los nervios con una gran sonrisa.

—Papi, papi —escuchó a su cachorro llamarlo, y aunque las bolsas estaban repletas de cosas para el niño, no esperaba verlo allí.

Lo notó suspirar, no le quería allí, y casi estuvo por irse, había sido una completa estupidez, como siempre.

—Hola —dijo el niño escondido detrás de las piernas de su padre, y Milo sonrió, era un cachorro precioso, sus ojos oscuros lo miraban lleno de curiosidad.

—Hola, yo soy Milo, ¿te acuerdas de mí? —dijo sonriendo.

El cachorro miró a su padre, y este asintió.

—Sí, eres el omega bonito del otro día.

Milo sonrió y miró a Oker, que miraba al niño con una pequeña sonrisa.

—Te he traído unos regalos, Kyle.

El niño dejó atrás las piernas de su padre, sorprendido y esperanzado.

—¿Regalos? —Pero esta vez no fue el niño, sino el padre —¿Por qué?

El recelo fue casi como una bofetada, pero Kyle ya estaba mirando las bolsas en el suelo y sus ojitos suplicantes parecieron calmar a su padre.

—¿Quieres pasar? —dijo al fin.

—Gracias.

La casa olía a limpio, y se podían ver algunos elementos de limpieza.

Milo tenía servicio doméstico, nunca hubiera pensado en hacerlo él mismo, en realidad no sabría ni por dónde empezar.

Llevó las bolsas al sofá y el cachorro le seguía como si él fuera el flautista de Hamelín.

Cuando sacó el primer juguete, los ojos del niño fueron como un regalo de Navidad. Sintió una punzada de nostalgia y notó cómo le tembló levemente el labio.

Pero no estaba allí por él, sino por ellos.

—¿Te gusta? —le preguntó.

El niño asintió tan rápidamente que fue realmente cómico y no pudo evitar reír alegre.

Colocó todos sus regalos sobre el sofá, juguetes y ropa que el niño tocaba sin saber dónde quedarse.

Alzó la miraba y vio los bonitos ojos de Oker mirarlo sin entender nada.

—Él no necesita tanto, no debiste ... —pero no pudo continuar.

Milo se acercó hasta él.

—Míralo como el regalo que un amigo te hubiera hecho por su nacimiento y que nunca pudo hacerlo.

Oker apretó los labios y asintió.

—Mira, papi —decía Kyle enseñándole cada una de las cosas.


Ω


Oker sentía que iba a romperse, no es que fuera una sensación ajena, pero las murallas que había elevado para protegerse de todo las estaba derribando su propio hijo.

Oker nunca le había podido comprar nada nuevo, nada que viniera en una caja en perfecto estado, ninguna prenda de ropa con etiquetas colgando.

Y Milo aparecía como si fuera Papá Noel, cargado de regalos que Oker jamás podría permitirse. ¿Cómo negárselos a su hijo? Sencillamente, no podía.

Miró al omega, ellos nunca fueron amigos, y reconocía que no era porque Milo no lo hubiera intentado. Pero en su mundo, en su antiguo mundo, las cosas no funcionaban así.

La familia, la belleza, el carisma era lo único que te aseguraba un puesto entre ellos. Milo no tenía ninguno de ellos.

Nunca sintió que lo rechazara, pero no era uno de los suyos y aparecía queriendo jugar el papel del viejo amigo que nunca fueron.

Se había acercado a su hijo que parecía incapaz de abrir algunos de los envoltorios donde estaban los juguetes. El omega sonreía, acariciaba la cabeza de su hijo y volvía a sonreír.

Aquello era un gesto de caridad, lo sabía, uno que no podía rechazar, no estaba en disposición de hacerlo. Pero no quería tener ningún tipo de conexión con su pasado, era demasiado doloroso.

Cuando Kyle pudo tener todo a su disposición el niño se enfrascó en sus aventuras imaginarias infantiles. Oker se alegraba de que a pesar de todo, nadie le hubiera robado eso, la inocencia de su hijo.

—No es mi casa y no puedo ofrecerte a nada sin el permiso del dueño —dijo Oker mortificado, sabía que el alfa lo sabría y que recibiría una fuerte reprimenda.

—No te preocupes, pediré que nos traigan algo —dijo sacando su teléfono móvil, Oker miró la hora. Aún tenía que acabar de limpiar, y ponerse a cocinar.

No era el lugar para ponerse a perder el tiempo merendando y parloteando, pero le parecía realmente desconsiderado después de la felicidad que Milo le había dado a su hijo.

