Cambiantes Libro III Trascend...

By CCmyc02

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Se dice que nadie puede romper el hilo rojo. No importa quién una. No importa lo que una. salvo un dios. Des... More

Saludos
Dar la espalda a tu pareja
Cuando un alfa se rinde
A cualquier parte
Alejarse de Narg
No hablas. No hables.
Porque yo quiero...
Amanas
Eliminando el amanas
Tú, ¿lo conocerías?
Sé que era raro
Porque, pase lo que pase, yo te protegeré
El secreto de Nalbrek
No puedes poder
Ella te amaba
Asilo
Llegada a Gammal
Tradiciones y una reunión
No el humano
Serpientes
Alejarse
Las reglas de la concordia
Heridas
Embarazadas
LLamada
Fargla
Un voluntario
Si puedo elegir
Pase lo que pase, no me sueltes
Un trato
La justicia de un zorro
Su pareja
Comienzo
No es un capítulo (Fuera de servicio)
En un pueblo tranquilo
Érase una vez un dios zorro

Pasa la eternidad conmigo

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By CCmyc02

Vio como los elegidos se ponían de pie con dificultad y, por su mirada, no parecía ser algo voluntario, así que Nalbrek ayudó a su padre a bajar tras Fargla y las mujeres embarazadas mientras los demás hacían lo propio con sus representantes. Por un momento miró el hueco en el suelo antes de acercarse, ya que si Nal había bajado, él no podía quedarse arriba. Descubrió que comenzaban unas escaleras de piedra del mismo material que la montaña así que comenzó a bajarlas ignorando el calor y el hecho de que los escalones parecían no estar unidos a ninguna parte, como si flotasen. Sin duda, un efecto óptico. Al mirar abajo vio que la escalera llevaba hasta una especie de islote negro que destacaba contra la roja y burbujeante lava en el cual las mujeres parecían esperar a un lado arrodilladas con paciencia demasiado cerca del borde para su gusto mientras fargla los observaba bajar con su eterna sonrisa. Estaba seguro de que aquel loco disfrutaba imaginándose a alguien tropezar caer a la lava.

Se situó tan cerca como le fue posible de Nal, el cual se mantenía junto de su padre y los demás elegidos, que parecían a punto de desmayarse en cualquier momento mientras Fargla esperaba sin prisa poniéndole los pelos de punta. Lo cierto es que empujaría a aquel Fargla a la lava sin dudar para detener aquella locura si no fuera porque estaba seguro de que un nuevo Fargla ocuparía su lugar como si nada hubiese pasado.

Por fin, Fargla hizo una señal mientras sonreía aún más que de costumbre y una de aquellas mujeres se levantó para dirigirse a la carpa, deteniéndose delante de él para desnudarse y tender las manos, mientras el extraño maestro de ceremonias extendía el brazo hacia arriba comenzando a bajar unas cadenas acabadas en grilletes de algún lugar del techo. Todos contuvieron la respiración mientras Fargla le ponía con fuerza los grilletes a la mujer mientras él se preguntaba si era posible, si de verdad aquello funcionaría y podrían deshacerse de los humanos y volver a sus vidas, si...

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando se dio cuenta de que se podía ver al bebe moviéndose en el estómago ajeno a lo que su madre estaba a punto de hacer. Y aquella imagen lo hizo volver a la realidad. Aquella mujer iba a morir y su hijo con ella, Eso era lo único que iba a pasar, pero, aun así, no fue capaz de moverse, como si aquello no fuese real. Incluso una parte de él se aferraba a la posibilidad de que la gente del templo supiese lo que estaba haciendo a pesar de saber que era imposible.

Observó como la mujer era izada y llevada sobre la lava sin que perdiese la sonrisa a pesar de que debía ser doloroso estar suspendida así.

—Y ahora llama a nuestro dios —le pidió Fargla levantando las manos y, en respuesta, la cadena bajó de repente metiendo a la chica hasta las caderas en la lava mientras esta sonreía cuando de repente su mirada comenzó a cambiar antes de gritar de terror, de dolor.

—Hemos fracasado —dijo Fargla mirando incrédulo a la joven gritar.

—Sácala —le gritó él al ver lo que estaba pasando.

—Fallado —repitió incrédulo cuando el grito de la chica cesó de manera abrupta al quedar su cuerpo envuelto en llamas—. Su lazo no debía ser lo bastante fuerte, pero el vuestro sí lo será —añadió más animado mirando a las seis mujeres restantes, la cuales asintieron sonrientes mientras la cadena donde solo quedaban algunos restos calcinados regresaba a la isla.






—Esto debería ayudarlo —le dijo a Nalbrek tendiéndole el paño humedecido.

