Aquella cínica sonrisa no salía de su rostro. Sentí que la sangre me hervía ¿Qué diablos hacia él aquí?
— ¿Qué quieres? — Le pregunté de mala manera. Él volvió a mirar a Camila.
— ¿No me vas a invitar a pasar? — Me preguntó.
Me quedé quieta en el lugar... no iba a dejarlo pasar.
Sentí unas pequeñas manos apoyarse en mi espalda. Giré mi cabeza y la miré. Ella asintió levemente.
— Pasa. — Le dije a mi padre y me corrí de la puerta. Él entró y miró a su alrededor.
— Buenos días, Camila. — Le dijo a ella.
— Buenos días señor Jauregui. — Le respondió.
— Espero no haber llegado en un mal momento.
— No, para nada. — Dijo Karla y sonrió de manera falsa. Reí por lo bajo. — Estábamos por desayunar ¿Quiere desayunar con nosotras?
— No gracias. — Dijo él y se sentó en una de las sillas. Camila me miró y sonrió de manera dulce.
— ¿Qué lo trae por aquí señor Jauregui? — Le preguntó.
— Necesito hablar unos asuntos con Lauren. — Le dijo de manera tajante.
— Bueno... yo ya me estaba por ir, y...
— No, tú no te vas a ningún lado. — La detuve. Ella me miró. — Cualquier cosa de la que me quieras hablar puedes hacerlo delante de Camila, padre.
Él me miró fijo, y luego miró a Camz.. Ella se veía algo sorprendida.
— Es un asunto delicado. — Prosiguió él.
— No interesa, yo no tengo secretos con mi novia. Si no se entera ahora, se va a enterar después.
— ¿Novia? — Preguntó confundido.
— Oh, como fui tan tonta de no decirte papi. — Dije irónica y me acerqué a Camz para abrazarla de costado. — Te presento a tu nuera... ¿no es encantadora?
Michael nos miró algo atónito. Giré mi cabeza para mirar a Camila y sus mejillas estaban totalmente enrojecidas. Levantó la cabeza y me miró. Le guiñé un ojo y negó divertida con la cabeza.
— Así que, son novias.
— Si. — Dijo ella asintiendo. — Espero que le agrade la idea de tenerme en su familia. A mi me encanta que usted sea mi suegro. — Noté aquel particular tono de sarcasmo.
— Claro que estoy contento, no te imaginas cuanto pequeña. — Le dijo él.
Noté algo muy extraño en aquella afirmación. Lo miré fijo, tratando de saber que pretendía.
— ¿Y bien? ¿A qué has venido? — Le pregunté de manera cortante.
— Cariño, no seas tan grosera. ¿Por qué no le ofreces una taza de café a tu padre? — Me preguntó mi bella novia. La miré y ella alzó ambas cejas.
— Oh si, tienes razón amor. — Le dije y me acerqué a donde estaba ella. — Papi, ¿quieres café?
— Un poco estaría bien. — Me dijo él.
Agarré una taza y serví el café. Me acerqué al oído de Camila.
— ¿Puedo escupir un poco en él? — Le pregunté.
Ella soltó una leve risita y ambas miramos a mi padre.
— Un poco no estaría mal, creo que ha arruinado algo. — Susurró ella.
— Ha arruinado todo. — Le aseguré. Tomé la taza y se la dí a mi padre. — Aquí tienes...
— Gracias. — Susurró él.
— Bueno, ¿A qué has venido exactamente? — Le pregunté mientras me sentaba frente a él.
Camila tomó un vaso de jugo y se sentó a mi lado, mirando fijamente a mi padre. Él la miró y luego volvió su vista a mí.
— Quiero que trabajes conmigo de nuevo. — Me dijo.
— ¿Para qué? — Le pregunté.
— Porque lo necesito, ya te dije una vez que hay veces que yo no puedo firmar los papeles y como tú eres mi hija necesito tu ayuda.
— ¿Qué clase de ayuda señor Jauregui? — Preguntó Camila apoyando el vaso en la mesa.
Él la miró con recelo. Estoy completamente segura que no le agrada para nada que Camz este sentada frente a él escuchando todo. Principalmente porque no puede hablar como quiere.
— Tengo muchos negocios señorita Cabello y no puedo atenderlos todos.
