Amnesia (#1 OELS)

By estef_ahs22

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Casie ha perdido la memoria en un trágico accidente "automovilístico" que según sus padres un pequeño desequi... More

Dedicatoria
Prólogo
2. El fantasma de la mansión
3. La muerte de Camil
4. Casandra Onisse
5. El acantilado
6. ¿Quién es Henry Banner?
7. El cuarto piso
8. El hermano de Ajax
9. Las Hamadríades
10. La desaparición de Eleanor Mikre
11. Hidra de Lerna
12. El poder de Casandra
13. Nerea
14. El beso
15. El incendio
16. Confesiones
17. El lado oscuro de la luna
Extra - El bosque sobrehumano
Los 12 Olímpicos
El pasado del Rey.

1. La mansión Lincer

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By estef_ahs22

CASIE


Iba corriendo por un laberinto viejo y maltratado, lleno de muchas ramas, hojas y tierra para luego meterme en un túnel muy oscuro.

Sentía como mis mejillas estaban heladas, las manos me temblaban y el labio me tiritaba. Tenía mucho frío, sentía mis huesos contraerse, mi pecho bombeaba haciendo el típico sonido acelerado pum- pum y yo estaba allí, sintiéndome desgarrada por dentro y por fuera, como si hubiese sufrido mental y físicamente.

Al menos así era como yo me sentía.

Estaba cubierta de sangre y me sentía exageradamente débil. No podía correr más ya que estaba en un estado muy extraño en el que parecía como si mi cuerpo no me perteneciera y mi alrededor parecía mi propia prisión, un laberinto sin salida y lo que anhelaba más que nada era escapar de esa pesadilla.

De repente, todo se desvaneció, pero yo seguía allí aún con las manos en las rodillas mientras jadeaba buscando respirar, pero por un segundo se me había olvidado cómo hacerlo.

Y de un momento a otro, sentí como mi cuerpo parecía estar desvaneciéndose y no supe cómo ocurrió, pero al final las luces blancas me despertaron llevándome a mi más oscura realidad, el olvido.

*-†-*-*-*-†-*-*-*-†-*

28 de Octubre, 2019

- Espera, ya está despertando - dijo una voz que no pude reconocer, una oscuridad parecía estar cubriendo mi mente y a medida que abría los ojos la luz que se proyectaba por la ventana me hizo cerrarlos de golpe, luego volví a abrirlos, provocando ahora una visión más clara del lugar en donde estaba, pero ningún recuerdo llegó.

Paredes de color marfil, una gran cama, un gran ventanal, todo tan hermoso y sin reconocimiento para mí, no me llegaba ningún pensamiento, ningún recuerdo, absolutamente nada.

No sé dónde estoy, estoy mareada y tengo una sensación de querer vomitar, todo me está dando vueltas y tengo dolor en la cabeza hasta el punto de que no puedo evitar soltar un quejido - ¿Dónde estoy? - me atrevo a preguntar, pero en realidad ¿Lo quiero saber?

Y es allí donde caigo en cuenta... ¿Quién se supone que soy? No recuerdo mi nombre ni nada, estoy extraviada o tal vez mi mente lo está, el punto es que no entiendo nada.

Podría asegurar que mi nombre, por muy confuso que sea en este instante está en algún lugar de mi memoria, cada letra la siento en la punta de mi lengua, un nombre no tan complicado a mi parecer, pero no puedo recordar cual es.

Cierro mis ojos y trato de pensar en algo, cualquier cosa, lo que sea que me venga a la mente, pero todo está tan borroso, maldigo por lo bajo - No puede ser - solté un grito aterrada, tratando de controlar mi respiración, tratando de que las manos me dejaran de temblar por lo que acabo de descubrir.

Esto no me puede estar pasando, no a mí.

De un brinco logré zafarme de las cómodas mantas en las que me había encontrado envuelta y eché a correr hacia la puerta.

Estaba a punto de girar el picaporte, pero escuché un susurro detrás de mí, con pánico me obligué a girar sobre mis talones y así enfrentar lo que sea que estuviera allí mientras me reprochaba mentalmente cómo es que no me había dado cuenta que yo no estaba sola y el porqué ignoré tan profundamente a tres chicas que al parecer me observaban fijamente desde que desperté.

Primero me fijé en la que estaba más cerca de mi, una chica muy esbelta, envuelta en un vestido corto floreado de vuelo alto y unos zapatos de tacón que la hacían ver mucho más alta de lo que al parecer era, su cabello achocolatado y liso hasta los hombros estaba algo despeinado y sus ojos color miel me miraban fijamente provocando que me tensara de pies a cabeza.

Me digné a mirar a las tres, tratando de reunir el coraje que no sentía ni siquiera en el dedo meñique y pegué un pequeño brinco hacia atrás cuando noté que una de ellas se acercaba a mí lentamente.

- No te asustes - pero era algo difícil no asustarse cuando tenía tres pares de ojos encima de mí y la mente totalmente en blanco.

- No estoy asustada - si que lo estaba.

No recordaba nada, ni de la noche anterior y tampoco de mi vida, solo pequeñas imágenes se enroscaron en mi cabeza y al parecer eran sólo eso, imágenes.

No podía comprender dónde estaba, quién era y quiénes eran ellas.

Las tres chicas se miraron entre sí al ver que me había quedado callada. Las tres altas y esbeltas chicas eran, sin duda alguna, las mujeres más hermosas que seguramente habría conocido en mi vida, a menos que durante años hubiese vivido encerrada sin conocer el mundo exterior.