—Gracias —contestó este cogiéndolo para ponerlo en la frente de su padre, que estaba inconsciente.

Aquella macabra ceremonia se repitió después de la primera mujer una y otra vez y no sabía que fue peor, si la confianza de Fargla en que la siguiente vez saldría bien cada vez que una de ellas moría o las sonrisas de aquellas mujeres, que poco a poco, se volvieron más tensa, artificiales, como si una parte de ellas empezase a darse cuenta de que su destino era morir de una manera horrible, pero, a la vez, no fuesen capaces de rebelarse.

Y cuando la última de aquellas mujeres falleció junto con su bebe, Fargla suspiró decepcionado antes de meter la mano en la lava comenzando a inclinarse hasta que cayó desapareciendo sin hacer un solo ruido mientras los seis elegidos caían al suelo inconscientes, así que Nalbrek sacó a su padre de aquel lugar con rapidez y él lo siguió fuera consiguiendo algunas hierbas ya que los curanderos estaban demasiado ocupados con los heridos que llegaban del campo de batalla como para prestar atención a un desmayo. Aunque ese desmayo hubiese sido provocado porque un trozo de su propio hueso salió a través de su piel destrozándola.

Se levantó comenzando a repartir más trozos de tela entre los demás grupos hasta que llegó a Aksel, que se ocupaba de Asdis, la elegida de su región.

—Toma —le dijo tendiéndole la tela antes de marcharse. No quería ayudarlos, pero tampoco podía ayudar a todos menos a ellos—. No te preocupes por tu padre. Al menos no de una manera tan evidente —le pidió a Nal por su conexión al ver cómo lo miraba. Por más que fuese comprensible que ellos se hiciesen cargo de Giam por ser de la misma región, aquello era excesivo y podía provocar atención no deseada.

—Tienes razón —aceptó apoyándose contra la pared, así que se sentó al lado.

—¿Qué haremos ahora? —le preguntó mirando el cielo.

—No lo sé —contestó Nalbrek—. Esa loca ceremonia no ha funcionado y aunque el nuevo Fargla haya salido para decirnos que, en cuanto despierten los elegidos, tiene una cosa importante que decirnos, no se me ocurre de qué puede tratarse. Solo sé que no nos gustará.

—Estoy de acuerdo. Tan solo espero que no sean más mujeres embarazadas. No quiero ver lo mismo de nuevo.

—Yo tampoco. Aquellas mujeres no dejaban de sonreír mientras eran levantadas, pero sus ojos eran de pánico.

—¿Has visto algo?

—Solo que esas mujeres no tenían conexiones, tan solo algo negro que salía del suelo y las atravesaba. Como a Fargla.

—¿Las atravesaba? —repitió mirándolo y Nalbrek asintió.

—Los lazos unen a las personas, pero esa cosa las atravesaba y se movía como si latiese y cada vez que lo hacía, sus sonrisas se tensaban. Yo creo que lo sentían. Y Fargla era peor. A él le lo atraviesa hasta salirle por la boca. Estoy seguro de que hasta el respirar le debe doler. También estoy seguro de que eso le gusta —añadió.

—Esos Fargla ya me daban miedo, pero ahora... —negó con la cabeza—. Te diría que quiero marcharme, pero no tenemos sitio al que ir ni podemos dejar a Giam aquí solo. Ni siquiera tengo hambre —se lamentó.

—Yo tampoco. Aquí hay algo que te quita la vitalidad. No es un lugar donde vivir. Sería mejor salir de aquí, moriremos igual, pero nos desharemos de esta sensación.

—Cuando todo acabe, nos iremos sin mirar atrás. Bajaremos y esperaremos a los humanos.

—Pensaba que querías morir en nuestro pueblo.

—A Baem no lo importó morir lejos. Además, prefiero no ver a los humanos allí —añadió—. ¿Sabes? Hay una parte de mí que, a pesar de todo, se siente decepcionada de que no haya funcionado y nada pueda detener a los humanos. Creo que eso me convierte en un zorro horrible.

—No lo hace. Todos deseábamos que fuese verdad, por más que la idea fuese una locura. Que lo que vimos lo fuese y pudiésemos recuperar nuestras vidas.

—Pero es real. Tú lo viste y los temblores no han cesado desde entonces.

—Es cierto que han conseguido que ese espíritu se dé cuenta de nuestra presencia, pero no creo que puedan traerlo hasta nosotros, mucho menos controlarlo. Esa gente, por más que parezca tener algún tipo de conocimiento, está loca.

—La vida es dolor. El dolor es vida —murmuró repitiendo las palabras—. Lo peor es que tienen razón.