— Que lastima señor Jauregui. Pero ¿no le contó Lauren que esta semana que viene tenemos exámenes en la Universidad? — Preguntó y me miró. — ¿No le contaste, cielo?
La miré extrañada. Nosotras no teníamos ningún examen o algo parecido esta semana. Entonces entendí aquello. Miré a mi padre.
— ¿No te conté papá? — Le pregunté. Él me miró serio. — Lo lamento otra vez... no sé que pasa conmigo últimamente que me estoy olvidando de contarte tantas cosas importantes.
— Bueno, eso no es nada. — Dijo Camila y sonrió. — Entonces señor Jauregui... no creo que Lauren pueda colaborar con su ayuda esta semana. Y tampoco la otra.
— ¿Por qué? — Preguntó él de mala gana.
— Lauren y yo... estamos trabajando juntas en la oficina de mi madre y... le prometimos que en las próximas dos semanas íbamos a ayudarla en un proyecto muy importante que tiene. ¿O no amor?
— Si... también me olvidé de aquello. ¡Que cabeza de novia la mía! — Dije divertida y con Camila nos echamos a reír.
Michael estaba más serio de lo que la situación ameritaba. Simplemente me encanta verlo así. Molesto, sin saber que decir, ni que hacer.
El timbre de mi casa volvió a sonar. Camila me miró y yo la miré. Ambas fruncimos el ceño.
— Que solicitados que estamos hoy, Lauren. — Dijo ella poniéndose de pie. — Yo iré a abrir.
Camz se alejó de mí y miré a mi padre.
— No me gusta para nada las atribuciones de esta jovencita. — Me dijo por lo bajo. Sonreí levemente.
— Me importa un comino si te agrada o no. Yo la amo y eso es lo importante. — Le dije sin dejar de mirarlo.
— ¿Acaso tengo que venir yo hasta aquí para que mi hija me de la hora? — Escuché su voz y me paralicé.
Rápidamente me puse de pie. Ella entró al departamento. Mi padre giró la cabeza y la miró. De sus ojos destelló algo que hacia mucho no le veía... Obsesión.
Ella dejó de caminar al verlo allí parado. Camila se quedó quieta a su lado y miró preocupada la escena. ¿Qué diablos hace ella aquí?
— Clara. — Habló mi padre.
Vi que los ojos de mi madre se humedecían y entendí que el pasado y todo el dolor volvieron a ella como si nunca se hubieran ido.
Una sonrisa estúpida se curvó en el rostro de mi padre. Volví la vista a mamá y sus ojos cada vez estaban más cristalinos.
— Clara, mi amor, has vuelto. — Dijo Michael. Mi madre dejó de mirarlo.
— Creo que no, que no he venido en un buen momento, vuelvo más tarde hija. — Dijo ella con voz temblorosa. En un instante que no percibí mi padre se acercó a ella.
— No, no, no te vayas. — Dijo y la tomó de un brazo. Mi madre comenzó a forcejear para salirse de su agarre.
— Suéltame. — Le dijo sin mirarlo.
— ¿Por qué? Si has vuelvo a mí, sabía que un día ibas a volver.
— Michael, ya suéltame. — Dijo ella en tono nervioso. Me acerqué rápidamente a Michael y lo alejé de ella.
— Vete. — Le dije. Él me miró. Su mandíbula se tensó.
— Otra vez tú. — Susurró. Miré a Camila.
— Lleva a mi madre al cuarto, Camila. Espérenme ahí. — Les dije.
Camz asintió y tomó a mi madre del brazo para dirigirla al cuarto. Cuando ellas dos estuvieron alejadas de la sala miré de nuevo a Michael.
— ¿Qué te sucede? ¿Acaso estas mal de la cabeza? — Le pregunté.
— Otra vez tú. — Volvió a susurrar. Lo miré extrañada.
— ¿Qué quieres decir con eso? — Dije.
— Tu madre ha vuelto y tú otra vez la alejas de mí.
— ¿Qué?
— Tú eres la culpable de todo. — Dijo elevando un poco su voz.
— Ya no tenemos más nada que hablar Michael... voy a pedirte que amablemente te vayas de mi casa. Ahora.
Me miró con odio. Un odio que no veía hace mucho en su mirada. Mi padre esta enfermo. Está completamente loco.
— Está bien, está bien. — Dijo y se acercó a buscar sus cosas. — Como siempre tú ganas en esto... pero no me voy a quedar con los brazos cruzados hija. Vas a pagar por haberte metido en medio de tu madre y yo.