Ahora comprendía que probablemente estaba un poco mal de la cabeza, seguramente todo esto era un sueño y por esa razón sentía como si mi cuerpo fuese ajeno a mí, si, seguramente era eso.

Me había vuelto loca.

Sentí un escalofrío en el cuerpo y rápidamente volví la vista hacia al frente, no me había dado cuenta que había bajado la mirada. Una de las chicas que había estado apartada ahora estaba a sólo unos palmos de distancia, tenía un espectacular cabello marrón rojizo que caía en finas ondas hasta las caderas, en la coronilla se veía algo parecido a una corona de cuero, en ella tallada una armadura y una espada, sus penetrantes ojos verdes que al quedarse viéndolos te embelesaba y luego parecían haberse transformado, no era más que una mirada vacía, apagada, casi como si no tuvieran vida.

- Lamentamos haberte asustado, pero no venimos a hacerte daño. - dijo con una delicadeza que no se reflejaba en su mirada verdosa - Mi hermano te encontró tirada e inconsciente en el bosque, te trajo aquí y estábamos cuidándote - su voz no era tan dulce como la de la chica anterior, era más ronca y hosca. - Dinos tu nombre - más que un pedido, era una orden.

- No le hables así - la regañó una rubia un poco más baja que la pelirroja, se encontraba al final de la habitación, por lo que no pude ver muy bien su rostro perfilado.

- S-Soy - no pude evitar quedarme en blanco y como sospeché, para mi gran desilusión no llegó ni un atisbo de cual era mi nombre en realidad.

Tanteé un poco la pared con ansiedad, aunque no encontré lo que estaba buscando, intenté de nuevo y ¡Bingo! había dado con la perilla y sin más abrí la puerta - Me duele la cabeza, no sé quiénes son ustedes. Necesito irme de aquí.

- ¿Te encuentras bien? - preguntó una de ellas.

- No sé quiénes son - comencé a decir con la respiración agitada, ya no podía seguir ignorando las horribles sacudidas que daba mi cuerpo - Por desgracia, tampoco sé sobre mí, así que no podría darles ninguna información, si es eso lo que buscan lamento decepcionarlas, pero... - necesitaba respirar. Necesitaba a como diera lugar el viento chocando contra mi rostro - ...pero si me permiten, debo largarme de aquí.- salí a toda prisa en el momento de girar la perilla y comencé a correr como si mis pies tuvieran vida propia mientras que esa desconocidas venían tras de mí.

Gritaban que parara, pero yo no quería, no lo haría, no sabía dónde estaba, ni quiénes eran ellas, así que no, no me detendría.

Seguramente me decían que no me harían daño para que así me calmara y cuando estuviese con la guardia baja, ¡Saz! Probablemente me asesinaran.

Justo como esa voz en mi cabeza me lo decía.

Mientras corría no tuve tiempo de ver por dónde podría escapar, solo sabía que era un lugar grande, lleno de lujos y muchos, pero muchos ventanales.

El techo estaba repleto de una especie de decoraciones antiguas ¿Y qué decir de las paredes? Mientras más corría, más me daba cuenta de que todo ese lugar parecía de cristal. Caí en cuenta de que la mayoría eran inmensos ventanales y a través de ellas, a lo lejos, se veía una gran cascada, hermosa, magnífica, pero no comprendí el escalofrío que apareció en mi columna vertebral mientras la observaba fijamente sin dejar de correr.

Todo era algo... extraño, desconocido y definitivamente me provocaba temblores en cada parte de mi cuerpo. De alguna forma, supe que esa mansión no tenía nada que ver conmigo, que esas tres mujeres altísimas y hermosas persiguiéndome no eran parte de mi vida, lo supe y no entendía cómo, pero ya, simplemente lo supe.

No había más que agregar.

Era en vano que trataran de detenerme, en ningún momento me detuve y en cierto sentido corría cada vez más rápido contemplando aquella cascada lejana que me dejaba impactada por una extraña razón.

Allí pasó.

Todo se tornó oscuridad una vez más, aunque en vez de ser una oscuridad plena, había árboles danzando con una brisa bastante inquieta, pero fresca, la tierra era rocosa y el agua era muy oscura hasta el punto de llegar a ser negra como el carbón... del agua salía mucho vapor, me acerqué más a ella y miré fijamente ese gran lago, me vi allí reflejada en él, pude contemplar cada parte de mi rostro, pero algo en mis manos llamó mi atención, una especie de... y luego, no pude volver a verlo, no sabía cómo describirlo, solo pensaba en mi reflejo y la cascada...

La cascada...

La cascada...

- La cascada - grité por alguna razón. Sentía como si se me hubiese escapado el aire, no podía respirar ¿Habrá sido ese un recuerdo?

Sin más preámbulo caí encima de algo, aunque por la textura, supe de inmediato que no se trataba de alguna cosa, sino de una persona y fue allí cuando llegó a mi mente el nombre: Harry Styles y sin más, recordé todos los fanfics que había leído con el mismo contexto donde una chica estaba corriendo y se tropezaba con él, luego ella lo insultaba, él se disculpaba y como buen chico buscaba la manera de obtener su perdón, ella conoce que en realidad él no es el típico chico popular que solo piensa en sí mismo y ella se enamora y ¡Saz! Se entera que todo se trata de una apuesta, luego venía el drama, él buscaba su perdón, ella lo perdonaba y fin.

Definitivamente debía estar mal si recordaba el nombre de un cantante famoso, pero no me llegaba ni siquiera la primera letra de mi propio nombre.