Miró la entrada, desde la cual salían voces, ¿estaban discutiendo? Prestó atención, pero el mismo eco que sacaba las palabras, hacía estas inteligibles.

—Esto no me gusta —murmuró Nalbrek mirando la entrada también con recelo.

Hacía más de una hora que los seis elegidos, al despertar con la voz recuperada, entraron a la cueva, tal y como solicitó el último Fargla, y aunque en un principio estuvo seguro de que saldrían diciendo que Fargla les había propuesto una ceremonia tanto o más extraña que la anterior, en algún momento comenzó una discusión que aún ahora continuaba.

—A mí tampoco. Pero no sé si es por lo que está pasando, por los temblores, por este lugar o por la ceremonia que hemos visto. Son demasiadas cosas —murmuró.

—En cuanto Giam acabe, nos iremos —decidió Nalbrek.

—Yo no voy a regresar —le recordó.

—Me conformo con salir de este lugar y alejarme.

—Entonces, de acuerdo. Nalbrek, ¿tú me matarías?

—No —negó este.

—Quiero decir, aunque vayamos a la batalla, siempre existe la posibilidad de que solo resultemos heridos. Y no quiero correr el riesgo de despertarme en manos de los humanos. Con una vez es suficiente.

—Cuando llegue el momento, lo pensaremos.

—Este es el momento —señaló él cuando sonrió—. Siempre pensé que moriríamos de viejos en nuestra cabaña, sentados frente al fuego mientras me quejo de lo lento que nos hemos vuelto, pero ya que eso no va a ser posible, al menos quiero morir a tu lado.

—¿Tanto quieres pasar la eternidad conmigo? —bromeó Nalbrek.

—Bueno, no hemos llegado a los dos años como pareja y aunque la eternidad es, tal vez, demasiado tiempo, no llegar a los dos años me parece demasiado corto. Así que, si hay alguna posibilidad de alargar esto, lo haré. Quiero mirarte y decir "si que ha envejecido este lobo desde que nos unimos".

—Los muertos no envejecen.

—No estropees mis planes con detalles. Así que dime, ¿aceptarías pasar la muerte conmigo?

—Eso no suena bien.

—Lo sé, pero tampoco hay otra manera de decirlo. Ahora estamos unidos por tu insistencia, así que en la siguiente vida es mi turno. Aunque no sé si seguiremos unidos —añadió pensativo—. ¿Qué pasa con los lazos al morir?

—No lo sé, pero si se sueltan, los volveré a unir.

—Eso quiero verlo —asintió—. Ojalá pueda ver los lazos cuando muramos —murmuró—. Así podría entenderte un poco mejor.

—Los lazos son muy brillantes, creo que te sorprendería ver hasta qué punto pueden brillar.

—¿El nuestro también es brillante? —le preguntó, pero Nalbrek no contestó—. ¿Eso qué significa? ¿Que si lo es o que no lo es?

—¿Tú eres Dau? —intervino alguien interrumpiendo y, al mirar, vio a una de las personas del templo.

—Sí —contestó levantándose mientras Nalbrek lo imitaba.

—Eres necesario —le dijo, así que se dirigió hacia la entrada, pero cuando Nalbrek, fue a seguirlo, aquel hombre se interpuso—. Solo él.

—Si Dau va, yo también —replicó Nalbrek.

—Él es necesario. Tú no —rechazó y él vio como a Nalbrek se le erizaba el pelo mientras se convertían en el centro de atención.

—No te preocupes, volveré enseguida —le aseguró tranquilizador al darse cuenta de que aquello estaba escalando.

—Yo voy —repitió Nalbrek con voz más gutural, lo que significaba que estaba punto de cambiar a su forma animal.

—¿No sería posible que viniese? —le pidió al hombre en un intento de evitar problemas y este miró a Nalbrek por un momento hasta que asintió haciendo que el lobo se relajase y él respirase aliviado.

Atravesaron las puertas para entrar en la cueva y, como siempre, no pudo dejar de sorprenderse del cambio que se producía al entrar, tan solo que, ahora, aquel lugar le producía escalofríos y su parte animal lo instaba a huir después de ver el destino de aquellas mujeres. Pero él ignoró aquello cruzando el lago para entrar en el templo encontrándose a Fargla en medio de la sala rodeado por los seis elegidos.

—Y aquí tenemos a nuestro nuevo voluntario —lo saludó, al verlo, sonriente.







Bueno, Dawi le ha pedido a Nal que sean compañeros en la otra vida. El problema es que hay otros planes para él. Están los planes de Fargla, el de los lobos, los de Nal y, por supuesto, los míos 😏 El dolor es vida. La vida es dolor 🎶

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