—Claro.

Escuchó al omega hablar con un servicio de catering, ver a alguien disponer del tiempo y el dinero necesario para cualquier tarea que no realizara era como un extraño deja vu.

Fue al baño en el que había dejado las cosas a medias, no es como si no estuviera limpio. Podría darse ese margen por ese día.

Guardó las cosas de limpieza bajo la atenta mirada del otro omega.

—Iré preparando la cena mientras tanto —le anunció, y Milo asintió acercándosele.

Desde la cocina americana siempre podía tener un ojo sobre Kyle, esa casa era sencillamente estupenda. Y esperaba, de verdad esperaba, que Milo hubiera preferido quedarse con el niño mientras él terminaba sus tareas. Pero no fue así.

—No quiero ser entrometido —dijo Milo, Oker no pudo evitar alzar una ceja, lo que hizo sonreír al otro omega —¿Cómo acabaste trabajando para Ivory? Ni siquiera sabía que un omega pudiera trabajar como servicio doméstico.

Oker se cercioró de que Kyle estuviera lo suficientemente distraído para hablar.

—No podemos, y menos los que son como yo.

Vio como Milo se mordía el labio, y allí estaba, la curiosidad. Casi podía entenderlo.

¿Cómo el omega más popular, más deseado, con el futuro más brillante de la clase alta de aquella ciudad había acabado con un cachorro y realizando trabajos considerados humillantes para alguien de su nivel?

Y los recuerdos salieron del armario en el que los tenía encerrados en cascada, amenazándolo con ahogarlo.


Cinco años antes

La academia de omegas a la que asistía Oker era la más selecta y prestigiosa de toda la ciudad. Pocos eran los que podían permitírsela, pero él era el "rey". Todos le saludaban, todos querían ser cercanos a él, pero pocos lo podían conseguir. Esas eran las reglas al fin y al cabo.

Unos pocos en la élite, muchos más bajo ellos.

Sus padres habían organizado su fiesta de compromiso para solo un mes después, había tantas cosas que hacer.

Su traje aún estaba recibiendo los últimos retoques, pero quedaban las flores, el menú correría a cargo del mejor restaurante de la ciudad. Todo tenía que ser perfecto y lo sería.

El hijo omega del alfa más rico e influyente de la ciudad no podía tener menos, no sería apropiado.

Su padre omega brillaba de emoción, a veces sentía, que vivía todo de nuevo a través de él, y estaba bien, Oker amaba a sus padres sobre todas las cosas.

Y su prometido le hacía suspirar, ¿cuántos omegas tenían esa suerte? Poquísimos, su alfa era guapo, rico e influyente, y sus miradas abrasaban.

Ambos se amaban, y todo sería perfecto.

Se despidió de sus amigos, tenía una cita con su padre para darle los últimos retoques a su traje en la sastrería. Era un día perfecto, sencillamente perfecto.

Estaba esperando a su chófer, miró su reloj, y le molestó la impuntualidad, ese beta iba a llevarse una fuerte reprimenda. Era un día importante, su agenda no podía permitirse esos retrasos.

Un coche negro apareció y él descendió rápidamente, pero no iba solo, y no era su chofer.

—Oker, ¿qué haces aún aquí? —le dijo Macon sorprendido.

El alfa era el mejor amigo de su padre alfa, su socio, y casi como un tío para Oker.

—Mi chófer no llega —se quejó Oker con un gracioso mohín.

El alfa miró su reloj, y lo miró, durante unos segundo pareció pensárselo.

—Sube, te acercaré.

Oker echó una última mirada a la calle, ni rastro de su chofer, ese hombre iba a ser despedido ese mismo día.

Macon se deslizó sobre el asiento para hacerle sitio en la parte trasera, y Oker entró suspirando y sonriendo.

Cuando la puerta se cerró, aún no sabía que ese sería el último gesto que haría como Oker Montgomery, hijo único y omega respetable de la familia que lo desterraría para siempre cuando una semana después lo dejaran tirado, desnudo y abusado en la verja de su mansión.





¡Buenos días!

Me gusta poder actualizar esta historia más seguido, me hace estar más metida en ella.


Los secretos acabarán por resolverse, ya me conocéis.

Supongo que alguien ya lo habría supuesto, pero bueno, ahí está el trágico pasado de Oker.


¿Os he dicho que me encanta leeros en vuestros comentarios?

Hasta el viernes.

Besos

Sara

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