No sabía si llorar o reírme por lo que acababa de pensar.

Ahora conocía algo de mí.

Primer dato: Leía fanfics de Harry Styles.

- Auch.- escuché un quejido y pude recordar el porqué de mis pensamientos. Me había caído, corrección, me había tropezado con alguien.

- ¿Y ahora qué? - gemí, solo esperaba que la persona con la que me había tropezado no quisiera matarme.

Abrí los ojos nuevamente encontrándome con unos ojos verdes, tan parecidos a los que había visto hacía unos minutos, como el de aquella chica.

Y sin aviso, pasó otra vez.

Alguien me llevaba en brazos mientras estaba adormecida...

Un hombre de ojos verdes, sus ojos.

- Tú...- me puse en pie de un brinco notando que aún así, él se veía terriblemente alto. Tuve que alzar la cabeza. - tú eres... - traté de hablar nuevamente, pero me corté al instante de decirle que él era...

Que él era...

¿Quién era él?

Meneé un poco la cabeza, tratando de controlar mis pensamientos.

Él no era el chico que llegó a mi mente, no era aquel chico que me miraba desde la lejanía en un bosque lleno de fuego. Es más, este chico tenía el cabello marrón rojizo y no tenía ojos dorados.

- ¡Al fin! - dijo con tanto entusiasmo que me asustó, provocando que me echara hacia atrás- ¡Has despertado! - exclamó con el semblante relajado y una sonrisa ladina extendiéndose por sus delgados labios.

- ¿Qué? - pregunté con desconcierto.

- Tenías una semana sin reaccionar. - bajó la mirada hacia mis pies que estaban manchados de barro y mugre. Apenado, volvió la mirada hacia al frente, encontrándose con mi cara ruborizada. - Pareces un globo a punto de estallar ¿Qué te sucedió? - frunció el ceño y desvió la mirada.

Segundos después llegó la pelirroja hasta donde ellos se encontraban. - Hasta que al fin te detuviste. - jadeó y puso las manos sobre sus rodillas mientras daba grandes bocanadas de aire, cuando se recuperó, pegué un brinco al notar el rostro de ambos.

- Son idénticos.

- Por favor no lo digas tan alto o Deacon te escuchará y comenzará a decir que tengo cara de niña.- en eso, la pelirroja le dio un codazo. No pude evitar reírme pero me detuve en cuanto vi llegar a las otras dos chicas.

Había pasado por alto que mi primer objetivo había sido escapar de este lugar.

- Él es Evan - dijo la pelirroja señalándole y él me dedicó una sonrisa que parecía algo forzada, ya no parecía la misma sonrisa genuina que me había esbozado segundos antes.

De manera lenta Evan se acercó mucho más a mí para revisarme superficialmente por si tenía alguna herida, al menos eso era lo que yo suponía.

- Aún no puedo creerme que estuvieras en ese bosque cubierto de... bueno, ya sabes y estés...bien. - parecía no poder encontrar las palabras, aún así consiguió decir lo que quería - Ajax me lo contó todo... Yo... Eeehh... Tuviste mucha suerte. No cualquiera hubiese sobrevivido a eso.

- ¿Ajax? - susurré por lo bajo, por alguna razón me sonaba ese nombre, pero ¿de dónde? Ajax... Sin duda, ese nombre era muy, pero muy familiar.

- ... Creí que los medicamentos no te habían servido de nada, pero he aquí - continuó Evan alejándose un poco - Estás viva... y eso es lo que cuenta - decía algo acelerado, con una sonrisa nerviosa plegada en sus labios.- Me alegra ver que estás a salvo. - comentó genuinamente.

- Gracias por ayudarme - dije entrecortadamente.

Él solo asintió una sola vez.

- ¿Y tú eres? - me volví hacia la pelirroja.

- Hester - se presentó con tono gélido, lo que me provocó un pequeño escalofrío en el cuello - No te preocupes, trataremos de resolver tu situación - relamí mis labios.

¿Cómo se supone que me ayudarían? ¿Qué tipo de situación? Me iban a matar ¿No es cierto? Ni siquiera sabía la razón de mi llegada a este lugar y definitivamente seguía sin saber qué fue lo que me llevó a estar en una casa desconocida, con personas mirándome con lástima y preocupación y mi memoria total y completamente averiada.

Después del pequeño debate que tuve en mi cabeza, decidí mirar bien a la pelirroja que también me ofreció una sonrisa, pero esta se veía más forzada todavía, parecía una mueca, luego se dio la vuelta para darme la espalda y quedar frente a Evan. - Vamos, hermano.

Lo tomó de la mano, pero el muchacho seguía mirándome a mí, no entendiendo el porqué, decidí apartar la mirada y preferí mirar el suelo.

- Puedes avisarnos si necesitas algo.-sugirió él, yo asentí.

- Tenemos que informar a Ajax que ya ha despertado.- le susurró la pelirroja a su hermano, al parecer ya fastidiada de la situación. Segundos después, pude ver cómo la chica le apretó la mano a Evan provocando que él hiciera una mueca de dolor y por fin había conseguido que éste se moviera.

Volvió la vista a su hermana y asintió con la cabeza para comenzar a caminar junto a ella y dar la vuelta por un pasillo, desapareciendo de mi vista.

Era normal que Hester tuviera desconfianza.

Yo aún la tenía.

Me había quedado mirando el pasillo en dónde los mellizos se habían ido, sintiéndome extrañamente relajada, pero aún así, habían dos personas más que estaban junto a mí y la tensión volvió a mi cuerpo, me dí la vuelta para enfrentarlas y estaban más cerca que hacía unos minutos atrás.