— Como digas. — Le dije y le hice el gesto de que ya se podía Ir.
Él salió del departamento y se giró a verme.
— Ya lo veras. — Dijo con una leve sonrisa.
Cerré la puerta con fuerza y sin pensarlo me dirigí a la habitación.
— Respiremos juntas Clara... tranquila. — Camz estaba arrodillada frente a mi madre y le sostenía las manos con las de ella. Me miró. — Ve por un vaso de agua, Lauren. Tu madre está con un ataque de nervios.
Asentí y volví a salir para buscar el vaso con agua. Volví al cuarto y pude ver la angustia de mi madre. Le entregué el vaso y ella temblorosa lo tomó.
— Lo siento. — Se disculpó cuando terminó de tomar.
— Tranquila, ya se fue. — Le dije.
— Tuve que haber llamado antes de venir. — Habló mientras unas cuantas lágrimas caían por sus mejillas. — Solo quería darte una sorpresa, hija. No pensé que tu padre iba, iba a estar aquí.
— Yo tampoco lo sabia, mamá. — Dije y me acerqué para sentarme a su lado. — Pero ya se fue, él no va a hacerte nada.
— Yo no tengo miedo por mí, Lauren. — Dijo y me miró a los ojos. — Tengo miedo por ti. Tú padre está mal, muy mal.
— Eso no es noticia. — Le dije. Ella negó con la cabeza.
— Michael está enfermo, hija, él esta loco.
— Tranquila. — Dije y la abracé. — Él no va a hacerte daño ni a ti, ni a nadie.
Miré a Camila y pude ver la preocupación en su rostro. Eso me partió el alma. Un día que debió comenzar hermoso, terminó volviéndose una reverenda mierda.
Luego de calmar a mi madre. La acompañamos a que se tomara un taxi. Antes llamamos a Dean para que la esperara y contarle lo que había pasado. Volvimos a entrar al departamento después de despedir a mamá.
Solté un cansado suspiro y me tiré en el sillón. Tapé mi rostro con ambas manos. Sentí como Camila se sentaba a mi lado.
Me tomó del brazo y me jaló hacia ella. Me apoyé sobre su pecho sin quitarme las manos de la cara. Juro que tengo unas terribles ganas de gritar.
— Tranquila mi amor, todo va a estar bien. — Susurró mientras acariciaba mi pelo.
— Lo siento amor, no quería que pasaras por esto. — Me disculpé. Ella me alejó para poder mirarme a la cara.
— No seas tonta, no tienes porque pedirme perdón. Lo que pasó, no fue tu culpa.
— Maldito hijo de perra... lo odio. — Aseguré. Ella acarició mis mejillas.
— Odiando a tu padre no ganas nada... Como dijo tu madre él está enfermo. Necesita ayuda, solo eso.
— Solo eso. — Susurré y acaricié su rostro. — Ojala fuera tan fácil amor. Pero no sé si viste el rostro de él cuado vio a mamá. Se transformó completamente, él parecía un lunático. Miró a mi madre como si fuera una obsesión para él.
— Por eso mismo mi amor, él necesita ayuda. — Dijo.
La acerqué a mí y la abracé. Escondí mi rostro en su cuello y respiré su aroma.
— Tú también eres una obsesión para mí, Camila. — Le susurré. Ella se alejó para mirarme a los ojos. — Pero jamás, escucha esto, jamás te haría daño.
Ella sonrió levemente y se acercó a mí para besar mis labios.
— Lo se amor. — susurró sobre mi boca. Me volví a acercar para poder besarla completamente.
— Te amo. — le dije sin dejar de besarla.
— Te amo más. — Musitó. Se alejó despacio. — Voy a llamar a mis padres para decirles que mejor dejamos el almuerzo para otro día.
Se quiso poner de pie pero la detuve. Me miró extrañada.
— ¿Y quien te dijo que lo íbamos a dejar para otro día? Le pregunté.
— Lauren, no creo que sea un buen momento. — Me dijo. Sonreí y negué con la cabeza.
— Claro que si es un buen momento, mi amor. Tus padres y nosotras vamos a ir a almorzar juntos. Algo me dice que al final vamos a sacar algo muy bueno de este día. Eso te lo puedo asegurar.