En ese momento si pude ver a la chica rubia con la debida atención. Era más alta de lo que esperaba, con un cabello muy rubio, largo y hermoso, también unos ojos grises demasiado grandes y pronunciados debido a su impecable delineado.

- Soy Irene - no debía tener más de diecisiete años, tenía un aspecto muy joven, una sonrisa seductora y dulzona en sus labios finos y una manera de vestirse un poco peculiar para una adolescente en pleno siglo XXI, un enorme vestido con encajes y armador a simple vista, de lejos parecía que por lo apretado del corsé, muy bien se podría quedar sin aire en cualquier momento, la parte de la falda estaba algo pomposa, pero aún así, era demasiado hermosa con detalles de flores y brillantes.

Tenía que admitir que esa chica era una monada.

Demasiado preciosa como para que fuese real.

- Y yo me llamo Helena - se dio a conocer la despampanante mujer de cabello color chocolate.

Era muy hermosa, definitivamente, tanto como Irene o Hester, pero Helena tenía algo que la diferenciaba de las otras dos chicas, algo que tal vez a muchos hombres les costaría quitarle los ojos de encima.

Su cuerpo era delgado y bien proporcionado, cómo esas chicas que aparecen en revistas, o al menos eso pensé.

Yo aún no recordaba el color de mis ojos, ni la forma de mis labios y tampoco sabía si mi nariz era fina o regordeta.

Lo único que sabía era que los mechones de mi cabeza eran castaños y eso era porque lo noté cuando había estado corriendo.

Porque ni siquiera sabía la primera letra de mi nombre.

Que decepción.

- Hey ¿Estás bien? - preguntó Irene, sacándome de mi ensimismamiento.

- S-si, estoy bien - logré decir a pesar de que pude sentir mi lengua espesa,no sabía si decir que no recordaba nada ¿Me creerían? De todas maneras, tenía que decir lo que en realidad pasaba por mi mente. No recordaba nada, fin. Tendrían que aceptarlo, les gustase o no. - No puedo recordar.

- Está bien - Helena en un gesto cálido tomó mis manos entre la suyas y las apretó, cómo dándome ánimos, cosa que para ser sincera, agradecí silenciosamente.

No sabía si esta pérdida de información era algo nuevo o no, pero por el momento necesitaba descansar un poco, ya que mi cabeza retumbaba una y otra vez, dando paso a pequeñas imágenes que no hacían más que confundirme por completo.

- Creo que deberíamos arreglarte un poco - dijo Irene sin mirarme a mí, su vista estaba clavada en algo de afuera.

Segundos después, una disculpa brotó de sus labios y salió con paso rápido de la mansión, dejándonos a mi y a Helena en un fúnebre silencio, hasta que al final ella habló.

- Ven, te llevaré a tu habitación.

Me tomó la mano y me dirigió hacia el pasillo en dónde poco menos de una hora yo había decidido correr para escapar, al final no escapé, lógicamente.

No sabía si eso era algo bueno o no tan bueno.

De todas maneras, eso no quitaba el hecho de que estuviese alerta.

Había algo que no me dejaba pensar con claridad, una voz que me atormentaba a cada paso que daba.

Una voz siniestra.

En cuanto llegamos a la habitación, Helena soltó mi mano para ir a acomodar las sábanas de la cama y con eso me invitó para que me acostara, pero antes de eso, por fin me atreví a preguntar algo que rondaba fuertemente en mi cabeza.

- ¿Qué fue lo que me sucedió?

Helena estaba de espaldas, aún así, vi como sus hombros se tensaron - Te vieron en el bosque hace una semana, estabas inconsciente.

- ¿En qué día estamos?

- 28 de Octubre - susurró, todavía dándome la espalda a la chica.

Si me hubieran encontrado hacía una semana, eso significaba que me habían encontrado el día...

22 de Octubre.

Y no supe porqué, qué era lo que tenía aquella fecha especial que hizo que me diera una horrible punzada en la sien.

Esa fecha...

Esa fecha...

Algo me había ocurrido en esa fecha.

Todo comenzó a dar vueltas, volvieron las ganas de vomitar o de salir corriendo.

Gemí y Helena vino hacia mí con la preocupación muy clara en sus ojos - ¿Qué te sucede?

No pude decirle, sentía como el aire abandonaba mis pulmones.

Todo daba vueltas, todo estaba mal.

El dolor punzante arrasaba cada vez más.

Jadeaba, chillaba, todo era muy doloroso.

- Hey - Helena parecía nerviosa, no sabía qué hacer.

Fue entonces cuando puso cada mano en mis orejas y tal vez era mi imaginación, pero pude ver que sus ojos color miel resplandecían más de lo normal.

Y un segundo después, me tranquilicé, como si no hubiese pasado nada.

Helena me recostó en la cama y cuidó de mí, hasta que comencé a dormitar.

Antes de quedarme dormida, recordé de nuevo esa lejana catarata.

Sentía como si no fuera la primera vez que la había visto.

La cascada.

Sin embargo, no se trataba solo de eso, sino también de alguien.

Ojos muy brillantes.

Cabello muy negro.

Su rostro se veía borroso.

Aún así, no pude divagar más, me encontraba demasiado relajada como para pensar y mi cuerpo se sentía muy débil, así que cubrí más mi cuerpo con la suave cobija y acomodé mi cabeza en la fresca y esponjosa almohada.

Segundos después me quedé profundamente dormida.

*-†-*-*-*-†-*-*-*-†-*

29 de Octubre, 2019

Sentí como si mi cerebro hubiese descansado bastante, pero lamentablemente no me llegaba nada, ningún recuerdo, sólo unas pocas imágenes que no me llevaron a ningún lugar.

Decidí levantarme de la cama e ir al baño de hermosos azulejos para cepillarme los dientes y tomar una ducha. Preferí abrir la cortina que daba a la bañera para así poder llenarla y poder relajarme como era debido.

Sentía el cuerpo como gelatina, demasiado débil para mi gusto.

Al parecer, me quedé dormida por un día entero, cosa que me incomodaba de sobremanera pero no quise seguir pensando más al respecto.

Antes de ir a abrir la llave de la bañera, me paré en seco notando que había un gran espejo a mi costado. Al estar frente a él pude ver bien el color de mi cabello ondulado, las motitas de mis ojos y el perfil de mi nariz.

Tenía la marca de un golpe en el ojo izquierdo y el labio inferior un poco roto.

¿Me habría metido en alguna pelea?

No, tal vez yo era más mansa que un corderito.

O tal vez no.

Al tocar la mancha verdosa en mi ojo noté mis manos llenas de arañazos, algo de lo que no me había dado cuenta el día anterior.

Sin duda alguna, seguramente yo era una chica rebelde y por eso estaba tan llena de moratones.

No supe porque mi pensamiento me dió risa, pero preferí dejar de inspeccionar mi rostro, manos y brazos para poder cepillarme y meterme en la bañera.

La verdad era que estaba totalmente aterrada de lo que me estaba pasando, los sueños no paraban, no sabía con exactitud si se trataba de recuerdos o solo de mi imaginación.

Eso me desesperaba.

Hay momentos en que las personas están en calma, todo tiene color, todo tiene una solución, pero llega un punto en la vida en donde sentimos que las puertas se cierran sin dejar que sigamos nuestro rumbo, ya nada tiene sentido, ya nada tiene salvación. Ahí es cuando aparece la angustia, el desespero y llega el miedo al cambio, es como si quisiéramos que todo salga bien, pero no hacemos nada al respecto y nos encerramos en él "Y si..."

Y yo estaba en esa situación " Y si recordara mi vida ¿Me gustaría saber quien soy?"

Lo único que sabía es que estaba extraviada, mi mente estaba en otro lugar y mis miedos estaban cerrando las paredes a mi alrededor.

Solo esperaba que este lugar me ayudara.

Que la mansión Lincer me brindara la calma que necesitaba.

*-†-*-*-*-†-*-*-*-†-*

30 de Octubre, 2019

Algo en mi interior estaba revuelto, los ojos de Evan no eran los que había visto al otro lado del río mientras todo a mi alrededor estaba repleto de fuego. Los ojos que había observado se clavaron muy a fondo en mi cerebro, eran hermosos, majestuosos, diferentes, eran color oro con una pizca de soledad, remordimiento, salvación y destrucción al mismo tiempo, algo ilógico, supongo.

Al menos eso era lo que había sentido al recordar esos ojos ámbar.

Aunque había algunos cabos sueltos que simplemente no lograba encajar.

Un calor que me comenzó a hormiguear desde los dedos de los pies hasta mi nuca, de repente comencé a sentirme observada, miré a los lados, pero como ya sabía que no vería nada, no le di ni un átomo de importancia, o tal vez fingí que no me importaba.

Aún la cabeza me daba vueltas, me dolía mucho y no lograba salir de dudas, hace más de una semana que había llegado a este lugar, dos días que estaba consciente y aún así no querían dejarme salir de la habitación.

Irene no me dejaba hacer nada, rara vez se despegaba de mí como cuando tenía que ir al baño o cuando era la hora de dormir o cuando me encontraba muy cansada para tener que hablar. Me traía la comida, no dejaba que fuese al jardín ni nada parecido, sospechaba que me tenían esclavizada o muy bien, que estaba loca y ese lugar era un manicomio, así que solo me mantenía allí sin hacer gran cosa y Helena me había llevado algunos libros, lo cual sin rechistar, leía con gusto.

Pero seguía odiando el encierro.

Aún no podía creer que había pasado apenas unas horas en esa incómoda situación.

El cielo estaba oscuro todavía, seguramente Helena, Irene y Hester debían estar dormidas, así que a hurtadillas, me levanté de la cama, no me puse los zapatos, ni las pantuflas de gato que me habían regalado. Caminaba en puntillas, con cuidado para que no me fuesen a descubrir.

Al salir al pasillo traté de ver que no hubiese nadie, cerré la puerta con cautela y me dirigí a ningún lugar en particular.

Ojalá pudiera encontrar una salida de esta prisión de cristal.

Seguía mirando hacia afuera, era curioso que ese internado para descabellados o lo que sea que fuera tuviese un piso de porcelana y las paredes fueran de vidrio, hasta hubiese considerado quedarme si no fuera porque estoy muy ocupada pensando en escapar.

Me topé con una puerta de madera blanca y con toda la delicadeza que pude reunir le di vuelta a la manilla, provocando que en un bajo chillido sonara un << Crack>> y la puerta se abriera. Al salir, el aire me rozó la cara y cuando mis pálidos pies tocaron la hierba sentí un delicioso cosquilleo recorriendo mis piernas, entonces corrí.

Corrí como si no hubiese un mañana, como si alguien me persiguiera o como si el pasado quisiera arrastrarme. No quería dejar que me arrastrase.

Corrí como tal vez nunca había corrido antes, sintiendo la frescura de la tierra húmeda y la loca energía que se arremolinaba en mi cuerpo. Corrí en dirección a un árbol mantelado, bastante frondoso y hermoso, estaba cada vez más cerca. Era tan hermoso, majestuoso y lleno de vida, contrario a lo que yo sentía por dentro, diferente al vacío que se me atragantaba en el pecho.

Estaba a un solo segundo de sentir en mis dedos la fina hoja color verde cuando sin haberlo notado antes, tropecé. Choqué con algo duro y caí al suelo, ensuciando la bata blanca que me habían dado para ponerme.

- ¿Qué haces aquí afuera? - ¿Esta vez sí sería Harry? Sospechaba que no. - ¿Qué haces aquí? - repitió la voz del desconocido, era algo helada y parecía reconocida para mí, de cierto modo, pero he de admitir que su voz provocó un pequeño recorrido en mi columna vertebral, me levanté un poco para lograr sentarme en el suelo mientras me agarraba la cabeza.

Si antes no me había vuelto loca, estos golpes de la vida iban a hacerlo, viviría bajo un puente y sin siquiera saber mi nombre.

Estaba mareada, esperé un buen rato para calmar mi respiración que de repente se había vuelto pesada y al abrir los ojos me quedé atontada cuando lo vi.

Era él.

El chico del bosque.

Era muy alto, demasiado, un mechón rebelde de su cabello negro como la noche caía sobre su nariz chata y en sus labios carnosos se le formaba una mueca de reproche.- ¿Qué haces afuera?- preguntó de nuevo.

Tuve que recordarme que él era un extraño, que todos allí en esa mansión lo eran. Tenía miedo de mirarlo siquiera.

Él no era de fiar.

Nadie lo era.

Parpadeé varias veces -Lo lamento - dije tras ponerme de pie. Le tendí la mano para ayudarlo a levantarse, una parte de mí gritaba que me rechazara la oferta y la otra anhelaba sentir como sería el tacto de sus dedos, solo una pequeña parte. Sacándome de mis pensamientos, él entrelazó su mano con la mía y sin querer sentí una pequeña chispa. En cuanto él estuvo de pie, me aparté - No quería seguir estando en la habitación ¿Acaso estoy en un manicomio? ¿Por eso estoy encerrada? - espeté notoriamente enfadada. Él negó con la cabeza - ¿Una cárcel? - volvió a negar.- Entonces ¿Por qué no he salido?

Hubo un largo silencio en donde ese desconocido y yo nos miramos fijamente, sus ojos en la noche se veían dorados, con una chispa extremadamente llamativa, pero repentinamente algo en su mirada comenzó a ponerme nerviosa.

- ¿Vives aquí? - seguramente podría ayudarme a salir.

- No.

Esa fue su simple y llana respuesta ¿Qué se supone que haría con eso?

- ¿Conoces a las personas que viven aquí? - solo se encogió de hombros.

Ya estaba colmando mi corta paciencia.

- ¿Qué haces en este lugar?

- Eso no es de tu incumbencia. -dijo de malas maneras.

Resoplé - Tienes razón. No es de mi incumbencia, pero estoy segura de que tú sabes algo que yo no.

- Por supuesto que sé muchas cosas. - argumentó con arrogancia.- Yo sé peinarme y por lo que veo, tú no has agarrado un cepillo en mucho tiempo.- traté de no fijar mi vista en mi cabello castaño, sabiendo perfectamente que lo tenía enredado.

- ¿Y eso a ti qué? - quería asesinarlo. Nadie se metía con mi cabello, excepto yo. - Ocúpate de tus asuntos ¿no?

- Claro que sí, sé ocuparme de mis asuntos ¿Tú de los tuyos?

- Perfectamente. - dije con la seguridad que no tenía. No sabía ocuparme de mi situación actual, no sabía que hacer aparte de sólo quedarme horas sentada en la cama pensando seriamente cuando me dejarían salir.

No había ningún avance.

Tenía miedo de encerrarme en mi mundo y no poder salir cuando sintiera que todo se me viniera encima.

Tenía tanto miedo que la palabra "Miedo" se quedaba muy pequeña.

Y lo peor de todo era que tenía miedo de sentir miedo.

Supongo que algunas veces los humanos tenemos que sentirnos así para poder enfrentarnos a la vida, pero ¿Cómo te enfrentas a ti misma, sin tener recuerdos, un propósito o una ilusión? Ni siquiera sé a lo que verdaderamente le temo, pero últimamente solo pienso ¿Y si nunca llego a recordar quien soy?

Y podría decirse que ese sería mi principal miedo.

- ¿Estás bien? - sin haberlo notado, el chico estaba muy cerca de mí, tan cerca que podía sentir su aliento contra mi cara. Solo asentí. De repente no tenía ganas de hacer nada, esa es otra cosa con los miedos, mientras más piensas en tus temores, más te cohibes de querer vivir.

Justo ahora no quería nada, solo respuestas.

- ¿Dónde estoy?

- En el bosque.

- ¿Qué bosque?

- ¿En serio no lo recuerdas? - pude notar que no hizo la pregunta con malicia ¿Cómo podría? No sabía lo que estaba pasando en ese momento.

- No.

- Bien. - resopló y recostó su espalda en el árbol detrás de él, me miró fijamente provocando que su mirada me diera escalofríos, luego miró hacia la mansión detrás de mí y comenzó a hablar. - Entraste al bosque hace un par de días, no sé por qué, con quién o para qué, solo sé que cuando te encontraron estabas casi muerta. - respiré profundo, él se detuvo para mirarme y entonces siguió hablando - No sabría decirte con exactitud tus razones para estar aquí, pero has de tener una mente muy retorcida para decidir aventurarte en este lugar. Este bosque no tiene el nombre que tiene solo para generar curiosidad a la gente, este lugar está lleno de enigmas que no te podrías imaginar, criaturas extrañas y muy peligrosas para alguien mortal. Este bosque está maldito y tú estás en él. - lo último lo dijo acercándose peligrosamente a mí. - La verdadera cuestión es cómo es que tú entraste y ahora estás con vida. - sus orbes dorados se pusieron negros de repente y de un segundo tras otro pude sentir mi mente anestesiada, serena, en calma.

Y un clip sonó en mi cerebro, rápidamente parpadeé y enseguida noté como el pelinegro frunció el ceño con extrañeza.

- ¿Cómo lo has hecho? - preguntó con asombro.

- ¿Cómo he hecho qué?

- Eso... evadirme.

- No sé de qué demonios estás hablando, pero necesito que aclares mis dudas. - supliqué - ¿Dónde estoy?

- Se llama el Bosque sobrehumano. - respondió después de un largo silencio. - Algunos lo llaman el bosque maldito. - me desconcentro al momento en que lo vi mordiéndose el labio inferior, inmediatamente desvié la mirada de esa zona, dirigiéndola ahora a sus ojos que parecían estar idos en la negrura del bosque.

- ¿Cómo es que estoy aquí?- arqueó una ceja en mi dirección.- En esta casa.- rectifiqué.- Dices que en este bosque ningún mortal puede sobrevivir, entonces dime ¿Cómo es que en este bosque hay una gran casa con muchas personas dentro y por lo que veo son personas comunes y corrientes?

- Hay cosas que no puedo responder.- dijo cortante.

- Puedes responderlas, pero no quieres. Es algo totalmente diferente. - murmuré hastiada. ¿Así sería mi vida de ahora en adelante, mientras más preguntas hacía, menos respuestas obtenía?

Eso sí que sería algo espantoso.

Rogaba a los dioses que no permitieran que mi vida fuera de incontables preguntas sin respuestas, pero algo me decía que así sucedería, al menos por un largo tiempo.

- ¿Por qué no he podido salir? No me han dejado salir de la habitación desde que desperté, rara vez me quitan los ojos de encima y eso ya me está volviendo loca.

Se quedó mirándome un largo rato, como si no supiera qué responder. Estaba a punto de decirle algo más, cuando finalmente habló.

- No has salido porque los demás temen que te de alguna crisis.

- Me están privando de mi libertad. - en cierto modo, tenía sentido. No me habían dejado salir, Hester, Irene, Helena y Evan eran muy amables, pero eso no quitaba que me dejaran encerrada todo el día. Algo que me ponía extremadamente nerviosa y con los pelos de punta. - Llevo días sin salir de esa habitación y créeme que he estado a punto de tirar todo lo que hay ahí - Rodeé mi cuerpo con mis brazos brindándome algo de calor. Había olvidado que no llevaba puesto ningún zapato o sandalias, pero no me importó.

Una vez más, el silencio reinó.

- Estás en todo tu derecho de enojarte.

- Claro que lo estoy. - casi grité, pero traté de calmarme ya que yo misma me había metido en este lío. - Me han tenido encerrada como a una prisionera.

- Que yo sepa en las celdas no hay ventanales con vista al paraíso. - comentó rodando los ojos. A decir verdad, el ventanal daba al jardín y más allá, al bosque, era una vista preciosa, aún así me daba una sensación muy extraña que al momento de tratar de ver más allá del jardín, sentía escalofríos y... un momento.- Dijiste que no sabía nada de este lugar.

- Te mentí.- dijo encogiéndose de hombros.

- Que fácil se te da ¿no?

- Es un don.- fue mi turno de rodar los ojos.

Definitivamente, Él era un idiota.

- ¿Cómo...- me detuve, buscando la manera de continuar la pregunta -... supiste que salí?- nadie me había visto y yo no lo había visto cuando salí.

- Te vi corriendo, creí que... te escaparías.- se agarró la nuca, aparentemente fastidiado de esta conversación.

- ¿Quién eres? - el chico se removió incómodo. No me había dicho su nombre en lo que iba de nuestro encuentro.

- Ve a dormir.- dijo sin más.

- ¿Cómo te llamas?-inquirí.

Me miró fijamente, pero no me respondió.

- ¿Quién eres? - le insistí.

- Eso no es tu jodido problema ¿Bien? - gritó. Aparté la mirada de él. Ya sabía que esta batalla no iba a ganarla.

- Ya - chasqueé la lengua y giré sobre mis talones para marcharme a la mansión.

Quería escapar, pero no lo haría enfrente de él, sabiendo que en cualquier momento podría seguirme y así matarme. Estaba paranoica, pero prefería no arriesgarme.

- Espera, espera - gritó él tras de mí. - ¿Por qué estás aquí?

- ¿Qué quieres decir?

- ¿Por qué entraste al bosque?

- No lo sé.

- ¿Qué diablos? ¿Cómo que no lo sabes?- parecía que en cualquier momento, su paciencia se iría y estaría a punto de degollarme.

- No sé por qué estoy aquí.

- ¿Qué quieres decir? - frunció el ceño.

- Quiero decir que no recuerdo nada.- suspiré.- Evan dijo que tal vez el golpe que me di fue muy fuerte y por eso no tengo recuerdos. Dice que con el tiempo puedo mejorar.- esto último lo había dicho con un gruñido.

- Tienes que irte de aquí, este lugar no es seguro para ti. - murmuró él después de un largo silencio entre los dos.

- Tú no sabes lo que es o no es seguro para mí.

-Oh, créeme.- empezó a decir con suficiencia.- Lo sé.

- Adiós.- ya estaba harta de él, me di la vuelta para ir a la gran casa y así no ver sus hermosos ojos.

- No será la última vez que nos veamos, Ricitos.- vociferó, al parecer, dándose por vencido.- Mantén tus ojos bien abiertos.

Le hice una señal con los dedos, diciendo adiós y seguí caminando, deteniéndose en seco cuando llegué a la puerta, giré sobre mis talones para verlo y él de espaldas iba caminando hacia el bosque.

Estuve recostada en el marco de la puerta por un buen rato observando como el hermoso chico se perdía en la oscuridad.

Si el bosque era tan peligroso ¿Por qué aventurarse en plena noche él solo?

*-†-*-*-*-†-*-*-*-†-*

"Ya te lo hemos dicho, es mejor que recuerdes por ti misma" escuchaba murmullos a lo lejos.

Frustrada me eché otra vez contra la silla giratoria, apoyé los codos en el mostrador y con la punta de los dedos enjuagué mis ojos ¿Cómo era posible? Me sentía cada vez más como una completa lunática.

De reojo vi a los niños pasar de un lado a otro buscando libros en los estantes del pasillo infantil, algunos adolescentes sentados en las butacas, con enciclopedias de investigación y miles de páginas esparcidas por la gran mesa, una pareja mayor de edad llamó mi atención, la mujer que echaba una ojeada con idolatría algunas guías de cómo cultivar un jardín, mientras el hombre a su lado miraba fastidiado la hora en su reloj de muñeca cada vez que podía.

Una mata de pelo verde se me atravesó en medio, moviendo la mano frenéticamente frente a mí, sacándome de mi ensimismamiento. Pestañeé varias veces - ¿Qué pasa? - me escuché preguntarle al chico.

Él seguía mirándome fijamente, el cabello verde le tapaba los ojos y su sonrisa maliciosa se ensanchaba tanto como el gato de Alicia en el país de las maravillas.

- Estás muy callada - se encogió de hombros y miró el techo - ¿Sucede algo?

- Nada - bufé - Discutí con mis padres- me dejé caer en la silla nuevamente. La pareja que hacía unos minutos atrás había captado mi atención llegó hasta el mostrador, la mujer amablemente me pidió una ficha para poder llevar el libro y con una sonrisa de cansancio, se lo entregué. Al irse la pareja agarrada de manos, volví a encarar al chico - No tengo idea de cómo sacarles información, llevo mucho tiempo que no me llega nada.- me removí incómoda en el asiento - Dicen que fue un accidente de auto pero nunca explican cómo fue. Simplemente no los comprendo.

Solo necesitaba información, un pequeño indicio de algo que me identificara. Una oportunidad para recordar. Eso es lo único que les había pedido a mis padres todo este tiempo.

Alguna que otra sensación se apoderaba de mi estómago.- Stephen no quiere hablarme, siempre me ignora y apenas me responde el saludo - continué con mi discurso. - Según él, está muy ocupado en el trabajo. Es mi padre y ni siquiera ha estado pendiente de si necesito apoyo o lo que sea.- pero que yo recordara, Stephen nunca fue así conmigo, no desde el accidente, por lo menos. Tampoco Leah, que ahora recordaba, era mi madre. - Cada vez que le pregunto a mi madre cualquier suceso ella solo me ignora y cambia de tema.- Desde que había comenzado a preguntarles, mis padres solo me daban la espalda. Nunca contestaban.

Era como si cada cosa que tuviera que ver conmigo no importara.

Y eso dolía.

Claro que dolía.

Cada frase, cada olor, cada pequeña cosa la sentía vacía, hasta estar con mi propia familia.

- Todo ha empeorado desde que vine a vivir aquí.- comenté después de un rato.

- Oh, Casie

Casie.

¿Así que ese era mi nombre? ¿Casie?

Algo me decía que podía ser un apodo, pero en realidad me gustaba.

Todo estaba muy confuso aún.

El lugar, el chico, mi conversación con él y todo en general, sobre todo algo sobre un accidente.

¿Mi falta de recuerdos venía desde antes de que me encontraran en el bosque? ¿Cómo era eso posible? ¿Qué relación tenía eso con mi falta de memoria? ¿Qué accidente?

Y la otra cosa que me pareció extraña era el recuerdo como tal y el por qué se sintió tan real.

Cada sensación en mi cuerpo, cada pensamiento. Era como si estuviera reviviendo cada cosa... y la esperanza llegó.

Lo que sí pude notar era que un aura peculiar rondaba al chico de cabello verde, al igual que el pelinegro. Entre ellos dos había un aire misterioso y siniestro ¿Pero cómo dos personas de un físico de infarto podrían ser tan escalofriantes? Uno sonriente y el otro bastante serio, pero había algo en común de esas dos personas: la profundidad de los ojos.

Definitivamente estaba volviéndome loca.

¿Y por qué tenía el presentimiento de que algo malo iba a salir de ese recuerdo?

Necesitaba respuestas, no, no las necesitaba, me las merecía.

Merecía saber qué fue lo que me ocurrió.

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